America by Heart. Un resumen (III)


 

Viernes, 31 de diciembre de 2010. Son las 18.15 h y estoy en casa. Hoy no he tenido trabajo por la tarde y qué mejor manera de celebrar el fin de año que con una buena, pero sencilla comida, una animada sobremesa conversando sobre las esperanzas que mi familia y yo tenemos depositadas en el año que viene y una buena película después. Hemos visto… ¡Caballero sin espada! Por fin la he encontrado en una tienda (muchas gracias a Santi por enviarme ese enlace a YouTube para hacerme más llevadera la espera) y llevaba días ansiando verla. Es cierto que yo personalmente ya la había visto hace años, pero ha sido ahora, tras haber llamado Sarah Palin mi atención sobre ella, que la he visto de nuevo y la verdad es que la he apreciado realmente. La película es de 1939 y a pesar de que los trajes de los protagonistas denotan su antigüedad, su mensaje es aún más actual que nunca: cómo mantener los ideales en un mundo donde el cinismo se ha convertido en virtud y la inocencia se contempla como una aberración que hay que extirpar como sea, principalmente de los niños. Y la respuesta es sencilla: ¡manteniéndote firme en tus creencias y no dejando que nadie te diga que te sientes y te calles!

¡Piper también firma! ¿Qué se creían? Hay que ver lo que ha crecido desde que la vimos por primera vez en 2008. Está hecha toda una jovencita.

Tras elogiar la Declaración de la Independencia, la Constitución de los Estados Unidos y a sus Padres Fundadores, Sarah pasa ahora a hablarnos sobre otro de sus temas más queridos: los hombres y mujeres que sirven en el Ejército de los Estados Unidos. Y lo hace recordando el día en que su primogénito, Track, se alistó sabiendo que un año después él y su unidad serían destinados a prestar servicio en Irak.

Fue un 11 de septiembre cuando Track se alistó y fue otro 11 de septiembre, justo un año después, cuando se celebró la despedida. Ya era la candidata a la vicepresidencia por aquel entonces y recuerda que incluso en un día tan importante para ella tuvo que pelear con los zoquetes que dirigían (mal) la campaña electoral de McCain para que le dejaran volar de vuelta a Alaska y poder asistir, siendo como era la madre de un soldado que partía a una guerra en defensa de la libertad de los iraquíes y de todo el mundo, precisamente a una zona tan peligrosa como lo era en aquel entonces la provincia de Diyala. Y fue también otro 11 de septiembre, ya en 2009, cuando concluyó su tiempo de servicio y volvió a casa… sólo que Track no volvió ese día. ¿Por qué? Pues porque uno de sus camaradas estaba herido y necesitaba regresar con urgencia a los Estados Unidos y no había suficiente sitio para él en el avión militar que les iba a trasladar, así que Track cedió su asiento y permaneció un mes extra en Irak, sin querer decirle a su familia el verdadero motivo y aún cuando finalmente regresó, queriendo decirlo hasta que finalmente lo hizo. Sarah explica que nunca se había sentido tan orgulloso de su hijo como entonces. Y ciertamente es para estarlo.

Al hilo de todo ello, Sarah aprovecha para reflexionar sobre qué es lo que impulsa a unos chicos y chicas tan jóvenes y a quienes nunca ha faltado de nada a arriesgarse a sacrificar sus vidas para defender a su país en una tierra lejana. Prácticamente todos tienen un hogar, una educación, oportunidades en la vida… y de repente lo dejan todo y se alistan y saben que en el momento más inesperado pueden morir y aún así lo hacen.

En el caso de Track, Sarah cuenta que se debe a su voluntad de que su familia viva en un mundo seguro y que les abra los brazos. Y seguramente para muchos de sus camaradas sea la misma razón. Para Sarah, los estadounidenses son patriotas, pero no necesariamente ideológicamente. Quieren simplemente vivir sus vidas y perseguir sus sueños y dejan que los demás vivan las suyas y persigan sus propios sueños. Y eso bastaría si los Estados Unidos fueran una nación más. Pero no lo son porque los Estados Unidos son excepcionales. Y lo son porque se trata de la única nación sobre la faz de la Tierra que se fundó no basándose en un territorio, una cultura o un pueblo, sino en una idea: la idea de que todos los seres humanos tienen el derecho otorgado por Dios de ser libres. Y esa idea es la que defienden todos esos jóvenes, “una causa mayor que ellos mismos”, tal y como la llamó en su momento John McCain.

Sarah nos cita entonces el libro de William Bennett The American Patriot’s Almanac para señalarnos su primera cita de hoy: una de las “doce razones para amar a un gran país”. La escogida por Sarah es la número siete y habla de que el ejército de los Estados Unidos es el mayor defensor de la libertad en el mundo, habiéndolo demostrado con creces dos veces durante el siglo pasado, frente a los repulsivos regímenes nazi y comunista, habiendo liberado a más gente de la tiranía que ninguna otra nación en la historia.

Pero eso no implica que los Estados Unidos amen la guerra, sobre todo porque cuando alguien va a enviar a los hijos o hijas de sus compatriotas a una de ellas, más le vale tener una buena razón. Y esa razón es invariablemente la libertad y no como repiten enfebrecidos los mismos de siempre el provecho de los capitalistas, el petróleo o el gusto por el imperialismo. Los Estados Unidos llevan la libertad en la sangre y la llevan desde los primeros días como nación libre e independiente, algo que ya supo ver Alexis de Tocqueville cuando llamó a la libertad “un hábito del corazón” porque son valores que no se aprenden como la buena educación, sino que se llevan en la sangre y que no puede ser enseñado. Y todo eso lo refleja Sarah contando la historia de un antiguo veterano de la Guerra de la Independencia que, cuando fue entrevistado por un historiador en 1843 e interrogado por sus motivos para alistarse en las tropas de Washington, respondió que no fue por la Ley del Timbre, ni por el impuesto del té, ni por sus lecturas de Harrington, Sidney o Locke sobre la libertad, sino simplemente porque ellos siempre habían sido libres y pretendían seguir siéndolo.

Todo esto sirve sobre todo para que Sarah se interrogue sobre el motivo por el cual Hollywood y las elites culturales de hoy en día se obstinan en no apoyar a su ejército, algo que no sucedió, por ejemplo, durante la II Guerra Mundial cuando Jimmy Stewart sirvió en las Fuerzas Aéreas o Henry Fonda lo hizo en el Pacífico o incluso Elvis Presley se incorporó a filas cuando fue llamado a ellas.

Tal vez la más famosa historia de una estrella de Hollywood sirviendo orgullosamente en el ejército de su país sea la del director John Ford, de la cual toma Sarah su siguiente cita. Ford se alistó en la Armada y sirvió en el Pacífico, documentando la guerra allí. Durante la batalla de Midway fue herido por un pedazo de cemento que saltó por los aires y luego por una bala perdida, pero dejó escritos sus recuerdos del momento y el que más le impresionó fue ver a unos jóvenes marines a su lado manteniendo la calma y no mostrando la más mínima señal de duda acerca de su deber, lo que le convenció de que esa guerra estaba prácticamente ganada.

Entre los cineastas de hoy en día, Sarah sólo puede encontrar a Steven Spielberg para señalar a uno que apoye al ejército de su país, sobre todo por su película Salvar al soldado Ryan y su serie televisiva The Pacific. El resto de Hollywood, deja mucho que desear, habiendo llegado al punto de rodar películas derrotistas mientras las tropas están todavía combatiendo sobre el terreno. Afortunadamente, todas esas películas han fracasado en la taquilla porque los estadounidenses saben lo que quieren y no es eso precisamente. Algo que es francamente muy desagradecido cuando todas esas figuras del celuloide son ricas y famosas porque antes esos mismos soldados a los que denigran en sus películas se han batido para que puedan disfrutar de su libertad (incluso de su libertad a denigrarlos si así lo desean) y de ser ricos y famosos. La libertad la ganan los soldados, no los predicadores, los periodistas, los poetas ni nadie más. Y eso lo expresa mejor que nadie un poema que su tío le envió a Sarah recientemente y que incluye en este capítulo. Al igual que incluye un fragmento de la canción de Toby Keith “Courtesy of the Red, White and Blue” que dice que cuando uno se mete con los Estados Unidos de América lo menos que se puede esperar es una patada en el culo.

Los soldados soportan mucho, ellos y sus familias. Lo menos que podríamos hacer, dice Sarah, es reconocerles su valía. Eso no quiere decir que no sea justo cuestionar una guerra o a los dirigentes políticos que nos embarcan en ella, pero distinguiéndolo de los principios fundamentales que están en juego y reconociendo a los que soportan la carga. Como hizo Ronald Reagan en 1985, recordando el aniversario del desembarco de Normandía. Ni más ni menos.

Pero ese respeto debe labrarse desde la más tierna infancia y debe ser inculcado por los padres. Un nuevo recuerdo de Sarah nos lleva a cuando era niña y sus padres hicieron un viaje larguísimo en coche desde Alaska hasta Idaho. Para entretenerse, Sarah sólo tenía a sus hermanos y una colección de ejemplares del Reader’s Digest, donde leyó por primera vez la historia del sargento Henry Erwin, quien arriesgó su vida cargando con sus brazos una bomba de fósforo que había fallado y que estaba ardiendo en pleno avión para tirarla y salvar así a todos sus camaradas. Su heroicidad le valió la Medalla al Honor del Congreso y aún pareció poco para lo que había hecho. También leyó en su momento sobre el capitán Chris O’Sullivan, que falleció en Vietnam en 1965 y cuya viuda tuvo que soportar llamadas telefónicas en la que se alegraban de que su marido hubiera muerto en la guerra, una historia que, agrupada en otra mayor sobre cómo se trató a las tropas estadounidenses que regresaron a casa después de combatir en Vietnam, cuando se les escupía por la calle y se les insultaba llamándoles “asesinos de niños”, forman parte del lado más oscuro de la historia estadounidense. Uno puede estar en desacuerdo con las decisiones de sus dirigentes políticos, pero no debe pagar ese desacuerdo en quienes simplemente han cumplido con su deber de la forma más honorable posible. Afortunadamente, no es una mayoría de estadounidenses quienes actúan de esa manera y Sarah explica que su hijo Track y sus camaradas recibieron en Irak muchas muestras de apoyo por parte de sus compatriotas en forma de carta y galletitas caseras que ellos agradecieron entusiásticamente.

Otro recuerdo de Sarah: durante la campaña electoral, la gente insultando a John McCain quien, dejando aparte sus opiniones políticas, nadie puede negar que se trata de un héroe estadounidense por su bravo comportamiento durante la Guerra de Vietnam. McCain fue torturado brutalmente durante su cautiverio, tal y como lo relató él mismo en su libro de memorias Faith of My Fathers. Tan desesperado llegó a estar que intentó suicidarse en su celda, pero sus guardianes lo evitaron. Por fin, incapaz de resistir por más tiempo la tortura, McCain firmó una confesión redactada en términos tan ridículos que nadie en su sano juicio podría haberla firmado, siendo evidente que tuvo que hacerlo bajo presión. McCain se avergonzó inmediatamente de haber cedido y cualquiera que piense que él no lo hubiera hecho, mejor que se lo piense dos veces. Yo no estoy seguro de ello; de hecho, estoy casi seguro de que habría cedido antes. McCain tuvo que vivir mucho tiempo con el remordimiento de haber cedido, pero nadie se lo puede reprochar y quién lo haga es sencillamente un canalla.

Y nada de pensar que, tal y como me dijo a mí personalmente una de mis conocidas un día, que los soldados estadounidenses son “la escoria de la sociedad”. Quien diga eso, miente. De hecho, el ejército de los Estados Unidos tiene una proporción superior a la que se da en la sociedad de personas altamente educadas. O sea, que el clamor del antiguo candidato a la presidencia John Kerry de que o estudias o te irás a Irak es propio de un miserable. Afortunadamente, los soldados estadounidenses tienen mucho más carácter que estos bufones y continúan defendiendo su derecho a hablar mal de ellos y no se quejan siquiera. Y es que precisamente quienes más tienen que agradecer a los soldados estadounidenses, los medios de comunicación, Hollywood, las elites de Washington, etc., peor hablan de ellos. Claro que también lo hacen de todo lo demás que tiene algo que ver con el modo de vida estadounidense: la libertad de expresión, la fe religiosa, los valores tradicionales, etc. Y es que tal y como Sarah recuerda haber cantado en la escuela: “La libertad no es gratis. Tienes que pagar un precio. Tienes que sacrificarte por nuestra libertad”.

Y por fin, Sarah recuerda una visita que hizo a Fort Hood en Texas durante su gira de promoción de Going Rogue, el mismo sitio donde un psiquiatra militar que se había convertido en jihadista asesinó a trece de sus camaradas e hirió a muchos más. Una descripción del soldado estadounidense escrita por su hermano, Chuck, le sirve para expresar el infinito respeto y afecto que tanto ella como el resto de la familia Palin sienten por los militares estadounidenses. Sarah es la madre de uno de ellos y cuando su hijo Track estaba en Irak y todo a su alrededor bullía y le llovían más los tiros a ella en casa que a Track en Irak, ella misma reconoce que bastaba con que recibiera noticias de Track diciendo que estaba bien para que todo lo demás careciera por completo de importancia y ya podía la AP o el New York Times escribir lo que quisieran. Sencillamente les importaba un bledo.

La unidad de Track tuvo sus bajas durante su misión en Irak, desgraciadamente. Y ahora existe la posibilidad de que vaya a Afganistán. Si le toca, irá, por supuesto. Y lo hará para defender la libertad de los Estados Unidos. Es su deber y se comprometió a ello voluntariamente. Y lo menos que se puede hacer es agradecérselo. Y agradecérselo aún más a aquellos de sus camaradas que dieron su vida por ese mismo objetivo, tal y como Abraham Lincoln se sintió obligado a hacer durante su discurso de Gettysburg. Como final de capítulo, Sarah nos deja con el poema de Karl Shapiro “Elegy for a Dead Soldier”. Imposible decir algo que valga la pena después de leerlo, así que se lo traduzco (mal, lo siento) y les dejo que reflexionen sobre ello:

Bajo esta cruz de madera yace
Un cristiano muerto en combate. Tú, que lees
Recuerda que este extraño murió con dolor;
Y mientras pasas a su lado, si puedes levantar tus ojos
Sobre una paz mantenida por un credo humano
Que sepas que un soldado no ha muerto en vano.

Amén. Hasta el martes que viene en que habrá controversia porque, por una vez, voy a hablar del gobierno (del mío). Y no será bien, por descontado.

2 Responses to America by Heart. Un resumen (III)

  1. AuH2O 4 President dice:

    Genial una vez más tú «artículo-resumen».
    No hay nada mejor que levantarse (tarde) después de una cena (pesada), encender el ordenador y leer tús artículos, para darme cuenta que aún queda esperanza para ese grandioso pais que son los Estados Unidos. Y a ver si de una vez por todas, algunos de nuestros políticos (al menos aquellos en los que creemos), dejan de jugar a lo políticamente correcto y llaman a las cosas por su nombre…les iría mucho mejor.

    Feliz Año nuevo.

  2. Santi dice:

    Gracias a ti, Bob, por esta nueva entrega del libro de Sarah, en dónde habla de sus profundas convicciones adquiridas desde su infancia; en este caso sobre el ejército. Ella ama a su ejército porque defiende la libertad en todo el mundo, y si hay algo que merece la pena defender es ese ideal de libertad.

    Y me parece muy bien que bajes al mundanal ruido de nuestra política. Espero que le des duro al que se lo tiene más que merecido (todos sabemos quién es). Aunque ahora estoy bajo de moral con lo de Alvarez Cascos. ¡Por Dios, qué políticos tan nefastos!

    Un saludo y muchos regalos en Reyes.

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