LAS ELECCIONES DE 2012… ¿UN 2008 AL REVÉS? (y II)

04/02/2010

 

Empieza febrero y con él la vida política estadounidense entra en una nueva etapa. El presidente ha dado su discurso sobre el estado de la Unión y ha demostrado que no es una persona que aprenda de sus errores ni mucho menos. Pero si él no aprende, los estadounidenses sí y bien que se lo están demostrando día a día. Por su parte, Sarah Palin sigue su camino ajena a expertos, encuestadores y demás bichos perjudiciales que al final sólo hacen que molestar y, lo que es peor, no aciertan ni una. A pocos días vista tenemos la primera convención nacional del movimiento Tea Party y a pesar de la decepción que nos hemos llevado todos al saber que ni Michelle Bachmann ni Marsha Blackburn van a acudir a ella por ciertas dudas que han surgido recientemente con respecto al destino que piensa dar la organización de la convención al dinero recaudado, Sarah Palin sigue anunciada como la oradora principal y como quiera que ella no tiene que rendir cuentas más que a su conciencia, esperamos con ansia su discurso que, por cierto, va a ser retransmitido por la Fox.

Éste es un año electoral y lo que hace unos meses aparecía como algo carente de interés de pronto se ha convertido en todo lo contrario y la excitación que sentimos ya ante la proximidad de las primarias y de las propias elecciones de noviembre resulta difícil de creer. Y es que lo sucedido en Massachusetts ha dado un vuelco al panorama político estadounidense y así, por ejemplo, los que hasta entonces no eran más que “cuatro chalados extremistas” según los medios de comunicación tradicionales, los activistas del movimiento Tea Party, ahora se han convertido en una fuerza a la cual se presta mucha atención.

Lo que puede pasar en las elecciones de 2012

Terminé mi anterior entrada con este título diciéndoles que, en mi opinión, el resultado de las elecciones de 2008 había sido cualquier cosa menos un desastre para el Partido Republicano. Y es que, teniendo en cuenta cómo transcurrió la campaña electoral (en la que pasó de todo y nada bueno para los republicanos, como por ejemplo el estallido de la crisis económica), el tipo de adversario con el que se enfrentaban (el más “telepredicador” que jamás hubiera podido imaginarse uno en una candidatura demócrata), el tipo de candidato que presentaban los republicanos (el menos atractivo para los votantes conservadores, que siguen siendo mayoría en el GOP), la conducta de los medios de comunicación tradicionales (tan sectaria que ya nunca más podrán alardear de su objetividad y su independencia; la campaña de 2008 rompió la última reserva moral que les quedaba para no acabar convirtiéndose en meros elementos de agit-prop comunistoide) y el mal recuerdo que dejó la anterior administración Bush (que fue mala, pero no hasta el punto de la caricatura o de la maldad como pretenden los bufones de los medios de comunicación tradicionales… digo de agit-prop comunistoide), aún pueden dar gracias de lo bien que superaron la prueba.

Hablando en términos meramente numéricos, los resultados fueron los siguientes:

O sea, una abrumadora mayoría demócrata en votos electorales (más del doble), pero no tan abrumadora en cuanto a voto popular (un poco menos de diez millones de votos; un mero 7,2% del total) ni en cuanto a estados (los demócratas vencieron en 8 estados más que los republicanos). Teniendo en cuenta las circunstancias anteriormente apuntadas, lo lógico hubiera sido que se produjera un terremoto electoral al estilo de Ronald Reagan en 1984, cuando Ronald Reagan derrotó a Walter Mondale por 525 votos electorales a 13 (¡ah, aquél fue un buen año para nosotros, los conservadores!), pero no fue así y es por eso por lo que creo que el resultado de 2008 fue bueno en términos generales. Y tal y como reconoció públicamente el propio John McCain meses después, si lograron salvar los muebles fue gracias al “efecto Palin” porque si no, probablemente sí que se hubiera producido el tan ansiado landslide que pronosticaban los demócratas.

Ahora bien, ya sabemos que la revisión decenal del censo de Estados Unidos va a provocar correcciones en el reparto de los votos electorales por estado, correcciones que ya detallé en la tabla de la primera entrada de esta serie. ¿Cuáles hubieran sido los resultados de 2008 si se tuviera en cuenta ese nuevo reparto que será efectivo a partir de las próximas elecciones? Pues el siguiente: el partido demócrata hubiera ganado igualmente con una mayoría de 358 votos electorales (siete votos menos) contra los 180 de los republicanos (siete votos más).

La mayoría para ser nombrado por el US Electoral College está en 270 votos. Si los republicanos consiguen 180 votos, se quedan a 90 votos de esa mayoría. ¿De dónde pueden sacar 90 votos electorales más? Tengamos en cuenta que los estados que en las circunstancias de “tormenta demócrata perfecta” de 2008 se mantuvieron firmes en sus creencias, capearon el temporal como pudieron y votaron por la candidatura republicana, es difícil pensar que en 2012 vayan a cambiar el sentido de su voto y optar por los demócratas, así que podemos asumir sin mayores problemas que esos 180 votos electorales son el mínimo de votos que los republicanos van a obtener en 2012 (su “suelo electoral” que dicen los entendidos). Los otros 90 votos electorales que necesitan es evidente que se los van a tener que arrebatar a los demócratas. ¿Tarea imposible? Más imposible parecía que un conservador como Scott Brown fuera elegido senador por Massachusetts y ya ven…

Arrebatar estados a los demócratas supone repasar nuevamente las estadísticas y comprobar dónde se han producido los menores márgenes de victoria demócrata; o sea, los swing states. Eso ya lo hicimos en la entrada anterior y para que no tengan que buscarla, les repito la tabla que puse en su momento.

Imaginemos que los republicanos consiguen conservar los cinco estados en los que vencieron por menor margen, algo que no debería ser difícil de conseguir dado el descrédito que la administración demócrata lleva ya acumulado desde enero de 2009 y lo que le falta aún por acumular. Quedan otros cinco estados en los que los márgenes de victoria demócratas son escasos: North Carolina con un misérrimo 0,33%, Indiana con un miserable 1,03%, Florida con un escaso 2,81%, Ohio con un razonable 4,58% y Virginia (donde, para empezar, acaba de ser elegido un gobernador republicano, Bob McDonnell) con un moderado 6,30%. Si los republicanos logran dar la vuelta a esos resultados (y es que Indiana y Virginia, por ejemplo, habían votado sin cesar por los republicanos durante las 10 elecciones presidenciales anteriores a 2008 en que, víctimas de una ofuscación mental transitoria, rompieron su tradición y votaron demócrata –pero Virginia ya está haciendo méritos para merecer nuestro perdón, ¿eh?), eso supondrá… ¡85 votos electorales más para ellos! Lo que llevaría el total republicano hasta los 265 votos electorales. ¡A tan sólo 5 votos de la mayoría! Si además los republicanos recuperan el único voto electoral que fue a parar a los demócratas en Nebraska (¡algo bochornoso!), serían 266; a tan sólo 4 del triunfo.

¿Dónde pueden obtener los republicanos los cuatro votos electorales que le faltan? Vamos a repasar la lista de estados y vamos a continuar con los siguientes estados con menor margen de victoria demócrata. Estos son: Colorado (9 votos electorales), que se perdió por un 8,95%; Iowa (6 votos electorales), que se perdió por un 9,53%; New Hampshire (4 votos electorales), que se perdió por un 9,61%; Nevada (5 votos electorales), que se perdió por un 12,49%; y New México (5 votos electorales), que se perdió por un 15, 13%.

Lo interesante de estos cinco estados es que en todos ellos, salvo en New Hampshire, ganó George W. Bush en 2004. O sea, que votaron por los republicanos sin más problemas hace cinco años. Para su información, les detallo los márgenes de victoria de los republicanos en todos ellos incluido el estado de New Hampshire donde venció John Kerry:

  • Colorado: 4,67%
  • Iowa: 0,67%
  • New Hampshire: 1,37 % (a favor de los demócratas)
  • Nevada: 2,59 %
  • New Mexico: 0,79%

No son márgenes abultados, lo que implica que existe un gran porcentaje de independientes entre sus votantes que son los que dan la victoria a uno u otro partido. En 2004, esos votantes se inclinaron mayoritariamente por los republicanos y en 2008 lo hicieron por los demócratas. Sin duda, esos estados podrían volver a votar al Partido Republicano si se les ofrece una candidatura atractiva y un programa electoral sensato que atienda a sus necesidades reales en unos tiempos como estos.

Y es que incluso no es necesario vencer en todos ellos sino que bastaría con hacerlo en Colorado o incluso en Iowa, que son los dos estados con más posibilidades, aunque yo creo que si se logra vencer en uno, se vencerá también en el otro. Y tanto con los 9 votos electorales del primero como con los 6 del segundo, la victoria para la candidatura republicana está asegurada. Pero imaginemos que se vence en los dos. Como resultado, los republicanos obtendrían una mayoría más que sobrada de 281 votos electorales y la victoria en 29 estados, lo que no dejaría lugar a dudas acerca de la legitimidad de su victoria.

Ahora bien, ¿cuál es la condición sine qua non para que se produzca esa victoria? La de que se presente una candidatura republicana lo suficientemente atractiva como para que todos los votantes conservadores (tanto los solamente conservadores fiscales como los conservadores sociales) de Estados Unidos se sientan llamados a votarla. Y que además esa candidatura sea lo suficientemente sólida como para atraer a los votantes independientes que, a pesar de no estar registrados como votantes republicanos, se sienten más cerca de las opiniones políticas conservadoras que de las liberales como no dejan de demostrarnos todas y cada una de las encuestas que se hacen sobre la ideología política de los estadounidenses: la mayoría se declaran conservadores. Y ahora mismo, esa candidatura no hay duda de que sólo puede ser encabezada con posibilidades de éxito por una sola persona: Sarah Palin. Y no hay más que hablar. La actual administración demócrata es vulnerable y existe una posibilidad más que cierta de que en 2012 el actual presidente siga el camino del infame cacahuetero que fue James Carter y hasta le arrebate su puesto como “el peor presidente de los Estados Unidos”, pero para conseguirlo hay que ofrecer a los estadounidenses una alternativa seria y la única alternativa existente es ésa a la que poco a poco va dando forma Sarah y que sin duda se articulará en un programa detallado durante 2011 en un futuro libro que (estoy profetizando) publicará para entonces.

No pretendo ser un genio y estas opiniones que les ofrezco aquí ya han aparecido publicadas en algunas otros sitios por otros autores. Es por ello que me he atrevido a ofrecérselas después de tanto tiempo como llevaba pensando en ellas. La verdad es que el razonamiento es muy simple y basta con analizar con un cierto detenimiento los resultados electorales de 2008 para poder sacar las oportunas conclusiones.  Imagino que es el mismo razonamiento que Sarah, Todd y Meghan hicieron un par de días después del Election Day de 2008, cuando se les pasó el berrinche y se sentaron los tres juntos en la mesa de la cocina de la casa de los Palin con un buen café y algo para picar y las hojas de los resultados por estados delante de ellos y vieron lo que vuelvo a repetirles ahora: que, pese a todo, no salieron mal librados, no.

Esperen a 2012. ¿Mi pronóstico? ¡Uf, espero que nadie guarde esta entrada y me la saque en noviembre de 2012 para avergonzarme! Creo que si Sarah Palin se presenta a las elecciones como la candidata republicana, el resultado se parecerá mucho al de Bush en 2004 y que rondará los 290 votos electorales para Sarah, ganando por lo menos en 30 estados. ¡Ahí queda eso! Y en 2016, repetiremos lo de Reagan en 1984: 525 votos electorales para su candidatura, je, je, je.

Que tengan felices sueños.


LAS ELECCIONES DE 2012… ¿UN 2008 AL REVÉS? (I)

28/01/2010

 

Interesante la que se ha armado por ahí a raíz del triunfo de Scott Brown en Massachusetts. No sólo ha dado moral de victoria a un Partido Republicano tan alicaído que parecía camino del cementerio de elefantes, sino que además ha vigorizado a los conservadores quienes, después de tanto tiempo oyendo que su única posibilidad de supervivencia estribaba en “girar al centro” y “mooooooderarse” (como dice mi admirada Michelle Malkin), han visto como los hechos de Massachusetts les han quitado la razón a los RINO y se la han dado en cambio a ellos. Y es que, recordemos, Estados Unidos sigue siendo un país mayoritariamente conservador, tal y como demuestran todas las encuestas. Y cuando un país se siente conservador, las propuestas que hay que hacerle son conservadoras y llenas de sentido común, para así captar la atención no sólo de aquellos sino también de los votantes independientes. Porque ésa es la única manera de ganarse su confianza y lograr el triunfo en las elecciones. Y el que quiera mooooooderación, que se largue con los demócratas que están mooooooderadamente irritados con lo de Massachusetts y mooooooderadamente asustados con la que se les viene encima en noviembre. Y hacen bien.

Se ha armado también un cierto alboroto con respecto a la decisión de Sarah Palin de apoyar a John McCain en su campaña de reelección (decisión nada sorprendente porque ya llevaba tiempo anunciándola). Una de mis lectoras, Conservadora, se pregunta el porqué de esa decisión cuando todos sabemos que McCain como conservador deja mucho que desear. Es cierto que McCain no es santo de mi devoción y que si no fuera porque para votar a Sarah había que votarle a él, muchos no le hubieran votado (algo que él reconoció públicamente en un gesto que le honra). Mi opinión la ofrecí en una respuesta al comentario de Conservadora (ver aquí) y a ella me remito hasta el domingo en que trataré el tema con un poco más de extensión en mi habitual entrada “La semana de Sarah Palin”. Hasta entonces, les dejo con esta foto de los dos… ¡y mi adorada Piper colándose entre medio de ellos! Y es que ya llevaba mucho tiempo sin sacarla, ¿verdad?

El curioso sistema electoral estadounidense

Lo primero que hay que decir sobre el modo en que los estadounidenses escogen a su presidente y a su vicepresidente (porque escogen a los dos a la vez) es que no lo hacen directa sino indirectamente a través de lo que allí se conoce como el US Electoral College (colegio electoral de Estados Unidos). Y para comprender bien el proceso, lo mejor es empezar por el principio.

Y el principio empieza cuando los dos grandes partidos, el demócrata y el republicano, ya han pasado por su proceso de elecciones primarias y han escogido a sus respectivos candidatos, los llamados tickets. Una vez que los electores ya saben a quiénes pueden votar, se celebra el Election Day (día de las elecciones) una vez cada cuatro años, siempre un martes entre el 2 y el 8 de noviembre (el primer martes después del primer lunes de noviembre; en 2012 el Election Day caerá el día 6).

Las elecciones no son realmente una única consulta nacional sino que más bien se trata de cincuenta y una consultas estatales (las correspondientes a los cincuenta estados y otra más en el distrito de Columbia; los territorios no celebran elecciones presidenciales) en las que los electores votan por uno u otro partido teniendo en cuenta que lo que eligen realmente es a un cierto número de delegados que, pertenecientes al partido que gane las elecciones en ese estado en concreto, lo representarán en el US Electoral College. ¿Y cuántos delegados tiene derecho a acreditar cada estado? Pues exactamente el número que resulte de sumar el total de representantes (que varía según sea el estado) y de senadores (que siempre son dos, sea cual sea el estado) que dicho estado tenga en el Congreso de Washington. Como resultado, el US Electoral College tiene un total de 538 electores, ya que hay 435 representantes en la Cámara de Representantes (House of Representatives) y 100 senadores en el Senado (Senate), además de los 3 electores (el número mínimo que puede acreditar cualquier estado) que se le conceden al distrito de Columbia, el famoso D.C.

Una vez constituido el US Electoral College tras las elecciones, los electores pueden realmente votar por cualquiera de los dos candidatos, pero lo normal es que, salvo que tengan mucha cara o hayan sido elegidos como independientes, se mantengan fieles al candidato del partido al que representan. Así, en las últimas elecciones presidenciales, las de 2008, el partido demócrata obtuvo un total de 365 electores y el republicano, 173. Lo normal es que el partido que gana las elecciones en cada estado designe a todos los electores correspondientes a ese estado (sistema de “winner-take-all”; o sea, que el que gana se lo lleva todo) aunque hay dos excepciones a esta regla: Maine y Nebraska, que siguen el llamado “district system” (sistema de distritos) en que el ganador en el cómputo general del estado se lleva dos votos electorales y los restantes se reparten por distritos, llevándoselos el ganador en cada uno de ellos (en Maine hay dos distritos; o sea, en total cuenta con 4 votos electorales mientras que en Nebraska hay 3; o sea, en total 5 votos electorales). Estos distritos coinciden con los que se utilizan para las elecciones a la Cámara de Representantes.

¿Problemas? Pues que existe la posibilidad de que un candidato haya sido el más votado en todo Estados Unidos (ganador en voto popular), pero que finalmente resulte elegido su rival que, en cambio, cuenta con más votos electorales. Es cierto que puede suceder aunque en la práctica casi nunca pasa. De hecho, en 52 de las 56 elecciones presidenciales celebradas hasta ahora (un 93%), el ganador en votos electorales ha sido también el ganador en voto popular. Las excepciones a esta regla no escrita se produjeron en 1824 (fue nombrado presidente John Quincy Adams a pesar de que el ganador en votos populares fue Andrew Jackson), 1876 (fue nombrado presidente Rutherford B. Hayes a pesar de que el ganador en votos populares fue Samuel J. Tilden), 1888 (fue nombrado presidente Benjamin Harrison a pesar de que el ganador en votos populares fue Grover Cleveland) y 2000 (fue nombrado presidente George W. Bush a pesar de que el ganador en votos populares fue el fantasmón de Al Gore).

Es cierto que se ha intentado cambiar dicho sistema en numerosas ocasiones a través de una enmienda constitucional que permita el voto directo, pero hasta ahora nunca ha conseguido ser aprobada tanto por la Cámara de Representantes como por el Senado.

La importancia de los swing states

Los swing states (estados cambiantes), llamados también battleground states (estados de campo de batalla) o purple states (estado púrpura – por el color resultante de la mezcla del azul demócrata y el rojo republicano) son aquellos estados donde la victoria es tan ajustada que el ganador lo suele ser por unos pocos miles de votos lo que implica que, a fin de cuentas, lo podría haber sido su rival también.

Existen nueve estados que han votado siempre por los republicanos en las últimas once elecciones presidenciales (lo que supone un período de tiempo de 44 años): Alaska, Idaho, Kansas, Nebraska, North Dakota, Oklahoma, South Dakota, Utah y Wyoming, disfrutando los republicanos de holgadas mayorías todas las veces.  Otros estados como Alabama, Arizona, Mississippi, Montana y South Carolina sólo han votado una vez por el candidato demócrata durante el mismo período de tiempo (y ninguna de ellas fue en 2008). Por su parte, los demócratas sólo pueden presumir de la fidelidad de cinco estados: Hawaii, Maryland, Massachusetts, Minnesota y New York, en los que se ha tendido a votar por ellos entre el 70 y el 90% de las veces desde 1964. Una prueba más que evidente de que Estados Unidos es fundamentalmente conservador, que no liberal.

Un swing state es, por tanto, un estado en el que las últimas elecciones presidenciales se han decidido por un estrecho margen, inferior incluso al 1% de los votos emitidos. El caso más famoso, el que todos recordamos, se produjo en 2000 en Florida, cuando George W. Bush ganó en ese estado por un mero 0,01% (537 votos), llevándose en consecuencia sus 25 votos electorales y, con ello, la elección como presidente. Sin embargo, un swing state también puede ser considerado como tal por otras razones. Por ejemplo, por ser el estado natal de uno de los candidatos en liza. Así, si en alguna ocasión se presentara un candidato demócrata a la presidencia nacido en Alaska, este estado a pesar de su historial sería considerado un estado que igual cambia su tendencia y vota esta vez a favor de su paisano, por mucho que éste sea un demócrata (¡Dios no lo quiera!).

En consecuencia, y a causa del sistema de elección indirecta que rige en Estados Unidos, los estados que cuentan al fin y al cabo son los swing states, ya que cada candidato se concentra en lograr la victoria en ellos, dando prácticamente de lado aquellos en los que sabe que va a ganar de todas todas. Así, por ejemplo, es triste (dicho sin retintín, ¿eh?) ser un votante demócrata en Wyoming cuando sabes que por mucho que te empeñes en votar al Partido Demócrata, el resto de votantes conservan su cordura y lo hacen en su mayoría por el Partido Republicano y nunca vas a tener el placer de que los votos electorales de tu estado vayan a parar a tu candidato favorito. Y aún así, los swing states que realmente importan son aquellos que tienen el mayor número de votos electorales. Y es que, por ejemplo, un swing state con tres votos electorales es mucho menos apetitoso que un swing state con quince, que es donde ambos candidatos redoblarán sus esfuerzos, ¿no?

¿Y  por qué un estado tiene más votos electorales que otro? Porque se ajustan a la población de ese estado. Los estados más habitados tienen más votos electorales. Así, los estados con más peso en ese sentido son California con 55, Texas con 34, New York con 31, Florida con 27 y Pennsylvania e Illinois con 21 cada uno. Por el contrario, Alaska, Delaware, el distrito de Columbia, Montana, North Dakota, South Dakota, Vermont y Wyoming sólo cuentan con el mínimo legal de tres votos electorales. Una circunstancia importante que se va a afectar a las elecciones de 2012 es que el número de votos electorales de cada estado se revisa cada 10 años, coincidiendo con la revisión del censo de Estados Unidos que se produce cada 10 años también. Aún está por confirmar, pero existen unos dieciséis o diecisiete estados que ganarán o perderán representación en atención a que han ganado o perdido población y eso va a suponer que el mapa de votos electorales de 2012 sea algo diferente al de 2008. Pero de cualquier manera, lo que no cambia es el número total de votos electorales del US Electoral College: 538. Lo cual implica que para ser investido presidente de Estados Unidos, un candidato debe obtener un mínimo de 270 votos.

Las elecciones de 2008

Antes de empezar con mis “predicciones” para 2012 (¡ay, ay, ay, que igual no acierto ni una!), vamos a repasar lo que pasó en 2008. En la siguiente tabla les indico para la totalidad de estados el número de votos electorales con que contó en las elecciones de 2008, los que posiblemente cuente en 2012 de acuerdo con el nuevo censo, los porcentajes de voto para cada partido, pintando en azul la casilla correspondiente si ganó el Partido Demócrata y en rojo si lo hizo el Republicano y la diferencia que hubo entre ambos partidos, dibujando en azulado o en rojizo la casilla correspondiente si esa diferencia favoreció a los demócratas o a los republicanos (sí, ya sé que me complico mucho la vida, pero es que yo soy así).

El resultado es el siguiente:

(*) En Maine los cuatro votos electorales fueron a parar al Partido Demócrata mientras que en Nebraska, de los cinco, cuatro fueron para el Partido Republicano y uno para el Demócrata.

El resultado final fue que el candidato demócrata venció en 29 estados y cosechó 365 votos electorales mientras que el republicano lo hizo en 22 y cosechó 173 votos electorales.

Por otra parte, aquí les dejo otra tabla extraída de la anterior en la que detallo los diez estados con menor margen de victoria en 2008, ordenados de menor a mayor.

En total, se trata de cinco estados para cada partido, habiéndole correspondido al demócrata 86 votos electorales y al republicano, 42.

Y con esto es suficiente de momento. En la próxima entrada y gracias a estos datos les explicaré cuáles son mis impresiones sobre lo que puede pasar en las próximas elecciones presidenciales de 2012. Tan sólo les adelanto una cosa: en noviembre de 2008, yo ya pensé (pero no tengo pruebas porque entonces no había empezado con el blog todavía) que, tal y como se había desarrollado la campaña, el resultado de las elecciones no era nada malo para el Partido Republicano. Y me ratifico en ello, ¡ea!


EL TICKET McCAIN – PALIN: LA CAMPAÑA ELECTORAL (quinta parte)

09/04/2009

 

Los resultados electorales

El 4 de noviembre de 2008, martes of course, tuvo lugar la jornada electoral, la 56ª consecutiva desde el nacimiento de Estados Unidos. La verdad es que poca confianza podíamos tener los partidarios de Sarah después de la avasalladora campaña electoral desarrollada por los demócratas, la cual se había sustentado principalmente en la habilidad para el bla-bla-bla de su candidato, el apoyo fervoroso e incondicional de los medios de (des)información y el desastre que había supuesto el segundo mandato de George W. Bush (el 43), que había hastiado por igual a demócratas y republicanos.

Los dos candidatos habían apostado fuerte por un mensaje de cambio, más creíble en nuestra opinión el del candidato republicano que el del demócrata, ya que John McCain ofrecía un cambio en la manera de hacer política en Washington y como garantías de que no hablaba por hablar presentaba su propio historial de senador muy dado (tal vez demasiado) a llegar a acuerdos con los demócratas (“bipartidismo” se llama ahora esa figura) y la elección como candidata a vicepresidente de una persona, la gobernadora de Alaska Sarah Palin, que no había tenido reparos en enfrentarse a su propio partido en aras de esa misma reforma, demostrando que ese cambio era posible y que bastaba para ello con voluntad, coraje y sentido común.

En cambio, el candidato demócrata hablaba de un cambio que nunca quiso definir muy bien, un cambio que era el medio y el fin simultáneamente, un cambio “cósmico”, religioso prácticamente y que, como en todas las religiones, creaba devotos y hasta fanáticos, llegando a convertir la campaña electoral casi en una guerra de religión en la que todo valía con tal de aplastar al adversario, incluso la mentira descarada.

Los resultados electorales no es que estuvieran cantados; había dudas y un atisbo de esperanza. Ciertamente existía la posibilidad de una sorpresa, pero ésta era bastante remota y al final no se produjo. Los votantes demócratas acudieron en masa a votar, pero muchos republicanos no lo hicieron, decepcionados con la tibieza del mensaje de McCain. En consecuencia, no fue una larga y reñida noche electoral porque los resultados tardaron poco en ser lo bastante relevantes como para darse prácticamente por definitivos: los demócratas ganaban y los republicanos perdían.

resultados

Los estados en azul representan estados ganados por el candidato demócrata. Los estados en rojo son los ganados por el republicano. Los números indican la cantidad de votos electorales asignados al ganador (recordemos que el ganador en cada estado se lleva todos los votos correspondientes a ese estado, con la excepción de Nebraska, donde se reparten proporcionalmente con un resultado de 4 a 1 a favor de los republicanos.

En cifras, el candidato demócrata se hizo con 69.456.897 votos, el 52,92% del censo electoral, mientras que el republicano se hizo con 59.934.814 votos, el 45,66%. No fue una derrota estrepitosa, en absoluto. E incluso teniendo en cuenta el apoyo masivo de los medios de (des)información al candidato demócrata, con juego sucio incluido, además de la abrumadora superioridad económica de que disfrutaron los demócratas y el lógico hartazgo después de ocho años de presidencia republicana (¿o medio demócrata?), uno se esperaba una auténtica catástrofe, pero no fue así. Curioso, ¿verdad? Visto en votos electorales, sin embargo, el resultado es más llamativo: los demócratas obtuvieron la victoria en 28 estados (además del distrito de Columbia y ese voto obtenido en Nebraska), mientras que los republicanos se hicieron con los 22 restantes. Esto supuso una mayoría de 365 votos electorales contra 173.

Como ya decíamos, los resultados se dieron por prácticamente definitivos hacia las 23.00 h EST (Eastern Standard Time, hora de la Costa Este) y unos veinte minutos después, John McCain hacía su aparición ante sus seguidores en el Biltmore Hotel de Phoenix (Arizona) para pronunciar su concession speech (discurso de concesión) y reconocer así su derrota. Junto a él, como no podía ser menos, estaba Sarah.

derrota

McCain reconociendo su derrota y Sarah a su lado. Con posterioridad, McCain ha tenido algún detalle feo hacia ella, como si se avergonzara de haber sido su compañero de ticket, mientras que Sarah jamás ha dicho una sola mala palabra sobre él. A eso se le llama lealtad.

Fue un buen discurso y muy digno de una persona como McCain quien, a pesar de todas las diferencias de opinión que podamos tener con él, de ninguna manera negamos su honradez y su decencia. Es cierto que hubiera sido un gran presidente, sin duda, pero no en 2008. Su tiempo había pasado ya y es una lástima que Estados Unidos haya desaprovechado a un hombre como él. Pero si por algo será recordado McCain será sin duda por haber descubierto a Sarah Palin y haberla dado a conocer a todo el país convirtiéndola así en alguien a tener en cuenta en el futuro, un extremo éste que él mismo reconoció de manera implícita en las palabras de su discurso dirigidas a ella:

“I am also — I am also, of course, very thankful to Governor Sarah Palin, one of the best campaigners I’ve ever seen … one of the best campaigners I have ever seen, and an impressive new voice in our party for reform and the principles that have always been our greatest strength … her husband Todd and their five beautiful children … for their tireless dedication to our cause, and the courage and grace they showed in the rough and tumble of a presidential campaign. We can all look forward with great interest to her future service to Alaska, the Republican Party and our country”.

(Estoy también – estoy también, por descontado, muy agradecido a la gobernadora Sarah Palin, una de las mejores candidatas que he visto nunca – una de las mejores candidatas que he visto nunca y una impresionante voz nueva en nuestro partido a favor de la reforma y de los principios que han sido siempre nuestra mayor fortaleza – su esposo Todd y sus cinco hermosos hijos – por su incansable dedicación a nuestra causa y el coraje y la elegancia que han demostrado en la aspereza y rudeza de una campaña presidencial. Todos esperamos con gran interés su futuro servicio a Alaska, al Partido Republicano y a nuestro país).

Emotivas palabras que revelan la verdadera opinión de McCain sobre Sarah, reconociendo su inteligencia y su valía como política y comprendiendo que el futuro de su partido pasa por ella, siempre y cuando ese partido se deje de tonterías “centristas” y se ciña a sus principios tradicionales que son los que lo hacen fuerte… y ganador (¡maldita sea, John, ya te podrías haber dado cuenta antes  de ello y no haberte pasado toda la campaña jugando al soy-republicano-pero-poco). De hecho, hace poco que el propio McCain reconoció en una entrevista en la NBC que la mayoría de los votos que obtuvo su candidatura iban dirigidos en realidad a Sarah, no a él, ya que fue ella en realidad quien movilizó realmente a la hasta entonces decepcionada base conservadora.

vuelta

Sarah y Todd de vuelta a casa, en Alaska, después de la noche electoral. Ella sonriente como siempre y él pensando, probablemente, en dar de baja su suscripción a más de un periodicucho de esos que no han hecho otra cosa que mentir sobre ellos y su familia.