Empieza febrero y con él la vida política estadounidense entra en una nueva etapa. El presidente ha dado su discurso sobre el estado de la Unión y ha demostrado que no es una persona que aprenda de sus errores ni mucho menos. Pero si él no aprende, los estadounidenses sí y bien que se lo están demostrando día a día. Por su parte, Sarah Palin sigue su camino ajena a expertos, encuestadores y demás bichos perjudiciales que al final sólo hacen que molestar y, lo que es peor, no aciertan ni una. A pocos días vista tenemos la primera convención nacional del movimiento Tea Party y a pesar de la decepción que nos hemos llevado todos al saber que ni Michelle Bachmann ni Marsha Blackburn van a acudir a ella por ciertas dudas que han surgido recientemente con respecto al destino que piensa dar la organización de la convención al dinero recaudado, Sarah Palin sigue anunciada como la oradora principal y como quiera que ella no tiene que rendir cuentas más que a su conciencia, esperamos con ansia su discurso que, por cierto, va a ser retransmitido por la Fox.
Éste es un año electoral y lo que hace unos meses aparecía como algo carente de interés de pronto se ha convertido en todo lo contrario y la excitación que sentimos ya ante la proximidad de las primarias y de las propias elecciones de noviembre resulta difícil de creer. Y es que lo sucedido en Massachusetts ha dado un vuelco al panorama político estadounidense y así, por ejemplo, los que hasta entonces no eran más que “cuatro chalados extremistas” según los medios de comunicación tradicionales, los activistas del movimiento Tea Party, ahora se han convertido en una fuerza a la cual se presta mucha atención.
Lo que puede pasar en las elecciones de 2012
Terminé mi anterior entrada con este título diciéndoles que, en mi opinión, el resultado de las elecciones de 2008 había sido cualquier cosa menos un desastre para el Partido Republicano. Y es que, teniendo en cuenta cómo transcurrió la campaña electoral (en la que pasó de todo y nada bueno para los republicanos, como por ejemplo el estallido de la crisis económica), el tipo de adversario con el que se enfrentaban (el más “telepredicador” que jamás hubiera podido imaginarse uno en una candidatura demócrata), el tipo de candidato que presentaban los republicanos (el menos atractivo para los votantes conservadores, que siguen siendo mayoría en el GOP), la conducta de los medios de comunicación tradicionales (tan sectaria que ya nunca más podrán alardear de su objetividad y su independencia; la campaña de 2008 rompió la última reserva moral que les quedaba para no acabar convirtiéndose en meros elementos de agit-prop comunistoide) y el mal recuerdo que dejó la anterior administración Bush (que fue mala, pero no hasta el punto de la caricatura o de la maldad como pretenden los bufones de los medios de comunicación tradicionales… digo de agit-prop comunistoide), aún pueden dar gracias de lo bien que superaron la prueba.
Hablando en términos meramente numéricos, los resultados fueron los siguientes:
O sea, una abrumadora mayoría demócrata en votos electorales (más del doble), pero no tan abrumadora en cuanto a voto popular (un poco menos de diez millones de votos; un mero 7,2% del total) ni en cuanto a estados (los demócratas vencieron en 8 estados más que los republicanos). Teniendo en cuenta las circunstancias anteriormente apuntadas, lo lógico hubiera sido que se produjera un terremoto electoral al estilo de Ronald Reagan en 1984, cuando Ronald Reagan derrotó a Walter Mondale por 525 votos electorales a 13 (¡ah, aquél fue un buen año para nosotros, los conservadores!), pero no fue así y es por eso por lo que creo que el resultado de 2008 fue bueno en términos generales. Y tal y como reconoció públicamente el propio John McCain meses después, si lograron salvar los muebles fue gracias al “efecto Palin” porque si no, probablemente sí que se hubiera producido el tan ansiado landslide que pronosticaban los demócratas.
Ahora bien, ya sabemos que la revisión decenal del censo de Estados Unidos va a provocar correcciones en el reparto de los votos electorales por estado, correcciones que ya detallé en la tabla de la primera entrada de esta serie. ¿Cuáles hubieran sido los resultados de 2008 si se tuviera en cuenta ese nuevo reparto que será efectivo a partir de las próximas elecciones? Pues el siguiente: el partido demócrata hubiera ganado igualmente con una mayoría de 358 votos electorales (siete votos menos) contra los 180 de los republicanos (siete votos más).
La mayoría para ser nombrado por el US Electoral College está en 270 votos. Si los republicanos consiguen 180 votos, se quedan a 90 votos de esa mayoría. ¿De dónde pueden sacar 90 votos electorales más? Tengamos en cuenta que los estados que en las circunstancias de “tormenta demócrata perfecta” de 2008 se mantuvieron firmes en sus creencias, capearon el temporal como pudieron y votaron por la candidatura republicana, es difícil pensar que en 2012 vayan a cambiar el sentido de su voto y optar por los demócratas, así que podemos asumir sin mayores problemas que esos 180 votos electorales son el mínimo de votos que los republicanos van a obtener en 2012 (su “suelo electoral” que dicen los entendidos). Los otros 90 votos electorales que necesitan es evidente que se los van a tener que arrebatar a los demócratas. ¿Tarea imposible? Más imposible parecía que un conservador como Scott Brown fuera elegido senador por Massachusetts y ya ven…
Arrebatar estados a los demócratas supone repasar nuevamente las estadísticas y comprobar dónde se han producido los menores márgenes de victoria demócrata; o sea, los swing states. Eso ya lo hicimos en la entrada anterior y para que no tengan que buscarla, les repito la tabla que puse en su momento.
Imaginemos que los republicanos consiguen conservar los cinco estados en los que vencieron por menor margen, algo que no debería ser difícil de conseguir dado el descrédito que la administración demócrata lleva ya acumulado desde enero de 2009 y lo que le falta aún por acumular. Quedan otros cinco estados en los que los márgenes de victoria demócratas son escasos: North Carolina con un misérrimo 0,33%, Indiana con un miserable 1,03%, Florida con un escaso 2,81%, Ohio con un razonable 4,58% y Virginia (donde, para empezar, acaba de ser elegido un gobernador republicano, Bob McDonnell) con un moderado 6,30%. Si los republicanos logran dar la vuelta a esos resultados (y es que Indiana y Virginia, por ejemplo, habían votado sin cesar por los republicanos durante las 10 elecciones presidenciales anteriores a 2008 en que, víctimas de una ofuscación mental transitoria, rompieron su tradición y votaron demócrata –pero Virginia ya está haciendo méritos para merecer nuestro perdón, ¿eh?), eso supondrá… ¡85 votos electorales más para ellos! Lo que llevaría el total republicano hasta los 265 votos electorales. ¡A tan sólo 5 votos de la mayoría! Si además los republicanos recuperan el único voto electoral que fue a parar a los demócratas en Nebraska (¡algo bochornoso!), serían 266; a tan sólo 4 del triunfo.
¿Dónde pueden obtener los republicanos los cuatro votos electorales que le faltan? Vamos a repasar la lista de estados y vamos a continuar con los siguientes estados con menor margen de victoria demócrata. Estos son: Colorado (9 votos electorales), que se perdió por un 8,95%; Iowa (6 votos electorales), que se perdió por un 9,53%; New Hampshire (4 votos electorales), que se perdió por un 9,61%; Nevada (5 votos electorales), que se perdió por un 12,49%; y New México (5 votos electorales), que se perdió por un 15, 13%.
Lo interesante de estos cinco estados es que en todos ellos, salvo en New Hampshire, ganó George W. Bush en 2004. O sea, que votaron por los republicanos sin más problemas hace cinco años. Para su información, les detallo los márgenes de victoria de los republicanos en todos ellos incluido el estado de New Hampshire donde venció John Kerry:
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Colorado: 4,67%
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Iowa: 0,67%
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New Hampshire: 1,37 % (a favor de los demócratas)
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Nevada: 2,59 %
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New Mexico: 0,79%
No son márgenes abultados, lo que implica que existe un gran porcentaje de independientes entre sus votantes que son los que dan la victoria a uno u otro partido. En 2004, esos votantes se inclinaron mayoritariamente por los republicanos y en 2008 lo hicieron por los demócratas. Sin duda, esos estados podrían volver a votar al Partido Republicano si se les ofrece una candidatura atractiva y un programa electoral sensato que atienda a sus necesidades reales en unos tiempos como estos.
Y es que incluso no es necesario vencer en todos ellos sino que bastaría con hacerlo en Colorado o incluso en Iowa, que son los dos estados con más posibilidades, aunque yo creo que si se logra vencer en uno, se vencerá también en el otro. Y tanto con los 9 votos electorales del primero como con los 6 del segundo, la victoria para la candidatura republicana está asegurada. Pero imaginemos que se vence en los dos. Como resultado, los republicanos obtendrían una mayoría más que sobrada de 281 votos electorales y la victoria en 29 estados, lo que no dejaría lugar a dudas acerca de la legitimidad de su victoria.
Ahora bien, ¿cuál es la condición sine qua non para que se produzca esa victoria? La de que se presente una candidatura republicana lo suficientemente atractiva como para que todos los votantes conservadores (tanto los solamente conservadores fiscales como los conservadores sociales) de Estados Unidos se sientan llamados a votarla. Y que además esa candidatura sea lo suficientemente sólida como para atraer a los votantes independientes que, a pesar de no estar registrados como votantes republicanos, se sienten más cerca de las opiniones políticas conservadoras que de las liberales como no dejan de demostrarnos todas y cada una de las encuestas que se hacen sobre la ideología política de los estadounidenses: la mayoría se declaran conservadores. Y ahora mismo, esa candidatura no hay duda de que sólo puede ser encabezada con posibilidades de éxito por una sola persona: Sarah Palin. Y no hay más que hablar. La actual administración demócrata es vulnerable y existe una posibilidad más que cierta de que en 2012 el actual presidente siga el camino del infame cacahuetero que fue James Carter y hasta le arrebate su puesto como “el peor presidente de los Estados Unidos”, pero para conseguirlo hay que ofrecer a los estadounidenses una alternativa seria y la única alternativa existente es ésa a la que poco a poco va dando forma Sarah y que sin duda se articulará en un programa detallado durante 2011 en un futuro libro que (estoy profetizando) publicará para entonces.
No pretendo ser un genio y estas opiniones que les ofrezco aquí ya han aparecido publicadas en algunas otros sitios por otros autores. Es por ello que me he atrevido a ofrecérselas después de tanto tiempo como llevaba pensando en ellas. La verdad es que el razonamiento es muy simple y basta con analizar con un cierto detenimiento los resultados electorales de 2008 para poder sacar las oportunas conclusiones. Imagino que es el mismo razonamiento que Sarah, Todd y Meghan hicieron un par de días después del Election Day de 2008, cuando se les pasó el berrinche y se sentaron los tres juntos en la mesa de la cocina de la casa de los Palin con un buen café y algo para picar y las hojas de los resultados por estados delante de ellos y vieron lo que vuelvo a repetirles ahora: que, pese a todo, no salieron mal librados, no.
Esperen a 2012. ¿Mi pronóstico? ¡Uf, espero que nadie guarde esta entrada y me la saque en noviembre de 2012 para avergonzarme! Creo que si Sarah Palin se presenta a las elecciones como la candidata republicana, el resultado se parecerá mucho al de Bush en 2004 y que rondará los 290 votos electorales para Sarah, ganando por lo menos en 30 estados. ¡Ahí queda eso! Y en 2016, repetiremos lo de Reagan en 1984: 525 votos electorales para su candidatura, je, je, je.
Que tengan felices sueños.