GOING ROGUE: UN RESUMEN (III)

19/12/2009

 

Cuando uno ha traducido (más mal que bien) unas cuantas intervenciones televisivas de Sarah Palin, sabe que ésta se expresa de una manera peculiar. No quiero decir con ello que hable incorrectamente, sino que tiene su propia manera de expresarse, la de una persona que piensa a mayor velocidad de la que habla y que a menudo siente la tentación de expresar una nueva idea que se le acaba de ocurrir antes de haber terminado con la que estaba explicando. Eso provoca que su manera de hablar resulte confusa en ocasiones, pero es debido simplemente a que tiene demasiadas cosas que decir… y poco tiempo para ello porque en la televisión, el tiempo está contado al segundo. Reconozco que eso es algo que me pasa a mí también y tal vez por ello siento tanta simpatía por Sarah; me hace sentir que tenemos algo en común ella y yo (perdón por esta pequeña vanidad mía). Sin embargo, esto sólo pasa cuando sus intervenciones son espontáneas, no cuando pronuncia un discurso ya que entonces las ideas que quiere comunicar ya las tiene previstas de antemano y simplemente tiene que desarrollarlas en el orden previsto, resultando más clara que el agua. Por lo que se refiere a Going Rogue, me ha llamado la atención el hecho de que a pesar de estar muy bien redactado, conserva el tono original de lo que podría ser una conversación tranquila y pausada con Sarah, incluyendo sus abundantes expresiones coloquiales que tanto me desesperan a mí, que no domino tanto el inglés como para comprenderlas a la primera, pero que a cambio convierten cada página del libro en algo realmente vivo y colorido (además de mejorar mi nivel de inglés, you betcha!)

Una foto de Sarah durante la presentación de los actos conmemorativos del 50º aniversario del Estado de Alaska. La placa de matrícula supongo que se la puso en su Jetta, ¿no? ¿O se la quedó Todd? ¿O Track? ¿O Piper para su bicicleta? ¿Hicieron siete copias, una para cada uno? Porque si no, vaya follón se podía montar en aquella casa: ¡La quiero yo! ¡No, yo! ¡Es mía! ¡Narices, es mía!… ¡Ufff!

CAPÍTULO TERCERO: DRILL, BABY, DRILL (Perfora, nena, perfora)

En el último capítulo, Sarah nos dejó con la duda de cuál iba a ser su siguiente paso. En éste, la duda queda resuelta ya que comienza relatándonos uno de sus muchos viajes durante su campaña electoral como candidata a gobernadora de Alaska. Un viaje, en concreto, llevado a cabo en su propio coche, de noche, con varios de sus hijos durmiendo en el asiento trasero y ella preguntándose si no se habrá equivocado de carretera.

Y es que convendría recordar que antes de ser seleccionada por McCain como su compañera de ticket, Sarah Palin llevaba ya a sus espaldas no una sino… ¡siete campañas electorales! Dos para el cargo de concejal de Wasilla (las dos ganadas), dos para el cargo de alcaldesa de Wasilla (las dos ganadas), unas primarias para el cargo de vicegobernadora (perdida por los pelos) y otras primarias y las auténticas elecciones para el cargo de gobernadora (ganadas incluso contra su propio partido, el GOP, que no quería verla ni en pintura). Es decir, un total de seis elecciones ganadas contra una sola perdida. O sea, que si de algo sabía Sarah en ese momento era de cómo afrontar una campaña electoral contra un candidato presuntamente vencedor (recordemos que fue elegida alcaldesa en competición con el alcalde entonces en el cargo, Stein, y que hizo lo mismo como gobernadora, compitiendo en las primarias con el gobernador entonces en el cargo, Murkowski). Lástima que no le dejaran opinar los sabiondos esos que llevaban la campaña de McCain porque si lo hubieran hecho tal vez otro gallo les hubiera cantado.

La decisión de Sarah de competir en las primarias del GOP contra Murkowski no fue exclusiva suya, sino que hubo muchas personas que la animaron a ello: por ejemplo, Rick Halford, un antiguo senador del Senado de Alaska, republicano pero no de los que detestaban a Sarah, sino de los que creían en ella y pensaban que Sarah era diferente y que Alaska necesitaba precisamente eso: algo diferente.

Otra persona que animó a Sarah a presentarse fue (¡asómbrense!) Andrée McLeod, la que años más tarde se convertiría en la loca de las ethics complaints. Pero para eso, todavía faltaba tiempo y por aquel entonces, Andrée the Gadfly (o la “mosca de culo de vaca”, como creo yo que podría traducirse), que es como la conocía todo quisque en Alaska, era su más ferviente admiradora, lo que aprovecha Sarah para contarnos los inicios de esta patética mujer, una historia de lo más divertida y que no deja lugar a dudas de su escasa salud mental.

Por fin, la tercera influencia que reconoce Sarah es la de John Reeves, un votante demócrata harto de la corrupción rampante de Juneau (la capital del Estado) y que, al igual que muchos, ya fueran demócratas, republicanos o independientes, ansiaba un cambio que devolviera el gobierno de Alaska al lado de la gente. Un cambio para el que no veía capacitado a nadie a cabo que no fuera Sarah Palin.

En definitiva, que Sarah se lanzó al ruedo y, libre ya de sus obligaciones como alcaldesa de Wasilla que no le permitieron ocuparse debidamente de su campaña anterior, empezó a recorrer el Estado y a explicar sus intenciones a sus paisanos. Pronto sus amigos se unieron a ella y Sarah pudo contar con una mínima organización política que le diera el apoyo que precisaba. Es entonces cuando empezamos a encontrarnos con nombres como los de Kris Perry, íntima amiga suya y una persona de la que todos hemos oído hablar mucho durante estos últimos años pero que ignorábamos de dónde había salido o qué relación tenían con Sarah aparte de la meramente profesional (con el tiempo, Kris se convirtió en la mano derecha de Sarah como gobernadora de Alaska). Sí, ya sé que todo eso no es más que mera chafardería, pero es que a mí me encantan estas cosas, ¡caramba!

La campaña electoral de Sarah se centró en tres ideas: limpiar de parásitos el gobierno, desarrollar las infraestructuras del Estado para que el sector privado encontrara un ambiente favorable que le llevase a invertir en nuevos negocios e incrementar la producción de energía, construyendo sobre todo ese gasoducto de 5.000 kilómetros y 30.000 millones de dólares que llevaba décadas siendo prometido por todas las administraciones pero que nunca se convertía en una realidad. Por cierto, que es de lo más curioso comprobar que el lema de su campaña hacía hincapié en el “cambio” que suponía su candidatura (un lema que años más tarde iba a adoptar el actual presidente de Estados Unidos para su propia campaña aportado sin duda por uno de sus asesores de más alto rango, que tenía raíces en Alaska), algo que compartía hasta el último de los alasqueños hartos de tanto político corrupto como había en el gobierno y la legislatura y que habían sido la causa ya de más de una redada por parte del FBI. Vamos, peor casi que Chicago (¡anda, otra coincidencia con el presidente!).

Recorriendo toda Alaska de cabo a rabo y sin dejar apenas una sola cabaña de troncos a la que no hubieran llegado personalmente para explicarle a sus moradores sus intenciones, Sarah no tuvo problemas en ganar las primarias republicanas, pasando pues a ser la rival del candidato demócrata, Tony Knowles, un antiguo gobernador de Alaska que buscaba su tercer mandato, y a un candidato independente, Andrew Halcro, un cretino republicano que años más tarde fue el primero en lanzar la basura del Troopergate desde su blog, pero que ahora estaba ansioso de unir sus fuerzas con ella en una candidatura conjunta (y absolutamente fuera de lugar), algo a lo que Sarah le dijo que nanay.

Una de las sorpresas que me he llevado leyendo este capítulo ha sido saber que Meghan Stapleton, la actual portavoz de Sarah, resulta que es una antigua amistad suya de sus tiempos como gobernadora, cuando Sarah la contrató como secretaria de Prensa. Yo pensaba que la había conocido durante la campaña presidencial y resulta que no. ¿Ven como lo de las chafarderías tiene su interés? Por otra parte, la campaña involucró a toda la familia Palin, como siempre, incluyendo a la familia de Todd, quienes no dudaron en apoyar firmemente a la esposa de éste para que pudiera alcanzar el puesto de “Boss Alaska”, que es como llaman los yupik al gobernador del Estado.

La victoria de Sarah fue un bombazo y la cara que les quedó a los demócratas era todo un poema. Rompiendo con la costumbre, Sarah escogió tomar posesión en la ciudad de Fairbanks y no en la de Juneau. La ceremonia fue especialmente brillante y todos sus paisanos sentían que se abría una nueva etapa para todos. Y como quiera que las expectativas eran muchas, ya desde el primer día de trabajo Sarah empezó a sacudir las cosas allí en Juneau, siguiendo el estilo marcado por Ronald Reagan: escoger los asuntos más importantes de tu agenda y centrarse personalmente en ellos; luego, delegar los restantes en tu equipo y darles suficiente poder y motivación para que implementen tu visión en esos otros asuntos. Así pues, siguiendo este esquema, Sarah se centró en lo que había sido el meollo de su programa electoral: desarrollo de las infraestructuras, conservadurismo fiscal y reforma ética, aunque sin dejar de prestar especial atención a otros asuntos urgentes tales como la educación, los servicios para los discapacitados y los mayores, la formación profesional, el desempleo y los tradicionales males de la Alaska rural (dependencia, alcoholismo, delincuencia, etc.), todo ello revisando las prioridades presupuestarias establecidas hasta entonces para que fuera el sector privado y no el Estado quien asumiera la tarea de cubrir esas necesidades.

La historia de cómo la administración Palin se enfrentó a las grandes petroleras y les ganó el pulso en la cuestión del gasoducto merece más de una lectura porque es ejemplar. Es una historia de la que todos tenemos conocimiento de sus aspectos generales pero que, explicado por la propia Sarah, gana en claridad y si además, Sarah nos lo explica con ese sentido del humor tan suyo y que a mí, personalmente, me entusiasma, mejor que mejor.

Pero como quiera que una cosa es que Sarah pasase a ser la gobernadora de Alaska y otra distinta el que Todd pasase a ser el “Primer Caballero” (o el “Primer Tío”, como le gustaba decir a él) y el resto de la familia, la “Primera Familia”, tan interesante es saber qué pasó el primer día de Sarah en su nuevo despacho como saber qué pasó el primer día de toda la familia en la mansión oficial. Dejando aparte que ésta era un caserón con goteras, chimeneas atascadas y una fontanería que no funcionaba, era lógico que todos se sintieran impresionados por la casa y que las niñas disfrutaran correteando por los pasillos, las buhardillas y demás lugares. La feroz conservadora fiscal que es Sarah no podía transigir con el pedazo de avión que se compró su antecesor, Murkowski, pero tampoco con un chef particular, así que ambos desaparecieron, además de procurarse ellos parte de la comida, especialmente la carne y el pescado que se la cazaban y pescaban ellos mismos, dos actividades que los estúpidos liberales jamás entendieron y que más de una campaña en su contra les valió a los alasqueños, como aquella de pésima actriz de Hollywood en contra del control de depredadores practicado por el Estado como único medio de proteger a los alces y caribúes y evitar que desaparecieran masacrados por los lobos, provocando de paso la desaparición de la población nativa de Alaska que depende de su caza para sobrevivir.

¿Y Todd qué? ¿Qué tal llevó él eso de ser “Primer Caballero”? Pues lo llevó estupendamente. Sarah nos deja entrever lo que debieron ser las reuniones en Washington de la Asociación Nacional de Gobernadores, cuando él tenía que unirse al té con pastas de las Primeras Damas quienes (imagino porque soy un malpensado) que se darían más de un codazo por poder disfrutar del apuesto Todd a su lado. Para Sarah, Todd fue un “Primer Caballero” impecable que le ayudó mucho en su tarea y que asumió sus propias obligaciones sin querer contar siquiera con una oficina propia (algo a lo que tenía derecho por ley). Por su parte, los niños tuvieron sus buenos momentos, pero también los tuvieron malos cuando algunos miserables amenazaron a Willow con ser violada, algo que le sucedió también a Bristol quien incluso fue amenazada de muerte años más tarde, durante la campaña presidencial. Algo inevitable, tal vez, pero que no deja de causar mucha pena y que a más de uno le lleva a reflexionar sobre si vale la pena seguir el camino del servicio público sólo para encontrarse con esto.

Lo siguiente son algunas historias sobre cómo formó Sarah su círculo de asesores más cercano, entre cuyos miembros destacaban especialmente Meghan Stapleton y Kris Perry; el ambiente de Juneau y el proceso en marcha de fumigación de la plaga (léase políticos) maligna esa que el FBI llevaba años desarrollando y al que ahora se unía Sarah con su propuesta de reforma ética y que provocó más de un ataque de nervios entre los legisladores de ambos partidos; y la cuestión del matrimonio homosexual y la opinión de la propia Sarah a raíz de lo que dictaminó en su momento el Tribunal Supremo de Alaska al respecto y que ella, como gobernadora, no podía hacer menos que acatar. Además, la poco edificante historia de su director legislativo, una de sus escasas pifias a la hora de seleccionar a sus colaboradores, nos permite hacernos una idea de cómo era el día a día de la administración Palin. Y por si todo esto fuera poco, otra historia, la de la elaboración del primer presupuesto del Estado de Alaska en el que Sarah tuvo que usar las tijeras de podar para evitar el despilfarro a manos llenas al que tan acostumbrados estaban los politicastros de la legislatura, nos sirve de lección para aprender lo que es un conservador fiscal en acción y así saber distinguirlos de otras especies que se arrogan el mismo nombre pero que, a la hora de la verdad, no son más que lobos disfrazados de corderos. Lobos que se pusieron nuevamente de los nervios cuando Sarah logró sacar adelante su propia reforma ética y más de uno sintió que se le había acabado el cuento.

Como continuación de la historia de cómo logró Sarah sacar adelante el proyecto del gasoducto que habíamos dejado en el momento en que las grandes petroleras tuvieron que aceptar que esta vez iba en serio, Sarah nos cuenta la historia de AGIA, o la ley que permitió que ese proyecto fuera ofrecido honradamente al sector privado para que cualquier compañía del mundo hiciera su oferta, escogiendo la administración la que resultara más provechosa para ambas partes. También aprovecha para contarnos una nueva redada del FBI contra legisladores corruptos (es que había muchos y no tenían suficientes furgones para arrestarlos a todos de una sola vez por lo que parece). Otra sopa de letras, ACES, una ley que obligaba a las petroleras a repartir sus beneficios con el Estado de Alaska de una manera justa y equitativa y no como se hacía hasta entonces en que las petroleras apenas daban una propina al Estado, algo que tenían que agradecérselo al antiguo gobernador, Murkowski, quien tenía una manera muy peculiar de entender el interés público.

En 2007, Sarah, en su condición de comandante en jefe de la Guardia Nacional de Alaska, visitó a las tropas de Alaska destacadas en Kuwait, así como un hospital del Ejército en Alemania, en una visita que le impresionó mucho. Dos años más tarde, hizo lo mismo con las tropas en Kosovo, apreciando aún más si cabe el sacrificio de estos jóvenes a los que pronto se uniría su propio hijo, Track.

Sarah gobernadora, pero también Sarah mamá. Su hijo mayor, Track, en atención a que era el mayor debería haber sido el más problemático por eso de la adolescencia y de las hormonas revueltas, pero parece que fue siempre un joven muy sensato y tal y como confiesa ella misma, su única discusión con él en todos esos años juntos fue la referida a la posición en que debía jugar él en su equipo de hockey, ya que cada uno tenía una opinión diferente. Luego, cuando se alistó en el Ejército nada más terminar sus estudios secundarios, Sarah no pudo dejar de sentirse muy orgullosa de la decisión de su hijo aunque muy preocupada también por lo que le pudiera pasar.

Y de un hijo, el mayor, pasamos a otro, el menor. Fue en Nueva Orleans cuando Sarah descubrió que estaba embarazada de su quinto hijo. Prueba de la honradez con que ha redactado este libro es su confesión de que por un momento, un aciago momento, pasó por su cabeza la idea de abortar. Afortunadamente, supo descartar la tentación inmediatamente y su decisión de tener a su hijo fue ya firme, aunque no tiene reparos en reconocer que puede entender perfectamente a las madres que tienen ese pensamiento, pero reconociendo también que el problema no es nunca el hijo sino las circunstancias en las que ese hijo va a nacer. De cualquier forma, Sarah volvió a Alaska y no fue hasta un par de semanas después que pudo darle la noticia personalmente a Todd quien, como es lógico, se alegró muchísimo y hasta pensó que no estaría nada mal que fuera un chico esta vez, ¿eh?

¿Cuándo se enteraron de que su nuevo hijo tenía el síndrome de Down? Unos meses después, en una de las pruebas rutinarias que le practicaron a Sarah y en la que su doctora empezó a sospechar que pudiera ser que no estuviera todo bien. Finalmente, tras más pruebas, se confirmó esa impresión y Sarah tuvo que empezar a asumir que su nuevo hijo iba a ser un niño con necesidades especiales. Asustada ante la responsabilidad que se les venía encima y angustiada por saber si iban a ser capaz de hacer frente a ella, Sarah le dio la noticia a Todd quien la encajó de una manera tan excepcional que no puedo dejar de reconocer mi admiración por él y mi envidia por su carácter y su personalidad que, lejos de hacerle lamentar la situación, reaccionando con una calma tan extraordinaria y una fe en la capacidad de Sarah y suya para hacer frente al nuevo desafío que Dios les había planteado que me hace sentir aún más indigno, ya que reconozco que yo me hubiera sentido desolado ante la noticia. Y para que quede constancia de todo ello, reproduzco acto seguido el momento en que Sarah relata cómo le da la noticia y su reacción, una parte que cada vez que la leo me deja más sobrecogido aún:

[Todd] dejó las pruebas médicas a un lado y volvió su cara hacia la mía. “Estoy contento y estoy triste”, dijo.
Pensé que era perfecta la manera como lo había expresado porque era así exactamente. Era así como me sentía yo también.
Todd dijo: “Va a ir todo bien”.
Le pregunté si se hacía la misma pregunta que yo: “¿Por qué nosotros?”.
Pareció verdaderamente sorprendido por mi pregunta y respondió tranquilamente: “¿Por qué no nosotros?”.

A partir de ese momento, y a diferencia de muchos padres en la misma situación, Todd dejó de preocuparse porque iba a tener un hijo con síndrome de Down y empezó a preguntarse en cambio por cuáles serían las posibilidades del bebé, a preguntar a otras personas en la misma situación qué hacían y que no hacían sus hijos, a fijarse en otros niños con el mismo problema y, siempre, a confiar en Dios y en Su sabiduría a la hora de darles como misión la de cuidar de Trig. Es precisamente por ello que todo el mundo debería leer la carta que Sarah Palin escribió meses más tarde para dar a conocer a todos sus familiares y amigos que su nuevo hijo, Trig, iba a nacer con síndrome de Down. Escrita como si la hubieran recibido de parte de Dios Nuestro Señor, Sarah volcó en ella todas sus angustias finalmente resueltas y declara que acepta con ánimo sereno y amante la llegada de Trig como una prueba más de la bondad de Dios que les ha querido favorecer con un hijo tan perfecto como cualquier otro.

Para todo padre es un orgullo ver a su hijo convertirse en un soldado del ejército de Estados Unidos. No lo iba a ser menos para Sarah y Todd cuando Track completó finalmente su entrenamiento básico y adquirió oficialmente el rango de soldado de infantería. Sin embargo, resulta ridículo leer la de problemas que tuvo que sortear Sarah para poder salir de Alaska el tiempo justo para poder estar presente en la ceremonia de graduación de Track en Georgia, gracias a la cada vez más inenarrable estupidez de los politicastros que pululaban por Juneau y que llegaron a hacer de esto una cuestión de Estado. Es una lástima que los del FBI no se dieran otra vuelta por ahí a ver si arramblaban de una vez por todas con los que todavía quedaban.

Y, por supuesto, Todd Palin no es sólo el marido de Sarah y el padre de Track, sino también el deportista que ha ganado cuatro veces la Iron Dog, la carrera de motos de nieve más larga y dura del mundo. Un repaso a su historial y a lo que supone correr esa competición no podía faltar en este libro, así como la historia de cómo Trig se empeñó en nacer bastante antes de lo previsto, justo cuando sus padres estaban en Texas en una conferencia y Sarah tuvo que volar deprisa y corriendo a Alaska apenas terminó de pronunciar su discurso no fuera a ser que tuvieran un tejano en la familia en lugar de un alasqueño más. Y si bien la alegría de la familia por el nacimiento de Trig era evidente, el anuncio de Bristol, la hija mayor, poco después del nacimiento de su nuevo hermanito, de que con diecisiete años ya estaba embarazada no dejó de ser una noticia que les entristeció a todos, no sólo por la moralidad de la situación sino también por lo que eso suponía para la propia Bristol cuyo futuro iba a cambiar irremediablemente y posiblemente a peor. Sin embargo, no había nada que hacer y la familia Palin asumió la situación y se dispuso a hacerle frente como han hecho siempre: todos juntos y con plena fe en Dios. Trig iba a tener otro tío, que se iba a llamar Tripp, y con éste iba a ser además compañero de juegos, de guardería y puede que con el transcurso de los años hasta de equipo de hockey.

De nuevo, problemas con las compañías petrolíferas que no cejaban en su empeño de seguir haciendo lo que les diera la gana, un vicio al que se habían acostumbrado demasiado con los anteriores gobernadores. En este caso se trataba de ExxonMobil que llevaba años disfrutando de una concesión petrolífera en la que no había perforado ni un triste agujero. Harta de esa situación, Sarah amenaza a la compañía con quitarles la concesión y la nueva guerra se saldó con otra victoria de Sarah, algo que es de agradecer porque a veces conviene recordar que no siempre los malos son los que ganan en la vida real.

Ya hemos repasado una de las pifias de Sarah a la hora de nombrar a sus colaboradores: su antiguo director legislativo, un vago de siete suelas del que le costó lo suyo deshacerse. Sin embargo, hubo otro: su comisionado de Seguridad Pública, Walt Monegan. Su historia está muy relacionada con la del posterior Troopergate y Sarah la explica tal y como fue, algo que ya hemos visto en otras partes (incluso en este blog). Sencillamente, Monegan era un incompetente que además acabó insubordinándose gravemente por lo que Sarah le ofreció una salida digna, pero él se negó a aceptarla y prefirió marcharse. Y aquí acabó todo hasta que una conjura entre los dirigentes de un sindicato policial y los politicastros del Partido Demócrata empezaron a liar las cosas en lo que más adelante iba a ser el Troopergate. Una repulsiva historia de politiquería de la peor calaña.

Por fin, el proyecto del gasoducto llega a su fin y es adjudicado a la compañía canadiense TransCanada-Alaska que hizo una oferta realmente buena, superando en mucho todos los requisitos exigidos por el Estado. Ése fue el mayor éxito de Sarah y la culminación de veinte meses de duro trabajo tras los cuales podían decir perfectamente que habían conseguido mucho más de lo que hubiera conseguido otra administración siquiera en veinte años. Sarah era una gobernadora exitosa y su popularidad batía records. No es extraño que hubiera ya quien le siguiera la pista.

Y para terminar esta entrada, una foto de Sarah preparando hot dogs, sonriente como siempre y feliz de poder conocer a cuanta más gente, mejor. ¿Y aún hay quién se sorprende del entusiasmo que despierta esta mujer? ¿Cuántas veces tiene uno la posibilidad de pedirle a su propia gobernadora que le eche más mostaza en su hot dog? Por lo que a mí se refiere, ni se me ocurriría poder pedirle siquiera a mi alcalde un pincho de tortilla de patatas. ¿Él, tratarse con los miserables como yo? Vamos, ni habiéndome fumigado previamente los de Sanidad durante media hora seguida condescendería a darme la mano… a menos que hubiera elecciones la semana que viene, claro. ¡Malditos politicastros!


GOING ROGUE: UN RESUMEN (II)

17/12/2009

 

Sigo en la brecha. Después del primer capítulo, el segundo (para que vean que sé contar). Por mi parte, y contra lo que han dicho algunos críticos por ahí, encuentro muy acertada la distribución en capítulos del libro, abarcando los grandes períodos de la vida de Sarah: infancia y juventud, alcaldesa, gobernadora, la campaña electoral y la vuelta a Alaska. En el caso de biografías, estoy de acuerdo con aquella dama de la nobleza francesa del siglo XVIII que decía que no le gustaban los relojes que marcaban los minutos porque dividían la vida en porciones demasiado pequeñas. Soy de la misma opinión. Dividir el libro en más capítulos lo hubiera convertido prácticamente en un diario y ningún diario está hecho para ser publicado y leído por extraños. Y los que sí lo están es porque no son más que un mero ejercicio de exhibicionismo.

Esta foto ya la había publicado antes, pero como que es una de mis favoritas, he pensado que se merece una segunda oportunidad (y en tamaño king-size). Sarah en la época de su primera campaña electoral. ¿Les cuento un secreto? A mí, Sarah me gusta mucho más sin gafas. Ojalá se pusiera lentillas, pero eso es cosa suya. Aunque Todd ya podría insistir un poco, ¿no?

SEGUNDO CAPÍTULO: KITCHEN-TABLE POLITICS (Política de mesa de cocina)

¿A alguien le suena el nombre de Nick Carvey? Pues la verdad es que no y, sin embargo, Nick Carvey bien podría ser considerada la persona gracias a la cual todos nosotros sabemos ahora quién es Sarah Palin. Resumiendo, el tal Carvey era el presidente de la Cámara de Comercio de Wasilla y una especie de cacique local y fue él quien insistió sobre Sarah para que ésta entrara en política. En concreto, la convenció para que se presentara a las elecciones al concejo municipal que se iban a celebrar poco después. Él también se presentaba (el concejo municipal de Wasilla se compone de un total de seis puestos) y, teniendo en cuenta que contaban con el apoyo del propio alcalde, John Stein, y del periódico local, el Frontiersman, la cosa parecía más que hecha. “La ciudad haría bien contando con tus servicios”, le dijo. La idea le gustó a Sarah y como quiera que Todd le apoyó, Sarah accedió finalmente.

El lema de la primera campaña electoral de Sarah fue: POSITIVE-LY PALIN (una especie de mezcla intraducible al español entre “Sin lugar a dudas, Palin” y “Positiva Palin”). Se trataba de una campaña local y Sarah comprendió que tenía que llegar a todos y cada uno de sus conciudadanos, así que cogió a sus pequeños Track y Bristol, los subió a un trineo y con ellos de esta guisa, empezó a recorrer la ciudad llamando a cada puerta. Su entusiasmo y sus buenas ideas calaron fácilmente entre sus vecinos y no tuvo ningún problema en ganar las elecciones (Carvey tampoco, todo sea dicho). Fue entonces cuando se produjo la primera reunión de Sarah con el alcalde Stein, donde los dos asumieron que eran aliados, algo que no tardó en revelarse como erróneo.

Es revelador leer las descripciones que hace Sarah de las reuniones del concejo municipal, unas reuniones donde se decidían cuestiones tan peliagudas para la comunidad como reglamentar cuántos niños podía cuidar al mismo tiempo una canguro o si los letreros luminosos de los establecimientos podían ser parpadeantes o no, por ejemplo. Sin embargo, había otras cuestiones más serias y que rondaban el conflicto de intereses cuando no entraban de lleno en esa categoría, como por ejemplo cuando Carney propuso una reglamentación que obligaría a los vecinos de Wasilla a contratar la recogida de basuras en lugar de permitir que fueran ellos mismos quienes se llevaran la basura al vertedero municipal. Como quiera que Carney era el dueño del único negocio de recogida de basuras dla ciudad, Sarah se opuso a ello, sobre todo porque los alasqueños son ferozmente independientes y no les gusta que les digan lo que tienen que hacer. El caso es que Carney comprendió entonces que Sarah no era de las que se iban a conformar sentándose y callándose y seguramente empezó a pensar si no se habría pasado de listo cuando la convenció para que se presentara a las elecciones. El alcalde Stein debió de pensar lo mismo cuando vio como Sarah se negaba a apoyar un aumento de su sueldo y se declaraba conservadora fiscal, reprochándole que había demasiadas carreteras que asfaltar en el municipio como para pensar siquiera en semejante despilfarro.

Nace Willow, Todd abre un negocio de motos de nieve con un socio y la ciudad sigue adelante. De paso, Sarah nos explica cuáles fueron siempre sus prioridades mientras estuvo en el concejo: desarrollo de las infraestructuras municipales, responsabilidad fiscal y que el gobierno municipal estuviera siempre del lado de sus conciudadanos y no en su camino. Y es que, como dice ella, cuando se trata de política local, los electores son tus vecinos, tu familia, tus amigos y a veces hasta tus enemigos, y te los encuentras cada día en la tienda de ultramarinos, la oficina de correos y la pista de hockey.

Los mandatos en Wasilla son de tres años y Sarah tuvo aún menos problemas en ser reelegida de los que los tuvo en ser elegida por primera vez. Sin embargo, poco tiempo después tocaba elegir al alcalde y Sarah se decidió a disputarle el puesto a Stein, quien se presentaba por cuarta vez a la reelección, preocupada por su afán en hacer crecer el gobierno e interferir en cada vez más ámbitos de la vida de los habitantes de Wasilla. Para ella, el gobierno debía ser cada vez menor y no mayor, y debía meterse menos en lo que no le importaba y no más. Sarah utilizó pues el mismo lema que antes y fue elegida contando sobre todo con el apoyo de los que ansiaban cambiar las cosas en la ciudad.

Por supuesto, a Stein le sentó como un tiro el perder el despacho y lo más amable que se puede decir con respecto a la transición es que fue fría. En su primera reunión con los jefes de departamento, que habían apoyado indisimuladamente a Stein durante la campaña, Sarah notó su hostilidad, pero aún así intentó volverlos en su favor y convertirlos en aliados, lo que finalmente no fue posible. Siguiendo un procedimiento rutinario en cualquier sitio en el que se cambia al jefe, Sarah les pidió una carta de dimisión para utilizarla cuando lo estimara oportuno. De los seis, sólo dos se la presentaron. Además, ése fue el momento de la ruptura definitiva con Carney, quien seguro que salió del despacho de Sarah echando chispas, lamentando el desagradecimiento de los jóvenes y todo eso.

El jefe de Policía asumió inmediatamente el puesto de líder de la oposición interna a Sarah, obstaculizando todos los intentos de ésta por reformar su departamento. Sarah opta por olvidarse de intentar convencer a los antiguos jefes y empieza a despedirlos y nombrar otros nuevos, creando un nuevo equipo directivo con el que pudiera llevar adelante su agenda política.

Tras Willow, nace la genial Piper. Y como regalo, problemas con la bibliotecaria, otra obstaculizadora. Es entonces cuando se produce la conversación que, con el tiempo, acabará dando lugar a aquella calumnia acerca de que Sarah pretendía censurar los libros de la biblioteca. Sin embargo, Sarah no se deja entrampar en cuestiones tan nimias y empieza a mover las cosas en Wasilla, sobre todo reparando y asfaltando las carreteras municipales, lo que atrae nuevos negocios a la zona. Además, se emprende la construcción del polideportivo municipal, uno de sus más grandes logros.

Oído al parche: es aquí donde Sarah usa por primera vez en todo el libro la expresión “common sense conservative” (conservador con sentido común) para describir su manera de actuar. En pocos años, Wasilla se convierte en la zona de mayor crecimiento del Estado. Y como quiera que las cosas empezaban a ir bien, aún podían ir mejor y Sarah despidió finalmente al jefe de Policía quien aún tuvo la caradura de demandarla por “despido improcedente” a pesar de saber perfectamente que no es así. Por supuesto, el caradura perdió el caso.

Reelegida para un segundo mandato, nuevamente compitiendo con el irreductible Stein, Sarah tiene el honor de ser elegida presidente de la Conferencia de Alcaldes de Alaska, lo que le permitió ampliar sus contactos.

Tras describirnos su conmoción cuando vio lo que sucedía el fatídico 11-S, Sarah nos descubre sus dudas una vez que termina su segundo mandato como alcaldesa, no pudiendo optar a un tercero al estar limitados a dos los mandatos por la reglamentación municipal. Era la época de la vuelta de Frank Murkowski a Alaska después de muchos años como senador por Alaska en Washington para presentarse a las elecciones a gobernador del Estado. Mientras lo pensaba, Todd estaba muy ocupado construyendo la nueva casa de la familia en el lago Lucille. Vicegobernadora era una posibilidad, pero no tenía tiempo para hacer campaña ni dinero para ello ya que todavía era alcaldesa y entre eso y su familia, sus posibilidades eran limitadas.

Una parte que tenía mucho interés en leer, más que nada por chafardería, y que dudaba que Sarah fuera a incluir en el libro es aquella que trata de la elección de la sustitua de Sarah como alcaldesa, ya que sabía que una de las candidatas que se presentó era la segunda esposa de su suegro, Faye Palin (la madrastra de Todd pues) y que Sarah apoyó expresamente a otra candidata que fue a la postre quien ganó. Siempre pensé que eso a Todd no debió de hacerle mucha gracia y Sarah me confirma en mi opinión relatando la discusión (pequeña discusión, tampoco hay que exagerar) que tuvo con él y en la que, como pasa siempre en todos los matrimonios, cada uno empieza a sacarle al otro una queja tras otra y al final ninguno de los dos sabe decir cómo empezó todo. Y eso que, en el fondo, Sarah tenía razón y dado que corría el rumor de que Stein iba a volver a presentarse de nuevo, consideró que Faye Palin era una rival de poca enjundia para él y por eso animó a una de los miembros del concejo municipal a que presentara su candidatura. De cualquier forma, como castigo por su “pecado” de poca fe en la familia, Sarah perdió las elecciones primarias de su partido a vicegobernadora aunque con el consuelo de quedar segunda y a muy pocos votos del ganador.

Tras las elecciones, Sarah hizo campaña a favor de Frank Murkowski, teniendo la ocasión de recorrer Alaska acompañada del otro senador por Alaska en Washington, Ted Stevens. Como quiera que Murkowski ganó las elecciones a gobernador, su puesto como senador en Washington quedaba vacante y Murkowski tenía la potestad de decidir quién iba a ocuparlo hasta las nuevas elecciones. Sarah estaba en la lista de candidatos y Murkowski tuvo incluso una entrevista con ella en la que no hizo otra cosa que advertirle que para una madre con hijos pequeños, el puesto no era apropiado. Sarah comprendió que no iba a ser ella la elegida, pero lo que no se esperaba es que Murkowski acabara nombrando a su propia hija, Lisa, una madre con dos hijos pequeños. Y es que Murkowski es todo un tipo.

Como una especie de premio de consolación, Murkowski decide ofrecer a Sarah un puesto en la Alaska Oil and Gas Conservation Commission (AOGCC), un puesto importante y muy bien remunerado. La dirección de la AOGCC se componía de tres comisionados: un geólogo, un ingeniero petrolífero y un político –Sarah-, siendo éste último el presidente de la comisión y el encargado de la supervisión ética del organismo. Los problemas empezaron con el ingeniero, Randy Ruedrich, quien no sólo resultó ser al mismo tiempo el presidente del Partido Republicano de Alaska sino que además era parte interesada debido a sus relaciones profesionales con las empresas petrolíferas. El caso estaba claro: corrupción. Sarah no tardó en darse cuenta y se negó en redondo a esconderlo debajo de la alfombra, así que empezó a urgir a todos sus superiores para que tomaran cartas en el asunto antes de que se convirtiera en un escándalo. Así, empezó por su propio supervisor ético, quien resulta que estaba a partir un piñón con el tal Ruedrich; luego, con el jefe de gabinete de Murkowski, otro que tal; y finalmente con el propio Murkowski. Nadie hizo nada y Sarah optó finalmente por dimitir una vez que el escándalo ya era inevitable, un gesto que le valió las alabanzas de todos, incluso de la oposición demócrata, quién lo diría.

Tras un pequeño repaso a lo que fue el matrimonio entre su hermana menor, Molly, y el que luego fuera el trooper Mike Wooten, un mal matrimonio y un peor divorcio, Sarah nos explica como volvió a encontrarse igual que tras dejar la alcaldía de Wasilla, cuidando de su familia, dudando sobre cuál debía ser su próximo paso y confiando en que Dios no dejaría de mostrarle el camino.

Y para terminar este capítulo, una foto de Sarah en su despacho oficial ya de alcaldesa. Aquí ya lleva gafas, pero da lo mismo. De cualquier manera, Sarah nos gusta a todos nosotros porque lo que importa es que confiamos en ella. ¿O no? ¡Palin 2012! ¡Y Piper 2044!


GOING ROGUE: UN RESUMEN (I)

15/12/2009

 

Tres semanas consecutivas como “número 1” en las listas de libros más vendidos en Estados Unidos, mal les pese a los progres; más de un millón de ejemplares vendidos y los que faltan aún por venderse; una gira de promoción que ha supuesto todo un fenómeno de masas… Sarah Palin ha vuelto a la primera línea de la actualidad política y ha vuelto pisando fuerte (tanto que a más de un progre todavía le duele el pisotón). Y todo esto no es más que el principio. Como quiera que todavía no se ha publicado ninguna edición de Going rogue en otro idioma que el original, he pensado que a más de uno de mis lectores le gustará poder leer siquiera un sucinto resumen de lo que aparece en sus más de 400 páginas. Dicho y hecho, aquí está. Durante los próximos días, iré ofreciéndoles capítulo a capítulo (en total serán siete entradas) lo más interesante, sorprendente o meramente curioso que cuenta Sarah en su libro. Sí, ya sé que es un triste consuelo, pero menos da una piedra, ¿no? Recemos para que algún editor español experimente una revelación divina, compre los derechos del libro para el mercado hispanohablante, me encargue a mí su traducción (esto último es lo menos importante, pero no niego que me haría mucha ilusión) y podamos contar con un “Yendo por libre” (ésa sería mi propia traducción del título) lo antes posible. Y es que los caminos del Señor son inescrutables.

Primer capítulo, foto apropiada. Sarah cuando era pequeña. No es una de las fotos que aparecen en el libro, sino una perteneciente a mi colección particular. Calculó que tendría unos tres años o así. ¿A que es maja? Miren como se zampa el bocata de mortadela y el Cola-Cao.

PRIMER CAPÍTULO: THE LAST FRONTIER (La última frontera)

Sarah comienza a relatar su historia con lo que a mí me parece un excelente arranque: ella y sus dos hijos menores, Piper y Trig, recorriendo la Feria del Estado de Alaska un día del mes de agosto de 2008. Con Trig durmiendo plácidamente en sus brazos y Piper aguardando pacientemente su recompensa de que su madre la lleve a montar a las atracciones, Sarah nos describe muy acertadamente el ambiente de una feria de este tipo, algo que muchos de nosotros hemos podido ver en las películas y en el que, en este caso, no es de aplicación aquello de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Vertiginoso, colorido y variopinto, una feria en Estados Unidos es realmente una feria y Sarah sabe describirla de la mejor manera para que todos nos sintamos sumergidos en la exuberante cacofonía de sonidos e imágenes que implica, una cacofonía que termina justo cuando suena su BlackBerry mientras visita el quiosco de Alaska Right To Life (Derecho a la vida de Alaska) y recibe la llamada de John McCain quien le pregunta simplemente si quería ayudarle a cambiar la historia. Y nunca mejor dicho porque eso es precisamente lo que está haciendo Sarah: cambiando la historia, sólo que lo está haciendo sin McCain.

La historia personal de Sarah empieza en Sandpoint (Idaho), su lugar de nacimiento. Allí residían entonces sus padres, Chuck y Sally, quienes decidieron mudarse a Alaska en busca de mejores oportunidades un buen día de 1964, casi coincidiendo con el mayor terremoto de la historia de Norteamérica, el producido el 27 de marzo de 1964 y que alcanzó una magnitud de 9,2 puntos en la escala de Richter. Su primer destino fue Skagway, una pequeña población de apenas 650 almas, donde se alojaron en una pequeña casa de madera construida en 1898, casi al mejor estilo de los pioneros del Far West (o Far North en este caso). Sarah nos describe a sus padres y a sus dos hermanos mayores, Chuck Jr. y Heather, haciendo especial hincapié en la pasión de su padre por los deportes y la vida al aire libre, algo que logró inculcar a su familia y que en Alaska era casi una condición imprescindible para sobrevivir. Algunos datos más sobre Alaska completan esta parte que concluye con el traslado, una vez más, de toda la familia a Anchorage cinco años después de su llegada, cuando Sarah ya tenía una hermana más, la pequeña Molly.

Los primeros recuerdos de Sarah en el parvulario se refieren al orgullo que sintió de ser estadounidense cuando tuvo la oportunidad de ver en la televisión las imágenes de los astronautas pisando el suelo de la Luna, la alegría que experimentó cuando fue capaz de deletrear su primera palabra “difícil” (la palabra era different) y lo mucho que le gustaba la lectura, afición que compartía especialmente con su madre. La vida para ellos, siendo como eran una familia de pocos recursos económicos, carecía de muchas comodidades pero en cambio estaba llena de actividades que practicaban todos juntos y que les hacían sentirse una familia, una sensación que mucho me temo que es muy difícil de entender para nuestros jóvenes de hoy en día. Un nuevo traslado en los primeros años de 1970 les llevó a Wasilla, que terminó convirtiéndose en su definitiva localidad de residencia. Tal y como cuenta Sarah, la vida en Alaska en aquellos años (y siempre a decir verdad) era ciertamente dura y complicada, pero las sencillas satisfacciones que proporcionaba en cambio lo compensaban todo sobradamente.

Los Heath son una familia religiosa y lógicamente una parte de los recuerdos de Sarah están vinculados a su fe y a la práctica religiosa. Más religiosa en el sentido estricto su madre que su padre, como suele ser habitual, Sarah reconoce que es esa fe que sus padres supieron inculcarle desde su más tierna edad la que le permite afrontar los momentos difíciles y comprender que penas y alegrías se reparten a lo largo de toda la vida y que tanto unas como otras son inevitables. Para Sarah, no hay ninguna duda de que Dios existe y a ella personalmente le basta con mirar a su alrededor en plena naturaleza para darse cuenta de ello, contemplando esa maravillosa creación Suya que es el Estado de Alaska.

Extremadamente interesante es el apartado en el que Sarah relata la llegada de la televisión a su pequeño hogar, el poco interés que sentía su padre por la “caja tonta” y lo muy sacrificado que era para ellos, los pequeños niños Heath, pretender ver algún programa ya que su padre la instaló a propósito en un altillo del garaje, en una habitación sin mobiliario y donde sólo había una pequeña estufa que funcionaba con madera, de tal manera que ver la televisión a cualquier hora del día era arriesgarse a morir de congelación dado que la temperatura exterior podía ser de 30º bajo cero. Otro recuerdo de Sarah es lo mucho que leían todos ellos, libros y revistas. Además, el entusiasmo por el ejercicio y la competición movía a toda la familia, especialmente a la hora de correr largas distancias por mucho frío que hiciera. En Alaska, no había tiempo que perder y todos tomaban parte en cualquier actividad que se les pusiera por delante, desde deportes hasta reuniones religiosas, pasando por el escultismo, cursos de idiomas, danza, etc. Así, poco a poco, Sarah se dio cuenta de que las dos cosas que más le gustaban en la vida eran los deportes y escribir, en consecuencia, era lógico que pensara en convertirse en periodista deportiva. Aquí incluye un magnífico comentario sobre el feminismo actual redactado a la vista de lo que es la experiencia de una mujer alasqueña, un estado donde las mujeres no tenían mucho tiempo de pensar en lo “aperreadas” (según esas mismas feministas) que estaban por los hombres porque había mucho que hacer siempre y lo hacían.

Que su padre fuera al mismo tiempo su entrenador no era una situación que le hiciera mucha gracia a Sarah ya que pensaba que era especialmente duro con ella, tal vez para que no le acusaran de favorecer a su hija, pero con el tiempo, Sarah llegó a comprender que eso es exactamente lo que tenía que hacer y ahora lo agradece ya que enseñándole a dar el máximo de sí misma en todo momento, Sarah es ahora una mujer fuerte y capaz de afrontar los embates de la vida. Fue precisamente entonces cuando comenzó a desarrollar pequeños trabajos remunerados  tales como limpiar semanalmente un local de oficinas, servir mesas en un bar, cuidar niños, etc. Actividades que le proporcionaban el dinero suficiente como para pagarse su propio equipamiento deportivo y demás cosas que pudiera necesitar ya que, recordémoslo, la familia de Sarah jamás ha sido rica.

El último año de Sarah en la escuela secundaria se centra en dos historias. La primera versa sobre el día en que conoció a Todd y se enamoró de él nada más verlo, logrando ser correspondida. En la parte que dedica a describir al que es ahora su marido, Sarah no puede ocultar lo muy enamorada que se siente todavía. Medio nativo alasqueño por parte de madre, Todd es el más firme apoyo de Sarah y alguien que juega (discretamente, todo hay que decirlo) un papel en su vida mucho más importante que el de mero marido y padre de sus hijos. Todd no es exactamente su piedra fundacional porque ese privilegio corresponde a sus padres, pero sí el resto del edificio, y todo lo que es Sarah ahora no lo sería si no fuera por él. Es conmovedor leer cómo Sarah confiesa el espanto que sintió la primera vez que él la besó y lo humillada que se sintió cuando él se lo contó luego a todos sus amigos en el colegio. Y es que tal y como ella misma dice: “Hasta el mejor de los hombres puede comportarse como  un cretino”.

La segunda historia a la que hace referencia Sarah para describir su último año en la escuela secundaria se refiere a cómo su equipo escolar ganó el campeonato estatal de baloncesto a base de darlo todo en la cancha y como estuvo a punto de perderse el último partido, el de la final, a causa de una inoportuna torcedura de tobillo. Pese a todo, Sarah logró jugar ese partido aunque fuera a trompicones y sentir que todo el enorme esfuerzo que sus compañeras y ellas habían hecho durante ese año había valido la pena. Para Sarah, esa victoria cambió su vida porque fue la demostración palpable de lo que tantas veces le habían dicho sus padres: que el trabajo duro y el tesón son lo más importante.

En mayo de 1982, Sarah y Todd se graduaron y para ellos empezó un largo período intermitente de separación mientras Sarah estudiaba en la universidad, primero en Hawaii y luego en Idaho, trabajando siempre que podía para pagarse los estudios ya que ése era un gasto al que no podían hacer frente sus padres, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de cuatro hermanos. Uno de los expedientes a los que tuvo que recurrir para conseguir algo de dinero fue el de presentarse al concurso de Miss Wasilla cuyo premio era una beca que le permitiría pagarse medio año de universidad. Sarah se presentó, lo ganó y luego quedó segunda en el concurso posterior de Miss Alaska, lo que le proporcionó más dinero, el suficiente como para pagarse otros dos años más de estudios. Del concurso, Sarah, que no cree en las casualidades, rescata un fragmento de la entrevista que tuvo con uno de los jueces y que es más que interesante a la luz de lo que ha sido la vida de Sarah con posterioridad. La entrevista es esta:

JUEZ: Geraldine Ferraro se ha convertido recientemente en la primera mujer candidata a la vicepresidencia en representación de uno de los dos grandes partidos políticos estadounidenses. ¿Crees que una mujer puede ser vicepresidente?
SARAH: Sí. Creo que una mujer podría ser vicepresidente. Creo que una mujer podría ser presidente.
JUEZ: ¿Votarías por un candidato a vicepresidente o a presidente solo por el hecho de que es una mujer?
SARAH: No, no votaría por alguien sólo por el hecho de que fuera una mujer. Votaría por el candidato que reflejara mis opiniones políticas y tuviera más personalidad y valores familiares.
JUEZ: ¿Cuáles crees que son los mejores atributos de Alaska?
SARAH: Uno de los mejores atributos de Alaska es su belleza y todo lo que el gran paisaje de Alaska tiene para ofrecer, desde la caza y la pesca hasta el ir en moto de nieve en invierno. Y Alaska tiene un asombroso potencial a la hora de perforar en busca de petróleo en la Ladera Norte. Pero infortunadamente algunos forasteros [expresión equivalente a “los de los 48 de abajo”] no comprenden el potencial de Alaska a la hora de desarrollar nuestros vastos recursos naturales.

Sarah está muy orgullosa de haberse sacado la carrera (periodismo con una extensión en ciencias políticas) por sus propios medios y si le costó cinco años sacarla cuando lo normal es cuatro, eso se debió exclusivamente a que tenía que trabajar para ello. Eran los tiempos de la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca y Sarah no puede dejar de reconocer la impresión que le causó este presidente y lo mucho que compartía ya entonces sus valores y creencias, justamente los que restauraron la fe de los estadounidenses en su propio país después de unos años desastrosos en los que parecía que estaban abocados al suicidio como nación.

Tras terminar los estudios, Sarah empezó a trabajar como periodista deportiva en algunas emisoras de Alaska, algo que le gustó mucho y le hizo comprender que no se había equivocado en su vocación. Su noviazgo con Todd seguía viento en popa y finalmente en 1988 decidieron que ya no podían esperar más y se escaparon para casarse en secreto, algo de lo que ella ahora se arrepiente y que ya ha advertido a sus hijos que ni se les ocurra hacerlo a su vez o les retorcerá el pescuezo. Sus primeros tiempos como casados fueron duros, como generalmente lo son en todas las parejas recién casadas, porque de pronto tenían que ganarse el sustento por su cuenta y tanto ella como Todd tenían que trabajar en todo lo que se les pusiera a tiro, al menos hasta que Todd logró ser contratado como operador petrolífero en la Ladera Norte, un empleo que estaba bien pagado, y eso les permitió tomarse la vida con más optimismo.

En 1989, Sarah y Todd fueron bendecidos con su primer hijo, Track. Es sorprendente leer lo difícil que fue el parto para Sarah. Y aún más sorprendente es saber que después de una experiencia tan dura aún iba a repetir cuatro veces más. Evidentemente, llamar a su primogénito Track (“Pista” ya que era primavera, la temporada del atletismo en pista en Alaska) fue tan sorprendente para sus paisanos como lo es ahora para nosotros y es muy divertido saber que hasta el propio niño, cuando ya era un poco mayor y había empezado a ir a la guardería, le pidió muy seriamente a su madre que le cambiaran el nombre y le pusieran otro más normal. Claro que cuando Sarah le preguntó cuál prefería y él le respondió que quería llamarse “Colt”, uno no puede dejar de pensar que la imaginación a la hora de poner nombre a los hijos en esa familia es algo hereditario.

Una cosa que no sabía es que entre los nacimientos de Track y Bristol Sarah sufrió un aborto espontáneo. Era un niño y ya habían decidido llamarle Tad y estaban ansiosos porque llegara el momento de su nacimiento. Es conmovedor leer como tuvo que pasar Sarah por ese trago y como pudo superarlo gracias a su fe en Dios y a su fortaleza de carácter, algo que le debe a esa dureza que su padre empleó en ella y que la curtió, convirtiéndola en alguien fuerte y capaz de sobrellevar las penas que le deparase la vida sin dejarse hundir por ellas.

Afortunadamente, su siguiente hija, Bristol, nació sin ningún problema y afortunadamente también, Bristol era un nombre menos “original” que Track y la niña se ahorró los problemas de su hermano mayor cada vez que le decía a alguien cómo se llamaba. Sarah recuerda ahora lo muy “mamá” que era Bristol ya de pequeñita y como disfrutaba cuidando a sus primos menores, llegando hasta el punto de que a los ocho años casi le exigió a su madre que le consiguiera un bebé para ella el día de su cumpleaños. Por su parte, Track creció obsesionado con los deportes, sobre todo con el hockey, en una familia en la que ya de por sí son todos unos fanáticos de los deportes.

Con dos hijos y un marido, Sarah hacía su vida en su pequeña Wasilla ocupada principalmente en su familia y escribiendo alguna que otra colaboración periodística de vez en cuando sin nada que hiciera presagiar los altos destinos a los que estaba llamada esta mujer. Pero todo eso cambió el día en que el petrolero Exxon Valdez sufrió un accidente en 1989 que provocó un enorme vertido de petróleo que fue un verdadero desastre para Alaska y sus habitantes, muchos de los cuales quedaron arruinados por su culpa. De hecho, no fue hasta 2008 cuando finalmente el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó la responsabilidad de Exxon y obligó a la compañía a indemnizar a los perjudicados al menos en parte de sus pérdidas. Unas pérdidas que afectaron incluso a Sarah y Todd ya que los precios del salmón que pescaban todos los años y que constituían una parte sustancial de su presupuesto familiar cayeron en picado ante el temor de los mercados a que estuviera contaminado. Para Sarah, ésa fue la ocasión en que sintió que si alguna vez tenía la oportunidad de trabajar para sus conciudadanos, lo haría siempre en su beneficio. Y a fe que no se equivocaba porque pronto tendría esa oportunidad.

Y para terminar, otra foto también apropiada. Sarah de jovencita posando junto a sus trofeos, tanto atléticos como académicos. ¡Y aún le faltaba por ganar el de Miss Wasilla! Un ejemplo viviente de lo que la fuerza de voluntad, el tesón y el esfuerzo pueden lograr de cada uno de nosotros si nos decidimos a ello. Pero, por supuesto, eso los lloricas adolescentes de hoy en día no lo entienden. Pues peor para ellos.


LA VERDADERA SARAH PALIN (primera parte)

20/03/2009

 

La joven Sarah

Sarah Palin antes de ser la gobernadora Palin era simplemente Sarah Louise Heath y, sorprendentemente para muchos que aún lo ignoran, no nació en Alaska, sino en Sandpoint (Idaho) el día 11 de febrero de 1964. O sea, que acaba de cumplir los 45 años.

Sarah es la tercera de cuatro hermanos (un varón, Chuck, y dos mujeres, Heather y Molly) y sus padres se llaman Sarah (conocida como “Sally”) Heath (de soltera Sheeran), secretaria en un colegio, y Charles (conocido como “Chuck”) Heath, profesor de Ciencias y entrenador de atletismo en su especialidad de campo a través (cross country).

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Sarah con su madre, Sally.

En 1964, cuando ella apenas tenía tres meses de edad, toda la familia se trasladó a Skagway (Alaska), donde el padre había encontrado trabajo. Algún tiempo después se mudaron a otra localidad, Eagle River, y finalmente se asentaron en Wasilla, a 70 km al norte de Anchorage, que es la localidad con la que se más se asocia el nombre de Sarah Palin y donde ésta y su familia siguen teniendo su residencia habitual.

Es en esta época cuando se aficiona a la caza, gracias a su padre que solía llevársela con él cuando iba a cazar alces. Es también gracias a su padre que empieza a practicar el atletismo, en concreto carreras de 5 y 10 km. En una reciente entrevista concedida a la revista “Esquire”, Sarah reconoce que correr es para ella algo imprescindible para mantenerse serena y que es lo que más echó de menos durante la pasada campaña electoral: el no poder dedicar media o una hora a correr, pero que ahora que vuelve a ser dueña de sus propias decisiones, lo que más le gusta después de un largo día de trabajo es una buena carrera para desconectar de todo.

Por otra parte, la familia de Sarah era muy aficionada a la música y Sarah toca muy aceptablemente la flauta travesera. En la misma entrevista mencionada antes, Sarah reconoce el importante papel que jugó la música en su familia, ya que si no hubiera sido por ella toda su vida social hubiera girado exclusivamente en torno al deporte.

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Sarah “gafotas” con su hermana menor, Molly.

En el instituto

Sarah cursó sus estudios secundarios en el Wasilla High School, donde fue jefa de la Fellowship of Christian Athletes (Hermandad de Atletas Cristianos), así como miembro de los equipos femeninos de cross country y baloncesto, en este último caso llegando a ser incluso la capitana del equipo. Precisamente como miembro del equipo de baloncesto tuvo la satisfacción de ganar el título estatal en 1982. De esa época viene su pseudónimo de Sarah “Barracuda” (un tipo de pez muy voraz y agresivo) por su manera de jugar. El deporte es una parte consustancial de la vida de Sarah y ella misma confiesa que todo lo que sabe sobre la vida lo ha aprendido a través del deporte.

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Sarah “Barracuda” junto con su hermano Chuck y su hermana Heather.

Sarah se graduó en 1982 y suponemos que su fiesta de graduación fue muy feliz ya que por aquel entonces ya estaba enamorada de Todd Palin, un compañero de instituto que se convirtió posteriormente en su marido.

A la hora de escoger una universidad, la elección de Sarah fue irse junto con varios amigos suyos de Alaska al Hawaii Pacific College en Honolulu (Hawaii), donde estuvo un semestre (otoño de 1982). Sin embargo, parece que no se sintió muy a gusto con tanto sol y playa y al semestre siguiente se mudó al North Idaho College en Coeur d’Alene (Idaho), aprovechando que tenía familia allí y donde permaneció dos semestres (primavera y otoño de 1983).

Fue en 1984 también cuando ganó el concurso “Miss Wasilla”, obteniendo además el galardón de “Miss Simpatía”, cuyo premio consistía en una beca escolar además de la posibilidad de competir en el concurso de “Miss Alaska” de ese mismo año, donde quedó segunda. Gracias a la beca pudo ir a la University of Idaho en Moscow (Idaho) donde permaneció dos semestres (otoño de 1984 y primavera de 1985) junto con su hermano, Chuck, que también estudiaba allí.

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Sarah como “Miss Wasilla”. Guapa, ¿eh?

De allí pasó al Matanuska-Susitna College en Palmer (Alaska) durante un semestre (otoño de 1985) y finalmente regresó a la University of Idaho en Moscow (Idaho) por otros tres semestres (primavera de 1986, otoño de 1986 y primavera de 1987), licenciándose finalmente ese año en Periodismo (especialidad de Medios de Comunicación, ja, ja, ja) y Ciencias Políticas.

Soñando con ser comentarista deportiva, Sarah empezó su carrera profesional como periodista deportiva en las cadenas KTW-TV y KTVA-TV de Anchorage (Alaska), así como en el periódico “Mat-Su Valley Frontiersman” de Wasilla (Alaska).

Vida familiar

En 1988, el 29 de agosto, concretamente, Sarah se casó con Todd Palin, su novio de toda la vida, un nativo alasqueño de ascendencia yup’ik eskimo. Sarah y Todd tienen cinco hijos en común:

­- Track (nacido el 20 de abril de 1989). Varón. Alistado en la infantería del ejército de los Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2007, actualmente se halla destinado con su unidad en Irak.
­- Bristol (nacida el 18 de octubre de 1990). Mujer. Protagonista involuntaria de una de las primeras sorpresas de la pasada campaña electoral cuando se supo que estaba embarazada y que ella y su novio, Levi Johnston, un compañero suyo de instituto, esperaban un bebé sin estar casados. El primer nieto de Sarah, un niño llamado Tripp, nació el pasado día 27 de diciembre. Estaba previsto que los padres se casaran este verano, pero finalmente han roto su relación.
­- Willow (nacida el 21 de enero de 1994). Mujer.
­- Piper (nacida el 26 de agosto de 2001). Mujer. Mi favorita, debo reconocerlo, sobre todo después de ver el lametón que le pegó a su hermanito Trig para atusarle el pelo durante el discurso de su madre en la pasada convención republicana.
­- Trig (nacido el 18 de abril de 2008). Varón. Afectado de síndrome de Down.

familia

Foto de la familia Palin casi al completo en su casa de Wasilla. Faltan Trigg (que estaba durmiendo, como debe ser en un bebé) y Track, cuya foto no publicaré mientras este valeroso muchacho esté corriendo peligro en Irak.

Todd Mitchell Palin nació el 6 de septiembre de 1964, o sea, que tiene 45 años también. Nacido en Dillingham (Alaska), es hijo de James (conocido como “Jim”) Palin, de Seattle, un antiguo gerente de la Matanuska Electrical Association y de Blanche Palin (de soltera Roberts), su primera esposa, secretaria de la Alaska Federation of Natives (Federación de Nativos de Alaska), cuya madre, la abuela materna de Todd, pertenece a la tribu curyung, una de las muchas tribus nativas de Alaska.

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Sarah y Todd, un matrimonio realmente atractivo.

Como ya sabemos, Todd conoció a Sarah en el Wasilla High School, donde ambos estudiaron, pero así como Sarah continuó estudiando en la universidad y acabó licenciándose, Todd tomó algunos cursos universitarios pero no llegó a terminar ninguna carrera. En 1988, ambos se fugaron juntos para casarse, según confesión de la propia madre de Sarah porque ella sabía que su familia “no podía permitirse una gran boda”.

Durante 18 años, Todd ha estado trabajando para la empresa petrolera BP en los yacimientos de North Slope. En 2007, cuando Sarah ya era gobernadora y para evitar un posible conflicto de intereses con el cargo de su esposa, Todd dimitió como supervisor de producción, ya que por aquel entonces BP, junto con otras compañías petroleras, estaba en negociaciones con el gobierno del Estado para la construcción de un gasoducto. Sin embargo, la familia Palin necesitaba de sus ingresos y siete meses más tarde Todd volvió a la compañía, pero ahora como simple operario de producción, no como supervisor, para evitar en todo lo posible el dichoso conflicto de intereses. Además de su trabajo en los campos petrolíferos, Todd dirige un pequeño negocio de pesca de salmón en Bristol Bay.

Voluntario comunitario, suele trabajar con los jóvenes a los que entrena para jugar a hockey y baloncesto. También es un reconocido piloto de motos de nieve, habiendo ganado cuatro veces (años 1995, 2000, 2002 y 2007) la Tesoro Iron Dog, la carrera de motos de nieve más larga del mundo con un total de 3.172 km. Por lo que parece, le hace mucha gracia eso de ser el First Gentleman (“Primer Caballero”) del Estado y según dicen las malas lenguas, él mismo prefiere titularse como el First Dude (algo así como el “Primer Tío”).

En cuanto a Sarah, ésta gusta definirse a sí misma como una típica ama de casa alasqueña, una hockey mom (la versión alasqueña de la soccer mom del resto de los Estados Unidos, es decir, una madre de familia de clase media que tiene hijos en edad escolar y que pone los intereses de su familia, especialmente sus hijos, por delante de todo). Literalmente, deriva de la descripción de una madre que lleva y contempla a sus hijos jugar a fútbol. En Canadá y otras zonas cercanas como Alaska, el deporte escolar preferido es el hockey y no el fútbol (soccer), así que en lugar de una soccer mom, se habla de una hockey mom. Además, los aficionados al hockey reclaman que las hockey moms son más entusiastas que las soccer moms, tanto por el esfuerzo que dedican al deporte de sus hijos como por la intensidad con que los animan (ya saben, recuerden aquello de las hockey moms, los pit bull y el pintalabios).