LO QUE SARAH PALIN YA SABÍA

23/04/2010

 

Cuando empecé a colaborar en Semanario Atlántico, recuerdo que mi primer artículo llevaba por título: “Lo que Sarah Palin ha aprendido” y trataba sobre la habilidad que estaba demostrando Sarah a la hora de situarse dentro del panorama político estadounidense como un punto de referencia. Aquello fue en septiembre del año pasado y desde entonces ha llovido mucho. Sin embargo, ya por entonces era de la opinión de que si bien Sarah tenía que ampliar sus conocimientos y hacerse fuerte en algunas materias como, por ejemplo, la política exterior, eso no quería decir en absoluto que fuera una ignorante. De hecho, en mi opinión, Sarah es una de las políticas más inteligentes de Estados Unidos y ya lo era en 2008, cuando McCain la escogió como su compañera de ticket, por más que los (cojos) medios de comunicación pretendieran entonces que era una zoquete que parece salida de un episodio de “The Beverly Hillbillies”. Es por eso que aprovechando esta semana de calma chicha (algo habitual en Sarah, quien después de una semana de intensa exposición pública, afloja el paso durante las dos o tres semanas siguientes para evitar la sobreexposición y, en consecuencia, la sensación de saturación por parte de la opinión pública), se me ha ocurrido esta entrada en la que vamos a repasar un poco lo que supuso el año 2006 para ella, sobre todo los primeros ocho meses del año, cuando tuvo que competir por la nominación republicana a gobernadora de Alaska. Una historia de lo más apasionante y en la que Sarah demuestra con claridad todo lo que ya sabía entonces y que le sirvió para batir a todos sus rivales dentro del GOP primero y al candidato demócrata después, contra el pronóstico de todos.

Por otra parte, me gustaría agradecer a aquellos de mis lectores que me han dado ánimos durante estas dos semanas tan malas que he pasado. Por fin todo ha terminado; mal para mí porque entre la opción mala y la peor que les comenté en su momento al final ha resultado ser la peor: trabajaré más horas, cobraré menos dinero y encima he experimentado una cierta humillación durante el proceso. Gracias de nuevo a todos ellos y gracias muy especialmente a esa maravillosa amiga mía, C., cuya bondad conmigo no me merezco, por haberme sostenido moralmente durante todo este tiempo. Es cierto que hoy he sido pisoteado impunemente, pero la vida da muchas vueltas y como que ya saben lo mucho que me gusta a mí el citar la sabiduría popular, solamente les diré que arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Hoy es hoy; ya veremos qué sucede mañana.

Y dicho esto, ni una palabra más sobre ello. Nosotros a lo nuestro: vamos a palinear.

Como quiera que esta historia tiene final feliz (y ese final ya lo conocemos todos), aquí está el testimonio gráfico de ese final: Sarah Palin en el momento de su juramento como gobernadora de Alaska. Es una foto que ya había publicado en una de mis primeras entradas, pero que me gusta especialmente… ¡y es la favorita también de alguna de mis amigas quien sólo piensa en lo guapísimo que está Todd y en lo mucho que le gustaría que le sostuviera la Biblia a ella también (y eso que es atea)! Pues qué quieren que les diga, ¿realmente es tan guapo este hombre? Yo es que de belleza masculina no sé; yo sólo sé de belleza femenina (aunque empiezo a dudarlo porque esa misma amiga me reprocha que sólo me gusten las mujeres que no le gustan a nadie).

Nota del autor: Mi acostumbrado artículo en Semanario Atlántico ya ha salido. Se titula: “Y Obama volvió a picar”. Confío en que les guste. ¿Y saben qué les digo? Que cada día me gusta más escribir allí. Me siento un privilegiado al poder hacerlo. Y si encima algún día consiguiera escribir un artículo bueno de verdad. Pero, de momento, uno no da para más.

Tal y como ya les he dicho, en su momento traté sobre el tema de lo que Sarah Palin había empezado a aprender desde que perdiera las elecciones presidenciales de 2008. Ahora bien, si eso es lo que estaba aprendiendo, ¿qué es lo que ya sabía entonces? Pues algo que todos aquellos que nos habíamos molestado en averiguar quién era ella y cuál era su historia sabíamos con certeza: que Sarah sabe de sobras cómo ganar unas elecciones. Y no sólo ganarlas, sino hacerlo teniendo en su contra no sólo al candidato del partido rival, el Demócrata, sino también a los dirigentes de su propio partido, el Republicano, a los que batió limpiamente durante las primarias.

Pues eso es precisamente lo que me interesa destacar ahora, la lucha que tuvo que afrontar hasta lograr la nominación. Y si lo traigo a colación es más que nada para que nadie se llame a engaño: si Sarah tiene pensado presentarse como candidata a las elecciones presidenciales de 2012 (¡que sí, hombre, que sí!), lo que menos le preocupan son las primarias republicanas porque sabe perfectamente cómo ganarlas. O sea, que aquellos de ustedes que puedan haber oído por ahí que Palin y Romney pueden aliarse y presentar una candidatura conjunta, ya pueden descartarlo de buenas a primeras. Eso no pasará jamás. Sarah es la candidata de la buena gente conservadora mientras que Romney es el candidato del establishment. Y dentro de poco será el candidato derrotado porque será Sarah quien gane la nominación mal que les pese (que les pesará mucho) a los del Republican National Committee, empezando por su chairman Michael Steele, la mayor decepción que uno puede imaginarse después de tantas y tantas expectativas como había despertado en el momento de su nombramiento.

Repasemos un poco la historia de aquel año, 2006. Y para ello, nada mejor que las palabras de la propia Sarah tal y como nos las podemos leer en Going Rogue (pág. 109):

Hacia finales del verano [de 2005], el momento de la decisión se presentaba ante mí: los votantes querían un cambio y deberían tener una opción sincera acerca de qué tipo de cambio podría ser ése. Como siempre, Todd me apoyó y me animó a presentarme. Así pues, en el Día de Alaska, el 18 de octubre de 2005, di inicio a la campaña gubernatorial con alrededor cincuenta amigos, familiares y periodistas en el salón de mi casa. Era también el decimoquinto aniversario de Bristol, así que por supuesto que tuvimos pastel también.

Sobre su estrategia electoral, Sarah dedica un párrafo a describirla y creo que si uno lee esas palabras pensando en 2010 y no en 2005, no resultan en absoluto anacrónicas.

En 2005, yo fui la primera republicana en lanzar mi candidatura porque no quería jugar al juego político de “espera tu turno en la cola” hasta que se viera si Murkowski, el [gobernador] que estaba en el cargo, buscaría la reelección. Sabía que no iba a contar con el apoyo de la maquinaria del partido de todas maneras, así que mi confianza en un esfuerzo popular requería una rápida definición antes de que los otros empezaran a alinearse. (Going Rogue, pág. 110).

Quitando la mención a Murkowski, quien no haya sentido que estaba hablando de hoy mismo y del movimiento Tea Party es que lleva hibernado los dos últimos años y acaba de despertarse. Y aún abunda más en lo mismo:

En las primarias, competía contra el gobernador Murkowski, por supuesto, y su amigo Randy Ruedrich era todavía el chairman del GOP estatal –un mal presagio para algunos pero para nosotros, al contrario, un desafío motivador. Para ganar las primarias tenía que pasar por encima de los dos. Eso significaba también que no iba a tener el respaldo del partido estatal. Encontré mi condición de candidata más débil y la etiqueta de no ser favorita muy liberadora. Si había tan sólo unos cuantos políticos lo suficientemente audaces como para unirse a nosotros, eso era perfecto también. Construimos una red de alasqueños no afiliados políticamente y trabajadores incansables que estaban cansados de los políticos acomodaticios. (Going Rogue, págs. 110-111).

¿Seguro que siguen sin oír los ecos del movimiento Tea Party? ¿Seguro que tienen el sueño tan pesado? ¿Acaso no creen que Sarah es tan sincera que simplemente nos está explicando lo que tiene pensado hacer de aquí a 2012, basándose en su experiencia de 2006 y sabedora de que los de la izquierda no sólo no van a leer su libro sino que son capaces de pasarse meses y meses discutiendo cuál va a ser su estrategia cuando bastaría con dedicar un par de minutos a leer la página adecuada del libro apropiado? Pero claro, eso es pedirles mucho, ¿verdad?

El tema de mi campaña del “cambio” era palpable y sincero y lo llevamos a rajatabla cada día de la carrera. A partir del momento en que no pretendíamos tener todas las respuestas –lo cual ya es un cambio en sí mismo, por supuesto-, dejé claro a todos los votantes que reuniríamos toda la información que necesitáramos y que basaríamos nuestras decisiones en los principios y en ideas sólidas, no en chanchullos o conveniencias políticas. Me basé en mi historial como gestora y les dije a los votantes alasqueños que gobernaría de acuerdo con principios conservadores y que si iba a equivocarme, sería siempre del lado de esos principios. (Going Rogue, págs. 112-113).

Y una vez dejados claros los principios, la ejecución. Para esto también hay un párrafo específico que incluye una curiosa reflexión que a mí personalmente, cuando la leí por primera vez, me hizo estallar en carcajadas. Juzguen por ustedes mismos:

Cada parte de nuestra campaña gritaba: “¡Cambio!”. Un cambio en la manera de financiarnos: funcionábamos a base de pequeñas donaciones procedentes de todo el estado, la mayoría de personas que era la primera vez que donaban a una campaña política, y devolvimos algunos cheques por cantidades abultadas de donantes importantes si percibíamos la sombra de un conflicto de intereses. Cambio en las paradas para hacerse meramente una foto a tener conversaciones honradas con los votantes. Un cambio de poner el énfasis en las políticas a ponerlo en la gente. Un cambio de hablar melosamente a decir las cosas claras – incluso entonces.

Nos divertimos mucho un par de años más tarde cuando Barack Obama – uno de cuyos asesores más importantes (ahora que lo pienso) tenía raíces en Alaska- adoptó el mismo tema. Kris [Perry] y yo bromeábamos acerca de ello: “¡Hey! ¡Ya éramos el cambio cuando el cambio no estaba siquiera de moda!”. (Going Rogue, pág. 114)

Con estas premisas, Sarah y su alegre cuadrilla se lanzaron por toda Alaska a hacer campaña, una campaña que desquició a los dirigentes del Partido Republicano de Alaska conforme iban comprobando cómo la candidatura de alguien como ella, sin padrinos ni respaldo (y por eso mismo totalmente incontrolable) iba calando cada vez más entre los alasqueños y ella se iba situando en una posición de privilegio. Sobre todo, les enloquecían sus partidarios, gente sin complejos, entusiastas y osados, que llevaban pancartas con el emblema de campaña de Sarah por todas partes, gritaban: “Sa-rah, Sa-rah, Sa-rah” sin cesar y llevaban sus coches y sus bicicletas llenos de pegatinas suyas. Hasta tal punto detestaban a esa gente que Bill Large, un abogado del Partido Republicano, llegó a enfrentarse en público con un grupo de ellos a los que insultó llamándoles “camisas pardas” primero y “comunistas” después (demostrando además su confusión mental porque las dos cosas no se pueden ser simultáneamente por más que las dos sean igual de despreciables). Luego, otro tipo de la misma calaña que Large, el senador estatal Ben Stevens, uno de los good ol’ boys, los calificó directamente como “la basura del valle”.

Durante la campaña, Sarah hizo lo que hacen todos los buenos políticos en elecciones: se centran en su mensaje (en este caso, el cambio), no se dejan enredar en cuestiones de detalle, se las apañan para dirigir cualquier debate o conversación hacia los principios que defienden y se esfuerzan por que parezca que se lo están pasando la mar de bien si es que no se lo están pasando realmente. En el caso de Sarah, eso le supuso muchas horas hablando sobre la Constitución de Alaska, su firme creencia en que el mejor gobierno es el más pequeño, que la competencia es sana y que sería un honor para ella el poder servirles a todos. Si a esto le añadimos la pasión que despierta Sarah entre la gente corriente (doy fe de ello por mi propia experiencia) el resultado es que el candidato que logra eso se convierte en virtualmente invulnerable a los ataques de sus rivales, quienes por más que lo intenten lo único que logran es quedar ellos en mala posición.

Y, finalmente, ¿cuál fue el resultado de las primarias republicanas en Alaska en 2006? Pues éste que aquí les detallo:

  1. Sarah Palin: 51.443 votos (50,59%)
  2. John Binkley: 30.349 (29,84%)
  3. Frank Murkowski: 19.412 (19,09%)
  4. Gerald Heikes: 280 (0,28%)
  5. Merica Hlatcu: 211 (0,21%)

Una victoria por todo lo alto. Indiscutible. O tal como lo dice ella misma:

El día de las elecciones, dejamos boquiabiertos a todo el mundo. Ganamos las primarias llegando hasta el 51% de los votos en unas elecciones con cinco candidatos. Ganamos por encima de los intereses enquistados y de la maquinaria política. Sin negatividad y con una campaña popular llena de energía, pasamos a las elecciones generales, donde continuaríamos teniendo la pelota. Le había echado veinticuatro horas al día, con Todd y mis niños a mi lado. (Going Rogue, pág. 116).

Sarah lo hizo una vez: venció contra todo pronóstico y contra todos. Nadie más lo hubiera podido conseguir. ¿Por qué no iba a hacerlo otra? ¿Acaso es menos capaz ahora que entonces? Por supuesto que no; todo lo contrario. Ahora es más sabia, tiene más experiencia y está mejor preparada. Cada día lo está más. No lleva ni un solo error cometido desde que concluyó la pasada campaña electoral. Sarah es lista, endiabladamente lista y sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Y da la casualidad de que es lo mismo que queremos nosotros: verla en la Casa Blanca, pero no de visitante sino de ocupante del Despacho Oval. ¡Y lo vamos a ver! ¡Y tanto que sí!

Y para terminar, les dejo con unas cuantas fotos de Sarah Palin haciendo campaña en 2006. Si no recuerdo mal, ésta es de la campaña para gobernadora, cuando ya había ganado la nominación republicana.

Ésta, por su parte, corresponde a la noche de las primarias republicanas, cuando subió al estrado a pronunciar su discurso agradeciendo la confianza depositada en ella. Creo que a más de uno de los gerifaltes del partido se le indigestó la cena, je, je, je. Pobrecillos, ¿no?

Y, por fin, una de Sarah haciendo campaña formal, ya con Sean Parnell en su ticket.

Y hasta aquí este pequeño repaso a un buen año para Sarah, el 2006. Ahora que ya he logrado resolver mis cuitas, cuento con recuperar lo antes posible el ritmo perdido. En la próxima entrada, vamos a echar un vistazo a lo que está pasando en Florida, ¿les parece? Anoten este nombre: Marco Rubio. Apunta alto. Algunos creen que igual llega tan alto como hasta la candidatura a vicepresidente en el ticket de Sarah Palin. Pues vamos a verlo aunque yo sigo apostando por Rick Perry. Y es que ya saben que tengo cierta querencia por Texas. (¿Será porque he visto mucho Walker, Texas Ranger?)

Por cierto, nuestro amigo Gonzalo tiene razón: estaría bien que nos hiciéramos todos unas camisetas con la foto de Sarah para el verano. Podríamos empezar a hacer propuestas: ¿qué foto y qué lema? Venga, vamos a animarnos; podría ser de lo más divertido. Quien quiera hacer una propuesta, que la haga y cuando tenga varias, las recogeré todas en una entrada y haremos una votación. Y la que gane, nos la ponemos todos y a ver si nos encontramos por la calle. Igual sí, ¿eh?


UN POCO MÁS SOBRE MEGHAN STAPLETON, LA MÁS FIEL DE ENTRE LAS FIELES A SARAH PALIN

18/03/2010

 

Uno de mis lectores comentaba el otro día a raíz del repaso que hice a las noticias de su dimisión que Meghan Stapleton debía de tener toda una historia detrás de ella. Pensando en ello no pude dejar de estar de acuerdo. Ciertamente Stapleton es una de las personas que más se ha involucrado en lo que se suele llamar “all things Palin” (el mundo Palin) y eso desde hace mucho tiempo. Sin duda, conoce perfectamente a Sarah y conoce también todos los detalles de cualquier cosa que le haya sucedido a ésta desde el día en que ambas se conocieron. Sin embargo, y tal y como respondió en su momento Sabino Fernández Campos, el que fuera primero secretario y después jefe de la Casa del Rey, cuando le comentaron que debía de saber muchas historias acerca del rey de España: “Muchísimas. Pero me las guardo todas para las memorias que nunca escribiré”, podemos estar seguros de Meghan también se las guarda todas.

Pues para ser una profesional de la comunicación, lo que cuesta conseguir una foto suya. Ésta es la mejor que he podido obtener de nuestra buena Meghan, a quien ahora mismo imagino completamente feliz jugando con su pequeña hija Isabella, preparándole la merienda, preguntándose si tendrán suficientes pañales para el resto de la semana y prometiéndose a sí misma por enésima vez que no encenderá su BlackBerry más de cinco minutos (esto último seguro que es lo que más le cuesta y es que son tantos años con la oreja pegada al artefacto ése).

Nota del autor: Ha salido una nueva colaboración mía en Semanario Atlántico titulada: Sarah Palin y la televisión: ¿amor a segunda vista? A ver si les gusta.

Como ya he comentado más arriba, es muy difícil que Stapleton nos cuente algún día siquiera una parte de lo que ha sido su vida al lado de Sarah, toda una aventura que yo me empeño en descartar que haya finalizado por completo. Al igual que cuando Sarah dimitió como gobernadora de Alaska y su propio padre, Chuck, comentó que Sarah no se estaba retirando sino que simplemente estaba recargando, yo también pienso lo mismo con respecto a Stapleton. Isabella es su primera hija, ser la colaboradora más cercana de Sarah es algo que ocupa veinticinco horas diarias y es más que lógico (¡es humano!) que sintiese que no podía perderse la infancia de su hija de esa manera. Pero eso no quiere decir en absoluto que ya no vaya a entrar en los planes de Sarah en un futuro próximo, especialmente cuando Sarah llegue a la Casa Blanca en 2013. Para entonces, Isabella ya tendrá casi cinco añitos, irá al cole y su madre tendrá tiempo suficiente para ejercer como la primera secretaria de Prensa de la administración Palin. Stapleton ha sido leal y la lealtad se recompensa, no lo duden. Además, Sarah va a necesitar a lo más granado de su equipo para desembarcar en Washington, sobre todo teniendo en cuenta la manera cómo la van a recibir tanto demócratas furiosos como republicanos resentidos (vulgo RINO).

Sin embargo, si Stapleton no se va a ir de la lengua, sí que podemos obtener algo de información de otros sitios. Por ejemplo, de Going Rogue. Stapleton es una de las personas más citadas en sus páginas y se me ha ocurrido que podría ser interesante recopilar todas y cada una de esas citas. Ciertamente, no da para una narración apasionante porque se trata de fragmentos más bien cortos y que no guardan demasiada coherencia puestos los unos junto a los otros, pero lo que sí hacen es darnos una idea general de hasta qué punto Stapleton ha sido importante en la carrera política de Sarah y hasta qué punto su confianza en ella es sólida y a la inversa. Así pues, les pido perdón por enchufarles hoy una entrada de cortar y pegar, pero es mi manera de rendir homenaje a una persona que ha sabido ser leal cuando la lealtad es un valor que no se cotiza mucho en la Bolsa política de hoy en día. ¡Muchas gracias por todo, Meghan!

Primera cita (pág. 116)

Sarah recuerda el año 2006 y su candidatura como gobernadora por el Partido Republicano de Alaska, presentándose junto a otros dos candidatos: el demócrata Tony Knowles y el independiente Andrew Halcro. Sarah habla un poco sobre este último, un nuevo rico que había empezado heredando de su padre la concesión de Avis Rent A Car y había terminado levantando su propio negocio de alquiler de coches (que fue donde le conoció ella, ya que él fue el chófer de la limousine que contrataron para la boda de un primo de Todd). Halcro llevaba toda la campaña insistiendo sobre Sarah para que abandonara su propia candidatura y se integrara en la suya a pesar de que ella era la favorita en todas las encuestas. Sarah le tuvo que responder finalmente con un “no” rotundo y meses más tarde, cuando Sarah ya había tomado posesión como gobernadora, ella, su recientemente nombrada secretaria de Prensa, Meghan, y otro de sus colaboradores descubrieron que Halcro les había hecho la misma propuesta a los tres en diferentes momentos de la campaña.

Segunda cita (pág. 139)

Tras haber mencionado por primera vez a Meghan en su cita anterior, Sarah nos ofrece su currículo para que comprobemos todos lo bien cualificada que estaba para el puesto de secretaria de Prensa. Así, dice sobre ella:

Meg Stapleton era bien conocida desde sus años como periodista política y presentadora de noticias en nuestra cadena local [la KTUU] afiliada a la NBC. Tenía experiencia política nacional desde sus días en Capitol Hill [sede en Washington del Congreso de Estados Unidos] con el Comité Nacional Republicano y su trabajo para el poderoso financiero del GOP, Fred Malek, así como experiencia corporativa con una compañía de telecomunicaciones radicada en Alaska.

Tercera cita (pág. 142)

Hablando sobre sus primeros tiempos como gobernadora, Sarah recuerda la manera cómo se puso manos a la obra para limpiar la política de Alaska, tan podrida tanto por los demócratas como por los republicanos, y menciona una iniciativa legislativa patrocinada por ella y redactada al alimón por un congresista demócrata y otro republicano y que ella presentó en una conferencia de prensa. Meghan y ella dejaron la sala de prensa y mientras volvían al despacho de Sarah, Meghan le comentó que eso le valdría una buena cobertura informativa por parte de los medios de comunicación, tanto por el hecho en sí de luchar contra la corrupción como por haber logrado que se tratase de una iniciativa conjunta de ambos partidos.

Sin embargo, la iniciativa de marras fue recibida de uñas fue por parte de los congresistas alasqueños que se pusieron como fieras, llegando uno de ellos (no dice el nombre) a telefonear a Meghan y decirle que lo iban a tener crudo para lograr que se aprobara una sola ley si se empeñaban en seguir removiendo las aguas.

Cuarta cita (pág. 149)

Hablando sobre su primer presupuesto del Estado, Sarah recuerda que se sintió escandalizada al comprobar la clase de partidas que habían incluido los congresistas en él, que o bien eran ridículas o bien ni siquiera estaban explicadas o bien eran un robo descarado. Una noche de junio de 2007, Sarah, Kris Perry, su jefa de Gabinete, Meghan (que estaba embarazada de nueve meses por aquel entonces), su director de Presupuesto y otro miembro de la oficina de éste último, se pasaron toda la noche revisando a fondo el presupuesto y tachando partida tras partida hasta que quedaron medianamente satisfechos.

Quinta cita (pág. 150)

De su equipo inicial, Sarah sólo tuvo problemas con su director legislativo, el responsable de las relaciones con el Congreso de Alaska, que procedía de la anterior administración (la del genial Murkowski, el del avión) y al que conservaron porque apreciaban su experiencia en la administración. El tipo era un completo incompetente y, tras muchos problemas debidos a su ineptitud, Sarah recuerda, por ejemplo, que Meghan y ella tuvieron que abordarlo en un pasillo para que les aclarase si había comunicado a los congresistas que iba a haber muchos recortes en el presupuesto que le habían enviado. Él les dijo que por supuesto y que estaba todo controlado (pero el hecho de que llevase la bragueta abierta y con un pico de la camisa sobresaliendo por ella no ayudó precisamente a tranquilizarlas). Finalmente, resultó que no les había dicho ni una palabra y que cuando los congresistas se enteraron allí se armó la de Troya. Sarah aprendió la lección: no te puedes fiar de los que llevan demasiados años en el ajo. Por cierto, después de haberse lucido, el tipo ése dejó pronto su puesto y se largó con un congresista que hasta entonces era aliado de Sarah y que de pronto se convirtió en un encarnizado enemigo.

Sexta cita (pág. 158)

Recordando una de las cumbres de su mandato, el AGIA (Alaska Gasline Inducement Act), la ley que abría a la competencia entre empresas la construcción del gasoducto de Alaska, Sarah explica como Meghan fue una de las tres personas con las que se encerró durante días para lograr una ley que no sólo fuera justa sino también que estuviera redactada con la suficiente claridad de lenguaje como para que la pudieran entender todos los alasqueños.

Séptima cita (pág. 253)

Durante la convención republicana de 2008, Sarah recuerda a Meghan insistiendo una y otra vez ante el cuartel general republicano para que se le concediera permiso a Sarah para hablar de vez en cuando con los mismos periodistas de Alaska con los que había estado hablando semanalmente durante años. Aquí, de nuevo Sarah sólo tiene palabras de elogio para ella:

Reconocida por su inteligencia, su capacidad de trabajo y su perspicacia política, Meg tenía una impresionante cantidad de seguidores desde sus días como presentadora en Anchorage y yo nunca he conocido a nadie como ella. Había trabajado en mi oficina de la gobernadora, así que conocía que mi prioridad principal era continuar comunicándome con mis conciudadanos incluso durante la campaña electoral.

Meghan insistía, pero el cuartel general se empeñaba en decirle que no. Ni siquiera para responder tres preguntas sencillas a un periodista de Alaska que estaba dispuesto a viajar hasta Minnesota para recoger esta mini-declaración: ¿Cómo se siente? ¿Qué tal es todo esto? ¿Cuál es su mensaje para los alasqueños? Nanay. Los sabihondos aquellos tenían miedo de que los medios de comunicación nacionales se hicieran eco de la entrevista (sí es que a un telegrama se le puede llamar “entrevista”), pero es que Sarah y Meghan pensaban que eso era precisamente de lo que se trataba: que los medios de comunicación cogieran la información sobre Sarah de manos de periodistas que la conocían de sobras y que podrían contrarrestar la avalancha de estupideces que ya se estaban empezando a abrir camino en los medios de comunicación.

Octava cita (pág. 294)

La noche del debate con Joe Biden, Meghan había volado desde Alaska para estar con Sarah entre bambalinas, junto con Kris Perry, Todd y Piper.

Novena cita (págs. 332-333)

La noche de las elecciones, Sarah recuerda a Meghan como una de las personas que estaba ahí a su lado en Arizona, esperando los resultados. De hecho, en su habitación del hotel, sólo estaban ella, Todd, los niños, Kris Perry y Meghan.

Décima cita (pág. 338)

Al día siguiente, mientras esperaban para irse al aeropuerto y coger su vuelo de vuelta a Alaska, de nuevo aparecen Kris Perry y Meghan Stapleton al lado de Sarah, manteniendo a ésta en contacto con sus oficinas de Anchorage y Juneau y tal y como la propia Sarah dice, “con sus móviles echando humo”.

Undécima cita (pág. 363)

En los primeros días de 2009, Sarah y Todd se pusieron a echar cuentas de su situación financiera sólo para descubrir que debían en abogados (era la época de las ethics complaints) más de 500.000 dólares. Fue Meghan quien les informó posteriormente de que alrededor de un 10% de esa cantidad era su parte de la factura por su proceso de selección como candidata a la vicepresidencia. Meghan y otra persona se encargaron de hacer averiguaciones entre lo que quedaba del cuartel general de la campaña de McCain para saber si se harían ellos cargo de ese gasto. La respuesta fue que dado que habían perdido, no. Si hubieran ganado, sí.

Duodécima cita (pág. 379)

Una vez que Sarah anunció su próxima dimisión como gobernadora de Alaska, Meghan se vio desbordada intentando atender a la prensa, ansiosa por saber qué significaba eso.

Decimotercera cita (pág. 383)

Tras su despedida formal como gobernadora, muchos periodistas le comentaron a Meghan que les gustaría despedirse personalmente de Sarah y que sentían mucho lo de su dimisión porque tal vez eso les fuera a privar de trabajo.

Decimocuarta cita (págs. 399-400)

Sarah recuerda como Meghan y ella se instalaron en un tranquilo apartamento en California para que ella pudiera escribir su libro, Going Rogue. Sarah escribía y Meghan llevaba lo que ella misma describe como su “oficina en el exilio”, atendiendo llamadas de los medios de comunicación y desmintiendo ridículos rumores. De hecho, cuando uno de esos periodistas le preguntó dónde estaba exactamente la oficina de la gobernadora, Meghan miró a Sarah, las dos sentadas en la mesa de la cocina, cada una tecleando en su portátil, con las noticias de la televisión por cable sonando de fondo y sus respectivos BlackBerry zumbando sin parar y respondió finalmente: “Se podría decir que se trata de una oficina virtual”.

Pues bien, hasta aquí este recorrido de lo que podría titularse como “Meghan Stapleton vista por Sarah Palin”. De entre todo ello, destacaría que cuando Sarah reunía a su círculo más íntimo de colaboradores de cuatro personas, Meghan siempre era una de ellas; que cuando ese círculo era de tres personas, Meghan también estaba allí; que cuando era de dos, una de ellas era Meghan, por supuesto; y que cuando Sarah necesitó a su más fiel escudera para encerrarse en un apartamento a escribir Going Rogue y seguir en contacto con el resto del mundo, esa escudera era ni más ni menos que Meghan.

Por todo ello, nadie puede creer seriamente que Meghan va a dejar de estar al lado de Sarah siempre que ésta la necesite, ya sea oficialmente o no.  Y es que como dice la propia Sarah, uno no necesita un título para ayudar a cambiar las cosas.

Hasta el fin de semana.


LAS LECCIONES DE GOING ROGUE

05/01/2010

 

Llegó el año 2010. Por fin. Después de un 2009 en el que Sarah Palin ha luchado por su supervivencia y nos ha demostrado lo fuerte que es, llega para ella el primer año en el que el ring está libre de trampas y puede mirar a sus adversarios directamente a los ojos (y estos a ella aunque sólo para lamentar el tener demasiado miedo como para salir corriendo). Es ahora cuando vamos a ver a una Sarah Palin libre de toda asociación con McCain (como en 2008) o con su antiguo puesto como gobernadora de Alaska (como en 2009); es decir, a una Sarah Palin que ya no le debe nada a nadie y que no tiene por qué luchar con una mano atada a la espalda. Es libre y sólo se debe a sí misma. Finalmente, puede hacer y decir lo que le venga en gana. Y más de uno va a sentirlo realmente. Tomen asiento; la diversión no ha hecho más que comenzar: a un lado, Sarah Palin, la defensora de la libertad; al otro, la izquierda, los cobardes que se complacen en ser esclavos y sólo ansían esclavizar a los que no lo son todavía para así no tener que sentir la vergüenza de no tener el valor de luchar por su propia libertad. ¡Segundos fuera! ¡Comienza el primer asalto!

Una foto tomada de un tea party. En ella, un estadounidense lleva una camiseta donde se lee: “Nosotros, el pueblo… ¡Hemos vuelto!” Y es cierto porque ésa y no otra es la esencia del movimiento tea party: que la gente normal y corriente salga a la calle para decirle a sus representantes elegidos que se acabó y que, después de tantos años de abusar de su confianza, ya no van a volver a abusar de ellos nunca más. El pueblo quiere recuperar el control de su destino… ¡y lo vamos a hacer!

En la vida, todos dudamos. Y mucho. Sin embargo, si bien se puede dudar acerca del color de un coche nuevo, de si ir de vacaciones al mar o a la montaña o de si coger el paraguas porque ha amanecido nublado, hay cosas sobre las cuáles uno no debería tener la más mínima duda. Esas cosas se llaman “principios” y son el fundamento de toda personalidad y la base de nuestra convivencia y algo que, a diferencia de lo que decía el Marx que tenía gracia (Groucho; el otro, Karl, era un amargado), no pueden depender de que a la otra persona le gusten y si no, no importa porque tengo otros.

Los principios son, por tanto, inmutables y a la conciencia de que no pueden ser otros se le llama “firmeza de carácter” y es una virtud. Y uno la tiene cuando, consciente del valor de esos principios, toda su vida se rige por ellos en cualquier situación ya sea rico o pobre, alto o bajo, guapo o feo. Los principios no están sometidos a las leyes del libre mercado o al menos no deberían estarlo, es decir, no deberían poder venderse y si se venden aquello entonces ya no es un principio sino más bien un final; el de nuestro caminar por la vida como seres humanos libres puesto que a partir de entonces aceptamos convertirnos en unos meros autómatas y que sea otro quien decida por nosotros. ¿Recuerdan la clásica historia del hombre que vendió su alma al diablo? ¿Acaso no es el alma algo tan personal que distingue a cada hombre de todos los demás? ¿Y acaso no lo son también los principios que, aunque puedan ser compartidos con otras personas, son tan personales como el alma? ¿No es por tanto tan desolador vender tus principios como vender tu alma? ¿Acaso no será lo mismo? ¿Y acaso no estará sucediendo eso diariamente, delante de nuestras propias narices y no nos estaremos dando cuenta sólo porque el comprador no va disfrazado de diablo de opereta y en su tarjeta de visita no se lee que se llame “Mefistófeles”?

Sin embargo, si uno piensa dónde pueden rondar con mayor facilidad y éxito los miles de Mefistófeles que a buen seguro andan por ahí en busca de presas fáciles, el mundo de la política sería una elección con muchas posibilidades. De entre todas las tentaciones que nos acosan diariamente, tal vez sea el afán de poder la más difícil de vencer. Todos hemos sentido alguna vez que teníamos razón, pero nos hemos visto incapaces de imponer nuestra voluntad porque carecíamos del poder necesario para hacerlo. Y cuando digo “imponer nuestra voluntad”, no estoy dando a entender que se trate de una arbitrariedad o un mero capricho que nos ha venido en gana hacer soportar a los demás, sino de algo que puede ser muy sensato y muy razonable pero que, de alguna manera, los demás no lo veían así o simplemente les complacía el llevar la contraria (que de todo hay en la viña del Señor). Y como que no todos tenemos la paciencia de convencer a los demás, incluso a los tozudos que no se dejan convencer de ninguna manera, más de una vez hemos pensado en lo bien que estaría poder decir eso de “aquí se hace lo que yo digo y sanseacabó”. ¡Pues claro que todos hemos soñado alguna vez con tener poder! Todos hemos imaginado cómo sería el llegar a la cima y quien diga que no, miente. Y la cima más alta de todas es la que está situada en el mundo de la política. Es cierto que existen otras cimas, las profesionales, por ejemplo, pero éstas por muy altas que puedan ser no pueden igualarse con lo que supone el ocupar la máxima responsabilidad de un estado y poder influir en la vida de absolutamente todas las personas. Ésa es la cima que muy pocos llegan a coronar y, justamente por eso, la más deseada de todas.

Ya sabemos que la altura produce vértigo y que el vértigo produce pérdida del equilibrio y caídas espeluznantes, sobre todo en lo que se refiere a la moralidad del afectado. Más de una vez hemos sabido que personas íntegras hasta entonces, excelentes vecinos, una vez que han ocupado un puesto de responsabilidad en el mundo de la política se han visto afectadas por el dichoso “mal de altura” y su caída en el seno de la indignidad ha sido, muy oportunamente dicho, vertiginosa. Una breve mirada desde las alturas hacia abajo, una sensación embriagadora y… ¡zas! Y por muchas tabletas contra el mareo en forma de checks and balances que se establezcan, siempre habrá gente propensa al mareo que perderán la cabeza y pensarán que no es que todo les dé vueltas a ellos sino que son los demás los que no paran de moverse.  Y la única manera eficaz de luchar contra esa enfermedad, tan extendida entre nuestra clase política aquí y en todos los países del mundo, es la de poseer esa firmeza de carácter a la que he hecho mención antes. Una firmeza de carácter que no se compra en la farmacia ni se aprende en una academia o en un libro de esos que se venden tanto, sino que se adquiere poco a poco a lo largo de toda la vida, desde la más tierna infancia, y que primero la inculcan los padres simplemente con sus palabras y su ejemplo diario, luego se hace más consistente a través de las enseñanzas que aprendemos en la escuela y, finalmente, arraiga del todo en nosotros cuando nos convertimos en adultos y comprendemos que no somos más que un eslabón en una cadena que empezó hace muchos siglos y que tras nuestros padres seguirá en nosotros y en nuestros propios hijos, para seguir continuando por otros muchos siglos.

¿Y cuáles son esas lecciones de Going rogue, la autobiografía de Sarah Palin, a las que me he referido en el título y a las que hasta ahora no he hecho la más mínima mención? Son dos: la primera, es que uno sólo puede confiar en una persona cuando la conoce bien; y la segunda, que uno sólo puede conocer bien a una persona cuando le consta la firmeza (o la endeblez) de su carácter. Y en el caso de Sarah Palin, es a través de su libro que creo que he llegado a conocerla lo bastante bien como para saber que puedo confiar en ella y que si confío es porque ahora sí me consta la firmeza de su carácter. Uno no puede dejar de admirar aquello de lo que carece y yo, humildemente, confieso que temo carecer de una firmeza igual. Una firmeza que ella misma deja bien claro de dónde procede: del ejemplo de sus padres, de una educación basada en el esfuerzo y de su propia experiencia como mujer a lo largo de todos estos años y en su condición de hija, esposa y madre. Todo ello junto ha hecho de Sarah Palin una persona  que sabe muy bien cuáles son sus principios y está dispuesta a vivir de acuerdo con ellos y a pagar el precio que sea preciso, y a la que ningún Mefistófeles va a convencer de que abjure de ellos por más tentadoras que puedan parecer sus proposiciones.

Para mí, Going rogue es la mejor carta de presentación de Sarah Palin. Más aún que su propio historial académico o político, Going rogue es ella misma en palabras, la voluntad de Sarah Palin de hacernos llegar una imagen suya que, por una vez, no está distorsionada. Incluso me atrevo a pensar que a través de la escritura del libro, la propia Sarah Palin ha hecho balance de lo que ha sido su vida hasta este momento porque está segura que todo lo que va a venir a partir de ahora supone un nuevo comienzo para ella, un comienzo marcado por un compromiso superior con sus compatriotas, la gente normal y corriente como ella y que la han visto como su abanderada y que han volcado sus esperanzas en su figura, un compromiso que ella muy posiblemente no se esperaba, pero que se ha encontrado y que sabe que no puede rechazar. Recordando, escribiendo, recapitulando sobre lo que ha sido su vida hasta entonces, de alguna manera Sarah Palin ha decidido si finalmente está dispuesta a ser todo eso que sus compatriotas le están rogando que sea y, tal y como ha escrito el libro, lleno de optimismo y fe en el futuro, creo que finalmente ha decidido que no sólo sí que puede serlo sino que, es más, está perfectamente dispuesta a serlo. Porque si no lo estuviera, podemos estar seguros de que Going rogue estaría escrito de otra manera muy distinta, más pesimista, más melancólica.

Estamos en el umbral de una revolución, una revolución que me gusta llamar la “revolución del sentido común”, pero que también podría llamarse la “revolución Palin”. Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva fuerza en el panorama político ya no meramente estadounidense sino también mundial. Y estamos asistiendo también al nacimiento de su líder. Y lo más excitante de todo ello es que se trata de una revolución que ya hemos vivido: la misma revolución que encarnó Ronald Reagan en su momento y que no sólo sacó a Estados Unidos de una crisis económica y moral brutal sino que además le sobró tiempo para derrotar al mayor enemigo de la libertad, el comunismo, que había existido hasta entonces. Ahora, más de veinte años después, con una nueva e igualmente brutal crisis económica y moral sacudiéndonos violentamente y con un nuevo enemigo de la libertad, el islamismo, igual de formidable que el anterior, el ejemplo de Reagan es el más querido por Sarah Palin para llamar bajo sus banderas a todos aquellos que creen que aún existen motivos para luchar y que mientras quede un hálito de vida en nuestros corazones y seamos capaces de pronunciar la palabra “libertad” vale la pena luchar. Y el manifiesto de esa nueva-vieja revolución es ni más ni menos que Going rogue, la historia de una mujer de Alaska que ha sentido la llamada de sus compatriotas pidiéndole que los encabece. Y ella ha respondido humildemente aceptando esa llamada.
 
Así, las lecciones de Going rogue no son pues una serie de medidas concretas contra la crisis económica, no es un Palinomics como antaño hubo un Reaganomics; tampoco son una serie de medidas concretas para hacer frente a las amenazas planteadas por los islamistas en Afganistán, no es un surge en Af-Pak como antaño hubo un surge en Irak; y tampoco son una serie de medidas concretas para evitar el colapso del sistema sanitario en Estados Unidos, no es un Palincare como ahora hay un Obamacare. Es cierto que hay un poco de todo eso, pero no es su principal objetivo porque su verdadero intención es la de mostrarnos como se forja un líder, como se ha forjado Sarah Palin y dejarnos conocerla para que podamos evaluar la firmeza de su carácter. Y una vez que la conozcamos y la hayamos evaluado, dejarnos decidir si queremos confiar en ella. Sarah Palin no ha escrito Going rogue para pagar sus deudas, sino para decirnos: “Ésta es mi vida y así es como soy. Ahora ya sabéis lo que podéis esperar de mí”. De nosotros depende entonces aceptarla o no. Y si la aceptamos, podemos estar seguros de que ya no volverá a haber ninguna sorpresa por nuestra parte como la hubo en julio de 2009 cuando dimitió de su cargo como gobernadora de Alaska y a muchos de nosotros nos dio un ataque de nervios. Si hubiéramos leído Going rogue entonces, si hubiera estado escrito ya, hubiéramos comprendido que la respuesta de Sarah Palin a su situación de entonces no podía ser otra. Yo, por mi parte, que llevo más de un año siguiendo estrechamente a Sarah, confieso que desde que lo he leído tengo una opinión aún mejor de ella. Y no son los hechos que narra los que me han hecho mejorar esa opinión, sino precisamente el que narre esos hechos y no otros y el que los narre de esa manera y no de otra distinta.

En definitiva, tras la lectura de Going rogue, Sarah Palin ha dejado de ser para mí una mera colección de noticias sueltas sobre ella que es cierto que me permitían imaginarme cómo podía ser ella realmente, pero lamentablemente esa imagen tenía la forma de un collage, lo que es obvio cuando uno se dedica a recortar noticias y pegarlas donde sea y que, por muy completo que sea ese collage, no deja de ser una imagen incompleta y con las proporciones cambiadas. Ahora en cambio, Sarah Palin es para mí una imagen perfecta y se ha convertido en una persona de carne y hueso a la que puedo imaginarme mientras pasea cualquier día por las calles de Wasilla en compañía de su marido y sus hijos, haciendo cola detrás de mí mientras espera a que la cajera del Wal-Mart le cobre los pañales para Trig que acaba de comprar o coincidiendo con ella mientras corremos ambos por una carretera de Alaska y ella se ríe disimuladamente porque se me ha desatado una zapatilla y casi me la pego. Me la imagino y la veo perfectamente y me sorprendo de lo normal que resulta, de lo cálida que es su mirada y de lo arrebatadora que es su sonrisa. Y si alguien a mi lado me preguntara si le confiaría mi futuro y el de mis hijos, la respuesta sería inmediata: “Sí, sin duda. ¿No ves que es Sarah? ¿A quién se lo vas a confiar si no?”.


GOING ROGUE: UN RESUMEN (y VII)

02/01/2010

 

Con esta entrada, doy por concluida esta serie dedicada a resumir el libro de Sarah. Un triste intento por mi parte de consolar a todos aquellos que no pueden disfrutar todavía (he dicho “todavía” porque la esperanza es lo último que se pierde, señores editores españoles, ¿me oyen?) del placer de su lectura. En la próxima entrada, les detallaré las impresiones que me ha causado y lo que pienso yo acerca de la oportunidad de su publicación y los efectos que puede producir en una sociedad como la estadounidense que empieza a darse cuenta de dónde se ha metido votando a los bolcheviques… quiero decir a los demócratas. Verán qué año 2010 más apasionante vamos a vivir.

¿Se acuerdan de cuándo Sarah nos guiñó el ojo en pleno debate vicepresidencial? Imagino que a ese par de idiotas de los Wallace les dio un soponcio al verlo. Lástima que no fuera fulminante y se murieran ipso facto. Cuánto bien le hubieran hecho entonces a la campaña de McCain. El caso es que es una imagen que me entusiasma y he querido recuperarla para terminar esta serie de una manera que me parece la más “palin” posible: la de una mujer llena de alegría de vivir.

CAPÍTULO SEXTO: THE WAY FORWARD (El camino adelante)

Tras tres semanas preparando el proceso de transición, Sarah Palin y su familia viajaron a Fairbanks en su autocaravana para proceder al acto protocolario de traspaso de poderes. Sarah recuerda su discurso de despedida y señala que entonces dijo adiós a su puesto como gobernadora, ciertamente, pero también daba la bienvenida a las nuevas oportunidades que se le pudieran presentar, cualesquiera que éstas fuesen. Es por ello que el discurso de despedida había que entenderlo como el primero de una nueva época para Sarah y no como el último de su vida pública. De cualquier forma, los ánimos en la familia Palin estaban altos porque la vuelta a casa, a Wasilla, fue una divertida excursión familiar que disfrutaron todos enormemente.

¿Y ahora qué? Es lo que se pregunta Sarah acto seguido. Y es entonces cuando nos habla acerca de su sentido de la independencia, de su admiración por las figuras de Reagan y Thatcher, de su respeto por los principios en los que se funda el Partido Republicano, pero también de la poca simpatía que siente por algunos de los miembros de ese partido y que le llevan a comprender perfectamente a quienes como su marido Todd optan por no afiliarse y ser independientes. En cuanto a ella, no se considera estrictamente una conservadora o una liberal, pero si tuviera que definirse de alguna manera sería como una “commonsense conservative” (conservadora con sentido común).

¿Y qué significa eso? Para Sarah, eso implica respeto por la historia y la tradición, incluyendo los principios morales tradicionales. A este respecto, no pretende ella ser mejor que nadie, pero cree que el ser humano es un ser caído, que el mundo no es perfecto y, sobre todo, cree que los políticos no van a corregir todo eso y volver al mundo perfecto.  Para Sarah, un conservador es alguien que brega con el mundo tal y como es. Alguien que cree en los derechos y responsabilidades y en la dignidad inherente a cada persona y que reconoce que el ser humano es así y no como a muchos les gustaría que fuese.

Sarah no cree en perseguir utopías. El gobierno no debe “perfeccionar” a los ciudadanos sino protegerlos, protegiendo sus derechos inalienables y estableciendo un contrato social para que puedan convivir todos juntos en paz.

Y en tiempos de crisis como los actuales, Sarah confía en el espíritu emprendedor de los estadounidenses. Cracks y booms se han sucedido a lo largo de la historia y cada vez  ha sido una oportunidad para la “destrucción creativa”, al igual que los incendios forestales en Alaska, que suelen dejar arder y extinguirse por sí mismos y que a la primavera siguiente descubren un nuevo bosque que se ha renovado. Pero cree también en que se explique a la gente, tal y como hizo Reagan, cómo sucede todo eso y en no engañarles haciéndoles creer que nada de eso tiene coste y que es posible hacer magia.

Sarah reconoce que el GOP ha perdido precisamente ese legado que les dejó Reagan y que ha comprometido sus principios. Recuerda su etapa como gobernadora en Alaska, donde los republicanos tenían mayoría sobrada en las cámaras legislativas, pero donde por culpa de unos pocos de esos republicanos, el control pasó a los demócratas más izquierdistas.

En cuanto al crecimiento del gobierno federal, su postura es clara: no. Y no sólo se opone, sino que quiere luchar contra esa visión predominante de la izquierda que propugna más gobierno como solución para todo. Y en cuanto a su repaso de la crisis económica, apunta certeramente a la causa principal de ésta: el que el gobierno federal obligara en su momento a los bancos a conceder hipotecas a quienes evidentemente no podían pagarlas, basándose en una visión fantasiosa de la realidad y no en los meros hechos desnudos, esos que dicen que quien no tiene dinero, ¿cómo va a pagar sus deudas?

Sus críticas a la actual administración son lógicas: la creciente deuda nacional supone un enorme coste económico que encima no está reparando nada. Los principios del libre mercado deben ser respetados y el gobierno no debe interferir en ellos. Sarah recuerda a Reagan y que él tuvo que hacer frente a una crisis aún peor y que lo hizo con éxito porque tenía confianza en sus medidas, las famosas Reaganomics, y perseveró. Para ella, la cuestión energética es la base de cualquier propuesta económica ya que la energía es lo que permite crear riqueza. Se puede perforar en busca de más reservas petrolíferas con seguridad y limpieza y no es sólo que se pueda sino que se debe para que así Estados Unidos pueda dejar de financiar a regímenes hostiles y que además violan los derechos humanos. La guerra contra el terrorismo sólo puede terminar de una manera: con la victoria de Estados Unidos y la derrota de los terroristas. Y esa guerra debe librarse empleando no sólo las armas en el campo de batalla, sino también ayudando efectivamente a quienes quieren luchar por su libertad y por libertad de sus países. Estados Unidos no debe ser indiferente a su lucha. Y ello es especialmente importante en el caso de Israel, que es el único país que cita expresamente.

Para Sarah, Estados Unidos está en una encrucijada de su historia: buscar un futuro mejor o repetir un pasado peor. Por ello, anima a cada estadounidense a tomar partido y nunca dejar que nadie les diga que se sienten y se callen, sino levantarse y luchar. Y lo hace con estas palabras, las últimas del capítulo y unas palabras tan llenas de resonancias churchillianas que no he podido evitar la tentación de reproducirlas para todos ustedes:

The enlightened elites want to tell you to sit down and shut up. But the way forward is to stand and fight. Throw tea parties. March on Capitol Hill. Write letters to the editor. Run for local office – you never know where it may lead. And make your voice heard on every single election day, on every single issue. That is your birthright.
Stand now. Stand together. Stand for what is right.

(Las iluminadas elites quieren decirles que se sienten y se callen. Pero el camino hacia delante es levantarse y luchar. Lancen tea parties. Marchen sobre Capitol Hill. Escriban cartas al director. Preséntense a cargos locales – uno nunca sabe hasta dónde podría llegar. Y hagan que su voz sea oída en cada día de elecciones, en cada asunto. Ése es su derecho de nacimiento.
Levántense ahora. Levántense juntos. Levántense por lo que es justo.)

Hagámosle caso. Que Dios te bendiga, Sarah.

Y como que sé que algunos de ustedes piensan que siento debilidad por Piper Palin (lo cual es cierto), aquí les dejo una foto de la mediana de la familia, Willow. Vale, venga, prometo dejar a Piper por unos días y publicar fotos de sus hermanas para que no se diga. A ver si encuentro una de Bristol con su hijo Tripp. Seguro que sí.


GOING ROGUE: UN RESUMEN (V)

26/12/2009

 

Y después del libro de Sarah, el libro de Romney. Por si acaso alguno de ustedes todavía no lo sabe, el pasado mes de agosto, Mitt Romney firmó un contrato con la editorial Saint Martin’s Press para redactar un libro titulado No apology: The case for American Greatness (Sin excusas: A favor de la grandeza estadounidense) que se publicará en marzo del año que viene. Este libro será claramente un libro “político” en el sentido de que presentará la visión de Romney sobre la economía, la educación, cómo crear puestos de trabajo, la reforma de la sanidad y la conservación del medio ambiente. Por supuesto, el libro incluirá una gira de presentación por todo Estados Unidos, entrevistas en los medios de comunicación y demás saraos (¿saldrá él también en el programa de Oprah Winfrey?). O sea, que será de lo más interesante comparar los resultados de Mitt Romney con los de Sarah Palin, sobre todo en lo que se refiere a cifras de ventas. En mi caso, la única duda que tengo al respecto es simplemente si Sarah cuadriplicará, quintuplicará o sextuplicará las cifras de Romney. Fuera de eso, estoy seguro de que no va a haber gente haciendo cola a las puertas de las librerías para que el chulo de Romney les firme un ejemplar con su cara de palo. Y si lo hay, busquen bien en sus bolsillos; seguro que alguien le ha dado recientemente veinte dólares para que lo haga. Y no, yo no me voy a comprar su libraco. Para dormir cuando tengo insomnio, ya tengo una fotocopia pirata de The audacity of hope. Mano de santo, oigan.

Una foto de la anterior campaña electoral. Sarah y John juntos en alguno de los muchos actos que compartieron. Sí, ya sé que no le tengo mucha simpatía a McCain, pero pueden estar seguros de que no es nada personal. Todo lo contrario, me parece una gran persona, pero no era el candidato oportuno en 2008 y encima su incapacidad para dar un puñetazo encima de la mesa y poner orden entre sus asesores provocó su propia ruina. Sin embargo, sean cuales sean sus pecados, sobradamente compensados quedan con su elección de Sarah como compañera de ticket. No olvidemos nunca que es gracias a él que nosotros somos ahora palinistas. O sea, que a cada uno lo suyo. ¡Gracias, Mr. McCain!

CAPÍTULO CUARTO: GOING ROGUE (Yendo por libre) (segunda parte)

Uno de los recuerdos de la campaña electoral más agradecidos para Sarah es el primer town hall meeting que dio junto a John McCain en Grand Rapids (Michigan), un tipo de reunión pública que ella reconoce que le entusiasma por la cercanía a los votantes que permite, al tiempo que lamenta que la dirección de la campaña no le hubiera preparado más actos así y no tantos de los otros, de los “encorsetados”. Sin embargo, pronto dejó de preocuparse por eso ante la noticia de que alguien había logrado introducirse furtivamente en su cuenta de correo electrónico, hacerse con sus mensajes y ahora estaba publicándolos clandestinamente en Internet. En un perfecto ejemplo de en lo que se ha convertido actualmente la antaño honrosa profesión periodística, la mayoría de medios de comunicación estaban exhibiendo los mensajes robados en sus programas de noticias, revelando con ello direcciones privadas de correo electrónico y agravando el daño causado. ¿El ladrón? El hijo de un senador estatal demócrata por Tennessee quien, al ser detenido, no sólo no lo negó sino que además se mostró tan orgulloso de su “hazaña”, que causó un grave perjuicio a los Palin y a todos aquellos relacionados con ellos que tuvieron que cambiar no sólo sus direcciones de correo electrónico, sino también muchos otros datos (por ejemplo, bancarios) Y por si fuera poco, a raíz de esta cerdada, los hijos de Sarah empezaron a recibir amenazas y llamadas perturbadoras a sus teléfonos.

Y para compensar, una buena noticia al menos. En su rally en The Villages (Florida), una localidad habitada fundamentalmente por jubilados y donde el B-Team esperaba unos diez o doce mil asistentes, se encontraron con cerca de 50 ó 60.000. Un hecho que causó una profunda emoción en Sarah. Tras el rally, el único pensamiento de Sarah era encontrar la manera de entrar en contacto con ellos y devolverles siquiera una mínima parte de ese entusiasmo que día a día les regalaban. Un entusiasmo que no se apagaba cuando el rally terminaba sino que continuaba con esa misma gente ocupando millas y millas de la carretera para ver pasar su autocar y saludarla, agitando banderas de Estados Unidos y barras de labios.

Sin embargo, no todos pensaban igual. La dirección de la campaña, el famoso “cuartel general”, se quejó de que Sarah pasara tanto tiempo recorriendo las filas de gente y saludando a todas las personas que podía, algo que ella insistía en hacer y que demuestra lo estúpidos que eran los de la campaña, cometiendo el peor error que puede cometer un estratega en cualquier tipo de confrontación: no hacer uso de sus propias fortalezas. Y es que Sarah es imbatible en la distancia corta y siendo yo un ignorante como soy, si tuviera que dirigir una campaña electoral en su nombre, la soltaría en la calle Mayor de cualquier localidad que visitáramos y la dejaría que hablara con los vecinos, se metiera en todas las tiendas, aceptara un té con pastas en la cantina y terminara dando un pequeño discurso improvisado a la multitud en el parque municipal, respondiendo luego a todas las preguntas que le quisieran hacer. A eso se le llama “ganar corazones y mentes” y no “salir derrotados de antemano”, que es lo que hizo la dirección de la campaña.

Cómo será su carisma que hasta ella misma se asombró cuando tras una parada imprevista en un Walt-Mart para comprar pañales y papilla para Trig descubrieron que llevaban detrás de ellos a no menos de 150 coches particulares siguiéndoles desde hacía seis horas, convirtiéndose esa parada en un rally en toda la regla. Y es que a cualquier rally que fuera, la asistencia se medía siempre en decenas de miles de personas. El B-Team alucinaba porque sabían que tenían una oportunidad de ganar.

En cuanto a su opinión sobre su rival, Sarah lo dice todo cuando compara el lema de campaña de McCain: “Country first” (El país en primer lugar) con el que parecía ser el lema de sus rivales demócratas: “Blame America first” (Reprocha a Estados Unidos en primer lugar), recordando ese infausto momento en que la esposa del entonces candidato demócrata confesó sin el más mínimo asomo de vergüenza que nunca se había sentido orgullosa de su país, algo sencillamente incomprensible para Sarah.

Y cuando todos pensaban que la cuestión de Irak iba a ser el eje de la campaña, llegó la crisis económica: Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers, AIG… McCain suspendió unilateralmente su campaña para ir a Washington y el B-Team no sabía qué hacer porque nadie les había explicado cuáles eran las intenciones de McCain ni si tenía alguna en realidad. En cuanto al primer debate presidencial, tras unas dudas por parte de McCain que no le favorecieron, acabó celebrándose y aunque no fue mala la actuación de McCain, los medios de comunicación, que estaban casi todos a los pies del candidato demócrata, dijeron todo lo contrario y acabó resultando que lo había perdido porque a ellos les daba la gana. Y punto en boca. Además, a los tres días del debate, la Cámara de Representantes rechazó un plan de rescate presentado por la administración Bush con 2/3 de los representantes republicanos votando en contra, lo que causó mala impresión en el electorado quien, temeroso de acabar todos en la ruina, empezó a creer que toda la culpa era de los republicanos. Como resultado de todo ello, si el 24 de septiembre la candidatura McCain-Palin iba cuatro puntos por encima en las encuestas, cinco días después ya iba por debajo.

En cuanto a las entrevistas televisadas, Sarah tiene poco que decir sobre la primera, la de Charlie Gibson. El tarugo este era un tipo estirado, bastante pagado de sí mismo, disgustado porque mientras rodaban exteriores, la gente reconocía a Sarah, no le reconocían a él y como quiera que todos deseaban fotografiarse con ella, le daban sus cámaras de fotos al propio Gibson para que se las hiciera. Imagino que el muy desgraciado se las arregló para que salieran todas desenfocadas.

Del affaire Couric, Sarah reconoce que fue una mala entrevista. Es cierto que apenas la prepararon porque Nicole Wallace, la partera de todo el asunto, le había prometido que sería una entrevista ligera entre dos mamás trabajadoras. Pues nada de eso fue cierto. Grabada en partes, la primera de ellas ya fue mala, notándosele lo mucho que deseaba Sarah terminar de una vez. Aún así, Nicole le dijo que había sido muy buena (pero ¿en qué bando estaba ésta?) y que iban a rodar más justo antes de darse un abrazo fraternal con su gran amiga Couric, dejando estupefacta a Sarah quien sabía perfectamente que había sido un error que no debían haber cometido. Porque la CBS rodó horas y horas con ella, pero emitió lo que le dio la gana; exactamente sus peores momentos. Y los emitieron además editados de tal manera que incluso sus contestaciones eran fragmentarias, habiendo recortado las partes de éstas que revelaban a una Sarah que no les convenía. Sarah da varios ejemplos de esas manipulaciones y da vergüenza ajena leerlas. Y que encima a Couric le dieran un premio (antes prestigioso, a partir de entonces mera basura) por ello.

Sin embargo, no todo terminó ahí porque Couric siguió persiguiéndola. Dice Sarah que uno no se ahoga por caerse al agua, sino por permanecer en ella. Y eso es lo que le pasó. Ante la famosa pregunta acerca de qué leía, Sarah estaba ya tan irritada por su condescendencia y su partidismo descarado que cometió ese gran error que con tanto ahínco buscaban los de la CBS y que dio la vuelta al mundo. Pero todavía hubo más cuando en el autocar de la campaña, Couric le preguntó sobre los gays y cuando ella quiso contestar, le interrumpió hasta cinco veces, no dejándole finalmente dar su respuesta. Y cuando le preguntó sobre el aborto y Sarah simplemente manifestó su conocida postura pro-vida, Couric le hizo la misma pregunta doce veces porque no le gustaba su respuesta. Y aún tuvo la desfachatez de recortar partes de su respuesta como, por ejemplo, un fragmento en el que Sarah declaraba que los verdaderos extremistas son aquellos que, como el candidato demócrata, votan en contra de leyes que protejan a los bebés que puedan nacer con vida después de un aborto. Y es que Couric no se comportó de igual manera cuando entrevistó a Biden y éste metió la pata hasta el fondo diciendo que en 1929, cuando el crack bursátil, Franklin D. Roosevelt apareció en la televisión a explicar lo que había pasado (ni FDR era presidente en 1929 ni la televisión existía entonces). Pero claro, eso no era noticia. Aunque tal y como dice Sarah, qué se podía esperar de alguien que hizo posteriormente unas declaraciones lamentando la oleada de patriotismo que se desató en Estados Unidos tras el 11-S. Y es que la clase de periodista que es Katie Couric es algo que tendría que haberlo sabido de antemano la dirección de la campaña, pero como siempre ellos en Babia.

En Filadelfia, Sarah empezó la preparación del debate con Joe Biden, algo de lo que se hizo cargo Mark Wallace, otro que tal. La campaña iba mal y el cuartel general y Sarah tenían opiniones diferentes sobre cómo hacer frente a esa situación. Por supuesto, se impusieron los del cuartel general y la preparación consistió en montones de tarjetas con una pregunta escrita en una cara y un montón de “no-respuestas” (como las llamaba Sarah) en la otra. El meollo del asunto era que Sarah no debía responder nunca a lo que se le preguntaba, sino que tenía que divagar. Algo a lo que Sarah se resistía porque ella sí quería responder para lo que simplemente hubiera necesitado conocer la postura de McCain sobre todos esos asuntos para así poder apoyarla o dar su propia versión cuidadosamente matizada. Según avanzaba la preparación, Schmidt se enteró de que no iba precisamente bien y todo lo que se le ocurrió fue decirle a Sarah que le iba a enviar un nutricionista para que le enseñase a alimentarse. Algo que al final no se cumplió, pero que a Sarah le causó asombro y la dejó seguramente pensando en dónde se había metido ella.

Tuvieron un breve respiro cuando el senador Lieberman visitó a Sarah y a su amigo McCain. Éste, que de tonto no tiene ni un pelo, se dio cuenta inmediatamente de lo que pasaba y aconsejó a Sarah que no se dejase cambiar y que tampoco dejase que le dijeran lo que tenía que decir ni como tenía que pensar. Además, le recordó que Dios estaba viéndole pasar por todo esto, que debía poner su fe en Él y que Él se ocuparía de todo. Así lo hizo, efectivamente, porque de inmediato Cindy McCain, la esposa de John, sugirió trasladar la preparación del debate a su rancho de Arizona y allí se trasladaron todos. Y por si fuera poco, el preparador dejó de ser Mark Wallace para pasar a serlo Randy Scheunemann, quien había estudiado perfectamente a Biden y adiestró a Sarah sobre sus puntos débiles. Y Sarah estaba encantada de enfrentarse a él precisamente recordando que fue uno de los pocos senadores que allá por los años 70 se opusieron al proyecto de oleoducto de Alaska.

La preparación en Arizona se centró en cuestiones de asuntos exteriores y seguridad nacional. Un problema que se encontraron fue que en ocasiones Sarah llamaba a Biden “O’Biden” en una confusión entre Obama y Biden (algo que le pasó también a otras personas, como el comediante Jay Leno). Randy pensó que lo mejor sería que se limitara a llamarle Joe, pero a Sarah le parecía irrespetuoso y de nuevo Randy pensó que lo mejor sería que nada más presentarse, le pidiera permiso para hacerlo, algo a lo que él no podría negarse siendo como era un caballero. Randy y Sarah tuvieron dos debates de prueba con toda la parafernalia habitual en este tipo de actos, haciendo Randy de Biden, y los resultados fueron muy positivos. Todo un cambio con respecto a Filadelfia.

En Arizona, Sarah pudo incluso salir a correr un poco, eso sí con los del Servicio Secreto detrás. Estaba tan desacostumbrada que al subir una cuesta tropezó y se cayó, haciéndose daño en las palmas de las manos y las rodillas. Podría haber sido un notición si los de los medios de comunicación se hubiesen enterado (¡Ultimas noticias: Palin se la pega! Y esperen a ver el debate…), pero los del Servicio Secreto prometieron silencio y lo cumplieron. Y para acabar de animarla, Sarah recibió una llamada de su hijo Track desde Irak.

La siguiente parada era Saint Louis, la sede del debate. Sarah recuerda los momentos previos, el barullo reinante, los nervios de última hora, etc. Ella estaba con Kris, Meghan, su hija Piper… y el cretino de Schmidt dedicándose a tocarle las narices como no podía ser menos. Poco antes de salir a escena, Sarah decide rezar y le pide a su hija Piper que le acompañe y ruegue a Dios que le ayude a ganar el debate, algo que la niña no veía muy claro porque pensaba que eso sería hacer trampa.

Biden se retrasó mucho y llego justo a tiempo al debate que, en términos generales, fue un éxito para Sarah. Por su parte, no tuvo ninguna queja sobre la moderadora, Gwen Ifill, quien tenía más de una razón para haberse abstenido de participar, pero que no se pasó de la raya. Todos recordamos ese debate y el empujón que supuso para nosotros al ver que Sarah era capaz de remontar el desastre de la entrevista de Couric.

Pero poco dura la alegría en casa del pobre porque lo siguiente para Sarah fue enterarse por la prensa de que la campaña había decidido retirarse de Michigan. Eso era algo que no se lo había dicho nadie y, evidentemente, a ella no le parecía en absoluto acertado y así lo declaró públicamente. Como era evidente, los del cuartel general se enfadaron y se quejaron de que Sarah no seguía el guión e iba por libre (¡going rogue!). Pero es que como recuerda Sarah, para empezar, ellos jamás tuvieron una copia de ese guión al que supuestamente debían atenerse.

Una idea que corre por ahí es que todos los famosos apoyan a los demócratas, algo que no es cierto. Sarah tiene tiempo en su relato para recordar el apoyo que recibieron por parte de actores como Robert Duvall, Jon Voight o Janine Turner, así como de cantantes como Gretchen Wilson, Hank Williams Jr., John Rich, Naomi Judd o Lee Greenwood, además de muchas otras celebridades. Además, durante los rallies, la gente le hacía llegar notas de cualquier manera que pudiera y ella se las leía todas, no sólo por respeto hacia quienes las habían escrito sino también para así darse cuenta de lo que suponía realmente esa campaña para los estadounidenses.

Llega el momento de hablar sobre Joe el Fontanero, un estadounidense normal y corriente que cometió el terrible pecado de plantarle cara abiertamente al candidato demócrata, reprochándole que su discurso de “redistribuir la riqueza” a él le sonaba a socialismo. Y no fue el único que se sentía de la misma manera porque de pronto empezaron a aparecer en los rallies montones de letreros haciéndose eco de esa misma opinión. Como no podía ser menos, los medios de comunicación salieron en defensa de su niño bonito y tras Joe el Fontanero, apareció Tito el Constructor, un colombiano nacionalizado estadounidense, que reprochó a esos mismos medios de comunicación su partidismo al acosar como lo estaban haciendo a Joe el Fontanero por el simple hecho de no haber querido sentarse y callarse.

Sarah aprovecha esta historia para lamentarse de que el cuartel general no hubiera querido entrar a saco en las mil y unas relaciones lamentables que el candidato demócrata tenía en su pasado. Es cierto que le permitieron tocar la que le unía a William Ayers, un terrorista nada arrepentido, pero, por ejemplo, nunca le dejaron hablar sobre su pastor de tantos años, Jeremiah Wright, otro fanático antiestadounidense. Un nuevo error de la campaña. Y van…

En cuanto a Tina Fey, ya hacía años que Sarah sabía de su mutuo parecido, algo que le llevó a disfrazarse un año de ella para Halloween. La idea de salir McCain y ella en el Saturday Night Live llevaba tiempo siendo sopesada por el cuartel general, pero cuando finalmente dieron su permiso, la imitación de Sarah que hacía Tina Fey se había hecho tan popular que la gente hasta se la creía y todo. Era bastante arriesgado salir ahora, pero finalmente lo asumieron. Y el mismo día del show, resulta que el B-Team no tenía el guión todavía. No fue hasta avanzado el día cuando les llegó y la verdad es que la escena prevista con ella era bastante mala, limitándose a dejarla en mal lugar. El B-Team se negó a aceptarla y sugirieron una variante en la que quien quedaba mal era Alec Baldwin, su adversario en la escena. La primera contraoferta no gustó a los del programa. La segunda contraoferta tampoco. La tercera sí. No era muy buena, pero al menos no dejaba a Sarah como un trapo. En cuanto a su encuentro con Tina Fey, no hubo ningún problema. Las dos se cayeron bien inmediatamente y la verdad es que todo el mundo en el estudio fue muy amable con ellos. ¡Ah, por cierto! Sarah no tiene ningún empacho en decirnos que la única persona  a la que se negó a dar la mano de todas las que pululaban por ahí fue Oliver Stone, el mejor amigo en Estados Unidos de Hugo Chávez (y de Fidel Castro también).

Por lo que se refiere a la ropa, Sarah todavía se sorprende de la que se armó cuando apareció en las noticias que el Partido Republicano había gastado 150.000 $ en ropa para ella y su familia. Para empezar, ella nunca pidió que le compraran nada; en segundo lugar, muchas de esas cosas no se usaron nunca, otras eran para otras personas y, por fin, todo se terminó devolviendo. De hecho, ella quería usar su propio vestuario, pero fue Nicole Wallace quien se negó tras repasar lo que tenía en su armario de su casa de Wasilla. En un rally lo explicó bien claro y los del cuartel general se enfadaron de nuevo. Otra vez Sarah yendo por libre. Por lo que parece, ése fue el primer aviso que tuvieron de que en la campaña había algunos que estaban preparando su paracaídas ante el desastre que se avecinaba ya que nadie tuvo la vergüenza siquiera de desmentir esa historia.

Y es que en el cuartel general había mucho malestar con ella, tal y como le explicó Randy a Sarah. Incluso Schmidt empezó a escampar el rumor de que Sarah padecía de depresión postparto. Pero eso era sólo la punta del iceberg. Empiezan a correr rumores de la existencia de un plan para desprestigiarla y culparla en exclusiva de la derrota. Además, las disputas internas entre los distintos asesores de McCain empiezan a airearse hasta tal punto que Randy y Schmidt se enfrentaron finalmente. La cuestión es que algunos en la campaña jamás admitieron la elección de Sarah por parte de McCain y la prensa encuentra un filón porque cada vez hay más filtraciones.

Ya al final de la campaña, el cuartel general permite a Sarah dar un discurso propio, algo que le habían prometido desde el principio. De hecho, le habían prometido que daría tres discursos propios: uno sobre energía, otro sobre mujeres y un tercero sobre los discapacitados. El primero que pudo dar fue sobre los discapacitados, pero la versión que le pasaron era tan vaga que tuvo que rehacerlo personalmente. Por fin, cuando lo dio, resultó ser bueno, así como los otros dos, pero la campaña no les hizo ninguna promoción pues la verdad es que ya habían arrojado la toalla.

Llega Halloween y ésa es una fecha muy especial para cualquier niño estadounidense, también para Piper. Tras mucho insistir, el cuartel general permite que Piper pueda salir a la calle a recoger caramelos como es tradición allí. Disfrazada de princesa de la nieve y acompañada por su madre, Sarah, que se había disfrazado de Tina Fey y de Trig, que iba de pequeño elefante, Piper empezó a recorrer el vecindario de Harrisburg (Pennsylvania) y todo fue de maravilla hasta que la gente empezó a darse cuenta de que había algo extraño en esa niña a la que seguía toda una corte de fotógrafos y periodistas. No tardaron en descubrir de quién se trataba y se formó una multitud tal que los del Servicio Secreto tuvieron que suspender la fiesta y devolver a los tres al avión ante la imposibilidad de garantizar su seguridad. Incluso le confiscaron los pocos caramelos que había recogido Piper para descartar los que no estuvieran envueltos por si acaso estaban envenenados. Lógicamente, el disgusto de Piper fue morrocotudo y el de su madre casi mayor. Por suerte, los de la prensa que viajaban habitualmente con ellos en el avión de campaña y que tanto la querían lo tenían todo previsto y le habían preparado una fiesta-sorpresa de Halloween, lo que la compensó de todos sus sinsabores por fin.

Más cosas. Pues que Sarah recibió una falsa llamada de Nicolás Sarkozy en lo que no era más que una broma por parte de un par de humoristas. A Sarah ya le escamaba que esa llamada fuera cierta porque su interlocutor no decía más que tonterías, pero los del cuartel general que le pasaron la llamada no se molestaron siquiera en comprobar su veracidad y al final la que hizo el tonto fue ella. Es cierto que el responsable se disculpó personalmente con ella, pero el daño ya estaba hecho.

Los últimos días fueron frenéticos, intentando llegar tanto ella como McCain a todos los estados que pudieran. Ya el día de las elecciones, la familia Palin viajó a Alaska a votar y ni siquiera ese día los de la campaña le dejaron hablar con los periodistas de su tierra. Una vez que hubieron votado, volaron a Phoenix (Arizona) con los ánimos bastante bajos. Todos sabían que necesitaban un milagro para ganar, así que Sarah rezó por ello, pero fue inútil porque perdieron.

Otro contratiempo. Sarah tenía previsto dar un pequeño discurso antes de que saliera McCain a reconocer la derrota. No es algo que estuviera previsto, pero sí una cosa que no era ningún secreto y que nadie hasta entonces le había dicho que no pudiera hacerlo. Por fin, fue el propio Schmidt a pocos minutos de subir ella al estrado con McCain quien le dijo que no podía pronunciar ningún discurso alegando equivocadamente que era algo que nunca se había hecho (John Edwards, demócrata, lo hizo en 2004). Y aún más porque ya en el estrado, los de la campaña impidieron que su familia la acompañase aunque finalmente Todd subió por su cuenta y nadie se atrevió a impedírselo.

Y como guinda del pastel, los Palin tienen noticias por parte de algunos periodistas de que a partir del día siguiente van a aparecer noticias feas sobre ella en la prensa, noticias que por lo que parece les han sido suministradas en los últimos días por parte de algunos asesores importantes de la campaña. Sobre quiénes pueden ser esos mentirosos, Sarah no lo dice con nombre y apellidos. Tan sólo nos deja con los Wallace, Nicole y Mark, despidiéndose de Todd al día siguiente y advirtiéndole de lo mismo, lo que no deja de ser curioso por el hecho de que supieran de antemano lo que iba a ser portada de los periódicos.  ¿Cargo de conciencia tal vez?

Más de una vez ha reconocido Sarah lo muy orgullosa que está de su hija Piper (y de sus demás hijos también, ¿eh?). Sin embargo, Piper todavía es pequeña y depende mucho de su madre y como quiera que Sarah disfruta llevándosela a todas partes, lo cierto es que le hace mucha compañía. Miren, lo reconozco: siento adoración por los niños y por Piper en particular. Ya les he contado que el día que tenga una hija le voy a poner Piper de nombre (la disfrutaré poco porque su madre me matará a los cinco minutos de enterarse), pero es que si sobrevivo y tengo otra, le voy a poner Sarah. Y si es niño, Todd (ó Track, aún tengo la duda). Entonces sí que no lo cuento, ¡glups!


GOING ROGUE: UN RESUMEN (IV)

22/12/2009

 

Entramos en la parte más interesante del libro: la campaña electoral. He leído algunas opiniones en el sentido de que uno de los objetivos de Sarah con este libro es el de ajustar cuentas con ciertas personas. Después de haberlo leído tres veces seguidas, mi opinión personal es que no hay tal ajuste de cuentas, pero sí la oportunidad por parte de Sarah de contar su parte de la historia. Y eso no lo considero yo un ajuste de cuentas sino mera justicia. Después de tanto tiempo en que todo el mundo se las ha dado de “experto” en todo lo referido a los Palin y ha podido decir (y maldecir sobre todo) lo que le ha venido en gana, era el momento de Sarah. Y ciertamente lo aprovecha, pero si alguien se espera encontrar resentimiento, amargura y hasta mal genio a la hora de replicar a los mil y un embustes que ha tenido que soportar desde finales de agosto del año pasado, eso no lo va a encontrar porque Sarah está muy por encima de eso. Para ella, esos “patéticos bloguistas izquierdistas” (Sarah dixit) y sus patrocinadores de los medios de comunicación no merecen tanta atención. Y es que como dice ella: “La vida es demasiado corta como para pasársela enfurruñada todo el rato”.

Una foto de Sarah durante un acto en la pasada campaña electoral. Espectacular la cantidad de gente que era capaz de reunir esta mujer. Y más espectacular aún el entusiasmo que era capaz de despertar. Y quien tuvo, retuvo. Porque ese entusiasmo no ha disminuido ni un ápice en todo este tiempo. Basta con ver los resultados de la gira de presentación de Going rogue para comprobarlo, mal les pese a los progres.

CAPÍTULO CUARTO: GOING ROGUE (primera parte)

El cuarto capítulo nos devuelve al momento en que empieza el libro: justo cuando Sarah, que está recorriendo la Feria del Estado de Alaska, recibe la llamada de John McCain para ofrecerle el asistir a una reunión en su rancho de Arizona con él y sus principales asesores con el fin de decidir entre todos si será ella su compañera de ticket o no. Sarah acepta el ofrecimiento y, acompañada de su fiel amiga Kris Perry, llegan a Arizona el 27 de agosto, siendo ambas conducidas a la residencia particular de uno de los mejores amigos de McCain, Bob Delgado, donde conocen a esos dos asesores que son quienes van a tomar la decisión definitiva: Steve Schmidt, el jefe de campaña, un veterano en el oficio quien contaba entre sus últimos trabajos la campaña electoral de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California, las relaciones con la prensa de Dick Cheney y la campaña de reelección de George W. Bush como presidente de Estados Unidos; y Mark Salter, el biógrafo de John McCain.

Evidentemente, Sarah estaba al tanto de los rumores que la situaban como una de las posibles candidatas al puesto, pero nunca se los había tomado demasiado en serio. Sarah recuerda que conoció a los McCain, John y Cindy, en una reunión de la Asociación Nacional de Gobernadores en febrero de 2008 y tanto ella como Todd quedaron muy gratamente impresionados por ellos. Sarah siempre ha admirado al senador McCain por su independencia de espíritu y su pasión por la seguridad de Estados Unidos y ahora lo iba admirar también por su buen ánimo que le hacía repetir siempre, por muy serio que fuera el evento de que se tratara: “Let’s just go have fun” (“Simplemente vayamos a pasarlo bien”).

Como no podía ser menos, tras la llamada de McCain, Sarah llamó a su vez inmediatamente a Todd, quien estaba trabajando en la Ladera Norte, para darle la noticia y luego a Kris Perry para que le ayudara a prepararlo todo de forma que pudiera salir de Alaska sin llamar la atención de la prensa, algo difícil, pero que acabaron logrando. Más peliaguda fue la advertencia de McCain en el sentido de que si era elegida, tendrían que quitarles temporalmente sus teléfonos móviles a sus hijos adolescentes, Track, Bristol y Willow, algo que era más fácil de decir que de hacer, sobre todo porque ni siquiera les podrían dar explicaciones.

Ya en el domicilio de Delgado, Schmidt y Salter empezaron la evaluación de Sarah. Las primeras preguntas fueron sobre la guerra de Irak, tema que Schmidt consideraba que iba a ser el eje de toda la campaña y en el que las posturas de los dos candidatos rivales eran opuestas; después, hablaron sobre asuntos energéticos, la economía de Alaska y la composición del gabinete y el equipo de Sarah allí, que destacaba por incluir tanto a republicanos como a demócratas e independientes. Sarah se sorprendió de ver hasta qué punto conocían su historial y mucho más se sorprendió al descubrir que sabían lo del embarazo de Bristol, algo que ella creía que todavía no lo sabía nadie más que la familia.

Tras esos temas generales, Schmidt y Salter pasaron a repasar el caso Monegan, la postura de Sarah ante el aborto (firmemente pro-vida), el matrimonio entre homosexuales (firmemente en contra), su opinión sobre la teoría de la Evolución (firmemente partidaria del Creacionismo o “diseño inteligente”), una postura que no le gustó nada a Schmidt y que no podía comprender muy bien dado que su padre había sido profesor de Ciencias, pero que Sarah le explicó que cree en los cambios evolutivos, pero no en que el ser humano haya evolucionado de un pez que sacó unas piernas y salió del agua, o de un organismo unicelular que evolucionó hasta convertirse en un mono y que acabó bajando del árbol donde vivía. La ciencia sólo prueba algunas partes de la teoría de la Evolución y ella cree que Dios creó al ser humano directamente y creó también un proceso evolutivo por el cual éste cambiaba y se adaptaba.

Finalmente, Sarah y Kris fueron conducidas, ésta vez sí, al rancho de McCain, donde éste las recibió personalmente. McCain le advirtió a Sarah de lo difícil que iba a ser para su familia, pero eso era algo que ella daba por supuesto ya que, siendo alcaldesa, la gente le llamaba por teléfono a cualquier hora o se le metía directamente en casa para quejarse y como gobernadora pasaba lo mismo, pero al menos entonces las quejas eran en su mayoría por escrito. Sus hijos habían crecido con ello. Por su parte, Todd la apoyaba incondicionalmente. Por fin, tras una reunión privada entre McCain, Schmidt y Salter, McCain le ofrece ya de una vez por todas el puesto y Sarah lo acepta.

La presentación de Sarah como candidata republicana a la vicepresidencia tuvo lugar en Dayton (Ohio) el 29 de agosto. En su relato del momento, Sarah nos describe sus sensaciones durante aquel rally a la par que reproduce lo que fue la presentación de ella que hizo McCain. Una presentación en la que tuvo que dar toda clase de referencias acerca de ella para que sus partidarios pudieran situarse un poco ya que, tal como reconoce la propia Sarah, eran muy pocos los que sabían entonces de dónde había salido.

De Ohio volaron rápidamente a Minnesota para asistir a la Convención Nacional Republicana. El primer día de Sarah allí transcurrió en el hotel donde alojaron a toda la familia, lugar donde empezaron a conocer a los que iban a ser a partir de entonces los miembros de su equipo, el B-Team, los asignados a la candidata a vicepresidente, ya que el A-Team era el de McCain. Así, Sarah nos habla de personas como Tucker Eskem, Tracey Schmitt, Chris Edwards, los Wallace (Mark y Nicolle), Randy Scheneuemann, Steve Biegun y, por fin, Andrew Smith, su jefe de campaña, quien curiosamente carecía de cualquier experiencia previa en esas lides. De todos ellos, Sarah tiene las mejores palabras para Randy Scheneuemann y Steve Biegun, los encargados de adiestrarla en cuestiones de política exterior, ya que ellos creyeron en ella desde el primer momento. De hecho, su experiencia con ellos fue tan positiva que ha terminado incorporándolos a su propio equipo hace pocos meses, siendo los encargados de la preparación de su intervención en Hong-Kong (¿recuerdan?), un éxito memorable al que ya le dedicamos varias entradas (ver aquí la primera de ellas). De los demás, Sarah sigue sabiamente aquel consejo que dice que cuando no tengas nada bueno que decir sobre una persona, no digas nada. Y es que la división en el equipo de campaña entre los que apoyaban a Sarah y los que no, ya empezaba a palparse.

Lo más divertido de su llegada al hotel fue encontrarse con cuatro armarios llenos de ropa en su habitación: dos para ella, uno para Todd y otro para los niños. Además, la campaña había contratado a varios estilistas (peluquera y maquilladora) para que la pusieran guapetona, algo a lo que Sarah no acaba de acostumbrarse ya que como cualquier madre trabajadora, no ha tenido nunca mucho tiempo para ponerse como un pincel. Sarah empieza a revisar la ropa que le han traído y lo se asombra de lo carísima que es, algo que acabará trayendo cola más adelante. Con la llegada de sus padres, ya está la familia completa. Por supuesto, ellos también tuvieron su armario lleno de ropa y eso le hace preguntarse a Sarah si tan mal aspecto llevaban todos siempre. Ciertamente no le gustó la situación, pero tuvo que transigir. Sobre todo, le incomodaba que la campaña estuviera tan pendiente de la mera apariencia, del envoltorio. No era a lo que estaba ella acostumbrada en Alaska.

No tardó en surgir el primer problema cuando los medios de comunicación lanzaron la noticia de que su hija mayor, Bristol, estaba embarazada. Algo que la campaña ya sabía pero cuya publicación les coge por sorpresa y que le hace recordar a Sarah aquella vez en que el candidato demócrata le dijo directamente a un periodista que dejara a su familia aparte, algo que confiaba que iba a ser igual para ella pero que evidentemente no lo fue. Una de las asistentes de campaña, María, le enseña rápidamente el texto de la respuesta que la campaña, o el “cuartel general” (como se llamaban ellos mismos), iba a enviar a los medios de comunicación en su nombre. Una respuesta que Sarah no había escrito y que consistía en un bobo mensaje de felicidad que no tenía nada que ver con sus sentimientos reales, ya que la situación no les alegraba en absoluto. Sarah redactó una nueva respuesta y se la dio a María para que la devolviera al cuartel general o donde fuera. Es entonces cuando le telefoneó una angustiadísima Bristol, espantada porque ahora todo el mundo lo sabía. La situación se hizo más tensa cuando los medios de comunicación emitieron el comunicado original: la corrección de Sarah había sido simplemente obviada. Sarah protestó ante Schmidt en el sentido de que si no le dejan hablar en una cuestión tan personal como lo es su propia familia, de qué le van a dejar hablar. Pero Schmidt pasa de ella y simplemente le recuerda que debe ceñirse al guión.

Espanta saber que la campaña no había preparado ningún dossier sobre Sarah Palin y su historial. Por lo que parece, nadie se había molestado en informar a los encargados de Comunicación quién iba a ser la compañera de ticket de McCain y estos se enteraron al mismo tiempo que el resto del país. Encima, la familia, los amigos y los asociados políticos de Sarah recibieron todos instrucciones de no hablar con nadie en absoluto. El resultado: sin datos fiables sobre ella, los medios de comunicación tuvieron que buscar donde fuera y sólo encontraron un puñado de blogs izquierdistas en Alaska, basuriblogs realmente, que ofrecían no información sino calumnia tras calumnia.

Los periodistas de los 48 de abajo invadieron Alaska en busca de información, así como los investigadores de la candidatura demócrata. Los resentidos con Sarah encontraron entonces una oportunidad de oro para vengarse de ella y comenzaron a escupir veneno, cogiéndoles a todos desprevenidos. Y encima, el GOP de Alaska, todavía dirigido por otro resentido con Sarah, decidió callarse y dejar a Sarah a los pies de los caballos.

Las calumnias que surgieron empezaron cebándose en Bristol y burlándose de las supuestas opiniones de Sarah referidas a la educación sexual en la escuela (que se limitaban a que prefiere una educación sexual basada en la abstinencia que una educación sexual explícita –el condón en el plátano-) y su supuesta oposición a los métodos anticonceptivos (lo que es falso). Además, empieza a correr la especie de que quiso censurar libros de la biblioteca de Wasilla, otra sobre si es una fanática religiosa, la de si es realmente la madre de Trig… Su familia se siente abrumada por semejante sarta de mentiras.

Sin embargo, Sarah tiró adelante y llegó la noche de su discurso en la Convención Republicana, un discurso redactado por Matthew Scully y en el que ella colaboró activamente añadiendo notas propias. Es divertido leer que lo estuvieron practicando con teleprompter, algo a lo que Sarah no estaba acostumbrada ya que nunca había necesitado un chisme de esos para pronunciar un discurso y que maldita la falta que le hizo una vez que se averió el que tenía en el estrado (yo sigo pensando que fue un sabotaje). Y lo peor de todo: que cuando ya estaba lista para salir hacia el centro de convenciones, Trig necesitaba que le cambiasen los pañales y no le quedaba ni uno. ¡Para volverse loca!

¿Qué podemos decir sobre el discurso de Sarah en Minnesota? Nada que no esté dicho ya. Repasarlo a la par que se leen los comentarios de Sarah sobre sus sensaciones mientras lo iba desarrollando es un aliciente añadido. Y muy interesante el saber que Sarah nunca ha visto una grabación de esa noche.

Pocos días después, surge de nuevo el caso Monegan, ahora llamado Troopergate. Un mero montaje ideado por los demócratas de Alaska para perjudicarla políticamente y que desde el principio estaba claro que no iba a dar más resultado que un montón de páginas de periódico y horas de televisión echadas a perder. Y así lo reconoció la investigación oficial cuando concluyó que no hubo el tan cacareado “abuso de poder” por ningún lado.

El B-Team se amplió con tres personas más: Jason Recher, Jeannie Etchart y Bexie Nobles. Además, comenzaron  los rallies. Sarah se asombró de la cantidad de gente que acudía a ellos y eso le hizo sentir una renovada confianza en el sistema de democracia estadounidense porque ve que la gente se involucra y quiera participar. Recuerda especialmente el primero que dio en Cedar Rapids (Iowa) porque entre el público había una madre con sus dos hijos adolescentes con síndrome de Down que le hicieron pensar en cómo sería Trig cuando tuviera su misma edad y que le hicieron comprender por fin que Todd tenía razón cuando le dijo que todo iba a salir bien.

Con respecto a la prensa, Sarah siempre había tenido buena relación con los periodistas de Alaska hasta el punto de que muchos de ellos tenían su número de teléfono particular y se llamaban mutuamente para conversar porque había confianza entre las dos partes. Precisamente, durante un viaje, Sarah llamó a uno de esos periodistas y le pasó inesperadamente a McCain para que pudiera hablar con él. Fue todo muy bien y una gran publicidad, pero al cuartel general le sentó como un tiro y prohibieron severamente a Sarah que volviera a hacer algo así.

Por su parte, Meghan Stapleton insistía una y otra vez para que permitieran a Sarah hablar al menos con los reporteros que conocía de toda la vida en Alaska, pero el cuartel general se negaba y hasta se la llevaba a la fuerza cuando pretendía saltarse el cerco. Los periodistas alasqueños, que no sabían lo que estaba pasando, se sintieron entonces despreciados y tal y como uno de ellos publicó: “La Sarah Palin que una vez conocimos, ya no existe”. Una actitud estúpida por parte de los gerifaltes de la campaña ya que la prensa de Alaska conocía perfectamente a Sarah, la apreciaba, no le era en absoluto hostil y sus crónicas hubieran servido para compensar con mucho toda la avalancha de noticias negativas que aparecían en el resto de la prensa.

Durante la tercera semana de septiembre apareció por ahí una especie de movimiento a favor de Sarah, el “Free Sarah”, que pretendía que la campaña la dejara libre para poder hablar con la prensa. Coincide en el tiempo con la duda acerca de cuál sería la primera entrevista que iba a conceder. Nicolle Wallace estaba como loca porque fuera con Katie Couric (CBS). El dichoso cuartel general pretendía que fuera con alguien que hubiera tratado bien a McCain y Sarah, que opinaba igual, pensaba que lo mejor sería optar por la Fox o el The Wall Street Journal. Aún así, Wallace siguió dale que te pego insistiendo en Couric, garantizándole que contaba con su simpatía y que se trataría de una entrevista ligera en la que serían dos madres trabajadoras y con hijas adolescentes charlando. Wallace había trabajado en la CBS justo antes de incorporarse al equipo de McCain y por lo que parece, Couric estaba siendo cuestionada por la empresa y necesitaba un empujón. Nada de eso convencía mucho a Sarah, pero Wallace le dijo que harían simplemente una prueba y que si no funcionaba, ya no harían más.

Por lo demás, el bloqueo informativo alrededor de Sarah continuaba como siempre. Por no poder, no podía ni hablar con los periodistas que les acompañaban durante toda la campaña y que viajaban en el mismo avión que ellos. Si intentaba siquiera acercarse a ellos, se lo impedían. Tuvo que ser la propia Piper quien rompiera mínimamente el bloqueo haciendo amistad con los periodistas, que la adoraban (¡por supuesto!), y charlando con ellos. Y es que Piper es tan especial que al poco tiempo tuvo su propia pegatina: “Vota por la mamá de Piper”.

Y para terminar, una foto de Meghan Stapleton. El caso es que tengo una muy buena opinión de esta mujer, opinión que ha confirmado mi lectura del libro. Creo que es más lista que los ratones colorados y repito que David Axelrod hará muy bien en tenerla en cuenta porque es posible que le dé más de una sorpresa (desagradable) entre 2011 y 2012.


GOING ROGUE: UN RESUMEN (III)

19/12/2009

 

Cuando uno ha traducido (más mal que bien) unas cuantas intervenciones televisivas de Sarah Palin, sabe que ésta se expresa de una manera peculiar. No quiero decir con ello que hable incorrectamente, sino que tiene su propia manera de expresarse, la de una persona que piensa a mayor velocidad de la que habla y que a menudo siente la tentación de expresar una nueva idea que se le acaba de ocurrir antes de haber terminado con la que estaba explicando. Eso provoca que su manera de hablar resulte confusa en ocasiones, pero es debido simplemente a que tiene demasiadas cosas que decir… y poco tiempo para ello porque en la televisión, el tiempo está contado al segundo. Reconozco que eso es algo que me pasa a mí también y tal vez por ello siento tanta simpatía por Sarah; me hace sentir que tenemos algo en común ella y yo (perdón por esta pequeña vanidad mía). Sin embargo, esto sólo pasa cuando sus intervenciones son espontáneas, no cuando pronuncia un discurso ya que entonces las ideas que quiere comunicar ya las tiene previstas de antemano y simplemente tiene que desarrollarlas en el orden previsto, resultando más clara que el agua. Por lo que se refiere a Going Rogue, me ha llamado la atención el hecho de que a pesar de estar muy bien redactado, conserva el tono original de lo que podría ser una conversación tranquila y pausada con Sarah, incluyendo sus abundantes expresiones coloquiales que tanto me desesperan a mí, que no domino tanto el inglés como para comprenderlas a la primera, pero que a cambio convierten cada página del libro en algo realmente vivo y colorido (además de mejorar mi nivel de inglés, you betcha!)

Una foto de Sarah durante la presentación de los actos conmemorativos del 50º aniversario del Estado de Alaska. La placa de matrícula supongo que se la puso en su Jetta, ¿no? ¿O se la quedó Todd? ¿O Track? ¿O Piper para su bicicleta? ¿Hicieron siete copias, una para cada uno? Porque si no, vaya follón se podía montar en aquella casa: ¡La quiero yo! ¡No, yo! ¡Es mía! ¡Narices, es mía!… ¡Ufff!

CAPÍTULO TERCERO: DRILL, BABY, DRILL (Perfora, nena, perfora)

En el último capítulo, Sarah nos dejó con la duda de cuál iba a ser su siguiente paso. En éste, la duda queda resuelta ya que comienza relatándonos uno de sus muchos viajes durante su campaña electoral como candidata a gobernadora de Alaska. Un viaje, en concreto, llevado a cabo en su propio coche, de noche, con varios de sus hijos durmiendo en el asiento trasero y ella preguntándose si no se habrá equivocado de carretera.

Y es que convendría recordar que antes de ser seleccionada por McCain como su compañera de ticket, Sarah Palin llevaba ya a sus espaldas no una sino… ¡siete campañas electorales! Dos para el cargo de concejal de Wasilla (las dos ganadas), dos para el cargo de alcaldesa de Wasilla (las dos ganadas), unas primarias para el cargo de vicegobernadora (perdida por los pelos) y otras primarias y las auténticas elecciones para el cargo de gobernadora (ganadas incluso contra su propio partido, el GOP, que no quería verla ni en pintura). Es decir, un total de seis elecciones ganadas contra una sola perdida. O sea, que si de algo sabía Sarah en ese momento era de cómo afrontar una campaña electoral contra un candidato presuntamente vencedor (recordemos que fue elegida alcaldesa en competición con el alcalde entonces en el cargo, Stein, y que hizo lo mismo como gobernadora, compitiendo en las primarias con el gobernador entonces en el cargo, Murkowski). Lástima que no le dejaran opinar los sabiondos esos que llevaban la campaña de McCain porque si lo hubieran hecho tal vez otro gallo les hubiera cantado.

La decisión de Sarah de competir en las primarias del GOP contra Murkowski no fue exclusiva suya, sino que hubo muchas personas que la animaron a ello: por ejemplo, Rick Halford, un antiguo senador del Senado de Alaska, republicano pero no de los que detestaban a Sarah, sino de los que creían en ella y pensaban que Sarah era diferente y que Alaska necesitaba precisamente eso: algo diferente.

Otra persona que animó a Sarah a presentarse fue (¡asómbrense!) Andrée McLeod, la que años más tarde se convertiría en la loca de las ethics complaints. Pero para eso, todavía faltaba tiempo y por aquel entonces, Andrée the Gadfly (o la “mosca de culo de vaca”, como creo yo que podría traducirse), que es como la conocía todo quisque en Alaska, era su más ferviente admiradora, lo que aprovecha Sarah para contarnos los inicios de esta patética mujer, una historia de lo más divertida y que no deja lugar a dudas de su escasa salud mental.

Por fin, la tercera influencia que reconoce Sarah es la de John Reeves, un votante demócrata harto de la corrupción rampante de Juneau (la capital del Estado) y que, al igual que muchos, ya fueran demócratas, republicanos o independientes, ansiaba un cambio que devolviera el gobierno de Alaska al lado de la gente. Un cambio para el que no veía capacitado a nadie a cabo que no fuera Sarah Palin.

En definitiva, que Sarah se lanzó al ruedo y, libre ya de sus obligaciones como alcaldesa de Wasilla que no le permitieron ocuparse debidamente de su campaña anterior, empezó a recorrer el Estado y a explicar sus intenciones a sus paisanos. Pronto sus amigos se unieron a ella y Sarah pudo contar con una mínima organización política que le diera el apoyo que precisaba. Es entonces cuando empezamos a encontrarnos con nombres como los de Kris Perry, íntima amiga suya y una persona de la que todos hemos oído hablar mucho durante estos últimos años pero que ignorábamos de dónde había salido o qué relación tenían con Sarah aparte de la meramente profesional (con el tiempo, Kris se convirtió en la mano derecha de Sarah como gobernadora de Alaska). Sí, ya sé que todo eso no es más que mera chafardería, pero es que a mí me encantan estas cosas, ¡caramba!

La campaña electoral de Sarah se centró en tres ideas: limpiar de parásitos el gobierno, desarrollar las infraestructuras del Estado para que el sector privado encontrara un ambiente favorable que le llevase a invertir en nuevos negocios e incrementar la producción de energía, construyendo sobre todo ese gasoducto de 5.000 kilómetros y 30.000 millones de dólares que llevaba décadas siendo prometido por todas las administraciones pero que nunca se convertía en una realidad. Por cierto, que es de lo más curioso comprobar que el lema de su campaña hacía hincapié en el “cambio” que suponía su candidatura (un lema que años más tarde iba a adoptar el actual presidente de Estados Unidos para su propia campaña aportado sin duda por uno de sus asesores de más alto rango, que tenía raíces en Alaska), algo que compartía hasta el último de los alasqueños hartos de tanto político corrupto como había en el gobierno y la legislatura y que habían sido la causa ya de más de una redada por parte del FBI. Vamos, peor casi que Chicago (¡anda, otra coincidencia con el presidente!).

Recorriendo toda Alaska de cabo a rabo y sin dejar apenas una sola cabaña de troncos a la que no hubieran llegado personalmente para explicarle a sus moradores sus intenciones, Sarah no tuvo problemas en ganar las primarias republicanas, pasando pues a ser la rival del candidato demócrata, Tony Knowles, un antiguo gobernador de Alaska que buscaba su tercer mandato, y a un candidato independente, Andrew Halcro, un cretino republicano que años más tarde fue el primero en lanzar la basura del Troopergate desde su blog, pero que ahora estaba ansioso de unir sus fuerzas con ella en una candidatura conjunta (y absolutamente fuera de lugar), algo a lo que Sarah le dijo que nanay.

Una de las sorpresas que me he llevado leyendo este capítulo ha sido saber que Meghan Stapleton, la actual portavoz de Sarah, resulta que es una antigua amistad suya de sus tiempos como gobernadora, cuando Sarah la contrató como secretaria de Prensa. Yo pensaba que la había conocido durante la campaña presidencial y resulta que no. ¿Ven como lo de las chafarderías tiene su interés? Por otra parte, la campaña involucró a toda la familia Palin, como siempre, incluyendo a la familia de Todd, quienes no dudaron en apoyar firmemente a la esposa de éste para que pudiera alcanzar el puesto de “Boss Alaska”, que es como llaman los yupik al gobernador del Estado.

La victoria de Sarah fue un bombazo y la cara que les quedó a los demócratas era todo un poema. Rompiendo con la costumbre, Sarah escogió tomar posesión en la ciudad de Fairbanks y no en la de Juneau. La ceremonia fue especialmente brillante y todos sus paisanos sentían que se abría una nueva etapa para todos. Y como quiera que las expectativas eran muchas, ya desde el primer día de trabajo Sarah empezó a sacudir las cosas allí en Juneau, siguiendo el estilo marcado por Ronald Reagan: escoger los asuntos más importantes de tu agenda y centrarse personalmente en ellos; luego, delegar los restantes en tu equipo y darles suficiente poder y motivación para que implementen tu visión en esos otros asuntos. Así pues, siguiendo este esquema, Sarah se centró en lo que había sido el meollo de su programa electoral: desarrollo de las infraestructuras, conservadurismo fiscal y reforma ética, aunque sin dejar de prestar especial atención a otros asuntos urgentes tales como la educación, los servicios para los discapacitados y los mayores, la formación profesional, el desempleo y los tradicionales males de la Alaska rural (dependencia, alcoholismo, delincuencia, etc.), todo ello revisando las prioridades presupuestarias establecidas hasta entonces para que fuera el sector privado y no el Estado quien asumiera la tarea de cubrir esas necesidades.

La historia de cómo la administración Palin se enfrentó a las grandes petroleras y les ganó el pulso en la cuestión del gasoducto merece más de una lectura porque es ejemplar. Es una historia de la que todos tenemos conocimiento de sus aspectos generales pero que, explicado por la propia Sarah, gana en claridad y si además, Sarah nos lo explica con ese sentido del humor tan suyo y que a mí, personalmente, me entusiasma, mejor que mejor.

Pero como quiera que una cosa es que Sarah pasase a ser la gobernadora de Alaska y otra distinta el que Todd pasase a ser el “Primer Caballero” (o el “Primer Tío”, como le gustaba decir a él) y el resto de la familia, la “Primera Familia”, tan interesante es saber qué pasó el primer día de Sarah en su nuevo despacho como saber qué pasó el primer día de toda la familia en la mansión oficial. Dejando aparte que ésta era un caserón con goteras, chimeneas atascadas y una fontanería que no funcionaba, era lógico que todos se sintieran impresionados por la casa y que las niñas disfrutaran correteando por los pasillos, las buhardillas y demás lugares. La feroz conservadora fiscal que es Sarah no podía transigir con el pedazo de avión que se compró su antecesor, Murkowski, pero tampoco con un chef particular, así que ambos desaparecieron, además de procurarse ellos parte de la comida, especialmente la carne y el pescado que se la cazaban y pescaban ellos mismos, dos actividades que los estúpidos liberales jamás entendieron y que más de una campaña en su contra les valió a los alasqueños, como aquella de pésima actriz de Hollywood en contra del control de depredadores practicado por el Estado como único medio de proteger a los alces y caribúes y evitar que desaparecieran masacrados por los lobos, provocando de paso la desaparición de la población nativa de Alaska que depende de su caza para sobrevivir.

¿Y Todd qué? ¿Qué tal llevó él eso de ser “Primer Caballero”? Pues lo llevó estupendamente. Sarah nos deja entrever lo que debieron ser las reuniones en Washington de la Asociación Nacional de Gobernadores, cuando él tenía que unirse al té con pastas de las Primeras Damas quienes (imagino porque soy un malpensado) que se darían más de un codazo por poder disfrutar del apuesto Todd a su lado. Para Sarah, Todd fue un “Primer Caballero” impecable que le ayudó mucho en su tarea y que asumió sus propias obligaciones sin querer contar siquiera con una oficina propia (algo a lo que tenía derecho por ley). Por su parte, los niños tuvieron sus buenos momentos, pero también los tuvieron malos cuando algunos miserables amenazaron a Willow con ser violada, algo que le sucedió también a Bristol quien incluso fue amenazada de muerte años más tarde, durante la campaña presidencial. Algo inevitable, tal vez, pero que no deja de causar mucha pena y que a más de uno le lleva a reflexionar sobre si vale la pena seguir el camino del servicio público sólo para encontrarse con esto.

Lo siguiente son algunas historias sobre cómo formó Sarah su círculo de asesores más cercano, entre cuyos miembros destacaban especialmente Meghan Stapleton y Kris Perry; el ambiente de Juneau y el proceso en marcha de fumigación de la plaga (léase políticos) maligna esa que el FBI llevaba años desarrollando y al que ahora se unía Sarah con su propuesta de reforma ética y que provocó más de un ataque de nervios entre los legisladores de ambos partidos; y la cuestión del matrimonio homosexual y la opinión de la propia Sarah a raíz de lo que dictaminó en su momento el Tribunal Supremo de Alaska al respecto y que ella, como gobernadora, no podía hacer menos que acatar. Además, la poco edificante historia de su director legislativo, una de sus escasas pifias a la hora de seleccionar a sus colaboradores, nos permite hacernos una idea de cómo era el día a día de la administración Palin. Y por si todo esto fuera poco, otra historia, la de la elaboración del primer presupuesto del Estado de Alaska en el que Sarah tuvo que usar las tijeras de podar para evitar el despilfarro a manos llenas al que tan acostumbrados estaban los politicastros de la legislatura, nos sirve de lección para aprender lo que es un conservador fiscal en acción y así saber distinguirlos de otras especies que se arrogan el mismo nombre pero que, a la hora de la verdad, no son más que lobos disfrazados de corderos. Lobos que se pusieron nuevamente de los nervios cuando Sarah logró sacar adelante su propia reforma ética y más de uno sintió que se le había acabado el cuento.

Como continuación de la historia de cómo logró Sarah sacar adelante el proyecto del gasoducto que habíamos dejado en el momento en que las grandes petroleras tuvieron que aceptar que esta vez iba en serio, Sarah nos cuenta la historia de AGIA, o la ley que permitió que ese proyecto fuera ofrecido honradamente al sector privado para que cualquier compañía del mundo hiciera su oferta, escogiendo la administración la que resultara más provechosa para ambas partes. También aprovecha para contarnos una nueva redada del FBI contra legisladores corruptos (es que había muchos y no tenían suficientes furgones para arrestarlos a todos de una sola vez por lo que parece). Otra sopa de letras, ACES, una ley que obligaba a las petroleras a repartir sus beneficios con el Estado de Alaska de una manera justa y equitativa y no como se hacía hasta entonces en que las petroleras apenas daban una propina al Estado, algo que tenían que agradecérselo al antiguo gobernador, Murkowski, quien tenía una manera muy peculiar de entender el interés público.

En 2007, Sarah, en su condición de comandante en jefe de la Guardia Nacional de Alaska, visitó a las tropas de Alaska destacadas en Kuwait, así como un hospital del Ejército en Alemania, en una visita que le impresionó mucho. Dos años más tarde, hizo lo mismo con las tropas en Kosovo, apreciando aún más si cabe el sacrificio de estos jóvenes a los que pronto se uniría su propio hijo, Track.

Sarah gobernadora, pero también Sarah mamá. Su hijo mayor, Track, en atención a que era el mayor debería haber sido el más problemático por eso de la adolescencia y de las hormonas revueltas, pero parece que fue siempre un joven muy sensato y tal y como confiesa ella misma, su única discusión con él en todos esos años juntos fue la referida a la posición en que debía jugar él en su equipo de hockey, ya que cada uno tenía una opinión diferente. Luego, cuando se alistó en el Ejército nada más terminar sus estudios secundarios, Sarah no pudo dejar de sentirse muy orgullosa de la decisión de su hijo aunque muy preocupada también por lo que le pudiera pasar.

Y de un hijo, el mayor, pasamos a otro, el menor. Fue en Nueva Orleans cuando Sarah descubrió que estaba embarazada de su quinto hijo. Prueba de la honradez con que ha redactado este libro es su confesión de que por un momento, un aciago momento, pasó por su cabeza la idea de abortar. Afortunadamente, supo descartar la tentación inmediatamente y su decisión de tener a su hijo fue ya firme, aunque no tiene reparos en reconocer que puede entender perfectamente a las madres que tienen ese pensamiento, pero reconociendo también que el problema no es nunca el hijo sino las circunstancias en las que ese hijo va a nacer. De cualquier forma, Sarah volvió a Alaska y no fue hasta un par de semanas después que pudo darle la noticia personalmente a Todd quien, como es lógico, se alegró muchísimo y hasta pensó que no estaría nada mal que fuera un chico esta vez, ¿eh?

¿Cuándo se enteraron de que su nuevo hijo tenía el síndrome de Down? Unos meses después, en una de las pruebas rutinarias que le practicaron a Sarah y en la que su doctora empezó a sospechar que pudiera ser que no estuviera todo bien. Finalmente, tras más pruebas, se confirmó esa impresión y Sarah tuvo que empezar a asumir que su nuevo hijo iba a ser un niño con necesidades especiales. Asustada ante la responsabilidad que se les venía encima y angustiada por saber si iban a ser capaz de hacer frente a ella, Sarah le dio la noticia a Todd quien la encajó de una manera tan excepcional que no puedo dejar de reconocer mi admiración por él y mi envidia por su carácter y su personalidad que, lejos de hacerle lamentar la situación, reaccionando con una calma tan extraordinaria y una fe en la capacidad de Sarah y suya para hacer frente al nuevo desafío que Dios les había planteado que me hace sentir aún más indigno, ya que reconozco que yo me hubiera sentido desolado ante la noticia. Y para que quede constancia de todo ello, reproduzco acto seguido el momento en que Sarah relata cómo le da la noticia y su reacción, una parte que cada vez que la leo me deja más sobrecogido aún:

[Todd] dejó las pruebas médicas a un lado y volvió su cara hacia la mía. “Estoy contento y estoy triste”, dijo.
Pensé que era perfecta la manera como lo había expresado porque era así exactamente. Era así como me sentía yo también.
Todd dijo: “Va a ir todo bien”.
Le pregunté si se hacía la misma pregunta que yo: “¿Por qué nosotros?”.
Pareció verdaderamente sorprendido por mi pregunta y respondió tranquilamente: “¿Por qué no nosotros?”.

A partir de ese momento, y a diferencia de muchos padres en la misma situación, Todd dejó de preocuparse porque iba a tener un hijo con síndrome de Down y empezó a preguntarse en cambio por cuáles serían las posibilidades del bebé, a preguntar a otras personas en la misma situación qué hacían y que no hacían sus hijos, a fijarse en otros niños con el mismo problema y, siempre, a confiar en Dios y en Su sabiduría a la hora de darles como misión la de cuidar de Trig. Es precisamente por ello que todo el mundo debería leer la carta que Sarah Palin escribió meses más tarde para dar a conocer a todos sus familiares y amigos que su nuevo hijo, Trig, iba a nacer con síndrome de Down. Escrita como si la hubieran recibido de parte de Dios Nuestro Señor, Sarah volcó en ella todas sus angustias finalmente resueltas y declara que acepta con ánimo sereno y amante la llegada de Trig como una prueba más de la bondad de Dios que les ha querido favorecer con un hijo tan perfecto como cualquier otro.

Para todo padre es un orgullo ver a su hijo convertirse en un soldado del ejército de Estados Unidos. No lo iba a ser menos para Sarah y Todd cuando Track completó finalmente su entrenamiento básico y adquirió oficialmente el rango de soldado de infantería. Sin embargo, resulta ridículo leer la de problemas que tuvo que sortear Sarah para poder salir de Alaska el tiempo justo para poder estar presente en la ceremonia de graduación de Track en Georgia, gracias a la cada vez más inenarrable estupidez de los politicastros que pululaban por Juneau y que llegaron a hacer de esto una cuestión de Estado. Es una lástima que los del FBI no se dieran otra vuelta por ahí a ver si arramblaban de una vez por todas con los que todavía quedaban.

Y, por supuesto, Todd Palin no es sólo el marido de Sarah y el padre de Track, sino también el deportista que ha ganado cuatro veces la Iron Dog, la carrera de motos de nieve más larga y dura del mundo. Un repaso a su historial y a lo que supone correr esa competición no podía faltar en este libro, así como la historia de cómo Trig se empeñó en nacer bastante antes de lo previsto, justo cuando sus padres estaban en Texas en una conferencia y Sarah tuvo que volar deprisa y corriendo a Alaska apenas terminó de pronunciar su discurso no fuera a ser que tuvieran un tejano en la familia en lugar de un alasqueño más. Y si bien la alegría de la familia por el nacimiento de Trig era evidente, el anuncio de Bristol, la hija mayor, poco después del nacimiento de su nuevo hermanito, de que con diecisiete años ya estaba embarazada no dejó de ser una noticia que les entristeció a todos, no sólo por la moralidad de la situación sino también por lo que eso suponía para la propia Bristol cuyo futuro iba a cambiar irremediablemente y posiblemente a peor. Sin embargo, no había nada que hacer y la familia Palin asumió la situación y se dispuso a hacerle frente como han hecho siempre: todos juntos y con plena fe en Dios. Trig iba a tener otro tío, que se iba a llamar Tripp, y con éste iba a ser además compañero de juegos, de guardería y puede que con el transcurso de los años hasta de equipo de hockey.

De nuevo, problemas con las compañías petrolíferas que no cejaban en su empeño de seguir haciendo lo que les diera la gana, un vicio al que se habían acostumbrado demasiado con los anteriores gobernadores. En este caso se trataba de ExxonMobil que llevaba años disfrutando de una concesión petrolífera en la que no había perforado ni un triste agujero. Harta de esa situación, Sarah amenaza a la compañía con quitarles la concesión y la nueva guerra se saldó con otra victoria de Sarah, algo que es de agradecer porque a veces conviene recordar que no siempre los malos son los que ganan en la vida real.

Ya hemos repasado una de las pifias de Sarah a la hora de nombrar a sus colaboradores: su antiguo director legislativo, un vago de siete suelas del que le costó lo suyo deshacerse. Sin embargo, hubo otro: su comisionado de Seguridad Pública, Walt Monegan. Su historia está muy relacionada con la del posterior Troopergate y Sarah la explica tal y como fue, algo que ya hemos visto en otras partes (incluso en este blog). Sencillamente, Monegan era un incompetente que además acabó insubordinándose gravemente por lo que Sarah le ofreció una salida digna, pero él se negó a aceptarla y prefirió marcharse. Y aquí acabó todo hasta que una conjura entre los dirigentes de un sindicato policial y los politicastros del Partido Demócrata empezaron a liar las cosas en lo que más adelante iba a ser el Troopergate. Una repulsiva historia de politiquería de la peor calaña.

Por fin, el proyecto del gasoducto llega a su fin y es adjudicado a la compañía canadiense TransCanada-Alaska que hizo una oferta realmente buena, superando en mucho todos los requisitos exigidos por el Estado. Ése fue el mayor éxito de Sarah y la culminación de veinte meses de duro trabajo tras los cuales podían decir perfectamente que habían conseguido mucho más de lo que hubiera conseguido otra administración siquiera en veinte años. Sarah era una gobernadora exitosa y su popularidad batía records. No es extraño que hubiera ya quien le siguiera la pista.

Y para terminar esta entrada, una foto de Sarah preparando hot dogs, sonriente como siempre y feliz de poder conocer a cuanta más gente, mejor. ¿Y aún hay quién se sorprende del entusiasmo que despierta esta mujer? ¿Cuántas veces tiene uno la posibilidad de pedirle a su propia gobernadora que le eche más mostaza en su hot dog? Por lo que a mí se refiere, ni se me ocurriría poder pedirle siquiera a mi alcalde un pincho de tortilla de patatas. ¿Él, tratarse con los miserables como yo? Vamos, ni habiéndome fumigado previamente los de Sanidad durante media hora seguida condescendería a darme la mano… a menos que hubiera elecciones la semana que viene, claro. ¡Malditos politicastros!


GOING ROGUE: UN RESUMEN (II)

17/12/2009

 

Sigo en la brecha. Después del primer capítulo, el segundo (para que vean que sé contar). Por mi parte, y contra lo que han dicho algunos críticos por ahí, encuentro muy acertada la distribución en capítulos del libro, abarcando los grandes períodos de la vida de Sarah: infancia y juventud, alcaldesa, gobernadora, la campaña electoral y la vuelta a Alaska. En el caso de biografías, estoy de acuerdo con aquella dama de la nobleza francesa del siglo XVIII que decía que no le gustaban los relojes que marcaban los minutos porque dividían la vida en porciones demasiado pequeñas. Soy de la misma opinión. Dividir el libro en más capítulos lo hubiera convertido prácticamente en un diario y ningún diario está hecho para ser publicado y leído por extraños. Y los que sí lo están es porque no son más que un mero ejercicio de exhibicionismo.

Esta foto ya la había publicado antes, pero como que es una de mis favoritas, he pensado que se merece una segunda oportunidad (y en tamaño king-size). Sarah en la época de su primera campaña electoral. ¿Les cuento un secreto? A mí, Sarah me gusta mucho más sin gafas. Ojalá se pusiera lentillas, pero eso es cosa suya. Aunque Todd ya podría insistir un poco, ¿no?

SEGUNDO CAPÍTULO: KITCHEN-TABLE POLITICS (Política de mesa de cocina)

¿A alguien le suena el nombre de Nick Carvey? Pues la verdad es que no y, sin embargo, Nick Carvey bien podría ser considerada la persona gracias a la cual todos nosotros sabemos ahora quién es Sarah Palin. Resumiendo, el tal Carvey era el presidente de la Cámara de Comercio de Wasilla y una especie de cacique local y fue él quien insistió sobre Sarah para que ésta entrara en política. En concreto, la convenció para que se presentara a las elecciones al concejo municipal que se iban a celebrar poco después. Él también se presentaba (el concejo municipal de Wasilla se compone de un total de seis puestos) y, teniendo en cuenta que contaban con el apoyo del propio alcalde, John Stein, y del periódico local, el Frontiersman, la cosa parecía más que hecha. “La ciudad haría bien contando con tus servicios”, le dijo. La idea le gustó a Sarah y como quiera que Todd le apoyó, Sarah accedió finalmente.

El lema de la primera campaña electoral de Sarah fue: POSITIVE-LY PALIN (una especie de mezcla intraducible al español entre “Sin lugar a dudas, Palin” y “Positiva Palin”). Se trataba de una campaña local y Sarah comprendió que tenía que llegar a todos y cada uno de sus conciudadanos, así que cogió a sus pequeños Track y Bristol, los subió a un trineo y con ellos de esta guisa, empezó a recorrer la ciudad llamando a cada puerta. Su entusiasmo y sus buenas ideas calaron fácilmente entre sus vecinos y no tuvo ningún problema en ganar las elecciones (Carvey tampoco, todo sea dicho). Fue entonces cuando se produjo la primera reunión de Sarah con el alcalde Stein, donde los dos asumieron que eran aliados, algo que no tardó en revelarse como erróneo.

Es revelador leer las descripciones que hace Sarah de las reuniones del concejo municipal, unas reuniones donde se decidían cuestiones tan peliagudas para la comunidad como reglamentar cuántos niños podía cuidar al mismo tiempo una canguro o si los letreros luminosos de los establecimientos podían ser parpadeantes o no, por ejemplo. Sin embargo, había otras cuestiones más serias y que rondaban el conflicto de intereses cuando no entraban de lleno en esa categoría, como por ejemplo cuando Carney propuso una reglamentación que obligaría a los vecinos de Wasilla a contratar la recogida de basuras en lugar de permitir que fueran ellos mismos quienes se llevaran la basura al vertedero municipal. Como quiera que Carney era el dueño del único negocio de recogida de basuras dla ciudad, Sarah se opuso a ello, sobre todo porque los alasqueños son ferozmente independientes y no les gusta que les digan lo que tienen que hacer. El caso es que Carney comprendió entonces que Sarah no era de las que se iban a conformar sentándose y callándose y seguramente empezó a pensar si no se habría pasado de listo cuando la convenció para que se presentara a las elecciones. El alcalde Stein debió de pensar lo mismo cuando vio como Sarah se negaba a apoyar un aumento de su sueldo y se declaraba conservadora fiscal, reprochándole que había demasiadas carreteras que asfaltar en el municipio como para pensar siquiera en semejante despilfarro.

Nace Willow, Todd abre un negocio de motos de nieve con un socio y la ciudad sigue adelante. De paso, Sarah nos explica cuáles fueron siempre sus prioridades mientras estuvo en el concejo: desarrollo de las infraestructuras municipales, responsabilidad fiscal y que el gobierno municipal estuviera siempre del lado de sus conciudadanos y no en su camino. Y es que, como dice ella, cuando se trata de política local, los electores son tus vecinos, tu familia, tus amigos y a veces hasta tus enemigos, y te los encuentras cada día en la tienda de ultramarinos, la oficina de correos y la pista de hockey.

Los mandatos en Wasilla son de tres años y Sarah tuvo aún menos problemas en ser reelegida de los que los tuvo en ser elegida por primera vez. Sin embargo, poco tiempo después tocaba elegir al alcalde y Sarah se decidió a disputarle el puesto a Stein, quien se presentaba por cuarta vez a la reelección, preocupada por su afán en hacer crecer el gobierno e interferir en cada vez más ámbitos de la vida de los habitantes de Wasilla. Para ella, el gobierno debía ser cada vez menor y no mayor, y debía meterse menos en lo que no le importaba y no más. Sarah utilizó pues el mismo lema que antes y fue elegida contando sobre todo con el apoyo de los que ansiaban cambiar las cosas en la ciudad.

Por supuesto, a Stein le sentó como un tiro el perder el despacho y lo más amable que se puede decir con respecto a la transición es que fue fría. En su primera reunión con los jefes de departamento, que habían apoyado indisimuladamente a Stein durante la campaña, Sarah notó su hostilidad, pero aún así intentó volverlos en su favor y convertirlos en aliados, lo que finalmente no fue posible. Siguiendo un procedimiento rutinario en cualquier sitio en el que se cambia al jefe, Sarah les pidió una carta de dimisión para utilizarla cuando lo estimara oportuno. De los seis, sólo dos se la presentaron. Además, ése fue el momento de la ruptura definitiva con Carney, quien seguro que salió del despacho de Sarah echando chispas, lamentando el desagradecimiento de los jóvenes y todo eso.

El jefe de Policía asumió inmediatamente el puesto de líder de la oposición interna a Sarah, obstaculizando todos los intentos de ésta por reformar su departamento. Sarah opta por olvidarse de intentar convencer a los antiguos jefes y empieza a despedirlos y nombrar otros nuevos, creando un nuevo equipo directivo con el que pudiera llevar adelante su agenda política.

Tras Willow, nace la genial Piper. Y como regalo, problemas con la bibliotecaria, otra obstaculizadora. Es entonces cuando se produce la conversación que, con el tiempo, acabará dando lugar a aquella calumnia acerca de que Sarah pretendía censurar los libros de la biblioteca. Sin embargo, Sarah no se deja entrampar en cuestiones tan nimias y empieza a mover las cosas en Wasilla, sobre todo reparando y asfaltando las carreteras municipales, lo que atrae nuevos negocios a la zona. Además, se emprende la construcción del polideportivo municipal, uno de sus más grandes logros.

Oído al parche: es aquí donde Sarah usa por primera vez en todo el libro la expresión “common sense conservative” (conservador con sentido común) para describir su manera de actuar. En pocos años, Wasilla se convierte en la zona de mayor crecimiento del Estado. Y como quiera que las cosas empezaban a ir bien, aún podían ir mejor y Sarah despidió finalmente al jefe de Policía quien aún tuvo la caradura de demandarla por “despido improcedente” a pesar de saber perfectamente que no es así. Por supuesto, el caradura perdió el caso.

Reelegida para un segundo mandato, nuevamente compitiendo con el irreductible Stein, Sarah tiene el honor de ser elegida presidente de la Conferencia de Alcaldes de Alaska, lo que le permitió ampliar sus contactos.

Tras describirnos su conmoción cuando vio lo que sucedía el fatídico 11-S, Sarah nos descubre sus dudas una vez que termina su segundo mandato como alcaldesa, no pudiendo optar a un tercero al estar limitados a dos los mandatos por la reglamentación municipal. Era la época de la vuelta de Frank Murkowski a Alaska después de muchos años como senador por Alaska en Washington para presentarse a las elecciones a gobernador del Estado. Mientras lo pensaba, Todd estaba muy ocupado construyendo la nueva casa de la familia en el lago Lucille. Vicegobernadora era una posibilidad, pero no tenía tiempo para hacer campaña ni dinero para ello ya que todavía era alcaldesa y entre eso y su familia, sus posibilidades eran limitadas.

Una parte que tenía mucho interés en leer, más que nada por chafardería, y que dudaba que Sarah fuera a incluir en el libro es aquella que trata de la elección de la sustitua de Sarah como alcaldesa, ya que sabía que una de las candidatas que se presentó era la segunda esposa de su suegro, Faye Palin (la madrastra de Todd pues) y que Sarah apoyó expresamente a otra candidata que fue a la postre quien ganó. Siempre pensé que eso a Todd no debió de hacerle mucha gracia y Sarah me confirma en mi opinión relatando la discusión (pequeña discusión, tampoco hay que exagerar) que tuvo con él y en la que, como pasa siempre en todos los matrimonios, cada uno empieza a sacarle al otro una queja tras otra y al final ninguno de los dos sabe decir cómo empezó todo. Y eso que, en el fondo, Sarah tenía razón y dado que corría el rumor de que Stein iba a volver a presentarse de nuevo, consideró que Faye Palin era una rival de poca enjundia para él y por eso animó a una de los miembros del concejo municipal a que presentara su candidatura. De cualquier forma, como castigo por su “pecado” de poca fe en la familia, Sarah perdió las elecciones primarias de su partido a vicegobernadora aunque con el consuelo de quedar segunda y a muy pocos votos del ganador.

Tras las elecciones, Sarah hizo campaña a favor de Frank Murkowski, teniendo la ocasión de recorrer Alaska acompañada del otro senador por Alaska en Washington, Ted Stevens. Como quiera que Murkowski ganó las elecciones a gobernador, su puesto como senador en Washington quedaba vacante y Murkowski tenía la potestad de decidir quién iba a ocuparlo hasta las nuevas elecciones. Sarah estaba en la lista de candidatos y Murkowski tuvo incluso una entrevista con ella en la que no hizo otra cosa que advertirle que para una madre con hijos pequeños, el puesto no era apropiado. Sarah comprendió que no iba a ser ella la elegida, pero lo que no se esperaba es que Murkowski acabara nombrando a su propia hija, Lisa, una madre con dos hijos pequeños. Y es que Murkowski es todo un tipo.

Como una especie de premio de consolación, Murkowski decide ofrecer a Sarah un puesto en la Alaska Oil and Gas Conservation Commission (AOGCC), un puesto importante y muy bien remunerado. La dirección de la AOGCC se componía de tres comisionados: un geólogo, un ingeniero petrolífero y un político –Sarah-, siendo éste último el presidente de la comisión y el encargado de la supervisión ética del organismo. Los problemas empezaron con el ingeniero, Randy Ruedrich, quien no sólo resultó ser al mismo tiempo el presidente del Partido Republicano de Alaska sino que además era parte interesada debido a sus relaciones profesionales con las empresas petrolíferas. El caso estaba claro: corrupción. Sarah no tardó en darse cuenta y se negó en redondo a esconderlo debajo de la alfombra, así que empezó a urgir a todos sus superiores para que tomaran cartas en el asunto antes de que se convirtiera en un escándalo. Así, empezó por su propio supervisor ético, quien resulta que estaba a partir un piñón con el tal Ruedrich; luego, con el jefe de gabinete de Murkowski, otro que tal; y finalmente con el propio Murkowski. Nadie hizo nada y Sarah optó finalmente por dimitir una vez que el escándalo ya era inevitable, un gesto que le valió las alabanzas de todos, incluso de la oposición demócrata, quién lo diría.

Tras un pequeño repaso a lo que fue el matrimonio entre su hermana menor, Molly, y el que luego fuera el trooper Mike Wooten, un mal matrimonio y un peor divorcio, Sarah nos explica como volvió a encontrarse igual que tras dejar la alcaldía de Wasilla, cuidando de su familia, dudando sobre cuál debía ser su próximo paso y confiando en que Dios no dejaría de mostrarle el camino.

Y para terminar este capítulo, una foto de Sarah en su despacho oficial ya de alcaldesa. Aquí ya lleva gafas, pero da lo mismo. De cualquier manera, Sarah nos gusta a todos nosotros porque lo que importa es que confiamos en ella. ¿O no? ¡Palin 2012! ¡Y Piper 2044!


GOING ROGUE: UN RESUMEN (I)

15/12/2009

 

Tres semanas consecutivas como “número 1” en las listas de libros más vendidos en Estados Unidos, mal les pese a los progres; más de un millón de ejemplares vendidos y los que faltan aún por venderse; una gira de promoción que ha supuesto todo un fenómeno de masas… Sarah Palin ha vuelto a la primera línea de la actualidad política y ha vuelto pisando fuerte (tanto que a más de un progre todavía le duele el pisotón). Y todo esto no es más que el principio. Como quiera que todavía no se ha publicado ninguna edición de Going rogue en otro idioma que el original, he pensado que a más de uno de mis lectores le gustará poder leer siquiera un sucinto resumen de lo que aparece en sus más de 400 páginas. Dicho y hecho, aquí está. Durante los próximos días, iré ofreciéndoles capítulo a capítulo (en total serán siete entradas) lo más interesante, sorprendente o meramente curioso que cuenta Sarah en su libro. Sí, ya sé que es un triste consuelo, pero menos da una piedra, ¿no? Recemos para que algún editor español experimente una revelación divina, compre los derechos del libro para el mercado hispanohablante, me encargue a mí su traducción (esto último es lo menos importante, pero no niego que me haría mucha ilusión) y podamos contar con un “Yendo por libre” (ésa sería mi propia traducción del título) lo antes posible. Y es que los caminos del Señor son inescrutables.

Primer capítulo, foto apropiada. Sarah cuando era pequeña. No es una de las fotos que aparecen en el libro, sino una perteneciente a mi colección particular. Calculó que tendría unos tres años o así. ¿A que es maja? Miren como se zampa el bocata de mortadela y el Cola-Cao.

PRIMER CAPÍTULO: THE LAST FRONTIER (La última frontera)

Sarah comienza a relatar su historia con lo que a mí me parece un excelente arranque: ella y sus dos hijos menores, Piper y Trig, recorriendo la Feria del Estado de Alaska un día del mes de agosto de 2008. Con Trig durmiendo plácidamente en sus brazos y Piper aguardando pacientemente su recompensa de que su madre la lleve a montar a las atracciones, Sarah nos describe muy acertadamente el ambiente de una feria de este tipo, algo que muchos de nosotros hemos podido ver en las películas y en el que, en este caso, no es de aplicación aquello de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Vertiginoso, colorido y variopinto, una feria en Estados Unidos es realmente una feria y Sarah sabe describirla de la mejor manera para que todos nos sintamos sumergidos en la exuberante cacofonía de sonidos e imágenes que implica, una cacofonía que termina justo cuando suena su BlackBerry mientras visita el quiosco de Alaska Right To Life (Derecho a la vida de Alaska) y recibe la llamada de John McCain quien le pregunta simplemente si quería ayudarle a cambiar la historia. Y nunca mejor dicho porque eso es precisamente lo que está haciendo Sarah: cambiando la historia, sólo que lo está haciendo sin McCain.

La historia personal de Sarah empieza en Sandpoint (Idaho), su lugar de nacimiento. Allí residían entonces sus padres, Chuck y Sally, quienes decidieron mudarse a Alaska en busca de mejores oportunidades un buen día de 1964, casi coincidiendo con el mayor terremoto de la historia de Norteamérica, el producido el 27 de marzo de 1964 y que alcanzó una magnitud de 9,2 puntos en la escala de Richter. Su primer destino fue Skagway, una pequeña población de apenas 650 almas, donde se alojaron en una pequeña casa de madera construida en 1898, casi al mejor estilo de los pioneros del Far West (o Far North en este caso). Sarah nos describe a sus padres y a sus dos hermanos mayores, Chuck Jr. y Heather, haciendo especial hincapié en la pasión de su padre por los deportes y la vida al aire libre, algo que logró inculcar a su familia y que en Alaska era casi una condición imprescindible para sobrevivir. Algunos datos más sobre Alaska completan esta parte que concluye con el traslado, una vez más, de toda la familia a Anchorage cinco años después de su llegada, cuando Sarah ya tenía una hermana más, la pequeña Molly.

Los primeros recuerdos de Sarah en el parvulario se refieren al orgullo que sintió de ser estadounidense cuando tuvo la oportunidad de ver en la televisión las imágenes de los astronautas pisando el suelo de la Luna, la alegría que experimentó cuando fue capaz de deletrear su primera palabra “difícil” (la palabra era different) y lo mucho que le gustaba la lectura, afición que compartía especialmente con su madre. La vida para ellos, siendo como eran una familia de pocos recursos económicos, carecía de muchas comodidades pero en cambio estaba llena de actividades que practicaban todos juntos y que les hacían sentirse una familia, una sensación que mucho me temo que es muy difícil de entender para nuestros jóvenes de hoy en día. Un nuevo traslado en los primeros años de 1970 les llevó a Wasilla, que terminó convirtiéndose en su definitiva localidad de residencia. Tal y como cuenta Sarah, la vida en Alaska en aquellos años (y siempre a decir verdad) era ciertamente dura y complicada, pero las sencillas satisfacciones que proporcionaba en cambio lo compensaban todo sobradamente.

Los Heath son una familia religiosa y lógicamente una parte de los recuerdos de Sarah están vinculados a su fe y a la práctica religiosa. Más religiosa en el sentido estricto su madre que su padre, como suele ser habitual, Sarah reconoce que es esa fe que sus padres supieron inculcarle desde su más tierna edad la que le permite afrontar los momentos difíciles y comprender que penas y alegrías se reparten a lo largo de toda la vida y que tanto unas como otras son inevitables. Para Sarah, no hay ninguna duda de que Dios existe y a ella personalmente le basta con mirar a su alrededor en plena naturaleza para darse cuenta de ello, contemplando esa maravillosa creación Suya que es el Estado de Alaska.

Extremadamente interesante es el apartado en el que Sarah relata la llegada de la televisión a su pequeño hogar, el poco interés que sentía su padre por la “caja tonta” y lo muy sacrificado que era para ellos, los pequeños niños Heath, pretender ver algún programa ya que su padre la instaló a propósito en un altillo del garaje, en una habitación sin mobiliario y donde sólo había una pequeña estufa que funcionaba con madera, de tal manera que ver la televisión a cualquier hora del día era arriesgarse a morir de congelación dado que la temperatura exterior podía ser de 30º bajo cero. Otro recuerdo de Sarah es lo mucho que leían todos ellos, libros y revistas. Además, el entusiasmo por el ejercicio y la competición movía a toda la familia, especialmente a la hora de correr largas distancias por mucho frío que hiciera. En Alaska, no había tiempo que perder y todos tomaban parte en cualquier actividad que se les pusiera por delante, desde deportes hasta reuniones religiosas, pasando por el escultismo, cursos de idiomas, danza, etc. Así, poco a poco, Sarah se dio cuenta de que las dos cosas que más le gustaban en la vida eran los deportes y escribir, en consecuencia, era lógico que pensara en convertirse en periodista deportiva. Aquí incluye un magnífico comentario sobre el feminismo actual redactado a la vista de lo que es la experiencia de una mujer alasqueña, un estado donde las mujeres no tenían mucho tiempo de pensar en lo “aperreadas” (según esas mismas feministas) que estaban por los hombres porque había mucho que hacer siempre y lo hacían.

Que su padre fuera al mismo tiempo su entrenador no era una situación que le hiciera mucha gracia a Sarah ya que pensaba que era especialmente duro con ella, tal vez para que no le acusaran de favorecer a su hija, pero con el tiempo, Sarah llegó a comprender que eso es exactamente lo que tenía que hacer y ahora lo agradece ya que enseñándole a dar el máximo de sí misma en todo momento, Sarah es ahora una mujer fuerte y capaz de afrontar los embates de la vida. Fue precisamente entonces cuando comenzó a desarrollar pequeños trabajos remunerados  tales como limpiar semanalmente un local de oficinas, servir mesas en un bar, cuidar niños, etc. Actividades que le proporcionaban el dinero suficiente como para pagarse su propio equipamiento deportivo y demás cosas que pudiera necesitar ya que, recordémoslo, la familia de Sarah jamás ha sido rica.

El último año de Sarah en la escuela secundaria se centra en dos historias. La primera versa sobre el día en que conoció a Todd y se enamoró de él nada más verlo, logrando ser correspondida. En la parte que dedica a describir al que es ahora su marido, Sarah no puede ocultar lo muy enamorada que se siente todavía. Medio nativo alasqueño por parte de madre, Todd es el más firme apoyo de Sarah y alguien que juega (discretamente, todo hay que decirlo) un papel en su vida mucho más importante que el de mero marido y padre de sus hijos. Todd no es exactamente su piedra fundacional porque ese privilegio corresponde a sus padres, pero sí el resto del edificio, y todo lo que es Sarah ahora no lo sería si no fuera por él. Es conmovedor leer cómo Sarah confiesa el espanto que sintió la primera vez que él la besó y lo humillada que se sintió cuando él se lo contó luego a todos sus amigos en el colegio. Y es que tal y como ella misma dice: “Hasta el mejor de los hombres puede comportarse como  un cretino”.

La segunda historia a la que hace referencia Sarah para describir su último año en la escuela secundaria se refiere a cómo su equipo escolar ganó el campeonato estatal de baloncesto a base de darlo todo en la cancha y como estuvo a punto de perderse el último partido, el de la final, a causa de una inoportuna torcedura de tobillo. Pese a todo, Sarah logró jugar ese partido aunque fuera a trompicones y sentir que todo el enorme esfuerzo que sus compañeras y ellas habían hecho durante ese año había valido la pena. Para Sarah, esa victoria cambió su vida porque fue la demostración palpable de lo que tantas veces le habían dicho sus padres: que el trabajo duro y el tesón son lo más importante.

En mayo de 1982, Sarah y Todd se graduaron y para ellos empezó un largo período intermitente de separación mientras Sarah estudiaba en la universidad, primero en Hawaii y luego en Idaho, trabajando siempre que podía para pagarse los estudios ya que ése era un gasto al que no podían hacer frente sus padres, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de cuatro hermanos. Uno de los expedientes a los que tuvo que recurrir para conseguir algo de dinero fue el de presentarse al concurso de Miss Wasilla cuyo premio era una beca que le permitiría pagarse medio año de universidad. Sarah se presentó, lo ganó y luego quedó segunda en el concurso posterior de Miss Alaska, lo que le proporcionó más dinero, el suficiente como para pagarse otros dos años más de estudios. Del concurso, Sarah, que no cree en las casualidades, rescata un fragmento de la entrevista que tuvo con uno de los jueces y que es más que interesante a la luz de lo que ha sido la vida de Sarah con posterioridad. La entrevista es esta:

JUEZ: Geraldine Ferraro se ha convertido recientemente en la primera mujer candidata a la vicepresidencia en representación de uno de los dos grandes partidos políticos estadounidenses. ¿Crees que una mujer puede ser vicepresidente?
SARAH: Sí. Creo que una mujer podría ser vicepresidente. Creo que una mujer podría ser presidente.
JUEZ: ¿Votarías por un candidato a vicepresidente o a presidente solo por el hecho de que es una mujer?
SARAH: No, no votaría por alguien sólo por el hecho de que fuera una mujer. Votaría por el candidato que reflejara mis opiniones políticas y tuviera más personalidad y valores familiares.
JUEZ: ¿Cuáles crees que son los mejores atributos de Alaska?
SARAH: Uno de los mejores atributos de Alaska es su belleza y todo lo que el gran paisaje de Alaska tiene para ofrecer, desde la caza y la pesca hasta el ir en moto de nieve en invierno. Y Alaska tiene un asombroso potencial a la hora de perforar en busca de petróleo en la Ladera Norte. Pero infortunadamente algunos forasteros [expresión equivalente a “los de los 48 de abajo”] no comprenden el potencial de Alaska a la hora de desarrollar nuestros vastos recursos naturales.

Sarah está muy orgullosa de haberse sacado la carrera (periodismo con una extensión en ciencias políticas) por sus propios medios y si le costó cinco años sacarla cuando lo normal es cuatro, eso se debió exclusivamente a que tenía que trabajar para ello. Eran los tiempos de la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca y Sarah no puede dejar de reconocer la impresión que le causó este presidente y lo mucho que compartía ya entonces sus valores y creencias, justamente los que restauraron la fe de los estadounidenses en su propio país después de unos años desastrosos en los que parecía que estaban abocados al suicidio como nación.

Tras terminar los estudios, Sarah empezó a trabajar como periodista deportiva en algunas emisoras de Alaska, algo que le gustó mucho y le hizo comprender que no se había equivocado en su vocación. Su noviazgo con Todd seguía viento en popa y finalmente en 1988 decidieron que ya no podían esperar más y se escaparon para casarse en secreto, algo de lo que ella ahora se arrepiente y que ya ha advertido a sus hijos que ni se les ocurra hacerlo a su vez o les retorcerá el pescuezo. Sus primeros tiempos como casados fueron duros, como generalmente lo son en todas las parejas recién casadas, porque de pronto tenían que ganarse el sustento por su cuenta y tanto ella como Todd tenían que trabajar en todo lo que se les pusiera a tiro, al menos hasta que Todd logró ser contratado como operador petrolífero en la Ladera Norte, un empleo que estaba bien pagado, y eso les permitió tomarse la vida con más optimismo.

En 1989, Sarah y Todd fueron bendecidos con su primer hijo, Track. Es sorprendente leer lo difícil que fue el parto para Sarah. Y aún más sorprendente es saber que después de una experiencia tan dura aún iba a repetir cuatro veces más. Evidentemente, llamar a su primogénito Track (“Pista” ya que era primavera, la temporada del atletismo en pista en Alaska) fue tan sorprendente para sus paisanos como lo es ahora para nosotros y es muy divertido saber que hasta el propio niño, cuando ya era un poco mayor y había empezado a ir a la guardería, le pidió muy seriamente a su madre que le cambiaran el nombre y le pusieran otro más normal. Claro que cuando Sarah le preguntó cuál prefería y él le respondió que quería llamarse “Colt”, uno no puede dejar de pensar que la imaginación a la hora de poner nombre a los hijos en esa familia es algo hereditario.

Una cosa que no sabía es que entre los nacimientos de Track y Bristol Sarah sufrió un aborto espontáneo. Era un niño y ya habían decidido llamarle Tad y estaban ansiosos porque llegara el momento de su nacimiento. Es conmovedor leer como tuvo que pasar Sarah por ese trago y como pudo superarlo gracias a su fe en Dios y a su fortaleza de carácter, algo que le debe a esa dureza que su padre empleó en ella y que la curtió, convirtiéndola en alguien fuerte y capaz de sobrellevar las penas que le deparase la vida sin dejarse hundir por ellas.

Afortunadamente, su siguiente hija, Bristol, nació sin ningún problema y afortunadamente también, Bristol era un nombre menos “original” que Track y la niña se ahorró los problemas de su hermano mayor cada vez que le decía a alguien cómo se llamaba. Sarah recuerda ahora lo muy “mamá” que era Bristol ya de pequeñita y como disfrutaba cuidando a sus primos menores, llegando hasta el punto de que a los ocho años casi le exigió a su madre que le consiguiera un bebé para ella el día de su cumpleaños. Por su parte, Track creció obsesionado con los deportes, sobre todo con el hockey, en una familia en la que ya de por sí son todos unos fanáticos de los deportes.

Con dos hijos y un marido, Sarah hacía su vida en su pequeña Wasilla ocupada principalmente en su familia y escribiendo alguna que otra colaboración periodística de vez en cuando sin nada que hiciera presagiar los altos destinos a los que estaba llamada esta mujer. Pero todo eso cambió el día en que el petrolero Exxon Valdez sufrió un accidente en 1989 que provocó un enorme vertido de petróleo que fue un verdadero desastre para Alaska y sus habitantes, muchos de los cuales quedaron arruinados por su culpa. De hecho, no fue hasta 2008 cuando finalmente el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó la responsabilidad de Exxon y obligó a la compañía a indemnizar a los perjudicados al menos en parte de sus pérdidas. Unas pérdidas que afectaron incluso a Sarah y Todd ya que los precios del salmón que pescaban todos los años y que constituían una parte sustancial de su presupuesto familiar cayeron en picado ante el temor de los mercados a que estuviera contaminado. Para Sarah, ésa fue la ocasión en que sintió que si alguna vez tenía la oportunidad de trabajar para sus conciudadanos, lo haría siempre en su beneficio. Y a fe que no se equivocaba porque pronto tendría esa oportunidad.

Y para terminar, otra foto también apropiada. Sarah de jovencita posando junto a sus trofeos, tanto atléticos como académicos. ¡Y aún le faltaba por ganar el de Miss Wasilla! Un ejemplo viviente de lo que la fuerza de voluntad, el tesón y el esfuerzo pueden lograr de cada uno de nosotros si nos decidimos a ello. Pero, por supuesto, eso los lloricas adolescentes de hoy en día no lo entienden. Pues peor para ellos.


EL GOING ROGUE TOUR: ¿UN ENSAYO PARA 2012? (y II)

09/12/2009

 

La semana que viene daré comienzo a esa serie de entradas sobre el libro de Sarah, Going rogue, que les estoy anunciando con más insistencia que los calentólogos el fin del mundo. En ellas, no voy a reseñar exactamente el libro, sino que haré un resumen capítulo a capítulo, destacando todos aquellos datos que me han sorprendido bien fuera porque no los conocía, bien fuera porque los conocía incorrectamente. Para mi satisfacción, puedo decirles que todo el trabajo de investigación que realicé en los primeros tiempos de este blog, cuando relataba la historia de Sarah, se ha demostrado bastante acertado, no habiendo metido la pata más que en algún que otro detalle menor. Es de lo más interesante conocer la versión de Sarah en muchos asuntos y si bien algunos piensan que con este libro lo único que pretende es ajustar cuentas, no estoy de acuerdo porque no lo hace. Al contrario, me ha sorprendido la brevedad con la que trata asuntos tan delicados como el Troopergate, la entrevista de Katie Couric, las ethics complaints y otros en los que podría haberse explayado y clamado justicia a todos los dioses como una especie de Electra moderna. Sin embargo, se limita a dar su versión de lo sucedido y punto, lo cual está más que bien porque hay muchas cosas más interesantes de las que escribir que sobre eso, aunque tampoco lo pueda obviar.

Dos palinistas de pro haciendo lo que deberían estar haciendo todos los palinistas de pro en estos momentos: leyendo Going rogue. ¡Malditos editores españoles! ¿A qué están esperando para encargarme la traducción? Si la haría hasta gratis. ¡No ven que es ya una cuestión de salud pública! Y a Rillot que le encarguen el prólogo a la edición española, por favor. Mejor, que se lo encarguen todo a él que lo hará mil veces mejor. Yo me conformo con ser su bloguista más malo.

Lo que viene después del Going rogue tour

Diciembre trae consigo el final de la gira de Sarah Palin, las Navidades y la temida cuesta de enero. Sin embargo, y a diferencia de otros años, febrero promete ser un mes más que interesante para todos los partidarios de Sarah Palin. A falta de confirmar más eventos, los tres que Sarah ya tiene programados para ese mes son de aúpa. En concreto, me estoy refiriendo a los siguientes:

  • En primer lugar, el 5 de febrero, Sarah viajará  a Salina (Kansas) para pronunciar un discurso en el banquete anual de la Cámara de Comercio de la Zona de Salinas, un evento que suele estar abierto a todos los miembros del público que adquieran una de las entradas puestas a la venta (lo que van a durar) después de haber atendido todas las peticiones de los miembros de la Cámara.

Y es que al igual que sucedió con su discurso en Hong Kong, esta institución tiene la costumbre (buena costumbre, diría yo) de invitar a sus saraos a una figura prominente del mundo de la política tanto nacional como internacional, habiendo pasado por allí desde el antiguo presidente George H. W. Bush (Bush 41) y el antiguo primer ministro británico John Major, hasta el antiguo fiscal general de Estados Unidos, John Ashcroft.

Todavía no sabemos sobre qué versará su discurso, pero imagino que dependerá un poco del momento político que se viva en Estados Unidos en esa fecha. Sin embargo, tengo una corazonada que me dice que puede ser su discurso más “político” hasta la fecha, entrando en detalles acerca de su propuesta de “common sense conservatism” (conservadurismo con sentido común) y puede que hasta polemizando con la actual administración en más de una cuestión, pero siempre con haciendo mucho énfasis en la economía ya que por algo se trata de una cámara de comercio.

  • En segundo lugar, al día siguiente, 6 de febrero, Sarah será la oradora principal en lo que va a ser la primera convención nacional del movimiento Tea Party que tendrá lugar en Nashville (Tennessee) durante los días 4 a 6 de febrero. Ésta es la primera vez que Sarah se vincula de manera directa con este movimiento, fuera ya de meras declaraciones de simpatía y apoyo por su parte. La congresista republicana por Minnesota, Michele Bachmann, es otra de las oradoras invitadas.

Después de unos meses en los que parecía que el movimiento Tea Party había desparecido de la vida pública, nada más lejos de la realidad; son otros que están recargando también. Así, esta convención trata de poner en contacto directo a tantos organizadores y voluntarios del movimiento como sea posible, proporcionando la mejor preparación a quienes son sus verdaderos líderes del movimiento para organizarse de cara a las elecciones de 2010, una ocasión de oro para hacer valer su fuerza, algo que ya se demostró más que decisivo en NY-23. Una de las propuestas que se pretende llevar a cabo es la de celebrar una concentración masiva en toda Estados Unidos el Tax Day (15 de abril), además de organizar otra marcha sobre Washington el próximo 12 de septiembre, al igual que ya ha sucedido este año. Tal y como dice la propia organización en su página web (ver aquí):

“En lugar de promocionar a un grupo, evento o candidato, el objetivo prioritario de este encuentro es reforzar la conexión personal y la coordinación entre grupos locales por todo el territorio nacional. Los líderes del movimiento Tea Party son los organizadores locales y los voluntarios de cientos de ciudades. Este evento debería servir para presentarse personalmente unos a otros y compartir ideas acerca de cómo tener un mayor impacto en 2010.  Los objetivos son interconectar, fortalecer e inspirar a los líderes locales y voluntarios para alcanzar mayores objetivos en 2010”.

Evidentemente, el objetivo de la convención no es el de nombrar a Sarah Palin presidente del movimiento Tea Party, pero sí buscar la manera de que los miembros del movimiento y ella, la favorita del movimiento a la hora de representarlo, puedan encontrar una manera de trabajar juntos en lo que no deja de ser una agenda común por ambas partes, la descrita en la página web del movimiento en estos términos:

Tea Party Nation (o TPN) es un grupo autogestionado de personas de igual opinión que desean las libertades dadas por Dios a cada ser individual y que fueron puestas por escrito por los Padres Fundadores. ¡Creemos en el gobierno limitado, la libertad de expresión, la Segunda Enmienda [derecho a tener y llevar armas], nuestros militares, unas fronteras seguras y nuestro país!”.

Como ya escribí hace un tiempo, el movimiento Tea Party necesita un líder, ahora bien, ¿será Sarah Palin ese líder? Cuando el verano pasado, el Tea Party Express, aquella gira en autocar que organizaron los del movimiento para hacer llegar su mensaje y convocar a la gente a la Marcha sobre Washington del 12 de septiembre, recorría el país, muchos esperaban que Sarah se uniese al recorrido en alguna de sus paradas, algo que no hizo. Como tampoco apareció en Washington el día de la Marcha. Sin embargo, finalmente, Sarah ha accedido a pronunciar el discurso principal en su primera convención nacional y de allí espero que salgan las líneas maestras que van a marcar una relación entre un movimiento que busca un líder y una líder que está creando paso a paso su propia base de apoyo, pero que se niega a ser encuadrada en ningún movimiento que no sea el suyo propio. Es por eso que creo que es más fácil que sea alguien como Michele Bachman quien pueda ser la cara “oficial” del movimiento (especialmente porque ella es congresista y ella sí que puede hacer resonar su voz en Capitol Hill) por mucho que su espíritu sea el de Sarah Palin. Y es que si algo ha aprendido ésta última de su tiempo con McCain es el peligro que supone el no llevar las riendas. El movimiento Tea Party ya tiene algunos líderes propios, los de las organizaciones que lo sustentan (entre otras, por ejemplo, National Taxpayers Union, American Majority, Smart Girl Politics y SurgeUSA). El que Sarah pretendiera ocupar la cabecera de la mesa la convertiría en una primus inter pares y la dejaría en una mala situación para elegir libremente su propio destino, algo que por lo que estamos viendo desde hace meses es su principal objetivo: ella apunta, ella dispara. ¿Colaboración con el movimiento Tea Party? Por supuesto porque los objetivos de ambos son idénticos. ¿Integración de uno con otro? No. Además, Sarah ya ha demostrado más de una vez que no pretende aglutinar a todos los descontentos con la politics-as-usual, sino que prefiere una constelación de organizaciones que se apoyen mutuamente a la espera de que todas juntas cristalicen en una base de apoyo como la que dio la victoria a Ronald Reagan en 1980.

  • En tercer lugar, el 8 de febrero, Sarah viajará a Redding (California) para pronunciar otro discurso en la Sierra-Cascade Logging Conference, una de las reuniones más importantes del sector maderero en todo el país. El discurso muy posiblemente se centre en cuestiones de energía y su visión sobre la conservación del medio ambiente de una manera tal que no impida el desarrollo económico. Es una suposición, pero sería bastante lógico que versara sobre ello.

Como podemos ver, tres discursos en cuatro días y uno de ellos tan importante como el del día 6 en Nashville. Convertida en el centro de atención del movimiento conservador estadounidense (que no republicano porque el Partido Republicano está más que tocado después del desastre que supuso para su credibilidad NY-23) y consolidada en su papel como referente de la oposición política a la actual administración, Sarah Palin se encuentra en una situación casi ideal con su propia base de apoyo que no deja de crecer y crecer, sus propios recursos económicos (su capacidad de recaudación aún no ha sido puesta a prueba pero nadie duda de que puede superar todas las marcas dejadas por el actual presidente), su propia organización política (SarahPAC sigue trabajando y su círculo de asesores, muchos de ellos procedentes de la campaña McCain-Palin, se va completando con nombres cada vez más valiosos –menos el de Schmidt, que es sinónimo de “zoquete engreído”) y su propio canal de comunicaciones (Facebook y su millón largo de “amigos” le permite llegar a todo el país sin tener que suplicar una entrevista en un medio de comunicación; además, ahora son ellos los que le suplican una entrevista o si no que se lo digan a Oprah, cuyos datos de audiencia el día de la aparición de Sarah en su programa fueron los mejores en dos años). En definitiva, Sarah está preparada para empezar a disparar, después de todo este tiempo recargando, tal y como dijera bien gráficamente su padre. Y el primer tiro ya lo ha dado: el Going rogue tour.

¿Despegamos?

Voy a ser audaz. En mi opinión, el Going rogue tour supone un ensayo a pequeña, muy pequeña, escala de lo que va a ser la campaña electoral de Sarah en 2012. ¡Toma ya! Por audaz que no quede. Más en concreto, creo que el Going rogue tour es un ejemplo de cómo va a ser dicha campaña, una campaña basada en el contacto personal, inmediato y directo con los votantes. Vamos, casi como si Sarah le dijera a Steve Schmidt, el asesor principal de McCain en la pasada campaña electoral: “¿Lo ves, idiota? ¡Esto es lo que tendríamos que haber hecho y no lo que hicimos, so cabeza hueca!”.

Ciertamente me arriesgo mucho diciendo esto porque más de uno de mis lectores estará pensando que me he pasado porque no se trata más que de la presentación de un libro y no de buscar el voto para unas elecciones. Sin embargo, entre vender libros y vender a un candidato no veo yo mucha diferencia y eso es lo que me hace pensar que detrás de toda esta gira hay más de lo que parece a primera vista.

Para empezar, tomemos la gira en sí. Una gira por 26 estados, uno más de la mitad de los que componen Estados Unidos por mucho que para el actual presidente, Estados Unidos esté constituido por 58 estados, tal y como dijo públicamente el 8 de mayo de 2008 en Oregón (para ver la pifia y reírse un buen rato, haga clic aquí. A saber de dónde habrá sacado él los que sobran). En esos 26 estados, ha parado en 32 localidades distintas, pocas de las cuales son las grandes capitales en las que todos pensamos cuando alguien nos hace una encuesta y nos pregunta por ciudades de Estados Unidos, ya saben: Nueva York, Washington, Los Ángeles, Boston, Chicago, Miami, etc. Sí que ha habido grandes localidades como Cincinnati (Ohio), Phoenix (Arizona), Minneapolis (Minnesota), Salt Lake City (Utah) o Reno (Nevada), pero no son las habituales en una gira de este tipo. Sarah ha dejado aparte lo que podría denominarse como la América “liberal” y se ha volcado en la “conservadora”, la que todavía siente su bandera como propia y no se avergüenza de ella, la que en palabras del presidente “vive aferrada a sus armas y a su religión”, la que no quiere que el gobierno federal les dé la sopa boba y a cambio sólo aspiran a que les deje en paz para ganarse la vida con el sudor de su frente. Es decir, sus votantes naturales. Los que tienen claro desde el año pasado que Sarah “es una de ellos” y que no han cejado en su apoyo a ella desde entonces.

Después, podemos ver como esta gira no ha sido una mera gira de carretera y manta que diría un castizo sino que ha estado salpicada de apariciones ante los medios de comunicación. Muchas apariciones. De hecho, los medios se han dado de tortas para conseguir la presencia de Sarah en sus programas y el que no lo ha conseguido… bueno, es un dato para reflexionar sobre ello. La víspera de empezar la gira, Sarah apareció en el programa de Oprah, una de las principales voceras del actual presidente. Fue un movimiento arriesgado pues muchos pensábamos que Oprah podría estar deseosa de emular a Couric y tenderle una trampa, pero Sarah ha aprendido mucho desde entonces y ya no tiene a Nicole Wallace, otra que tal, a su lado para que la lleve a la boca del lobo. La entrevista fue buena desde el punto de vista de Sarah ya que no tuvo el más mínimo problema para responder a lo que quiso y no responder a lo que no quiso; para Oprah, fue un regalo de Navidad ya que obtuvo los mejores datos de audiencia en los últimos dos años. Evidentemente, no es una entrevista para recordar porque no se trató apenas ningún tema de interés. Mera chafardería y un repaso bastante innecesario por varias de las Palin smears que amargaron la vida de Sarah durante toda la campaña electoral y posteriormente, desde el escándalo ese de la ropa hasta el embarazo de su hija Bristol, pasando por la maternidad de Trig. En algunos momentos, Oprah estuvo un poco estúpida, pero nada excesivo. Se entiende porque es una periodista progre y todos sabemos lo muy limitados intelectualmente que están esos tipos. Es casi para sentir lástima de ellos, ¡snif, snif!

Una vez que Sarah dio el aldabonazo con su aparición en el programa de Oprah, empezó la gira y con ella una larga serie de apariciones en programas de periodistas, ahora sí, serios y competentes. Repasen la lista conmigo y convendrán en su excelencia: Barbara Walters, Rush Limbaugh, Mark Levin, Sean Hannity, Eddie Burke, Bill O’Reilly, Greta Van Susteren, Laura Ingraham, Dennis Miller, Gretchen Carlson, etc. Con todos ellos, Sarah pudo centrarse por fin en sus propuestas políticas y de hecho algunas de esas entrevistas las he ofrecido traducidas en este blog. ¿Qué es lo bueno de toda esta exposición a los medios? Pues fundamentalmente que borran de la memoria del público aquel par de entrevistas Gibson/Couric que hasta ahora ocupaban la mente de todo el mundo cuando recordaban a Sarah. Las vuelven tan viejas que parece un mal chiste que alguien las pretenda recordar a estas alturas. Como una foto nuestra de adolescentes con acné, pelo largo y llevando unos tejanos gastados cuando ya hace tiempo que hemos rebasado la cuarentena y tenemos cientos de fotos posteriores para escoger, bien cortados, bien afeitados y bien vestidos.

Por otra parte, la gira tenía como objetivo fundamental el promocionar un libro, ciertamente. Pero es que la autora es una política y, en consecuencia, es inevitable el hablar con ella de política. ¿Qué ha hecho Sarah durante sus entrevistas? Aparte de referirse al libro y a su familia, Sarah se ha dado buena maña en hace hincapié en su mensaje de “common sense conservative” (conservadora con sentido común), algo que aparece a menudo en las páginas de Going rogue también, centrando su mensaje en unas pocas ideas-fuerza: la cuestión de la economía (menos impuestos), la cuestión de la energía (Drill, baby, drill!), la cuestión de la seguridad nacional (estamos en Afganistán, y donde haga falta, para ganar), la cuestión de la reforma de la Sanidad (“death panels”) y la cuestión de una clase política que vive a espaldas de sus representados y que pretende aumentar aún más su poder (¡basta al crecimiento del gobierno federal!). Es decir, unas pocas ideas que configuran el corazón de su propuesta política y que a base de repetirlas una y otra vez acaban calando en la mente del público y distinguiendo perfectamente a ese candidato de sus competidores, tanto demócratas como republicanos. Resulta curioso comprobar además que algunas de esas ideas son las mismas que la llevaron a ganar las elecciones como gobernadora de Alaska: menos gobierno, más energía y una reforma ética ya. Es cierto que Sarah todavía tiene que articular un poco más su mensaje, pero es lo que está haciendo y ahora mismo, la parte que conocemos, es lo bastante consistente como para pasar la prueba de una campaña electoral  con sus debates televisados incluidos (¿se imaginan a Sarah zurrando de lo lindo al presidente en la tele?). Mientras tanto, Sarah sigue completando su equipo de asesores y por lo que conocemos de estos, son de lo mejorcito; gente bien preparada, con experiencia y que creen en ella. Además, su programa (o lo que acabará siendo éste) habla de las cosas que realmente importan a los estadounidenses corrientes y lo hace en su propio lenguaje, nada de hablar de un “cambio” celestial ni del precio de la rúcula. Habla de personas y desafíos, de libertad y de trabajo duro, de Estados Unidos y de su destino excepcional. Habla con el corazón y eso es algo a lo que hace mucho tiempo que los estadounidenses no están acostumbrados. Por eso la gente se siente tan identificada con Sarah y por eso la opinión de todos ellos es la misma: “Ella es una de nosotros”.

Gira, presencia en los medios de comunicación, programa… ¿y la gente? Pues haciendo colas de veinticuatro horas en medio del frío esperando para verla unos pocos segundos. Semejante demostración de veneración no ha sido vista en Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Sarah atrae multitudes. Sarah puede llenar el campo de fútbol que ustedes quieran con sus seguidores. Sarah puede romper todos los records de recaudación de donaciones del actual presidente tan pronto como se ponga a ello. La gente está con Sarah y es cierto que yo no soy el más indicado para decirlo porque no dejo de ser más que una cheerleader masculina suya, pero es algo evidente para cualquiera que tenga ojos en la cara. Por algo Huckabee se está planteando su retirada de la campaña porque el electorado al que pretende llegar él es el mismo que está captando masivamente ella. Su visita al pastor Billy Graham y la “bendición” por parte de éste nos demuestra el entusiasmo que despierta entre el electorado tradicional para el cual la religión no es algo vergonzoso que esconder sino todo lo contrario. El apoyo electoral por parte de estos votantes a un candidato supone prácticamente el triunfo de éste en muchos estados de Estados Unidos, el llamado Bible belt (cinturón bíblico), que coinciden bastante bien con el Sur histórico de Estados Unidos.

Todavía es pronto para pronosticar victorias, pero la intensa movilización que experimentan los partidarios de Sarah en todo el país mueve a pensar en unas primarias republicanas con un elevadísimo índice de participación, en muchos casos de personas que no suelen participar en ellas, y en las que los rivales de Sarah se van a encontrar con muchos problemas para triunfar porque por cada votante que puedan tener, Sarah puede quitarles tres. Es el “efecto Palin” que ha llevado incluso a alguna población ha declararse “Palin country” (Tri-cities, Washington) en lo que no deja de ser una broma, pero con mucho sentido. Las elecciones de 2010 están a menos de un año vista y veremos quiénes serán los candidatos favorecidos por el apoyo de Sarah. Sin duda, más de una sorpresa habrá. Ya demostró Sarah en NY-23 hasta qué punto puede ir ella going rogue y sin duda no será la última vez, sobre todo después del bochornoso espectáculo con que nos regala el GOP día sí y día también. Y es que si aún hay alguien que tenga alguna duda, simplemente piense: ¿cómo estaría Estados Unidos sin Sarah Palin en lo que se refiere a la oposición a la actual administración? De hecho, ¿habría alguna oposición de verdad? ¿El GOP ya sería una segunda marca del Partido Demócrata? ¿Sería Estados Unidos ya un país de partido único?

En definitiva, que entiendo que el Going rogue tour aparte de su intención fundamental de servir a Sarah como medio para restaurar el contacto personal entre ella y los estadounidenses normales y corrientes a la manera que a ella le gusta: a pie, sonriendo, con Trig en brazos, Piper a su lado y preguntando su nombre a todo el mundo, es también una discreta prueba del tipo de campaña que pretende realizar en 2012 (que sí, ¡Palin 2012!), una campaña sin columnas de cartón-piedra al estilo de su rival demócrata ni levitaciones colectivas ni promesas de arco iris y unicornios, sino una campaña de tú a tú al mejor estilo alasqueño, ¡caramba!

Hay quien opina que 2012 es muy pronto para Sarah. Yo opino que no es muy pronto sino que es muy tarde porque tendría que haber sido 2008. Sencillamente no podemos permitirnos cuatro años más con el actual presidente en la Casa Blanca. Además, no es Sarah de hacer cálculos porque si alguna vez los hubiera hecho, no hubiera llegado nunca adonde ha llegado. Ella pone su destino en manos de Dios y echa a andar confiada. ¿Que el presidente optará a la reelección y no es un buen momento ése? También Murkowski, el anterior gobernador de Alaska, optaba a la reelección y ganó Sarah. ¿Qué el Partido Republicano y muchos sabihondos de esos que escriben por ahí la odian? También la odiaban en Alaska y ganó Sarah. ¿Que todavía le faltan conocimientos y habilidades? No hay ninguna escuela para presidentes y todos llegan al cargo sin saber qué hacer, pero ella ya ha vivido una transición como gobernadora entrante y saliente, sus ideas están claras, sabe lo que quiere y además está aprendiendo tanto que de aquí a tres años puede que sepa más que los ratones colorados y a buen seguro más que el actual presidente quien nunca me ha parecido una lumbrera que digamos sino un buen vendedor de crecepelos.  Pero es que después de cuatro años untándote la calva con el menjunje ese, hasta el más crédulo acaba comprendiendo que le han timado. ¿O no?