Aún me falta otra entrada más para terminar con este resumen que les estoy ofreciendo del libro de Sarah Palin. Un libro que, si tuviera que aconsejar a un amigo sobre si vale la pena que se lo compre o no, le diría que por supuesto que sí. Y los motivos en concreto que le daría para ello son exactamente los mismos que les ofreceré a todos ustedes en una próxima entrada que se va a titular “Las lecciones de Going rogue”. No se asusten porque no se va a tratar de una reseña literaria (para eso, tienen ustedes montones de ellas corriendo por ahí y mucho más buenas que cualquiera que pueda yo pergeñar) sino de una reseña más bien “política”, si es que se puede llamar así, porque, para muchos, este libro no contiene nada de política cuando, en mi opinión, es todo lo contrario: está lleno de política, de política de altos vuelos y especialmente de propuestas para el futuro. Reconozco que cuesta entender lo que mueve realmente a alguien tan rara avis como Sarah, pero es que estamos muy enviciados después de tantos años de miserable politiquería y una vez que nos encontramos a una persona decente y encima una política con mayúsculas, sencillamente no estamos a su altura.
Una foto de la familia Palin que hacía tiempo que quería publicar, pero que no quería hacerlo mientras Track estuviera destinado en Irak. Por fortuna, ya ha vuelto sano y salvo y ya no hay ningún obstáculo a que lo haga. Por mi parte, no voy a hacer ningún comentario porque ya saben ustedes cuál sería: ¡Mira qué graciosa está Piper! ¿A que es un encanto de niña? (Lo siento, pero uno ha nacido para ser padre y me tengo que jorobar no siéndolo, así que no me queda más remedio que consolarme con los hijos de los demás). ¡Piper, Piper, Piper!
CAPÍTULO SEXTO: THE THUMPIN’ (El aporreamiento)
Sarah comienza este capítulo recordando el año 2004, cuando le sugirieron presentarse como candidata al Senado en Washington, compitiendo por el escaño ocupado en aquel entonces por Lisa Murkowski, la hija del gran sátrapa Frank Murkowski ( se acuerdan de él, ¿eh?). Era una buena oportunidad porque la tal Lisa estaba más que desprestigiada por el escandaloso caso de nepotismo en que se había enfangado su papá y hubiera sido muy fácil arrebatarle el escaño. Sin embargo, tras consultarlo con su familia, como ha hecho siempre, Sarah se encontró con la única oposición de su hijo mayor, Track, quien le preguntó quién iba a ser entonces la manager de su equipo de hockey (Sarah era efectivamente la manager del equipo y se ocupaba de todo lo que tuviera que ver con ellos, viajes incluido) si era elegida senadora. Como quiera que para Sarah su familia va siempre primero, le pareció un argumento más que sobrado para desestimar finalmente la oferta.
Y tras la campaña electoral de 2008, Sarah nos cuenta que se sentía en la misma situación que en aquel entonces. Seguía siendo la gobernadora de Alaska, seguía siendo la misma persona que diez semanas antes, pero en cambio Alaska ya no era el mismo lugar en el que había vivido ella siempre. Para Sarah, había empezado la guerra de las ethics complaints, los mismos periódicos que antes la trataban con respeto y hasta amistad ahora se habían convertido en vulgares tabloides llenos de calumnias y su administración se encontraba de pronto con que ya no podía gobernar, sino que se pasaba todo el rato defendiéndose de la avalancha de acusaciones infundadas de que era objeto. Anónimos (o no tan anónimos) asesores de la campaña de McCain empezaron a sembrar rumores sobre ella en un intento de descargarse de las culpas por su propia estupidez. Los periódicos nacionales, que le achacaban intenciones futuras que ella nunca había reconocido, se quejaban de que no saliera de Alaska, mientras que en Alaska a poco que salía de allí se quejaban de que les dejaba abandonados, prohibiéndole que hiciera lo mismo que habían hecho todos sus antecesores sin mayores problemas. Era “la nueva normalidad” y como en 2004, iba a ser Track quien acabara dándole el argumento definitivo para que tomara definitivamente una decisión.
Y es que es curioso cómo puede cambiar la gente. Por ejemplo, ¿se acuerdan de aquella historia bastante bochornosa en que la víspera del Día de Acción de Gracias Sarah fue entrevistada en una granja de pavos mientras a sus espaldas un operario hacía su trabajo y mataba pavos? El autor fue un periodista de Alaska a quien Sarah recordaba como un profesional muy serio, pero que ahora estaba desconocido. O aquel otro periodista que le sugirió dar una rueda de prensa con todo su gabinete para así facilitarles el trabajo a ellos al no tener que ir de puerta en puerta y que luego, tras haber accedido a dar esa rueda de prensa, publicó que Sarah era incapaz de ofrecer una rueda de prensa sin la asistencia de su gabinete para “soplarle” las respuestas. Pero todo esto no era sólo cosa de la prensa local, sino también de la nacional que seguía vertiendo basura sobre ella y que hasta se atrevieron a acosar a Piper en la calle aprovechándose de que volvía sola del colegio. Molestaban a su familia, a sus parientes, a sus asociados políticos, a sus vecinos, a su médico… Y si alguno de estos creía que quien le preguntaba era de confianza y hablaba con él de buena fe, pronto se daba cuenta de que le habían engañado y se lamentaba amargamente de haber picado.
Prensa, pero también bloguistas progres, que eran casi peores obsesionados como estaban con Trig y la calumnia de que no era hijo de Sarah. Y hasta empezaron a hacer circular el rumor de la existencia de unos videos pornográficos de Sarah que iban a publicar prontamente. No lo hicieron nunca.
Es cierto que no era ella la primera política que se encontraba en esa situación, pero es que tampoco será la última al menos hasta que los estadounidenses digan basta ya. Sarah reconoce que no le gusta quejarse, pero reconoce también que a raíz de toda esta situación, la prensa tradicional ha acabado perdiendo toda su credibilidad como fuente de información. Y si ya no cumple con esa función, habrá que buscar otros medios porque, gracias a Dios, aún quedan algunos: periodistas en la televisión por cable, comentaristas radiofónicos, bloguistas, algunas publicaciones periódicas basadas en hechos reales, etc. Justamente todos esos medios que la izquierda sueña con poder cerrar de una vez por todas.
El 7 de julio de 2009, Rudy Giuliani invitó a Sarah, Todd y Willow a presenciar un partido de beisbol de los Yankees en su estadio de Nueva York. Fue entonces cuando el patético comediante Jay Letterman (de la CBS, ¡cómo no!) hizo un chiste asqueroso sobre Willow. Sarah salió en defensa de su hija y la izquierda se le echó encima acusándola de no aguantar siquiera un chiste, aunque ese chiste no sólo fuera repulsivo sino degradatorio para Willow tanto como mujer como adolescente. Por supuesto, las feministas ésas que tanto se llenan la boca cuando quien habla es alguien que no es de la banda, calladas como buenas chicas que son, siempre a las órdenes del macho alfa. Sarah las califica acertadamente al describirlas como “hipócritas”.
Y lo más ridículo fue cuando surgieron los rumores de que se divorciaba de Todd y todo porque la fotografiaron un día sin llevar puesta su alianza. Pero es que ella muchas veces no la lleva y, de hecho, Todd ni siquiera tiene una porque cuando las compraron hace veinte años eran más pobres que las ratas y la de Sarah ya les costó 35 $ y no tenían para más. A eso se le llama buscarle tres pies al gato. O pensar mal y no acertar. O simplemente ser imbécil.
En cuanto a su tarea diaria de gobierno, de repente se multiplicaron los requerimientos de información recibidos por su administración y las ethics complaints presentadas contra ella. Los primeros son meros tiros al azar a ver si pueden encontrar algo que dé para una calumnia (ya que para una verdad no iban a encontrar nada) y las segundas son meramente ridículas. La mayoría de estas peticiones procedían de las mismas dos personas: un periodista de la AP y la turuta de Andrée McLeod quien, en prueba de que realmente lo suyo es de manicomio, llegó a presentar una ethics complaint quejándose de que las funcionarias de la administración llevaban la ropa demasiado ceñida y se les marcaba todo: tetas, culo, etc. ¡Un escándalo! Algo que de por sí ya es bastante como para recetarle una cura de sueño, pero como quiera que la prensa le apoyaba porque les proporcionaba carnaza (es que la tal McLeod, a la que presentaba una ethics complaint, corría a contárselo a la prensa, algo expresamente prohibido por la ley) y pronto un abogado izquierdista, Don Mitchell, empezó a financiarle y hasta a asesorarle. Sarah reconoce que alguna vez ha estado tentada de acabar con todo aceptando la multa que fuera con tal de poder olvidarse de ello, pero su abogado, Tom Van Flein, un buen abogado, jamás se lo ha permitido consciente de que eso es pan para hoy y hambre para mañana, además de que es fundamentalmente injusto porque ella no ha violado ninguna ley. Y es que el propio Don Mitchell ya había publicado una entrada en el Huffington Post en septiembre de 2008 anticipando la estrategia de las ethics complaints como medio para arruinar la acción de gobierno de Sarah.
En cuanto a la política de la nueva administración en Washington, la opinión de Sarah es clara: el gobierno no debe meterse en la economía. Y punto. Se opone a todo tipo de “redistribución de la riqueza” porque eso no es más que el quitarle injustamente su dinero trabajosamente ganado a una persona para dárselo a otra. Pero es que además de injusto, no funciona tal y como recuerda Sarah citando a Abraham Lincoln, quien ya dijo que no se puede ayudar a los pobres aplastando a los ricos que invierten y crean puestos de trabajo para ellos porque en ese caso, los ricos simplemente se irán a otro lado y los pobres perderán incluso esa oportunidad de prosperar por su cuenta. Es entonces cuando Sarah empieza a oír de los Tea Parties y eso la llena de ánimo al ver que los estadounidenses están atentos a lo que pasa en SU Casa Blanca y en SU Congreso y que no piensan dejar de estarlo.
Un buen día, Sarah y Todd repasan su situación económica y se llevan un susto al encontrarse con que deben alrededor de 500.000 $ en gastos legales. Y encima, 50.000 $ de ese total corresponden al coste del proceso de selección como candidata a la vicepresidencia, que el GOP se lo carga a ella al no haber ganado las elecciones… ¡Genial! Sarah nos explica entonces que ésa es la misma estrategia que ya emplearon en su momento contra Newt Gingrich. La izquierda, con su pobre mensaje y sus más pobres resultados aún cuando han gobernado, ya no se bate en el terreno de las ideas porque sabe que no tiene ni una que ofrecer, sino que prefiere batir directamente a sus adversarios políticos y Gingrich, que se había convertido en algo raro en la derecha: el líder de un movimiento popular, era el más temible de todos ellos. Así que había que acabar con él como fuera y lo hicieron a base de ethics complaints, un total de 74 que se presentaron en su contra de las cuales 65 eran simplemente ridículas. Sin embargo, hubo una, sólo una, que prosperó y por la que fue condenado a pagar una multa de 300.000 $ y aunque tres años después fue definitivamente exonerado, ya era tarde porque su imagen pública había quedado tocada y se hundió.
Es lo mismo que intentaron con Sarah. Ella también tuvo que tragarse una ethics complaint que no fue descartada del todo. Fue la relacionada con una serie de viajes realizados por ella y su familia que algunos no consideraban hechos “en interés de Alaska”. No había ninguna violación de la ley, pero el investigador demócrata que la tramitaba se vio forzado por el partido a encontrar algo y ante el temor de que se eternizara, finalmente Sarah aceptó reembolsar al Estado el importe de una parte de esos viajes siempre y cuando quedara constancia de que no había vulnerado ninguna ley y que si lo hacía era simplemente como un medio de ayudar a que la legislación relacionada con los viajes de los miembros de la familia del gobernador fuera revisada y reescrita con más claridad. De hecho, Sarah incluso tuvo que reembolsar el importe de un viaje de su hija Bristol que ésta nunca realizó (¡!). Lo hizo simplemente para no seguir atascada con ese asunto por vete tú a saber cuánto tiempo más, pero el resultado práctico fue que por fin los medios de comunicación podían publicar que Sarah había sido encontrada culpable de una violación ética, sin dar más detalles, por supuesto.
Semejante acoso empezó a dar resultados y empeorar su situación familiar: Todd no podía ir siquiera a la sede del Gobierno porque los periodistas le acusaban de ser “el gobernador en la sombra”, sus hijos no podían viajar con ella y tenían que vivir separados (Piper y Trig vivían con su madre en Juneau y Bristol y Willow lo hacían en Wasilla con su padre). Su equipo también empezó a verse afectado ya que las ethics complaints empezaron a apuntar hacia ellos y de la manera como es la legislación de Alaska, tenían que pagarse todos los gastos legales de sus propios bolsillos.
Por fin, un grupo de la Republican Governors Association que viajó a Alaska le advirtió de que estaba siendo “emanuelizada” (por Rahm Emanuel) o “aporreada” y le dicen que está todo recogido en el libro The Thumpin’: How Rahm Emanuel and the democrats learned to be ruthless and ended the republican revolution (El aporreamiento: Cómo Rahm Emanuel y los demócratas aprendieron a dejarse de tonterías y pusieron fin a la revolución republicana). En él se recoge la historia secreta de la campaña electoral de 2006, que devolvió el control del Congreso a los demócratas y fueron el preludio de la victoria de 2008 en las presidenciales.
Y además, seguían dale que te pego con Bristol y su embarazo, Trig y quién era su verdadera madre, etc. Ella sólo pretendía hacer su trabajo, pero no le dejaban. Por fin, su más fiel compañera, Kris Perry, se ve obligada a dimitir incapaz de seguir. A base de ethics complaint tras ethics complaint, su imagen pública iba deteriorándose. Además, le amenazaba la ruina económica. Su amiga Kristan Cole creó un fondo con todas las de la ley para ayudarle a sufragar los gastos legales, pero también se vio afectada por una ethics complaint y hasta ahora no se ha podido tocar un solo dólar de allí. La administración de Alaska estaba prácticamente paralizada.
Sin saber muy bien qué hacer, Sarah habló con Track por teléfono. Aún estando él en Irak, estaba enterado de lo que pasaba y hasta él se sentía afectado y hasta desmoralizado. No quiere que su madre abandone deshonrosamente su puesto sino que le pide que haga lo que haga sea para perseguir un objetivo mejor. Sarah recuerda el consejo de un buen amigo de los Palin: En política, o comes bien o duermes bien. Ella ya no dormía bien. Tiene que ser la gente de Alaska en primer lugar y si no podía responderles cómo ellos le tenían todo el derecho a exigirle que lo hiciera, entonces debía obrar en consecuencia. Por fin, Sarah tomó la decisión de dimitir y cuando lo hizo, no había ningún cálculo en ello. Para ella, era únicamente lo que tenía que hacer y si la consecuencia iba a ser que se hundiera su carrera política, lo asumiría.
El 3 de julio de 2009, Sarah dimitió por la única razón de que era lo mejor para Alaska. Pero lo más divertido fue la reacción de esos mismos que tanto deseaban deshacerse de ella: estaban indignados y corrieron a inventarse algunas calumnias de última hora como, por ejemplo, que dimitía porque el FBI la estaba investigando, algo que el FBI desmintió oficialmente acto seguido. Pero seguían preguntándose por qué había dimitido y por más que se les explicara, era imposible que lo entendieran. Sólo una comentarista, Mary Matalin, comprendió que la inteligencia de una estrategia que no sólo desarmaría a sus oponentes sino que además la dejaría libre para viajar y recaudar dinero y favorecer las causas que quisiera. Ciertamente fue la única que demostró tener luces porque reconozco que yo también me volví tarumba aquel día (fui tibio, pero prometo no volver a serlo nunca más). Pero lo peor es que la izquierda, a estas alturas, sigue sin entenderlo. Y es que no es extraño porque el izquierdismo perjudica seriamente el uso de las capacidades racionales.
Y como quiera que en la foto anterior no aparece el miembro más joven de la familia Palin, para compensar, aquí le dedico una foto en exclusiva para él sólo con su mamá. Su hippie boy como lo llama Sarah (le gusta que lleve el pelo largo y ciertamente parece un hippie) en brazos de su madre, saludando a sus partidarios durante un acto de su reciente gira. ¿A que será estupendo ver a Trig trastear en el Despacho Oval en 2013? ¡Ay, Piper, que te va a robar el protagonismo! No te preocupes, tú siempre serás mi Palin favorita.