GOING ROGUE: UN RESUMEN (I)

15/12/2009

 

Tres semanas consecutivas como “número 1” en las listas de libros más vendidos en Estados Unidos, mal les pese a los progres; más de un millón de ejemplares vendidos y los que faltan aún por venderse; una gira de promoción que ha supuesto todo un fenómeno de masas… Sarah Palin ha vuelto a la primera línea de la actualidad política y ha vuelto pisando fuerte (tanto que a más de un progre todavía le duele el pisotón). Y todo esto no es más que el principio. Como quiera que todavía no se ha publicado ninguna edición de Going rogue en otro idioma que el original, he pensado que a más de uno de mis lectores le gustará poder leer siquiera un sucinto resumen de lo que aparece en sus más de 400 páginas. Dicho y hecho, aquí está. Durante los próximos días, iré ofreciéndoles capítulo a capítulo (en total serán siete entradas) lo más interesante, sorprendente o meramente curioso que cuenta Sarah en su libro. Sí, ya sé que es un triste consuelo, pero menos da una piedra, ¿no? Recemos para que algún editor español experimente una revelación divina, compre los derechos del libro para el mercado hispanohablante, me encargue a mí su traducción (esto último es lo menos importante, pero no niego que me haría mucha ilusión) y podamos contar con un “Yendo por libre” (ésa sería mi propia traducción del título) lo antes posible. Y es que los caminos del Señor son inescrutables.

Primer capítulo, foto apropiada. Sarah cuando era pequeña. No es una de las fotos que aparecen en el libro, sino una perteneciente a mi colección particular. Calculó que tendría unos tres años o así. ¿A que es maja? Miren como se zampa el bocata de mortadela y el Cola-Cao.

PRIMER CAPÍTULO: THE LAST FRONTIER (La última frontera)

Sarah comienza a relatar su historia con lo que a mí me parece un excelente arranque: ella y sus dos hijos menores, Piper y Trig, recorriendo la Feria del Estado de Alaska un día del mes de agosto de 2008. Con Trig durmiendo plácidamente en sus brazos y Piper aguardando pacientemente su recompensa de que su madre la lleve a montar a las atracciones, Sarah nos describe muy acertadamente el ambiente de una feria de este tipo, algo que muchos de nosotros hemos podido ver en las películas y en el que, en este caso, no es de aplicación aquello de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Vertiginoso, colorido y variopinto, una feria en Estados Unidos es realmente una feria y Sarah sabe describirla de la mejor manera para que todos nos sintamos sumergidos en la exuberante cacofonía de sonidos e imágenes que implica, una cacofonía que termina justo cuando suena su BlackBerry mientras visita el quiosco de Alaska Right To Life (Derecho a la vida de Alaska) y recibe la llamada de John McCain quien le pregunta simplemente si quería ayudarle a cambiar la historia. Y nunca mejor dicho porque eso es precisamente lo que está haciendo Sarah: cambiando la historia, sólo que lo está haciendo sin McCain.

La historia personal de Sarah empieza en Sandpoint (Idaho), su lugar de nacimiento. Allí residían entonces sus padres, Chuck y Sally, quienes decidieron mudarse a Alaska en busca de mejores oportunidades un buen día de 1964, casi coincidiendo con el mayor terremoto de la historia de Norteamérica, el producido el 27 de marzo de 1964 y que alcanzó una magnitud de 9,2 puntos en la escala de Richter. Su primer destino fue Skagway, una pequeña población de apenas 650 almas, donde se alojaron en una pequeña casa de madera construida en 1898, casi al mejor estilo de los pioneros del Far West (o Far North en este caso). Sarah nos describe a sus padres y a sus dos hermanos mayores, Chuck Jr. y Heather, haciendo especial hincapié en la pasión de su padre por los deportes y la vida al aire libre, algo que logró inculcar a su familia y que en Alaska era casi una condición imprescindible para sobrevivir. Algunos datos más sobre Alaska completan esta parte que concluye con el traslado, una vez más, de toda la familia a Anchorage cinco años después de su llegada, cuando Sarah ya tenía una hermana más, la pequeña Molly.

Los primeros recuerdos de Sarah en el parvulario se refieren al orgullo que sintió de ser estadounidense cuando tuvo la oportunidad de ver en la televisión las imágenes de los astronautas pisando el suelo de la Luna, la alegría que experimentó cuando fue capaz de deletrear su primera palabra “difícil” (la palabra era different) y lo mucho que le gustaba la lectura, afición que compartía especialmente con su madre. La vida para ellos, siendo como eran una familia de pocos recursos económicos, carecía de muchas comodidades pero en cambio estaba llena de actividades que practicaban todos juntos y que les hacían sentirse una familia, una sensación que mucho me temo que es muy difícil de entender para nuestros jóvenes de hoy en día. Un nuevo traslado en los primeros años de 1970 les llevó a Wasilla, que terminó convirtiéndose en su definitiva localidad de residencia. Tal y como cuenta Sarah, la vida en Alaska en aquellos años (y siempre a decir verdad) era ciertamente dura y complicada, pero las sencillas satisfacciones que proporcionaba en cambio lo compensaban todo sobradamente.

Los Heath son una familia religiosa y lógicamente una parte de los recuerdos de Sarah están vinculados a su fe y a la práctica religiosa. Más religiosa en el sentido estricto su madre que su padre, como suele ser habitual, Sarah reconoce que es esa fe que sus padres supieron inculcarle desde su más tierna edad la que le permite afrontar los momentos difíciles y comprender que penas y alegrías se reparten a lo largo de toda la vida y que tanto unas como otras son inevitables. Para Sarah, no hay ninguna duda de que Dios existe y a ella personalmente le basta con mirar a su alrededor en plena naturaleza para darse cuenta de ello, contemplando esa maravillosa creación Suya que es el Estado de Alaska.

Extremadamente interesante es el apartado en el que Sarah relata la llegada de la televisión a su pequeño hogar, el poco interés que sentía su padre por la “caja tonta” y lo muy sacrificado que era para ellos, los pequeños niños Heath, pretender ver algún programa ya que su padre la instaló a propósito en un altillo del garaje, en una habitación sin mobiliario y donde sólo había una pequeña estufa que funcionaba con madera, de tal manera que ver la televisión a cualquier hora del día era arriesgarse a morir de congelación dado que la temperatura exterior podía ser de 30º bajo cero. Otro recuerdo de Sarah es lo mucho que leían todos ellos, libros y revistas. Además, el entusiasmo por el ejercicio y la competición movía a toda la familia, especialmente a la hora de correr largas distancias por mucho frío que hiciera. En Alaska, no había tiempo que perder y todos tomaban parte en cualquier actividad que se les pusiera por delante, desde deportes hasta reuniones religiosas, pasando por el escultismo, cursos de idiomas, danza, etc. Así, poco a poco, Sarah se dio cuenta de que las dos cosas que más le gustaban en la vida eran los deportes y escribir, en consecuencia, era lógico que pensara en convertirse en periodista deportiva. Aquí incluye un magnífico comentario sobre el feminismo actual redactado a la vista de lo que es la experiencia de una mujer alasqueña, un estado donde las mujeres no tenían mucho tiempo de pensar en lo “aperreadas” (según esas mismas feministas) que estaban por los hombres porque había mucho que hacer siempre y lo hacían.

Que su padre fuera al mismo tiempo su entrenador no era una situación que le hiciera mucha gracia a Sarah ya que pensaba que era especialmente duro con ella, tal vez para que no le acusaran de favorecer a su hija, pero con el tiempo, Sarah llegó a comprender que eso es exactamente lo que tenía que hacer y ahora lo agradece ya que enseñándole a dar el máximo de sí misma en todo momento, Sarah es ahora una mujer fuerte y capaz de afrontar los embates de la vida. Fue precisamente entonces cuando comenzó a desarrollar pequeños trabajos remunerados  tales como limpiar semanalmente un local de oficinas, servir mesas en un bar, cuidar niños, etc. Actividades que le proporcionaban el dinero suficiente como para pagarse su propio equipamiento deportivo y demás cosas que pudiera necesitar ya que, recordémoslo, la familia de Sarah jamás ha sido rica.

El último año de Sarah en la escuela secundaria se centra en dos historias. La primera versa sobre el día en que conoció a Todd y se enamoró de él nada más verlo, logrando ser correspondida. En la parte que dedica a describir al que es ahora su marido, Sarah no puede ocultar lo muy enamorada que se siente todavía. Medio nativo alasqueño por parte de madre, Todd es el más firme apoyo de Sarah y alguien que juega (discretamente, todo hay que decirlo) un papel en su vida mucho más importante que el de mero marido y padre de sus hijos. Todd no es exactamente su piedra fundacional porque ese privilegio corresponde a sus padres, pero sí el resto del edificio, y todo lo que es Sarah ahora no lo sería si no fuera por él. Es conmovedor leer cómo Sarah confiesa el espanto que sintió la primera vez que él la besó y lo humillada que se sintió cuando él se lo contó luego a todos sus amigos en el colegio. Y es que tal y como ella misma dice: “Hasta el mejor de los hombres puede comportarse como  un cretino”.

La segunda historia a la que hace referencia Sarah para describir su último año en la escuela secundaria se refiere a cómo su equipo escolar ganó el campeonato estatal de baloncesto a base de darlo todo en la cancha y como estuvo a punto de perderse el último partido, el de la final, a causa de una inoportuna torcedura de tobillo. Pese a todo, Sarah logró jugar ese partido aunque fuera a trompicones y sentir que todo el enorme esfuerzo que sus compañeras y ellas habían hecho durante ese año había valido la pena. Para Sarah, esa victoria cambió su vida porque fue la demostración palpable de lo que tantas veces le habían dicho sus padres: que el trabajo duro y el tesón son lo más importante.

En mayo de 1982, Sarah y Todd se graduaron y para ellos empezó un largo período intermitente de separación mientras Sarah estudiaba en la universidad, primero en Hawaii y luego en Idaho, trabajando siempre que podía para pagarse los estudios ya que ése era un gasto al que no podían hacer frente sus padres, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de cuatro hermanos. Uno de los expedientes a los que tuvo que recurrir para conseguir algo de dinero fue el de presentarse al concurso de Miss Wasilla cuyo premio era una beca que le permitiría pagarse medio año de universidad. Sarah se presentó, lo ganó y luego quedó segunda en el concurso posterior de Miss Alaska, lo que le proporcionó más dinero, el suficiente como para pagarse otros dos años más de estudios. Del concurso, Sarah, que no cree en las casualidades, rescata un fragmento de la entrevista que tuvo con uno de los jueces y que es más que interesante a la luz de lo que ha sido la vida de Sarah con posterioridad. La entrevista es esta:

JUEZ: Geraldine Ferraro se ha convertido recientemente en la primera mujer candidata a la vicepresidencia en representación de uno de los dos grandes partidos políticos estadounidenses. ¿Crees que una mujer puede ser vicepresidente?
SARAH: Sí. Creo que una mujer podría ser vicepresidente. Creo que una mujer podría ser presidente.
JUEZ: ¿Votarías por un candidato a vicepresidente o a presidente solo por el hecho de que es una mujer?
SARAH: No, no votaría por alguien sólo por el hecho de que fuera una mujer. Votaría por el candidato que reflejara mis opiniones políticas y tuviera más personalidad y valores familiares.
JUEZ: ¿Cuáles crees que son los mejores atributos de Alaska?
SARAH: Uno de los mejores atributos de Alaska es su belleza y todo lo que el gran paisaje de Alaska tiene para ofrecer, desde la caza y la pesca hasta el ir en moto de nieve en invierno. Y Alaska tiene un asombroso potencial a la hora de perforar en busca de petróleo en la Ladera Norte. Pero infortunadamente algunos forasteros [expresión equivalente a “los de los 48 de abajo”] no comprenden el potencial de Alaska a la hora de desarrollar nuestros vastos recursos naturales.

Sarah está muy orgullosa de haberse sacado la carrera (periodismo con una extensión en ciencias políticas) por sus propios medios y si le costó cinco años sacarla cuando lo normal es cuatro, eso se debió exclusivamente a que tenía que trabajar para ello. Eran los tiempos de la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca y Sarah no puede dejar de reconocer la impresión que le causó este presidente y lo mucho que compartía ya entonces sus valores y creencias, justamente los que restauraron la fe de los estadounidenses en su propio país después de unos años desastrosos en los que parecía que estaban abocados al suicidio como nación.

Tras terminar los estudios, Sarah empezó a trabajar como periodista deportiva en algunas emisoras de Alaska, algo que le gustó mucho y le hizo comprender que no se había equivocado en su vocación. Su noviazgo con Todd seguía viento en popa y finalmente en 1988 decidieron que ya no podían esperar más y se escaparon para casarse en secreto, algo de lo que ella ahora se arrepiente y que ya ha advertido a sus hijos que ni se les ocurra hacerlo a su vez o les retorcerá el pescuezo. Sus primeros tiempos como casados fueron duros, como generalmente lo son en todas las parejas recién casadas, porque de pronto tenían que ganarse el sustento por su cuenta y tanto ella como Todd tenían que trabajar en todo lo que se les pusiera a tiro, al menos hasta que Todd logró ser contratado como operador petrolífero en la Ladera Norte, un empleo que estaba bien pagado, y eso les permitió tomarse la vida con más optimismo.

En 1989, Sarah y Todd fueron bendecidos con su primer hijo, Track. Es sorprendente leer lo difícil que fue el parto para Sarah. Y aún más sorprendente es saber que después de una experiencia tan dura aún iba a repetir cuatro veces más. Evidentemente, llamar a su primogénito Track (“Pista” ya que era primavera, la temporada del atletismo en pista en Alaska) fue tan sorprendente para sus paisanos como lo es ahora para nosotros y es muy divertido saber que hasta el propio niño, cuando ya era un poco mayor y había empezado a ir a la guardería, le pidió muy seriamente a su madre que le cambiaran el nombre y le pusieran otro más normal. Claro que cuando Sarah le preguntó cuál prefería y él le respondió que quería llamarse “Colt”, uno no puede dejar de pensar que la imaginación a la hora de poner nombre a los hijos en esa familia es algo hereditario.

Una cosa que no sabía es que entre los nacimientos de Track y Bristol Sarah sufrió un aborto espontáneo. Era un niño y ya habían decidido llamarle Tad y estaban ansiosos porque llegara el momento de su nacimiento. Es conmovedor leer como tuvo que pasar Sarah por ese trago y como pudo superarlo gracias a su fe en Dios y a su fortaleza de carácter, algo que le debe a esa dureza que su padre empleó en ella y que la curtió, convirtiéndola en alguien fuerte y capaz de sobrellevar las penas que le deparase la vida sin dejarse hundir por ellas.

Afortunadamente, su siguiente hija, Bristol, nació sin ningún problema y afortunadamente también, Bristol era un nombre menos “original” que Track y la niña se ahorró los problemas de su hermano mayor cada vez que le decía a alguien cómo se llamaba. Sarah recuerda ahora lo muy “mamá” que era Bristol ya de pequeñita y como disfrutaba cuidando a sus primos menores, llegando hasta el punto de que a los ocho años casi le exigió a su madre que le consiguiera un bebé para ella el día de su cumpleaños. Por su parte, Track creció obsesionado con los deportes, sobre todo con el hockey, en una familia en la que ya de por sí son todos unos fanáticos de los deportes.

Con dos hijos y un marido, Sarah hacía su vida en su pequeña Wasilla ocupada principalmente en su familia y escribiendo alguna que otra colaboración periodística de vez en cuando sin nada que hiciera presagiar los altos destinos a los que estaba llamada esta mujer. Pero todo eso cambió el día en que el petrolero Exxon Valdez sufrió un accidente en 1989 que provocó un enorme vertido de petróleo que fue un verdadero desastre para Alaska y sus habitantes, muchos de los cuales quedaron arruinados por su culpa. De hecho, no fue hasta 2008 cuando finalmente el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó la responsabilidad de Exxon y obligó a la compañía a indemnizar a los perjudicados al menos en parte de sus pérdidas. Unas pérdidas que afectaron incluso a Sarah y Todd ya que los precios del salmón que pescaban todos los años y que constituían una parte sustancial de su presupuesto familiar cayeron en picado ante el temor de los mercados a que estuviera contaminado. Para Sarah, ésa fue la ocasión en que sintió que si alguna vez tenía la oportunidad de trabajar para sus conciudadanos, lo haría siempre en su beneficio. Y a fe que no se equivocaba porque pronto tendría esa oportunidad.

Y para terminar, otra foto también apropiada. Sarah de jovencita posando junto a sus trofeos, tanto atléticos como académicos. ¡Y aún le faltaba por ganar el de Miss Wasilla! Un ejemplo viviente de lo que la fuerza de voluntad, el tesón y el esfuerzo pueden lograr de cada uno de nosotros si nos decidimos a ello. Pero, por supuesto, eso los lloricas adolescentes de hoy en día no lo entienden. Pues peor para ellos.


LA VERDADERA SARAH PALIN (primera parte)

20/03/2009

 

La joven Sarah

Sarah Palin antes de ser la gobernadora Palin era simplemente Sarah Louise Heath y, sorprendentemente para muchos que aún lo ignoran, no nació en Alaska, sino en Sandpoint (Idaho) el día 11 de febrero de 1964. O sea, que acaba de cumplir los 45 años.

Sarah es la tercera de cuatro hermanos (un varón, Chuck, y dos mujeres, Heather y Molly) y sus padres se llaman Sarah (conocida como “Sally”) Heath (de soltera Sheeran), secretaria en un colegio, y Charles (conocido como “Chuck”) Heath, profesor de Ciencias y entrenador de atletismo en su especialidad de campo a través (cross country).

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Sarah con su madre, Sally.

En 1964, cuando ella apenas tenía tres meses de edad, toda la familia se trasladó a Skagway (Alaska), donde el padre había encontrado trabajo. Algún tiempo después se mudaron a otra localidad, Eagle River, y finalmente se asentaron en Wasilla, a 70 km al norte de Anchorage, que es la localidad con la que se más se asocia el nombre de Sarah Palin y donde ésta y su familia siguen teniendo su residencia habitual.

Es en esta época cuando se aficiona a la caza, gracias a su padre que solía llevársela con él cuando iba a cazar alces. Es también gracias a su padre que empieza a practicar el atletismo, en concreto carreras de 5 y 10 km. En una reciente entrevista concedida a la revista “Esquire”, Sarah reconoce que correr es para ella algo imprescindible para mantenerse serena y que es lo que más echó de menos durante la pasada campaña electoral: el no poder dedicar media o una hora a correr, pero que ahora que vuelve a ser dueña de sus propias decisiones, lo que más le gusta después de un largo día de trabajo es una buena carrera para desconectar de todo.

Por otra parte, la familia de Sarah era muy aficionada a la música y Sarah toca muy aceptablemente la flauta travesera. En la misma entrevista mencionada antes, Sarah reconoce el importante papel que jugó la música en su familia, ya que si no hubiera sido por ella toda su vida social hubiera girado exclusivamente en torno al deporte.

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Sarah “gafotas” con su hermana menor, Molly.

En el instituto

Sarah cursó sus estudios secundarios en el Wasilla High School, donde fue jefa de la Fellowship of Christian Athletes (Hermandad de Atletas Cristianos), así como miembro de los equipos femeninos de cross country y baloncesto, en este último caso llegando a ser incluso la capitana del equipo. Precisamente como miembro del equipo de baloncesto tuvo la satisfacción de ganar el título estatal en 1982. De esa época viene su pseudónimo de Sarah “Barracuda” (un tipo de pez muy voraz y agresivo) por su manera de jugar. El deporte es una parte consustancial de la vida de Sarah y ella misma confiesa que todo lo que sabe sobre la vida lo ha aprendido a través del deporte.

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Sarah “Barracuda” junto con su hermano Chuck y su hermana Heather.

Sarah se graduó en 1982 y suponemos que su fiesta de graduación fue muy feliz ya que por aquel entonces ya estaba enamorada de Todd Palin, un compañero de instituto que se convirtió posteriormente en su marido.

A la hora de escoger una universidad, la elección de Sarah fue irse junto con varios amigos suyos de Alaska al Hawaii Pacific College en Honolulu (Hawaii), donde estuvo un semestre (otoño de 1982). Sin embargo, parece que no se sintió muy a gusto con tanto sol y playa y al semestre siguiente se mudó al North Idaho College en Coeur d’Alene (Idaho), aprovechando que tenía familia allí y donde permaneció dos semestres (primavera y otoño de 1983).

Fue en 1984 también cuando ganó el concurso “Miss Wasilla”, obteniendo además el galardón de “Miss Simpatía”, cuyo premio consistía en una beca escolar además de la posibilidad de competir en el concurso de “Miss Alaska” de ese mismo año, donde quedó segunda. Gracias a la beca pudo ir a la University of Idaho en Moscow (Idaho) donde permaneció dos semestres (otoño de 1984 y primavera de 1985) junto con su hermano, Chuck, que también estudiaba allí.

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Sarah como “Miss Wasilla”. Guapa, ¿eh?

De allí pasó al Matanuska-Susitna College en Palmer (Alaska) durante un semestre (otoño de 1985) y finalmente regresó a la University of Idaho en Moscow (Idaho) por otros tres semestres (primavera de 1986, otoño de 1986 y primavera de 1987), licenciándose finalmente ese año en Periodismo (especialidad de Medios de Comunicación, ja, ja, ja) y Ciencias Políticas.

Soñando con ser comentarista deportiva, Sarah empezó su carrera profesional como periodista deportiva en las cadenas KTW-TV y KTVA-TV de Anchorage (Alaska), así como en el periódico “Mat-Su Valley Frontiersman” de Wasilla (Alaska).

Vida familiar

En 1988, el 29 de agosto, concretamente, Sarah se casó con Todd Palin, su novio de toda la vida, un nativo alasqueño de ascendencia yup’ik eskimo. Sarah y Todd tienen cinco hijos en común:

­- Track (nacido el 20 de abril de 1989). Varón. Alistado en la infantería del ejército de los Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2007, actualmente se halla destinado con su unidad en Irak.
­- Bristol (nacida el 18 de octubre de 1990). Mujer. Protagonista involuntaria de una de las primeras sorpresas de la pasada campaña electoral cuando se supo que estaba embarazada y que ella y su novio, Levi Johnston, un compañero suyo de instituto, esperaban un bebé sin estar casados. El primer nieto de Sarah, un niño llamado Tripp, nació el pasado día 27 de diciembre. Estaba previsto que los padres se casaran este verano, pero finalmente han roto su relación.
­- Willow (nacida el 21 de enero de 1994). Mujer.
­- Piper (nacida el 26 de agosto de 2001). Mujer. Mi favorita, debo reconocerlo, sobre todo después de ver el lametón que le pegó a su hermanito Trig para atusarle el pelo durante el discurso de su madre en la pasada convención republicana.
­- Trig (nacido el 18 de abril de 2008). Varón. Afectado de síndrome de Down.

familia

Foto de la familia Palin casi al completo en su casa de Wasilla. Faltan Trigg (que estaba durmiendo, como debe ser en un bebé) y Track, cuya foto no publicaré mientras este valeroso muchacho esté corriendo peligro en Irak.

Todd Mitchell Palin nació el 6 de septiembre de 1964, o sea, que tiene 45 años también. Nacido en Dillingham (Alaska), es hijo de James (conocido como “Jim”) Palin, de Seattle, un antiguo gerente de la Matanuska Electrical Association y de Blanche Palin (de soltera Roberts), su primera esposa, secretaria de la Alaska Federation of Natives (Federación de Nativos de Alaska), cuya madre, la abuela materna de Todd, pertenece a la tribu curyung, una de las muchas tribus nativas de Alaska.

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Sarah y Todd, un matrimonio realmente atractivo.

Como ya sabemos, Todd conoció a Sarah en el Wasilla High School, donde ambos estudiaron, pero así como Sarah continuó estudiando en la universidad y acabó licenciándose, Todd tomó algunos cursos universitarios pero no llegó a terminar ninguna carrera. En 1988, ambos se fugaron juntos para casarse, según confesión de la propia madre de Sarah porque ella sabía que su familia “no podía permitirse una gran boda”.

Durante 18 años, Todd ha estado trabajando para la empresa petrolera BP en los yacimientos de North Slope. En 2007, cuando Sarah ya era gobernadora y para evitar un posible conflicto de intereses con el cargo de su esposa, Todd dimitió como supervisor de producción, ya que por aquel entonces BP, junto con otras compañías petroleras, estaba en negociaciones con el gobierno del Estado para la construcción de un gasoducto. Sin embargo, la familia Palin necesitaba de sus ingresos y siete meses más tarde Todd volvió a la compañía, pero ahora como simple operario de producción, no como supervisor, para evitar en todo lo posible el dichoso conflicto de intereses. Además de su trabajo en los campos petrolíferos, Todd dirige un pequeño negocio de pesca de salmón en Bristol Bay.

Voluntario comunitario, suele trabajar con los jóvenes a los que entrena para jugar a hockey y baloncesto. También es un reconocido piloto de motos de nieve, habiendo ganado cuatro veces (años 1995, 2000, 2002 y 2007) la Tesoro Iron Dog, la carrera de motos de nieve más larga del mundo con un total de 3.172 km. Por lo que parece, le hace mucha gracia eso de ser el First Gentleman (“Primer Caballero”) del Estado y según dicen las malas lenguas, él mismo prefiere titularse como el First Dude (algo así como el “Primer Tío”).

En cuanto a Sarah, ésta gusta definirse a sí misma como una típica ama de casa alasqueña, una hockey mom (la versión alasqueña de la soccer mom del resto de los Estados Unidos, es decir, una madre de familia de clase media que tiene hijos en edad escolar y que pone los intereses de su familia, especialmente sus hijos, por delante de todo). Literalmente, deriva de la descripción de una madre que lleva y contempla a sus hijos jugar a fútbol. En Canadá y otras zonas cercanas como Alaska, el deporte escolar preferido es el hockey y no el fútbol (soccer), así que en lugar de una soccer mom, se habla de una hockey mom. Además, los aficionados al hockey reclaman que las hockey moms son más entusiastas que las soccer moms, tanto por el esfuerzo que dedican al deporte de sus hijos como por la intensidad con que los animan (ya saben, recuerden aquello de las hockey moms, los pit bull y el pintalabios).