Hoy es 11 de septiembre. Un día de dolor. Incluso de ira. Hoy no es día para la elocuencia y sí para la reflexión. Y para ayudar a esa reflexión, nada mejor que recordar, al igual que ya hicimos el año pasado, a aquellos de nuestros mayores que tuvieron la desgracia de vivir días tristes también, pero supieron afrontarlos, resistir la tentación y seguir luchando hasta lograr finalmente la victoria por muy costosa que ésta fuera. Aquellos que pueden darnos ejemplo y servirnos de guía para el presente. Como Charles De Gaulle (1890-1970) aquel 18 de junio de 1940, cuando la ola nazi acababa de arrasar Francia y amenazaba con detenerse nunca. Sin embargo, y a diferencia de muchos de sus compatriotas que dieron la bienvenida alborozados a sus nuevos amos, De Gaulle se negó a hacer lo mismo y quiso que todos lo supieran para que no perdieran la esperanza. Podían haberles derrotado, pero vencido nunca. Ellos eran los buenos.
Charles de Gaulle en el momento de leer su inmortal mensaje a todos los franceses. Un ejemplo de valor ante la adversidad y de confianza en el esfuerzo, el tesón y el sacrificio. Junto a sir Winston Churchill, un gigante en tiempos de gigantes y un ejemplo que mucho me temo que sería irrepetible en estos tiempos de enanos complacidos en su propia pequeñez.
Mensaje del general Charles de Gaulle en la BBC el 18 de junio de 1940
El gobierno francés, después de haber pedido un armisticio, ahora sabe las condiciones dictadas por el enemigo.
El resultado de estas condiciones sería la desmovilización total de las fuerzas de tierra, mar y aire francesas, la entrega de nuestras armas y la ocupación total del territorio francés. El gobierno francés quedaría bajo la tutela del alemán e italiano.
Por lo tanto, puede decirse que este armisticio no sólo sería una capitulación, sino que también reduciría el país a la esclavitud. Ahora, un gran número de franceses se niegan a aceptar la capitulación o la esclavitud por razones que se llaman: honor, sentido común y los intereses superiores del país.
Digo el honor porque Francia se ha comprometido a no deponer las armas salvo de acuerdo con sus aliados. Mientras los aliados continúen la guerra, su gobierno no tiene derecho a rendirse al enemigo. Los gobiernos polaco, noruego, belga, holandés, luxemburgués, aunque expulsados de sus territorios, han interpretado así su deber.
Digo el sentido común porque es absurdo considerar la lucha como perdida. Es cierto que hemos sufrido una gran derrota. Perdimos la batalla de Francia por culpa de un sistema militar defectuoso, errores en la conducción de las operaciones y el espíritu derrotista mostrado por el gobierno durante los últimos combates.
Pero todavía nos queda un vasto imperio, nuestra flota está intacta y contamos con grandes sumas de dinero en oro. Todavía tenemos aliados, que poseen inmensos recursos y que dominan los mares. Todavía tenemos las posibilidades gigantescas de la industria americana. Las mismas condiciones de la guerra que nos hicieron ser golpeados por 5.000 aviones y 6.000 tanques mañana pueden darnos la victoria por medio de 20.000 tanques y 20.000 aviones.
Digo los intereses superiores del país porque ésta no es una guerra franco-alemana a decidirse en una sola batalla. Ésta es una guerra mundial. Nadie puede prever si los países neutrales de hoy no estarán en guerra mañana o si los aliados de Alemania seguirán siendo siempre sus aliados. Si los poderes de la libertad triunfan finalmente sobre los de la servidumbre, ¿cuál será el destino de una Francia que se ha sometido al enemigo?
El honor, el sentido común y los intereses del país exigen que todos los franceses libres, dondequiera que estén, continúen la lucha de la mejor que puedan.
Por tanto, es necesario agrupar la mayor fuerza francesa posible donde esto se puede hacer. Todos los elementos militares franceses que se puedan recoger y las potencialidades para la producción de armamentos debe ser organizado donde quiera que existan dichos elementos.
Yo, el general De Gaulle, emprendo esta tarea nacional aquí en Inglaterra.
Hago un llamamiento a todos los militares franceses de las fuerzas de tierra, mar y aire, hago un llamamiento a los ingenieros franceses y a los trabajadores cualificados de la industria armamentística que estén en suelo británico o tengan los medios para llegar hasta aquí para que vengan y se reúnan conmigo.
Hago un llamamiento a los líderes, junto con todos los soldados, marinos y aviadores de los ejércitos de tierra, mar y aire, donde quiera que ahora estén, a ponerse en contacto conmigo.
Hago un llamamiento a todos los franceses que quieren seguir siendo libres para que escuchen mi voz y me sigan.
¡Viva Francia libre con honor e independiente!
Hace un año les recordé las palabras de otro gigante, sir Winston Churchill, que, al igual que De Gaulle, veía llegar para su país y para toda la Humanidad una larga etapa de penalidades. Sin embargo, ninguno de los dos contemplaba pronunciar la palabra “rendición” y eso a pesar de los cantos de sirena de muchos de los que les rodeaban, tan ansiosos por vender su libertad y la de todos los demás por un plato de lentejas. Ellos no lo entendieron así y pensaron que la libertad es algo que no sólo no es que tenga precio, sino que si lo tuviera, éste sería tan caro como el de la propia vida. Y precisamente por eso merece la pena empeñar esa vida en defensa de esa libertad. Algo que no entendían muchos en aquel tiempo y que ahora entienden muchos menos lamentablemente.
Les dejo pues con un video que recoge la emisión de ese discurso por la BBC ese mismo día 18 de junio de 1940, el día en que el Mal se creyó que había vencido, pero el Bien pensaba: ¡Espera y verás!
http://www.bbc.co.uk/news/10339678
Por mi parte, no hay nada más que decir hoy. Que Dios les bendiga a todos.