America by Heart. Un resumen (V)

23/01/2011

 

Ya lo tengo decidido: será a través de Bubok. Me refiero a la publicación de mi libro, America is Ready! Tanto me han insistido ustedes en que lo hiciera así que no he podido por menos que hacerles caso. He estado mirando cómo funcionan las cosas por ahí y me parece que me las podré apañar. La verdad es que reconozco que el resultado será mucho mejor, pero me sabe mal que tengan que gastarse el dinero en ello. Procuraré ajustar el precio lo máximo posible y les aseguro que mi margen será en exclusiva el justo para cubrir los gastos. Mi intención es que nadie pueda quedarse sin el libro por cuestiones económicas. Estoy trabajando todo lo que puedo para tenerlo listo para el 14 de marzo, segundo aniversario de este blog, pero aún no sé si podrá ser. Lo que sí que les prometo es que no lo publicaré hasta que esté seguro de que no lo puedo mejorar más. Es lo menos que se merecen ustedes.

¡Vaya pedazo de foto que les he puesto! Es casi un poster, je, je, je. Bueno, es que es un poster. ¿Se imaginan que la habitación de quién decora?

Capítulo cuarto: Raising (Small-r) Republicans (Criando republicanos con r minúscula)

Que su familia es lo más importante en esta vida para Sarah, ya lo sabíamos. Por eso no es ninguna sorpresa su confesión en tal sentido con la que abre este nuevo capítulo. Y como muchas otras madres en todo el mundo, ella también marca el tiempo asociándolo a los diferentes sucesos que acaecen en su familia como, por ejemplo, recordando que la última vez que estuvo en Ohio fue justamente cuando a Piper se le cayó uno de los dientes de arriba.

En estos tiempos cuando tanto se denigra a la familia, resulta reconfortante leer como Sarah sigue poniéndola por delante de cualquier otra cosa y reconociéndola como la base de su vida. Su familia le conforta, le protege y le ayuda a mantener los pies sobre la tierra.

Aprovechando el recuerdo de sus vacaciones infantiles recorriendo el Chilkoot Trail, el camino de cincuenta kilómetros que era la puerta de entrada de los pioneros que buscaban su fortuna en el antiguo territorio de Alaska, Sarah nos explica la gran enseñanza que supuso para ella el ver cómo al ser los niños Palin demasiado pequeños para cargar con una pesada mochila, era su padre, Chuck, quien se deslomaba acarreando con todo el peso del equipo necesario para su semana larga de acampada, haciéndolo gustoso para que sus hijos pudieran disfrutar del recorrido, aprendiendo de paso una historia importante, la de su estado, un estado construido con esfuerzo y dedicación y con mucho, mucho sudor.

Por supuesto, muchas feministas han clamado (y siguen clamando) contra la familia diciendo que impide a una mujer ejercer su libertad, pero para Sarah la familia ha supuesto precisamente lo contrario. En primer lugar, porque la familia no es sólo donde naces sino también a quien escoges –o sea a Todd, a quien reconoce como su socio en todo: “en la vida, en el amor y peleando contra el New York Times” y reconoce también la gran suerte que ha tenido conociéndolo. En segundo lugar, porque a ella su familia no le ha coartado en absoluto sino, antes al contrario, le ha supuesto una motivación. Cuando le preguntaron durante la campaña electoral cómo lo haría para equilibrar su vida familiar con sus deberes como vicepresidenta si ganaban las elecciones, se maravillaba de que no entendieran que ella no tenía nada que equilibrar porque los Palin lo hacen todo juntos y si hubieran ganado, allí estarían todos en la Casa Blanca bregando todos con ello, no sólo ella. De paso, aprovecha para mandarle un recado a la estúpida periodista progre que le hizo la pregunta al imaginarse que le hizo la misma pregunta a todos los candidatos y no sólo a ella, ¿verdad?

La familia Palin lo hace todo junto. Y ello les ayuda a entender que ninguno de ellos es el más importante sino que, antes al contrario, lo que es importante para uno de ellos, lo es para todos. Y que los desafíos se afrontan mucho mejor haciendo piña todos juntos. Porque nadie está libre de esos desafíos y alguien que pretenda lo contrario le resulta muy difícil de creer a menos de que se trate de alguien tan aburrido y vacío que sea difícil de imaginárselo. Por ejemplo, el embarazo de Bristol con apenas diecisiete años. Pues claro que fue un palo para ellos saber la noticia. Eso sucedió cuando ella era gobernadora de Alaska y bregaba con la tarea de dirigir el estado más extenso de la Unión mientras Todd trabajaba en los campos petrolíferos de North Slope, angustiados por la decisión de Track de alistarse en el Ejército, cuidando al resto de sus hijos menores y a la espera de que el aún no nacido Trigg viniera al mundo.

Sarah reconoce que pensaba que Bristol era ya lo bastante sensata para tomar siempre las decisiones adecuadas, pero que se equivocó y lo lamenta. Es cierto que su nieto, Tripp, es una bendición y Sarah aprovecha para explicarnos que fue ella quien estuvo con Bristol en el paritorio y que fue ella quien cortó el cordón umbilical porque el cretino del padre de la criatura (opinión mía, que Sarah no dice nada al respecto) no estaba allí todavía. Sarah se sentía feliz por la llegada de su nieto, pero también sabía que eso tendría que haber pasado diez años más tarde y no ahora.

Ser padre adolescente supone mucho trabajo y muy poca diversión. Bristol lo comprendió pronto y lo asumió: volvió al instituto, trabajó a tiempo completo, cuidó de un bebé que les dio muchas noches sin dormir, etc.

Y con respecto al cretino del padre de la criatura (de nuevo opinión mía), Sarah reconoce que más de una vez se tuvieron que morder la lengua a medida que el niñato pretendía labrarse una carrera en el show business más repulsivo, contando mentiras acerca de todos ellos. Cierto que no toda la culpa era suya porque estuvo mal aconsejado por adultos dispuestos a aprovecharse de “un niño confuso”. Pero aunque no toda la culpa fuera suya, una buena parte sí que lo era. Las mentiras que contaba eran excesivas y Track, en Irak por aquel entonces, rabiaba teniendo que saber lo que ese majadero explicaba sobre su familia. Mejor tal vez para el cretino que estuviera tan lejos de su alcance porque si no quizás sí que hubieran tenido más que palabras los dos ex compañeros de equipo de hockey.

También Willow y Piper sufrieron por ello. Sarah confiesa que sintió un poco de vergüenza también por la situación porque eran una familia “normal” y eso se suponía que no les debía haber pasado nunca. Confiaba en que todo acabaría pasando, pero a veces tenía sus dudas y ella y Todd sentían que no podían más.

Si lo superaron finalmente fue gracias a las palabras de Helen Keller: “El carácter no puede desarrollarse en calma y silencio. Sólo a través de la experiencia de la prueba y el sufrimiento puede el alma fortalecerse, inspirar la ambición y el éxito conseguirse”. Y eso fue lo que les pasó a los Palin durante esos dos últimos años. De esa prueba, de ese sufrimiento, los Palin han salido robustecidos y formando una familia mucho más unida que nunca.

Y después del sufrimiento, la alegría de tener un nuevo hijo. Algo que a pesar de repetirse a diario por todo el mundo no deja de ser único e irrepetible cada vez que sucede como bien reportó The Onion cuando publicó un artículo titulado: “El milagro de la vida sucede de nuevo por 83 billonésima vez”, la primera cita de Sarah en este capítulo tan personal.

Y la siguiente cita, sin que sirva de precedente, es de la propia Sarah, de Going Rogue: “El 20 de abril de 1989 mi vida empezó realmente. Ese día fui mamá”. Fue el día del nacimiento de su primer hijo, Track, y es cierto que su vida cambió por completo. Y es que la paternidad lo hace siempre porque es en ese momento cuando comprendes que no todo el mundo gira alrededor de ti aunque a veces esa comprensión llegue un poco después. Y cuando comprendes eso, te conviertes en una persona mejor. Una nueva cita de un libro de Tony Woodlief titulado Somewhere More Holy, le sirve a Sarah para ilustrarnos sobre cómo el corazón de una madre (y de un padre) cambia cuando Dios les concede la bendición de un hijo a través de la historia de una madre a quien sus cuatro hijos interrogan para saber a cuál de ellos quiere más y como ella logra convencerlos de que los quiere a todos por igual porque su corazón es como una casa llena de habitaciones y cada uno de ellos tiene una habitación para él solo.

Una familia es algo ordinario y sagrado; son pañales sucios y algo tan santificado como el agua bendita. Y el resultado final de todo ello es lograr hacer de nosotros las personas que se supone que vamos a ser finalmente. Y en contra de aquellos padres que hablan tanto de “calidad” del tiempo que pasan con sus hijos para justificarse por el poco tiempo que pasan con ellos, Sarah afirma que lo importante es precisamente la cantidad. Los momentos mágicos entre unos padres y sus hijos no se pueden programar así que hay que estar ahí todo el tiempo posible, algo en lo que le apoya Fred Barnes, editor del Weekly Standard, en una nueva cita sobre su propia experiencia con cuatro hijos que, resumida, viene a decir que ser padre significa simplemente estar ahí.

Mirar a la cara de un bebé es la prueba viviente de la existencia de Dios. Uno no podría haber creado algo tan maravilloso por su cuenta. Y eso es el gran don de la familia: poner las cosas en su sitio y hacernos comprender que lo mejor de la vida no siempre es limpio o predecible, pero que precisamente por eso le añade excitación a lo que supone tener una familia.

Una nueva cita: un anuncio de una campaña pro-vida que simplemente mostraba la cara de unos niños alegres y sonrientes con una voz al fondo que explicaba que todos esos niños tenían algo en común: habían sido embarazos no previstos que bien podrían haber acabado en un aborto, pero que sus padres lo asumieron y descubrieron que a veces las mejores cosas en la vida no son planeadas y que la vida es siempre una maravillosa elección.

A Sarah le preocupa mucho el camino que ha tomado su país bajo la presidencia de Obama, pretendiendo que la gente se abandone al Estado para que sea éste quien se haga cargo de todo, lo que supondrá que pueda parar “el ascenso de los océanos y sanar el planeta”, sólo con más dinero de los contribuyentes y más control burocrático. Pero esto es casi una religión, no política. Y es la familia lo único que puede revelar la falsedad de esta pretensión, especialmente el amor que sentimos por nuestros hijos. A Sarah le pasó cuando oyó cómo la hija de once años de Obama, Malia, le preguntó un día inocentemente a su padre si había tapado ya el agujero [se refería al vertido de petróleo en el Golfo de México]. Sarah imagina que eso debió hundir toda la presunción de Obama al comprender que ni siquiera él, el hombre más poderoso del mundo, podía tapar ese agujero por más que la fe de una hija en su padre pueda obrar milagros. Pero es que los estadounidenses no son niños y Obama no es su padre.

Leyendo Witness, su nueva cita, la autobiografía de Whittaker Chambers, un estadounidense que espiaba para la Unión Soviética en los años 30 y que renunció al comunismo y descubrió a más espías infiltrados en los Estados Unidos, Sarah resalta la carta que Chambers escribió a sus hijos en la que describe el momento en el que comprendió la intrínseca falsedad del comunismo simplemente contemplando a su hija pequeña y dándose cuenta de que sólo Dios podía haber creado algo así. Su hija no era una mera casualidad biológica. Y como lo descubrió Chambers, lo descubre cada día cada padre y cada madre del mundo. Sus hijos son una bendición de Dios y la paternidad y la experiencia de tener una familia te saca de tu solitario yo y te lleva a formar parte de una gran comunidad. Cuando eres padre, padrastro o de alguna manera tienes la responsabilidad de una vida, tienes esa vida en tus manos y quieres asegurarte de que el mundo es un lugar seguro para él.

Un nuevo apartado de este capítulo nos lleva a la Constitución. ¿Por qué no hay ni una sola referencia a la familia o al matrimonio en ella? Sencillamente porque en 1787 lo que los Padres Fundadores pretendían era establecer una forma de gobierno respetuosa con los principios de la Declaración de Independencia y no inmiscuirse en la vida privada de los estadounidenses.

Y es que en aquellos tiempos la cuestión de la familia no estaba en la agenda política. Una cita de un libro de 1782 escrito por un francés emigrado a los Estados Unidos llamado J. Hector St. John de Crèvecoeur recoge en forma de cartas la maravilla que supone tener hijos y el placer que representa el ayudar como padre a formar sus caracteres, reprendiendo sus pequeñas faltas y estimulando sus buenas acciones como han hecho toda la vida todos los padres en todo el mundo y como es su obligación. Los Padres Fundadores entendían que eso estaba fuera del campo de actuación del gobierno y que una república sana se fundamenta en ciudadanos virtuosos que son criados así por sus respectivas familias y no por el gobierno. Para algunos, eso ya no sirve puesto que los Padres Fundadores eran hombres blancos y, en consecuencia, no representativos de lo que los Estados Unidos han llegado a ser. Pero hay una excepción: Abigail Adams, la esposa de John Adams, el segundo presidente. Las cartas cruzadas entre ellos dos constituyen la nueva cita de Sarah, especialmente aquella en la que Abigail le recuerda a su marido, entonces en Filadelfia ayudando a redactar la Constitución, que no se olvidara de las mujeres cuyo patriotismo, a pesar de estar excluidas de la vida pública, no desmerece en absoluto del de los varones.

También trataban sobre el cuidado de sus hijos, estando ambos de acuerdo en que, tal y como escribió posteriormente Adams, “los fundamentos de la moralidad pública residen en las familias particulares” y que sólo el amor por el bien común, el interés público, el honor, el poder y la gloria permitirán que exista un gobierno republicano y una auténtica libertad. Es decir, criar republicanos con r minúscula significa criar buenos y decentes hijos.

Para los Padres Fundadores estaba claro pues que debían ser las familias las que inculcaran a sus hijos los hábitos y la disciplina necesaria para que los niños se convirtieran en adultos responsables. Formar parte de una familia nos enseña a confiar y respetar a los demás, poner sus necesidades por encima de las propias y evitar las decisiones cortas de vista a la hora de planificar el futuro. Y si la República dependía de sus ciudadanos, los ciudadanos esperaban de la República que defendiera su libertad. Y como Allan Carlson, un experto en temas familiares, explica en uno de sus libros, es la reserva de los poderes de los estados (Décima enmienda) y de los derechos del pueblo (Novena enmienda) en la Constitución la primera salvaguarda contra los experimentos sociales a los que se puede sentir tentado cualquier gobierno.

Y es que el gobierno actual ha abandonado por completo la idea de un gobierno que resida en una institución familiar fuerte y que respete la libertad y los derechos de esas familias, algo que los Padres Fundadores jamás pretendieron que sucediera.

¿Y qué ha socavado más la institución familiar que el divorcio y los hijos sin padre? Algo que empezó a darse en los años 60 y que es ahora cuando demuestra sus consecuencias: altas tasas de delincuencia, abuso de drogas y dependencia del estado del bienestar. El huracán Katrina fue un desastre natural, pero una de sus consecuencias posteriores fue revelar la existencia de una población dependiente del gobierno e incapacitada por la destrucción de la institución familiar.

Algunos hablaron entonces de racismo, pero los datos son claros: el 70% de los niños negros nacidos en 2004 en los Estados Unidos lo eran de una mujer soltera; la pobreza entre los negros en Nueva Orleans alcanzaba entre el 60 y el 80%. La falta de padre se traduce rápidamente en altas tasas de criminalidad (en Nueva Orleans es cuatro veces superior a la de ciudades de tamaño similar), fracaso escolar y abuso de drogas.

Sin embargo, aunque fue en Nueva Orleans donde las imágenes fueron más impactantes, el Katrina golpeó a toda la costa del Golfo de México. ¿Por qué esa diferencia con el resto de estados afectados? Sencillamente porque en el resto de ciudades la institución familiar persistía, no porque a George W. Bush “no le preocupan los negros”, como dijo uno.

Ya en 1965, Daniel Patrick Moynihan, un funcionario del Departamento de Trabajo bajo la administración Johnson, redactó un informe alertando de lo que supondría para los negros el abandono de la familia estable, reconociendo que la mayor bendición que un niño puede tener es una vida familiar ordenada, estable y disciplinada. Por supuesto, las elites liberales de Washington le crucificaron por eso y le acusaron de racista y de culpar a las víctimas.

Y como que valor para enfrentarse con la estupidez no le falta a Sarah, acto seguido opina sobre lo que sucedió en su momento con aquella serie de éxito, Murphy Brown, cuando en 1992 la protagonista decidió tener un hijo y criarlo ella sola, sin contar con el padre de éste. Al día siguiente, el entonces vicepresidente, Dan Quayle, comentó que era una pena que los guionistas de la serie decidieran mofarse de la importancia del padre en el cuidado de su hijo y considerarlo simplemente como “otro estilo de vida”.

Como que era año electoral, los Clinton se lanzaron sobre Quayle y le dijeron de todo menos bonito, lo que supuso el final de sus aspiraciones a suceder a George H. W. Bush como presidente. Pero la verdad es que Quayle tenía razón y así lo reconoció The Atlantic Monthly unos pocos años después cuando aceptó que la familia importa y que los padres también. La izquierda pretende que cualquier grupo de gente a la que escojamos ponerle el nombre de “familia” sirve, pero eso no es así cuando se trata de criar a un hijo. Y tampoco es cierto que el divorcio no afecte a la calidad de vida de los hijos.

Una nueva cita abunda en esto. La de James Q. Wilson comentando en el Wall Street Journal los efectos perniciosos de la falta del padre en los niños y advirtiendo de la importancia de hacer más caso de la experiencia humana que de la teoría política progresista cuando se trata de este caso. Y es que está más que demostrado que la desorganización familiar conduce a la delincuencia en los barrios pobres y que para evitar la pobreza basta con tres cosas: acabar el instituto, casarse antes de tener hijos y tenerlos sólo después de los veinte años. Sólo el 8% de los que hacen eso son pobres mientras que quienes no lo hacen son pobres en un 79%.

Bristol Palin cometió un error y lo reconoce y por más que algunos la acusen ahora de hipócrita, su trabajo en Candie’s Foundation advirtiendo a los jóvenes estadounidenses que la abstinencia sexual es el mejor método para evitar un embarazo no deseado va a continuar. Porque es una Palin y los Palin no se sientan y se callan. Y porque entre Bristol y Murphy Brown, Sarah escogerá siempre a Bristol. Como nosotros también.

Y mientras tanto, los Palin siguen viviendo sus vidas. Todd, Track, Bristol, Willow, Piper, Trig… De todos ellos Sarah nos da unos apuntes acerca de cómo están siendo sus vidas ahora mismo. Pero mientras la suya va haciendo, las familias de todos los estadounidenses están sometidas a un constante asalto por parte del gobierno. Y lo peor de todo es que la izquierda justifica todas sus atrocidades en nombre “de los niños”, lo que se ha convertido en algo así como la raza en una discusión: una manera de cerrar bocas. Si es por los niños, no hay nada que oponer.

Pero es que no es el Estado el que tiene que cuidar de los niños, sino nosotros mismos. Y como explica el reverendo Bil Banuchi, esa obligación de cuidar de los niños, de todos los niños, está en la Biblia, pero Jesús dio ese mandamiento a personas libres, no al Estado. Jesús siempre se dirigió a las propias personas y nunca a un gobierno porque Él hablaba a los hombres cara a cara. Y la única causa “en nombre del los niños” en la que Sarah reconoce que puede creer es la de la lucha por el futuro de las familias estadounidenses.

Y en la próxima entrada hablaremos sobre varias cosas: la revocación (que todavía no es tal, por desgracia) de Obamacare, algunos datos sobre el mensaje de Sarah Palin tras el tiroteo de Arizona y más cosas. Será variado, ciertamente.


America by Heart. Un resumen (IV)

10/01/2011

 

Me pregunta nuestro amigo Santi si he vivido en los Estados Unidos. Pues no, no he tenido esa suerte. Pero no descarto hacerlo algún día si logro encontrar una manera de ganarme la vida allí. Creo que en ese caso me iría a Texas; en Alaska hace demasiado frío y total… para lo que le queda a Sarah para ser ella la que se mude a Washington, D.C. Por cierto, y hablando de Alaska, aquí van algunas pinceladas más sobre el censo de 2010: Alaska tiene 710.231 habitantes (ha ganado un 13,3% con respecto al anterior censo de 2000), una densidad de población de 1,2 personas por milla cuadrada (que viene a ser unas 0,7 personas por kilómetro cuadrado) y en Wasilla residen ahora mismo 9.236 personas. ¡Gracias a Trig ya están más cerca de las 10.000!

Una foto de Sarah Palin sin gafas. De las pocas que hay. Y desafiando a los elementos. Y diciéndome: “¡Bob, eres un gallina! ¿Cómo pones esa cara con el buen día que hace hoy? Si sólo estamos a -20º C…”. Lo dicho, cuando pueda me las piro a Texas.

Capítulo III: America the Exceptional (Estados Unidos, los excepcionales)

Sarah comienza este capítulo reconociendo a su pesar un hecho: actualmente, si uno intenta decir algo bonito sobre los Estados Unidos es tildado rápidamente de fanático, uno de esos que, tal y como dijo alguien, se aferran a sus armas, su Dios y su país. Y no sólo eso, sino que ni siquiera se le concede el beneficio de la duda de que los Estados Unidos puedan estar equivocados; simplemente es que son malos.

Recordando lo que pasó este verano pasado en Arizona cuando se aprobó una ley que permite a los agentes de policía preguntar a los sospechosos de vulnerar la ley sobre su situación legal en el país en caso de tratarse de personas extranjeras, Sarah se sorprende de la reacción de la administración Obama, de quienes se supone que conocen la ley mejor que un particular, quien puede malinterpretarla, que poco tardó en iniciar una nueva ronda de autoflagelación delante de mandatarios extranjeros como los chinos o los mexicanos, conocidos todos ellos por su inmaculado respeto a los derechos humanos en sus respectivos países.

Y es que ni siquiera los Estados Unidos pueden estar siempre equivocados. Alejándose tanto del patrioterismo como de la constante denigración, Sarah aboga por un punto medio que permita a los estadounidenses reconocer y sentirse orgullosos de la grandeza de su patria sin por ello cerrar los ojos ante sus debilidades.

No siempre fue esto así en el Partido Demócrata. En el discurso inaugural del presidente Kennedy, éste, aunque no llegó a pronunciar la expresión “excepcionalismo americano”, mantenía su espíritu, pero es que cualquiera se imagina ahora a un demócrata haciendo lo mismo cuando la norma es, por el contrario, asumir que los Estados Unidos son peores que otro país y además hipócritas, irresponsables y necesitados siempre de enmienda, tal y como hace vergonzosamente Obama por todo el mundo desde que asumió el cargo. Y para Sarah, los Estados Unidos están hartos ya de eso y buscan líderes que se enorgullezcan de su país cada día y no sólo cuando su marido gana unas elecciones (y todos sabemos a quién se refiere, ¿verdad?).

¿Qué hace excepcional a los Estados Unidos? Para Sarah, la respuesta está clara: la Décima Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Ésa que dice que los poderes no delegados a los Estados Unidos (o sea al gobierno federal) por la Constitución ni prohibidos a los estados por ésta misma están reservados a los estados y al pueblo. Y ésa es la base de todo: nosotros (los estados y los ciudadanos) damos el poder al gobierno federal y no al revés. Nosotros somos soberanos. ¿Su aplicación práctica? Que el mejor gobierno es el que está más cerca de sus gobernados.

Sarah recuerda entonces los tiempos en que Alaska aún no era un estado, carecía de representación en Washington, D.C. y el gobierno federal regía sus destinos desde lejos, perjudicándoles en algunos casos, como cuando promulgó una ley llamada la “ley Jones” cuya consecuencia fue incrementar el coste de los bienes destinados a Alaska, perjudicándoles. Y para ilustrar el caso, cita un fragmento de un discurso de 1955 pronunciado por un demócrata alasqueño, Ernest Gruening, en el que éste comparaba la situación de Alaska entonces, sometida a impuestos sin contar a cambio con representación política, con la vivida en tiempos de la Revolución Americana, clamando porque Alaska se convirtiera de una vez en un estado con todos los derechos.

Es la Décima Enmienda la que hace a los Estados Unidos lo que son al maximizar la libertad de sus ciudadanos y restringir el poder del gobierno distante, tal y como reconoció Thomas Jefferson en 1791, algo que está amenazado hoy en día cuando el gobierno federal aspira a ocupar cada vez más parcelas de poder.

Con la expresión “excepcionalismo estadounidense”, Sarah entiende el reconocimiento de que los Estados Unidos atesoran una serie de valores y cualidades dignos de ser preservados y que les convierten en un modelo para el mundo, pero ello sin pretender ser mejores que los demás o arrogarse el derecho a decir a los demás lo que tienen que hacer o cómo vivir sus vidas. La misma concepción que desarrollan Richard Lamy y Ramesh Pannuru en un artículo de National Review que constituye su primera cita. Además, esa idea es más vieja que los propios Estados Unidos, pues los Padres Peregrinos que llegaron en el siglo XVII ya la traían con ellos cuando hablaban de fundar “una ciudad sobre una colina” que sería “la luz del mundo”.

Curiosamente, el primero en reconocer ese excepcionalismo fue un europeo, Tocqueville, en su libro Democracia en América de 1835, fundamentándolo entonces en sus costumbres (sobre todo en su herencia religiosa), su ley (especialmente su apego al federalismo) y las propias características del territorio estadounidense. Y además de eso, su pasión por gobernarse a sí mismos, sin esperar a que ninguna autoridad central les diga lo que tienen que hacer.

Cierto que a regañadientes, pero incluso otros países, tal y como reconoce el sociólogo Charles Murray, no han tenido más remedio que admitir que los Estados Unidos son diferentes, siquiera por su eterno optimismo, su ausencia de envidia ante el éxito de otros, lo que les permite celebrar ese éxito en lugar de sentirse resentidos, y el firme convencimiento por parte de los estadounidenses de que sólo ellos deciden su propio destino, algo que a los intelectuales europeos les pone frenéticos.

La humildad es una virtud, dice Sarah, porque reconocer esto no tiene que llevar a la arrogancia tampoco. Es simple justicia. Y si los Estados Unidos han sido buenos para los propios estadounidenses, también lo han sido para el resto del mundo. Y fue Ronald Reagan quien dejó claro en una carta escrita personalmente de su puño y letra a Leonid Brezhnev en 1981, la siguiente cita, que los Estados Unidos jamás pedirán perdón por su liderazgo del mundo.

Lamentablemente, los dirigentes estadounidenses actuales ya no creen en ese excepcionalismo, sino que piensan en los Estados Unidos como en un país más. Obama piensa que todos los países son excepcionales, lo que es lo mismo que creer que ninguno lo es, algo que Sarah ilustra con una cita de la película de dibujos animados Los increíbles (sí, sí, la sabiduría salta donde uno menos se la espera).

Así, por ejemplo, Sarah recuerda que en los Estados Unidos no hubo impuesto sobre la renta hasta 1861 y que aún entonces fue una medida temporal para ayudar a costear la Guerra de Secesión. Así fue y en 1871 desapareció, pero volvió en 1913 cuando la Decimosexta Enmienda lo autorizó definitivamente.

Y encima, todo lo hacen en nombre de una buena causa: asegurar a los que no tienen seguro, por ejemplo. Sarah recuerda entonces su lucha por evitar que los dólares del famoso Plan de Estímulo de Obama socavaran el autogobierno de Alaska. Así, aceptó la parte del plan correspondiente a la construcción de infraestructuras y el suministro de atención sanitaria a los más desfavorecidos, pero rechazó el resto porque implicaba ceder su soberanía al gobierno federal. Los legisladores estatales gritaron y amenazaron, pero ella se mantuvo firme, sólo para ver cómo una asamblea estatal controlada por los republicanos se saltaba su veto y aceptaba esos fondos y con ellos el control de sus asuntos por parte de Washington, D.C.

La lucha es difícil, reconoce Sarah, sobre todo cuando los partidarios del “gran gobierno” han trabajado tanto para igualar el concepto de “derechos de los estados” con algo que suena muy racista y muy segregacionista. Lo que subyace bajo esta ofensiva es la creencia de que los estadounidenses son niños y deben ser tratados como tales durante toda su vida, indicándoles constantemente qué es lo que más les conviene. Una nueva cita de una revista, The Freeman, conteniendo el texto de una resolución adoptada por la asamblea legislativa de Indiana en 1947, clamando por la reducción del gobierno federal y la devolución de su soberanía a los estados nos lleva a unos tiempos en que todos pensaban así. Por supuesto, Washington no hizo caso y no fue hasta 1982 cuando Ronald Reagan lo recordó durante una visita a Indiana, al tiempo que reconocía la justicia de su petición.

Otro aspecto del “excepcionalismo estadounidense” en peligro es la pérdida de confianza en el mercado libre y el trabajo duro. Ahora la moda es pedir ser como Europa con su sanidad gratuita, su mes de vacaciones cada año, sus beneficios sociales… y su desempleo de dos cifras y un estado en bancarrota como es el caso de Grecia, Portugal… ¡y España! (Sí, amigos, Sarah nos cita, pero maldita la gracia que me hace).

Para Sarah, todo esto no es más que otro ejemplo de la distancia entre las elites intelectuales y los ciudadanos. Para ella, la base de la prosperidad de los Estados Unidos reside en la capacidad del sistema de permitir a cada uno perseguir su sueño en una nación de soñadores dispuestos a luchar por hacerlos realidad, donde todo el mundo ansía mejorar su suerte y por ello no odian a quien lo ha logrado sino que, antes al contrario, lo admiran y lo toman como ejemplo. Y es eso precisamente lo que ha evitado las luchas de clases en los Estados Unidos: la voluntad de prosperar de todos, trabajando duro y aprovechando sus oportunidades.

Citando a Paul Ryan, el congresista republicano por Wisconsin, Sarah comprende que los Estados Unidos no quieren un gobierno que les diga que ése es su lote en la vida y que se conforme con él porque lo que los estadounidenses quieren de verdad es un gobierno que les ayude a conseguir un lote mejor. Y ello sin olvidarse de los que no tienen suerte, que merecen disponer de una red por si acaso, pero anteponiendo la libertad de intentarlo a las excusas para no tener que hacerlo. ¿Un ejemplo? La película de Will Smith En busca de la felicidad, la historia de Chris Gardner, quien se elevó de la miseria a la riqueza al más puro estilo estadounidense: trabajando duro, durísimo y nunca olvidando cuál era su objetivo. Otra cita: una de su propio marido, Todd, cuando repite constantemente a sus hijos que Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos. Y una tercera: la del fundador de la NBC, David Sarnoff, recordando que nadie nos debe nada y que, en consecuencia, uno no puede estar esperando a que alguien (el estado, generalmente) le dé lo que debe conseguir por su cuenta.

La perseverancia combinada con la libertad económica puede hacer milagros. Es la esencia del sueño americano: cualquier cosa puede suceder. Es cierto que se puede fracasar, pero también que uno puede recuperarse de un fracaso e intentarlo de nuevo. Y la función del gobierno federal debe ser la de asegurarse de que las condiciones son iguales para todos, que el campo de juego está nivelado y no cómo está haciendo ahora, favoreciendo a unos en detrimento de otros.

La toma de control de la industria automovilística, el rescate bancario, etc… Todo eso hace que ese campo de juego no esté nivelado y que el libre mercado esté en peligro, suplantando la política a las buenas ideas, el trabajo duro y la perseverancia.

Sarah sabe de ello. En Alaska se las tuvo tiesas con las grandes compañías petroleras, pero pudo con ellas. Justo lo contrario que en Washington, D.C, hoy en día. Cuando más poder económico y más industrias posea el gobierno federal, más política entra en juego y menos libre mercado. Y bajo esas condiciones, quienes ganan siempre son los grandes y quienes pierden, los pequeños.

A Sarah le disgusta que los grandes de Wall Street se hayan ido de rositas de esta crisis y nos habla de que una cosa es ser pro-mercado y otra ser pro-negocios. Un gobierno sensato promueve el mercado libre y no escoge ganadores y perdedores entre los diferentes negocios. Y lo ilustra con una cita de Luigi Zingales, un economista de la Universidad de Chicago que abunda en el mismo tema.

Y otro economista: Milton Friedman, quien incluso hizo una serie de televisión titulada Libertad de elegir, igual que su famoso libro, donde uno de los ensayos que dio a conocer fue uno de Leonard Read titulado “Yo, el lápiz”, donde con el relato del proceso de fabricación de un simple lápiz ilustra de qué manera la libertad económica nos favorece a todos y cómo la intromisión del gobierno nos perjudica. Y eso es algo que los socialistas jamás han podido (o querido) entender: que en una economía libre, los particulares cooperan entre ellos. Es la famosa “mano invisible” de Adam Smith en que miles y miles de decisiones individuales se complementan unas a otras. Un hecho que ahora, cuando el capitalismo vuelve a estar en la picota y la libertad económica cuestionada, no deberíamos olvidar y estar dispuestos a recordar ante quien sea.

Que así sea.

Y para el próximo día, creo que voy a darles mi opinión sobre los tristes sucesos de Arizona. Llevo unos días siguiéndolos atentamente y cada vez siento más ganas de vomitar. ¡Ja! ¿En serio alguien se creía que Obama iba a “mooooderaaaarseeee” después de los resultados electorales de noviembre? ¡Pero si es un agitador nato! Y a fe que lo está demostrando.

 


America by Heart. Un resumen (III)

31/12/2010

 

Viernes, 31 de diciembre de 2010. Son las 18.15 h y estoy en casa. Hoy no he tenido trabajo por la tarde y qué mejor manera de celebrar el fin de año que con una buena, pero sencilla comida, una animada sobremesa conversando sobre las esperanzas que mi familia y yo tenemos depositadas en el año que viene y una buena película después. Hemos visto… ¡Caballero sin espada! Por fin la he encontrado en una tienda (muchas gracias a Santi por enviarme ese enlace a YouTube para hacerme más llevadera la espera) y llevaba días ansiando verla. Es cierto que yo personalmente ya la había visto hace años, pero ha sido ahora, tras haber llamado Sarah Palin mi atención sobre ella, que la he visto de nuevo y la verdad es que la he apreciado realmente. La película es de 1939 y a pesar de que los trajes de los protagonistas denotan su antigüedad, su mensaje es aún más actual que nunca: cómo mantener los ideales en un mundo donde el cinismo se ha convertido en virtud y la inocencia se contempla como una aberración que hay que extirpar como sea, principalmente de los niños. Y la respuesta es sencilla: ¡manteniéndote firme en tus creencias y no dejando que nadie te diga que te sientes y te calles!

¡Piper también firma! ¿Qué se creían? Hay que ver lo que ha crecido desde que la vimos por primera vez en 2008. Está hecha toda una jovencita.

Tras elogiar la Declaración de la Independencia, la Constitución de los Estados Unidos y a sus Padres Fundadores, Sarah pasa ahora a hablarnos sobre otro de sus temas más queridos: los hombres y mujeres que sirven en el Ejército de los Estados Unidos. Y lo hace recordando el día en que su primogénito, Track, se alistó sabiendo que un año después él y su unidad serían destinados a prestar servicio en Irak.

Fue un 11 de septiembre cuando Track se alistó y fue otro 11 de septiembre, justo un año después, cuando se celebró la despedida. Ya era la candidata a la vicepresidencia por aquel entonces y recuerda que incluso en un día tan importante para ella tuvo que pelear con los zoquetes que dirigían (mal) la campaña electoral de McCain para que le dejaran volar de vuelta a Alaska y poder asistir, siendo como era la madre de un soldado que partía a una guerra en defensa de la libertad de los iraquíes y de todo el mundo, precisamente a una zona tan peligrosa como lo era en aquel entonces la provincia de Diyala. Y fue también otro 11 de septiembre, ya en 2009, cuando concluyó su tiempo de servicio y volvió a casa… sólo que Track no volvió ese día. ¿Por qué? Pues porque uno de sus camaradas estaba herido y necesitaba regresar con urgencia a los Estados Unidos y no había suficiente sitio para él en el avión militar que les iba a trasladar, así que Track cedió su asiento y permaneció un mes extra en Irak, sin querer decirle a su familia el verdadero motivo y aún cuando finalmente regresó, queriendo decirlo hasta que finalmente lo hizo. Sarah explica que nunca se había sentido tan orgulloso de su hijo como entonces. Y ciertamente es para estarlo.

Al hilo de todo ello, Sarah aprovecha para reflexionar sobre qué es lo que impulsa a unos chicos y chicas tan jóvenes y a quienes nunca ha faltado de nada a arriesgarse a sacrificar sus vidas para defender a su país en una tierra lejana. Prácticamente todos tienen un hogar, una educación, oportunidades en la vida… y de repente lo dejan todo y se alistan y saben que en el momento más inesperado pueden morir y aún así lo hacen.

En el caso de Track, Sarah cuenta que se debe a su voluntad de que su familia viva en un mundo seguro y que les abra los brazos. Y seguramente para muchos de sus camaradas sea la misma razón. Para Sarah, los estadounidenses son patriotas, pero no necesariamente ideológicamente. Quieren simplemente vivir sus vidas y perseguir sus sueños y dejan que los demás vivan las suyas y persigan sus propios sueños. Y eso bastaría si los Estados Unidos fueran una nación más. Pero no lo son porque los Estados Unidos son excepcionales. Y lo son porque se trata de la única nación sobre la faz de la Tierra que se fundó no basándose en un territorio, una cultura o un pueblo, sino en una idea: la idea de que todos los seres humanos tienen el derecho otorgado por Dios de ser libres. Y esa idea es la que defienden todos esos jóvenes, “una causa mayor que ellos mismos”, tal y como la llamó en su momento John McCain.

Sarah nos cita entonces el libro de William Bennett The American Patriot’s Almanac para señalarnos su primera cita de hoy: una de las “doce razones para amar a un gran país”. La escogida por Sarah es la número siete y habla de que el ejército de los Estados Unidos es el mayor defensor de la libertad en el mundo, habiéndolo demostrado con creces dos veces durante el siglo pasado, frente a los repulsivos regímenes nazi y comunista, habiendo liberado a más gente de la tiranía que ninguna otra nación en la historia.

Pero eso no implica que los Estados Unidos amen la guerra, sobre todo porque cuando alguien va a enviar a los hijos o hijas de sus compatriotas a una de ellas, más le vale tener una buena razón. Y esa razón es invariablemente la libertad y no como repiten enfebrecidos los mismos de siempre el provecho de los capitalistas, el petróleo o el gusto por el imperialismo. Los Estados Unidos llevan la libertad en la sangre y la llevan desde los primeros días como nación libre e independiente, algo que ya supo ver Alexis de Tocqueville cuando llamó a la libertad “un hábito del corazón” porque son valores que no se aprenden como la buena educación, sino que se llevan en la sangre y que no puede ser enseñado. Y todo eso lo refleja Sarah contando la historia de un antiguo veterano de la Guerra de la Independencia que, cuando fue entrevistado por un historiador en 1843 e interrogado por sus motivos para alistarse en las tropas de Washington, respondió que no fue por la Ley del Timbre, ni por el impuesto del té, ni por sus lecturas de Harrington, Sidney o Locke sobre la libertad, sino simplemente porque ellos siempre habían sido libres y pretendían seguir siéndolo.

Todo esto sirve sobre todo para que Sarah se interrogue sobre el motivo por el cual Hollywood y las elites culturales de hoy en día se obstinan en no apoyar a su ejército, algo que no sucedió, por ejemplo, durante la II Guerra Mundial cuando Jimmy Stewart sirvió en las Fuerzas Aéreas o Henry Fonda lo hizo en el Pacífico o incluso Elvis Presley se incorporó a filas cuando fue llamado a ellas.

Tal vez la más famosa historia de una estrella de Hollywood sirviendo orgullosamente en el ejército de su país sea la del director John Ford, de la cual toma Sarah su siguiente cita. Ford se alistó en la Armada y sirvió en el Pacífico, documentando la guerra allí. Durante la batalla de Midway fue herido por un pedazo de cemento que saltó por los aires y luego por una bala perdida, pero dejó escritos sus recuerdos del momento y el que más le impresionó fue ver a unos jóvenes marines a su lado manteniendo la calma y no mostrando la más mínima señal de duda acerca de su deber, lo que le convenció de que esa guerra estaba prácticamente ganada.

Entre los cineastas de hoy en día, Sarah sólo puede encontrar a Steven Spielberg para señalar a uno que apoye al ejército de su país, sobre todo por su película Salvar al soldado Ryan y su serie televisiva The Pacific. El resto de Hollywood, deja mucho que desear, habiendo llegado al punto de rodar películas derrotistas mientras las tropas están todavía combatiendo sobre el terreno. Afortunadamente, todas esas películas han fracasado en la taquilla porque los estadounidenses saben lo que quieren y no es eso precisamente. Algo que es francamente muy desagradecido cuando todas esas figuras del celuloide son ricas y famosas porque antes esos mismos soldados a los que denigran en sus películas se han batido para que puedan disfrutar de su libertad (incluso de su libertad a denigrarlos si así lo desean) y de ser ricos y famosos. La libertad la ganan los soldados, no los predicadores, los periodistas, los poetas ni nadie más. Y eso lo expresa mejor que nadie un poema que su tío le envió a Sarah recientemente y que incluye en este capítulo. Al igual que incluye un fragmento de la canción de Toby Keith “Courtesy of the Red, White and Blue” que dice que cuando uno se mete con los Estados Unidos de América lo menos que se puede esperar es una patada en el culo.

Los soldados soportan mucho, ellos y sus familias. Lo menos que podríamos hacer, dice Sarah, es reconocerles su valía. Eso no quiere decir que no sea justo cuestionar una guerra o a los dirigentes políticos que nos embarcan en ella, pero distinguiéndolo de los principios fundamentales que están en juego y reconociendo a los que soportan la carga. Como hizo Ronald Reagan en 1985, recordando el aniversario del desembarco de Normandía. Ni más ni menos.

Pero ese respeto debe labrarse desde la más tierna infancia y debe ser inculcado por los padres. Un nuevo recuerdo de Sarah nos lleva a cuando era niña y sus padres hicieron un viaje larguísimo en coche desde Alaska hasta Idaho. Para entretenerse, Sarah sólo tenía a sus hermanos y una colección de ejemplares del Reader’s Digest, donde leyó por primera vez la historia del sargento Henry Erwin, quien arriesgó su vida cargando con sus brazos una bomba de fósforo que había fallado y que estaba ardiendo en pleno avión para tirarla y salvar así a todos sus camaradas. Su heroicidad le valió la Medalla al Honor del Congreso y aún pareció poco para lo que había hecho. También leyó en su momento sobre el capitán Chris O’Sullivan, que falleció en Vietnam en 1965 y cuya viuda tuvo que soportar llamadas telefónicas en la que se alegraban de que su marido hubiera muerto en la guerra, una historia que, agrupada en otra mayor sobre cómo se trató a las tropas estadounidenses que regresaron a casa después de combatir en Vietnam, cuando se les escupía por la calle y se les insultaba llamándoles “asesinos de niños”, forman parte del lado más oscuro de la historia estadounidense. Uno puede estar en desacuerdo con las decisiones de sus dirigentes políticos, pero no debe pagar ese desacuerdo en quienes simplemente han cumplido con su deber de la forma más honorable posible. Afortunadamente, no es una mayoría de estadounidenses quienes actúan de esa manera y Sarah explica que su hijo Track y sus camaradas recibieron en Irak muchas muestras de apoyo por parte de sus compatriotas en forma de carta y galletitas caseras que ellos agradecieron entusiásticamente.

Otro recuerdo de Sarah: durante la campaña electoral, la gente insultando a John McCain quien, dejando aparte sus opiniones políticas, nadie puede negar que se trata de un héroe estadounidense por su bravo comportamiento durante la Guerra de Vietnam. McCain fue torturado brutalmente durante su cautiverio, tal y como lo relató él mismo en su libro de memorias Faith of My Fathers. Tan desesperado llegó a estar que intentó suicidarse en su celda, pero sus guardianes lo evitaron. Por fin, incapaz de resistir por más tiempo la tortura, McCain firmó una confesión redactada en términos tan ridículos que nadie en su sano juicio podría haberla firmado, siendo evidente que tuvo que hacerlo bajo presión. McCain se avergonzó inmediatamente de haber cedido y cualquiera que piense que él no lo hubiera hecho, mejor que se lo piense dos veces. Yo no estoy seguro de ello; de hecho, estoy casi seguro de que habría cedido antes. McCain tuvo que vivir mucho tiempo con el remordimiento de haber cedido, pero nadie se lo puede reprochar y quién lo haga es sencillamente un canalla.

Y nada de pensar que, tal y como me dijo a mí personalmente una de mis conocidas un día, que los soldados estadounidenses son “la escoria de la sociedad”. Quien diga eso, miente. De hecho, el ejército de los Estados Unidos tiene una proporción superior a la que se da en la sociedad de personas altamente educadas. O sea, que el clamor del antiguo candidato a la presidencia John Kerry de que o estudias o te irás a Irak es propio de un miserable. Afortunadamente, los soldados estadounidenses tienen mucho más carácter que estos bufones y continúan defendiendo su derecho a hablar mal de ellos y no se quejan siquiera. Y es que precisamente quienes más tienen que agradecer a los soldados estadounidenses, los medios de comunicación, Hollywood, las elites de Washington, etc., peor hablan de ellos. Claro que también lo hacen de todo lo demás que tiene algo que ver con el modo de vida estadounidense: la libertad de expresión, la fe religiosa, los valores tradicionales, etc. Y es que tal y como Sarah recuerda haber cantado en la escuela: “La libertad no es gratis. Tienes que pagar un precio. Tienes que sacrificarte por nuestra libertad”.

Y por fin, Sarah recuerda una visita que hizo a Fort Hood en Texas durante su gira de promoción de Going Rogue, el mismo sitio donde un psiquiatra militar que se había convertido en jihadista asesinó a trece de sus camaradas e hirió a muchos más. Una descripción del soldado estadounidense escrita por su hermano, Chuck, le sirve para expresar el infinito respeto y afecto que tanto ella como el resto de la familia Palin sienten por los militares estadounidenses. Sarah es la madre de uno de ellos y cuando su hijo Track estaba en Irak y todo a su alrededor bullía y le llovían más los tiros a ella en casa que a Track en Irak, ella misma reconoce que bastaba con que recibiera noticias de Track diciendo que estaba bien para que todo lo demás careciera por completo de importancia y ya podía la AP o el New York Times escribir lo que quisieran. Sencillamente les importaba un bledo.

La unidad de Track tuvo sus bajas durante su misión en Irak, desgraciadamente. Y ahora existe la posibilidad de que vaya a Afganistán. Si le toca, irá, por supuesto. Y lo hará para defender la libertad de los Estados Unidos. Es su deber y se comprometió a ello voluntariamente. Y lo menos que se puede hacer es agradecérselo. Y agradecérselo aún más a aquellos de sus camaradas que dieron su vida por ese mismo objetivo, tal y como Abraham Lincoln se sintió obligado a hacer durante su discurso de Gettysburg. Como final de capítulo, Sarah nos deja con el poema de Karl Shapiro “Elegy for a Dead Soldier”. Imposible decir algo que valga la pena después de leerlo, así que se lo traduzco (mal, lo siento) y les dejo que reflexionen sobre ello:

Bajo esta cruz de madera yace
Un cristiano muerto en combate. Tú, que lees
Recuerda que este extraño murió con dolor;
Y mientras pasas a su lado, si puedes levantar tus ojos
Sobre una paz mantenida por un credo humano
Que sepas que un soldado no ha muerto en vano.

Amén. Hasta el martes que viene en que habrá controversia porque, por una vez, voy a hablar del gobierno (del mío). Y no será bien, por descontado.


America by Heart. Un resumen (II)

25/12/2010

 

Hace frío, ¿eh? Pues claro, estamos en Navidad. Una época del año de lo más adecuada para quedarse en casa por la noche, sentados en nuestro sillón orejero, con la chimenea encendida y los leños crepitando gozosamente, el gato en el regazo, una copa de buen brandy al alcance de la mano y… ¡America by Heart como apasionante lectura a la que dedicar toda nuestra atención! Salvo la cuestión de la chimenea (una estufa de butano no es lo mismo, se diga lo que se diga) y el gato (nunca me he llevado bien con esos bichos; prefiero los perros), eso es precisamente lo que he hecho yo recientemente antes de empezar con esta serie de resúmenes y les aseguro que ha sido una de las noches más placenteras de mi vida. No la hubiera cambiado por nada del mundo. Palabra de Palin.

Capítulo I: We the People (Nosotros, el pueblo)

De Boston (Massachusetts) a Alaska. El primer capítulo de America by Heart comienza con Sarah recordando un día de 2006, a poco de ser nombrada gobernadora de Alaska, en que uno de sus amigos, un tal Bruce, le regaló una foto ampliada de una de las escenas de la película de Jimmy Stewart Mr. Smith Goes to Washington (que aquí en España se tituló Caballero sin espada). Ésa es precisamente una de las películas favoritas de Sarah y como tal, esa foto ampliada, debidamente enmarcada, decoró su despacho de gobernadora en Juneau y ahora decora su despacho en su casa de Wasilla.

Tras recordarnos sucintamente el argumento de la película, que dudo que haya alguien entre mis lectores que no haya visto nunca, Sarah pone el dedo en la llaga al reconocer que una película así, una película tan llena de esperanza, una película sobre el Bien que derrota al Mal y sobre el idealismo que derrota al cinismo, es una película que Hollywood nunca rodaría hoy.

Y es que el mensaje de esta película de 1939 es eterno: puede que haya corrupción en la política, pero puede ser vencida por hombres y mujeres decentes que tengan claros sus principios. La podredumbre no es inevitable. Y si durante estos últimos años tantas y tantas películas sobre la guerra de Irak en las que se retrataba a la administración Bush como una caterva de incompetentes movidos únicamente por el rencor y la codicia y a quienes no les importaba utilizar como meros instrumentos de su ambición a los soldados estadounidenses han fracasado en la taquilla, eso ha sido, sencillamente, porque la mayoría del pueblo estadounidense no se identifican con ese punto de vista, al menos de la misma manera como todavía se identifican con el punto de vista de Jefferson Smith, el protagonista de Mr. Smith Goes to Washington.

La escena favorita de Sarah, y reconozco que también la mía cuando la vi hace muchos años (estoy buscándola por ahí en DVD para comprármela y volver a verla), es una en la que Jefferson Smith-Jimmy Stewart se enfrenta abiertamente con sus corruptos colegas senadores en el mismísimo Senado de los Estados Unidos y les reprocha su traición a los grandes principios plasmados en la Declaración de Independencia, los mismos gracias a los cuales ocupan sus escaños. Para Smith-Stewart (y para Palin también), esos principios son la esencia de lo que significa sentirse estadounidense, antes y ahora, y precisamente porque los grandes personajes del país, los grandes legisladores, los grandes empresarios, los grandes periodistas y los grandes productores de Hollywood, ya no los sienten, los Estados Unidos como nación se sienten perdidos a su vez. En definitiva, Mr. Smith Goes to Washington es la historia de un hombre normal y corriente que se planta frente al poder y le dice: We’re taking our country back (vamos a recuperar nuestro país).

Y de Mr. Smith Goes to Washington a los frenéticos días de la caída del Muro de Berlín. Entre 1989 y 1992, el mundo en el que habían vivido durante tanto tiempo los estadounidenses de la edad de Sarah, había cambiado dramáticamente. El comunismo se había hundido y ese arrogante régimen que se pretendía el definitivo en la historia de la Humanidad se revelaba como lo que realmente era: un tigre de papel (los chinos se equivocaron de destinatario cuando utilizaron la expresión por primera vez). Justamente en 1987, los Estados Unidos celebraron el doscientos aniversario de su Constitución y ese año, el entonces presidente Reagan dedicó parte de su discurso sobre el Estado de la Unión a ensalzar esa Constitución en una nueva cita que Sarah nos regala para que reflexionemos sobre ella. En esta ocasión, Reagan, tan agudo como siempre, descubre por qué la Constitución de los Estados Unidos es tan excepcional cuando tantos y tantos países, incluyendo la Unión Soviética, tienen una. Y su respuesta, la de Reagan, radica en tres palabras: We the People (Nosotros, el Pueblo). Ésa es la diferencia. En las restantes constituciones del mundo, es el gobierno quien le dice a la gente qué es lo que pueden hacer o no; en los Estados Unidos, fue la gente quien le dijo al gobierno lo que éste podía hacer o no.

Por tanto, ¿cómo no esperar que los estadounidenses amen su Constitución? Y si aman a su Constitución, amarán también a sus creadores, los Padres Fundadores. Y eso es algo que Sarah ha podido constatar personalmente a lo largo de sus viajes por todo el país. Ese amor existe, salvo en las elites culturales y académicas, que tan pagadas están de sí mismas y que piensan y proclaman por todas partes que la Constitución fue escrita por viejos blancos en beneficio de viejos blancos y que los Padres Fundadores son meras figuras irrelevantes hoy en día y que lo mejor que podríamos hacer es olvidarnos de ellos y de su obra si queremos tener una  sociedad justa e igual de verdad. Pero eso es lo que piensan ellos y no lo que piensan ni Sarah ni tantos y tantos estadounidenses para quienes aquellas inmortales palabras del comienzo de la Declaración de Independencia (su nueva cita) que dicen que “sostenemos estas verdades como evidentes: que todos los hombres han sido creados iguales y que están dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales se hallan la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”, siguen estando plenamente vigentes.

Y es que los derechos de los estadounidenses son derechos otorgados por Dios y si Dios desaparece de la vida de los estadounidenses, sus derechos desaparecerán también, algo que a las elites les parecerá seguramente de perlas, pero que a los ciudadanos normales y corrientes no. La Declaración de Independencia y la Constitución son dos caras de una misma moneda y no pueden ser separadas una de otra y el valor de esa moneda es incalculable: la libertad.

En consecuencia, si el gobierno está para defender los derechos inalienables de los estadounidenses, debería tener el mínimo tamaño preciso para semejante tarea, dejando a las personas bregar con sus propios problemas para que así pudieran desarrollar todo su potencial, ¿no? Pues no era ése precisamente el punto de vista del presidente Obama cuando durante su campaña electoral de 2008 clamaba por el hecho de que el Tribunal Supremo jamás hubiera forzado la mano a la Constitución para que el gobierno pudiera por fin decirle a los estadounidenses lo que deben hacer, en lugar de limitarse a decirle al gobierno lo que no puede hacer. Gracias a Dios porque si no… Aprovechando este tema, Sarah nos da una verdadera lección sobre lo que significa ser juez del Tribunal Supremo y cuáles son sus funciones, y concluye demostrando que para uno de esos jueces, transigir con lo que pretende Obama, significaría sencillamente incumplir su juramento. Ni más ni menos.

Indudablemente, el gran enemigo de los progres en los Estados Unidos es la Constitución pues. Para ellos, los Estados Unidos deben ser “corregidos” y ya lo dijo Obama cuando habló poco antes de la celebración de las elecciones presidenciales de que “estaban a cinco días de transformar fundamentalmente los Estados Unidos de América”. Como dice Sarah, no será porque no nos advirtiera. Pero es que la gran mayoría de los estadounidenses no quieren ser transformados y la respuesta a ello es lo que ha llevado a tantos y tantos a salir a la calle y a convertirse en potenciales Jefferson Smith, con la misma batalla que librar y justamente por los mismos ideales. No para transformar su país, sino para restaurar su libertad.

La nueva cita que introduce Sarah en este capítulo es de nuevo del presidente Calvin Coolidge y del mismo discurso que ya citó en la introducción, el de la celebración de los ciento cincuenta años de la Declaración de la Independencia en 1926. Lo único que cambia es el fragmento al escoger ahora Sarah uno en el que Coolidge refuta duramente a aquellos que ya en aquel entonces creían que los principios de los Padres Fundadores estaban pasados de moda.

Para Coolidge, rechazar esos principios no era ser progresista en el sentido de avanzar, sino ser un retrógrado en el sentido de retroceder en el tiempo cuando no había “ni igualdad, ni derechos de los individuos, ni gobernaba el pueblo”. Y para todos esos estadounidenses conscientes, el amor por su país no es ciego, sino que comprenden la inmensa suerte que tienen de ser libres en el país más libre del mundo y se muestran dispuestos, como lo hacen diariamente los soldados de los Estados Unidos, a defender esa libertad porque saben que la libertad no es gratis.

Un ejemplo de la vulneración de esos derechos de los estadounidenses: la reforma de la atención sanitaria. Obama pensó que los estadounidenses simplemente se dejarían comprar por un supuesto nuevo “derecho a la sanidad” en el que, a cambio, perdieran su derecho a conservar su dinero trabajosamente ganado, a escoger su propio médico y a comprar o no su propio seguro sanitario.

Un breve pero documentado repaso al modo como se logró la aprobación de la reforma, plagado de jugadas sucias, sobornos, medias verdades y mentiras completas ilustra el fracaso de Obama cuando su proyecto estrella tuvo que nacer estrellado. Y es que tal y como vio Sarah un día en una pancarta que alguien exhibía en un acto público en contra de dicha reforma (las pancartas en los Estados Unidos, como los refranes en España, están plagados de sabiduría): “Los gobiernos no dan derechos; los gobiernos quitan derechos”.

Un nuevo tema sobre el que tratar para Sarah: el valor que ha adquirido el epíteto “racista” como medio para amedrentar a los rivales. Basta con soltárselo a alguien para que éste se sienta tan avergonzado que ya no pueda defenderse. Se suele utilizar por parte de los progres para denigrar a los miembros del movimiento Tea Party. Y por extensión, para denigrar a todos los conservadores. Y para eliminarlos del discurso político porque si lo que realmente mueve a los conservadores es el odio a que haya un negro en la Casa Blanca, no se trata de sus propuestas políticas, sino simplemente de que son malas personas. Y con las malas personas no hay nada que discutir.

Esto es indigno y Sarah lo pone en su justo término cuando señala que el verdadero malestar en los Estados Unidos no tiene que ver con que Obama sea negro sino con que Obama es un liberal que detesta la Constitución. Es cierto que la Constitución transigió con la cuestión de la esclavitud, pero también es cierto que gracias a la Constitución se pudieron proclamar las Leyes de Derechos Civiles de 1964 y que amar a los Estados Unidos supone reconocer que a veces, como nación, los Estados Unidos no han dado la talla.

Acusar a alguien de racista tiene varias ventajas, la principal es que inmediatamente detienes el debate al permitir a quien insulta alegar que ya no tiene nada que discutir con semejante persona. Lo malo es que quienes utilizan ese recurso realmente creen en lo que dicen y piensan que los Estados Unidos son un país injusto, como parece pensarlo también Obama, un punto de vista que expresó públicamente su esposa y que ambos, que se pasaron casi veinte años escuchando los sermones en la misma línea del reverendo Wright, se supone que comparten.

Sorprendentemente para aquellos que pretenden que Sarah es burra, ésta continúa su alegato analizando históricamente la génesis de la Constitución de los Estados Unidos y desmontando uno de los argumentos favoritos de los progres para justificar su desdén por ella en el hecho de que la Constitución estableció en su momento que los negros se computaran como tres quintas partes de un blanco. Y el resultado es que precisamente esa previsión sirvió para allanar el camino a la abolición de la esclavitud, tal y como reconoce el estudioso Robert Goldwin, al revelar la verdadera razón de ser de tal disposición: evitar que los estados esclavistas (que querían computar a los negros igual que a los blancos) incrementaran su población artificialmente y con ello ganaran la mayoría en el Congreso de los Estados Unidos al tener derecho a más representantes, unos representantes que no representarían de ningún modo a esos electores, los negros, que carecían de todo derecho, además de que supondría un aliciente para importar cuantos más esclavos mejor. En definitiva, alguien genuinamente en contra de la esclavitud no podía querer computar a un negro igual que a un blanco. Y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

De todas formas, una cosa es reconocer que los Estados Unidos fueron un país racista y otra cosa pretender que lo siguen siendo. Y eso es algo que en su momento hasta el propio Obama reconoció cuando pronunció su famoso discurso sobre el racismo durante la campaña de 2008 (sí, ésa es otra de las citas de Sarah… increíble, ¿no?) en el que él mismo reconocía que si bien la Constitución nació manchada por el pecado del esclavismo, en su interior llevaba las semillas de su redención al reconocer el ideal de la igualdad para todos bajo la ley y la promesa de libertad y justicia para todos.

Sarah expresa su esperanza de que eso sea realmente lo que desea Obama para los Estados Unidos y, para terminar con su primer capítulo, un capítulo que ya vemos que versa sobre la Constitución y los principios de los Padres Fundadores que dieron su ser a los entonces nacientes Estados Unidos (trato el tema con bastante amplitud y multitud de datos en mi próxima obra, America is Ready!), termina con una de las citas más famosas de la historia de los Estados Unidos: la del reverendo Martin Luther King, Jr. pronunciando aquél discurso que empezaba: “Tengo un sueño…” Un discurso en el que King no rechazaba los Estados Unidos ni sus principios constitutivos, antes al contrario, él quería que los Estados Unidos vivieran plenamente según esos principios y que todos los estadounidenses, blancos o negros, vivieran en un único país y se sintieran orgullosos de él.

Seguiré con el resumen. Quedan todavía muchos capítulos más y cada uno de ellos es un placer de leer. Pero el martes que viene tengo una sorpresa para ustedes. No sean malos y háganme un hueco, por favor. Las Navidades son la ocasión propicia para estar con la familia y ustedes son ya como mi propia familia (tengo suerte: carezco de cuñados progres) y me complace mucho gozar de su compañía, aunque sea virtual.


America by Heart. Un resumen (I)

23/12/2010

Amigos, aquí estoy. ¡Feliz Navidad a todos! Y para celebrarla, ¿qué mejor manera que empezar nuestra serie sobre el último libro de Sarah Palin, America by Heart? Por supuesto que sí. ¡Vamos a ello pues! Por cierto, hoy mismo he tenido noticias sobre mi cambio de trabajo: el próximo mes me incorporo a mi nuevo destino. ¡Por fin! Empezaré el año de la mejor manera posible. Y lo mejor es que mis nuevos compañeros (que ya me conocen de hace tiempo) están igual de contentos: me siento como si fuera un regalo de día de Reyes Magos, ja, ja, ja. Préparense pues porque el 2011 comienza con los mejores auspicios…

¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo! Que pasen unas estupendísimas fiestas. Y que el año que viene nos sorprenda (relativamente) con esa noticia que todos ansiamos: «Sarah Palin anuncia su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos. El presidente Obama sufre un soponcio nada más enterarse. Se rumorea que el vicepresidente Biden ha pedido el carnet del Partido Republicano». Por cierto, hay que ver qué bien van los cuernos para llevar los adornos navideños. Esta foto mía engalanado se está empezando a convertir en todo un clásico, ¿verdad?

Introducción: An American Awakening (un despertar estadounidense)

Sarah comienza su libro recordando un día, el 14 de abril de este mismo año, en Boston (Massachusetts). Ese día participó como oradora en un acto del movimiento Tea Party y recuerda especialmente que cuándo le preguntó a la multitud que se había congregado para verla y escucharla si amaban su libertad, ésta rugió afirmativamente. Había personas mayores y jóvenes, padres e hijos, veteranos del Ejército y oficinistas, incluso algún hippie o dos. Pero todos ellos estaban de acuerdo en que amaban su libertad y, en consecuencia, siguiendo la posterior recomendación de Sarah, dieron gracias por ella a los veteranos que estaban entre ellos porque son ellos quienes han hecho posible que la puedan disfrutar.

Contra lo que suele ser habitual que aparezca en los medios de comunicación, Sarah da fe de que no se trataba de una multitud airada y rebosante de rabia la que se había reunido allí aquel día, sino de gente alegre y con rostros felices, satisfechos de poder corear el grito: “USA, USA, USA” y de agitar frenéticamente la bandera de las barras y las estrellas. Muchos de ellos llevaban pancartas con lemas de lo más expresivos y algunos incluso tan divertidos como: “¡Puedo ver noviembre desde mi casa!”. Tratándose pues de personas sencillas, sinceras y conscientes de quiénes son y qué es lo que quieren, Sarah no pudo dejar de preguntarse entonces por qué esa obsesión por parte de algunos en demonizarlos de esa manera.

Estaban ellos, los del Tea Party, pero también estaban, más alejados, un pequeño grupo de personas opuestas al Tea Party. Ellos también llevaban pancartas, sólo que, tal y como observó la propia Sarah, sus pancartas eran de imprenta mientras que las que portaban los miembros del Tea Party eran todas caseras, espontáneas y abigarradas, hechas con todo el entusiasmo de unos aficionados. Y de allí sacó Sarah una de las principales lecciones del día: los que se manifestaban contra ellos, contra el Tea Party y especialmente contra ella, eran “profesionales” que hasta sus pancartas de protesta esperaban que les fueran proporcionadas por el gobierno, al igual que esperan que éste les proporcione todo lo que necesiten a lo largo de sus vidas. Ésa es la principal diferencia entre ellos y los del Tea Party: que ellos quieren ser mantenidos por el gobierno, aún a costa de su libertad, y los del Tea Party quieren mantenerse a sí mismos y saben que para ello necesitan imperiosamente conservar su libertad.

Sarah recuerda también que en los Estados Unidos de hoy en día, el 9 de abril representa el día en el que un estadounidense normal y corriente ha ganado por fin el suficiente dinero desde principios de año para  pagar sus impuestos. Sólo a partir de ese día, el dinero que gana es para él; hasta entonces lo es para el gobierno.

Para evitar que eso siga siendo así, Sarah se aferra a la esperanza que despertó en ella su anterior gira de presentación, la de Going Rogue. Durante esas semanas, pudo conocer y hablar con miles de personas, de todas las clases y condición. Y muchas de ellas le hicieron llegar libros, artículos de prensa, fragmentos de discursos, sus propios comentarios sobre cómo veían el presente de los Estados Unidos y su futuro y, sobre todo, su indignación por lo que estaba sucediendo y su inquebrantable decisión de luchar contra ello. Ése es el despertar de los Estados Unidos al que se refiere Sarah. No sólo un despertar político, sino un despertar estadounidense que proviene de la gente común y no de las elites y cuyo objetivo es recuperar su país, un país ahora desnortado.

Ésa es la interpretación que hace Sarah del movimiento Tea Party y cuenta ella que la primera pista la tuvo cuando se enteró de que sus tíos Ron y Kate, que viven en el estado de Washington y que nunca habían estado involucrados en política fuera de acudir a votar cuando tocaba, habían empezado a acudir a los actos del entonces naciente movimiento Tea Party. Eso fue lo que le puso sobre la pista y lo que le hizo preguntarse: ¿Pero quiénes son esos?

La respuesta empezó con las protestas contra la irresponsabilidad fiscal en que se estaba embarcando la nueva administración. Pero incluso eso era sólo una parte: los participantes también estaban preocupados porque Obama acabe logrando su objetivo de “transformar fundamentalmente los Estados Unidos”. Algo que tiene como razón de ser su convicción, la de los izquierdistas, de que algo está mal en los Estados Unidos y que no se trata meramente de alguna de las políticas que practica o en el tipo de gobierno, sino que se trata de algo intrínseco al país: la fe en unas libertades concedidas por Dios, la fe en el libre mercado y la certeza de que las verdades de los Padres Fundadores siguen vigentes. No les gusta y así todos sus esfuerzos se dirigen a cambiar eso que no les gusta.

Como ejemplo de esa voluntad transformadora, Sarah menciona el caso de un ejemplar de la Constitución de los Estados Unidos que alguien le advirtió que se estaba vendiendo con una etiqueta en la contraportada que rezaba:

Este libro es producto de su tiempo y no refleja los mismos valores que si hubiera sido escrito hoy. Los padres pueden desear discutir con sus hijos la manera como los puntos de vista sobre la raza, el género, la sexualidad, la etnicidad y las relaciones interpersonales han cambiado desde que el libro fue escrito antes de permitirles leer esta obra clásica.

A Sarah le sulfuró cuando lo leyó puesto que si alguien piensa que las ideas de gobierno limitado y de libertad personal son peligrosas y están fuera de su tiempo, apaga y vámonos. Sin embargo, es precisamente a esos valores a los que se “aferran” (y Sarah utiliza expresamente esta palabra recordando otra ocasión en que ya fue utilizada) los estadounidenses y por ello no desean una transformación fundamental de su país. De hecho, quién necesita esa transformación es el gobierno y su manera de ver las cosas, que ellos sí que están demodé.

Pero es que lo que realmente preocupa a los estadounidenses hoy en día no es sólo la economía (por mucho que se empeñen algunos, hay más cosas que preocupan a la gente, en los Estados Unidos y en otras partes del mundo). Así, les preocupan sus familias y el hecho de que el papel de los padres y las madres no está siendo reconocido como debería serlo. Les preocupa que no se esté protegiendo la inocencia y la seguridad de sus hijos. Les preocupa que las oportunidades de futuro de estos niños estén siendo echadas a perder por el gobierno de hoy, tan corto de vista que es incapaz de ver más allá de su propio provecho. Les preocupa que las leyes no estén siendo aplicadas de igual manera  a todos. Les preocupa que el gobierno y las grandes empresas estén en perfecta sintonía y de acuerdo en apartar al pequeño emprendedor de su camino. Les preocupa que la antaño búsqueda de la libertad de religión se haya convertido actualmente en una búsqueda de la libertad de cualquier religión. Y les preocupa que sus líderes ya no crean en la excepcionalidad de los Estados Unidos y en que estos ya no sean “la última mejor esperanza de la Tierra”, tal y como dijo Abraham Lincoln. Ciertamente, los Estados Unidos no han tenido siempre razón, pero tampoco han estado siempre equivocados.

De acuerdo con todas esas preocupaciones, Sarah reconoce que de todos los temas de los que suele hablar cuando viaja por los Estados Unidos, ya sea sobre la irresponsabilidad fiscal de Washington, la independencia energética, su familia, etc., la que más entusiasmo despierta siempre es la Constitución. Y cree saber por qué. Pues porque en tiempos de incertidumbre, la gente se vuelve hacia esos fundamentos (la Declaración de Independencia, la Constitución, la Declaración de Derechos) que todos ellos han estudiado en la escuela, ese terreno firme y seguro, y que en su momento crearon una nación. De hecho, tal y como nos cuenta Sarah, en los actos públicos del Tea Party, las copias de la Constitución corren de mano en mano. Cada uno puede tener una preocupación en concreto, pero en lo que todos coinciden es en ser partidarios de la Constitución.

La primera lectura que nos ofrece Sarah es la de un fragmento de un discurso pronunciado en 1926 por el presidente Calvin Coolidge en el que reconocía que por muy conflictiva que fuera la vida política de los Estados Unidos, cualquier estadounidense podía encontrar consuelo releyendo la Declaración de Independencia y la Constitución y sabiendo que esas dos grandes obras constituyen todavía los cimientos de la nación y que, en consecuencia, siempre tendrá garantizada una adecuada defensa y protección de sus derechos.

Es por ello que Sarah se confiesa profundamente constitucionalista y cree que sus preceptos no están en absoluto pasados de moda, sino todo lo contrario. Un nuevo fragmento del discurso de otro ex presidente estadounidense, esta vez de Ronald Reagan, lo remacha cuando éste nos recuerda que la libertad está siempre cerca de su extinción a menos que se esté dispuesto a luchar por ella y que ninguno de nuestros hijos la tiene garantizada a menos que nosotros la defendamos para ellos para que ellos a su vez la defiendan para sus propios hijos.

Y es que uno de los peores temores de Sarah estriba en que pueda llegar el día en que su nieto Tripp sólo pueda saber que los Estados Unidos fueron una vez libres porque se lo cuenten Todd y ella. Es por ello que concibió el proyecto de escribir un libro en el que pudiera expresar cuál es su idea de lo que son los Estados Unidos y qué es lo que los ha hecho grandes: la fortaleza de sus familias, la fe en Dios, el carácter de sus habitantes. Y para que los Estados Unidos no vean perecer su libertad necesitan ser un país con un ejército fuerte, un mercado libre y un sano orden constitucional, pero también ser un país donde los niños aprendan a reverenciar las ideas, los ideales y las tradiciones que constituyen su esencia.

¡Ah, qué gusto haber vuelto! Me siento como ése anuncio del turrón de «vuelve a casa por Navidad». Y qué ganas tengo de escribir… Seguiremos con el resumen de America by Heart. Búsquen un ratito para leerme durante estas fiestas, ¿quieren? Que Dios les bendiga a todos.


America by Heart. El mejor libro de Sarah Palin… hasta que salga el próximo

20/12/2010

 

Sí, sí, palabra de Palin. Les prometí que volvería para hablarles sobre el último libro de Sarah y aquí estoy. Y es que nunca es tarde si la dicha es buena. Parece que lo de mi dichoso cambio de trabajo ha quedado por fin encauzado y que ya sólo es cuestión de tiempo y de paciencia. Todo llega en esta vida o como dice un amigo mío que es muy sentencioso: “A cada cerdo le llega su San Martín”. Ya estoy más tranquilo (o menos histérico, como ustedes prefieran) y como quiera que el año casi ha terminado y no puede ser que lo acabe de tan mala manera, dejándoles a todos ustedes, mis mejores amigos, con la duda de si voy a volver a escribir o no, les anuncio que desde ahora mismo reemprendo mis obligaciones como bloguista palinista feroz. Además, el año que viene va a ser muy especial para todos nosotros, sobre todo si Sarah finalmente decide darnos esa inmensa alegría que todos estamos esperando como agua de mayo y anuncia su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos. Porque entonces convendría que el día que eso suceda que no nos coja desentrenados; especialmente a mí que soy el que le da a la tecla. O sea, lo dicho: he vuelto. ¡Tiembla, Obama!

Cuando salió publicado Going Rogue, me pareció que podría ser de lo más interesante el publicar un resumen del libro para que todos aquellos lectores que no dominan el inglés (siquiera para leerlo), pero que aman a Sarah Palin tanto como yo, tuvieran la posibilidad de saber de qué iba el libro y qué nos contaba. Fueron unas cuantas entradas las que me llevó el dar cumplida cuenta de mi intención (una por capítulo, si no recuerdo mal) y reconozco que me causó mucho placer el poder hacerlo, sabiendo que habría tanta gente que lo apreciaría. Además, así tenía la posibilidad de leérmelo otra vez.

Con America by Heart, mi intención es la misma. Voy a aprovechar estas semanas navideñas para regalarles un resumen capítulo a capítulo, así voy cogiendo fuerzas para reemprender mis tareas en el blog que, a fuerza de no haber escrito nada desde hace tanto tiempo, me siento de lo más raro ahora mismo. Pero antes de meternos de lleno en ello, me gustaría aprovechar esta primera entrada para comentarles lo que me ha parecido el libro, así en general.

Lo primero de todo, decirles que America by Heart, en mi opinión, es un libro que se aprecia mejor cuando se ha leído antes Going Rogue. Con esto no quiero decir que se trate de una segunda parte de éste. Son dos obras independientes y  ambas se pueden leer perfectamente por separado. Pero lo que salta a la vista inmediatamente es que ambas obras se complementan porque ambas comparten un mismo tema y ése es el de darnos a conocer lo más íntimamente posible que se pueda sin llegar a tratarla habitualmente a una mujer que, por azares de la vida, se ha convertido en la gran esperanza de muchos millones de estadounidenses que están hartos de verse acosados por el mero hecho de sentirse estadounidenses y estar orgullosos de serlo.

Hay quien opina que si Sarah Palin quiere resultar creíble en su (supuesto) afán por ser la próxima presidenta de los Estados Unidos, debería presentar cuanto antes su programa electoral y defenderlo contra los programas de sus rivales. Craso error cuando, para empezar, nadie sabe todavía quiénes son esos rivales (hasta ahora sólo Romney y Huckabee han anunciado su intención de presentarse a las primarias republicanas y de ellos dos tengo mis dudas de que Huckabee acabe presentándose finalmente) y, en consecuencia, la cuestión de un programa electoral es secundaria sobre todo a dos años vista de las elecciones presidenciales y a un año de las primarias de Iowa, las primeras de todas. ¿Qué problemas tendrán los Estados Unidos entonces? ¿Cuáles serán sus desafíos concretos? ¿Vale la pena comprometerse en un asunto que a lo mejor dentro de un año está más que resuelto y que sólo puede servir para poner en evidencia a un candidato que ha propuesto una solución que luego se ha demostrado como mínimo innecesaria (si es que no errónea) porque la que ha funcionado ha sido otra? No, en mi opinión Sarah Palin no debe preocuparse en absoluto por su programa electoral, sino por hacer oposición y salir al quite de todas y cada una de las trapacerías que va cometiendo Obama para que sea él quien se ponga en evidencia, como ya está haciendo y con un más que notable éxito.

Lo que sucede es que una cosa es presentar un programa electoral y otra distinta es presentar a un candidato. Y lo que Sarah Palin sí que está haciendo es presentándose ella misma y haciéndolo con sus propias palabras. Y esto es algo que tenía que hacer quieras o no después de la feroz campaña de acoso y derribo a la que fue sometida durante la pasada campaña electoral de 2008 y, posteriormente, a su vuelta a Alaska. Durante todo ese tiempo, los medios de comunicación (o de confusión, más bien) se volcaron en la fabricación de una Sarah Palin tinafeynizada que, desgraciadamente para ella, acabó calando entre el público y suplantando al original. Su primera misión una vez que dimitió como gobernadora de Alaska era “matar” esa caricatura suya y a fe que lo está logrando. Es cierto que nunca lo conseguirá del todo porque siempre habrá quien pretenda que es más tonta que el mecanismo de un chupete, pero lo que sí que puede lograr es que cada vez menos gente se lo crea y que se acabe convirtiendo en un chiste sin gracia del que sólo se ríen unos pocos freakies, unos tipos tan obtusamente empeñados en negar la evidencia que no hay más remedio que dejarlos por imposibles. Sólo eso ya sería todo un éxito y poco a poco parece que lo va logrando.

Con Going Rogue, Sarah Palin nos contó su vida. Con America by Heart ahonda aún más y nos habla sobre cuáles son los fundamentos sobre los que se asienta su manera de ser y de ver las cosas; sus más íntimas creencias, aquéllas que nunca nadie logrará cambiar porque no están sujetas a discusión alguna. Going Rogue nos hablaba de lo que había hecho en la vida; America by Heart nos revela porqué ha hecho lo que ha hecho y cuando uno termina de leerlo, se da cuenta de que conoce mucho mejor a esa mujer que a otras personas incluso de su propia familia. Porque, ¿cuántas veces alguien se ha sincerado con nosotros de tal manera que nos ha revelado lo que siente y piensa en lo más íntimo de su ser? Pocas veces. Pues ésta es una de ellas.

Así, Sarah da un paso más en su tarea de acabar de una vez por todas con esa impostora que le persigue desde hace ya demasiado tiempo y que, gracias a Dios, cada vez es una imagen más desvaída y fantasmal, tanto que casi ya no puede distinguirse del paisaje. Y de esta manera también, Sarah nos descubre los motivos por los que podemos confiar en ella si es que finalmente llegamos a la conclusión de que la queremos como la próxima presidenta de los Estados Unidos. Unos motivos que no tienen nada que ver con cuál es su opinión sobre el papel de la Reserva Federal y si tiene previsto suprimirla o no, qué piensa hacer con respecto al programa nuclear iraní, norcoreano o de dónde sea, o si va a aumentar el presupuesto federal para subvencionar los ecocombustibles. Todo eso no son más que detalles que, cuando conoces bien a Sarah, sabes que tanto da que te lo diga ahora o más tarde porque su decisión estará basada en sus principios y esos bien que los conocemos, los compartimos y con ello ya tenemos suficiente.

America by Heart es más corto que Going Rogue. Tiene 272 páginas y se lee de un tirón. Basta con una noche de invierno de esas tan frías en las que se agradece estar en la cama calentito. Sarah escribe bien porque va al grano y sabe (virtud suprema en un gobernante) distinguir lo importante de lo accesorio. Su prosa es ágil y concisa y deja siempre con ganas de leer más, lo cual es receta infalible para el éxito de un libro. ¡Ah, y su dedicatoria es su primer acierto!:

Para Trig.
Estoy contenta de que estés aquí

El libro se compone de una introducción, nueve capítulos y una conclusión. Son capítulos que, tal y como el mismo título avanza, hablan sobre la familia, la fe y la bandera estadounidense, todos ellos temas tabú para el progre de hoy en día, cada vez más reducido a la impotencia en todos los sentidos, tanto intelectual como moralmente. Sarah habla sobre todo ello y lo hace extensamente y con orgullo, dándonos la receta para hacer frente a la silenciosa oscuridad reinante en nuestro tiempo de lo “políticamente correcto“; con la luz de la verdad, el trueno de la palabra y el relámpago de la fe.

Reconozco que el libro me ha sorprendido en su concepción porque me lo imaginaba de otra manera. Y es que cuando me llegaron las primeras noticias sobre él, me imaginé una especie de colección de lecturas seleccionadas, algo así como esos irritantes capítulos que siempre salen en nuestras series favoritas que están hechos con retazos de capítulos anteriores y un mínimo argumento que los hilvane con más o menos gracia. Afortunadamente, no es el caso de America by Heart. Es cierto que Sarah nos relaciona algunas de las que son sus lecturas favoritas, pero en el libro es mucho más lo que cuenta sobre sí misma que las propias lecturas, que no pasan de ser un apoyo documental con el que sostener su opinión. Además, no son lecturas habituales (yo, personalmente, no tenía noticia de prácticamente ninguna de ellas) y resultan de lo más sorprendentes. Y tampoco se trata de clásicos, sino de escritos actuales entre cuyos autores podemos encontrar a Martin Luther King, jr, John Ford, Margaret Thatcher, Emiliy Dickinson, selecciones del Reader’s Digest y… ¡Mitt Romney! Sí, se lo juro, Mitt Romney. Y es cierto que se trata de un escrito suyo que merece ser enmarcado y puesto como ejemplo para generaciones venideras. Cuando recibí el libro y lo estuve hojeando ansiosamente, casi me caigo de espaldas al comprobar que en la lista de agradecimientos salía el nombre del tipo ese. Ya ven, tal vez sea cierto eso de que la sabiduría puede estar donde menos te la esperes.

En definitiva, que tal y como irán viendo a lo largo de las próximas semanas, Sarah se ha esforzado en darnos todas las razones por las cuales podemos confiar en ella. ¡Como si las necesitáramos! Yo no al menos porque desde aquella lejana noche de septiembre en Saint Paul (Minnesota), durante la convención republicana, yo ya confié en ella. Pero aún así, ella quiere que lo sepamos todo para que nunca alberguemos la duda de si no nos habremos dejado llevar demasiado por nuestros sentimientos. Y ahora, después de leer Going Rogue, después de leer America by Heart, les puedo confesar que no la tengo y, parafraseando a la propia Sarah, le diría que yo también estoy contento de que ella esté aquí.

 

Que Dios les bendiga a todos. Gracias por su paciencia conmigo.

 


SARAH PALIN Y EL CASO DEL PIRATA INFORMÁTICO CRETINO

08/05/2010

 

Todos sabemos que la izquierda considera que las leyes sólo están para ser cumplidas cuando les conviene a ellos; si no es así, las leyes son algo que obviar ya sea en forma de golpe de estado o de revolución. Aquí en España, lo dijo así mismo en su momento el detestable Pablo Iglesias, fundador del PSOE. Sin embargo, lo que pasa en España pasa también en el resto del mundo porque la estupidez es universal y no hay frontera ni vacuna que logre controlarla. Imagínense por un momento esta situación: un joven accede ilegalmente a la cuenta de correo electrónico personal del presidente de Estados Unidos, le cambia la contraseña y la hace pública para que quien quiera pueda acceder también a ella. ¿Qué dirían los medios de comunicación sobre ello? Como mínimo pedirían la cadena perpetua para el responsable (y si no piden directamente la pena de muerte es porque les da algo de apuro después de lo que protestan cada vez que se le aplica a alguien). Sin embargo, si el caso fuera al revés y la víctima fuera un político del bando contrario, Sarah Palin, por ejemplo, por supuesto que los medios de comunicación no tendrían nada que objetar a lo que, seguramente, considerarían una mera travesura, una granujada si nos ponemos muy estrictos, pero en absoluto nada condenable ni mucho menos porque, tal y como ya hemos dicho antes, las leyes, para los de la izquierda, son algo relativo que se aplica estrictamente cuando conviene, pero sólo entonces. ¿Por qué si no creen ustedes que están tan obsesionados en acabar con la independencia del poder judicial hasta en su más mínima instancia? Porque para ellos, la justicia sólo puede ser “revolucionaria”, al estilo del repulsivo Che Guevara cuando declaraba que un revolucionario no debe preocuparse de si alguien es inocente o culpable, sino solamente de si es un enemigo de clase o no. Si lo es, aunque sea inocente será condenado; si no lo es, aunque sea culpable será absuelto. Y luego van por ahí dándoselas de redentores del género humano… ¿Cuándo habrá un tribunal que juzgue los crímenes del comunismo en todo el mundo? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Que nunca? Sí, eso me temo yo también.

Una foto recién aparecida en la prensa estadounidense. Es de USA Weekend e incluye un estupendo reportaje sobre la vida familiar de los Palin titulado Sarah Palin welcomes you into her home for a family first, realizado durante el pasado Día de la Madre. En esta foto, toda la familia al completo (salvo Todd, que no se crean que no estaba por ahí; es que es él el que saca la foto, ja, ja, ja).

Aquí tenemos al patriarca, Todd, jugando con su nieto, Tripp. Por lo que dicen los Palin, él y su tío, el pequeño Trig, se llevan estupendamente. ¿Se han fijado en lo sencilla que es la decoración de su casa? Muy funcional, con mucha luz y muy pocos trastos de por medio. Lógico, teniendo en cuenta que hay un montón de niños correteando todo el día por ahí.

¡Cuánto tiempo hace que no publico una foto de Piper! ¡Ah, miren que grande está ya! Hecha ya toda una jovencita. ¿Recuerdan la primera vez que la conocimos durante la convención republicana de Minneapolis, hace dos años? Entonces le pegó un lametón a su recién nacido hermanito Trig para atusarle el pelo que nos dejó a todos enamorados de ella. Ahora seguro que no lo haría. Y es que es lo que digo yo: la mejor edad de un hijo es entre los tres y los siete años. Entonces son adorables. ¡Y tan divertidos!

¿Qué pasó?

Hay varias maneras de saber exactamente qué pasó aquel día de 2008 en que Sarah Palin, por entonces recientemente elegida por John McCain como su compañera de ticket, se encontró en boca de todos no por algo que hubiera dicho o hecho, sino por algo que había sufrido: el robo de su cuenta de correo electrónico. Como quiera que de los medios de comunicación tradicionales es imposible obtener algo parecido siquiera a la verdad, para presentar el caso vamos a recurrir a la propia víctima, Sarah Palin, quien relata con extrema precisión todo lo sucedido en su autobiografía, Going Rogue (págs. 263-265). Y lo hace en estos términos:

Todd y yo estábamos sentados en la habitación de un hotel de Michigan donde los asesores de campaña estaban experimentado un subidón emocional después del town hall meeting [que acababan de celebrar McCain y ella], cuando Schmidt, flanqueado por personal de seguridad, entró con expresión sombría y anunció que tenía algo importante que discutir. Acababa de ver en la televisión un vomitivo avance de que mis cuentas de correo electrónico personales habían sido violadas y me imaginé que era sobre eso que quería hablar. Un sudor frío recorrió mi espalda, sin embargo, mientras me preguntaba si alguna otra cosa les habría sucedido a los niños en Alaska. Bristol había informado de extraños vehículos recorriendo arriba y abajo nuestro largo camino de grava. Los agentes del Servicio Secreto acababan de detener a un fotoperiodista local husmeando entre los arbustos en dirección a nuestra casa. Los periodistas se habían acostumbrado a acampar cerca de los hogares de los miembros de nuestra familia. ¿Acaso alguno de ellos había traspasado la línea entre informar e invadir la privacidad?

Eso era en parte cierto. “Tus cuentas de correo electrónico han sido violadas”, confirmó Schmidt. “El pirata está haciendo público tus mensajes de correo personales en Internet ahora mismo. Y las fotos también”. Y no eran sólo los mensajes de Todd y los míos – eran también los de los niños. E información personal. Y tras ello, mi número de la Seguridad Social y otra información privada que también estaba siendo publicada.

Era otra fina manera de saludar: “Hola, gobernadora. Bienvenida al sangriento deporte conocido como política presidencial”.

La televisión estaba encendida. Podíamos ver en un canal de noticias el contenido de mi correspondencia privada avanzando por toda la pantalla. La cadena mostraba los campos “Para” y “De”, haciendo así visibles para todo el mundo las direcciones particulares de correo electrónico de mi familia y mis amigos. Al reconocer uno de los nombres que parpadeaban delante de mí, me horroricé al comprender que millones de personas podían leer mis mensajes particulares, incluyendo los pensamientos de una amiga que me había escrito acerca de su corazón destrozado a causa de su próximo divorcio.

Mi mente corrió hacia otros mensajes que sabía que estaban almacenados en una de mis cuentas de correo electrónico: Bristol y yo discutiendo su embarazo. Todd y yo discutiendo los desafíos médicos de Trig. Mi oración de despedida y aliento antes del despliegue de Track. El decirle a Willow que no, que absolutamente no podía aceptar que un chico del instituto la llevara a casa en coche. Toda clase de discusiones sensibles, incluyendo las políticas, el tipo de charla despreocupada que tienes sólo con la gente que está más próxima a ti y que no toma lo que tú dices fuera de contexto. Obviamente, nuestras discusiones no estaban pensadas para el consumo público. Pero precisamente porque no tenía un cuartel general en casa, mis mensajes de correo electrónico eran mis cuarteles generales.

Mientras iba viendo mensaje tras mensaje aparecer en la pantalla, pensé: “¿Qué clase de babosa accedería a los ficheros de una persona, los robaría, los leería, luego se los daría a la prensa para que los publique por todo el mundo para influir en una campaña presidencial? ¿Y qué clase de prensa responsable publicaría correspondencia privada robada?

De pie al lado de Schmidt estaba Tony Ball, un alma paciente envuelta en un duro, musculoso cuerpo de agente del Servicio Secreto. Incluso mientras yo estaba petrificada delante de la pantalla, él ya estaba en el teléfono, trabajando con el FBI. No les costó mucho a los federales el identificar la fuente: un estudiante universitario que era el hijo de uno legislador estatal demócrata de Tennessee. La excusa dada para esta invasión de la privacidad fueron asquerosas e insensibles: “Sarah Palin es una figura pública”, dijo él. “Debería haber esperado esta clase de cosas y si está preocupado acerca de ello, ¿qué es lo que pretende ocultar?” Tuvimos que cancelar todas nuestras cuentas de correo electrónico. Las cuentas particulares de mi familia y de mis amigos y las profesionales tuvieron que ser cambiadas también, ya que ellos también habían sido involucrados. Y una vez más, la campaña confiscó los teléfonos celulares de mis niños.

El incidente fue, para mí, el más perjudicial y descorazonador de toda la campaña. Creó parálisis en mi propia administración porque cortó de cuajo una forma de comunicación fácil entre mi equipo de gobierno en Alaska y yo. Peor aún, ya no pude entrar en contacto con mis niños, incluso Track, quien dentro de poco nos dejaría para ir a Irak. También, gracias a la intrusión del pirata y a su descubrimiento de toda nuestra información de contacto, los niños empezaron a recibir vulgares mensajes de correo electrónico amenazadores y llamadas de teléfono, lo que me asustó mucho por ellos. Era todo vomitivo.

El incidente puso una tremenda tensión en la campaña. Schmidt y los otros actuaban como si creyeran los infundados informes de que mi correo vulnerado contenía mensajes incriminatorios que “destruirían la campaña de McCain”. No había tales mensajes, por supuesto, pero el episodio introdujo la paranoia y la desconfianza dentro de la campaña. El pirata admitió posteriormente que estaba buscando algo dañino.

Hasta aquí, el relato de Sarah Palin. Puede que algunos de ustedes recuerden el suceso porque levantó mucho revuelo por más que, tal y como bien dice Sarah, no apareciera nada perjudicial entre los mensajes que los muy “honrados” y “honorables” medios de comunicación pregonaron a los cuatro vientos, en una demostración más que palpable de que para lo único que sirven es, o bien para envolver pescado, o bien para ayudar a conciliar el sueño y echarse una siestecita a la hora del telediario.

¿Quién fue el autor de semejante atrocidad? Pues como ya sabemos, un gusano de veinte años llamado David Kernell, hijo de un prominente representante estatal demócrata en la Cámara de Representantes de Tennesse (de casta le viene al galgo, que dicen por ahí), quien estaba de lo más orgulloso por su hazaña (y su papá también, seguro) e imagino que confiado en que si acababa ganando las elecciones el candidato demócrata, como así fue, éste le recompensara nombrándole Secretario de Correos, algo de lo más oportuno vista la buena disposición que había demostrado a proteger el secreto de las comunicaciones de sus compatriotas. El gusano no es que fuera un genio de la informática, sino que simplemente utilizó el sistema ese que tienen todas las cuentas de correo para que si el titular se olvida de la contraseña pueda acceder y poner otra nueva simplemente dando la respuesta correcta a algunas preguntas escogidas por él mismo. En el caso de Sarah Palin, ésta había escogido la fecha de su cumpleaños (el gusano la sacó de la Wikipedia), su código postal (en Wasilla soy hay dos y los sacó de la página web del servicio postal) y dónde conoció a su marido (descubrió en Google que había sido en el instituto de Wasilla y fue probando combinaciones hasta que “Wasilla High” funcionó). Y luego se fue a darse una ducha caliente (lástima que no hubiera resbalado con la pastilla de jabón).

El gusano aquí en una foto a la que me han venido tentaciones de pintar barrotes para que se vaya acostumbrando. ¡Maldito cretino! ¿Pero quién se cree que es él para hacer lo que ha hecho?

Por lo que sabemos ahora, después de haber logrado acceder al correo de Sarah Palin, el gusano se sintió decepcionado por el contenido y así se lo dijo a sus amigos en un foro de Internet:

He leído los mensajes… TODOS ELLOS… antes de publicarlo y la conclusión a la que he llegado es un anticlímax, no había nada ahí, nada incriminatorio, nada que pueda hacer descarrilar la campaña como había esperado, todo lo que vi era sobre cosas personales, algo clerical también de cuando ella era gobernadora… Y fotos de su familia.

(…)

Al principio era solamente una especie de travesura para mí, realmente quería encontrar algo incriminatorio que estaba seguro que debería estar ahí… bien pues NO HABÍA NADA, lo leí todo, cada pequeña confirmación de su blackberry… todas las fotografías y no había nada.

El caso es que uno de esos amigos suyos pensó que lo de violar la cuenta de correo electrónico de Sarah Palin no tenía gracia así que entró a su vez en la cuenta de correo, cambió la contraseña y avisó a uno de los amigos de los Palin advirtiéndole de la nueva contraseña que había puesto. Lo malo es que luego hizo un volcado de pantalla del mensaje de correo electrónico que había enviado y lo publicó en el foro para que todos los demás supieran que se había terminado la diversión, pero no se dio cuenta de borrar la nueva contraseña, que apareció en el texto del mensaje, y la situación volvió a ser la misma.

Tal y como dice Rebecca Mansour, en una entrada publicada el pasado 4 de febrero en Conservatives4Palin, este gusano tuvo que reconocer finalmente que había violado la privacidad de una política honrada y una mujer decente. Aún más, ella propuso entonces que fuera condenado a pasar “diez minutos en una habitación vacía y sin ventanas con Todd Palin. Sin armas. Sólo las manos desnudas. Todd es libre de hacer lo que quiera contigo durante esos diez minutos si temor a un castigo. ¿Qué tal eso como justicia?” Reconozco que es una muy buena idea, aunque yo, como que soy más expeditivo, preferiría sumergirlo durante esos mismos diez minutos dentro de un tanque repleto de pesticida, que es la única manera de tratar a los gusanos para que no se reproduzcan más y acaben infectando el mundo.

Sea como fuere, ni la propuesta de Rebecca ni la mía han sido atendidas y el gusano fue correctamente detenido, esposado, fichado, leídos sus derechos, atendido rápida y eficazmente por los leguleyos contratados a toda prisa y sin reparar en gastos por su papá (Mike Kernell, por cierto, quien se define a sí mismo como un “obamacrata”)… y puesto en libertad sin ni siquiera haber tenido que pagar una fianza. Tengan en cuenta que el gusano cometió su maldad en una fecha tan temprana como alrededor del 16 de septiembre de 2008 y que no ha sido hasta año y medio después que se ha tenido que enfrentar a la justicia. ¿Algún motivo para semejante tratamiento de VIP? ¿El que usted y yo nos imaginamos tal vez? Sí, seguro que sí. Si hubiera sido al revés y el gusano le hubiera leído la correspondencia al presidente de Estados Unidos ahora mismo estaría encarcelado no en una cárcel cualquiera sino en Guantánamo por lo menos y llevaría allí desde el mismo día de su fechoría.

El juicio

El pliego de acusaciones contra Kernell decía más o menos lo siguiente: que aproximadamente el 16 de septiembre de 2008, Kernell, un residente de Knoxville, obtuvo acceso no autorizado a la cuenta de correo electrónico personal de Sarah Palin a través del borrado de su contraseña. De acuerdo con el pliego, tras responder una serie de preguntas de seguridad que le permitieron borrar la contraseña y obtener acceso a su cuenta, Kernell leyó los contenidos de la cuenta e hizo volcados de pantalla del directorio, del contenido y de otra información personal que, posteriormente, puso a disposición del público en una página web. Además, Kernell hizo pública la nueva contraseña que había creado, permitiendo así el acceso a la cuenta por parte de otros.

Los estadounidenses son como son y su sistema judicial también. El primer juez que llevó el caso, el instructor, fue Clifford Shirley y éste tuvo que bregar con una larga serie de mociones previas al juicio presentadas por los abogados de la defensa del gusano. Estos, bien pagados por el papá del gusano, intentaron que se retiraran los cargos contra él por fraude postal (telecomunicaciones), obstrucción anticipada a la justicia y robo de identidad, lo que no lograron. Además, cuestionaron la autoridad del juez Shirley para emitir órdenes de registro fuera del estado de Tennessee referidas a proveedores de Internet así como intentaron invalidar las pruebas obtenidas del ordenador portátil del gusano y otras muchas argucias legales que, afortunadamente, no les salieron bien ni una de ellas.

Al no conseguirlo, los defensores del gusano pasaron a recurrir las decisiones del juez Shirley ante el juez Thomas Phillips, que era el encargado de juzgarlo. Éste también las desestimó y, finalmente, el juicio empezó el pasado 15 de abril con la selección de los miembros del jurado.

Una vez comenzó el juicio, uno de los primeros testimonios fue el de Bristol Palin quien relató la cantidad de llamadas anónimas que recibió durante la semana siguiente a los hechos, hasta que tuvo que entregar su teléfono celular al Servicio Secreto.

Otro testimonio interesante fue el del agente del FBI Stephen McFall, un experto en informática, quien confirmó que el ordenador portátil del gusano había contenido los volcados de pantalla y las fotografías obtenidas de la cuenta de correo electrónico de Sarah Palin, pero que éstos habían sido borrados, así como el historial de accesos a Internet, lo que justifica la acusación de obstrucción a la justicia.

La defensa, acorralada, intentó entonces echarle imaginación al asunto y se sacaron de la manga el siguiente argumento que parece sacado de un chiste: que la cuenta de correo electrónico de Sarah Palin no puede ser considerada privada porque su titular es la gobernadora de un estado y, por tanto, todas sus comunicaciones deben ser preservadas porque pueden ser consideradas “de registro público” y, además, su contenido no era íntimo. Y además, las fotos que publicó el gusano tampoco podían ser consideradas privadas porque a los Palin los periodistas les toman fotos todos los días. ¡Toma castaña!

Esta tontería se basaba en el hecho de que una de las locas que acosaba por aquel entonces a Sarah Palin allá en Alaska la había denunciado por utilizar su cuenta privada de correo electrónico para llevar los asuntos estatales y, en consecuencia, demandaba que sus mensajes fueran parte del “registro público” y pudieran ser reveladas bajo la correspondiente ley estatal. Mientras se resolvía el caso, el juez de Alaska competente requirió a Sarah para que no borrara ningún mensaje de su cuenta personal.

La idea era buena, pero endeble en el fondo. El caso es que su cuenta particular de correo electrónico ES privada y sólo le pertenece a ella y si la utiliza en alguna ocasión para escribir un mensaje sobre asuntos propios de su cargo, como mucho será sólo ese mensaje en particular el que pudiera ser considerado “de registro público”, pero nunca la totalidad de los mensajes allí contenidos, ¿verdad? Sobre todo los que le envía Sarah a Todd recordándole que tiene que ir a recoger a Piper de su clase de ballet o que se han quedado sin pañales para Trig y ella no puede pasar por el Wal-Mart antes de que cierren. Además, aunque hubiera mensajes que entraran dentro de esa consideración de “registro público”, el piratear una cuenta de correo electrónico no es manera de acceder a ello, habiendo como hay un procedimiento establecido por la ley. Y si lo fuera, ¿por qué yo no podría piratear –además de porque no sé- la cuenta de correo electrónico del presidente de Estados Unidos para leer su correspondencia, que es de “registro público”? Ay, ay, ay, que ya me veo en Guantánamo vestido con un mono naranja como siga dando ideas…

Por fin, llegó el momento más esperado de todo el juicio y acudió a declarar la propia Sarah Palin quien, para ello, tuvo antes que cancelar su intervención en la Celebration of Reading, un acto organizado en Houston (Texas) por la Barbara Bush Literacy Foundation for Family Literacy. Sarah tuvo primero un intercambio de preguntas y respuestas con los periodistas a la puerta de los juzgados de Knoxville (Tennesee). Poco hay que reseñar sobre ello más que la respuesta que dio a un estúpido gacetillero que pretendía calificar la conducta del gusano como de travesura inofensiva:

Mis amigos y mi familia tuvieron que cambiar sus contactos y direcciones de correo. No está bien, no es legal, no es justo y no es decente. No creo que una acción ilegal como ésta sea una travesura inofensiva. No cuando uno considera el impacto que tuvo en unas elecciones presidenciales. Fue más allá de una travesura.

La izquierda siempre con su doble vara de medir. Qué lástima no poder usar esa doble vara para alisarles las costillas a ellos.

La declaración de Sarah Palin duró unos 45 minutos, tras lo cual bajó del estrado y volvió a su actividad normal. A la salida, respondió brevemente a los periodistas de nuevo, diciéndoles lo dolida que se sentía porque algunas de las fotos robadas correspondieran a su hijo Trig y fueran esas fotos las que están utilizando otros gusanos como Kernell para trucarlas y burlarse de él. Ademá, el hecho de que no pudiera ponerse en contacto con sus hijos es algo que no podía soportar:

Una mamá quiere estar ahí para ayudar a sus hijos así que fue una buena faena el tener mi comunicación con ellas cortada.

Más tarde, en una entrevista concedida a Greta Van Susteren de Fox News Channel, Sarah precisó más sobre lo que había declarado poco antes:

VAN SUSTEREN: De acuerdo. Volvamos al punto en que lo descubrió todo, de vuelta a la campaña, cuando usted descubrió que su cuenta de correo electrónico había sido pirateada. ¿Quién se lo dijo y qué le dijo?

PALIN: Estaba en una habitación de hotel en Michigan con Todd y viendo un programa de noticias. De pronto, mi dirección de correo electrónico y todos mis contactos y fotos familiares y montones de mensajes comenzaron a aparecer por toda la pantalla. Subimos el volumen y la noticia era que mi cuenta particular de correo electrónico había sido pirateada y ese programa de noticias estaba mostrando el contenido de mi cuenta de correo.

Y fue justo entonces cuando uno de los directores de campaña entró en la habitación con un agente del Servicio Secreto y me dijo que tenía malas noticias que compartir y confirmó lo que yo sospechaba que me diría. Y las malas noticias eran que, sí, la cuenta particular de correo electrónico había sido pirateada. El mundo estaba viendo su contenido, los mensajes de mi familia, nuestros contenidos, nuestros contactos y teníamos que clausurarlo todo inmediatamente.

Así pues comenzaron un montón de alteraciones en la campaña, alteraciones en las comunicaciones con mis hijos, mi familia, los cuidadores de mis niños. No fueron, no fueron unos buenos días aquellos.

VAN SUSTEREN: De acuerdo. Él, ya sabes, él… Comprendo que usted se sintiera invadida por lo que él hizo si, efectivamente, fue él quien lo hizo, si, de hecho, él es culpable de esto. Pero ¿había algún tipo de sentimiento –él sólo tiene 22 años, había algún tipo de pensamiento tal y como, por ejemplo, él hizo mal desde su punto de vista, pero usted sentía algún tipo de simpatía por él?

PALIN: Bien, lo que el pirata hizo, y así lo admitió después, fue, voy a intentar encontrar cosas para hacer descarrilar una campaña presidencial. Y ya sabe, eso son palabras mayores. Eso es como, volviendo a aquel día, irrumpir literalmente en unas oficinas electorales para encontrar algo que desacredite o humille a un candidato para poder hacer descarrilar su candidatura. Es el equivalente a lo que hizo él.

¿Fue tan perjudicial lo que hizo el gusano para la campaña electoral? Ciertamente no fue por culpa suya que McCain-Palin perdieron las elecciones, pero ¿cuál fue el coste real? Pues el de perjudicar a la propia Sarah Palin, quien perdió el control de la situación en lo que se refiere a su equipo de gobierno en Alaska (recordemos que seguía siendo la gobernadora) e incluso de su propia familia en un momento de su vida en el que necesitaba tener esa tranquilidad de espíritu, además del hecho de la humillación que suponía para ella el ver de la manera que la trataban los medios de comunicación, sin ningún respeto. Y es que como ella misma ha dicho muchas veces, el verdadero motivo de haber perdido las elecciones estuvo en el colapso del sistema financiero, el ansia de «change” después de ocho años de administración RINO-republicana y la millonada que se gastó el candidato demócrata en ganar las elecciones apoyado y jaleado por los medios de comunicación, quienes demostraron que a la hora de adorar ídolos, ellos no tienen nada que envidiarle a los judios del Sinaí y a su becerro de oro.

Finalmente, el jurado se retiró a deliberar y tras varios días delibera que te delibera, llegaron finalmente a un veredicto: el gusano era considerado por unanimidad culpable de los delitos de obstrucción anticipada a la justicia (un cargo que le puede suponer hasta 20 años en la cárcel y una multa de hasta 250.000 dólares) y acceso no autorizado a la cuenta de correo electrónico de Sarah Palin (una falta menor). Se le considera no culpable del cargo de fraude postal (telecomunicaciones) y los jurados no logran ponerse de acuerdo en el primero, el de usurpación de identidad.

Nada más conocer el veredicto, Sarah Palin publicó su opinión en su página de Facebook (ver la nota original aquí)

El veredicto del caso del pirata informático

Mi familia y yo estamos agradecidos de que el jurado haya sopesado cuidadosa y concienzudamente la evidencia y dado un veredicto justo. Además de la obvia invasión de la privacidad y los problemas de seguridad que envuelven este caso, muchos de nosotros estamos preocupados por la integridad de las elecciones políticas de nuestro país. Las elecciones en Estados Unidos dependen de la justa competencia. Violar la ley o simplemente invadir la privacidad de alguien para la ventaja política ha sido siempre repugnante al sentido de juego limpio de los estadounidenses.  Tal y como el Watergate nos enseñó, rechazamos directamente la intromisión ilegal de las comunicaciones privadas de los candidatos por mera intriga política en un intento de hacer descarrilar unas elecciones.

Quiero agradecer a los funcionarios que han trabajado tan duramente en este caso, especialmente a los jurados que cedieron su precioso tiempo de sus trabajos y de sus familias para oír los testimonios y llegar a una decisión.

Mi familia y yo apreciamos a la Buena gente de Knoxville (Tennessee), que nos mostraron la auténtica hospitalidad sureña. Tenemos muchas ganas de visitarles otra vez – pero sin una citación judicial en la mano.

Sarah Palin

Por una vez, la justicia ha sido justicia y no una mera farsa como suele suceder aquí en España donde la justicia es tan difícil de encontrar como la honradez, la sinceridad y la decencia en un político.

Hasta la próxima entrada.


VUELVEN LAS PALIN SMEARS: CUANDO EL CALUMNIADOR NO ES SÓLO UN MENTIROSO SINO QUE TAMBIÉN HACE EL RIDÍCULO

01/05/2010

 

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que trate una Palin smear en este blog. Tanto como el que va desde la dimisión de Sarah como gobernadora de Alaska hasta ahora. Recuerdo que justamente cuando se produjo tal hecho, yo acababa de terminar una serie donde detallaba todas y cada una de las Palin smears que se habían lanzado contra ella durante la anterior campaña electoral y daba los motivos que había para descartar rotundamente su veracidad, y acababa de empezar otra sobre las ethics complaints que habían empezado a acumularse sobre su mesa y que eran la nueva arma de los izquierdistas para derrotarla. Me da mucho coraje tener que reconocer que esos condenados embusteros lograron finalmente su objetivo: hacerle la vida imposible a Sarah. Sin embargo, en una demostración de lo inteligente que es ella y de lo fundamentalmente estúpidos que son sus adversarios, Sarah logró darle la vuelta a la tortilla y en lugar de dejarse amedrentar y rendirse (“sentarse y callarse” que dice ella), decidió romper la baraja y darle la vuelta a la situación. Su dimisión era lo último que se esperaban quienes la acosaban y aunque es cierto que disfrutaron viendo como la “echaban” de su despacho de gobernadora, también es cierto que con ello le dieron inesperadamente la libertad que tanto necesitaba para convertirse en quien se ha convertido ahora: la única esperanza de las personas de bien tanto en Estados Unidos como en todo el mundo de que algún día se podrá repetir ese triunvirato extraordinario que formaron en su momento Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Juan Pablo II. Fue gracias a ellos tres que el mundo libre derrotó finalmente al comunismo, tal y como ahora esperamos que de nuevo pueda derrotar al islamismo, una amenaza aún peor si cabe. De momento, empezaremos por Estados Unidos: Sarah Palin, presidente en 2012. Luego, ya veremos qué sucede en Reino Unido porque no tengo yo mucha confianza en David Cameron que me parece que si fuera estadounidense sería un RINO de primera clase. Pero si el “número dos” del triunvirato no surge en Reino Unido, tendrá que hacerlo en  algún otro sitio: ¿en España, tal vez? ¡Ah, eso sí que es un ejercicio de fe!

¿Se han enterado? La revista Time ha nombrado a Sarah Palin una de las personas más influyentes del mundo en 2010. Agrupada en la categoría de “líderes”, Sarah es la novena de una lista de veinticinco. La verdad es que la noticia me deja frío porque cada uno de nosotros tiene su propia lista y la de Time tiene tanta validez como la de mi vecina que votaría sin duda por George Clooney. Además, que la octava de la lista sea la indigna Nancy Pelosi y que el primero sea el presidente de Brasil, Lula da Silva, ya dice mucho acerca de quienes la han redactado, ¿verdad? Por cierto, como mera curiosidad, el presidente de Estados Unidos es el cuarto; el comentarista de Fox News Channel, Glenn Beck es el duodécimo; y el senador por Massachusetts, Scott Brown, el vigésimo quinto. Pues qué bien, ¿no? ¡Ah! Y Hillary Clinton ni siquiera aparece, ja, ja, ja.

Nota del autor: Ha salido publicado un nuevo artículo mío en Semanario Atlántico titulado: «Crist-Rubio: Los republicanos de Florida andan a la greña«. Confío en que les guste tanto como a mí me gustó el escribirlo.

Una revista que sólo sirve para envolver el pescado: New York

Unas palabras sobre la revista que publica la calumnia: New York es un semanario dedicado por entero a reportar lo que sucede dentro de la ciudad de New York. Fundado en 1968 por los periodistas Clay Felker y Milton Glaser como competencia de otra revista, The New Yorker, para distinguirse de éste New York ofrece menos noticias nacionales y más cotilleos, que trata de una manera muy similar a las de las revistas del corazón. En su momento, New York fue una de las primeras revistas dedicadas al “lifestyle” (modo de vida), lo que provocó que su formato fuera copiado por otras revistas como Philadelphia y New Jersey Monthly, por ejemplo. Sin embargo, New York es la única de entre todas ellas con una periodicidad semanal, lo que le permite prestar más atención a la actualidad que sus rivales.

La revista no nació directamente como tal, sino que apareció en 1963 como el suplemento dominical del New York Herald Tribune, siendo su primer editor Clay Felker. Cuando el Tribune desapareció en 1967, Felker y su socio, Milton Glaser, compraron los derechos de la cabecera y lanzaron New York como una revista independiente, apareciendo su primer número el 8 de abril de 1968.

En 1976, Rupert Murdoch compró la revista lanzando para ello una OPA hostil que tuvo éxito y que supuso el despido fulminante de Felker y Glaser. En 1991, Murdoch decidió abandonar el negocio de las revistas de este tipo y la vendió a una empresa de comunicaciones llamada K-III Communications, propiedad de Henry Kravis, quien, a su vez, la vendió en 2003 a Bruce Wasserstein, que fue quien contrató a su actual editor, Adam Moss, y le encargó un relanzamiento completo de la revista. Ese relanzamiento se produjo en 2004, convirtiéndola en una de las más exitosas del mercado, superando desde entonces a su viejo rival, The New Yorker. Políticamente, la revista es de las más izquierdistas que se pueden encontrar en el quiosco; o sea, que el que la compra ya sabe a lo que se arriesga.

En 2005, su tirada era de algo más de 400.000 ejemplares, la gran mayoría de ellos por subscripción, mientras que su website recibía cerca de 1,1 millones de visitas mensuales (este blog recibe menos, ciertamente, pero tampoco muchas menos, ¿eh? Para chulo, yo).

La portada del número de marras de New York. Como ya les he dicho, útil sólo para envolver el pescado aunque no se lo recomiendo porque entre lo mal que huele el pescado y lo mal que huele la propia revista, mejor usar algo como el papel de aluminio, que al menos no les obligará a lavarse las manos con lejía. Y es que su sólo contacto, infecta.

La calumnia

Todo empezó con un anuncio en la página en Twitter de Gabriel Sherman, el autor del artículo, anunciando ufano su próxima fechoría:

Próximo lunes: Mi historia de portada en New York Magazine sobre el imperio empresarial de Sarah Palin. Ya es presidente – y directora general – de la América de derechas.

Cerrada finalmente mi historia de portada en New York Magazine. En ella, el imperio de 15 millones de dólares de Sarah Palin el próximo lunes.

¿Qué posibilidades tienen? @DraftJoe2012 vs. @SarahPalinUSA en 2012. Algunas respuestas en la próxima historia de portada de NY Mag.

Una vez anunciado, algunos bloguistas empezamos a rastrear la red en busca de datos sobre el autor, Gabriel Sherman, y lo que encontramos no presagiaba nada bueno. Lo último que se sabía de éste era que había estado cubriendo las apariciones de Sarah Palin en Arizona en apoyo de John McCain y el rally del movimiento Tea Party en Searchlight (Nevada), persiguiéndola tanto a ella como a los miembros de su equipo. Sin embargo, lo peor era que Sherman había viajado hasta Alaska para entrevistar a Levi Johnston, el repulsivo ex novio de Bristol Palin, a quien consideraba una valiosa fuente sobre el “imperio empresarial de Sarah Palin”, lo cual debe de ser el único que lo piensa pues semejante tipejo no puede ser considerado fuente de nada por ningún periodista decente (pero como quiera que Sherman no es un periodista sino un libelista, eso es diferente).

Con estos ánimos esperamos hasta que apareció el artículo en la revista el pasado lunes 26 de abril. Titulado “La revolución será comercializada” (no publico el enlace porque ya saben ustedes que yo soy así) y subtitulado “Sarah Palin ya es la presidente de la América de derechas y es un cargo con un muy gran salario”, estaba claro sobre qué iba a versar y la verdad es que muchos descubrimos de pronto que teníamos muchas cosas mejores que hacer (por ejemplo, ver secarse la pintura de la pared) que leer ese bodrio. Sin embargo, como que el dichoso artículo ha tenido cierta repercusión en la prensa española, era mi deber como bloguista salir al paso de semejante calumnia y publicar lo antes posible un desmentido formal para que nadie pueda llamarse a engaño: Sherman es un embustero y New York apesta.

En resumen, el artículo de marras pretende simplemente (además de demostrar de nuevo la absoluta incapacidad de los periodistas de izquierdas para decir una verdad aunque sea pequeña) que Sarah Palin es una mujer tan avariciosa, tan ansiosa de hacer dinero, que ése es su único objetivo en la vida y que todos sus actos deben ser interpretados a la luz de ese hecho. En ella no hay principios, sino meramente afán de lucro. Y para afirmar eso se basa en todo el dinero, varios millones de dólares, que Sarah Palin ha logrado ganar durante el año pasado. Como quiera que hay otros que han desmentido mucho mejor de lo que pueda hacer yo semejante engendro, simplemente voy a cederles la palabra. Es el caso de Ian Lazaran de Conservatives4Palin quien ha escrito la que para mí es el mejor artículo sobre la cuestión (ver el original aquí)

La comercialización de narraciones falsas sobre Palin

El artículo de portada de ocho páginas de Gabrielle [sic] Sherman en New York Magazine ya está disponible. Se titula «La revolución será comercializada». El artículo no ofrece una nueva visión de la gobernadora Palin y aporta narraciones familiares, pero falsas. Vamos a abordar algunas de ellas en este post.

El enfoque dominante en el artículo de Sherman es la cantidad de dinero que Palin ha ganado en el último año. Sherman sugiere que el dinero fue la razón principal por la que decidió dimitir como gobernadora de Alaska. ¿Cómo puede Sherman llegar realmente a esta conclusión al señalar en su propio artículo que su contrato editorial, que parece ser la causa de la mayor parte del dinero que ha ganado en el último año, se firmó meses antes de su dimisión? No hay evidencia de que ella no habría recibido el dinero de su contrato editorial si no hubiera dimitido. Además, debemos tener en cuenta que reveló los detalles de su contrato editorial a la junta de personal del Estado antes de firmar el contrato; y no había ningún indicio de que alguna vez fuera a dimitir cuando firmó el contrato o que tuviera que dimitir si quería llevar a cabo una gira de promoción. Si el dinero era lo único que le importaba a Palin, ¿tiene Sherman alguna evidencia de que Palin no habría sido capaz de hacer aún más dinero si se hubiera quedado como gobernadora de Alaska por otro año y medio y luego simplemente no se postulaba para la reelección? Si hubiera seguido ese camino, no hubiera recibido el castigo político que recibió después de su renuncia y mejores perspectivas la hubieran esperado después de que su mandato terminara si es que el dinero era su única motivación. Después de todo, ella habría estado en una posición más fuerte políticamente y la posición política más fuerte podría haberla llevado a una empresa más rentable a partir de que terminara su mandato. Que Palin estaba dispuesta a afrontar el castigo político que sabía que iba a caerle a raíz de su renuncia debería haber sugerido a un gacetillero liberal como Sherman que el dinero era lo último que tenía en mente cuando renunció (aunque supongo que deberíamos dar algo de crédito a Sherman por reconocer efectivamente que ella no renunció por un escándalo secreto como claman muchos de sus colegas liberales).

Sherman pregunta «[P]or qué Palin cambiaría la presidencia – y el sueldo – por una candidatura.» La mejor pregunta para Sherman es por qué siente que el dinero es un factor de motivación para Palin cuando la prueba en la que se basa en llegar a esa conclusión es tan frágil. Nadie duda de que ella estuviera preocupada por pagar sus deudas legales, pero es por eso que sus seguidores establecieron un fondo de defensa legal para ayudarla a hacerlo. Ella no tuvo que dimitir por el dinero. Renunció porque el día a día de su Estado fue paralizado por la izquierda obstruccionista que hacía mofa del procedimiento sobre quejas éticas de Alaska. Sherman también deja de mencionar que no ha sido encontrada culpable de haber cometido acto ilícito alguno en ninguna de la veintitantas quejas éticas frívolas que fueron interpuestas contra ella.

Sherman publica la siguiente denuncia de un anónimo colaborador de McCain: «En el fondo, quería hacer dinero». En el fondo y de forma anónima los colaboradores de McCain no saben absolutamente nada acerca de las intenciones de Palin. En La batalla por América, un libro sobre las elecciones de 2008, Dan Balz efectivamente escribió que no podía determinar si las denuncias anónimas que los colaboradores de McCain hicieron sobre la gobernadora Palin eran ciertas. Después de la noche electoral de 2008, nada sugiere que ella tuviera la intención de hacer otra cosa que volver a casa a Alaska y terminar su mandato como gobernadora, pero las circunstancias impidieron que así fuera. Desear más dinero no era la circunstancia. ¿Y cuándo se ha demostrado alguna vez en el pasado que estaba motivada simplemente por el dinero? Si ella sólo estaba interesada en el dinero, seguramente nunca habría renunciado a su bien remunerado trabajo como presidente de la Alaska Oil and Gas Conservation Commission. Ella lo dejó y denunció la corrupción en su propio partido sabiendo que eso podía acabar con sus futuras perspectivas laborales. ¿Eso le parece a usted las acciones de alguien motivado sólo por el dinero?

Una narración relacionada con la narración principal sobre el dinero es que el dinero la ha convertido en una «diva». Sherman cita como prueba de que Palin ha comprado supuestamente dos coches y aumentado el tamaño de la casa de su familia. ¿Alguna persona razonable considera exorbitante alguno de esos gastos teniendo en cuenta que ha ganado supuestamente doce millones de dólares en el último año? De hecho, las compras parecen bastante frugales teniendo en cuenta el aumento de su riqueza. Además, Sherman no tiene en consideración lo que ha sido reportado en otra parte: que la razón por la cual ha aumentado el tamaño de su casa es porque necesitaba un estudio que poder utilizar para sus apariciones por satélite en Fox News.

Sherman sugiere entonces algo desfavorable sobre lo que solicita por sus conferencias. Sin embargo, Sherman no consigue probar que sus peticiones sean distintas de las peticiones formuladas por otros oradores de alto nivel. Sólo toma nota de que sus contratos son más detallados que otros. ¿De qué manera es un contrato detallado algo malo? Cuanto más detallado sea el contrato, menos queda a la ambigüedad. La ambigüedad es algo que todas las partes en un contrato se esfuerzan por evitar. Y, teniendo en cuenta que los contratos son confidenciales, nos preguntamos si los datos que da son precisos. Ésta no sería la primera vez que los miembros de la profesión de Sherman se inventan las cosas.

Sherman también afirma que Palin tiene «pura alegría… en lo que ella no sabe». Esta narración consiste en que a ella no le importa lo que no sabe. Por supuesto, ni sus oponentes ni Sherman citan nunca nada que apoye esta afirmación de la alegría que ella supuestamente tiene en lo que no sabe. Si ése fuera el caso, ¿por qué mantiene a expertos en política en su equipo, tal y como Sherman informa que hace? Si le gusta el hecho de que ella no lo sabe todo, ¿por qué está escribiendo artículos de opinión para el Wall Street Journal y The Washington Post sobre la reforma sanitaria y la política energética? ¿Por qué está dando discursos de una hora sobre las relaciones entre China y Estados Unidos sin un teleprompter?

Que Sherman incluso utilice a Johnston como fuente en su artículo debería causar en toda persona razonable el que se cuestione la credibilidad del artículo. ¿De qué manera es Johnston una fuente fiable para un artículo acerca de cualquiera de las decisiones que Palin ha hecho con respecto a su carrera política teniendo en cuenta que el chico admite que la última vez que tuvo contacto con ella fue mucho antes de que ella renunciara a su cargo y que ha mentido sobre Palin antes? Por supuesto, Sherman no dice a sus lectores que Bristol ya ha pedido la custodia en exclusiva de Tripp. Sherman tampoco les dice a sus lectores que entrevistó a esta otra buena pieza por su artículo. A pesar de que no la cita en el artículo, parece que se han basado en lo que ella le dijo para hacer algunas afirmaciones discutibles en el artículo.

Sherman también falsamente afirma que ella «canceló una aparición prevista en la conferencia de la CPAC» en febrero de 2009. Ella nunca aceptó la invitación para asistir a la CPAC. Sherman sugiere también que Palin canceló una aparición en un acto de recaudación de fondos en Nueva Orleans para el que su asistencia había sido promocionada. El RNC [Republican National Committee, comité nacional republicano] puede haber promocionado su asistencia, pero en ningún momento aceptó la invitación de la RNC para aparecer en el acto de recaudación de fondos.

El artículo de Sherman es sólo el último de la izquierda radical que se centra en la cantidad de dinero que la gobernadora Palin ha ganado en el último año. El motivo de la izquierda para centrar la atención sobre la riqueza de Palin es bastante claro. Ellos están tratando de crear la narración de que Palin es una hipócrita por hacer un montón de dinero. A los ojos de la izquierda radical, su riqueza contradice la imagen de hockey mom que ha transmitido al público.

El que la izquierda crea esta narrativa demuestra lo mal que comprenden la manera cómo los conservadores o republicanos ven el dinero o riqueza como algo opuesto al elitismo. La izquierda confunde el dinero o la riqueza con el elitismo. Ningún populista de tendencia conservadora o republicana tiene algún problema con el dinero o la riqueza que se gana a través del libre mercado. La gobernadora Palin nunca ha criticado a nadie por hacer demasiado dinero a través del mercado libre. De hecho, una de las razones por las que los conservadores y los republicanos apoyan de manera tan agresiva los recortes de impuestos incluso para los estadounidenses más ricos es que los que han sobresalido a través del mercado libre no deberían ser castigados por su éxito.

Lo que los conservadores y los republicanos, como la gobernadora Palin, no soportan es el elitismo, que es la idea de que alguien con un fondo especial de educación o una persona que viene de una clase social alta está intrínsecamente agraciada con ideas superiores o cualificaciones. Liberales como Sherman no entienden la distinción entre el dinero y la riqueza y el elitismo. Lo primero es algo que los conservadores y los republicanos como Palin aplauden. Lo último es lo que denunciamos.

De ninguna manera es una hipocresía de la gobernadora Palin el trabajar duro y ganar tanta riqueza como pueda. El hecho de que se ha convertido en rica no va en contra de su narrativa de hockey mom. ¿Por qué no lo hace? Porque la historia de Sarah Palin nunca ha sido que ella es sólo una hockey mom… la historia de Sarah Palin ha sido siempre que ella es una hockey mom que ha triunfado en el ámbito político y económico. Ella es una americana corriente que ha logrado cosas extraordinarias. Y ella tiene mucho más que ofrecer a nuestro país y nadie – ni Gabe Sherman o Joe Biden o cualquier otro miembro de los cojos medios de comunicación – pueden pretender conocer sus intenciones futuras o su destino final.

Con posterioridad a la publicación de esta basura, otro gacetillero, Joshua Green de Atlantic Magazine, publicó lo que podría ser considerado una separata a la primera basura. En ella, abundaba en el hecho de que Sarah Palin se ha hecho rica durante este último año y que adora el dinero, pero, a diferencia de lo que dice Sherman, él sostiene que Palin es una vaga y que no se va a presentar como candidata a la presidencia porque no está dispuesta en absoluto a trabajar lo que habría que trabajar para ello.

De nuevo, recurro a Ian Lazaran de Conservatives4Palin para que le dé la réplica al embustero (ver el original aquí):

¿Qué es peor: ser un “clamoroso estúpido” o un gacetillero del Atlantic Magazine como Joshua Green?

(…)

Si el dinero fuera todo lo que interesa a Palin, no sé entonces por qué rechazó un sustancioso aumento de sueldo a principios de 2009. Por supuesto, ni Green ni Gabriel Sherman pueden reconciliar sus afirmaciones de que el dinero fue el principal detonante de su dimisión cuando ella hubiera recibido igualmente el dinero de su contrato editorial, que parece justificar la mayor parte del dinero que ha hecho este pasado año, tanto si dimitía o no. Si ella fuera una mujer guiada principalmente por la avaricia, ¿por qué accedió a hablar sin cobrar (p.e., en la Southern Republican Leadership Conference, los discursos en los Tea Party de Searchlight y Boston) o devolvió sus honorarios (p.e., en la convención Tea Party, Ohio Right to Life) en tantas ocasiones?

Por lo que se refiere a la narrativa de Green acerca del trabajo duro, uno no necesita mirar mucho más lejos de cuando se aparta de la narrativa de Sherman en el artículo del New York Magazine. Ambos gacetilleros izquierdistas parecen conceder que Palin ha creado una empresa extremadamente exitosa. Donde Green difiere de Sherman es en cuánto es responsabilidad de Palin en ese éxito. En la mente de Green, Palin es una figura completamente pasiva que asiente dócilmente a todo lo que su troupe de bufones dicen y hacen. Green ni siquiera afirma que se basa en fuentes cualesquiera para llegar a semejante conclusión. ¿Ha escrito alguien alguna pieza creíble sobre Palin, para bien o para mal, que la retrate de otra manera que una figura completamente segura de sí misma que toma el mando de su carrera política y de su propio destino? ¿Habría dimitido alguna vez una persona pasiva y dócil sabiendo el castigo político que iba a soportar?

La única manera en que Green puede afirmar plausiblemente que Palin se escabulle del trabajo duro a pesar de que parece estar de acuerdo con la caracterización de Sherman del “imperio” de Palin es minimizando su papel en su creación. Green compara a Palin con Glenn Beck, incluso los gacetilleros de extrema izquierda como Green saben que le ha costado años de duro trabajo y dedicación a Beck el llegar a donde está hoy. Green no puede sostener su narrativa sobre el trabajo duro a menos que pueda disminuir el papel que Palin ha jugado en su propio triunfo ya que el triunfo en sí mismo es la prueba de su diligencia.

(…)

Actualización: Si Palin es realmente tan perezosa, entonces porque escribe ella misma todo su material tal y como Sherman reconoce en su artículo. Si ella fuera una completa tarugo, ¿no usaría simplemente un teleprompter en todos sus discursos y se fiaría de esa “red de seguridad” para hacer sus comentarios?

Y para remachar el clavo, Ian Lazaran publica un nuevo post al día siguiente dando la verdadera razón de la salida al ruedo de Green en lo que parece ser una abierta contradicción con su colega Sherman (ver el original aquí):

El gacetillero de Atlantic Magazine Joshua Green trata de salvar otra narrativa sobre Palin que de hecho ha sido puesta en peligro  por el artículo de Sherman

(…)

El motivo por el que gacetilleros del Partido Demócrata como Green están cuestionando algunos aspectos del artículo de Sherman es porque aceptar el artículo en su totalidad significaría aceptar el hecho de que Palin es una figura absolutamente competente y alguien capaz de gestionar una exitosa y sofisticada empresa con un pequeño equipo y ser alguien que no depende en absoluto de ningún asesor político nacional.

Y para terminar con esta entrada y, de paso, ir al meollo de la cuestión, les ofrezco de nuevo otra traducción de un artículo de Conservatives4Palin. En esta ocasión, se trata de uno de C. Brooks Kurtz y en él aclara a todos los acomplejados que pueda haber por ahí que hacer dinero, cuando se hace honradamente, no tiene nada de malo, ¡caramba! (ver el original aquí)

Recuérdamelo otra vez: ¿cuál es el problema con hacer dinero en el libre mercado?

Se ha dicho mucho en los últimos días acerca de la gobernadora Palin y el dinero, específicamente sobre todo lo que ha ganado desde su dimisión como gobernadora de Alaska. Ésta es la cuestión: ¿qué tiene de malo ganar dinero? ¿Acaso se supone que debe pagar sus deudas legales con cupones, pieles de animales y billetes de lotería?

Ella no está ganando dinero con un cargo público, ella no está cogiendo dinero impuesto a los contribuyentes y recaudado por agentes bajo la amenaza de la fuerza o de encarcelamiento, ella no está robándolo y no está tomándolo prestado. Ella no está gimoteando el ser una víctima de una clase o de una causa, ella no está extorsionando a ninguna empresa bajo la amenaza de un boicot y no está cabildeando por el dinero de los contribuyentes.

Ha escrito un libro, una idea que antes de su lanzamiento fue objeto de burlas y ridiculizada y después explicada como inevitable tras el hecho de que su éxito fuera obvio. Su libro ha vendido más de dos millones de ejemplares y ni siquiera ha sido editado en edición de bolsillo. Cuando publique su segundo libro, dudo que venda tan bien como Going Rogue pero será un best-seller inmediatamente en The New York Times, Amazon y Barnes and Noble antes incluso de que llegue a sus estanterías, tal y como hizo Going Rogue antes que él.

Su gira de presentación, una brillante idea a posteriori, fue un riesgo mayor. Si hubiera ido por todo el país en su autocar y pocas personas hubieran acudido, ella hubiera parecido estar loca y hubiera terminado, a todos los efectos, con su pujanza nacional. Siguiendo sus observaciones del día de su dimisión, ella comprendió que sólo los peces muertos siguen la corriente. Cientos de miles de personas lucimos esas pancartas y esperamos en cola durante horas para conseguir unos pocos segundos y decirle “gracias”. La gobernadora Palin hizo un montón de dinero de todo eso. ¿Y qué? Nosotros solemos decir “bien por ellos” cuando una persona tiene una idea, se arriesga y triunfa. Se llama “el modo americano” y no “el modo de Chicago” por una razón.

Llevar la política al libre mercado es arriesgado – si eres un político, casi no se oye hablar de las arrogantes giras de discursos que tantos políticos e intelectuales hacen cada año por ahí. Los acuerdos de la gobernadora Palin han sido tan endemoniadamente diferentes que vuelven locos tanto a amigos como a enemigos, en parte porque son tan fuera de lo corriente. Como muchos partidarios de la gobernadora Palin, yo no me siento explotado o que se han aprovechado de mí cuando oigo hablar de sus honorarios como conferenciante – me sentiría incómodo si no tuviera la oportunidad de oírla hablar en una intervención en directo, con franqueza, y ciertamente no espero oírla hablar gratis. Sé que no estoy solo cuando digo que me siento feliz de añadir mi pequeña contribución a su creciente fortuna.

Al contrario que cierto candidato presidencial fracasado y activista medioambiental, la gobernadora Palin no va por todo el mundo urgiendo a los gobiernos a endosar a un público reticente una serie de terribles regulaciones medioambientales que la enriquezcan. Nanay, ella simplemente cobra a la gente que quiere oírle hablar – me sentí feliz de apoquinar 114 dólares por verla en Tulsa, y si resulta que viene por aquí cerca otra vez para hablar, me sentiré feliz de apoquinar otros tantos. No lo lamento, lo disfruté. De entre las muchas razones por las que trabajo por un sueldo (en el malvado libre mercado, recuerden), una de ellas es que así puedo hacer cosas como ver a la gobernadora Palin hablar con miles de sus seguidores. Gano mi dinero honradamente y lo gasto de la misma manera. No le niego a personas con diferentes opiniones políticas la misma libertad, me hace feliz.

¿Cuándo fue que hicimos que mejorar honradamente la cuantía de nuestra cuenta en el banco a través del libre mercado fuera una mala cosa o algo sospechoso? La única cosa que la gobernadora Palin está explotando es la vitriólica obsesión de la izquierda con ella y afortunadamente está haciendo un trabajo fino con ello.

El artículo del New York Magazine “Palin, Inc.” usaba alteraciones de marcas registradas americanas en un intento de burlarse y empequeñecer a la gobernadora Palin. Imagino que encontrar la idea de que una mujer como la gobernadora Palin sea capaz de enriquecerse es a partes iguales siniestra, hipócrita e impensable en cenáculos liberales. Tal vez esta ignorancia sobre el capitalismo y el libre mercado explique por qué tantas publicaciones están perdiendo dinero a espuertas.

La única revelación que encontré en “Palin, Inc.” fue la de las pocas personas que ella emplea a su alrededor. Fui sorprendido de que su séquito fuera tan reducido. Cuando me reveló que ella vuela en avión privado cuando viene de Alaska o vuela en business o primera clase cuando lo hace en “los 48 de abajo”, mi única sorpresa fue que no insistiera en volar siempre en avión privado. Yo lo haría, y ustedes también lo harían de estar en la misma situación. Pequeñeces como ésa se presentan como si fueran demandas extravagantes en sus contratos como conferenciante, aunque no he visto nada acerca de demandas de “copas de brandy llenas de chocolatinas M&M”. He visto peticiones razonables de alguien que es asediada cuando está en público y que valora en mucho su intimidad en las raras ocasiones en que la consigue.

En “Palin, Inc.” me asombró la sorprendente revelación de que los Palin habían añadido dos coches a su garaje y estaban  ampliando su casa para acomodar a su hija y a su pequeño hijo, y a su hijo, un veterano de guerra. No veo cómo puede ser esto reprochable o sospechoso. ¿No es lo que hacen todas las familias? ¿Ampliar sus casas para poder acomodar a su familia?

Hacer dinero en el libre mercado no es malo sino que es un bien supremo. Si fuera fácil, todo el mundo lo haría. La gobernadora Palin tuvo la oportunidad de ser nominada para el ticket del GOP a través de una serie de riesgos que podrían haber terminado con su carrera política antes aún de que hubiera despegado. Políticamente y en todo lo demás, ella es una tomadora de riesgos y una muy buena en eso.

Cuando el tener derecho se convierte en la nueva prosperidad, tenemos razón de preocuparnos. Que la gobernadora Palin pueda hacer una fortuna basada en la idea de que la gente quiere oír más de ella es una idea de la que necesitamos más como ésa, no menos. Necesitamos más gente como Sarah Palin. Las jóvenes generaciones necesitan entender que hay maneras de enriquecerse y prosperar que no implican el meter mano en los ahorros del gobierno, o controlar la hucha. El trabajo no lucrativo está muy bien si es eso lo que quieres, pero no es más honroso o más moral que ofrecer al público algo que el público quiere – un producto, una idea, una expresión – a cambio de un pago. Lo no lucrativo y el trabajo en el gobierno no hacen funcionar la economía; el provecho, sí.

La gobernadora Palin ha hecho provecho y muy bien por ella. Se lo ha ganado.

Y hasta aquí mi entrada de hoy en la que la verdad más de uno dirá que Sarah Palin no será una vaga, pero yo sí porque todo lo que he hecho ha sido ceder la palabra a otros autores. El caso es que cuando leí estos artículos me parecieron tan excelentes que no pude dejar de pensar en que debería ofrecérselos a ustedes y que nada que yo pudiera decir iba a mejorarlos ni un ápice.  Como quiera que los artículos están en inglés, debía traducirlos y ésa (la mala traducción) ha sido toda mi intervención hoy. ¿Y es que qué más podría decir yo? Tan sólo una cosa: que ojalá yo también pudiera cobrar por mis escritos (créanme si les digo que no cobro ni un euro por ninguno de ellos), sobre todo si eso me permitía luego dejar mi desagradable trabajo actual y establecerme por mi cuenta. Sin embargo, no ha llegado todavía mi momento y, si algún día llega, no veo porqué no iba a aprovechar la ocasión. Y si encima logro hacerme millonario, ¿me iba a avergonzar por ello? ¡Nunca! Y es que en mi opinión, si la izquierda odia a los emprendedores que se arriesgan y logran el triunfo no es más que por envidia porque ellos son unos inútiles redomados, incapaces de tener una idea siquiera, y por eso sólo aspiran a que el gobierno o algún sindicato los amamante durante el resto de su vida sin tener ellos que dar un palo al agua. Y ahí está el meollo de la cuestión. La pura y simple envidia. Y es que si la envidia fuera tiña…

¡Gobernadora, haga todo el dinero que pueda, por favor! Y cuando saque un nuevo libro, cuente conmigo para incrementar sus ganancias; juro que pagaré el precio del libro con gran placer.

Hasta la próxima entrada.


LO QUE SARAH PALIN YA SABÍA

23/04/2010

 

Cuando empecé a colaborar en Semanario Atlántico, recuerdo que mi primer artículo llevaba por título: “Lo que Sarah Palin ha aprendido” y trataba sobre la habilidad que estaba demostrando Sarah a la hora de situarse dentro del panorama político estadounidense como un punto de referencia. Aquello fue en septiembre del año pasado y desde entonces ha llovido mucho. Sin embargo, ya por entonces era de la opinión de que si bien Sarah tenía que ampliar sus conocimientos y hacerse fuerte en algunas materias como, por ejemplo, la política exterior, eso no quería decir en absoluto que fuera una ignorante. De hecho, en mi opinión, Sarah es una de las políticas más inteligentes de Estados Unidos y ya lo era en 2008, cuando McCain la escogió como su compañera de ticket, por más que los (cojos) medios de comunicación pretendieran entonces que era una zoquete que parece salida de un episodio de “The Beverly Hillbillies”. Es por eso que aprovechando esta semana de calma chicha (algo habitual en Sarah, quien después de una semana de intensa exposición pública, afloja el paso durante las dos o tres semanas siguientes para evitar la sobreexposición y, en consecuencia, la sensación de saturación por parte de la opinión pública), se me ha ocurrido esta entrada en la que vamos a repasar un poco lo que supuso el año 2006 para ella, sobre todo los primeros ocho meses del año, cuando tuvo que competir por la nominación republicana a gobernadora de Alaska. Una historia de lo más apasionante y en la que Sarah demuestra con claridad todo lo que ya sabía entonces y que le sirvió para batir a todos sus rivales dentro del GOP primero y al candidato demócrata después, contra el pronóstico de todos.

Por otra parte, me gustaría agradecer a aquellos de mis lectores que me han dado ánimos durante estas dos semanas tan malas que he pasado. Por fin todo ha terminado; mal para mí porque entre la opción mala y la peor que les comenté en su momento al final ha resultado ser la peor: trabajaré más horas, cobraré menos dinero y encima he experimentado una cierta humillación durante el proceso. Gracias de nuevo a todos ellos y gracias muy especialmente a esa maravillosa amiga mía, C., cuya bondad conmigo no me merezco, por haberme sostenido moralmente durante todo este tiempo. Es cierto que hoy he sido pisoteado impunemente, pero la vida da muchas vueltas y como que ya saben lo mucho que me gusta a mí el citar la sabiduría popular, solamente les diré que arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Hoy es hoy; ya veremos qué sucede mañana.

Y dicho esto, ni una palabra más sobre ello. Nosotros a lo nuestro: vamos a palinear.

Como quiera que esta historia tiene final feliz (y ese final ya lo conocemos todos), aquí está el testimonio gráfico de ese final: Sarah Palin en el momento de su juramento como gobernadora de Alaska. Es una foto que ya había publicado en una de mis primeras entradas, pero que me gusta especialmente… ¡y es la favorita también de alguna de mis amigas quien sólo piensa en lo guapísimo que está Todd y en lo mucho que le gustaría que le sostuviera la Biblia a ella también (y eso que es atea)! Pues qué quieren que les diga, ¿realmente es tan guapo este hombre? Yo es que de belleza masculina no sé; yo sólo sé de belleza femenina (aunque empiezo a dudarlo porque esa misma amiga me reprocha que sólo me gusten las mujeres que no le gustan a nadie).

Nota del autor: Mi acostumbrado artículo en Semanario Atlántico ya ha salido. Se titula: “Y Obama volvió a picar”. Confío en que les guste. ¿Y saben qué les digo? Que cada día me gusta más escribir allí. Me siento un privilegiado al poder hacerlo. Y si encima algún día consiguiera escribir un artículo bueno de verdad. Pero, de momento, uno no da para más.

Tal y como ya les he dicho, en su momento traté sobre el tema de lo que Sarah Palin había empezado a aprender desde que perdiera las elecciones presidenciales de 2008. Ahora bien, si eso es lo que estaba aprendiendo, ¿qué es lo que ya sabía entonces? Pues algo que todos aquellos que nos habíamos molestado en averiguar quién era ella y cuál era su historia sabíamos con certeza: que Sarah sabe de sobras cómo ganar unas elecciones. Y no sólo ganarlas, sino hacerlo teniendo en su contra no sólo al candidato del partido rival, el Demócrata, sino también a los dirigentes de su propio partido, el Republicano, a los que batió limpiamente durante las primarias.

Pues eso es precisamente lo que me interesa destacar ahora, la lucha que tuvo que afrontar hasta lograr la nominación. Y si lo traigo a colación es más que nada para que nadie se llame a engaño: si Sarah tiene pensado presentarse como candidata a las elecciones presidenciales de 2012 (¡que sí, hombre, que sí!), lo que menos le preocupan son las primarias republicanas porque sabe perfectamente cómo ganarlas. O sea, que aquellos de ustedes que puedan haber oído por ahí que Palin y Romney pueden aliarse y presentar una candidatura conjunta, ya pueden descartarlo de buenas a primeras. Eso no pasará jamás. Sarah es la candidata de la buena gente conservadora mientras que Romney es el candidato del establishment. Y dentro de poco será el candidato derrotado porque será Sarah quien gane la nominación mal que les pese (que les pesará mucho) a los del Republican National Committee, empezando por su chairman Michael Steele, la mayor decepción que uno puede imaginarse después de tantas y tantas expectativas como había despertado en el momento de su nombramiento.

Repasemos un poco la historia de aquel año, 2006. Y para ello, nada mejor que las palabras de la propia Sarah tal y como nos las podemos leer en Going Rogue (pág. 109):

Hacia finales del verano [de 2005], el momento de la decisión se presentaba ante mí: los votantes querían un cambio y deberían tener una opción sincera acerca de qué tipo de cambio podría ser ése. Como siempre, Todd me apoyó y me animó a presentarme. Así pues, en el Día de Alaska, el 18 de octubre de 2005, di inicio a la campaña gubernatorial con alrededor cincuenta amigos, familiares y periodistas en el salón de mi casa. Era también el decimoquinto aniversario de Bristol, así que por supuesto que tuvimos pastel también.

Sobre su estrategia electoral, Sarah dedica un párrafo a describirla y creo que si uno lee esas palabras pensando en 2010 y no en 2005, no resultan en absoluto anacrónicas.

En 2005, yo fui la primera republicana en lanzar mi candidatura porque no quería jugar al juego político de “espera tu turno en la cola” hasta que se viera si Murkowski, el [gobernador] que estaba en el cargo, buscaría la reelección. Sabía que no iba a contar con el apoyo de la maquinaria del partido de todas maneras, así que mi confianza en un esfuerzo popular requería una rápida definición antes de que los otros empezaran a alinearse. (Going Rogue, pág. 110).

Quitando la mención a Murkowski, quien no haya sentido que estaba hablando de hoy mismo y del movimiento Tea Party es que lleva hibernado los dos últimos años y acaba de despertarse. Y aún abunda más en lo mismo:

En las primarias, competía contra el gobernador Murkowski, por supuesto, y su amigo Randy Ruedrich era todavía el chairman del GOP estatal –un mal presagio para algunos pero para nosotros, al contrario, un desafío motivador. Para ganar las primarias tenía que pasar por encima de los dos. Eso significaba también que no iba a tener el respaldo del partido estatal. Encontré mi condición de candidata más débil y la etiqueta de no ser favorita muy liberadora. Si había tan sólo unos cuantos políticos lo suficientemente audaces como para unirse a nosotros, eso era perfecto también. Construimos una red de alasqueños no afiliados políticamente y trabajadores incansables que estaban cansados de los políticos acomodaticios. (Going Rogue, págs. 110-111).

¿Seguro que siguen sin oír los ecos del movimiento Tea Party? ¿Seguro que tienen el sueño tan pesado? ¿Acaso no creen que Sarah es tan sincera que simplemente nos está explicando lo que tiene pensado hacer de aquí a 2012, basándose en su experiencia de 2006 y sabedora de que los de la izquierda no sólo no van a leer su libro sino que son capaces de pasarse meses y meses discutiendo cuál va a ser su estrategia cuando bastaría con dedicar un par de minutos a leer la página adecuada del libro apropiado? Pero claro, eso es pedirles mucho, ¿verdad?

El tema de mi campaña del “cambio” era palpable y sincero y lo llevamos a rajatabla cada día de la carrera. A partir del momento en que no pretendíamos tener todas las respuestas –lo cual ya es un cambio en sí mismo, por supuesto-, dejé claro a todos los votantes que reuniríamos toda la información que necesitáramos y que basaríamos nuestras decisiones en los principios y en ideas sólidas, no en chanchullos o conveniencias políticas. Me basé en mi historial como gestora y les dije a los votantes alasqueños que gobernaría de acuerdo con principios conservadores y que si iba a equivocarme, sería siempre del lado de esos principios. (Going Rogue, págs. 112-113).

Y una vez dejados claros los principios, la ejecución. Para esto también hay un párrafo específico que incluye una curiosa reflexión que a mí personalmente, cuando la leí por primera vez, me hizo estallar en carcajadas. Juzguen por ustedes mismos:

Cada parte de nuestra campaña gritaba: “¡Cambio!”. Un cambio en la manera de financiarnos: funcionábamos a base de pequeñas donaciones procedentes de todo el estado, la mayoría de personas que era la primera vez que donaban a una campaña política, y devolvimos algunos cheques por cantidades abultadas de donantes importantes si percibíamos la sombra de un conflicto de intereses. Cambio en las paradas para hacerse meramente una foto a tener conversaciones honradas con los votantes. Un cambio de poner el énfasis en las políticas a ponerlo en la gente. Un cambio de hablar melosamente a decir las cosas claras – incluso entonces.

Nos divertimos mucho un par de años más tarde cuando Barack Obama – uno de cuyos asesores más importantes (ahora que lo pienso) tenía raíces en Alaska- adoptó el mismo tema. Kris [Perry] y yo bromeábamos acerca de ello: “¡Hey! ¡Ya éramos el cambio cuando el cambio no estaba siquiera de moda!”. (Going Rogue, pág. 114)

Con estas premisas, Sarah y su alegre cuadrilla se lanzaron por toda Alaska a hacer campaña, una campaña que desquició a los dirigentes del Partido Republicano de Alaska conforme iban comprobando cómo la candidatura de alguien como ella, sin padrinos ni respaldo (y por eso mismo totalmente incontrolable) iba calando cada vez más entre los alasqueños y ella se iba situando en una posición de privilegio. Sobre todo, les enloquecían sus partidarios, gente sin complejos, entusiastas y osados, que llevaban pancartas con el emblema de campaña de Sarah por todas partes, gritaban: “Sa-rah, Sa-rah, Sa-rah” sin cesar y llevaban sus coches y sus bicicletas llenos de pegatinas suyas. Hasta tal punto detestaban a esa gente que Bill Large, un abogado del Partido Republicano, llegó a enfrentarse en público con un grupo de ellos a los que insultó llamándoles “camisas pardas” primero y “comunistas” después (demostrando además su confusión mental porque las dos cosas no se pueden ser simultáneamente por más que las dos sean igual de despreciables). Luego, otro tipo de la misma calaña que Large, el senador estatal Ben Stevens, uno de los good ol’ boys, los calificó directamente como “la basura del valle”.

Durante la campaña, Sarah hizo lo que hacen todos los buenos políticos en elecciones: se centran en su mensaje (en este caso, el cambio), no se dejan enredar en cuestiones de detalle, se las apañan para dirigir cualquier debate o conversación hacia los principios que defienden y se esfuerzan por que parezca que se lo están pasando la mar de bien si es que no se lo están pasando realmente. En el caso de Sarah, eso le supuso muchas horas hablando sobre la Constitución de Alaska, su firme creencia en que el mejor gobierno es el más pequeño, que la competencia es sana y que sería un honor para ella el poder servirles a todos. Si a esto le añadimos la pasión que despierta Sarah entre la gente corriente (doy fe de ello por mi propia experiencia) el resultado es que el candidato que logra eso se convierte en virtualmente invulnerable a los ataques de sus rivales, quienes por más que lo intenten lo único que logran es quedar ellos en mala posición.

Y, finalmente, ¿cuál fue el resultado de las primarias republicanas en Alaska en 2006? Pues éste que aquí les detallo:

  1. Sarah Palin: 51.443 votos (50,59%)
  2. John Binkley: 30.349 (29,84%)
  3. Frank Murkowski: 19.412 (19,09%)
  4. Gerald Heikes: 280 (0,28%)
  5. Merica Hlatcu: 211 (0,21%)

Una victoria por todo lo alto. Indiscutible. O tal como lo dice ella misma:

El día de las elecciones, dejamos boquiabiertos a todo el mundo. Ganamos las primarias llegando hasta el 51% de los votos en unas elecciones con cinco candidatos. Ganamos por encima de los intereses enquistados y de la maquinaria política. Sin negatividad y con una campaña popular llena de energía, pasamos a las elecciones generales, donde continuaríamos teniendo la pelota. Le había echado veinticuatro horas al día, con Todd y mis niños a mi lado. (Going Rogue, pág. 116).

Sarah lo hizo una vez: venció contra todo pronóstico y contra todos. Nadie más lo hubiera podido conseguir. ¿Por qué no iba a hacerlo otra? ¿Acaso es menos capaz ahora que entonces? Por supuesto que no; todo lo contrario. Ahora es más sabia, tiene más experiencia y está mejor preparada. Cada día lo está más. No lleva ni un solo error cometido desde que concluyó la pasada campaña electoral. Sarah es lista, endiabladamente lista y sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Y da la casualidad de que es lo mismo que queremos nosotros: verla en la Casa Blanca, pero no de visitante sino de ocupante del Despacho Oval. ¡Y lo vamos a ver! ¡Y tanto que sí!

Y para terminar, les dejo con unas cuantas fotos de Sarah Palin haciendo campaña en 2006. Si no recuerdo mal, ésta es de la campaña para gobernadora, cuando ya había ganado la nominación republicana.

Ésta, por su parte, corresponde a la noche de las primarias republicanas, cuando subió al estrado a pronunciar su discurso agradeciendo la confianza depositada en ella. Creo que a más de uno de los gerifaltes del partido se le indigestó la cena, je, je, je. Pobrecillos, ¿no?

Y, por fin, una de Sarah haciendo campaña formal, ya con Sean Parnell en su ticket.

Y hasta aquí este pequeño repaso a un buen año para Sarah, el 2006. Ahora que ya he logrado resolver mis cuitas, cuento con recuperar lo antes posible el ritmo perdido. En la próxima entrada, vamos a echar un vistazo a lo que está pasando en Florida, ¿les parece? Anoten este nombre: Marco Rubio. Apunta alto. Algunos creen que igual llega tan alto como hasta la candidatura a vicepresidente en el ticket de Sarah Palin. Pues vamos a verlo aunque yo sigo apostando por Rick Perry. Y es que ya saben que tengo cierta querencia por Texas. (¿Será porque he visto mucho Walker, Texas Ranger?)

Por cierto, nuestro amigo Gonzalo tiene razón: estaría bien que nos hiciéramos todos unas camisetas con la foto de Sarah para el verano. Podríamos empezar a hacer propuestas: ¿qué foto y qué lema? Venga, vamos a animarnos; podría ser de lo más divertido. Quien quiera hacer una propuesta, que la haga y cuando tenga varias, las recogeré todas en una entrada y haremos una votación. Y la que gane, nos la ponemos todos y a ver si nos encontramos por la calle. Igual sí, ¿eh?


UN POCO MÁS SOBRE MEGHAN STAPLETON, LA MÁS FIEL DE ENTRE LAS FIELES A SARAH PALIN

18/03/2010

 

Uno de mis lectores comentaba el otro día a raíz del repaso que hice a las noticias de su dimisión que Meghan Stapleton debía de tener toda una historia detrás de ella. Pensando en ello no pude dejar de estar de acuerdo. Ciertamente Stapleton es una de las personas que más se ha involucrado en lo que se suele llamar “all things Palin” (el mundo Palin) y eso desde hace mucho tiempo. Sin duda, conoce perfectamente a Sarah y conoce también todos los detalles de cualquier cosa que le haya sucedido a ésta desde el día en que ambas se conocieron. Sin embargo, y tal y como respondió en su momento Sabino Fernández Campos, el que fuera primero secretario y después jefe de la Casa del Rey, cuando le comentaron que debía de saber muchas historias acerca del rey de España: “Muchísimas. Pero me las guardo todas para las memorias que nunca escribiré”, podemos estar seguros de Meghan también se las guarda todas.

Pues para ser una profesional de la comunicación, lo que cuesta conseguir una foto suya. Ésta es la mejor que he podido obtener de nuestra buena Meghan, a quien ahora mismo imagino completamente feliz jugando con su pequeña hija Isabella, preparándole la merienda, preguntándose si tendrán suficientes pañales para el resto de la semana y prometiéndose a sí misma por enésima vez que no encenderá su BlackBerry más de cinco minutos (esto último seguro que es lo que más le cuesta y es que son tantos años con la oreja pegada al artefacto ése).

Nota del autor: Ha salido una nueva colaboración mía en Semanario Atlántico titulada: Sarah Palin y la televisión: ¿amor a segunda vista? A ver si les gusta.

Como ya he comentado más arriba, es muy difícil que Stapleton nos cuente algún día siquiera una parte de lo que ha sido su vida al lado de Sarah, toda una aventura que yo me empeño en descartar que haya finalizado por completo. Al igual que cuando Sarah dimitió como gobernadora de Alaska y su propio padre, Chuck, comentó que Sarah no se estaba retirando sino que simplemente estaba recargando, yo también pienso lo mismo con respecto a Stapleton. Isabella es su primera hija, ser la colaboradora más cercana de Sarah es algo que ocupa veinticinco horas diarias y es más que lógico (¡es humano!) que sintiese que no podía perderse la infancia de su hija de esa manera. Pero eso no quiere decir en absoluto que ya no vaya a entrar en los planes de Sarah en un futuro próximo, especialmente cuando Sarah llegue a la Casa Blanca en 2013. Para entonces, Isabella ya tendrá casi cinco añitos, irá al cole y su madre tendrá tiempo suficiente para ejercer como la primera secretaria de Prensa de la administración Palin. Stapleton ha sido leal y la lealtad se recompensa, no lo duden. Además, Sarah va a necesitar a lo más granado de su equipo para desembarcar en Washington, sobre todo teniendo en cuenta la manera cómo la van a recibir tanto demócratas furiosos como republicanos resentidos (vulgo RINO).

Sin embargo, si Stapleton no se va a ir de la lengua, sí que podemos obtener algo de información de otros sitios. Por ejemplo, de Going Rogue. Stapleton es una de las personas más citadas en sus páginas y se me ha ocurrido que podría ser interesante recopilar todas y cada una de esas citas. Ciertamente, no da para una narración apasionante porque se trata de fragmentos más bien cortos y que no guardan demasiada coherencia puestos los unos junto a los otros, pero lo que sí hacen es darnos una idea general de hasta qué punto Stapleton ha sido importante en la carrera política de Sarah y hasta qué punto su confianza en ella es sólida y a la inversa. Así pues, les pido perdón por enchufarles hoy una entrada de cortar y pegar, pero es mi manera de rendir homenaje a una persona que ha sabido ser leal cuando la lealtad es un valor que no se cotiza mucho en la Bolsa política de hoy en día. ¡Muchas gracias por todo, Meghan!

Primera cita (pág. 116)

Sarah recuerda el año 2006 y su candidatura como gobernadora por el Partido Republicano de Alaska, presentándose junto a otros dos candidatos: el demócrata Tony Knowles y el independiente Andrew Halcro. Sarah habla un poco sobre este último, un nuevo rico que había empezado heredando de su padre la concesión de Avis Rent A Car y había terminado levantando su propio negocio de alquiler de coches (que fue donde le conoció ella, ya que él fue el chófer de la limousine que contrataron para la boda de un primo de Todd). Halcro llevaba toda la campaña insistiendo sobre Sarah para que abandonara su propia candidatura y se integrara en la suya a pesar de que ella era la favorita en todas las encuestas. Sarah le tuvo que responder finalmente con un “no” rotundo y meses más tarde, cuando Sarah ya había tomado posesión como gobernadora, ella, su recientemente nombrada secretaria de Prensa, Meghan, y otro de sus colaboradores descubrieron que Halcro les había hecho la misma propuesta a los tres en diferentes momentos de la campaña.

Segunda cita (pág. 139)

Tras haber mencionado por primera vez a Meghan en su cita anterior, Sarah nos ofrece su currículo para que comprobemos todos lo bien cualificada que estaba para el puesto de secretaria de Prensa. Así, dice sobre ella:

Meg Stapleton era bien conocida desde sus años como periodista política y presentadora de noticias en nuestra cadena local [la KTUU] afiliada a la NBC. Tenía experiencia política nacional desde sus días en Capitol Hill [sede en Washington del Congreso de Estados Unidos] con el Comité Nacional Republicano y su trabajo para el poderoso financiero del GOP, Fred Malek, así como experiencia corporativa con una compañía de telecomunicaciones radicada en Alaska.

Tercera cita (pág. 142)

Hablando sobre sus primeros tiempos como gobernadora, Sarah recuerda la manera cómo se puso manos a la obra para limpiar la política de Alaska, tan podrida tanto por los demócratas como por los republicanos, y menciona una iniciativa legislativa patrocinada por ella y redactada al alimón por un congresista demócrata y otro republicano y que ella presentó en una conferencia de prensa. Meghan y ella dejaron la sala de prensa y mientras volvían al despacho de Sarah, Meghan le comentó que eso le valdría una buena cobertura informativa por parte de los medios de comunicación, tanto por el hecho en sí de luchar contra la corrupción como por haber logrado que se tratase de una iniciativa conjunta de ambos partidos.

Sin embargo, la iniciativa de marras fue recibida de uñas fue por parte de los congresistas alasqueños que se pusieron como fieras, llegando uno de ellos (no dice el nombre) a telefonear a Meghan y decirle que lo iban a tener crudo para lograr que se aprobara una sola ley si se empeñaban en seguir removiendo las aguas.

Cuarta cita (pág. 149)

Hablando sobre su primer presupuesto del Estado, Sarah recuerda que se sintió escandalizada al comprobar la clase de partidas que habían incluido los congresistas en él, que o bien eran ridículas o bien ni siquiera estaban explicadas o bien eran un robo descarado. Una noche de junio de 2007, Sarah, Kris Perry, su jefa de Gabinete, Meghan (que estaba embarazada de nueve meses por aquel entonces), su director de Presupuesto y otro miembro de la oficina de éste último, se pasaron toda la noche revisando a fondo el presupuesto y tachando partida tras partida hasta que quedaron medianamente satisfechos.

Quinta cita (pág. 150)

De su equipo inicial, Sarah sólo tuvo problemas con su director legislativo, el responsable de las relaciones con el Congreso de Alaska, que procedía de la anterior administración (la del genial Murkowski, el del avión) y al que conservaron porque apreciaban su experiencia en la administración. El tipo era un completo incompetente y, tras muchos problemas debidos a su ineptitud, Sarah recuerda, por ejemplo, que Meghan y ella tuvieron que abordarlo en un pasillo para que les aclarase si había comunicado a los congresistas que iba a haber muchos recortes en el presupuesto que le habían enviado. Él les dijo que por supuesto y que estaba todo controlado (pero el hecho de que llevase la bragueta abierta y con un pico de la camisa sobresaliendo por ella no ayudó precisamente a tranquilizarlas). Finalmente, resultó que no les había dicho ni una palabra y que cuando los congresistas se enteraron allí se armó la de Troya. Sarah aprendió la lección: no te puedes fiar de los que llevan demasiados años en el ajo. Por cierto, después de haberse lucido, el tipo ése dejó pronto su puesto y se largó con un congresista que hasta entonces era aliado de Sarah y que de pronto se convirtió en un encarnizado enemigo.

Sexta cita (pág. 158)

Recordando una de las cumbres de su mandato, el AGIA (Alaska Gasline Inducement Act), la ley que abría a la competencia entre empresas la construcción del gasoducto de Alaska, Sarah explica como Meghan fue una de las tres personas con las que se encerró durante días para lograr una ley que no sólo fuera justa sino también que estuviera redactada con la suficiente claridad de lenguaje como para que la pudieran entender todos los alasqueños.

Séptima cita (pág. 253)

Durante la convención republicana de 2008, Sarah recuerda a Meghan insistiendo una y otra vez ante el cuartel general republicano para que se le concediera permiso a Sarah para hablar de vez en cuando con los mismos periodistas de Alaska con los que había estado hablando semanalmente durante años. Aquí, de nuevo Sarah sólo tiene palabras de elogio para ella:

Reconocida por su inteligencia, su capacidad de trabajo y su perspicacia política, Meg tenía una impresionante cantidad de seguidores desde sus días como presentadora en Anchorage y yo nunca he conocido a nadie como ella. Había trabajado en mi oficina de la gobernadora, así que conocía que mi prioridad principal era continuar comunicándome con mis conciudadanos incluso durante la campaña electoral.

Meghan insistía, pero el cuartel general se empeñaba en decirle que no. Ni siquiera para responder tres preguntas sencillas a un periodista de Alaska que estaba dispuesto a viajar hasta Minnesota para recoger esta mini-declaración: ¿Cómo se siente? ¿Qué tal es todo esto? ¿Cuál es su mensaje para los alasqueños? Nanay. Los sabihondos aquellos tenían miedo de que los medios de comunicación nacionales se hicieran eco de la entrevista (sí es que a un telegrama se le puede llamar “entrevista”), pero es que Sarah y Meghan pensaban que eso era precisamente de lo que se trataba: que los medios de comunicación cogieran la información sobre Sarah de manos de periodistas que la conocían de sobras y que podrían contrarrestar la avalancha de estupideces que ya se estaban empezando a abrir camino en los medios de comunicación.

Octava cita (pág. 294)

La noche del debate con Joe Biden, Meghan había volado desde Alaska para estar con Sarah entre bambalinas, junto con Kris Perry, Todd y Piper.

Novena cita (págs. 332-333)

La noche de las elecciones, Sarah recuerda a Meghan como una de las personas que estaba ahí a su lado en Arizona, esperando los resultados. De hecho, en su habitación del hotel, sólo estaban ella, Todd, los niños, Kris Perry y Meghan.

Décima cita (pág. 338)

Al día siguiente, mientras esperaban para irse al aeropuerto y coger su vuelo de vuelta a Alaska, de nuevo aparecen Kris Perry y Meghan Stapleton al lado de Sarah, manteniendo a ésta en contacto con sus oficinas de Anchorage y Juneau y tal y como la propia Sarah dice, “con sus móviles echando humo”.

Undécima cita (pág. 363)

En los primeros días de 2009, Sarah y Todd se pusieron a echar cuentas de su situación financiera sólo para descubrir que debían en abogados (era la época de las ethics complaints) más de 500.000 dólares. Fue Meghan quien les informó posteriormente de que alrededor de un 10% de esa cantidad era su parte de la factura por su proceso de selección como candidata a la vicepresidencia. Meghan y otra persona se encargaron de hacer averiguaciones entre lo que quedaba del cuartel general de la campaña de McCain para saber si se harían ellos cargo de ese gasto. La respuesta fue que dado que habían perdido, no. Si hubieran ganado, sí.

Duodécima cita (pág. 379)

Una vez que Sarah anunció su próxima dimisión como gobernadora de Alaska, Meghan se vio desbordada intentando atender a la prensa, ansiosa por saber qué significaba eso.

Decimotercera cita (pág. 383)

Tras su despedida formal como gobernadora, muchos periodistas le comentaron a Meghan que les gustaría despedirse personalmente de Sarah y que sentían mucho lo de su dimisión porque tal vez eso les fuera a privar de trabajo.

Decimocuarta cita (págs. 399-400)

Sarah recuerda como Meghan y ella se instalaron en un tranquilo apartamento en California para que ella pudiera escribir su libro, Going Rogue. Sarah escribía y Meghan llevaba lo que ella misma describe como su “oficina en el exilio”, atendiendo llamadas de los medios de comunicación y desmintiendo ridículos rumores. De hecho, cuando uno de esos periodistas le preguntó dónde estaba exactamente la oficina de la gobernadora, Meghan miró a Sarah, las dos sentadas en la mesa de la cocina, cada una tecleando en su portátil, con las noticias de la televisión por cable sonando de fondo y sus respectivos BlackBerry zumbando sin parar y respondió finalmente: “Se podría decir que se trata de una oficina virtual”.

Pues bien, hasta aquí este recorrido de lo que podría titularse como “Meghan Stapleton vista por Sarah Palin”. De entre todo ello, destacaría que cuando Sarah reunía a su círculo más íntimo de colaboradores de cuatro personas, Meghan siempre era una de ellas; que cuando ese círculo era de tres personas, Meghan también estaba allí; que cuando era de dos, una de ellas era Meghan, por supuesto; y que cuando Sarah necesitó a su más fiel escudera para encerrarse en un apartamento a escribir Going Rogue y seguir en contacto con el resto del mundo, esa escudera era ni más ni menos que Meghan.

Por todo ello, nadie puede creer seriamente que Meghan va a dejar de estar al lado de Sarah siempre que ésta la necesite, ya sea oficialmente o no.  Y es que como dice la propia Sarah, uno no necesita un título para ayudar a cambiar las cosas.

Hasta el fin de semana.