GOING ROGUE: UN RESUMEN (VI)

29/12/2009

 

Aún me falta otra entrada más para terminar con este resumen que les estoy ofreciendo del libro de Sarah Palin. Un libro que, si tuviera que aconsejar a un amigo sobre si vale la pena que se lo compre o no, le diría que por supuesto que sí. Y los motivos en concreto que le daría para ello son exactamente los mismos que les ofreceré a todos ustedes en una próxima entrada que se va a titular “Las lecciones de Going rogue”. No se asusten porque no se va a tratar de una reseña literaria (para eso, tienen ustedes montones de ellas corriendo por ahí y mucho más buenas que cualquiera que pueda yo pergeñar) sino de una reseña más bien “política”, si es que se puede llamar así, porque, para muchos, este libro no contiene nada de política cuando, en mi opinión, es todo lo contrario: está lleno de política, de política de altos vuelos y especialmente de propuestas para el futuro. Reconozco que cuesta entender lo que mueve realmente a alguien tan rara avis como Sarah, pero es que estamos muy enviciados después de tantos años de miserable politiquería y una vez que nos encontramos a una persona decente y encima una política con mayúsculas, sencillamente no estamos a su altura.

Una foto de la familia Palin que hacía tiempo que quería publicar, pero que no quería hacerlo mientras Track estuviera destinado en Irak. Por fortuna, ya ha vuelto sano y salvo y ya no hay ningún obstáculo a que lo haga. Por mi parte, no voy a hacer ningún comentario porque ya saben ustedes cuál sería: ¡Mira qué graciosa está Piper! ¿A que es un encanto de niña? (Lo siento, pero uno ha nacido para ser padre y me tengo que jorobar no siéndolo, así que no me queda más remedio que consolarme con los hijos de los demás). ¡Piper, Piper, Piper!

CAPÍTULO SEXTO: THE THUMPIN’ (El aporreamiento)

Sarah comienza este capítulo recordando el año 2004, cuando le sugirieron presentarse como candidata al Senado en Washington, compitiendo por el escaño ocupado en aquel entonces por Lisa Murkowski, la hija del gran sátrapa Frank Murkowski ( se acuerdan de él, ¿eh?).  Era una buena oportunidad porque la tal Lisa estaba más que desprestigiada por el escandaloso caso de nepotismo en que se había enfangado su papá y hubiera sido muy fácil arrebatarle el escaño. Sin embargo, tras consultarlo con su familia, como ha hecho siempre, Sarah se encontró con la única oposición de su hijo mayor, Track, quien le preguntó quién iba a ser entonces la manager de su equipo de hockey (Sarah era efectivamente la manager del equipo y se ocupaba de todo lo que tuviera que ver con ellos, viajes incluido) si era elegida senadora. Como quiera que para Sarah su familia va siempre primero, le pareció un argumento más que sobrado para desestimar finalmente la oferta.

Y tras la campaña electoral de 2008, Sarah nos cuenta que se sentía en la misma situación que en aquel entonces. Seguía siendo la gobernadora de Alaska, seguía siendo la misma persona que diez semanas antes, pero en cambio Alaska ya no era el mismo lugar en el que había vivido ella siempre. Para Sarah, había empezado la guerra de las ethics complaints, los mismos periódicos que antes la trataban con respeto y hasta amistad ahora se habían convertido en vulgares tabloides llenos de calumnias y su administración se encontraba de pronto con que ya no podía gobernar, sino que se pasaba todo el rato defendiéndose de la avalancha de acusaciones infundadas de que era objeto. Anónimos (o no tan anónimos) asesores de la campaña de McCain empezaron a sembrar rumores sobre ella en un intento de descargarse de las culpas por su propia estupidez. Los periódicos nacionales, que le achacaban intenciones futuras que ella nunca había reconocido, se quejaban de que no saliera de Alaska, mientras que en Alaska a poco que salía de allí se quejaban de que les dejaba abandonados, prohibiéndole que hiciera lo mismo que habían hecho todos sus antecesores sin mayores problemas. Era “la nueva normalidad” y como en 2004, iba a ser Track quien acabara dándole el argumento definitivo para que tomara definitivamente una decisión.

Y es que es curioso cómo puede cambiar la gente. Por ejemplo, ¿se acuerdan de aquella historia bastante bochornosa en que la víspera del Día de Acción de Gracias Sarah fue entrevistada en una granja de pavos mientras a sus espaldas un operario hacía su trabajo y mataba pavos? El autor fue un periodista de Alaska a quien Sarah recordaba como un profesional muy serio, pero que ahora estaba desconocido. O aquel otro periodista que le sugirió dar una rueda de prensa con todo su gabinete para así facilitarles el trabajo a ellos al no tener que ir de puerta en puerta y que luego, tras haber accedido a dar esa rueda de prensa, publicó que Sarah era incapaz de ofrecer una rueda de prensa sin la asistencia de su gabinete para “soplarle” las respuestas. Pero todo esto no era sólo cosa de la prensa local, sino también de la nacional que seguía vertiendo basura sobre ella y que hasta se atrevieron a acosar a Piper en la calle aprovechándose de que volvía sola del colegio. Molestaban a su familia, a sus parientes, a sus asociados políticos, a sus vecinos, a su médico… Y si alguno de estos creía que quien le preguntaba era de confianza y hablaba con él de buena fe, pronto se daba cuenta de que le habían engañado y se lamentaba amargamente de haber picado.

Prensa, pero también bloguistas progres, que eran casi peores obsesionados como estaban con Trig y la calumnia de que no era hijo de Sarah. Y hasta empezaron a hacer circular el rumor de la existencia de unos videos pornográficos de Sarah que iban a publicar prontamente. No lo hicieron nunca.

Es cierto que no era ella la primera política que se encontraba en esa situación, pero es que tampoco será la última al menos hasta que los estadounidenses digan basta ya. Sarah reconoce que no le gusta quejarse, pero reconoce también que a raíz de toda esta situación, la prensa tradicional ha acabado perdiendo toda su credibilidad como fuente de información. Y si ya no cumple con esa función, habrá que buscar otros medios porque, gracias a Dios, aún quedan algunos: periodistas en la televisión por cable, comentaristas radiofónicos, bloguistas, algunas publicaciones periódicas basadas en hechos reales, etc. Justamente todos esos medios que la izquierda sueña con poder cerrar de una vez por todas.

El 7 de julio de 2009, Rudy Giuliani invitó a Sarah, Todd y Willow a presenciar un partido de beisbol de los Yankees en su estadio de Nueva York. Fue entonces cuando el patético comediante Jay Letterman (de la CBS, ¡cómo no!) hizo un chiste asqueroso sobre Willow. Sarah salió en defensa de su hija y la izquierda se le echó encima acusándola de no aguantar siquiera un chiste, aunque ese chiste no sólo fuera repulsivo sino degradatorio para Willow tanto como mujer como adolescente. Por supuesto, las feministas ésas que tanto se llenan la boca cuando quien habla es alguien que no es de la banda, calladas como buenas chicas que son, siempre a las órdenes del macho alfa. Sarah las califica acertadamente al describirlas como “hipócritas”.

Y lo más ridículo fue cuando surgieron los rumores de que se divorciaba de Todd y todo porque la fotografiaron un día sin llevar puesta su alianza. Pero es que ella muchas veces no la lleva y, de hecho, Todd ni siquiera tiene una porque cuando las compraron hace veinte años eran más pobres que las ratas y la de Sarah ya les costó 35 $ y no tenían para más. A eso se le llama buscarle tres pies al gato. O pensar mal y no acertar. O simplemente ser imbécil.

En cuanto a su tarea diaria de gobierno, de repente se multiplicaron los requerimientos de información recibidos por su administración y las ethics complaints presentadas contra ella. Los primeros son meros tiros al azar a ver si pueden encontrar algo que dé para una calumnia (ya que para una verdad no iban a encontrar nada) y las segundas son meramente ridículas. La mayoría de estas peticiones procedían de las mismas dos personas: un periodista de la AP y la turuta de Andrée McLeod quien, en prueba de que realmente lo suyo es de manicomio, llegó a presentar una ethics complaint quejándose de que las funcionarias de la administración llevaban la ropa demasiado ceñida y se les marcaba todo: tetas, culo, etc.  ¡Un escándalo! Algo que de por sí ya es bastante como para recetarle una cura de sueño, pero como quiera que la prensa le apoyaba porque les proporcionaba carnaza (es que la tal McLeod, a la que presentaba una ethics complaint, corría a contárselo a la prensa, algo expresamente prohibido por la ley) y pronto un abogado izquierdista, Don Mitchell, empezó a financiarle y hasta a asesorarle. Sarah reconoce que alguna vez ha estado tentada de acabar con todo aceptando la multa que fuera con tal de poder olvidarse de ello, pero su abogado, Tom Van Flein, un buen abogado, jamás se lo ha permitido consciente de que eso es pan para hoy y hambre para mañana, además de que es fundamentalmente injusto porque ella no ha violado ninguna ley. Y es que el propio Don Mitchell ya había publicado una entrada en el Huffington Post en septiembre de 2008 anticipando la estrategia de las ethics complaints como medio para arruinar la acción de gobierno de Sarah.

En cuanto a la política de la nueva administración en Washington, la opinión de Sarah es clara: el gobierno no debe meterse en la economía. Y punto. Se opone a todo tipo de “redistribución de la riqueza” porque eso no es más que el quitarle injustamente su dinero trabajosamente ganado a una persona para dárselo a otra. Pero es que además de injusto, no funciona tal y como recuerda Sarah citando a Abraham Lincoln, quien ya dijo que no se puede ayudar a los pobres aplastando a los ricos que invierten y crean puestos de trabajo para ellos porque en ese caso, los ricos simplemente se irán a otro lado y los pobres perderán incluso esa oportunidad de prosperar por su cuenta. Es entonces cuando Sarah empieza a oír de los Tea Parties y eso la llena de ánimo al ver que los estadounidenses están atentos a lo que pasa en SU Casa Blanca y en SU Congreso y que no piensan dejar de estarlo.

Un buen día, Sarah y Todd repasan su situación económica y se llevan un susto al encontrarse con que deben alrededor de 500.000 $ en gastos legales. Y encima, 50.000 $ de ese total corresponden  al coste del proceso de selección como candidata a la vicepresidencia, que el GOP se lo carga a ella al no haber ganado las elecciones… ¡Genial! Sarah nos explica entonces que ésa es la misma estrategia que ya emplearon en su momento contra Newt Gingrich. La izquierda, con su pobre mensaje y sus más pobres resultados aún cuando han gobernado, ya no se bate en el terreno de las ideas porque sabe que no tiene ni una que ofrecer, sino que prefiere batir directamente a sus adversarios políticos y Gingrich, que se había convertido en algo raro en la derecha: el líder de un movimiento popular, era el más temible de todos ellos. Así que había que acabar con él como fuera y lo hicieron a base de ethics complaints, un total de 74 que se presentaron en su contra de las cuales 65 eran simplemente ridículas. Sin embargo, hubo una, sólo una, que prosperó y por la que fue condenado a pagar una multa de 300.000 $ y aunque tres años después fue definitivamente exonerado, ya era tarde porque su imagen pública había quedado tocada y se hundió.

Es lo mismo que intentaron con Sarah. Ella también tuvo que tragarse una ethics complaint que no fue descartada del todo.  Fue la relacionada con una serie de viajes realizados por ella y su familia que algunos no consideraban hechos “en interés de Alaska”. No había ninguna violación de la ley, pero el investigador demócrata que la tramitaba se vio forzado por el partido a encontrar algo y ante el temor de que se eternizara, finalmente Sarah aceptó reembolsar al Estado el importe de una parte de esos viajes siempre y cuando quedara constancia de que no había vulnerado ninguna ley y que si lo hacía era simplemente como un medio de ayudar a que la legislación relacionada con los viajes de los miembros de la familia del gobernador fuera revisada y reescrita con más claridad. De hecho, Sarah incluso tuvo que reembolsar el importe de un viaje de su hija Bristol que ésta nunca realizó (¡!). Lo hizo simplemente para no seguir atascada con ese asunto por vete tú a saber cuánto tiempo más, pero el resultado práctico fue que por fin los medios de comunicación podían publicar que Sarah había sido encontrada culpable de una violación ética, sin dar más detalles, por supuesto.

Semejante acoso empezó a dar resultados y empeorar su situación familiar: Todd no podía ir siquiera a la sede del Gobierno porque los periodistas le acusaban de ser “el gobernador en la sombra”, sus hijos no podían viajar con ella y tenían que vivir separados (Piper y Trig vivían con su madre en Juneau y Bristol y Willow lo hacían en Wasilla con su padre). Su equipo también empezó a verse afectado ya que las ethics complaints empezaron a apuntar hacia ellos y de la manera como es la legislación de Alaska, tenían que pagarse todos los gastos legales de sus propios bolsillos.

Por fin, un grupo de la Republican Governors Association que viajó a Alaska le advirtió de que estaba siendo “emanuelizada” (por Rahm Emanuel) o “aporreada” y le dicen que está todo recogido en el libro The Thumpin’: How Rahm Emanuel and the democrats learned to be ruthless and ended the republican revolution (El aporreamiento: Cómo Rahm Emanuel y los demócratas aprendieron a dejarse de tonterías y pusieron fin a la revolución republicana). En él se recoge la historia secreta de la campaña electoral de 2006, que devolvió el control del Congreso a los demócratas y fueron el preludio de la victoria de 2008 en las presidenciales.

Y además, seguían dale que te pego con Bristol y su embarazo, Trig y quién era su verdadera madre, etc. Ella sólo pretendía hacer su trabajo, pero no le dejaban. Por fin, su más fiel compañera, Kris Perry, se ve obligada a dimitir incapaz de seguir.  A base de ethics complaint tras ethics complaint, su imagen pública iba deteriorándose. Además, le amenazaba la ruina económica. Su amiga Kristan Cole creó un fondo con todas las de la ley para ayudarle a sufragar los gastos legales, pero también se vio afectada por una ethics complaint y hasta ahora no se ha podido tocar un solo dólar de allí. La administración de Alaska estaba prácticamente paralizada.

Sin saber muy bien qué hacer, Sarah habló con Track por teléfono. Aún estando él en Irak, estaba enterado de lo que pasaba y hasta él se sentía afectado y hasta desmoralizado. No quiere que su madre abandone deshonrosamente su puesto sino que le pide que haga lo que haga sea para perseguir un objetivo mejor. Sarah recuerda el consejo de un buen amigo de los Palin: En política, o comes bien o duermes bien. Ella ya no dormía bien. Tiene que ser la gente de Alaska en primer lugar y si no podía responderles cómo ellos le tenían todo el derecho a exigirle que lo hiciera, entonces debía obrar en consecuencia. Por fin, Sarah tomó la decisión de dimitir y cuando lo hizo, no había ningún cálculo en ello. Para ella, era únicamente lo que tenía que hacer y si la consecuencia iba a ser que se hundiera su carrera política, lo asumiría.

El 3 de julio de 2009, Sarah dimitió por la única razón de que era lo mejor para Alaska. Pero lo más divertido fue la reacción de esos mismos que tanto deseaban deshacerse de ella: estaban indignados y corrieron a inventarse algunas calumnias de última hora como, por ejemplo, que dimitía porque el FBI la estaba investigando, algo que el FBI desmintió oficialmente acto seguido. Pero seguían preguntándose por qué había dimitido y por más que se les explicara, era imposible que lo entendieran. Sólo una comentarista, Mary Matalin, comprendió que la inteligencia de una estrategia que no sólo desarmaría a sus oponentes sino que además la dejaría libre para viajar y recaudar dinero y favorecer las causas que quisiera. Ciertamente fue la única que demostró tener luces porque reconozco que yo también me volví tarumba aquel día (fui tibio, pero prometo no volver a serlo nunca más). Pero lo peor es que la izquierda, a estas alturas, sigue sin entenderlo. Y es que no es extraño porque el izquierdismo perjudica seriamente el uso de las capacidades racionales.

Y como quiera que en la foto anterior no aparece el miembro más joven de la familia Palin, para compensar, aquí le dedico una foto en exclusiva para él sólo con su mamá. Su hippie boy como lo llama Sarah (le gusta que lleve el pelo largo y ciertamente parece un hippie) en brazos de su madre, saludando a sus partidarios durante un acto de su reciente gira. ¿A que será estupendo ver a Trig trastear en el Despacho Oval en 2013? ¡Ay, Piper, que te va a robar el protagonismo! No te preocupes, tú siempre serás mi Palin favorita.


GOING ROGUE: UN RESUMEN (III)

19/12/2009

 

Cuando uno ha traducido (más mal que bien) unas cuantas intervenciones televisivas de Sarah Palin, sabe que ésta se expresa de una manera peculiar. No quiero decir con ello que hable incorrectamente, sino que tiene su propia manera de expresarse, la de una persona que piensa a mayor velocidad de la que habla y que a menudo siente la tentación de expresar una nueva idea que se le acaba de ocurrir antes de haber terminado con la que estaba explicando. Eso provoca que su manera de hablar resulte confusa en ocasiones, pero es debido simplemente a que tiene demasiadas cosas que decir… y poco tiempo para ello porque en la televisión, el tiempo está contado al segundo. Reconozco que eso es algo que me pasa a mí también y tal vez por ello siento tanta simpatía por Sarah; me hace sentir que tenemos algo en común ella y yo (perdón por esta pequeña vanidad mía). Sin embargo, esto sólo pasa cuando sus intervenciones son espontáneas, no cuando pronuncia un discurso ya que entonces las ideas que quiere comunicar ya las tiene previstas de antemano y simplemente tiene que desarrollarlas en el orden previsto, resultando más clara que el agua. Por lo que se refiere a Going Rogue, me ha llamado la atención el hecho de que a pesar de estar muy bien redactado, conserva el tono original de lo que podría ser una conversación tranquila y pausada con Sarah, incluyendo sus abundantes expresiones coloquiales que tanto me desesperan a mí, que no domino tanto el inglés como para comprenderlas a la primera, pero que a cambio convierten cada página del libro en algo realmente vivo y colorido (además de mejorar mi nivel de inglés, you betcha!)

Una foto de Sarah durante la presentación de los actos conmemorativos del 50º aniversario del Estado de Alaska. La placa de matrícula supongo que se la puso en su Jetta, ¿no? ¿O se la quedó Todd? ¿O Track? ¿O Piper para su bicicleta? ¿Hicieron siete copias, una para cada uno? Porque si no, vaya follón se podía montar en aquella casa: ¡La quiero yo! ¡No, yo! ¡Es mía! ¡Narices, es mía!… ¡Ufff!

CAPÍTULO TERCERO: DRILL, BABY, DRILL (Perfora, nena, perfora)

En el último capítulo, Sarah nos dejó con la duda de cuál iba a ser su siguiente paso. En éste, la duda queda resuelta ya que comienza relatándonos uno de sus muchos viajes durante su campaña electoral como candidata a gobernadora de Alaska. Un viaje, en concreto, llevado a cabo en su propio coche, de noche, con varios de sus hijos durmiendo en el asiento trasero y ella preguntándose si no se habrá equivocado de carretera.

Y es que convendría recordar que antes de ser seleccionada por McCain como su compañera de ticket, Sarah Palin llevaba ya a sus espaldas no una sino… ¡siete campañas electorales! Dos para el cargo de concejal de Wasilla (las dos ganadas), dos para el cargo de alcaldesa de Wasilla (las dos ganadas), unas primarias para el cargo de vicegobernadora (perdida por los pelos) y otras primarias y las auténticas elecciones para el cargo de gobernadora (ganadas incluso contra su propio partido, el GOP, que no quería verla ni en pintura). Es decir, un total de seis elecciones ganadas contra una sola perdida. O sea, que si de algo sabía Sarah en ese momento era de cómo afrontar una campaña electoral contra un candidato presuntamente vencedor (recordemos que fue elegida alcaldesa en competición con el alcalde entonces en el cargo, Stein, y que hizo lo mismo como gobernadora, compitiendo en las primarias con el gobernador entonces en el cargo, Murkowski). Lástima que no le dejaran opinar los sabiondos esos que llevaban la campaña de McCain porque si lo hubieran hecho tal vez otro gallo les hubiera cantado.

La decisión de Sarah de competir en las primarias del GOP contra Murkowski no fue exclusiva suya, sino que hubo muchas personas que la animaron a ello: por ejemplo, Rick Halford, un antiguo senador del Senado de Alaska, republicano pero no de los que detestaban a Sarah, sino de los que creían en ella y pensaban que Sarah era diferente y que Alaska necesitaba precisamente eso: algo diferente.

Otra persona que animó a Sarah a presentarse fue (¡asómbrense!) Andrée McLeod, la que años más tarde se convertiría en la loca de las ethics complaints. Pero para eso, todavía faltaba tiempo y por aquel entonces, Andrée the Gadfly (o la “mosca de culo de vaca”, como creo yo que podría traducirse), que es como la conocía todo quisque en Alaska, era su más ferviente admiradora, lo que aprovecha Sarah para contarnos los inicios de esta patética mujer, una historia de lo más divertida y que no deja lugar a dudas de su escasa salud mental.

Por fin, la tercera influencia que reconoce Sarah es la de John Reeves, un votante demócrata harto de la corrupción rampante de Juneau (la capital del Estado) y que, al igual que muchos, ya fueran demócratas, republicanos o independientes, ansiaba un cambio que devolviera el gobierno de Alaska al lado de la gente. Un cambio para el que no veía capacitado a nadie a cabo que no fuera Sarah Palin.

En definitiva, que Sarah se lanzó al ruedo y, libre ya de sus obligaciones como alcaldesa de Wasilla que no le permitieron ocuparse debidamente de su campaña anterior, empezó a recorrer el Estado y a explicar sus intenciones a sus paisanos. Pronto sus amigos se unieron a ella y Sarah pudo contar con una mínima organización política que le diera el apoyo que precisaba. Es entonces cuando empezamos a encontrarnos con nombres como los de Kris Perry, íntima amiga suya y una persona de la que todos hemos oído hablar mucho durante estos últimos años pero que ignorábamos de dónde había salido o qué relación tenían con Sarah aparte de la meramente profesional (con el tiempo, Kris se convirtió en la mano derecha de Sarah como gobernadora de Alaska). Sí, ya sé que todo eso no es más que mera chafardería, pero es que a mí me encantan estas cosas, ¡caramba!

La campaña electoral de Sarah se centró en tres ideas: limpiar de parásitos el gobierno, desarrollar las infraestructuras del Estado para que el sector privado encontrara un ambiente favorable que le llevase a invertir en nuevos negocios e incrementar la producción de energía, construyendo sobre todo ese gasoducto de 5.000 kilómetros y 30.000 millones de dólares que llevaba décadas siendo prometido por todas las administraciones pero que nunca se convertía en una realidad. Por cierto, que es de lo más curioso comprobar que el lema de su campaña hacía hincapié en el “cambio” que suponía su candidatura (un lema que años más tarde iba a adoptar el actual presidente de Estados Unidos para su propia campaña aportado sin duda por uno de sus asesores de más alto rango, que tenía raíces en Alaska), algo que compartía hasta el último de los alasqueños hartos de tanto político corrupto como había en el gobierno y la legislatura y que habían sido la causa ya de más de una redada por parte del FBI. Vamos, peor casi que Chicago (¡anda, otra coincidencia con el presidente!).

Recorriendo toda Alaska de cabo a rabo y sin dejar apenas una sola cabaña de troncos a la que no hubieran llegado personalmente para explicarle a sus moradores sus intenciones, Sarah no tuvo problemas en ganar las primarias republicanas, pasando pues a ser la rival del candidato demócrata, Tony Knowles, un antiguo gobernador de Alaska que buscaba su tercer mandato, y a un candidato independente, Andrew Halcro, un cretino republicano que años más tarde fue el primero en lanzar la basura del Troopergate desde su blog, pero que ahora estaba ansioso de unir sus fuerzas con ella en una candidatura conjunta (y absolutamente fuera de lugar), algo a lo que Sarah le dijo que nanay.

Una de las sorpresas que me he llevado leyendo este capítulo ha sido saber que Meghan Stapleton, la actual portavoz de Sarah, resulta que es una antigua amistad suya de sus tiempos como gobernadora, cuando Sarah la contrató como secretaria de Prensa. Yo pensaba que la había conocido durante la campaña presidencial y resulta que no. ¿Ven como lo de las chafarderías tiene su interés? Por otra parte, la campaña involucró a toda la familia Palin, como siempre, incluyendo a la familia de Todd, quienes no dudaron en apoyar firmemente a la esposa de éste para que pudiera alcanzar el puesto de “Boss Alaska”, que es como llaman los yupik al gobernador del Estado.

La victoria de Sarah fue un bombazo y la cara que les quedó a los demócratas era todo un poema. Rompiendo con la costumbre, Sarah escogió tomar posesión en la ciudad de Fairbanks y no en la de Juneau. La ceremonia fue especialmente brillante y todos sus paisanos sentían que se abría una nueva etapa para todos. Y como quiera que las expectativas eran muchas, ya desde el primer día de trabajo Sarah empezó a sacudir las cosas allí en Juneau, siguiendo el estilo marcado por Ronald Reagan: escoger los asuntos más importantes de tu agenda y centrarse personalmente en ellos; luego, delegar los restantes en tu equipo y darles suficiente poder y motivación para que implementen tu visión en esos otros asuntos. Así pues, siguiendo este esquema, Sarah se centró en lo que había sido el meollo de su programa electoral: desarrollo de las infraestructuras, conservadurismo fiscal y reforma ética, aunque sin dejar de prestar especial atención a otros asuntos urgentes tales como la educación, los servicios para los discapacitados y los mayores, la formación profesional, el desempleo y los tradicionales males de la Alaska rural (dependencia, alcoholismo, delincuencia, etc.), todo ello revisando las prioridades presupuestarias establecidas hasta entonces para que fuera el sector privado y no el Estado quien asumiera la tarea de cubrir esas necesidades.

La historia de cómo la administración Palin se enfrentó a las grandes petroleras y les ganó el pulso en la cuestión del gasoducto merece más de una lectura porque es ejemplar. Es una historia de la que todos tenemos conocimiento de sus aspectos generales pero que, explicado por la propia Sarah, gana en claridad y si además, Sarah nos lo explica con ese sentido del humor tan suyo y que a mí, personalmente, me entusiasma, mejor que mejor.

Pero como quiera que una cosa es que Sarah pasase a ser la gobernadora de Alaska y otra distinta el que Todd pasase a ser el “Primer Caballero” (o el “Primer Tío”, como le gustaba decir a él) y el resto de la familia, la “Primera Familia”, tan interesante es saber qué pasó el primer día de Sarah en su nuevo despacho como saber qué pasó el primer día de toda la familia en la mansión oficial. Dejando aparte que ésta era un caserón con goteras, chimeneas atascadas y una fontanería que no funcionaba, era lógico que todos se sintieran impresionados por la casa y que las niñas disfrutaran correteando por los pasillos, las buhardillas y demás lugares. La feroz conservadora fiscal que es Sarah no podía transigir con el pedazo de avión que se compró su antecesor, Murkowski, pero tampoco con un chef particular, así que ambos desaparecieron, además de procurarse ellos parte de la comida, especialmente la carne y el pescado que se la cazaban y pescaban ellos mismos, dos actividades que los estúpidos liberales jamás entendieron y que más de una campaña en su contra les valió a los alasqueños, como aquella de pésima actriz de Hollywood en contra del control de depredadores practicado por el Estado como único medio de proteger a los alces y caribúes y evitar que desaparecieran masacrados por los lobos, provocando de paso la desaparición de la población nativa de Alaska que depende de su caza para sobrevivir.

¿Y Todd qué? ¿Qué tal llevó él eso de ser “Primer Caballero”? Pues lo llevó estupendamente. Sarah nos deja entrever lo que debieron ser las reuniones en Washington de la Asociación Nacional de Gobernadores, cuando él tenía que unirse al té con pastas de las Primeras Damas quienes (imagino porque soy un malpensado) que se darían más de un codazo por poder disfrutar del apuesto Todd a su lado. Para Sarah, Todd fue un “Primer Caballero” impecable que le ayudó mucho en su tarea y que asumió sus propias obligaciones sin querer contar siquiera con una oficina propia (algo a lo que tenía derecho por ley). Por su parte, los niños tuvieron sus buenos momentos, pero también los tuvieron malos cuando algunos miserables amenazaron a Willow con ser violada, algo que le sucedió también a Bristol quien incluso fue amenazada de muerte años más tarde, durante la campaña presidencial. Algo inevitable, tal vez, pero que no deja de causar mucha pena y que a más de uno le lleva a reflexionar sobre si vale la pena seguir el camino del servicio público sólo para encontrarse con esto.

Lo siguiente son algunas historias sobre cómo formó Sarah su círculo de asesores más cercano, entre cuyos miembros destacaban especialmente Meghan Stapleton y Kris Perry; el ambiente de Juneau y el proceso en marcha de fumigación de la plaga (léase políticos) maligna esa que el FBI llevaba años desarrollando y al que ahora se unía Sarah con su propuesta de reforma ética y que provocó más de un ataque de nervios entre los legisladores de ambos partidos; y la cuestión del matrimonio homosexual y la opinión de la propia Sarah a raíz de lo que dictaminó en su momento el Tribunal Supremo de Alaska al respecto y que ella, como gobernadora, no podía hacer menos que acatar. Además, la poco edificante historia de su director legislativo, una de sus escasas pifias a la hora de seleccionar a sus colaboradores, nos permite hacernos una idea de cómo era el día a día de la administración Palin. Y por si todo esto fuera poco, otra historia, la de la elaboración del primer presupuesto del Estado de Alaska en el que Sarah tuvo que usar las tijeras de podar para evitar el despilfarro a manos llenas al que tan acostumbrados estaban los politicastros de la legislatura, nos sirve de lección para aprender lo que es un conservador fiscal en acción y así saber distinguirlos de otras especies que se arrogan el mismo nombre pero que, a la hora de la verdad, no son más que lobos disfrazados de corderos. Lobos que se pusieron nuevamente de los nervios cuando Sarah logró sacar adelante su propia reforma ética y más de uno sintió que se le había acabado el cuento.

Como continuación de la historia de cómo logró Sarah sacar adelante el proyecto del gasoducto que habíamos dejado en el momento en que las grandes petroleras tuvieron que aceptar que esta vez iba en serio, Sarah nos cuenta la historia de AGIA, o la ley que permitió que ese proyecto fuera ofrecido honradamente al sector privado para que cualquier compañía del mundo hiciera su oferta, escogiendo la administración la que resultara más provechosa para ambas partes. También aprovecha para contarnos una nueva redada del FBI contra legisladores corruptos (es que había muchos y no tenían suficientes furgones para arrestarlos a todos de una sola vez por lo que parece). Otra sopa de letras, ACES, una ley que obligaba a las petroleras a repartir sus beneficios con el Estado de Alaska de una manera justa y equitativa y no como se hacía hasta entonces en que las petroleras apenas daban una propina al Estado, algo que tenían que agradecérselo al antiguo gobernador, Murkowski, quien tenía una manera muy peculiar de entender el interés público.

En 2007, Sarah, en su condición de comandante en jefe de la Guardia Nacional de Alaska, visitó a las tropas de Alaska destacadas en Kuwait, así como un hospital del Ejército en Alemania, en una visita que le impresionó mucho. Dos años más tarde, hizo lo mismo con las tropas en Kosovo, apreciando aún más si cabe el sacrificio de estos jóvenes a los que pronto se uniría su propio hijo, Track.

Sarah gobernadora, pero también Sarah mamá. Su hijo mayor, Track, en atención a que era el mayor debería haber sido el más problemático por eso de la adolescencia y de las hormonas revueltas, pero parece que fue siempre un joven muy sensato y tal y como confiesa ella misma, su única discusión con él en todos esos años juntos fue la referida a la posición en que debía jugar él en su equipo de hockey, ya que cada uno tenía una opinión diferente. Luego, cuando se alistó en el Ejército nada más terminar sus estudios secundarios, Sarah no pudo dejar de sentirse muy orgullosa de la decisión de su hijo aunque muy preocupada también por lo que le pudiera pasar.

Y de un hijo, el mayor, pasamos a otro, el menor. Fue en Nueva Orleans cuando Sarah descubrió que estaba embarazada de su quinto hijo. Prueba de la honradez con que ha redactado este libro es su confesión de que por un momento, un aciago momento, pasó por su cabeza la idea de abortar. Afortunadamente, supo descartar la tentación inmediatamente y su decisión de tener a su hijo fue ya firme, aunque no tiene reparos en reconocer que puede entender perfectamente a las madres que tienen ese pensamiento, pero reconociendo también que el problema no es nunca el hijo sino las circunstancias en las que ese hijo va a nacer. De cualquier forma, Sarah volvió a Alaska y no fue hasta un par de semanas después que pudo darle la noticia personalmente a Todd quien, como es lógico, se alegró muchísimo y hasta pensó que no estaría nada mal que fuera un chico esta vez, ¿eh?

¿Cuándo se enteraron de que su nuevo hijo tenía el síndrome de Down? Unos meses después, en una de las pruebas rutinarias que le practicaron a Sarah y en la que su doctora empezó a sospechar que pudiera ser que no estuviera todo bien. Finalmente, tras más pruebas, se confirmó esa impresión y Sarah tuvo que empezar a asumir que su nuevo hijo iba a ser un niño con necesidades especiales. Asustada ante la responsabilidad que se les venía encima y angustiada por saber si iban a ser capaz de hacer frente a ella, Sarah le dio la noticia a Todd quien la encajó de una manera tan excepcional que no puedo dejar de reconocer mi admiración por él y mi envidia por su carácter y su personalidad que, lejos de hacerle lamentar la situación, reaccionando con una calma tan extraordinaria y una fe en la capacidad de Sarah y suya para hacer frente al nuevo desafío que Dios les había planteado que me hace sentir aún más indigno, ya que reconozco que yo me hubiera sentido desolado ante la noticia. Y para que quede constancia de todo ello, reproduzco acto seguido el momento en que Sarah relata cómo le da la noticia y su reacción, una parte que cada vez que la leo me deja más sobrecogido aún:

[Todd] dejó las pruebas médicas a un lado y volvió su cara hacia la mía. “Estoy contento y estoy triste”, dijo.
Pensé que era perfecta la manera como lo había expresado porque era así exactamente. Era así como me sentía yo también.
Todd dijo: “Va a ir todo bien”.
Le pregunté si se hacía la misma pregunta que yo: “¿Por qué nosotros?”.
Pareció verdaderamente sorprendido por mi pregunta y respondió tranquilamente: “¿Por qué no nosotros?”.

A partir de ese momento, y a diferencia de muchos padres en la misma situación, Todd dejó de preocuparse porque iba a tener un hijo con síndrome de Down y empezó a preguntarse en cambio por cuáles serían las posibilidades del bebé, a preguntar a otras personas en la misma situación qué hacían y que no hacían sus hijos, a fijarse en otros niños con el mismo problema y, siempre, a confiar en Dios y en Su sabiduría a la hora de darles como misión la de cuidar de Trig. Es precisamente por ello que todo el mundo debería leer la carta que Sarah Palin escribió meses más tarde para dar a conocer a todos sus familiares y amigos que su nuevo hijo, Trig, iba a nacer con síndrome de Down. Escrita como si la hubieran recibido de parte de Dios Nuestro Señor, Sarah volcó en ella todas sus angustias finalmente resueltas y declara que acepta con ánimo sereno y amante la llegada de Trig como una prueba más de la bondad de Dios que les ha querido favorecer con un hijo tan perfecto como cualquier otro.

Para todo padre es un orgullo ver a su hijo convertirse en un soldado del ejército de Estados Unidos. No lo iba a ser menos para Sarah y Todd cuando Track completó finalmente su entrenamiento básico y adquirió oficialmente el rango de soldado de infantería. Sin embargo, resulta ridículo leer la de problemas que tuvo que sortear Sarah para poder salir de Alaska el tiempo justo para poder estar presente en la ceremonia de graduación de Track en Georgia, gracias a la cada vez más inenarrable estupidez de los politicastros que pululaban por Juneau y que llegaron a hacer de esto una cuestión de Estado. Es una lástima que los del FBI no se dieran otra vuelta por ahí a ver si arramblaban de una vez por todas con los que todavía quedaban.

Y, por supuesto, Todd Palin no es sólo el marido de Sarah y el padre de Track, sino también el deportista que ha ganado cuatro veces la Iron Dog, la carrera de motos de nieve más larga y dura del mundo. Un repaso a su historial y a lo que supone correr esa competición no podía faltar en este libro, así como la historia de cómo Trig se empeñó en nacer bastante antes de lo previsto, justo cuando sus padres estaban en Texas en una conferencia y Sarah tuvo que volar deprisa y corriendo a Alaska apenas terminó de pronunciar su discurso no fuera a ser que tuvieran un tejano en la familia en lugar de un alasqueño más. Y si bien la alegría de la familia por el nacimiento de Trig era evidente, el anuncio de Bristol, la hija mayor, poco después del nacimiento de su nuevo hermanito, de que con diecisiete años ya estaba embarazada no dejó de ser una noticia que les entristeció a todos, no sólo por la moralidad de la situación sino también por lo que eso suponía para la propia Bristol cuyo futuro iba a cambiar irremediablemente y posiblemente a peor. Sin embargo, no había nada que hacer y la familia Palin asumió la situación y se dispuso a hacerle frente como han hecho siempre: todos juntos y con plena fe en Dios. Trig iba a tener otro tío, que se iba a llamar Tripp, y con éste iba a ser además compañero de juegos, de guardería y puede que con el transcurso de los años hasta de equipo de hockey.

De nuevo, problemas con las compañías petrolíferas que no cejaban en su empeño de seguir haciendo lo que les diera la gana, un vicio al que se habían acostumbrado demasiado con los anteriores gobernadores. En este caso se trataba de ExxonMobil que llevaba años disfrutando de una concesión petrolífera en la que no había perforado ni un triste agujero. Harta de esa situación, Sarah amenaza a la compañía con quitarles la concesión y la nueva guerra se saldó con otra victoria de Sarah, algo que es de agradecer porque a veces conviene recordar que no siempre los malos son los que ganan en la vida real.

Ya hemos repasado una de las pifias de Sarah a la hora de nombrar a sus colaboradores: su antiguo director legislativo, un vago de siete suelas del que le costó lo suyo deshacerse. Sin embargo, hubo otro: su comisionado de Seguridad Pública, Walt Monegan. Su historia está muy relacionada con la del posterior Troopergate y Sarah la explica tal y como fue, algo que ya hemos visto en otras partes (incluso en este blog). Sencillamente, Monegan era un incompetente que además acabó insubordinándose gravemente por lo que Sarah le ofreció una salida digna, pero él se negó a aceptarla y prefirió marcharse. Y aquí acabó todo hasta que una conjura entre los dirigentes de un sindicato policial y los politicastros del Partido Demócrata empezaron a liar las cosas en lo que más adelante iba a ser el Troopergate. Una repulsiva historia de politiquería de la peor calaña.

Por fin, el proyecto del gasoducto llega a su fin y es adjudicado a la compañía canadiense TransCanada-Alaska que hizo una oferta realmente buena, superando en mucho todos los requisitos exigidos por el Estado. Ése fue el mayor éxito de Sarah y la culminación de veinte meses de duro trabajo tras los cuales podían decir perfectamente que habían conseguido mucho más de lo que hubiera conseguido otra administración siquiera en veinte años. Sarah era una gobernadora exitosa y su popularidad batía records. No es extraño que hubiera ya quien le siguiera la pista.

Y para terminar esta entrada, una foto de Sarah preparando hot dogs, sonriente como siempre y feliz de poder conocer a cuanta más gente, mejor. ¿Y aún hay quién se sorprende del entusiasmo que despierta esta mujer? ¿Cuántas veces tiene uno la posibilidad de pedirle a su propia gobernadora que le eche más mostaza en su hot dog? Por lo que a mí se refiere, ni se me ocurriría poder pedirle siquiera a mi alcalde un pincho de tortilla de patatas. ¿Él, tratarse con los miserables como yo? Vamos, ni habiéndome fumigado previamente los de Sanidad durante media hora seguida condescendería a darme la mano… a menos que hubiera elecciones la semana que viene, claro. ¡Malditos politicastros!


LA VERDADERA SARAH PALIN (tercera parte)

25/03/2009

 

Y tras Wasilla, ¿qué?

Una vez concluidos sus dos mandatos como alcaldesa de Wasilla, Sarah se decidió a dar el salto a la política estatal (la de su estado de Alaska, no la nacional). Así, en 2002 se postuló como lieutenant governor (o sea, vicegobernadora) en las primarias de su partido, el Republicano (recordemos que el candidato a este cargo es elegido por cada partido de la misma manera que lo hacen con su candidato a gobernador). Sarah compitió por la nominación junto con otros cuatro candidatos, pero no logró ser la elegida, pues quedó en segundo lugar con el 26,61% de los votos, por detrás del ganador, Loren Leman, que obtuvo el 29,34%. Leman formaría ticket poco después con Frank Murkowski, uno de los dos senadores por Alaska en Washington en aquel entonces (el otro era el también republicano Ted Stevens), y ambos se presentaron a las elecciones a gobernador de ese año, ganándolas. En consecuencia, Murkowski dimitió de su escaño en Washington, pero como quiera que como gobernador de Alaska tenía la potestad de nombrar a su sucesor allí hasta que se convocaran nuevas elecciones a senador, estuvo tentado por un tiempo de nombrar a Sarah, pero al final fue presa del nepotismo más descarado y acabó nombrando a su propia hija, Lisa, quien por aquel entonces ocupaba un puesto de representante en la Cámara de Representantes de Alaska.

frank

El gran Murkowski, todo un tipo realmente.

De 2003 a 2005, Sarah ocupó un cargo directivo en la “Ted Stevens Excellence in Public Service, Inc.”, un grupo de personas dedicado a proporcionar entrenamiento político a las mujeres del Partido Republicano en Alaska. No debía de ser un puesto muy interesante, pero Murkowski no se olvidó de que Sarah había apoyado disciplinadamente su candidatura a gobernador y en 2003 la nombró además directora de la Alaska Oil and Gas Conservation Comission, haciéndose cargo de la supervisión ética del organismo. Lo que debió de ver Sarah allí para que al año siguiente, en enero de 2004, dimitiera en protesta por lo que ella consideraba “falta de ética” de sus compañeros de comisión.

Pero es que no sólo dimitió, sino que además se dispuso a tirar de la manta. Para empezar, Sarah presentó una queja formal ante el gobernador Murkowski y el fiscal general del Estado, Gregg Renkes, contra uno de los comisionados, Randy Ruedrich, quien además era por aquel entonces dirigente del Partido Republicano en Alaska, acusándole de trabajar en asuntos propios de su cargo como dirigente del partido durante el horario de trabajo de su cargo como comisionado, así como de compadreo con una empresa a la que supuestamente debía controlar. Como resultado de la investigación, unos meses más tarde Ruedrich tuvo que reconocerse culpable de haber violado las leyes sobre ética del Estado y pagar una multa de 12.000 dólares. Sin embargo, Ruedrich no tuvo problemas posteriormente para ser confirmado en su puesto de dirigente del Partido Republicano en Alaska (¿qué sería de uno sin el cariño de sus amigos?), lo que sin duda debió de compensarle bastante por todos sus sinsabores.

Nada de eso arredró a Sarah, quien al año siguiente, en 2005, se unió a Eric Croft, un legislador demócrata, para presentar otra queja formal ahora contra Gregg Renkes, el fiscal general de Alaska, acusándole de haber tenido un conflicto de intereses mientras estuvo negociando un acuerdo comercial de exportación de carbón. Renkes era un antiguo amigo del gobernador Murkowski, a quien llevaba además su campaña electoral de reelección. Hubo un nuevo escándalo y el gobernador Murkowski trató de zanjar la cuestión con una reprimenda pública a Renkes. No lo consiguió y pocas semanas después Renkes se vio obligado a dimitir. Sarah se convirtió definitivamente en la “oveja negra” del Partido Republicano en Alaska, cuyos dirigentes no la querían ver ni en pintura, aunque su reputación de política honrada y valiente ante la gente corriente se disparó.

Fue en 2004 cuando Sarah jugó con la idea de presentarse a las elecciones al Senado en Washington de ese año, las que iban a elegir al verdadero sucesor de Frank Murkowski, puesto que su hija, Lisa, ocupaba el escaño interinamente. Sarah podría haber ganado seguramente, dado que Lisa Murkowski no era precisamente la persona más popular de Alaska después de la manera como había conseguido su cargo, pero finalmente decidió no presentarse ante los ruegos de Track, su hijo de 14 años por aquel entonces, quien, tal y como ella misma explicó posteriormente estaba muy preocupado sobre “cómo podría ser la mamá del equipo si la elegían senadora”. Así pues, no se presentó y Lisa Murkowski pasó a ser senadora ahora sí con todas las de la ley.

lisa

Lisa Murkowski (o Murkowski II). Y es que si no te coloca papá, ¿quién te va a colocar?

Sin embargo, una cosa era irse a Washington, D.C., y otra muy distinta quedarse en Alaska. En agosto de 2006, Sarah se presentó como candidata a gobernador en las primarias del Partido Republicano, venciendo al entonces gobernador Frank Murkowski, que optaba a la reelección, y a otros tres candidatos más. Sarah obtuvo el 50,59% de los votos y formó ticket con el senador estatal Sean Parnell, quien había ganado la nominación al puesto de lieutenant governor. Así pues, Sarah y Sean se presentaron en noviembre de ese mismo año a las elecciones con un programa que hacía hincapié en acabar de una vez por todas con la corrupción en el gobierno, recortar gastos y ofrecer responsabilidad en todas sus decisiones. Sorprendentemente, y aunque gastaron menos en la campaña que su oponente demócrata, el antiguo gobernador Tony Knowles, (de hecho, el Partido Republicano sólo se gastó en ella 5.500 dólares, debiendo Sarah obtener por su cuenta todo el dinero que necesitó –algo lógico si se tiene en cuenta que no era plato de buen gusto para la mayoría de los peces gordos del partido–), ganaron las elecciones con un 48,33% de los votos frente al 40,97% de su adversario. La victoria de Sarah fue una de las escasas alegrías que tuvieron los republicanos ese año, cuando perdieron arrolladoramente en casi todas las elecciones que se celebraron.

Sarah, gobernadora de Alaska

Sarah se convirtió pues en la primera gobernadora de Alaska y, con 42 años, en la más joven de la historia del Estado, siendo además la primera nacida tras el reconocimiento de Alaska como estado de los Estados Unidos y la primera en no jurar el cargo en Juneau, la capital, sino en Fairbanks (por propia decisión) el 4 de diciembre de 2006. Durante estos dos años de mandato que lleva, sus índices de popularidad se han mantenido siempre muy altos, oscilando alrededor del 70%, lo que llevó a algunos medios de comunicación a otorgarle el título de “gobernador más popular de Estados Unidos”. Cabe recordar que en Alaska, por sus circunstancias particulares, el cargo de gobernador implica más responsabilidades que en la mayoría de estados de los “48 de abajo”.

gobernadora

El juramento de Sarah como gobernadora de Alaska. Bonita maceta la que lleva prendida de la solapa, ¿eh?

A lo largo de su campaña, Sarah había abogado por “limpiar” la política de Alaska de todo lo que había supuesto el mandato del anterior gobernador, Frank Murkowski, así que nada más tomar posesión, anuló 35 nombramientos hechos por éste en las últimas horas de su mandato, incluyendo la designación de James Clark, su jefe de campaña, para ocupar un puesto en la Alaska Natural Gas Development Authority, una decisión muy acertada ya que poco después el tal Clark fue encontrado culpable de conspiración por haber usado una empresa petrolífera extinta para desviar dinero a la campaña de reelección de Frank Murkowski (vaya panda estos, ¿eh?).

Además, Sarah cumplió con otra de sus propuestas de campaña al deshacerse del avión, un Westwind II, que el anterior gobernador, Frank Murkowski, había comprado en 2005 por 2,7 millones de dólares para sus viajes a través del estado en contra de la opinión de los legisladores y de la opinión pública. En agosto de 2007, el avión fue anunciado en eBay al precio de 2,5 millones de dólares, pero al no poder venderse se recurrió finalmente a los servicios de una empresa privada, Turbo North Aviation, quien sí que logró venderlo por 2,1 millones de dólares a Larry Reynolds, un hombre de negocios. (Una nota sobre el asunto del avión: Alaska es un estado enorme y en su mayor parte no urbanizado y con pocas carreteras, por lo que no es en absoluto extraño que los miembros de la administración utilicen un avión para sus viajes; lo que sí que es inusual es que reclamen para ello un avión de lujo como lo es el Westwind II en lugar de conformarse con los aviones más pequeños y sencillos de que dispone la administración; eso es lo que irritó a todos: la arrogancia de Murkowski, no el hecho en sí de viajar en avión). Y como quiera que Murkowski era un hombre a quien le gustaba vivir realmente bien, Sarah prescindió también de los servicios de la chef personal del gobernador y de su chófer.

avion

El avión de la discordia: el Murkowski volante. Bonito, ¿eh? Si lo vieran por dentro… Las butacas son de película.

Para terminar de una vez por todas con estas cosas, Sarah firmó en julio de 2007 el resultado de su primera iniciativa legislativa: una ley de reforma ética de la administración pública, la Executive Branch Ethics Act, que fue aprobada con el acuerdo de la oposición demócrata.

Consecuente con su postura, Sarah no tuvo empacho en julio de 2008 en exigir al entonces otro senador de Alaska en Washington, el republicano Ted Stevens, que se presentaba a la reelección, que dimitiera después de saberse que estaba siendo investigado por múltiples acusaciones de tráfico de influencias. En octubre de 2008, el senador Stevens fue oficialmente declarado culpable de todos los cargos, lo que provocó que perdiera lógicamente las elecciones , yendo a parar su escaño al demócrata Mike Begich.

En diciembre de 2008, el legislativo de Alaska propuso que se incrementara el sueldo anual de la gobernadora en 25.000 dólares, pasando de 125.000 a 150.000 dólares, algo que Sarah dejó claro que si se producía no lo admitiría, desechándose pues la propuesta.

La administración Palin

Sobre la residencia oficial de la gobernadora

Como gobernadora, Sarah vive en Juneau, en la residencia oficial del gobernador del Estado (tal y como marca la legislación de Alaska) durante el período legislativo y regresa a su casa de verdad, la de Wasilla, para vivir durante el resto del año, trabajando entonces en las oficinas gubernamentales de Anchorage, a unos 70 km de Wasilla. Dado que las oficinas de Anchorage están muy lejos de Juneau, el Estado la autoriza y prácticamente la obliga en aras de la transparencia fiscal a pasar dietas cuando pernocta fuera de su “residencia habitual” (que es, recordemos, mientras sea gobernadora, la residencia oficial en Juneau). Sarah ha admitido cobrar estas dietas en concepto de “gastos de viaje”, pero se ha negado en cambio a percibir otras a las que también tendría derecho en concepto de “gastos de alojamiento” (pensadas para reembolsar los gastos de hotel), ya que al vivir en su propia casa no las encuentra oportunas. No sólo eso, sino que además conduce personalmente su coche cada día para ir y venir de Wasilla a Anchorage y cuando viaja en avión lo hace siempre en clase turista (es habitual encontrarse con ella en cualquier aeropuerto, esperando para facturar su equipaje o para recogerlo). Puestos a protestar, la oposición demócrata se queja de que cobre dietas en concepto de “gastos de viaje” de los miembros de su familia en las ocasiones en que estos la han acompañado en asuntos relacionados con su cargo. Sarah ha replicado diciendo que no está haciendo nada que no esté contemplado en la legislación estatal, que sus gastos por este concepto son un 80% menores que los de su predecesor, habiendo sido todos ellos justificados debidamente, y que muchas de las invitaciones que recibe incluyen el requerimiento de que traiga a su familia con ella. (Otra nota, esta vez sobre las curiosidades de la política alasqueña: Alaska tiene muchas dificultades de comunicación, por lo que están muy avanzados en lo que se podría llamar “gobierno virtual”. Esto quiere decir que no es necesario para muchos de los miembros de la administración o incluso del poder legislativo el tener que estar físicamente en la capital, pudiendo actuar válidamente desde sus localidades. Es por ello que la gobernadora tiene permitido el dejar la capital cuando su presencia en ella no es estrictamente necesaria).

residencia

La residencia del gobernador de Alaska en Juneau. Es una casa y es blanca. Podría ser premonitorio, ¿no?

Sobre los Presupuestos Generales del Estado

En 2007, el estado de Alaska aprobó un presupuesto de 6.600 millones de dólares, el mayor de su historia. Sarah no estaba conforme con muchos de los gastos previstos y utilizó su poder de veto para recortarlo en 237 millones de dólares, eliminando alrededor de 300 proyectos que consideraba superfluos. Al año siguiente, en 2008, volvió a suceder lo mismo cuando Sarah recortó el presupuesto de ese año en 286 millones de dólares, eliminando esta vez alrededor de 350 proyectos.

Por lo que se refiere a la financiación federal adjudicada directamente por Washington para proyectos que responden a un interés especial (los famosos earmarks), Sarah se ha mostrado siempre contraria a ella y así lo ha demostrado recurriendo a ello lo menos posible y buscando en su lugar financiación federal para proyectos que siguen el procedimiento normal de presentación, debate público y votación (appropriations).

En relación con este asunto, una calumnia repetida habitualmente pretende que Alaska es un estado que vive prácticamente de las subvenciones del gobierno federal. Esto es falso dado que, si bien es cierto que Alaska es uno de los cuatro estados que más dinero reciben habitualmente de Washington, hay que tener en cuenta las razones para semejante dispendio: 1) el 15,9% de la población de Alaska está compuesta de nativos alasqueños, que reciben cuantiosas subvenciones; 2) en Alaska están desplegados un total de 21.000 soldados; y 3) Alaska es el propietario de aproximadamente el 60% del territorio, sobre el cual tiene la obligación de cuidarlo adecuadamente. O sea, que si bien recibe una buena cantidad de dinero anualmente no es para que haga con él lo que quiera, sino para gastarlo en obligaciones contraídas con anterioridad.

Sobre el Bridge to Nowhere

Tal vez la historia más famosa sobre earmarks relacionada con Alaska sea la del famoso Bridge to Nowhere. En resumen, la historia es la siguiente: en 2005, un año antes de que Sarah fuera elegida gobernadora, el Congreso de Washington aprobó una ayuda de 442 millones de dólares para la construcción de dos puentes en Alaska. El Gravina Island Bridge pretendía conectar Ketchikan con la escasamente poblada isla de Gravina, sede de un aeropuerto internacional (el Ketchikan International Airport) con un tráfico de 200.000 pasajeros al año y cuya única vía de comunicación con el resto del estado es un ferry que transporta más de 400.000 usuarios al año. Por otra parte, el Knik Arm Bridge iba a proporcionar una vía de enlace entre Anchorage y el Matanuska-Susitna borough. Durante su campaña electoral, en 2006, Sarah se mostró de acuerdo con el proyecto de ambos puentes. El entonces senador de Alaska en Washington, Ted Stevens, había puesto tanto empeño en lograr los fondos necesarios que pronto fue objeto de interés y fue entonces cuando el Gravina Island Bridge acabó siendo conocido por la opinión pública como el Bridge to Nowhere al saberse que la población fija de la isla es de sólo 50 personas, lo que acabó convirtiendo todo el proyecto (incluyendo el del otro puente) en un símbolo de despilfarro. Sin embargo, todo esto no es más que otra muestra de cómo funcionan los medios de (des)información porque el puente de marras nunca fue previsto para dar servicio en exclusiva a los habitantes de la isla de Gravina, sino a los miles y miles de usuarios del aeropuerto. A raíz de tal campaña, el Congreso revisó su decisión inicial y retiró su apoyo al proyecto de construcción de los dos puentes aunque mantuvo la asignación inicial de 442 millones de dólares para Alaska, ahora dentro del apartado de “proyectos genéricos en el campo del transporte”.

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La isla de Gravina y la vecina península de Ketchikan. El puente iba a unir las dos orillas.

Sarah hizo pues campaña apoyando la construcción del puente, que consideraba esencial para la prosperidad de la zona, así como catalogó como “ofensiva” para los habitantes de la isla de Gravina la denominación de Bridge to Nowhere. De cualquier forma, el Congreso se negó en 2007 a reasignar el dinero al proyecto de los dos puentes y Sarah, que para entonces ya era gobernadora, decidió renunciar a todo el proyecto dado que el resto de los Estados Unidos habían empezado a ver a Alaska como un estado que les “quitaba” el dinero a los demás. Sarah sigue apoyando la construcción del puente, pero su intención ahora es construirlo exclusivamente con sus propios medios, seguramente con un proyecto más económico, pero sin recurrir a la ayuda de Washington.

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Sarah apoyando la construcción del Gravina Island Bridge. El 99901 es el código postal de la zona.

Sobre los asuntos energéticos

Sarah presentó en marzo de 2007 una propuesta titulada AGIA (Alaska Gasline Inducement Act) ante la Cámara de Representantes a favor de la libre competencia en la construcción de un gasoducto que fuera desde los yacimientos localizados en North Slope hasta el territorio de los Estados Unidos. Esta propuesta anulaba un acuerdo al que llegó por su cuenta el gobernador anterior que garantizaba la concesión de dicha obra a una coalición de empresas (Exxon, BP y ConocoPhillips), las mismas que ya poseen la propiedad de las reservas de gas. Solo un legislador votó en contra de esta medida (los hay que no tienen vergüenza realmente), y en junio se convirtió en ley. En agosto, Sarah anunció que sólo había una compañía, la canadiense TransCanada Pipelines Corp., que cumpliera los estrictos requisitos exigidos por el Estado, con lo que en agosto se firmó el acuerdo por el cual se les otorgaba la licencia para construir y operar el gasoducto, adelantando acto seguido 500 de los 2.600 millones de dólares que costará la obra en total y que está prevista que se concluya a finales de 2018.

Para Sarah, las compañías petrolíferas no pueden de ninguna manera pretender dictar la política del Estado, pero los grupos ecologistas tampoco deben pretender impedir que Alaska desarrolle sus recursos naturales. Su principal objetivo en este aspecto es lograr la autosuficiencia de Alaska para no tener que seguir contando con las subvenciones federales, como pasa en la actualidad.

Como respuesta a los altos precios del gas y del petróleo, y como resultado del superávit del Estado, Sarah propuso en 2008 dar a cada habitante de Alaska una tarjeta de débito de 100 dólares mensuales para gastar en energía. Sin embargo, ante la dificultad de gestionar tal cantidad de tarjetas por parte de la administración y dado que serían de poca utilidad en muchas comunidades rurales, Sarah modificó su propuesta inicial y en su lugar propuso pagar directamente a cada habitante 1.200 dólares provenientes del beneficio estatal creado por los altos precios del petróleo, lo que fue aprobado en agosto del año pasado. Además, ha suspendido por un año el impuesto estatal de 8 centavos por galón de gasolina.

El año pasado, el estado de Alaska presupuestó un total de 300 millones de dólares, una cantidad realmente importante, a lo largo de cinco años como subvenciones destinadas a fomentar las energías renovables. Además, el pasado mes de enero, Sarah se marcó como objetivo el que Alaska llegue a generar el 50% de su producción eléctrica a partir de energías renovables, siendo ese porcentaje en la actualidad del 24%.

Sobre el medio ambiente

En 2007, Sarah mantuvo su apoyo a la tradicional política del Alaska Department of Fish and Game de controlar la población de animales depredadores del estado (fundamentalmente, osos y lobos), iniciada en 1994. En 2006, esta política se amplió para permitir la caza de lobos desde el aire por parte de personas expresamente autorizadas por la administración en varias áreas concretas de Alaska donde se había incrementado excesivamente la población de lobos, lo que amenazaba el mantenimiento de la población de alces y caribúes necesaria para el sostenimiento de la población nativa de Alaska, que los cazaba como medio de subsistencia. Como resultado, un total de 607 lobos del máximo de 664 establecido por los biólogos estatales fueron abatidos para el final del programa. En agosto de 2008, los alasqueños votaron en referéndum a favor de seguir manteniendo el programa de control de depredadores dados los excelentes resultados que se habían obtenido, habiéndose constatado un claro incremento de las manadas de alces y caribúes objeto de la medida de protección.

Sobre el Troopergate

En julio de 2008, Sarah cesó a Walt Monegan, Public Safety Commisioner (comisionado de Seguridad Pública), por no estar de acuerdo con su gestión, ofreciéndole a cambio un puesto directivo en otro organismo estatal, que él rechazó. Más tarde, Monegan alegó que había sido cesado por no haber despedido al antiguo cuñado de Sarah, el Alaska State Trooper (policía), Mike Wooten, quien en 2005 se había divorciado de la hermana menor de Sarah, Molly. Wooten era un hombre violento y en ese momento había llegado incluso a amenazar de muerte al padre de Molly y Sarah. Monegan alegó también que tanto la propia Sarah como miembros de su equipo y hasta su marido, Todd, habían estado presionándole constantemente en tal sentido. Wooten no fue despedido en ningún momento y sigue sirviendo como Alaska State Trooper, aunque en su momento fue sancionado por continuas faltas de disciplina que arrastraba desde tan pronto como 2001.

Una investigación abierta por el poder legislativo de Alaska, dirigida por el investigador independiente Stephen Branchflower y concluida en octubre de 2008 (ya en plena campaña electoral a la presidencia de los Estados Unidos, no lo olvidemos, porque fue entonces cuando salió a la luz todo el asunto, ¡dos años y medio después de los hechos!), sentenció que Sarah tenía todo el derecho a cesar a Monegan, pero que había abusado de su poder como gobernador y había violado la Executive Branch Ethics Act, la legislación ética del Estado, al consentir que miembros de su equipo y su marido, Todd, presionaran a Monegan exigiéndole el despido de Wooten. Sin embargo, esta no es la opinión de la State Personnel Board, el organismo estatal competente en materia de ética, que revisó todo el caso a instancias de la propia Sarah. Este organismo contrató a su vez a otro investigador independiente, Timothy Petumenos, y en noviembre de 2008 sentenció que no había motivos para creer que la gobernadora hubiera vulnerado la legislación ética del Estado. De cualquier forma, y como ya hemos dicho, Wooten sigue en su puesto y hasta ha tenido tiempo ya de casarse y divorciarse de nuevo (por cuarta vez, ya que Molly, la hermana de Sarah, fue su tercera esposa).