La familia para Sarah Palin

21/07/2010

 

Ahora que está de moda eso de hablar de “líneas rojas” para referirse a una cuestión sobre la que no cabe negociación alguna, no está de más que les recuerde que uno de esas “líneas rojas” que me marqué yo mismo al principio de los tiempos de este blog fue la de no entrar a comentar bajo ninguna circunstancia la vida privada de Sarah Palin, salvo lo justo para mencionar que está casada, que tiene cinco hijos y que vive en una casa a orillas de un lago en Wasilla (Alaska). Fuera de eso, ni la más mínima palabra sobre lo que hacen o dejan de hacer en su casa ella y su familia. Y como quiera que me considero un hombre de palabra, aunque reconozco que he dejado de seguir la norma que me había impuesto de no referirme nunca al presidente Obama más que por metáforas al estilo de “el actual ocupante de la Casa Blanca”, “el okupa del Despacho Oval” o “el tarugo ensoberbecido ese” más que nada por cuestiones de estilo y economía de palabras, estoy cada día más convencido de que es de lo más adecuado que siga ciñéndome a mi promesa original de no comentar su vida privada y así evitar el convertirme en un vulgar basuriblog como hay tantos por ahí fuera. Todo esto viene a cuento de la que se ha armado recientemente con la vuelta al redil de Levi Johnston, el padre de Tripp, el hijo de Bristol Palin, con quien parece finalmente que ésta se va a casar y formar una familia, ser felices y comer alce porque perdices dudo que haya en Alaska. ¿Qué quieren que les diga? A mí el tipo ese me parece un canalla y no creo en su rehabilitación más que en la promesa de un político, cualquier político, español, pero igual me equivoco y yo soy un malpensado que encima se equivoca, así que dejemos a Bristol que decida ella por su cuenta que, al fin y al cabo, es quien mejor conoce al padre de su hijo… ¡y recemos para que no sea un truco del bicho ese para recopilar información y montar una nueva gira de difamación en pleno 2012! ¡Glups!

Sarah Palin durante un discurso reciente. ¡Ah, qué duro es ser madre cuando los hijos empiezan a tener ya edad de hacer tonterías! O sea, cuando se hacen adolescentes. Bristol es el ejemplo palmario de ello: cometió una y muy grande. Confiemos en que no esté cometiendo otra. Yo no tengo hijos, así que mejor haría callándome, pero si yo fuera Todd Palin (no caerá esa breva), reconozco que a estas alturas estaría limpiando mi mejor rifle, por si acaso. Sólo por si acaso.

Que su familia es algo muy importante para Sarah Palin, no hay quien lo pueda negar. Basta con leer algunas páginas, cualesquiera, de su autobiografía Going Rogue, para darse cuenta de ello. Casada muy joven, a los veinticuatro años, con el único novio que ha tenido, Todd, y madre de su primer hijo, Track, al año siguiente, cuando ella tenía veinticinco, su historia es tan distinta a la que pretenden las mujeres feministas para todas las demás que causa sensación siquiera porque no estamos acostumbrados a ejemplos como el suyo: Sarah no tiene un extenso historial sentimental del que alardear (si es que se puede alardear de haber pasado por más o menos camas, que al fin y al cabo es de lo que se trata), se casó porque no concebía el convivir con Todd sin haber dado ese paso antes (o sea, que debía ser su marido y nada más que su marido y no uno de esos eufemismos tan en boga actualmente como “pareja”, “compañero sentimental” o “churri”) y si se casó, fue porque se amaban y para formar una familia, o sea, tener hijos (y no para reunir dos sueldos meramente).

Todo esto es tan sorprendente en los tiempos, malos tiempos, que corremos que uno pensaba que sólo podía darse en un sitio tan remoto como lo puede ser la propia Alaska si no fuera porque a raíz del conocimiento de la historia de Sarah Palin provocado por su irrupción en el panorama político estadounidense aquel día en que John McCain la anunció delante de todos como su compañera de ticket, hemos ido conociendo muchas más historias de mujeres como ella para quienes su familia es lo principal en sus vidas y que, sin renunciar a nada, saben que hay un tiempo para la sazón de cada cosa. Incluso en este mismo blog, una de sus lectoras más queridas por todos nosotros tiene una historia similar a la de Sarah y ha tenido la generosidad de compartirla con todos nosotros.

Ahora, después de veintidós años de matrimonio y habiendo sido padres de cinco hijos y abuelos ya de un nieto, los Palin, Sarah y Todd, se han convertido en un referente para todas aquellas mujeres que piensan que ya está bien de luchar por ser lo que no son, hombres, masculinizándose, y que mejor sería que en lugar de eso pelearan por su femineidad y por un mundo donde las trabas que puedan encontrarse todavía por el mero motivo de su sexo sean cada vez menores. Y es que la verdad oculta en el fondo, muy en el fondo, del pensamiento feminista consiste en que para el feminismo, las mujeres son más despreciadas incluso de lo que lo son por parte del pensamiento machista. Para las feministas, la mujer es un ser débil e indefenso que debe ser constantemente protegido por el estado, guiado por él y favorecido por él incluso discriminatoriamente ya que dan por supuesto que es incapaz de luchar en pie de igualdad con un hombre, estando siempre oprimidas por ellos aunque eso no sea cierto (pero queda tan bien lo de hacerse las víctimas… y es tan rentable también). El resultado de ello es que para una mujer que aspire a tener una carrera profesional, la única posibilidad que tiene de lograr su objetivo consiste en renunciar expresamente a ser mujer, a todo aquello que la hace mujer, en concreto, y asumir en su lugar un rol masculino con todo lo que eso tiene de ridículo y que vemos constantemente en nuestras políticas, mujeres que poco tienen realmente de mujeres y que uno piensa lo mucho que deben de rabiar diariamente por no poder afeitarse.

Como quiera que esas mujeres tan viriles ellas odian en su fuero interno todo lo que las hace mujeres, su condición femenina, y esa condición femenina viene señalada sobre todo por su capacidad de concebir y engendrar hijos, pues odian eso especialmente y lo odian con tanta pasión que uno no puede dejar de pensar si el entusiasta apoyo que muestran por el aborto, tan fanático como para no dignarse a conceder siquiera a las mujeres en situación problemática otra posibilidad más que ésa, no es más que un trastorno psicológico que el majadero de Freud bien pudiera haber estudiado, pero que, para abreviar, ya lo hizo recientemente Lori Ziganto, una comentarista política estadounidense, y su diagnóstico fue claro: feminifobia. Y mucho me temo que dio en el clavo: mero odio a las mujeres por parte de unas mujeres que lo que desean en su fuero interno, realmente, es ser hombres. Y como que las mujeres son fundamentalmente madres, entonces odio también a sus hijos nonatos que procurarán destruir de la manera que sea, todo con tal de terminar convirtiéndolas en seres privados de su femineidad y empeñados en negar sus propios sentimientos.

Por esto el ejemplo de Sarah Palin es tan importante y por esto las feministas la odian tanto. Porque ella es la prueba viviente de que todo lo que llevan tantos años predicando no es más que una sarta de mentiras. Sarah Palin es Houdini desenmascarando a una médium tramposa, Galileo insistiendo en que a pesar de todo la Luna se mueve y Schliemann excavando en Turquía para descubrir una Troya que todos insistían en que no existía. Sarah Palin es mujer, parece mujer, se comporta como una mujer, a muchos hombres nos atrae especialmente como mujer y, además de ser eso y esposa, madre y abuela, es también una reputada política que ha sido concejal, alcaldesa, gobernadora de Alaska, candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos y, muy posiblemente, candidata a la presidencia y futura presidenta de Estados Unidos. ¡Y todo ello con cinco hijos, uno de ellos con síndrome de Down! Pero, ¿no nos habían repetido machaconamente las feministas que para una mujer, si quería tener una carrera profesional y más si esa carrera es política, el único camino era renunciar a la familia y que un embarazo era absolutamente incompatible con el progreso por el escalafón corporativo? ¡Caramba! Si Sarah Palin llega a hacerles caso y se queda sin hijos, teniendo en cuenta todo lo que ha logrado ya con cinco, igual a estas alturas era ya emperatriz de la Alianza Galáctica en lugar de quedarse en mera presidenta de un pequeño país terrícola como lo es Estados Unidos.

Durante todo este tiempo que llevamos siguiendo a Sarah Palin, hemos tenido la oportunidad de conocerla a ella y a Todd, su marido, a quien yo considero como el verdadero ariete que ha logrado quebrar las columnas del moderno templo filisteo del feminismo, a la manera de un Sansón moderno y con perilla, pero también hemos conocido a sus hijos: a Track, el valiente y patriota joven que, en palabras de su propia madre, jamás ha sido un contestatario ni un rebelde ni nada de eso que tanto alegra a los progres cuando les sucede a los hijos de sus amigos porque ven en ello un motivo de pena para ellos y un progre jamás se alegrará de la felicidad ajena, sino de su desgracia; a Bristol, la joven madre que ha tenido la desgracia de cometer un error quedándose embarazada a su edad, pero que parece dispuesta a aprender de sus errores y a dar testimonio para que otras jóvenes como ella no caigan en el mismo error; a la adolescente Willow, discreta y callada, pero muy decidida y capaz perfectamente de desmontar un carburador y volverlo a montar sin que le sobre ni una pieza, ya que aprendió con su padre, en una demostración perfecta de que en lugar de clamar porque todos los mecánicos son hombres y se aprovechan de las mujeres que no saben reparar una avería, lo que hay que hacer es abrir el capó y empezar a hurgar ahí dentro y si te rompes una uña pues mala pata; a la pequeña Piper, una niña a la que sus padres están procurando que nadie le arrebate su niñez y que es la más fiel escudera de Sarah Palin, el miembro de la familia que más veces le acompaña y que a su corta edad ha vivido ya más experiencias únicas y conocido a más gente importante de lo que podemos aspirar a hacer ustedes y yo; y, por fin, el pequeño Trig, ejemplo de fortaleza y valor por parte de sus padres que supieron sobreponerse a sus temores y comprender que todos los niños del mundo tienen una vida que vivir y que todas ellas merecen la pena ser vividas. Tal vez algún día el pequeño Trig comprenda la suerte que ha tenido de nacer en una familia que entra dentro de ese pequeño 10% compuesto por las familias estadounidenses que se niegan a abortar a un hijo diagnosticado de síndrome de Down y seguramente piense en ese 90% de niños a los que se les ha arrebatado la vida y aún pretenden que lo han hecho por compasión y “porque era lo mejor para él” cuando en realidad no se trataba más que de egoísmo y de orgullo herido, el egoísmo de no querer comprender que cuando uno tiene un hijo, sus valores deben cambiar radicalmente y dejar de pensar en sí mismo para pensar por completo en el niño y el orgullo de negarse a aceptar a un hijo que consideran “defectuoso” cuando no simplemente “tonto”.

Cuando Sarah Palin se presentó al mundo en Minneapolis, durante la convención republicana de 2008, se definió a sí misma como una “hockey mom” y es cierto que lo era. Con los años, la definición ha cambiado ligeramente y ahora habla de las “grizzlie moms”. La diferencia estriba en que una hockey mom no va por ahí sacudiendo a la gente con el stick de hockey de su hijo, pero una grizzlie mom… bueno, cuidado con ella como alguien pretenda hacer daño a sus oseznos, ¿eh? Suerte tendrá si sólo se lleva un zarpazo. Y es que durante estos dos años, Sarah Palin ha tenido que sacar las uñas más de una vez en defensa de sus hijos cuando algunos desalmados al estilo del viejo crápula de David Letterman han pretendido sobrepasar los límites que tanto esfuerzo ponen en no sobrepasar cuando se trata de las hijas del presidente Obama, pero que tan poco ponen cuando se trata de su familia.

Y es que la familia sigue siendo el pilar fundamental de la sociedad occidental. Una familia en la que todos sus miembros son libres e iguales y se apoyan mutuamente en su búsqueda de la felicidad y en la que nadie debería ser privado de su derecho a nacer y a encontrar su destino dentro de ella. Sarah Palin es la primera que comprende eso y que se esfuerza a través de su ejemplo personal en recordárnoslo a aquellos de nosotros que podamos haberlo olvidado. La familia ha sido, es y será; la familia permanece y cuando todo está perdido, sólo la familia está ahí para acogerte y hacerte saber que no estás solo. Pero la familia, no una comuna hippie ni un koljós comunista ni el partido sea cual sea éste. Sólo la familia. Y la base de una familia es su madre. Y sólo una mujer puede ser madre. Malos tiempos serán para la Humanidad cuando éstas ya no lo quieran ser y prefieran ser otra cosa. Quiera Dios que nunca lleguen. Pero, por si acaso, tomemos ejemplo de mujeres como la propia Sarah Palin, Michelle Bachmann o Rachel Campos-Duffy y comprendamos de una vez por todas que ser mujer, ser madre y ser una profesional competente no está en absoluto reñido una cosa con otra. Y si alguien pretende que sí, entonces es un mentiroso. O una mentirosa, más bien.


Semanario Atlántico se convierte en Portal Atlántico

30/06/2010

 

Esta semana está resultando una semana nerviosa que diría Miguel Induráin. No es sólo que me haya liado la manta a la cabeza y haya decidido escribir America is ready!, ese libro sobre Sarah Palin que les he anunciado, sino que los amigos de Semanario Atlántico, donde suelo publicar, han cambiado totalmente de enfoque y ahora, en lugar de ser una revista donde los distintos colaboradores íbamos dejando nuestros artículos, pasa a convertirse en lo que se llama un “agregador de blogs”, relacionando los respectivos blogs de cada uno de nosotros con lo que eso supone de facilidad de acceso para todos ustedes y de mayor “visibilidad” (si es que se puede llamar así) para todos nosotros. La nueva página web se llama Portal Atlántico y, aunque todavía se trata de una versión beta (o sea, en fase de pruebas), promete y mucho.

Magnífica idea la de los amigos del viejo Semanario Atlántico, ahora ya Portal Atlántico. Los mejores autores (salvo yo, que todavía no sabe nadie muy bien cómo he podido colarme ahí) liberal-conservadores reunidos en una única página web permanentemente actualizada. ¡Ah, qué cosas tiene la técnica! Y eso que todavía no hace un año que nos embarcamos todos en esta apasionante aventura ideada por Alberto Acereda. ¡Lo que hemos corrido desde entonces! Y aún le faltan algunos retoques para quedar a punto de revista. Échenle un vistazo porque esta imagen que les ofrezco ya se ha quedado vieja.

Una de las consecuencias del nuevo enfoque de Portal Atlántico es que ya no tendré que preparar un artículo semanal expresamente para su publicación allí lo que, en cierta medida, ahora que empiezo a experimentar lo que puede llegar a suponer la preparación y posterior redacción de un libro, me viene como anillo al dedo. ¿Lo ven? Es una  señal. Dios quiere que escriba el libro y me facilita la faena. ¿Alguien tiene dudas todavía?

Sin embargo, el hombre (y yo especialmente) es un animal de costumbres y no puedo negar lo mucho que me divierto escribiendo estos artículos, así que continuaré haciéndolo. Incluso creo que son el tipo de artículo ideal para los domingos: breves, concisos pero sustanciosos y fáciles de leer. No lo sé todavía; la verdad es que el cambio de enfoque de Semanario Atlántico me ha cogido por sorpresa y aún tengo que acostumbrarme a él. ¡Ay, si ya les digo yo que soy de hábitos ordenados y en cuanto me cambian de sitio un papel de encima de la mesa y me pierdo! Cosas de la edad, imagino.

En cuanto a lo del libro, prometí tenerles informados y las promesas están para cumplirlas, ¿no? (si me leyera un político, ahora mismo estaría en el suelo, retorciéndose de risa). Acabo de empezar prácticamente y el plan es ir documentando adecuadamente cada uno de los capítulos antes de empezar a escribir, algo que pretendo hacer durante este mes de agosto que tendré vacaciones y estaré más tranquilo. He empezado con el Sarah PAC, que ya está listo, y acabó de terminar con el discurso de Sarah Palin en Nashville durante la convención nacional del Tea Party. Y sigo avanzando. La parte de generalidades sobre la política estadounidense es una cosa que ya tenía preparada hace mucho tiempo, de cuando empecé a interesarme por la política estadounidense y comprendí que tenía que saber de qué hablaba antes siquiera de abrir la boca. Y por lo que se refiere a la biografía de Sarah Palin, pues mis propias entradas me sirven muy bien para ello, combinado con el relato que hace la propia Sarah en su autobiografía Going Rogue. O sea, que vamos bien, acumulando datos y más datos y temiéndome alguna que otra vez si no me habré metido en un fregado superior a mis fuerzas, pero es sólo un momento de duda y pronto recupero la confianza. Mi amiga Marta me dice que yo sólo soy feliz en el mundo de Sarah y ciertamente tiene toda la razón. Ojalá pudiera quedarme en él para siempre y no tener que volver a la realidad de mi jefe gritón, un coche siempre averiado y la imposibilidad de que me salga bien una paella siquiera por casualidad.

Y para terminar, les dejo con el que iba a ser el artículo de esta semana en Semanario Atlántico y que no ha llegado a tiempo de ser publicado. Confío en que les guste. Ya les digo que me lo paso pipa escribiéndolos.

EL “NUEVO FEMINISMO” DE LOS PALIN

Uno recuerda hace muchos años, en 1992, la campaña electoral en Estados Unidos, la primera a la que le presté cierta atención. Por un lado, estaba el aburrido republicano George H. W. Bush, reciente vencedor de la Guerra del Golfo pero indigno de toda confianza después de aquello que dijera en su momento de “read my lips: no more taxes” (leedme los labios: no más impuestos), no siendo capaz luego de hacer honor a su palabra. Por el otro, estaba el simpático demócrata Bill Clinton, cuya mujer, Hilary, resultaba una personalidad tan o más atractiva que la suya y que dio lugar a ese divertido lema que decía: “Vota por el marido de Hilary”. Luego se vio que la tal Hilary tenía mucho cuento y que su marido valía dos pesetas, pero en aquel entonces eran la pareja más interesante de Estados Unidos y juntos parecían destinados a revivir los tiempos dorados de J.F.K.

Finalmente, Bush recibió el castigo que se merecía y los Clinton entraron en la Casa Blanca, la primera vez en toda la historia en que las elecciones parecía que las habían ganado un matrimonio y no sólo él, que era el candidato. Y es que el historial de Hilary, que hasta entonces había mantenido su apellido, Rodham, no adoptando el de su marido como es tradicional en Estados Unidos, así como su experiencia como abogada, prometían el inicio de una nueva era dentro del movimiento feminista caracterizada por el inicio de la cuenta atrás para la llegada por fin de una mujer a la Casa Blanca, pero no como consorte sino como titular del cargo de presidente: quedaban ocho años, justo los que tardaría Bill en ceder el paso a Hilary.

Así pues, Hilary se convirtió en el modelo de toda mujer estadounidense (demócrata por supuesto porque a las conservadoras maldita la gracia que les hacía). Luego, según fue pasando el tiempo, llegaron las decepciones para ella, empezando por la metedura de pata del Hilarycare hasta la humillación final que, para más inri, le infligió su propio marido cuando estalló el escándalo de Monica Lewinsky y Hilary tuvo que tragarse sus palabras anteriores de que ella no iba a ser nunca “una Tammy Wynette cualquiera” y que eso de “stand by your man” (quédate al lado de tu hombre) no iba con ella. Al final, no sólo se quedó a su lado sino que lo hizo de tal manera que causaba casi sonrojo verlo por lo muy claro que estaba que lo hacía exclusivamente por interés político. Pese a sus rijosidades, Bill era alguien demasiado importante dentro del Partido Demócrata como para perder su apoyo, sobre todo cuando una pretende ser senadora y tiene en mente una futura candidatura presidencial.

Transcurrieron los años y los Clinton salieron de la Casa Blanca con más pena que gloria y los estadounidenses escogieron a George W. Bush como su sucesor en lugar de a Hilary, quien visto que no era el mejor momento para saltar a la palestra, prefirió un cómodo escaño en el Senado para pasar su purgatorio a la espera de que llegara su oportunidad en 2008, algo en lo que coincidían con ella las feministas, convencidas de que iba a ser ella la primera mujer presidente de Estados Unidos, culminando así todas sus aspiraciones.

Llegó 2008 y Hilary se presentó pues como candidata a la nominación y parecía tenerlo todo a su favor, salvo dos cosas que nunca se hubiera imaginado que iban a sucederle a ella: la primera, que sería un hombre, Barack Obama, y demócrata además, quien empleara en su contra todas las tretas sucias que ya se imaginaba que iban a utilizar por el mero hecho de ser mujer; y segundo, que sería una mujer, Sarah Palin, y republicana además, quien despertaría la admiración de la mayoría de las mujeres de Estados Unidos.

Hilary no logró superar esos dos obstáculos: Obama se demostró demasiado hábil en el juego sucio y tenía además la ventaja añadida de estar dispuesto a jugar la carta racial contra la carta feminista y hacerla valer. En cuanto a Palin, ya hemos visto hasta dónde ha llegado. No sólo ha sobrevivido a una candidatura electoral fracasada, sino también a la más repulsiva campaña de acoso que se pueda uno imaginar. Y lo ha hecho siempre con una sonrisa en los labios.

En definitiva, las feministas quedaron bien chasqueadas. Y ahora están enfurecidas además porque resulta que es Palin quien está convirtiéndose en la gran esperanza de las mujeres de Estados Unidos, hasta el punto de que ya se habla de una nueva era dentro del movimiento feminista, una era que arrumbará con los postulados izquierdistas que habían definido hasta entonces ese movimiento para adoptar otros en los que la mujer deja de ser vista como un mero “objeto” con el que hacer política para ser un “sujeto” que hace política. Pues claro que la vieja guardia feminista está que se sube por las paredes. ¿Cómo iban a estar si no? Y es por eso que llevan meses descargando todo su veneno sobre Palin, a quien han acusado de ser “anti-feminista” y hasta de estar “en contra de las mujeres”, acusaciones a las que ésta ha replicado sencillamente no diciendo nada, sonriendo encantadoramente y cogiendo a su pequeño Trig en brazos para darle su papilla antes de salir al escenario a pronunciar un discurso en cualquier lugar de Estados Unidos.

¿Qué es lo que odian tanto las feministas de izquierdas de Palin que las iguala con unas fanáticas religiosas ansiosas por quemar en la hoguera a una hereje? ¿Es la historia de su vida? ¿Son sus logros profesionales? ¿Es su firme voluntad de ser ella y nadie más que ella quien tome sus propias decisiones? Indudablemente, Palin representa lo contrario que esas feministas llevan predicando durante tanto tiempo: que una mujer puede sentirse realizada teniendo un marido y una familia sin tener por ello que renunciar a una carrera profesional o, si ése es su deseo, tomando la elección de ser un ama de casa volcada completamente en su familia.

Palin es la demostración irrefutable de que las feministas están equivocadas… y ellas lo saben. Y por eso la odian con esa pasión. Después de tantos y tantos años pretendiendo que las mujeres se “masculinizasen”, ahora viene una de Alaska, el estado más machista de Estados Unidos, y resulta que no sólo es joven, atractiva e inteligente (aunque esto último se niegan en redondo a reconocerlo), sino que encima está casada con su novio del instituto (¡no se ha divorciado!), tiene cinco hijos (¡ni que fuera un conejo!), uno de los cuales padece síndrome de Down y ella lo sabía antes de dar a luz (¡y no quiso abortar!), tiene una gran familia llena de hermanos, tíos, sobrinos y primos que se apoyan infatigablemente unos a otros (¡no tiene a una inmigrante contratada como canguro!) y lo que es peor, todo eso no le ha impedido desarrollar una exitosa carrera política que ninguna de esas feministas podría llegar a soñar siquiera para ella misma. Y encima su marido es un hombre sin asomo de afeminamiento que no sólo ha apoyado siempre a su esposa en todas sus decisiones sino que lo ha hecho sin sentir la más mínima envidia, discretamente, sin pretender ocupar el centro del escenario (algo a lo que el Clinton es incapaz de resistirse y si no que se lo pregunten a la Clinton) y que no tiene el más mínimo reparo en quedarse en casa y ocuparse de sus hijos al igual que ella, quien en algunos momentos de su vida ha sido meramente un ama de casa y no se avergüenza en absoluto de ello.

Mucho se está hablando últimamente por ahí acerca de si Palin está redefiniendo el concepto de feminismo, pero en mi opinión hay una inexactitud en esa pretensión: es cierto que lo está redefiniendo, devolviéndole precisamente esa parte de humanidad que había perdido cuando el feminismo lo único que pretendía era ocupar puestos de poder en la vida pública a costa de lo que fuera, incluso de la vida privada de sus militantes, pero no es Sarah Palin quien lo está haciendo exclusivamente sino los Palin, ella y Todd. Que nadie dé de lado a quien tan importante es para Sarah  y sin cuyo firme apoyo es seguro que Sarah no hubiera llegado adonde lo ha hecho. Muchas mujeres admiran a Sarah por lo que es y lo que representa, pero al admirarla ninguna de ellas puede dejar de prestar atención a Todd, siempre tan callado, siempre tan silencioso, pero siempre tan efectivo, ya sea para ocuparse de los niños mientras ella redacta su próximo discurso como para levantar una valla para evitar el espionaje de un vecino.

En el matrimonio de los Palin más de una mujer estadounidense se ve reflejada: dos jóvenes que se enamoraron, se casaron, tuvieron hijos y los consideraron una bendición de Dios y no una carga, pasaron por momentos mejores y peores, prosperaron, levantaron una familia y ahora, ya asentados, cuando echan la mirada atrás y recuerdan, no pueden dejar de sentirse orgullosos de ser simplemente una buena familia americana más con motivos para contemplar el futuro con optimismo. Igual que Sarah y Todd. Igual que millones de matrimonios estadounidenses para quienes el único techo que les interesa es el de su propia casa, que no es de cristal y que no tienen la más mínima intención de romper. Y cuidado con quien pretenda hacerlo y dejarles a la intemperie. La Segunda Enmienda es una cosa que uno se toma muy en serio cuando tiene la responsabilidad de unos hijos. Avisados quedan. Si hasta el Tribunal Supremo lo ha tenido que reconocer finalmente.

Hasta la próxima, amigos. Volveré lo antes posible.