OPERACIÓN HELPING McCAIN: SARAH PALIN EN ARIZONA

31/03/2010

 

Después de la que se armó cuando se supo que Sarah Palin iba a apoyar a John McCain en su campaña para la reelección como senador por Arizona y una vez que se calmaron las aguas, cuando todos comprendimos que Sarah no podía hacer otra cosa si no quería que cayera sobre ella la fea mancha de la ingratitud, ha sido durante este viernes y este sábado pasado cuando Sarah ha viajado hasta Arizona para cumplir con su palabra. Y a fe que lo ha hecho con el mismo entusiasmo y el mismo buen ánimo que siempre. Fred Malek, una de las pocas personas cuyo consejo Sarah escucha y muy atentamente, siempre ha sostenido que Sarah y John se tienen un gran cariño y no dudo de que eso sea cierto. Y es que una cosa son los rifirrafes que se puedan haber producido durante la pasada campaña electoral, que la verdad dudo que tuvieran su origen directamente en McCain sino en el tarugo de Schmidt, y otra muy distinta la relación que mantuvieran entre ellos los dos cabezas de cartel, que estoy seguro que era de lo más cordial. En fin, que sea lo que sea que pasara, Schmidt está out y Sarah y John están in. Y Sarah más in que nunca. Y cuando necesite a un director de campaña seguro que no llamará a Schmidt o tal vez sí… ¡para que le traiga los cafés! ¡Ah, el café se toma caliente, pero la venganza se sirve fría!

¡Guau! ¡Vaya foto! Sarah con chupa de cuero y con una pinta de chica mala que no puede con ella a pesar de lo buena que sabemos que es. ¡Qué bárbaro! Reconozco que esta foto me ha impresionado tanto que acabo de ponerla como fondo de pantalla en mi ordenador (sí, lo confieso: he recortado a McCain y sólo he puesto la parte de Sarah, lo reconozco). Y mira que tengo fotos suyas, pero no hay remedio: ha tenido que ser ésta. Y es que Arizona sigue siendo un estado muy bravo y conviene ir vestido para la ocasión: cuero, botas y un Colt a la cintura (y si pueden ser dos, mejor).

Nota del autor: De nuevo, les anuncio la aparición de un artículo mío en Semanario Atlántico titulado: «¿Podrá Sarah Palin evitar que EE.UU. abandone a Israel?”. Confío en que les guste.

McCain no convence a casi nadie, pero…

Tras perder las elecciones presidenciales, John McCain regresó a Arizona y en una fecha tan temprana como el 18 de noviembre, justo dos semanas después de las elecciones, anunció su voluntad de volver a presentarse a la reelección como senador en lo que sería su quinto mandato consecutivo en caso de triunfo, algo que confirmó oficialmente a los pocos días, el 25 de noviembre.

Sin embargo, ésta vez no iba a ser todo tan fácil como en ocasiones anteriores porque McCain había demostrado una preocupante debilidad para captar votos en su propio estado (recordemos que en las pasadas elecciones presidenciales, a pesar de ser Arizona el estado natal de McCain, éste sólo pudo ganar allí por un escaso 8,48% de los votos), lo que provocó rumores acerca de posibles rivales en las primarias.

El primero en saltar a la palestra fue el locutor de radio y antiguo representante en Washington, J. D. Hayworth, animado sobre todo por sus propios oyentes. McCain empezó a verle las orejas al lobo y respondió con una fiera oposición al plan de estímulo que entonces se debatía en Washington, lo que apiñó a los conservadores a su alrededor, pero no demasiado porque ya en 2009, otros dos rivales anunciaron su intención de competir contra McCain: Jim Deakin, un hombre de negocios, y Chris Simcox, cofundador del Minuteman Civil Defense Corps, un grupo de voluntarios civiles que se dedica a patrullar la frontera con México aunque evita todo posible enfrentamiento con los inmigrantes que pretendan cruzarla y se limita a dar parte a las autoridades de esas intentonas. Éste último fue quien tuvo palabras más duras en contra de McCain, a quien acusó de:

(…) haber fracasado miserablemente en su deber de asegurar las fronteras de esta nación y proteger a la gente de Arizona de la creciente violencia y falta de ley. (…) Junto con su voto para el temerario gasto del rescate y a las soluciones de gran gobierno a los problemas de nuestra nación, John McCain ha perdido de vista las necesidades de los habitantes de Arizona. Ya es suficiente.

Duras palabras que muchos compartieron, entre ellos Hayworth que declaró, a su vez:

Hay una gran cantidad de respeto por John McCain como figura histórica. Pero ya hace tiempo que rompió con la base conservadora del Partido Republicano y más recientemente con los habitantes de Arizona.

En noviembre, una encuesta asombraba a todos al anunciar que McCain y Hayworth estaban empatados en intención de voto de cara a las primarias republicanas. Algo de cierto debía de tener esa encuesta cuando inmediatamente McCain respondió con anuncios televisivos negativos contra Hayworth, un recurso de emergencia en estos casos. Sin embargo, no debieron de asustar demasiado porque en enero de 2009 Hayworth dejó su trabajo como locutor de radio para poder presentarse como candidato, algo que hizo oficialmente en febrero.

Hayworth rápidamente se hizo con el apoyo de algunos miembros del movimiento Tea Party, pero no de todos porque muchos prefirieron no tomar partido. La creciente amenaza que suponía Hayworth movió a McCain a mostrarse más conservador que nunca en cuestiones como el rescate bancario, la seguridad nacional, la reforma de la financiación de las campañas electorales y la admisión o no de gays en el ejército, asuntos en los que McCain siempre ha sido más bien tibio, hasta el punto de mover a Hayworth a comentar burlonamente que McCain estaba experimentando “una conversión en plena campaña”. Sin embargo, nada de esto engañaba a nadie porque la fuerza de McCain ha estado siempre entre los votantes “centristas” (o RINO) y los independientes, más que entre los conservadores a quienes no nos va a engañar a estas alturas poniéndose la piel de conservador cuando todos sabemos de sobra de qué pie cojea.

De cualquier manera, el hecho de que Hayworth lanzara oficialmente su candidatura movió a Simcox a retirar la suya con la intención de que los conservadores pudieran presentar un frente común. Ahora mismo, Hayworth tiene el apoyo expreso de una gran parte de los miembros de su gremio, los locutores conservadores de radio, incluyendo a Glenn Beck, Mark Levin y Michael Savage. A esto responde McCain con el  apoyo expreso no sólo de Sarah Palin (a quien se lo perdonamos de todo corazón) sino también de Mitt Romney (a éste, no), Tim Pawlenty, Scott Brown, Fred Thompson, Dick Armey, Grover Norquist y Jeb Bush. Y no sólo eso sino que también cuenta con una probada capacidad de recaudación de fondos que le ha permitido recaudar ya más de cinco millones de dólares, sin contar los 20 millones que le sobraron de su campaña electoral de 2008.

De momento, las encuestas son todas favorables a McCain, tanto en lo que se refieren a las primarias (la más reciente, del 18 de marzo, le da una diferencia de 7 puntos porcentuales sobre Hayworth aunque en enero esa diferencia era de 22 puntos porcentuales y aún faltan cinco meses para el día de la votación) como en las elecciones generales en que, a falta de saber quién va a ser el candidato demócrata, el partido republicano saca más de 25 puntos porcentuales sobre el demócrata. Y es que Arizona es un estado seguro para los republicanos… y si encima el republicano fuera conservador, no vean.

Sarah Palin, de Alaska a Arizona y tiro porque me toca

 Pues no, no me he podido resistir a poner otra foto de Sarah con chupa. Ésta me la ha mandado Santi (¡gracias!) y en ella no sale McCain para que podamos recrearnos la vista a gusto, je, je, je.

Tres eran los actos en los que iba a participar Sarah en Arizona: un rally con picnic incluido en Tucson, una recepción seguida de una cena en Phoenix y otro rally en Mesa. El picnic fue el primero de los tres y en él Sarah cosechó estruendosas ovaciones por parte de las más de mil personas que allí se congregaron. Por ejemplo, cuando dijo que “no somos el partido del “no”, sino el partido del “no, demonios”. Y es que muchas de las personas que acudieron al picnic lo hicieron, según propia confesión, para volver a verla a ella (porque sólo por los perritos calientes y las chuletas, por muy buenos que estuvieran, no). Sarah hizo un discurso muy combativo, muy de campaña electoral, en el que aprovechó para responder tanto a los que la critican por su feroz oposición a la reforma de la Sanidad aprobada recientemente en Washington como a los que la acusan estúpidamente de incitación a la violencia por su llamamiento a echar del Congreso a veinte representantes demócratas en las elecciones del próximo noviembre. De hecho, la respuesta del público fue tan positiva que sin duda debió de hacer sentirse algo tonto a McCain al pensar en lo que podría haber pasado en 2008 si sus directores de campaña hubieran confiado realmente en ella y le hubieran dejado hablar alto y claro. Tal vez otro gallo les hubiera cantado a todos. Y así lo reconoció más o menos disimuladamente cuando confesó durante su turno que ciertamente podría haberlo hecho mejor durante la pasada campaña electoral advirtiendo al país de lo que iba a pasar si finalmente resultaba elegido el candidato demócrata. Algo en lo que Sarah remachó cuando dijo: “¿Por qué caer en la trampa del bipartidismo cuando los demócratas están haciendo lo incorrecto?”.

Y para concluir con este repaso a la excursión que ha hecho Sarah a Arizona para ver a los amigos, les ofrezco la traducción de un artículo a favor de McCain que el Arizona Republic (ver el original aquí) publicó el pasado 25 de marzo y en el que Sarah explica sus razones para apoyar a su antiguo jefe y mentor, ahora más necesitado que nunca de su ayuda. Y es que ya sabemos todos que a la larga los discípulos acaban superando a los maestros y Sarah ha salido alumna aventajada.

El deseo de servir define a McCain
por Sarah Palin

Fue uno de los mayores privilegios de mi vida el servir como compañera de candidatura del senador John McCain en el ticket republicano de 2008 que trataba de conducirnos a la presidencia de Estados Unidos. Y es un honor el estar junto a él ahora mientras se presenta a la reelección al Senado de Estados Unidos.

Mucho antes del verano de 2008, respetaba al hombre conocido como “el rebelde del Senado.» Desde allí arriba, en el estado de la Última Frontera [Alaska], había visto con profunda admiración como luchó incansablemente contra el despilfarro y la corrupción. Me inspiré en su buena disposición para enfrentarse a su partido político -y hasta a su presidente- para hacer lo que él creía correcto para este país. Y como la madre de un hijo que pronto iba a ser desplegado en Irak, me sentí reconfortada pensando que el senador McCain estaba allí para asegurarse de que nuestros hombres y mujeres uniformados tenían la estrategia, los recursos y el apoyo incondicional que necesitaban para completar su misión.

En la campaña, tuve la oportunidad de ver de cerca las cualidades que yo siempre había admirado desde lejos. Según viajábamos por todo el país, llegué a conocer a John McCain personalmente. Él es un hombre de fe, un hombre de honor y -sobre todo- un hombre del pueblo. Está profundamente dedicado a su estado, la patriótica y trabajadora Arizona que le llama a casa, y a los principios fundamentales que le son tan queridos.

El deseo de servir a sus conciudadanos ha definido toda la carrera del senador McCain -y ha sido probado de manera que pocos pueden imaginar-. Como un hombre joven, fue a la guerra para luchar por nuestra libertad. Fue capturado, torturado y retenido en una celda solitaria lejos de casa como un prisionero de guerra. Cuando sus captores le ofrecieron la pronta libertad, la rechazó, insistiendo en que sus compañeros prisioneros de guerra fueran liberados en el orden en que fueron capturados. Era lo honorable, valiente y heroico que se debía hacer. Fue un sacrificio que le costó casi seis años de su vida.

Como un joven congresista, John era un soldado raso en la “Revolución de Reagan”. Sabía ya entonces que Washington estaba roto y se dispuso a arreglarlo. Desde aquellos primeros días en el Congreso, condujo la carga contra los earmarks y el gasto en pork-barrel. Ha sido un fuerte defensor de la Segunda Enmienda y ha perseguido un enfoque justo para satisfacer nuestras necesidades de energía. Y ha trabajado para crear una cultura que valora la vida humana inocente en todos los sentidos, en cada etapa.

Cuando se trata de cuestiones de guerra y la paz, el senador McCain ha sido una voz líder en los más importantes debates sobre seguridad de nuestro tiempo. Cuando muchos en Washington querían huir en estampida de Irak, el senador McCain defendió el incremento. Cuando la gente le señaló que esta postura le podría costar la presidencia, les dijo que estaba bien, que prefería perder una elección a perder una guerra.

Es ese tipo de coraje el que hace de John uno de los mejores funcionarios que este país haya conocido jamás. Un hombre de principios, no tiene miedo a tomar posturas difíciles y no rehúye una pelea. Él no está preocupado acerca de lo que es popular o partidista o personalmente ventajoso. Está guiado sólo por el deseo de hacer lo correcto para la gente a la que sirve y el país al que ama.

Después de la campaña de 2008, el senador McCain no perdió comba. Desde noviembre de 2008, ha presentado 15 proyectos de ley y cientos de enmiendas. Está liderando la leal oposición en el Congreso en contra de una agenda equivocada de que nos está haciendo menos seguros, nos hunde aún más en la deuda y nos vuelve más dependientes de regímenes extranjeros.

Cuando la administración de Obama propuso una ley de estímulo de casi un billón de dólares, el senador McCain les dio un poco de su hablar claro. Les dijo que el proyecto de ley era un robo generacional y votó «no».

Cuando el presidente comenzó a flaquear en Afganistán, John sabía que nuestros hombres y mujeres uniformados merecían algo mejor. Pidió al presidente que escuchara los consejos de sus comandantes sobre el terreno.

Cuando se trató de Obamacare, el senador McCain se puso de pie y habló en contra de esta asunción por parte del gobierno de una sexta parte de nuestra economía. Y le dijo al presidente que la transparencia en el proceso legislativo debía ser más que una promesa de campaña.

Ese es el tipo de liderazgo que necesitamos si vamos a convertir los retos de hoy en las oportunidades de mañana. En 2008, yo creía firmemente que John McCain era el hombre adecuado para Estados Unidos. Hoy en día, sé que él es el hombre adecuado para Arizona. Su estado se merece algo más que retórica; ustedes se merecen un líder con un verdadero récord de logros. Por eso, en nombre del senador McCain, estoy pidiendo su voto. Por el bien de todo nuestro país y el futuro de su estado, por favor envíen de nuevo a John McCain al Senado de los Estados Unidos.

John McCain, ¿héroe o villano?

Este artículo apareció en la revista American Thinker (lea el original aquí) en enero de 2010 y llevo desde entonces guardándolo a la espera de encontrar la ocasión adecuada para ofrecérselo a todos ustedes. Creo que ya conocen mi opinión: McCain no es santo de mi devoción, pero ¿quién de nosotros no preferiría a McCain en la Casa Blanca antes que al actual presidente? De todas formas, si McCain tiene un solo punto a su favor para merecer nuestra benevolencia es que si no hubiera sido por él, todos nosotros seguiríamos sin saber nada de una tal Sarah Palin, gobernadora de Alaska y completa desconocida por parte del resto del mundo. Por lo que a mí se refiere, suscribo todas y cada una de las palabras de Gene Schwimmer, el autor del artículo, y reconozco que si viviera en Arizona, votaría por McCain sólo por eso: por agradecimiento por habernos dado a todos a Sarah Palin y con ella la esperanza de verla en la Casa Blanca en 2012. Sólo por eso, sí, pero es que ya es mucho.

Alabando a McCain
por Gene Schwimmer

Todo nuestro debate político actual, cuando se reduce a su esencia, se centra en responder a una sola pregunta: ¿Es la “Revolución de Reagan” permanente? Por esta época en el próximo año, después de que se conozcan los resultados de las elecciones del midterm de 2010, se sabrá. Mi predicción es que “Nosotros, el Pueblo” confirmará las elecciones de 1980 como un realineamiento político con un rotundo «¡sí!». Y por permitirnos por fin responder a esa pregunta -y por la respuesta en sí-, un hombre se merece nuestro agradecimiento especial: John McCain.

Amigos, estadounidenses, compatriotas, préstenme sus ojos. Escribo para alabar a John McCain, no para enterrarlo. No, en serio.

De la misma manera que la más profunda oscuridad precede al más brillante amanecer, también las victorias más grandes vienen a menudo precedidas por una gran pérdida – a veces incluso una cadena de ellas-. Mientras escribo esto, los jóvenes iraníes son golpeados en las calles de Teherán, pero no puede haber ninguna duda de que cada golpe sirve para acercar el día en que los oprimidos triunfen sobre sus opresores. Del mismo modo, en política, no puede haber ninguna duda 42 años después de que la derrota de Barry Goldwater en las elecciones de 1964 fueron las elecciones perdidas más importantes de la historia estadounidense.

¿O no? La sabiduría convencional juzga la permanencia de una filosofía política con encuestas de opinión, índices de aprobación y los resultados de las elecciones. La sabiduría convencional está equivocada. La verdadera prueba de la permanencia de una filosofía política es su capacidad para resistir un ataque concertado por sus opositores. Hoy en día, con los republicanos oficialmente fuera del poder y la oposición no sólo en el poder, sino en el poder con una mayoría abrumadora en la Cámara y una mayoría a prueba de filibustering en el Senado [el autor escribe antes de la elección de Scott Brown como senador por Massachusetts], Obama, Reid, Pelosi, y su camarilla de pequeños Bismarcks están la mejor posición posible para completar el trabajo de convertir a América en una distopía del bienestar europeo. Por lo tanto, si, después de los mejores esfuerzos de los liberales, el conservadurismo sigue en pie, nos enviará –y a ellos- un mensaje importante e innegable que los políticos demócratas moderados ignorarán a su propio riesgo político.

«Uno no sabe lo que tiene hasta que lo ha perdido», cantaba Joni Mitchell en «Big Yellow Taxi». Ahora, después de un año de la administración más izquierdista (con la ayuda y la complicidad de una igualmente izquierdista Cámara y Senado) de la historia estadounidense, el pueblo estadounidense sabe muy bien lo que tenía y mayoritariamente lo prefiere a lo que tiene ahora. Hoy en día, vemos los conservadores marchar sobre Washington. Los conservadores están haciendo oír su voz en los town hall meetings, las tea parties y -pronto- en las urnas. De hecho, en una encuesta, el tea party, aunque no oficialmente un partido, obtuvo más apoyo que el Partido Republicano. Esto sitúa  los republicanos y a los demócratas en otro ámbito. Los votantes republicanos han estado enviando bolsitas de té en lugar de cheques a la sede del partido.

Nada de eso -nada de eso- estaría sucediendo si McCain hubiera ganado.
 
Artículo de alabanza número 2: Los defensores de Obamacare gustan de marcar a los republicanos como el “Partido del No”, acusándoles de oponerse al plan de los demócratas sin proponer un plan propio. No importa que cualquiera con un ordenador y acceso a Internet pueda leer las propuestas republicanas on line. De las cuatro propuestas principales que comprende el plan republicano, la primera es «dejar que las familias y las empresas compren sus seguros fuera de su estado» es, en opinión de este escritor, la mejor. Pero a medida que alabamos la idea, también debemos tomarnos un momento para recordar a quien ofreció esto por primera vez: John McCain. De hecho, el fracaso de McCain para hacer de esta propuesta abrumadoramente popular (hasta el 82% en una encuesta) el eje central de su campaña podría quedar como una de las oportunidades más trágicamente perdidas en la historia política estadounidense. Si nada más, un martilleo incesante de esta cuestión por McCain podría haber forzado a Obama a responder con sus propias propuestas antes de la elección.

Y por último, pero ciertamente no menos importante (si me perdonan el cliché), está Sarah Palin. McCain realmente se ganó sus galones de rebelde cuando hizo caso omiso de los consejos de los «expertos» y la escogió como su VP. Antiguos miembros de la campaña de McCain lamentan abiertamente el día en que McCain eligió a Palin y al parecer lo único que deleita a estos burros más que condenar la elección de McCain es atacar a la propia Palin, lo que hacen en cada oportunidad con un celo impropio. Pero consideren la alternativa. Si McCain hubiera ganado, entonces sí, Palin sería hoy vicepresidente -al igual que Joe Biden-. Sabríamos de ella con la misma frecuencia, y cada una de sus intervenciones sería manipulada para que resultara tan vacua como las intervenciones de Biden lo son en realidad.

Pero incluso en las mejores circunstancias, ¿cuántas de las declaraciones de Palin representarían a Palin? El trabajo del vicepresidente es promover los puntos de vista del presidente, no proferir los suyos propios. Esto no sería un problema con, digamos, un presidente Cheney. ¿Pero con un presidente McCain? Consideren también que muchos de los que con saña, pero impotentes, atacan hoy en día a Palin serían miembros de la Casa Blanca, posiblemente en posición de sabotear sus aspiraciones políticas. Pero debido a que McCain perdió en 2008, Sarah Palin es ella misma a día de hoy, hablando por sí misma con un libro éxito de ventas, amplia cobertura mediática y mayor influencia política que ningún otro en política.

Sólo Sarah Palin sabe si una candidatura presidencial se encuentra en su futuro y nadie puede predecir si ganará y qué impacto va a tener en última instancia sobre la historia. Pero en un tiempo extraordinariamente corto se ha establecido por sí misma como una voz de gran alcance político -una que habla a favor, y ha capturado la imaginación, de una gran parte de la opinión pública estadounidense-. Ella es carismática, influyente y un activo sobresaliente para la causa conservadora. Y John McCain es el único que merece crédito como el que promovió a Sarah Palin a la escena nacional.

Ahora no se equivoquen: nada de esto significa minimizar el daño que Obama y sus compañeros viajeros radicales en la Cámara de Representantes y el Senado aún puede causar a esta nación en el corto -y, sin embargo, dolorosamente largo- tiempo que ejerzan el poder que el electorado estadounidense estúpidamente les ha confiado. Muy bien podemos obtener un plan nacional de salud estatista, una asombrosa deuda nacional que, literalmente, llevará generaciones para pagar, un Irán con armas nucleares y la legitimación de diez millones de inmigrantes ilegales. Pero todas ellas serán cosas que se nos imponen por personas que han obtenido su puesto -que podían obtener puestos- sólo ocultando sus verdaderas intenciones. Si pasa Obamacare y los futuros congresos fracasan a la hora de derogarlo será porque una minoría demócrata del Senado lo obstruyó – una exacta imagen especular de la situación actual donde una firme minoría de senadores republicanos están filibustering un proyecto de ley impopular al que los estadounidenses se oponen abrumadoramente.

Porque si las elecciones de 2008 y sus secuelas han demostrado algo es que el liberalismo como filosofía política de gobierno -es decir, una filosofía que los estadounidenses creen y abrazan- está muerto. Una de las manos que sostienen el martillo que golpea el último clavo en el ataúd del liberalismo será John McCain.

Sí, el aguijón de la derrota política es doloroso, pero «sin dolor, no hay ganancia», como dice el refrán. Así que recrimínenle si deben hacerlo, pero en la plenitud de los tiempos, la fracasada campaña presidencial de John McCain en 2008 puede llegar a ser para el siglo XXI lo que la campaña de Barry Goldwater en 1964 fue en el XX.

Gracias, John.

Anda, venga, no sean así y tengan un poco de compasión hacia McCain. Igual éstas son sus últimas elecciones que el hombre ya tiene una edad y si Sarah, que lo conoce bien, dice que cuenta con él, ¿vamos nosotros a enmendarle la plana? Yo, por mi parte, lo que diga ella.  Además, de todos los bichos infectos que pululan por el Senado no es él precisamente el más perjudicial, no.

Hasta la próxima entrada. En ella, nos daremos una vuelta por Searchligth (Nevada). Verán que paisajes.


GOING ROGUE: UN RESUMEN (V)

26/12/2009

 

Y después del libro de Sarah, el libro de Romney. Por si acaso alguno de ustedes todavía no lo sabe, el pasado mes de agosto, Mitt Romney firmó un contrato con la editorial Saint Martin’s Press para redactar un libro titulado No apology: The case for American Greatness (Sin excusas: A favor de la grandeza estadounidense) que se publicará en marzo del año que viene. Este libro será claramente un libro “político” en el sentido de que presentará la visión de Romney sobre la economía, la educación, cómo crear puestos de trabajo, la reforma de la sanidad y la conservación del medio ambiente. Por supuesto, el libro incluirá una gira de presentación por todo Estados Unidos, entrevistas en los medios de comunicación y demás saraos (¿saldrá él también en el programa de Oprah Winfrey?). O sea, que será de lo más interesante comparar los resultados de Mitt Romney con los de Sarah Palin, sobre todo en lo que se refiere a cifras de ventas. En mi caso, la única duda que tengo al respecto es simplemente si Sarah cuadriplicará, quintuplicará o sextuplicará las cifras de Romney. Fuera de eso, estoy seguro de que no va a haber gente haciendo cola a las puertas de las librerías para que el chulo de Romney les firme un ejemplar con su cara de palo. Y si lo hay, busquen bien en sus bolsillos; seguro que alguien le ha dado recientemente veinte dólares para que lo haga. Y no, yo no me voy a comprar su libraco. Para dormir cuando tengo insomnio, ya tengo una fotocopia pirata de The audacity of hope. Mano de santo, oigan.

Una foto de la anterior campaña electoral. Sarah y John juntos en alguno de los muchos actos que compartieron. Sí, ya sé que no le tengo mucha simpatía a McCain, pero pueden estar seguros de que no es nada personal. Todo lo contrario, me parece una gran persona, pero no era el candidato oportuno en 2008 y encima su incapacidad para dar un puñetazo encima de la mesa y poner orden entre sus asesores provocó su propia ruina. Sin embargo, sean cuales sean sus pecados, sobradamente compensados quedan con su elección de Sarah como compañera de ticket. No olvidemos nunca que es gracias a él que nosotros somos ahora palinistas. O sea, que a cada uno lo suyo. ¡Gracias, Mr. McCain!

CAPÍTULO CUARTO: GOING ROGUE (Yendo por libre) (segunda parte)

Uno de los recuerdos de la campaña electoral más agradecidos para Sarah es el primer town hall meeting que dio junto a John McCain en Grand Rapids (Michigan), un tipo de reunión pública que ella reconoce que le entusiasma por la cercanía a los votantes que permite, al tiempo que lamenta que la dirección de la campaña no le hubiera preparado más actos así y no tantos de los otros, de los “encorsetados”. Sin embargo, pronto dejó de preocuparse por eso ante la noticia de que alguien había logrado introducirse furtivamente en su cuenta de correo electrónico, hacerse con sus mensajes y ahora estaba publicándolos clandestinamente en Internet. En un perfecto ejemplo de en lo que se ha convertido actualmente la antaño honrosa profesión periodística, la mayoría de medios de comunicación estaban exhibiendo los mensajes robados en sus programas de noticias, revelando con ello direcciones privadas de correo electrónico y agravando el daño causado. ¿El ladrón? El hijo de un senador estatal demócrata por Tennessee quien, al ser detenido, no sólo no lo negó sino que además se mostró tan orgulloso de su “hazaña”, que causó un grave perjuicio a los Palin y a todos aquellos relacionados con ellos que tuvieron que cambiar no sólo sus direcciones de correo electrónico, sino también muchos otros datos (por ejemplo, bancarios) Y por si fuera poco, a raíz de esta cerdada, los hijos de Sarah empezaron a recibir amenazas y llamadas perturbadoras a sus teléfonos.

Y para compensar, una buena noticia al menos. En su rally en The Villages (Florida), una localidad habitada fundamentalmente por jubilados y donde el B-Team esperaba unos diez o doce mil asistentes, se encontraron con cerca de 50 ó 60.000. Un hecho que causó una profunda emoción en Sarah. Tras el rally, el único pensamiento de Sarah era encontrar la manera de entrar en contacto con ellos y devolverles siquiera una mínima parte de ese entusiasmo que día a día les regalaban. Un entusiasmo que no se apagaba cuando el rally terminaba sino que continuaba con esa misma gente ocupando millas y millas de la carretera para ver pasar su autocar y saludarla, agitando banderas de Estados Unidos y barras de labios.

Sin embargo, no todos pensaban igual. La dirección de la campaña, el famoso “cuartel general”, se quejó de que Sarah pasara tanto tiempo recorriendo las filas de gente y saludando a todas las personas que podía, algo que ella insistía en hacer y que demuestra lo estúpidos que eran los de la campaña, cometiendo el peor error que puede cometer un estratega en cualquier tipo de confrontación: no hacer uso de sus propias fortalezas. Y es que Sarah es imbatible en la distancia corta y siendo yo un ignorante como soy, si tuviera que dirigir una campaña electoral en su nombre, la soltaría en la calle Mayor de cualquier localidad que visitáramos y la dejaría que hablara con los vecinos, se metiera en todas las tiendas, aceptara un té con pastas en la cantina y terminara dando un pequeño discurso improvisado a la multitud en el parque municipal, respondiendo luego a todas las preguntas que le quisieran hacer. A eso se le llama “ganar corazones y mentes” y no “salir derrotados de antemano”, que es lo que hizo la dirección de la campaña.

Cómo será su carisma que hasta ella misma se asombró cuando tras una parada imprevista en un Walt-Mart para comprar pañales y papilla para Trig descubrieron que llevaban detrás de ellos a no menos de 150 coches particulares siguiéndoles desde hacía seis horas, convirtiéndose esa parada en un rally en toda la regla. Y es que a cualquier rally que fuera, la asistencia se medía siempre en decenas de miles de personas. El B-Team alucinaba porque sabían que tenían una oportunidad de ganar.

En cuanto a su opinión sobre su rival, Sarah lo dice todo cuando compara el lema de campaña de McCain: “Country first” (El país en primer lugar) con el que parecía ser el lema de sus rivales demócratas: “Blame America first” (Reprocha a Estados Unidos en primer lugar), recordando ese infausto momento en que la esposa del entonces candidato demócrata confesó sin el más mínimo asomo de vergüenza que nunca se había sentido orgullosa de su país, algo sencillamente incomprensible para Sarah.

Y cuando todos pensaban que la cuestión de Irak iba a ser el eje de la campaña, llegó la crisis económica: Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers, AIG… McCain suspendió unilateralmente su campaña para ir a Washington y el B-Team no sabía qué hacer porque nadie les había explicado cuáles eran las intenciones de McCain ni si tenía alguna en realidad. En cuanto al primer debate presidencial, tras unas dudas por parte de McCain que no le favorecieron, acabó celebrándose y aunque no fue mala la actuación de McCain, los medios de comunicación, que estaban casi todos a los pies del candidato demócrata, dijeron todo lo contrario y acabó resultando que lo había perdido porque a ellos les daba la gana. Y punto en boca. Además, a los tres días del debate, la Cámara de Representantes rechazó un plan de rescate presentado por la administración Bush con 2/3 de los representantes republicanos votando en contra, lo que causó mala impresión en el electorado quien, temeroso de acabar todos en la ruina, empezó a creer que toda la culpa era de los republicanos. Como resultado de todo ello, si el 24 de septiembre la candidatura McCain-Palin iba cuatro puntos por encima en las encuestas, cinco días después ya iba por debajo.

En cuanto a las entrevistas televisadas, Sarah tiene poco que decir sobre la primera, la de Charlie Gibson. El tarugo este era un tipo estirado, bastante pagado de sí mismo, disgustado porque mientras rodaban exteriores, la gente reconocía a Sarah, no le reconocían a él y como quiera que todos deseaban fotografiarse con ella, le daban sus cámaras de fotos al propio Gibson para que se las hiciera. Imagino que el muy desgraciado se las arregló para que salieran todas desenfocadas.

Del affaire Couric, Sarah reconoce que fue una mala entrevista. Es cierto que apenas la prepararon porque Nicole Wallace, la partera de todo el asunto, le había prometido que sería una entrevista ligera entre dos mamás trabajadoras. Pues nada de eso fue cierto. Grabada en partes, la primera de ellas ya fue mala, notándosele lo mucho que deseaba Sarah terminar de una vez. Aún así, Nicole le dijo que había sido muy buena (pero ¿en qué bando estaba ésta?) y que iban a rodar más justo antes de darse un abrazo fraternal con su gran amiga Couric, dejando estupefacta a Sarah quien sabía perfectamente que había sido un error que no debían haber cometido. Porque la CBS rodó horas y horas con ella, pero emitió lo que le dio la gana; exactamente sus peores momentos. Y los emitieron además editados de tal manera que incluso sus contestaciones eran fragmentarias, habiendo recortado las partes de éstas que revelaban a una Sarah que no les convenía. Sarah da varios ejemplos de esas manipulaciones y da vergüenza ajena leerlas. Y que encima a Couric le dieran un premio (antes prestigioso, a partir de entonces mera basura) por ello.

Sin embargo, no todo terminó ahí porque Couric siguió persiguiéndola. Dice Sarah que uno no se ahoga por caerse al agua, sino por permanecer en ella. Y eso es lo que le pasó. Ante la famosa pregunta acerca de qué leía, Sarah estaba ya tan irritada por su condescendencia y su partidismo descarado que cometió ese gran error que con tanto ahínco buscaban los de la CBS y que dio la vuelta al mundo. Pero todavía hubo más cuando en el autocar de la campaña, Couric le preguntó sobre los gays y cuando ella quiso contestar, le interrumpió hasta cinco veces, no dejándole finalmente dar su respuesta. Y cuando le preguntó sobre el aborto y Sarah simplemente manifestó su conocida postura pro-vida, Couric le hizo la misma pregunta doce veces porque no le gustaba su respuesta. Y aún tuvo la desfachatez de recortar partes de su respuesta como, por ejemplo, un fragmento en el que Sarah declaraba que los verdaderos extremistas son aquellos que, como el candidato demócrata, votan en contra de leyes que protejan a los bebés que puedan nacer con vida después de un aborto. Y es que Couric no se comportó de igual manera cuando entrevistó a Biden y éste metió la pata hasta el fondo diciendo que en 1929, cuando el crack bursátil, Franklin D. Roosevelt apareció en la televisión a explicar lo que había pasado (ni FDR era presidente en 1929 ni la televisión existía entonces). Pero claro, eso no era noticia. Aunque tal y como dice Sarah, qué se podía esperar de alguien que hizo posteriormente unas declaraciones lamentando la oleada de patriotismo que se desató en Estados Unidos tras el 11-S. Y es que la clase de periodista que es Katie Couric es algo que tendría que haberlo sabido de antemano la dirección de la campaña, pero como siempre ellos en Babia.

En Filadelfia, Sarah empezó la preparación del debate con Joe Biden, algo de lo que se hizo cargo Mark Wallace, otro que tal. La campaña iba mal y el cuartel general y Sarah tenían opiniones diferentes sobre cómo hacer frente a esa situación. Por supuesto, se impusieron los del cuartel general y la preparación consistió en montones de tarjetas con una pregunta escrita en una cara y un montón de “no-respuestas” (como las llamaba Sarah) en la otra. El meollo del asunto era que Sarah no debía responder nunca a lo que se le preguntaba, sino que tenía que divagar. Algo a lo que Sarah se resistía porque ella sí quería responder para lo que simplemente hubiera necesitado conocer la postura de McCain sobre todos esos asuntos para así poder apoyarla o dar su propia versión cuidadosamente matizada. Según avanzaba la preparación, Schmidt se enteró de que no iba precisamente bien y todo lo que se le ocurrió fue decirle a Sarah que le iba a enviar un nutricionista para que le enseñase a alimentarse. Algo que al final no se cumplió, pero que a Sarah le causó asombro y la dejó seguramente pensando en dónde se había metido ella.

Tuvieron un breve respiro cuando el senador Lieberman visitó a Sarah y a su amigo McCain. Éste, que de tonto no tiene ni un pelo, se dio cuenta inmediatamente de lo que pasaba y aconsejó a Sarah que no se dejase cambiar y que tampoco dejase que le dijeran lo que tenía que decir ni como tenía que pensar. Además, le recordó que Dios estaba viéndole pasar por todo esto, que debía poner su fe en Él y que Él se ocuparía de todo. Así lo hizo, efectivamente, porque de inmediato Cindy McCain, la esposa de John, sugirió trasladar la preparación del debate a su rancho de Arizona y allí se trasladaron todos. Y por si fuera poco, el preparador dejó de ser Mark Wallace para pasar a serlo Randy Scheunemann, quien había estudiado perfectamente a Biden y adiestró a Sarah sobre sus puntos débiles. Y Sarah estaba encantada de enfrentarse a él precisamente recordando que fue uno de los pocos senadores que allá por los años 70 se opusieron al proyecto de oleoducto de Alaska.

La preparación en Arizona se centró en cuestiones de asuntos exteriores y seguridad nacional. Un problema que se encontraron fue que en ocasiones Sarah llamaba a Biden “O’Biden” en una confusión entre Obama y Biden (algo que le pasó también a otras personas, como el comediante Jay Leno). Randy pensó que lo mejor sería que se limitara a llamarle Joe, pero a Sarah le parecía irrespetuoso y de nuevo Randy pensó que lo mejor sería que nada más presentarse, le pidiera permiso para hacerlo, algo a lo que él no podría negarse siendo como era un caballero. Randy y Sarah tuvieron dos debates de prueba con toda la parafernalia habitual en este tipo de actos, haciendo Randy de Biden, y los resultados fueron muy positivos. Todo un cambio con respecto a Filadelfia.

En Arizona, Sarah pudo incluso salir a correr un poco, eso sí con los del Servicio Secreto detrás. Estaba tan desacostumbrada que al subir una cuesta tropezó y se cayó, haciéndose daño en las palmas de las manos y las rodillas. Podría haber sido un notición si los de los medios de comunicación se hubiesen enterado (¡Ultimas noticias: Palin se la pega! Y esperen a ver el debate…), pero los del Servicio Secreto prometieron silencio y lo cumplieron. Y para acabar de animarla, Sarah recibió una llamada de su hijo Track desde Irak.

La siguiente parada era Saint Louis, la sede del debate. Sarah recuerda los momentos previos, el barullo reinante, los nervios de última hora, etc. Ella estaba con Kris, Meghan, su hija Piper… y el cretino de Schmidt dedicándose a tocarle las narices como no podía ser menos. Poco antes de salir a escena, Sarah decide rezar y le pide a su hija Piper que le acompañe y ruegue a Dios que le ayude a ganar el debate, algo que la niña no veía muy claro porque pensaba que eso sería hacer trampa.

Biden se retrasó mucho y llego justo a tiempo al debate que, en términos generales, fue un éxito para Sarah. Por su parte, no tuvo ninguna queja sobre la moderadora, Gwen Ifill, quien tenía más de una razón para haberse abstenido de participar, pero que no se pasó de la raya. Todos recordamos ese debate y el empujón que supuso para nosotros al ver que Sarah era capaz de remontar el desastre de la entrevista de Couric.

Pero poco dura la alegría en casa del pobre porque lo siguiente para Sarah fue enterarse por la prensa de que la campaña había decidido retirarse de Michigan. Eso era algo que no se lo había dicho nadie y, evidentemente, a ella no le parecía en absoluto acertado y así lo declaró públicamente. Como era evidente, los del cuartel general se enfadaron y se quejaron de que Sarah no seguía el guión e iba por libre (¡going rogue!). Pero es que como recuerda Sarah, para empezar, ellos jamás tuvieron una copia de ese guión al que supuestamente debían atenerse.

Una idea que corre por ahí es que todos los famosos apoyan a los demócratas, algo que no es cierto. Sarah tiene tiempo en su relato para recordar el apoyo que recibieron por parte de actores como Robert Duvall, Jon Voight o Janine Turner, así como de cantantes como Gretchen Wilson, Hank Williams Jr., John Rich, Naomi Judd o Lee Greenwood, además de muchas otras celebridades. Además, durante los rallies, la gente le hacía llegar notas de cualquier manera que pudiera y ella se las leía todas, no sólo por respeto hacia quienes las habían escrito sino también para así darse cuenta de lo que suponía realmente esa campaña para los estadounidenses.

Llega el momento de hablar sobre Joe el Fontanero, un estadounidense normal y corriente que cometió el terrible pecado de plantarle cara abiertamente al candidato demócrata, reprochándole que su discurso de “redistribuir la riqueza” a él le sonaba a socialismo. Y no fue el único que se sentía de la misma manera porque de pronto empezaron a aparecer en los rallies montones de letreros haciéndose eco de esa misma opinión. Como no podía ser menos, los medios de comunicación salieron en defensa de su niño bonito y tras Joe el Fontanero, apareció Tito el Constructor, un colombiano nacionalizado estadounidense, que reprochó a esos mismos medios de comunicación su partidismo al acosar como lo estaban haciendo a Joe el Fontanero por el simple hecho de no haber querido sentarse y callarse.

Sarah aprovecha esta historia para lamentarse de que el cuartel general no hubiera querido entrar a saco en las mil y unas relaciones lamentables que el candidato demócrata tenía en su pasado. Es cierto que le permitieron tocar la que le unía a William Ayers, un terrorista nada arrepentido, pero, por ejemplo, nunca le dejaron hablar sobre su pastor de tantos años, Jeremiah Wright, otro fanático antiestadounidense. Un nuevo error de la campaña. Y van…

En cuanto a Tina Fey, ya hacía años que Sarah sabía de su mutuo parecido, algo que le llevó a disfrazarse un año de ella para Halloween. La idea de salir McCain y ella en el Saturday Night Live llevaba tiempo siendo sopesada por el cuartel general, pero cuando finalmente dieron su permiso, la imitación de Sarah que hacía Tina Fey se había hecho tan popular que la gente hasta se la creía y todo. Era bastante arriesgado salir ahora, pero finalmente lo asumieron. Y el mismo día del show, resulta que el B-Team no tenía el guión todavía. No fue hasta avanzado el día cuando les llegó y la verdad es que la escena prevista con ella era bastante mala, limitándose a dejarla en mal lugar. El B-Team se negó a aceptarla y sugirieron una variante en la que quien quedaba mal era Alec Baldwin, su adversario en la escena. La primera contraoferta no gustó a los del programa. La segunda contraoferta tampoco. La tercera sí. No era muy buena, pero al menos no dejaba a Sarah como un trapo. En cuanto a su encuentro con Tina Fey, no hubo ningún problema. Las dos se cayeron bien inmediatamente y la verdad es que todo el mundo en el estudio fue muy amable con ellos. ¡Ah, por cierto! Sarah no tiene ningún empacho en decirnos que la única persona  a la que se negó a dar la mano de todas las que pululaban por ahí fue Oliver Stone, el mejor amigo en Estados Unidos de Hugo Chávez (y de Fidel Castro también).

Por lo que se refiere a la ropa, Sarah todavía se sorprende de la que se armó cuando apareció en las noticias que el Partido Republicano había gastado 150.000 $ en ropa para ella y su familia. Para empezar, ella nunca pidió que le compraran nada; en segundo lugar, muchas de esas cosas no se usaron nunca, otras eran para otras personas y, por fin, todo se terminó devolviendo. De hecho, ella quería usar su propio vestuario, pero fue Nicole Wallace quien se negó tras repasar lo que tenía en su armario de su casa de Wasilla. En un rally lo explicó bien claro y los del cuartel general se enfadaron de nuevo. Otra vez Sarah yendo por libre. Por lo que parece, ése fue el primer aviso que tuvieron de que en la campaña había algunos que estaban preparando su paracaídas ante el desastre que se avecinaba ya que nadie tuvo la vergüenza siquiera de desmentir esa historia.

Y es que en el cuartel general había mucho malestar con ella, tal y como le explicó Randy a Sarah. Incluso Schmidt empezó a escampar el rumor de que Sarah padecía de depresión postparto. Pero eso era sólo la punta del iceberg. Empiezan a correr rumores de la existencia de un plan para desprestigiarla y culparla en exclusiva de la derrota. Además, las disputas internas entre los distintos asesores de McCain empiezan a airearse hasta tal punto que Randy y Schmidt se enfrentaron finalmente. La cuestión es que algunos en la campaña jamás admitieron la elección de Sarah por parte de McCain y la prensa encuentra un filón porque cada vez hay más filtraciones.

Ya al final de la campaña, el cuartel general permite a Sarah dar un discurso propio, algo que le habían prometido desde el principio. De hecho, le habían prometido que daría tres discursos propios: uno sobre energía, otro sobre mujeres y un tercero sobre los discapacitados. El primero que pudo dar fue sobre los discapacitados, pero la versión que le pasaron era tan vaga que tuvo que rehacerlo personalmente. Por fin, cuando lo dio, resultó ser bueno, así como los otros dos, pero la campaña no les hizo ninguna promoción pues la verdad es que ya habían arrojado la toalla.

Llega Halloween y ésa es una fecha muy especial para cualquier niño estadounidense, también para Piper. Tras mucho insistir, el cuartel general permite que Piper pueda salir a la calle a recoger caramelos como es tradición allí. Disfrazada de princesa de la nieve y acompañada por su madre, Sarah, que se había disfrazado de Tina Fey y de Trig, que iba de pequeño elefante, Piper empezó a recorrer el vecindario de Harrisburg (Pennsylvania) y todo fue de maravilla hasta que la gente empezó a darse cuenta de que había algo extraño en esa niña a la que seguía toda una corte de fotógrafos y periodistas. No tardaron en descubrir de quién se trataba y se formó una multitud tal que los del Servicio Secreto tuvieron que suspender la fiesta y devolver a los tres al avión ante la imposibilidad de garantizar su seguridad. Incluso le confiscaron los pocos caramelos que había recogido Piper para descartar los que no estuvieran envueltos por si acaso estaban envenenados. Lógicamente, el disgusto de Piper fue morrocotudo y el de su madre casi mayor. Por suerte, los de la prensa que viajaban habitualmente con ellos en el avión de campaña y que tanto la querían lo tenían todo previsto y le habían preparado una fiesta-sorpresa de Halloween, lo que la compensó de todos sus sinsabores por fin.

Más cosas. Pues que Sarah recibió una falsa llamada de Nicolás Sarkozy en lo que no era más que una broma por parte de un par de humoristas. A Sarah ya le escamaba que esa llamada fuera cierta porque su interlocutor no decía más que tonterías, pero los del cuartel general que le pasaron la llamada no se molestaron siquiera en comprobar su veracidad y al final la que hizo el tonto fue ella. Es cierto que el responsable se disculpó personalmente con ella, pero el daño ya estaba hecho.

Los últimos días fueron frenéticos, intentando llegar tanto ella como McCain a todos los estados que pudieran. Ya el día de las elecciones, la familia Palin viajó a Alaska a votar y ni siquiera ese día los de la campaña le dejaron hablar con los periodistas de su tierra. Una vez que hubieron votado, volaron a Phoenix (Arizona) con los ánimos bastante bajos. Todos sabían que necesitaban un milagro para ganar, así que Sarah rezó por ello, pero fue inútil porque perdieron.

Otro contratiempo. Sarah tenía previsto dar un pequeño discurso antes de que saliera McCain a reconocer la derrota. No es algo que estuviera previsto, pero sí una cosa que no era ningún secreto y que nadie hasta entonces le había dicho que no pudiera hacerlo. Por fin, fue el propio Schmidt a pocos minutos de subir ella al estrado con McCain quien le dijo que no podía pronunciar ningún discurso alegando equivocadamente que era algo que nunca se había hecho (John Edwards, demócrata, lo hizo en 2004). Y aún más porque ya en el estrado, los de la campaña impidieron que su familia la acompañase aunque finalmente Todd subió por su cuenta y nadie se atrevió a impedírselo.

Y como guinda del pastel, los Palin tienen noticias por parte de algunos periodistas de que a partir del día siguiente van a aparecer noticias feas sobre ella en la prensa, noticias que por lo que parece les han sido suministradas en los últimos días por parte de algunos asesores importantes de la campaña. Sobre quiénes pueden ser esos mentirosos, Sarah no lo dice con nombre y apellidos. Tan sólo nos deja con los Wallace, Nicole y Mark, despidiéndose de Todd al día siguiente y advirtiéndole de lo mismo, lo que no deja de ser curioso por el hecho de que supieran de antemano lo que iba a ser portada de los periódicos.  ¿Cargo de conciencia tal vez?

Más de una vez ha reconocido Sarah lo muy orgullosa que está de su hija Piper (y de sus demás hijos también, ¿eh?). Sin embargo, Piper todavía es pequeña y depende mucho de su madre y como quiera que Sarah disfruta llevándosela a todas partes, lo cierto es que le hace mucha compañía. Miren, lo reconozco: siento adoración por los niños y por Piper en particular. Ya les he contado que el día que tenga una hija le voy a poner Piper de nombre (la disfrutaré poco porque su madre me matará a los cinco minutos de enterarse), pero es que si sobrevivo y tengo otra, le voy a poner Sarah. Y si es niño, Todd (ó Track, aún tengo la duda). Entonces sí que no lo cuento, ¡glups!


GOING ROGUE: UN RESUMEN (IV)

22/12/2009

 

Entramos en la parte más interesante del libro: la campaña electoral. He leído algunas opiniones en el sentido de que uno de los objetivos de Sarah con este libro es el de ajustar cuentas con ciertas personas. Después de haberlo leído tres veces seguidas, mi opinión personal es que no hay tal ajuste de cuentas, pero sí la oportunidad por parte de Sarah de contar su parte de la historia. Y eso no lo considero yo un ajuste de cuentas sino mera justicia. Después de tanto tiempo en que todo el mundo se las ha dado de “experto” en todo lo referido a los Palin y ha podido decir (y maldecir sobre todo) lo que le ha venido en gana, era el momento de Sarah. Y ciertamente lo aprovecha, pero si alguien se espera encontrar resentimiento, amargura y hasta mal genio a la hora de replicar a los mil y un embustes que ha tenido que soportar desde finales de agosto del año pasado, eso no lo va a encontrar porque Sarah está muy por encima de eso. Para ella, esos “patéticos bloguistas izquierdistas” (Sarah dixit) y sus patrocinadores de los medios de comunicación no merecen tanta atención. Y es que como dice ella: “La vida es demasiado corta como para pasársela enfurruñada todo el rato”.

Una foto de Sarah durante un acto en la pasada campaña electoral. Espectacular la cantidad de gente que era capaz de reunir esta mujer. Y más espectacular aún el entusiasmo que era capaz de despertar. Y quien tuvo, retuvo. Porque ese entusiasmo no ha disminuido ni un ápice en todo este tiempo. Basta con ver los resultados de la gira de presentación de Going rogue para comprobarlo, mal les pese a los progres.

CAPÍTULO CUARTO: GOING ROGUE (primera parte)

El cuarto capítulo nos devuelve al momento en que empieza el libro: justo cuando Sarah, que está recorriendo la Feria del Estado de Alaska, recibe la llamada de John McCain para ofrecerle el asistir a una reunión en su rancho de Arizona con él y sus principales asesores con el fin de decidir entre todos si será ella su compañera de ticket o no. Sarah acepta el ofrecimiento y, acompañada de su fiel amiga Kris Perry, llegan a Arizona el 27 de agosto, siendo ambas conducidas a la residencia particular de uno de los mejores amigos de McCain, Bob Delgado, donde conocen a esos dos asesores que son quienes van a tomar la decisión definitiva: Steve Schmidt, el jefe de campaña, un veterano en el oficio quien contaba entre sus últimos trabajos la campaña electoral de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California, las relaciones con la prensa de Dick Cheney y la campaña de reelección de George W. Bush como presidente de Estados Unidos; y Mark Salter, el biógrafo de John McCain.

Evidentemente, Sarah estaba al tanto de los rumores que la situaban como una de las posibles candidatas al puesto, pero nunca se los había tomado demasiado en serio. Sarah recuerda que conoció a los McCain, John y Cindy, en una reunión de la Asociación Nacional de Gobernadores en febrero de 2008 y tanto ella como Todd quedaron muy gratamente impresionados por ellos. Sarah siempre ha admirado al senador McCain por su independencia de espíritu y su pasión por la seguridad de Estados Unidos y ahora lo iba admirar también por su buen ánimo que le hacía repetir siempre, por muy serio que fuera el evento de que se tratara: “Let’s just go have fun” (“Simplemente vayamos a pasarlo bien”).

Como no podía ser menos, tras la llamada de McCain, Sarah llamó a su vez inmediatamente a Todd, quien estaba trabajando en la Ladera Norte, para darle la noticia y luego a Kris Perry para que le ayudara a prepararlo todo de forma que pudiera salir de Alaska sin llamar la atención de la prensa, algo difícil, pero que acabaron logrando. Más peliaguda fue la advertencia de McCain en el sentido de que si era elegida, tendrían que quitarles temporalmente sus teléfonos móviles a sus hijos adolescentes, Track, Bristol y Willow, algo que era más fácil de decir que de hacer, sobre todo porque ni siquiera les podrían dar explicaciones.

Ya en el domicilio de Delgado, Schmidt y Salter empezaron la evaluación de Sarah. Las primeras preguntas fueron sobre la guerra de Irak, tema que Schmidt consideraba que iba a ser el eje de toda la campaña y en el que las posturas de los dos candidatos rivales eran opuestas; después, hablaron sobre asuntos energéticos, la economía de Alaska y la composición del gabinete y el equipo de Sarah allí, que destacaba por incluir tanto a republicanos como a demócratas e independientes. Sarah se sorprendió de ver hasta qué punto conocían su historial y mucho más se sorprendió al descubrir que sabían lo del embarazo de Bristol, algo que ella creía que todavía no lo sabía nadie más que la familia.

Tras esos temas generales, Schmidt y Salter pasaron a repasar el caso Monegan, la postura de Sarah ante el aborto (firmemente pro-vida), el matrimonio entre homosexuales (firmemente en contra), su opinión sobre la teoría de la Evolución (firmemente partidaria del Creacionismo o “diseño inteligente”), una postura que no le gustó nada a Schmidt y que no podía comprender muy bien dado que su padre había sido profesor de Ciencias, pero que Sarah le explicó que cree en los cambios evolutivos, pero no en que el ser humano haya evolucionado de un pez que sacó unas piernas y salió del agua, o de un organismo unicelular que evolucionó hasta convertirse en un mono y que acabó bajando del árbol donde vivía. La ciencia sólo prueba algunas partes de la teoría de la Evolución y ella cree que Dios creó al ser humano directamente y creó también un proceso evolutivo por el cual éste cambiaba y se adaptaba.

Finalmente, Sarah y Kris fueron conducidas, ésta vez sí, al rancho de McCain, donde éste las recibió personalmente. McCain le advirtió a Sarah de lo difícil que iba a ser para su familia, pero eso era algo que ella daba por supuesto ya que, siendo alcaldesa, la gente le llamaba por teléfono a cualquier hora o se le metía directamente en casa para quejarse y como gobernadora pasaba lo mismo, pero al menos entonces las quejas eran en su mayoría por escrito. Sus hijos habían crecido con ello. Por su parte, Todd la apoyaba incondicionalmente. Por fin, tras una reunión privada entre McCain, Schmidt y Salter, McCain le ofrece ya de una vez por todas el puesto y Sarah lo acepta.

La presentación de Sarah como candidata republicana a la vicepresidencia tuvo lugar en Dayton (Ohio) el 29 de agosto. En su relato del momento, Sarah nos describe sus sensaciones durante aquel rally a la par que reproduce lo que fue la presentación de ella que hizo McCain. Una presentación en la que tuvo que dar toda clase de referencias acerca de ella para que sus partidarios pudieran situarse un poco ya que, tal como reconoce la propia Sarah, eran muy pocos los que sabían entonces de dónde había salido.

De Ohio volaron rápidamente a Minnesota para asistir a la Convención Nacional Republicana. El primer día de Sarah allí transcurrió en el hotel donde alojaron a toda la familia, lugar donde empezaron a conocer a los que iban a ser a partir de entonces los miembros de su equipo, el B-Team, los asignados a la candidata a vicepresidente, ya que el A-Team era el de McCain. Así, Sarah nos habla de personas como Tucker Eskem, Tracey Schmitt, Chris Edwards, los Wallace (Mark y Nicolle), Randy Scheneuemann, Steve Biegun y, por fin, Andrew Smith, su jefe de campaña, quien curiosamente carecía de cualquier experiencia previa en esas lides. De todos ellos, Sarah tiene las mejores palabras para Randy Scheneuemann y Steve Biegun, los encargados de adiestrarla en cuestiones de política exterior, ya que ellos creyeron en ella desde el primer momento. De hecho, su experiencia con ellos fue tan positiva que ha terminado incorporándolos a su propio equipo hace pocos meses, siendo los encargados de la preparación de su intervención en Hong-Kong (¿recuerdan?), un éxito memorable al que ya le dedicamos varias entradas (ver aquí la primera de ellas). De los demás, Sarah sigue sabiamente aquel consejo que dice que cuando no tengas nada bueno que decir sobre una persona, no digas nada. Y es que la división en el equipo de campaña entre los que apoyaban a Sarah y los que no, ya empezaba a palparse.

Lo más divertido de su llegada al hotel fue encontrarse con cuatro armarios llenos de ropa en su habitación: dos para ella, uno para Todd y otro para los niños. Además, la campaña había contratado a varios estilistas (peluquera y maquilladora) para que la pusieran guapetona, algo a lo que Sarah no acaba de acostumbrarse ya que como cualquier madre trabajadora, no ha tenido nunca mucho tiempo para ponerse como un pincel. Sarah empieza a revisar la ropa que le han traído y lo se asombra de lo carísima que es, algo que acabará trayendo cola más adelante. Con la llegada de sus padres, ya está la familia completa. Por supuesto, ellos también tuvieron su armario lleno de ropa y eso le hace preguntarse a Sarah si tan mal aspecto llevaban todos siempre. Ciertamente no le gustó la situación, pero tuvo que transigir. Sobre todo, le incomodaba que la campaña estuviera tan pendiente de la mera apariencia, del envoltorio. No era a lo que estaba ella acostumbrada en Alaska.

No tardó en surgir el primer problema cuando los medios de comunicación lanzaron la noticia de que su hija mayor, Bristol, estaba embarazada. Algo que la campaña ya sabía pero cuya publicación les coge por sorpresa y que le hace recordar a Sarah aquella vez en que el candidato demócrata le dijo directamente a un periodista que dejara a su familia aparte, algo que confiaba que iba a ser igual para ella pero que evidentemente no lo fue. Una de las asistentes de campaña, María, le enseña rápidamente el texto de la respuesta que la campaña, o el “cuartel general” (como se llamaban ellos mismos), iba a enviar a los medios de comunicación en su nombre. Una respuesta que Sarah no había escrito y que consistía en un bobo mensaje de felicidad que no tenía nada que ver con sus sentimientos reales, ya que la situación no les alegraba en absoluto. Sarah redactó una nueva respuesta y se la dio a María para que la devolviera al cuartel general o donde fuera. Es entonces cuando le telefoneó una angustiadísima Bristol, espantada porque ahora todo el mundo lo sabía. La situación se hizo más tensa cuando los medios de comunicación emitieron el comunicado original: la corrección de Sarah había sido simplemente obviada. Sarah protestó ante Schmidt en el sentido de que si no le dejan hablar en una cuestión tan personal como lo es su propia familia, de qué le van a dejar hablar. Pero Schmidt pasa de ella y simplemente le recuerda que debe ceñirse al guión.

Espanta saber que la campaña no había preparado ningún dossier sobre Sarah Palin y su historial. Por lo que parece, nadie se había molestado en informar a los encargados de Comunicación quién iba a ser la compañera de ticket de McCain y estos se enteraron al mismo tiempo que el resto del país. Encima, la familia, los amigos y los asociados políticos de Sarah recibieron todos instrucciones de no hablar con nadie en absoluto. El resultado: sin datos fiables sobre ella, los medios de comunicación tuvieron que buscar donde fuera y sólo encontraron un puñado de blogs izquierdistas en Alaska, basuriblogs realmente, que ofrecían no información sino calumnia tras calumnia.

Los periodistas de los 48 de abajo invadieron Alaska en busca de información, así como los investigadores de la candidatura demócrata. Los resentidos con Sarah encontraron entonces una oportunidad de oro para vengarse de ella y comenzaron a escupir veneno, cogiéndoles a todos desprevenidos. Y encima, el GOP de Alaska, todavía dirigido por otro resentido con Sarah, decidió callarse y dejar a Sarah a los pies de los caballos.

Las calumnias que surgieron empezaron cebándose en Bristol y burlándose de las supuestas opiniones de Sarah referidas a la educación sexual en la escuela (que se limitaban a que prefiere una educación sexual basada en la abstinencia que una educación sexual explícita –el condón en el plátano-) y su supuesta oposición a los métodos anticonceptivos (lo que es falso). Además, empieza a correr la especie de que quiso censurar libros de la biblioteca de Wasilla, otra sobre si es una fanática religiosa, la de si es realmente la madre de Trig… Su familia se siente abrumada por semejante sarta de mentiras.

Sin embargo, Sarah tiró adelante y llegó la noche de su discurso en la Convención Republicana, un discurso redactado por Matthew Scully y en el que ella colaboró activamente añadiendo notas propias. Es divertido leer que lo estuvieron practicando con teleprompter, algo a lo que Sarah no estaba acostumbrada ya que nunca había necesitado un chisme de esos para pronunciar un discurso y que maldita la falta que le hizo una vez que se averió el que tenía en el estrado (yo sigo pensando que fue un sabotaje). Y lo peor de todo: que cuando ya estaba lista para salir hacia el centro de convenciones, Trig necesitaba que le cambiasen los pañales y no le quedaba ni uno. ¡Para volverse loca!

¿Qué podemos decir sobre el discurso de Sarah en Minnesota? Nada que no esté dicho ya. Repasarlo a la par que se leen los comentarios de Sarah sobre sus sensaciones mientras lo iba desarrollando es un aliciente añadido. Y muy interesante el saber que Sarah nunca ha visto una grabación de esa noche.

Pocos días después, surge de nuevo el caso Monegan, ahora llamado Troopergate. Un mero montaje ideado por los demócratas de Alaska para perjudicarla políticamente y que desde el principio estaba claro que no iba a dar más resultado que un montón de páginas de periódico y horas de televisión echadas a perder. Y así lo reconoció la investigación oficial cuando concluyó que no hubo el tan cacareado “abuso de poder” por ningún lado.

El B-Team se amplió con tres personas más: Jason Recher, Jeannie Etchart y Bexie Nobles. Además, comenzaron  los rallies. Sarah se asombró de la cantidad de gente que acudía a ellos y eso le hizo sentir una renovada confianza en el sistema de democracia estadounidense porque ve que la gente se involucra y quiera participar. Recuerda especialmente el primero que dio en Cedar Rapids (Iowa) porque entre el público había una madre con sus dos hijos adolescentes con síndrome de Down que le hicieron pensar en cómo sería Trig cuando tuviera su misma edad y que le hicieron comprender por fin que Todd tenía razón cuando le dijo que todo iba a salir bien.

Con respecto a la prensa, Sarah siempre había tenido buena relación con los periodistas de Alaska hasta el punto de que muchos de ellos tenían su número de teléfono particular y se llamaban mutuamente para conversar porque había confianza entre las dos partes. Precisamente, durante un viaje, Sarah llamó a uno de esos periodistas y le pasó inesperadamente a McCain para que pudiera hablar con él. Fue todo muy bien y una gran publicidad, pero al cuartel general le sentó como un tiro y prohibieron severamente a Sarah que volviera a hacer algo así.

Por su parte, Meghan Stapleton insistía una y otra vez para que permitieran a Sarah hablar al menos con los reporteros que conocía de toda la vida en Alaska, pero el cuartel general se negaba y hasta se la llevaba a la fuerza cuando pretendía saltarse el cerco. Los periodistas alasqueños, que no sabían lo que estaba pasando, se sintieron entonces despreciados y tal y como uno de ellos publicó: “La Sarah Palin que una vez conocimos, ya no existe”. Una actitud estúpida por parte de los gerifaltes de la campaña ya que la prensa de Alaska conocía perfectamente a Sarah, la apreciaba, no le era en absoluto hostil y sus crónicas hubieran servido para compensar con mucho toda la avalancha de noticias negativas que aparecían en el resto de la prensa.

Durante la tercera semana de septiembre apareció por ahí una especie de movimiento a favor de Sarah, el “Free Sarah”, que pretendía que la campaña la dejara libre para poder hablar con la prensa. Coincide en el tiempo con la duda acerca de cuál sería la primera entrevista que iba a conceder. Nicolle Wallace estaba como loca porque fuera con Katie Couric (CBS). El dichoso cuartel general pretendía que fuera con alguien que hubiera tratado bien a McCain y Sarah, que opinaba igual, pensaba que lo mejor sería optar por la Fox o el The Wall Street Journal. Aún así, Wallace siguió dale que te pego insistiendo en Couric, garantizándole que contaba con su simpatía y que se trataría de una entrevista ligera en la que serían dos madres trabajadoras y con hijas adolescentes charlando. Wallace había trabajado en la CBS justo antes de incorporarse al equipo de McCain y por lo que parece, Couric estaba siendo cuestionada por la empresa y necesitaba un empujón. Nada de eso convencía mucho a Sarah, pero Wallace le dijo que harían simplemente una prueba y que si no funcionaba, ya no harían más.

Por lo demás, el bloqueo informativo alrededor de Sarah continuaba como siempre. Por no poder, no podía ni hablar con los periodistas que les acompañaban durante toda la campaña y que viajaban en el mismo avión que ellos. Si intentaba siquiera acercarse a ellos, se lo impedían. Tuvo que ser la propia Piper quien rompiera mínimamente el bloqueo haciendo amistad con los periodistas, que la adoraban (¡por supuesto!), y charlando con ellos. Y es que Piper es tan especial que al poco tiempo tuvo su propia pegatina: “Vota por la mamá de Piper”.

Y para terminar, una foto de Meghan Stapleton. El caso es que tengo una muy buena opinión de esta mujer, opinión que ha confirmado mi lectura del libro. Creo que es más lista que los ratones colorados y repito que David Axelrod hará muy bien en tenerla en cuenta porque es posible que le dé más de una sorpresa (desagradable) entre 2011 y 2012.


OTRO CUENTO

13/05/2009

 

Dedicado a todos los bloguistas pro-Sarah Palin. Never surrender!

Érase una vez una candidata republicana a la presidencia de los Estados Unidos que se llamaba Sarah. Sarah era una mujer joven y muy inteligente que ya se había visto metida en un berenjenal similar una vez. Había sido cuatro años antes, cuando John, el entonces candidato republicano (aunque de republicano tenía poco), le pidió que le acompañase en su ticket como candidata a la vicepresidencia. Sarah, con toda su buena fe, aceptó y seguro que en las semanas siguientes se arrepintió más de una vez de haberlo hecho.

Tan pronto como se anunció su presencia en el ticket republicano, los medios de comunicación estadounidenses, que estaban casi todos entregados en cuerpo y alma al candidato rival, fascinados por su labia y su mensaje de paz y amor universales, se lanzaron sobre ella como fieras, mintiendo sin rubor. Sarah lo pasó mal, sobre todo cuando vio que no se detenían siquiera ante su familia, que era lo que ella más quería, pero como quiera que es una luchadora nata y sabe que nunca hay que darse por vencida, lo soportó todo sin perder la sonrisa por más que la procesión fuera por dentro.

Tanto mintieron sobre ella que todas las buenas personas de Estados Unidos no pudieron sino darse cuenta de que realmente existía un complot en su contra. Y como quiera que los ataques no cesaban, muchas de esas mismas buenas personas empezaron a preguntarse asombrados el porqué de ese odio. Así pues, se pusieron a investigar y dado que no podían fiarse ya de los medios de comunicación, tuvieron que buscar la información en otros sitios, en Internet, por ejemplo. Y fue allí donde la encontraron. La encontraron precisamente en cientos de blogs creados con mucho esfuerzo por personas anónimas que, animados por el mensaje de esperanza que Sarah encarnaba, surgieron desde el primer día en que se conoció la noticia de su candidatura para contrarrestar a esos medios de comunicación tan empeñados en hundirla. Gracias a ellos, la verdad sobre Sarah fue poco a poco abriéndose paso y alcanzando a todos aquellos que no se conformaban y que aún conservaban en sus corazones un atisbo de coraje para rebelarse.

Llegó el día de las elecciones y la candidatura republicana, acosada por los medios  de comunicación, fue derrotada por la de su rival. El pobre candidato John fue rápidamente olvidado, como siempre pasa con los perdedores que además de perder juegan un mal partido. Pero ¿y Sarah? ¿Sarah también fue olvidada? Todo lo contrario. Sarah surgió de la derrota más fortalecida que nunca pues su imagen y su mensaje habían calado en los votantes republicanos como nunca lo había hecho nadie desde el gran presidente Ronald. Sarah había llegado al corazón de la gente humilde desde el primer día, cuando se dio a conocer con un memorable discurso. Y sólo con ese discurso, se había convertido en la esperanza de millones de personas para quienes su fe en Estados Unidos como una tierra de libertad es mucho más que una frase hecha. Ese día, Sarah hizo la promesa de ser la abanderada de todos ellos para devolver al pueblo el gobierno que una élite avariciosa hacía tiempo que les había arrebatado y el pueblo la había creído y confiaba en ella para convertir esa promesa en realidad. Todos sabían que no era todavía el momento y que las cosas aún tenían que empeorar mucho más antes de empezar a mejorar; lo sabían y sabían que debían esperar. Y esperaron. Y Sarah esperó con ellos también.

Sin embargo, el momento acabó por llegar. Pasó lo más oscuro de la noche y empezó a vislumbrarse el amanecer. Un día, el pueblo se dio cuenta de que el gobierno casi había triunfado en su empeño por arrebatarles su libertad. Con una u otra excusa, el gobierno pretendía arrogarse el derecho a decidir por ellos, pretendía que su camino en la vida ya estaba escrito y que lo habían escrito precisamente en alguna oficina del gobierno, y pretendía también que no tenían derecho a perseguir sus sueños y ni siquiera a soñar. Cuando la gente comprendió lo muy cerca que estaba el gobierno de unos pocos de destruir la nación de todos, recordaron a sus antepasados, miraron a sus hijos, se miraron a sí mismos y el genio americano que forjó una nación y la dotó de la mayor prosperidad que jamás conoció el mundo en toda su historia despertó de su letargo y demostró que los hijos de hoy no desmerecían en absoluto de sus padres de ayer. Como en 1776, la nación se alzó contra el gobierno tiránico y como en 1776, cuando necesitaron un líder que los condujera a la victoria, ésta vez también lo encontraron. Cientos de bloguistas anónimos habían mantenido su recuerdo vivo durante todos este tiempo para que cuando llegase este momento, supieran adónde dirigirse. Sarah estaba lejos, pero no lo estaba realmente porque llevaba todos estos años en el corazón de todos ellos. Estaba esperando, como ellos habían esperado también, y mientras esperaba, se había esforzado en mejorar y hacerse más fuerte, más sabia y más humilde. Ahora, por fin, había llegado su momento. Otras elecciones, el momento de la verdad. El destino del mundo libre estaba en las manos de todos ellos, en las del pueblo y en las de Sarah. Era una gran responsabilidad, pero ninguno tenía miedo. Ellos porque confiaban en Sarah y sabían que no les defraudaría; lo sabían desde aquel día. Y Sarah tampoco tenía miedo porque amaba a su patria y a sus compatriotas y sabía que todos marchaban ahora juntos en pos del mismo objetivo, un objetivo tan simple como lo era la defensa de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. El mismo objetivo que en 1776 sirvió para romper un imperio y crear una nación. Ni más ni menos.

God bless America.

President

Falta poco para 2012. Entonces llegará la hora de los gigantes. Y será el momento de Sarah. No doubt about it.


UN ANÁLISIS SOBRE SARAH PALIN

13/04/2009

 

Una vez terminada la campaña electoral, con McCain de vuelta en su casa de Arizona, Sarah en la suya de Alaska y el presidente electo jugando a ser el Presidente Electo, con su estrado de pega y el teleprompter hasta para desearle los buenos días a una ancianita de Boston (MA), llegó el momento de reflexionar sobre todo lo que había sucedido hasta entonces y tratar de sacar algunas conclusiones, no para buscar culpables, sino simple y llanamente para comprender lo que había sucedido realmente.

En nuestro caso, poco nos importa si McCain estuvo más acertado en el primer, segundo o tercer debate; si la economía le jugó una mala pasada o si careció del dinero suficiente para igualar la extraordinaria inversión en publicidad de su rival demócrata. A nosotros nos interesa Sarah y su trayectoria durante los 66 días en que estuvo bajo los focos, secundando a McCain y poniendo verdaderamente a su país ante todo (“country first”, bonito lema).

Es cierto que habíamos pensado en hacer nuestro propio análisis, pero en la edición de la revista Commentary del pasado mes de febrero apareció un artículo firmado por Yuval Levin, un excelente comentarista político, titulado “El significado de Sarah Palin“ (nuestro más sincero agradecimiento a «Sarah Palin en español» por dárnoslo a conocer) y en nuestra opinión, sus razonamientos son tan certeros y sus conclusiones tan impecables que, sencillamente, nos vemos incapaces de añadir algo más por nuestra parte. Lo que sigue es nuestra traducción de dicho artículo al español (el original pueden leerlo aquí). Léanlo pues con calma y reflexionen después; sobre todo, reflexionen (y háganlo con mayor placer recordando que la izquierda desaconseja esa actividad diciendo que es mala para la salud: produce dolor de cabeza).

EL SIGNIFICADO DE SARAH PALIN
Por Yuval Levin
(Commentary, febrero de 2009)

Dos figuras políticas dominaron los últimos meses de la campaña presidencial de 2008. Una era la del candidato demócrata, Barack Obama. La otra era la de una completa desconocida para todos, salvo para 670.000 americanos, hasta justo unos minutos antes de que el candidato republicano John McCain la presentara por primera vez en un mitin en Ohio el viernes antes de la Convención Nacional Republicana, sólo 66 días antes de las elecciones de noviembre.

Al terminar ese primer fin de semana, la gobernadora Sarah Palin de Alaska se había convertido en toda una sensación nacional. Dos días después de eso, pronunció su discurso de presentación en la Convención Nacional Republicana como la candidata vicepresidencial del partido – un deslumbrante discurso enardecedor, según fue reconocido universalmente. La dramática e inesperada apuesta de McCain parecía que había valido la pena realmente.

Pero poco antes del 4 de noviembre, el día de las elecciones, Sarah Palin se había convertido en una de las figuras más controvertidas de la reciente historia americana. Casi no había un término medio entre aquellos que habían llegado a adorarla y aquellos que creían que representaba exactamente cada elemento oscuro y peligroso de la política americana contemporánea. Al escoger a Palin, McCain había confiado en darle una buena sacudida a la campaña; pero las fallas expuestas por el terremoto Palin no fueron precisamente las que él había pensado que iban ser. Él había querido competir contra el status quo de Washington como un reformador con una vena independiente. Él creía que escogía a una compañera política también reformista con un historial de enfrentamiento con la dirección de su propio partido, y esa Palin resultaría ser aceptable para la base republicana debido a su conservadurismo social. En vez de eso, Palin se convirtió en un imán cultural y político inmediato, atrayendo a algunos y rechazando a otros y arrastrando a un McCain desamparado a una guerra cultural para la cual tenía poco estómago. De hecho, la exagerada respuesta a la presencia de Palin en la escena nacional, tanto de amigos como de enemigos, estaba extrañamente desconectada de las verdaderas acciones, declaraciones e historia de Palin. Era un giro de los acontecimientos que nadie habría podido anticipar, y uno que tiene mucho que enseñarnos sobre la vida política americana en nuestros días.

Antes de su ascensión, Palin no había sido una combatiente reconocida en las batallas culturales de últimos años. Había estado sirviendo como la popular gobernadora de un estado geográficamente extenso, escasamente poblado y económicamente vital. Mantenía los puntos de vista convencionalmente republicanos conservadores -favorable a las armas, anti-impuestos y pro-vida. Había alcanzado la cumbre enfrentándose al establishment republicano corrupto y derrochador de Alaska. Al presentarse para el cargo de gobernadora en 2006 y ganar, había prometido (y había empezado a cumplirlo) reformas en las relaciones del estado con Washington y con las compañías petroleras que dominaban su economía.

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En todos estos aspectos, Palin era una pareja extraña para John McCain. Su estilo y sus prioridades políticos se asemejaban a las de McCain de una manera que no lo hacía ningún otro cargo electo republicano importante. Su conservadurismo, como el de McCain, era más una actitud que una ideología: una especie de moral anti-corrupción, obsesionada con la gestión honrada y tremendamente alérgica al exceso y al despilfarro. Palin, por supuesto, no compartía el magisterio en política exterior de McCain o su heroica biografía, pero sí que compartía lo que él a menudo resaltaba más sobre sí mismo y sobre lo que quiso hacer campaña principalmente: ella era, como el público pronto iba a ser informado hasta la saciedad, una rebelde reformista.

El conservadurismo social de Palin nunca había sido la esencia de su identidad política en Alaska. Ella había expresado siempre un apoyo general a los puntos de vista tradicionalistas en entrevistas y debates, y era ampliamente conocido que también había elegido continuar con su quinto embarazo aún después de descubrir que el niño padecía síndrome de Down -un descubrimiento que en cerca de nueve de cada diez casos lleva a los padres a optar por el aborto. Pero Palin nunca se salió de su camino para plantear el aborto u otras cuestiones sociales o culturales y en sus primeros dos años como gobernadora no había intentado cambiar las políticas estatales en estas áreas. Era una reformadora partidaria del buen gobierno con inclinaciones conservadoras sociales, no al revés.

Pero no fue así como Palin fue recibida en la escena nacional. En vez de ello, sus opiniones sobre asuntos culturales y sociales controvertidos se convirtieron muy rápidamente en el principal foco de la atención de los medios, de las críticas liberales y del análisis de los expertos. A Palin se le asignó cada visión y posición que la izquierda consideraba anacrónica y la reacción a ella sacó a la luz todo tipo de supuestos liberales implícitos sobre los conservadores culturales. Nos dijeron que Palin se oponía a la contracepción, que abogaba por enseñar el creacionismo en la escuela y que se inclinaba a prohibir los libros que le desagradaban. La describieron como una fundamentalista religiosa, extremista antiabortista, campeona oculta de la educación sexual basada solamente en la abstinencia. Se dijo que había intentado hacer que las víctimas de violaciones pagasen sus propios exámenes médicos, hacer que Alaska se separase de la Unión y conseguir que Pat Buchanan fuese elegido presidente. Se informó que creía en que la guerra de Iraq era un mandato de Dios, que el fin de los tiempos profetizado en el libro del Apocalipsis se acercaba y que solamente Alaska sobreviviría y que el calentamiento del planeta era puramente un mito. Nada de esto era cierto.

Su vida personal fue objeto un humillante asalto también. La capacidad de Palin de ejercer como un alto cargo electo mientras criaba a cinco niños fue repetidamente cuestionada por los expertos liberales que nunca se atreverían a expresar tales puntos de vista sobre una candidata femenina cuyas opiniones les resultasen más agradables. El embarazo de su hija adolescente salpicó las primeras páginas (consiguiendo tres artículos del New York Times en un solo día, el 2 de septiembre). Algunos bloguistas sugirieron incluso que su hijo más joven no había nacido de ella, sino de su hija, y que ella había participado en un peculiar encubrimiento. Asistí a una reunión en Washington en la cual un prominente columnista se preguntaba en voz alta cómo Palin podía seguir con su carrera cuando sus creencias religiosas negaban a las mujeres el derecho a trabajar fuera del hogar.

Palin se convirtió en la encarnación de cada fantasía oscura que la izquierda hubiera concebido jamás sobre las opiniones de los cristianos evangélicos y de las mujeres que no se avienen con el feminismo contemporáneo, y toda preocupación por la claridad y la verdad se quedó en la puerta.

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Sin duda, algunas críticas a Palin eran muy apropiadas. No tenía ninguna experiencia en política exterior o de defensa y muy poca habilidad o dominio de ambas. En una época de guerra, con un candidato presidencial de 72 años que había sobrevivido ya un combate contra el cáncer, esto era un motivo de preocupación muy real. Y Palin lo hizo terriblemente mal en algunas de sus primeras entrevistas. Algunos de sus críticos más juiciosos basaron sus ataques sobre estos argumentos. Pero la hostilidad visceral más común hacia ella parecía tener poco que ver con estas objeciones. Más bien, el episodio entero daba la sensación de ser una especie de arrebato maníaco; se disparó por una falsa comprensión de quién era Palin y una vez que comenzó, no había forma de detenerlo o controlarlo.

La reacción a Palin reveló una paranoia cultural profunda e intensa de la izquierda: una inclinación a ver el oscurantismo a la vuelta de cada esquina y de responder a ella coléricamente. Una mujer con confianza, feliz y políticamente eficaz que era también una conservadora social era evidentemente insoportable para ellos. La respuesta de las feministas liberales a este respecto fue particularmente reveladora y especialmente desagradable.

«Su hipocresía más grande es fingir que es una mujer,» escribió Wendy Doniger, una profesora en la University of  Chicago. «Tener a alguien que se parece a una misma y se comporta como ellos,» dijo Gloria Steinem, «que parece un amigo pero se comporta como un adversario, es peor que no tener a nadie.»

Este absurdo esfuerzo para excomulgar a Palin de su sexo sugiere que la clase de feminismo de nuevo orden que ella representa -un feminismo que abraza el tradicionalismo cultural y el igualitarismo a la hora de trabajar al mismo tiempo resulta especialmente espantoso a la izquierda feminista porque reconocen su poder y su atractivo. La tentativa de destruir a Sarah Palin corriendo a pintarla como una extremista de la selva virgen no era una demostración de fuerza, sino más bien de desesperación.

Mientras tanto, para la derecha, Palin fue la causa de un episodio maníaco de una clase diferente. La conmovedora biografía de la gobernadora, su manera popular de hablar y su atractivo visceral para la cultura de la clase media baja ejercieron un enorme poder sobre muchos conservadores, que los llevó a rellenar los importantes espacios en blanco en el perfil político de Palin con sus propios deseos y a dar nerviosas excusas a sus defectos.

Había buenos argumentos en su defensa. Palin tenía tanta experiencia en política exterior como la mayoría de los gobernadores y los americanos han estado una y otra vez dispuestos a pasar por alto tal inexperiencia en su ansia por tener a alguien verdaderamente probado y perspicaz en materia ejecutiva en Washington. (Cuatro de los cinco últimos presidentes habían sido gobernadores, después de todo, y Palin se presentaba para vicepresidente con un experto en política exterior liderando la candidatura.) Y mientras que Palin pareció poco profunda en varias entrevistas televisivas, fue extraordinariamente eficaz en los discursos de campaña, era una aprendiz rápida y demostró estar incluso por lo menos al nivel de Joe Biden, senador durante seis legislaturas, en el debate vicepresidencial.

Con todo, a pesar de todas estas virtudes, no se podían negar las deficiencias reales de Palin. No obstante, Palin fue abrazada prácticamente sin reservas en muchos círculos conservadores. El mismo calor de la campaña de la izquierda contra ella la hizo tanto más querida para la derecha. Se convirtió en la imagen de cartel de 2008 para el resentimiento conservador de muchos años contra los medios predominantes. Y, por supuesto, al aceptar con gusto a su hijo nonato con síndrome de Down y al apoyar y animar la decisión de su hija adolescente de llevar a término un embarazo imprevisto y casarse con el padre del bebé, Palin se convirtió inmediatamente en un icono de la causa pro-vida.

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Parecía importar un pimiento que Palin nunca hubiera tomado ninguna medida sobre el aborto durante su mandato como gobernador y que raramente tuviese algo que decir sobre el asunto. De hecho, incluso mientras hacía campaña ante audiencias cautivadas, atrayendo a decenas de millares de conservadores orgullosos a los mítines en una exhibición de popularidad de estrella del rock que ningún candidato vicepresidencial había tenido jamás, Palin apenas habló sobre el aborto o asuntos sociales. Palin no mereció su conversión instantánea en la Juana de Arco de la derecha americana, al igual que no mereció el oprobio que fue arrojado sobre ella por la izquierda.

¿Entonces por qué sucedió? ¿De qué iba el caso Palin realmente? La respuesta tiene mucho que ver con la tensión histórica entre el populismo y el elitismo en nuestra vida pública, es decir, entre la noción de que somos mejor gobernados por los puntos de vista, las necesidades y los intereses de muchos y la convicción de que el poder sólo puede ser sabiamente manejado por unos pocos elegidos.

En política americana, la distinción entre el populismo y el elitismo se subdivide además en populismo y elitismo cultural y económico. Y por lo menos durante los últimos cuarenta años, los dos partidos se han situado distintamente a lo largo de este doble eje. El Partido Republicano ha sido el partido del populismo cultural y del elitismo económico, y los demócratas han sido el partido del elitismo cultural y el populismo económico. Los republicanos tienden a identificarse con el Joe Sixpack de los valores tradicionales, el patriotismo desenfadado, anti-cosmopolita y con pocos matices, incluso mientras persiguen una política económica que tiene como objetivo el crecimiento dirigido por una élite inversora. Los demócratas se identifican con la «gente contra los poderosos», gente maltratada, mal pagada, explotada y machacada por las grandes empresas, pero tienden despreciar la religión, la educación y la forma de vida de esa misma gente. Los republicanos tienden a creer que el dinamismo del mercado es lo mejor, pero que el cambio cultural puede ser peligrosamente disruptivo; los demócratas tienden a creer que el cambio social estira los límites de las clases para mejor, pero que el dinamismo económico es a menudo ruinoso e injusto.

Ambos populismos, el económico y el cultural son políticamente potentes, pero en Estados Unidos, a diferencia de en Europa, el populismo cultural ha sido siempre mucho más poderoso. Los americanos no se ofenden por el éxito ajeno, sino que se ofenden por la arrogancia y especialmente la arrogancia intelectual. Incluso los pobres en nuestro país tienden a movilizarse más por proclamas culturales que económicas. Fue este sentido, este sentimiento, el que Sarah Palin canalizó con tanta eficacia. Su aparición en escena desató las energías populistas que McCain no había tocado y ella las alimentó y se alimentó de ellas. Pasó la mayor parte de su tiempo en los mítines republicanos asediando el radicalismo cultural de Barack Obama y de sus seguidores «bebedores de café-latte«, quienes, como sugirió ella de vez en cuando, no eran parte de la «verdadera América» que ella veía en las multitudes entusiasmadas frente a ella. Palin canalizó estas energías culturales más por lo que ella era que por lo que ella decía o hacía, lo que contribuyó poderosamente a la extraña separación entre su curriculum vitae profesional y su presencia e impacto en la campaña.

El populismo cultural de Palin la puso en contra del enemigo que le causó más daño: la élite intelectual de la nación, cuya suspicacia inicial sobre ella se volvió franca repugnancia según avanzaba la campaña. Su falta de habilidad en las entrevistas para ofrecer respuestas coherentes sobre la “doctrina Bush”, la reforma reguladora y la jurisprudencia del Tribunal Supremo, junto con su expediente académico poco excepcional y el hecho de que no había pasado apenas tiempo en el extranjero, fueron ofrecidos como evidencia de que Palin representaba una peligrosa vena del anti-intelectualismo en la derecha.

Ella era, insistía el pro-izquierdista Christopher Hitchens, «una fanática religiosa y una ignorante orgullosa y presumida.» El pro-derechista David Brooks llamó a Palin «un cáncer fatal en el Partido Republicano» porque su tendencia «es no sólo despreciar las ideas liberales sino despreciar las ideas en su totalidad».

Palin nunca se jactó realmente de ignorancia o despreció explícitamente el aprendizaje o las ideas. Más bien, la acusación implícita era que como Palin no hablaba el lenguaje ni compartía los puntos de referencia comunes del estrato educado superior de la sociedad americana, eso la convertía básicamente en inadecuada para un alto cargo.

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Esta forma de elitismo intelectual es realmente bastante nueva en América, aunque ha sido una característica dominante de la sociedad europea desde la Segunda Guerra Mundial. No es tan exclusiva o tan antidemocrática como el elitismo cultural de otros países porque la entrada a la élite intelectual americana está, en principio, abierta a todos los que la persigan. Y perseguirla no es tan difícil como lo era antes, por lo menos para la clase media. De hecho, la mayor parte de los miembros prominentes de esta élite tienen sus orígenes en la clase media y no en bastiones tradicionales de privilegio y abundancia. Pueden hablar de haber crecido en Scranton, incluso mientras miran con desprecio la temporada de caza y el sucio carbón.

Tampoco la calidad de miembro de la clase alta intelectual está determinada por los diplomas que cuelgan en la pared. Palin habría podido conseguir la entrada fácilmente, a pesar de que sólo tiene una licenciatura en periodismo por la Universidad de Idaho. Aunque la élite intelectual está formada profundamente por nuestras instituciones principales de educación superior, el pertenecer a ella es más el resultado de supuestos y actitudes compartidas. Es más algo cultural que académico, más cuestión de escuchar la NPR que tener una licenciatura. En Washington, muchos políticos que no han ido a la mejor de las universidades trabajan duramente durante años para dominar el lenguaje y los supuestos de este estrato superior y para vivir cuidadosamente dentro de los límites prescritos por su opinión del mundo.

Aplicada a la política, la visión del mundo de la élite intelectual comienza con un supuesto no explícito de que el gobierno es fundamentalmente un ejercicio de la mente: la aplicación de la adecuada mezcla de teoría, magisterio y distanciamiento intelectual que exige conocimiento y fluidez verbal más bien que prudencia obtenida de las duras lecciones de la vida.

Sarah Palin representaba una noción muy diferente de la política, en la cual los buenos instintos y las experiencias valiosas de la vida se consideran fuentes de conocimiento por lo menos iguales que el aprendizaje de libros. Ella es el producto de una América en la cual las exhibiciones explícitas de orgullo intelectual se consideran impropias y de donde el valor físico y la constancia moral ocupan un lugar más alto que el logro intelectual. Ella estaba habituada a resaltar estas facultades -un hábito que fue interpretado por muchos en Washington como rudeza.

Ésta es la razón por la cual Palin fue vista como anti-intelectual cuando, correctamente hablando, era simplemente no-intelectual. Lo que le faltaba no era inteligencia -ella es, claramente, muy inteligente, sino más bien el particular sistema de asunciones, referencias, y actitudes inculcadas por las veinte mejores universidades de América y transmitidas por los órganos culturales de la élite de la nación.

Muchos de aquellos (especialmente los de la derecha) que reaccionaron negativamente a Palin con argumentos intelectuales se ven a sí mismos haciendo progresar los intereses de las familias de clase media-baja similares a la propia familia de Palin y de muchos de esos que iban a sus mítines y que saludaban su entrada en escena como algo parecido a una liberación. Pero es difícil evitar la conclusión de que mientras que estos miembros de la élite intelectual querrían que el gobierno sirviera los intereses de esa gente sobre todo, no querrían que esa gente manejase los resortes del poder. Ven a populistas de clase media-baja como Palin y a sus partidarios como profundamente mal preparados para el gobierno, porque carecen de los avíos necesarios para sus puestos -especialmente en política exterior, que, aún más que los asuntos domésticos, se piensa que es un ejercicio intelectual. Es por esta razón que Barack Obama, que tiene realmente mucha menos experiencia en gobernar efectivamente que Palin, no fue rechazado como alguien sin preparación para la presidencia. Palin puede haber sido elegida gobernadora de Alaska, pero sus pares en Cambridge habían elegido a Obama editor de la Harvard Law Review. Él habla muy bien el lenguaje universitario y a los ojos de la nueva élite americana, Washington es la universidad definitiva.

La reacción de la élite intelectual a Sarah Palin fue mucho más provinciana de lo que la propia Palin lo ha sido nunca y los que reaccionaron tan visceralmente contra ella mostraron poco o ningún aprecio por una premisa esencial de la democracia: que la sabiduría práctica importa por lo menos tanto como la enseñanza convencional y que la capacidad de liderazgo puede surgir de lugares completamente inesperados. La presunción que el único camino hacia el poder discurre a través de las universidades de la Ivy League y de sus tributarios ni es democrático ni es sensato, y es, por otra parte, una brusca y obstinada ruptura con la tradición americana del gobierno del ciudadano.

Pero uno debe reconocer que Palin era una candidata problemática. Carismática y emocionante como era a primera vista, e impresionante y tenaz como lo fue durante sus 66 días de campaña, terminó en el centro de un vacío político y cultural de propia creación. Comenzó abriendo un espacio enorme para sí misma y después no pudo llenarlo.

El sentido del potencial que acompañó la presentación de Palin y la sensación de que ella pudiese ser quien invirtiese realmente el impulso de la campaña no era ilusorio. Durante dos semanas más o menos, las encuestas se desplazaron significativamente en la dirección de McCain, pues parecía que su compañera de candidatura era algo genuinamente nuevo en la política americana: una mujer de clase media-baja que hablaba la lengua de los votantes ordinarios del país y tenía una profunda comprensión personal de las esperanzas y las preocupaciones de una vasta parte del público. Llamó realmente la atención de los votantes dubitativos, como el equipo de McCain había esperado que ella hiciese. El discurso de la convención, sus entrevistas y su actuación en el debate atrajeron audiencias sin precedentes.

Pero tras haber conseguido finalmente que los votantes les escuchasen, ni Palin ni McCain pudieron pensar en algo que decirles. El reformismo de Palin, como el de McCain, era esencialmente una actitud desprovista de sustancia. Ambos candidatos republicanos nos dijeron que odiaban la corrupción y que cortarían el exceso y el despilfarro. Pero tanto juntos como por separado, no ofrecieron ninguna visión que abarcase toda América, ninguna visión consistente del papel del gobierno, ninguna descripción clara de a qué debe parecerse una sociedad libre y ninguna idea coherente sobre políticas que pudieran tratar las preocupaciones de familias americanas y ofrecer realmente soluciones a los graves problemas del momento. El populismo de Palin no era su debilidad, sino su fuerza. Su debilidad fue que no pudo atar su populismo a algo más profundo. Un reformismo conservador acertado tiene que atraer basándose en el populismo cultural, pero tiene también atraer basándose en una visión del mundo, en ideas sobre la sociedad y el gobierno, y en una agenda política. Eso lo hará más intelectual, pero no necesariamente menos populista.

Los asesores de McCain tenían razón sobre Palin: era una imagen especular de John McCain. No era una política visionaria o una política programática, sino una política de comportamientos con una biografía atractiva. Al final, ella no pudo ofrecer más que McCain un análisis razonado coherente a favor de su presidencia.

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Sin embargo, ese no era su trabajo, sino el de él. Lo más llamativo sobre los dos meses finales de la carrera presidencial de 2008 no fue la incapacidad de Palin de cambiar las cosas de forma decisiva para McCain, sino su éxito en dar a McCain una ventaja aunque fuera por un breve tiempo. Ella atrapó la imaginación del público de una forma que asustó a la izquierda y con motivo. No es culpa de Palin que McCain fuese incapaz de recoger la respuesta fenomenal a su compañera de candidatura para su propia ventaja.

Al final, Palin tuvo un impacto modesto en la campaña. Alrededor del 60% de los encuestados a la salida de los colegios dijeron que la elección de Palin por parte de McCain había sido un factor en su voto. De éstos, el 56% votó por McCain mientras que solamente el 43% votó por Obama. Es decir, parece haber ayudado a McCain más de lo que le perjudicó, pero no mucho, como debía ser; votábamos a un presidente, después de todo. Frente a un ataque sin precedentes, Palin tuvo éxito donde casi ningún candidato vicepresidencial lo había tenido antes al ganar continuamente nuevos apoyos a su candidatura.

Esto sugiere que la poderosa combinación de populismo cultural y conservadurismo social de Palin podrían proporcionar el mapa que un político republicano necesitará en el futuro para progresar contra la marea demócrata. Pero ese mapa solamente llevará a ese político republicano hasta cierto punto del recorrido. El resto del viaje requiere la articulación de una visión más amplia para las familias americanas, para la prosperidad y libertad americanas, y la seguridad americana; una visión del conservadurismo, no sólo una nube de populismo.

Hay razones para creer que Palin intentará lograr exactamente esto en unas futuras elecciones nacionales. Puede ser, sin embargo, que otros republicanos ambiciosos estén mejor adaptados a la tarea de perfeccionar la fórmula para el éxito electoral que ella introdujo el otoño pasado.

De cualquier manera, el “momento Palin” arrojó una gran luz sobre el poder, el potencial y la falta última de adecuación de un conservadurismo basado solamente en el populismo cultural. También expuso la vulnerabilidad de la izquierda ante un desafío a sus más queridas proclamas -como el único representante de los intereses de la clase obrera y como la única trayectoria legítima hacia el poder político para una mujer ambiciosa.

Y, quizás todavía más revelador, hizo pública la propensión desafortunada y poco atractiva de la élite cultural americana a tratar a los que juzga que no forman parte de los elegidos con condescendencia y desdén.


EL TICKET McCAIN – PALIN: LA CAMPAÑA ELECTORAL (quinta parte)

09/04/2009

 

Los resultados electorales

El 4 de noviembre de 2008, martes of course, tuvo lugar la jornada electoral, la 56ª consecutiva desde el nacimiento de Estados Unidos. La verdad es que poca confianza podíamos tener los partidarios de Sarah después de la avasalladora campaña electoral desarrollada por los demócratas, la cual se había sustentado principalmente en la habilidad para el bla-bla-bla de su candidato, el apoyo fervoroso e incondicional de los medios de (des)información y el desastre que había supuesto el segundo mandato de George W. Bush (el 43), que había hastiado por igual a demócratas y republicanos.

Los dos candidatos habían apostado fuerte por un mensaje de cambio, más creíble en nuestra opinión el del candidato republicano que el del demócrata, ya que John McCain ofrecía un cambio en la manera de hacer política en Washington y como garantías de que no hablaba por hablar presentaba su propio historial de senador muy dado (tal vez demasiado) a llegar a acuerdos con los demócratas (“bipartidismo” se llama ahora esa figura) y la elección como candidata a vicepresidente de una persona, la gobernadora de Alaska Sarah Palin, que no había tenido reparos en enfrentarse a su propio partido en aras de esa misma reforma, demostrando que ese cambio era posible y que bastaba para ello con voluntad, coraje y sentido común.

En cambio, el candidato demócrata hablaba de un cambio que nunca quiso definir muy bien, un cambio que era el medio y el fin simultáneamente, un cambio “cósmico”, religioso prácticamente y que, como en todas las religiones, creaba devotos y hasta fanáticos, llegando a convertir la campaña electoral casi en una guerra de religión en la que todo valía con tal de aplastar al adversario, incluso la mentira descarada.

Los resultados electorales no es que estuvieran cantados; había dudas y un atisbo de esperanza. Ciertamente existía la posibilidad de una sorpresa, pero ésta era bastante remota y al final no se produjo. Los votantes demócratas acudieron en masa a votar, pero muchos republicanos no lo hicieron, decepcionados con la tibieza del mensaje de McCain. En consecuencia, no fue una larga y reñida noche electoral porque los resultados tardaron poco en ser lo bastante relevantes como para darse prácticamente por definitivos: los demócratas ganaban y los republicanos perdían.

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Los estados en azul representan estados ganados por el candidato demócrata. Los estados en rojo son los ganados por el republicano. Los números indican la cantidad de votos electorales asignados al ganador (recordemos que el ganador en cada estado se lleva todos los votos correspondientes a ese estado, con la excepción de Nebraska, donde se reparten proporcionalmente con un resultado de 4 a 1 a favor de los republicanos.

En cifras, el candidato demócrata se hizo con 69.456.897 votos, el 52,92% del censo electoral, mientras que el republicano se hizo con 59.934.814 votos, el 45,66%. No fue una derrota estrepitosa, en absoluto. E incluso teniendo en cuenta el apoyo masivo de los medios de (des)información al candidato demócrata, con juego sucio incluido, además de la abrumadora superioridad económica de que disfrutaron los demócratas y el lógico hartazgo después de ocho años de presidencia republicana (¿o medio demócrata?), uno se esperaba una auténtica catástrofe, pero no fue así. Curioso, ¿verdad? Visto en votos electorales, sin embargo, el resultado es más llamativo: los demócratas obtuvieron la victoria en 28 estados (además del distrito de Columbia y ese voto obtenido en Nebraska), mientras que los republicanos se hicieron con los 22 restantes. Esto supuso una mayoría de 365 votos electorales contra 173.

Como ya decíamos, los resultados se dieron por prácticamente definitivos hacia las 23.00 h EST (Eastern Standard Time, hora de la Costa Este) y unos veinte minutos después, John McCain hacía su aparición ante sus seguidores en el Biltmore Hotel de Phoenix (Arizona) para pronunciar su concession speech (discurso de concesión) y reconocer así su derrota. Junto a él, como no podía ser menos, estaba Sarah.

derrota

McCain reconociendo su derrota y Sarah a su lado. Con posterioridad, McCain ha tenido algún detalle feo hacia ella, como si se avergonzara de haber sido su compañero de ticket, mientras que Sarah jamás ha dicho una sola mala palabra sobre él. A eso se le llama lealtad.

Fue un buen discurso y muy digno de una persona como McCain quien, a pesar de todas las diferencias de opinión que podamos tener con él, de ninguna manera negamos su honradez y su decencia. Es cierto que hubiera sido un gran presidente, sin duda, pero no en 2008. Su tiempo había pasado ya y es una lástima que Estados Unidos haya desaprovechado a un hombre como él. Pero si por algo será recordado McCain será sin duda por haber descubierto a Sarah Palin y haberla dado a conocer a todo el país convirtiéndola así en alguien a tener en cuenta en el futuro, un extremo éste que él mismo reconoció de manera implícita en las palabras de su discurso dirigidas a ella:

“I am also — I am also, of course, very thankful to Governor Sarah Palin, one of the best campaigners I’ve ever seen … one of the best campaigners I have ever seen, and an impressive new voice in our party for reform and the principles that have always been our greatest strength … her husband Todd and their five beautiful children … for their tireless dedication to our cause, and the courage and grace they showed in the rough and tumble of a presidential campaign. We can all look forward with great interest to her future service to Alaska, the Republican Party and our country”.

(Estoy también – estoy también, por descontado, muy agradecido a la gobernadora Sarah Palin, una de las mejores candidatas que he visto nunca – una de las mejores candidatas que he visto nunca y una impresionante voz nueva en nuestro partido a favor de la reforma y de los principios que han sido siempre nuestra mayor fortaleza – su esposo Todd y sus cinco hermosos hijos – por su incansable dedicación a nuestra causa y el coraje y la elegancia que han demostrado en la aspereza y rudeza de una campaña presidencial. Todos esperamos con gran interés su futuro servicio a Alaska, al Partido Republicano y a nuestro país).

Emotivas palabras que revelan la verdadera opinión de McCain sobre Sarah, reconociendo su inteligencia y su valía como política y comprendiendo que el futuro de su partido pasa por ella, siempre y cuando ese partido se deje de tonterías “centristas” y se ciña a sus principios tradicionales que son los que lo hacen fuerte… y ganador (¡maldita sea, John, ya te podrías haber dado cuenta antes  de ello y no haberte pasado toda la campaña jugando al soy-republicano-pero-poco). De hecho, hace poco que el propio McCain reconoció en una entrevista en la NBC que la mayoría de los votos que obtuvo su candidatura iban dirigidos en realidad a Sarah, no a él, ya que fue ella en realidad quien movilizó realmente a la hasta entonces decepcionada base conservadora.

vuelta

Sarah y Todd de vuelta a casa, en Alaska, después de la noche electoral. Ella sonriente como siempre y él pensando, probablemente, en dar de baja su suscripción a más de un periodicucho de esos que no han hecho otra cosa que mentir sobre ellos y su familia.


¿OTRO BLOG MÁS? ¿PARA QUÉ?

16/03/2009

 

Este blog nace con una única intención: ayudar a que Sarah Palin, la gobernadora del estado de Alaska, sea mejor conocida en España y con ella, el ideario conservador que representa. ¿Y por qué Sarah Palin precisamente y no cualquier otra persona? Pues porque ella es la única política estadounidense actual cuyos hechos están a la altura de sus principios, que son también los nuestros. Y porque se lo merece además.

Cuando Sarah Palin fue escogida por John McCain como su candidata a la vicepresidencia el pasado día 29 de agosto de 2008, todos aquellos españoles que seguíamos la carrera presidencial (por supuesto, no a través de los medios de (des)información tradicionales, ya que en España carecen de toda credibilidad desde el 11-M) nos encontramos de pronto ante la figura de una mujer de la cual no habíamos oído hablar nunca. Tal vez alguien, algún fanático de “Doctor en Alaska”, pudiera saber que ella era la gobernadora de Alaska y la última responsable del bienestar de Cicely y de sus habitantes (alces incluidos), pero en lo que se refiere al público en general y aún a los que nos preciamos de conocer razonablemente bien la actualidad de los Estados Unidos, Sarah Palin era una desconocida. Se trataba de una jugada sorprendente por parte de McCain y que parecía un verdadero gambito: sacrificar la pieza de la falta de experiencia de su rival en aras de una posición más cómoda para él dentro del espectro de votantes habitualmente identificados con el Partido Republicano. Sí, ciertamente era todo un riesgo, pero ¿valía la pena semejante movimiento? Para decidir la respuesta muchos de nosotros nos lanzamos sobre la Wikipedia a buscar y leer el artículo “Sarah Palin” y luego nos fuimos a la página web oficial del estado de Alaska, que devoramos igualmente. Y lo que vimos y leímos en ambos sitios nos gustó. Y mucho. Sarah era una mujer joven, decidida y con las ideas claras que no había tenido el más mínimo reparo en enfrentarse con la casta política dominante en su propio estado (que, para más inri, estaba compuesta por miembros de su propio partido, el Republicano). Había comenzado como alcaldesa, había sido reelegida y ahora era gobernadora, estando dentro de su primer mandato como tal, y no había ninguna duda de que lo estaba haciendo bien, ya que su índice de aceptación entre los alasqueños, un 68% a principios de septiembre de 2008, era muy elevado. Además, era una mujer que no había sentido en absoluto la necesidad de sacrificar su vida familiar por una carrera política y, en consecuencia, no sólo estaba casada (y su marido, a decir de una amiga mía, es guapísimo y macizo a más no poder, ¡ejem!), sino que tiene cinco hijos, el último de los cuales padece el síndrome de Down, algo que supieron ambos durante la gestación, pero que no les indujo a optar por el aborto.

Según íbamos investigando y conociendo más detalles sobre ella, cada vez nos sentíamos más entusiasmados. Ciertamente, McCain había jugado fuerte y lo había hecho magistralmente. Sólo había que ver la cara que les había quedado a los del otro bando: estaban lívidos. Y cuando Sarah pronunció su discurso de aceptación en la convención republicana de Saint Paul (Minnesota) el 3 de septiembre de 2008 y soltó aquello de las hockey moms y el pintalabios que es la única diferencia entre una hockey mom y un pit bull, todos nos enamoramos de ella. Oh, my God! I wanna vote for her! No se había visto un entusiasmo semejante desde los tiempos de Reagan. Se ve que el frío de Alaska mantiene la mente despejada porque alguien como Sarah es impensable en Washington, Nueva York… o Chicago. Sin embargo, el otro bando no tardó en reaccionar y trataron de recuperar el terreno perdido.

Durante la campaña electoral, prácticamente todos los medios de (des)información se lanzaron sobre Sarah como fieras salvajes. Era un espectáculo repulsivo. Cada día aparecía una calumnia (smear) nueva y cada día esa nueva calumnia era aún más indigna que la anterior. La verdad es que nos sorprendió. No era eso lo que esperábamos. Es cierto que ya suponíamos que habría una cierta cantidad de juego sucio por parte de los habituales medios sensacionalistas, como en todas las campañas electorales, pero lo que nunca se nos hubiera ocurrido es que el juego sucio fuera a ser la norma incluso en los hasta entonces considerados medios “respetables”. Aquello no fue un ejercicio de espíritu crítico, sino mero afán de destrucción, una humillación pública cuya víctima era alguien cuyo único “pecado” era el haberse atrevido a desafiar de nuevo el establishment, tal y como dejó bien claro en su discurso de aceptación:

“I’m not going to Washington to seek their good opinion. I’m going to Washington to serve the people of this country”.

(No voy a Washington en busca de su buena opinión [en referencia al establishment]. Voy a Washington a servir a la gente de este país).

convencion

Sarah Palin durante su discurso de aceptación en la Convención Republicana del pasado año.

Toda esta animadversión era comprensible si se tiene en cuenta que era la primera vez que McCain iba por delante en las encuestas, claramente a consecuencia del empuje proporcionado por Sarah Palin a su candidatura. Pero por otra parte, semejante campaña supuso para muchos de nosotros la publicación del acta de defunción por podredumbre del periodismo tradicional estadounidense, ya fuera en prensa, radio o televisión (el español ya está muerto desde hace cinco años, tal y como mencionamos más arriba). Así pues, dado que ya no podíamos contar con ellos para que nos proporcionaran información objetiva y veraz, no tuvimos más remedio que buscar esa información por otro lado; en Internet, por ejemplo. Y gracias a Dios que la encontramos, principalmente en esos dos sensacionales blogs que son Democracia en América y Sarah Palin en español, a cuyos autores nunca podremos agradecer lo suficiente todo su esfuerzo y dedicación.

La campaña terminó y McCain perdió las elecciones. No es este el momento de repasar los errores cometidos, pero es evidente que uno de los peores fue el de no dejar a Sarah el mostrarse tal y como es, el ser ella misma, la mujer que se ganó por méritos propios el título de the most popular Governor in America. La prueba es que ahora que todo ha terminado es ella quien está en el candelero y quien concita la mayor adhesión por parte de los votantes republicanos mientras que McCain bastante ocupado está él en intentar conseguir que se olvide el hecho de que una vez formó ticket con ella y recuperar así su imagen “centrista”(o sea, medio demócrata). De desagradecidos el mundo está lleno, ¡bah!

En cambio, para Sarah, su verdadera campaña comienza justo ahora. La señal de partida ha sido la creación de SarahPAC, su propio PAC (Political Action Commitee). Es un paso muy importante y que nos dice que es la propia Sarah quien se está moviendo.

sarahpac

La página de presentación de SarahPAC, el nuevo desafío de Sarah Palin.

Evidentemente, todavía no sabemos con certeza en qué dirección lo hace, pero lo más atinado es pensar que va a centrarse en su campaña de reelección como gobernadora en 2010, al tiempo que no renuncia a mantener una cierta presencia en la vida pública nacional, procurando eso sí que no resulte en ningún caso agobiante porque ahora es el momento del actual presidente y estamos seguros de que Sarah es perfectamente consciente de que el suyo todavía está lejos y no llegará por lo menos hasta 2011. Pero mientras esperamos a que sea su turno, todos nuestros esfuerzos se dirigirán a hacer llegar la verdad sobre ella a cuantas más personas mejor para que no vuelva a pasar otra vez lo que ha sucedido durante esta pasada campaña electoral, cuando la mentira se ha enseñoreado de los medios de (des)información y ha calado en tantas personas que no han sabido defenderse de ella. Esa es nuestra meta, la de este blog, y a ello nos comprometemos.


DE ENTRADA, UN CUENTO

15/03/2009

 

Érase una vez, un candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos llamado McBlandito (otros dicen que se llamaba realmente McFlojo, McCastaña o incluso McPatata, pero eso no es lo más importante ahora). Éste, que era un hombre serio, honrado y valiente, tenía tan sólo un problema para ganar las elecciones y es que, a pesar de ser el candidato republicano, él no era republicano, sino medio demócrata, y eso despertaba muchos recelos entre quienes debían ser sus votantes naturales que, hartos ya del presidente republicano menos republicano de la historia (o sea, George W. Bush o Bush 43), no sentían mucho entusiasmo ante la idea de que quien le sucediera fuera el presidente republicano más demócrata de la historia.

McBlandito lo sabía, por supuesto, y listo como era tuvo una idea: buscaría a un candidato a vicepresidente que fuera todo lo republicano que él no era y utilizaría su figura para atraer a esos votantes que no se fiaban ni un pelo de él con la tranquilidad de que una vez elegido presidente, su vicepresidente desaparecería en algún pasillo de la Casa Blanca y nunca más se sabría de él. Así pues, McBlandito se puso a buscar por todas partes y al final dio con una tal Sarah Palin, gobernadora del estado de Alaska, allí donde Santa Claus tiene su cabaña de troncos. Sarah era republicana de verdad (no como él, que lo era de pega), estaba teniendo mucho éxito como gobernadora y encima era mujer y estaba estupenda, lo que añadiría a su candidatura un matiz muy interesante que seguro que fastidiaría mucho a los del otro bando. Sarah aceptó el envite y McBlandito se frotó las manos pensando que había hecho una jugada maestra, lo que era cierto dado que, de repente, pasó a encabezar las encuestas de intención de voto, algo que no le había sucedido nunca hasta entonces.

Sin embargo, todo se vino abajo cuando una terrible crisis económica se desató sobre los Estados Unidos y McBlandito se convirtió en McVeleta, sembrando la duda entre muchos votantes que se temieron que ya estaba un poco chocho. Y mientras McBlandito intentaba capear el temporal, Sarah se veía sometida día sí y día también a una lluvia de calumnias por parte de los medios de (des)información, todos ellos pasados con armas y bagajes a las filas del otro bando, quienes, conscientes de lo mucho que valía y de que era la única carta ganadora por parte de McBlandito, se lanzaron sobre ella a degüello. McBlandito estaba más perdido que un pato en un garaje y bastante tenía él con intentar averiguar por dónde soplaba el viento, a diferencia del otro bando que permanecía tan ricamente a resguardo, pero es que además toda esa carretada de asesores empingorotados que rodeaban a McBlandito parecían tener menos luces que un farol apagado y en lugar de responder y morder ellos también, se desentendieron de Sarah y la dejaron expuesta a la humillación pública, permitiendo que el otro bando consiguiera su objetivo de desacreditarla sin apenas esfuerzo. Naturalmente, McBlandito perdió las elecciones y esto último es probablemente cierto: las perdió él, no es que las ganara el otro. Luego, cuando recapitularon sobre lo que había pasado (todos menos Sarah, a quien ya no querían ver ni en pintura y devolvieron ipso facto a Alaska), comprendieron que habían jugado mal sus cartas y que era precisamente la única baza que no habían querido jugar a fondo la que les hubiera podido salvar: Sarah Palin. Y todos se sintieron tontos y McBlandito más que nadie, ya que se había convertido de pronto en McPifia. Y como que estaban tan avergonzados y muchos de ellos temían que ya no les contrataran como asesores ni para unas elecciones al bebé más mofletudo del condado, algunos de ellos quisieron disimular su estupidez culpando a Sarah e inventando más embustes todavía sobre ella que la hicieran responsable de la derrota.

Así pues, Sarah regresó a Alaska mucho más sabia que cuando salió de allí a ver qué pasaba por ahí abajo y McBlandito volvió a Arizona a contar en el bar del pueblo que una vez estuvo a punto de ser presidente a ver si alguien se lo creía y le invitaba a una cerveza. Pero Sarah, que es una luchadora nata y que tiene más valor ella sola que un pelotón de marines entero, decidió que no iba a quedarse en la tonta del bote de la historia y que la próxima vez que lo intente será ella quien lleve las riendas. Para ello, cuenta con el apoyo de la mayoría de los votantes republicanos, que, a despecho de todo lo que los medios de (des)información han dicho y escrito sobre ella, saben que Sarah es una de ellos y por eso la admiran y esperan el momento en que se decida a regresar with a vengeance, devolviéndoles la fe en una nación como la que soñaron los Padres Fundadores y sus propios antepasados, generación tras generación, antes de que los de la secta esa que se han adueñado de la Casa Blanca puedan arruinar su futuro y el de sus hijos.

Y colorín, colorado, este cuento no se ha acabado…

mcblandito

Sarah Palin y McBlandito cuando éste último todavía no se había convertido en McPifia y hasta parecía McAnudo.