Después de la que se armó cuando se supo que Sarah Palin iba a apoyar a John McCain en su campaña para la reelección como senador por Arizona y una vez que se calmaron las aguas, cuando todos comprendimos que Sarah no podía hacer otra cosa si no quería que cayera sobre ella la fea mancha de la ingratitud, ha sido durante este viernes y este sábado pasado cuando Sarah ha viajado hasta Arizona para cumplir con su palabra. Y a fe que lo ha hecho con el mismo entusiasmo y el mismo buen ánimo que siempre. Fred Malek, una de las pocas personas cuyo consejo Sarah escucha y muy atentamente, siempre ha sostenido que Sarah y John se tienen un gran cariño y no dudo de que eso sea cierto. Y es que una cosa son los rifirrafes que se puedan haber producido durante la pasada campaña electoral, que la verdad dudo que tuvieran su origen directamente en McCain sino en el tarugo de Schmidt, y otra muy distinta la relación que mantuvieran entre ellos los dos cabezas de cartel, que estoy seguro que era de lo más cordial. En fin, que sea lo que sea que pasara, Schmidt está out y Sarah y John están in. Y Sarah más in que nunca. Y cuando necesite a un director de campaña seguro que no llamará a Schmidt o tal vez sí… ¡para que le traiga los cafés! ¡Ah, el café se toma caliente, pero la venganza se sirve fría!
¡Guau! ¡Vaya foto! Sarah con chupa de cuero y con una pinta de chica mala que no puede con ella a pesar de lo buena que sabemos que es. ¡Qué bárbaro! Reconozco que esta foto me ha impresionado tanto que acabo de ponerla como fondo de pantalla en mi ordenador (sí, lo confieso: he recortado a McCain y sólo he puesto la parte de Sarah, lo reconozco). Y mira que tengo fotos suyas, pero no hay remedio: ha tenido que ser ésta. Y es que Arizona sigue siendo un estado muy bravo y conviene ir vestido para la ocasión: cuero, botas y un Colt a la cintura (y si pueden ser dos, mejor).
Nota del autor: De nuevo, les anuncio la aparición de un artículo mío en Semanario Atlántico titulado: «¿Podrá Sarah Palin evitar que EE.UU. abandone a Israel?”. Confío en que les guste.
McCain no convence a casi nadie, pero…
Tras perder las elecciones presidenciales, John McCain regresó a Arizona y en una fecha tan temprana como el 18 de noviembre, justo dos semanas después de las elecciones, anunció su voluntad de volver a presentarse a la reelección como senador en lo que sería su quinto mandato consecutivo en caso de triunfo, algo que confirmó oficialmente a los pocos días, el 25 de noviembre.
Sin embargo, ésta vez no iba a ser todo tan fácil como en ocasiones anteriores porque McCain había demostrado una preocupante debilidad para captar votos en su propio estado (recordemos que en las pasadas elecciones presidenciales, a pesar de ser Arizona el estado natal de McCain, éste sólo pudo ganar allí por un escaso 8,48% de los votos), lo que provocó rumores acerca de posibles rivales en las primarias.
El primero en saltar a la palestra fue el locutor de radio y antiguo representante en Washington, J. D. Hayworth, animado sobre todo por sus propios oyentes. McCain empezó a verle las orejas al lobo y respondió con una fiera oposición al plan de estímulo que entonces se debatía en Washington, lo que apiñó a los conservadores a su alrededor, pero no demasiado porque ya en 2009, otros dos rivales anunciaron su intención de competir contra McCain: Jim Deakin, un hombre de negocios, y Chris Simcox, cofundador del Minuteman Civil Defense Corps, un grupo de voluntarios civiles que se dedica a patrullar la frontera con México aunque evita todo posible enfrentamiento con los inmigrantes que pretendan cruzarla y se limita a dar parte a las autoridades de esas intentonas. Éste último fue quien tuvo palabras más duras en contra de McCain, a quien acusó de:
(…) haber fracasado miserablemente en su deber de asegurar las fronteras de esta nación y proteger a la gente de Arizona de la creciente violencia y falta de ley. (…) Junto con su voto para el temerario gasto del rescate y a las soluciones de gran gobierno a los problemas de nuestra nación, John McCain ha perdido de vista las necesidades de los habitantes de Arizona. Ya es suficiente.
Duras palabras que muchos compartieron, entre ellos Hayworth que declaró, a su vez:
Hay una gran cantidad de respeto por John McCain como figura histórica. Pero ya hace tiempo que rompió con la base conservadora del Partido Republicano y más recientemente con los habitantes de Arizona.
En noviembre, una encuesta asombraba a todos al anunciar que McCain y Hayworth estaban empatados en intención de voto de cara a las primarias republicanas. Algo de cierto debía de tener esa encuesta cuando inmediatamente McCain respondió con anuncios televisivos negativos contra Hayworth, un recurso de emergencia en estos casos. Sin embargo, no debieron de asustar demasiado porque en enero de 2009 Hayworth dejó su trabajo como locutor de radio para poder presentarse como candidato, algo que hizo oficialmente en febrero.
Hayworth rápidamente se hizo con el apoyo de algunos miembros del movimiento Tea Party, pero no de todos porque muchos prefirieron no tomar partido. La creciente amenaza que suponía Hayworth movió a McCain a mostrarse más conservador que nunca en cuestiones como el rescate bancario, la seguridad nacional, la reforma de la financiación de las campañas electorales y la admisión o no de gays en el ejército, asuntos en los que McCain siempre ha sido más bien tibio, hasta el punto de mover a Hayworth a comentar burlonamente que McCain estaba experimentando “una conversión en plena campaña”. Sin embargo, nada de esto engañaba a nadie porque la fuerza de McCain ha estado siempre entre los votantes “centristas” (o RINO) y los independientes, más que entre los conservadores a quienes no nos va a engañar a estas alturas poniéndose la piel de conservador cuando todos sabemos de sobra de qué pie cojea.
De cualquier manera, el hecho de que Hayworth lanzara oficialmente su candidatura movió a Simcox a retirar la suya con la intención de que los conservadores pudieran presentar un frente común. Ahora mismo, Hayworth tiene el apoyo expreso de una gran parte de los miembros de su gremio, los locutores conservadores de radio, incluyendo a Glenn Beck, Mark Levin y Michael Savage. A esto responde McCain con el apoyo expreso no sólo de Sarah Palin (a quien se lo perdonamos de todo corazón) sino también de Mitt Romney (a éste, no), Tim Pawlenty, Scott Brown, Fred Thompson, Dick Armey, Grover Norquist y Jeb Bush. Y no sólo eso sino que también cuenta con una probada capacidad de recaudación de fondos que le ha permitido recaudar ya más de cinco millones de dólares, sin contar los 20 millones que le sobraron de su campaña electoral de 2008.
De momento, las encuestas son todas favorables a McCain, tanto en lo que se refieren a las primarias (la más reciente, del 18 de marzo, le da una diferencia de 7 puntos porcentuales sobre Hayworth aunque en enero esa diferencia era de 22 puntos porcentuales y aún faltan cinco meses para el día de la votación) como en las elecciones generales en que, a falta de saber quién va a ser el candidato demócrata, el partido republicano saca más de 25 puntos porcentuales sobre el demócrata. Y es que Arizona es un estado seguro para los republicanos… y si encima el republicano fuera conservador, no vean.
Sarah Palin, de Alaska a Arizona y tiro porque me toca
Pues no, no me he podido resistir a poner otra foto de Sarah con chupa. Ésta me la ha mandado Santi (¡gracias!) y en ella no sale McCain para que podamos recrearnos la vista a gusto, je, je, je.
Tres eran los actos en los que iba a participar Sarah en Arizona: un rally con picnic incluido en Tucson, una recepción seguida de una cena en Phoenix y otro rally en Mesa. El picnic fue el primero de los tres y en él Sarah cosechó estruendosas ovaciones por parte de las más de mil personas que allí se congregaron. Por ejemplo, cuando dijo que “no somos el partido del “no”, sino el partido del “no, demonios”. Y es que muchas de las personas que acudieron al picnic lo hicieron, según propia confesión, para volver a verla a ella (porque sólo por los perritos calientes y las chuletas, por muy buenos que estuvieran, no). Sarah hizo un discurso muy combativo, muy de campaña electoral, en el que aprovechó para responder tanto a los que la critican por su feroz oposición a la reforma de la Sanidad aprobada recientemente en Washington como a los que la acusan estúpidamente de incitación a la violencia por su llamamiento a echar del Congreso a veinte representantes demócratas en las elecciones del próximo noviembre. De hecho, la respuesta del público fue tan positiva que sin duda debió de hacer sentirse algo tonto a McCain al pensar en lo que podría haber pasado en 2008 si sus directores de campaña hubieran confiado realmente en ella y le hubieran dejado hablar alto y claro. Tal vez otro gallo les hubiera cantado a todos. Y así lo reconoció más o menos disimuladamente cuando confesó durante su turno que ciertamente podría haberlo hecho mejor durante la pasada campaña electoral advirtiendo al país de lo que iba a pasar si finalmente resultaba elegido el candidato demócrata. Algo en lo que Sarah remachó cuando dijo: “¿Por qué caer en la trampa del bipartidismo cuando los demócratas están haciendo lo incorrecto?”.
Y para concluir con este repaso a la excursión que ha hecho Sarah a Arizona para ver a los amigos, les ofrezco la traducción de un artículo a favor de McCain que el Arizona Republic (ver el original aquí) publicó el pasado 25 de marzo y en el que Sarah explica sus razones para apoyar a su antiguo jefe y mentor, ahora más necesitado que nunca de su ayuda. Y es que ya sabemos todos que a la larga los discípulos acaban superando a los maestros y Sarah ha salido alumna aventajada.
El deseo de servir define a McCain
por Sarah PalinFue uno de los mayores privilegios de mi vida el servir como compañera de candidatura del senador John McCain en el ticket republicano de 2008 que trataba de conducirnos a la presidencia de Estados Unidos. Y es un honor el estar junto a él ahora mientras se presenta a la reelección al Senado de Estados Unidos.
Mucho antes del verano de 2008, respetaba al hombre conocido como “el rebelde del Senado.» Desde allí arriba, en el estado de la Última Frontera [Alaska], había visto con profunda admiración como luchó incansablemente contra el despilfarro y la corrupción. Me inspiré en su buena disposición para enfrentarse a su partido político -y hasta a su presidente- para hacer lo que él creía correcto para este país. Y como la madre de un hijo que pronto iba a ser desplegado en Irak, me sentí reconfortada pensando que el senador McCain estaba allí para asegurarse de que nuestros hombres y mujeres uniformados tenían la estrategia, los recursos y el apoyo incondicional que necesitaban para completar su misión.
En la campaña, tuve la oportunidad de ver de cerca las cualidades que yo siempre había admirado desde lejos. Según viajábamos por todo el país, llegué a conocer a John McCain personalmente. Él es un hombre de fe, un hombre de honor y -sobre todo- un hombre del pueblo. Está profundamente dedicado a su estado, la patriótica y trabajadora Arizona que le llama a casa, y a los principios fundamentales que le son tan queridos.
El deseo de servir a sus conciudadanos ha definido toda la carrera del senador McCain -y ha sido probado de manera que pocos pueden imaginar-. Como un hombre joven, fue a la guerra para luchar por nuestra libertad. Fue capturado, torturado y retenido en una celda solitaria lejos de casa como un prisionero de guerra. Cuando sus captores le ofrecieron la pronta libertad, la rechazó, insistiendo en que sus compañeros prisioneros de guerra fueran liberados en el orden en que fueron capturados. Era lo honorable, valiente y heroico que se debía hacer. Fue un sacrificio que le costó casi seis años de su vida.
Como un joven congresista, John era un soldado raso en la “Revolución de Reagan”. Sabía ya entonces que Washington estaba roto y se dispuso a arreglarlo. Desde aquellos primeros días en el Congreso, condujo la carga contra los earmarks y el gasto en pork-barrel. Ha sido un fuerte defensor de la Segunda Enmienda y ha perseguido un enfoque justo para satisfacer nuestras necesidades de energía. Y ha trabajado para crear una cultura que valora la vida humana inocente en todos los sentidos, en cada etapa.
Cuando se trata de cuestiones de guerra y la paz, el senador McCain ha sido una voz líder en los más importantes debates sobre seguridad de nuestro tiempo. Cuando muchos en Washington querían huir en estampida de Irak, el senador McCain defendió el incremento. Cuando la gente le señaló que esta postura le podría costar la presidencia, les dijo que estaba bien, que prefería perder una elección a perder una guerra.
Es ese tipo de coraje el que hace de John uno de los mejores funcionarios que este país haya conocido jamás. Un hombre de principios, no tiene miedo a tomar posturas difíciles y no rehúye una pelea. Él no está preocupado acerca de lo que es popular o partidista o personalmente ventajoso. Está guiado sólo por el deseo de hacer lo correcto para la gente a la que sirve y el país al que ama.
Después de la campaña de 2008, el senador McCain no perdió comba. Desde noviembre de 2008, ha presentado 15 proyectos de ley y cientos de enmiendas. Está liderando la leal oposición en el Congreso en contra de una agenda equivocada de que nos está haciendo menos seguros, nos hunde aún más en la deuda y nos vuelve más dependientes de regímenes extranjeros.
Cuando la administración de Obama propuso una ley de estímulo de casi un billón de dólares, el senador McCain les dio un poco de su hablar claro. Les dijo que el proyecto de ley era un robo generacional y votó «no».
Cuando el presidente comenzó a flaquear en Afganistán, John sabía que nuestros hombres y mujeres uniformados merecían algo mejor. Pidió al presidente que escuchara los consejos de sus comandantes sobre el terreno.
Cuando se trató de Obamacare, el senador McCain se puso de pie y habló en contra de esta asunción por parte del gobierno de una sexta parte de nuestra economía. Y le dijo al presidente que la transparencia en el proceso legislativo debía ser más que una promesa de campaña.
Ese es el tipo de liderazgo que necesitamos si vamos a convertir los retos de hoy en las oportunidades de mañana. En 2008, yo creía firmemente que John McCain era el hombre adecuado para Estados Unidos. Hoy en día, sé que él es el hombre adecuado para Arizona. Su estado se merece algo más que retórica; ustedes se merecen un líder con un verdadero récord de logros. Por eso, en nombre del senador McCain, estoy pidiendo su voto. Por el bien de todo nuestro país y el futuro de su estado, por favor envíen de nuevo a John McCain al Senado de los Estados Unidos.
John McCain, ¿héroe o villano?
Este artículo apareció en la revista American Thinker (lea el original aquí) en enero de 2010 y llevo desde entonces guardándolo a la espera de encontrar la ocasión adecuada para ofrecérselo a todos ustedes. Creo que ya conocen mi opinión: McCain no es santo de mi devoción, pero ¿quién de nosotros no preferiría a McCain en la Casa Blanca antes que al actual presidente? De todas formas, si McCain tiene un solo punto a su favor para merecer nuestra benevolencia es que si no hubiera sido por él, todos nosotros seguiríamos sin saber nada de una tal Sarah Palin, gobernadora de Alaska y completa desconocida por parte del resto del mundo. Por lo que a mí se refiere, suscribo todas y cada una de las palabras de Gene Schwimmer, el autor del artículo, y reconozco que si viviera en Arizona, votaría por McCain sólo por eso: por agradecimiento por habernos dado a todos a Sarah Palin y con ella la esperanza de verla en la Casa Blanca en 2012. Sólo por eso, sí, pero es que ya es mucho.
Alabando a McCain
por Gene SchwimmerTodo nuestro debate político actual, cuando se reduce a su esencia, se centra en responder a una sola pregunta: ¿Es la “Revolución de Reagan” permanente? Por esta época en el próximo año, después de que se conozcan los resultados de las elecciones del midterm de 2010, se sabrá. Mi predicción es que “Nosotros, el Pueblo” confirmará las elecciones de 1980 como un realineamiento político con un rotundo «¡sí!». Y por permitirnos por fin responder a esa pregunta -y por la respuesta en sí-, un hombre se merece nuestro agradecimiento especial: John McCain.
Amigos, estadounidenses, compatriotas, préstenme sus ojos. Escribo para alabar a John McCain, no para enterrarlo. No, en serio.
De la misma manera que la más profunda oscuridad precede al más brillante amanecer, también las victorias más grandes vienen a menudo precedidas por una gran pérdida – a veces incluso una cadena de ellas-. Mientras escribo esto, los jóvenes iraníes son golpeados en las calles de Teherán, pero no puede haber ninguna duda de que cada golpe sirve para acercar el día en que los oprimidos triunfen sobre sus opresores. Del mismo modo, en política, no puede haber ninguna duda 42 años después de que la derrota de Barry Goldwater en las elecciones de 1964 fueron las elecciones perdidas más importantes de la historia estadounidense.
¿O no? La sabiduría convencional juzga la permanencia de una filosofía política con encuestas de opinión, índices de aprobación y los resultados de las elecciones. La sabiduría convencional está equivocada. La verdadera prueba de la permanencia de una filosofía política es su capacidad para resistir un ataque concertado por sus opositores. Hoy en día, con los republicanos oficialmente fuera del poder y la oposición no sólo en el poder, sino en el poder con una mayoría abrumadora en la Cámara y una mayoría a prueba de filibustering en el Senado [el autor escribe antes de la elección de Scott Brown como senador por Massachusetts], Obama, Reid, Pelosi, y su camarilla de pequeños Bismarcks están la mejor posición posible para completar el trabajo de convertir a América en una distopía del bienestar europeo. Por lo tanto, si, después de los mejores esfuerzos de los liberales, el conservadurismo sigue en pie, nos enviará –y a ellos- un mensaje importante e innegable que los políticos demócratas moderados ignorarán a su propio riesgo político.
«Uno no sabe lo que tiene hasta que lo ha perdido», cantaba Joni Mitchell en «Big Yellow Taxi». Ahora, después de un año de la administración más izquierdista (con la ayuda y la complicidad de una igualmente izquierdista Cámara y Senado) de la historia estadounidense, el pueblo estadounidense sabe muy bien lo que tenía y mayoritariamente lo prefiere a lo que tiene ahora. Hoy en día, vemos los conservadores marchar sobre Washington. Los conservadores están haciendo oír su voz en los town hall meetings, las tea parties y -pronto- en las urnas. De hecho, en una encuesta, el tea party, aunque no oficialmente un partido, obtuvo más apoyo que el Partido Republicano. Esto sitúa los republicanos y a los demócratas en otro ámbito. Los votantes republicanos han estado enviando bolsitas de té en lugar de cheques a la sede del partido.
Nada de eso -nada de eso- estaría sucediendo si McCain hubiera ganado.
Artículo de alabanza número 2: Los defensores de Obamacare gustan de marcar a los republicanos como el “Partido del No”, acusándoles de oponerse al plan de los demócratas sin proponer un plan propio. No importa que cualquiera con un ordenador y acceso a Internet pueda leer las propuestas republicanas on line. De las cuatro propuestas principales que comprende el plan republicano, la primera es «dejar que las familias y las empresas compren sus seguros fuera de su estado» es, en opinión de este escritor, la mejor. Pero a medida que alabamos la idea, también debemos tomarnos un momento para recordar a quien ofreció esto por primera vez: John McCain. De hecho, el fracaso de McCain para hacer de esta propuesta abrumadoramente popular (hasta el 82% en una encuesta) el eje central de su campaña podría quedar como una de las oportunidades más trágicamente perdidas en la historia política estadounidense. Si nada más, un martilleo incesante de esta cuestión por McCain podría haber forzado a Obama a responder con sus propias propuestas antes de la elección.Y por último, pero ciertamente no menos importante (si me perdonan el cliché), está Sarah Palin. McCain realmente se ganó sus galones de rebelde cuando hizo caso omiso de los consejos de los «expertos» y la escogió como su VP. Antiguos miembros de la campaña de McCain lamentan abiertamente el día en que McCain eligió a Palin y al parecer lo único que deleita a estos burros más que condenar la elección de McCain es atacar a la propia Palin, lo que hacen en cada oportunidad con un celo impropio. Pero consideren la alternativa. Si McCain hubiera ganado, entonces sí, Palin sería hoy vicepresidente -al igual que Joe Biden-. Sabríamos de ella con la misma frecuencia, y cada una de sus intervenciones sería manipulada para que resultara tan vacua como las intervenciones de Biden lo son en realidad.
Pero incluso en las mejores circunstancias, ¿cuántas de las declaraciones de Palin representarían a Palin? El trabajo del vicepresidente es promover los puntos de vista del presidente, no proferir los suyos propios. Esto no sería un problema con, digamos, un presidente Cheney. ¿Pero con un presidente McCain? Consideren también que muchos de los que con saña, pero impotentes, atacan hoy en día a Palin serían miembros de la Casa Blanca, posiblemente en posición de sabotear sus aspiraciones políticas. Pero debido a que McCain perdió en 2008, Sarah Palin es ella misma a día de hoy, hablando por sí misma con un libro éxito de ventas, amplia cobertura mediática y mayor influencia política que ningún otro en política.
Sólo Sarah Palin sabe si una candidatura presidencial se encuentra en su futuro y nadie puede predecir si ganará y qué impacto va a tener en última instancia sobre la historia. Pero en un tiempo extraordinariamente corto se ha establecido por sí misma como una voz de gran alcance político -una que habla a favor, y ha capturado la imaginación, de una gran parte de la opinión pública estadounidense-. Ella es carismática, influyente y un activo sobresaliente para la causa conservadora. Y John McCain es el único que merece crédito como el que promovió a Sarah Palin a la escena nacional.
Ahora no se equivoquen: nada de esto significa minimizar el daño que Obama y sus compañeros viajeros radicales en la Cámara de Representantes y el Senado aún puede causar a esta nación en el corto -y, sin embargo, dolorosamente largo- tiempo que ejerzan el poder que el electorado estadounidense estúpidamente les ha confiado. Muy bien podemos obtener un plan nacional de salud estatista, una asombrosa deuda nacional que, literalmente, llevará generaciones para pagar, un Irán con armas nucleares y la legitimación de diez millones de inmigrantes ilegales. Pero todas ellas serán cosas que se nos imponen por personas que han obtenido su puesto -que podían obtener puestos- sólo ocultando sus verdaderas intenciones. Si pasa Obamacare y los futuros congresos fracasan a la hora de derogarlo será porque una minoría demócrata del Senado lo obstruyó – una exacta imagen especular de la situación actual donde una firme minoría de senadores republicanos están filibustering un proyecto de ley impopular al que los estadounidenses se oponen abrumadoramente.
Porque si las elecciones de 2008 y sus secuelas han demostrado algo es que el liberalismo como filosofía política de gobierno -es decir, una filosofía que los estadounidenses creen y abrazan- está muerto. Una de las manos que sostienen el martillo que golpea el último clavo en el ataúd del liberalismo será John McCain.
Sí, el aguijón de la derrota política es doloroso, pero «sin dolor, no hay ganancia», como dice el refrán. Así que recrimínenle si deben hacerlo, pero en la plenitud de los tiempos, la fracasada campaña presidencial de John McCain en 2008 puede llegar a ser para el siglo XXI lo que la campaña de Barry Goldwater en 1964 fue en el XX.
Gracias, John.
Anda, venga, no sean así y tengan un poco de compasión hacia McCain. Igual éstas son sus últimas elecciones que el hombre ya tiene una edad y si Sarah, que lo conoce bien, dice que cuenta con él, ¿vamos nosotros a enmendarle la plana? Yo, por mi parte, lo que diga ella. Además, de todos los bichos infectos que pululan por el Senado no es él precisamente el más perjudicial, no.
Hasta la próxima entrada. En ella, nos daremos una vuelta por Searchligth (Nevada). Verán que paisajes.