Ahora que está de moda eso de hablar de “líneas rojas” para referirse a una cuestión sobre la que no cabe negociación alguna, no está de más que les recuerde que uno de esas “líneas rojas” que me marqué yo mismo al principio de los tiempos de este blog fue la de no entrar a comentar bajo ninguna circunstancia la vida privada de Sarah Palin, salvo lo justo para mencionar que está casada, que tiene cinco hijos y que vive en una casa a orillas de un lago en Wasilla (Alaska). Fuera de eso, ni la más mínima palabra sobre lo que hacen o dejan de hacer en su casa ella y su familia. Y como quiera que me considero un hombre de palabra, aunque reconozco que he dejado de seguir la norma que me había impuesto de no referirme nunca al presidente Obama más que por metáforas al estilo de “el actual ocupante de la Casa Blanca”, “el okupa del Despacho Oval” o “el tarugo ensoberbecido ese” más que nada por cuestiones de estilo y economía de palabras, estoy cada día más convencido de que es de lo más adecuado que siga ciñéndome a mi promesa original de no comentar su vida privada y así evitar el convertirme en un vulgar basuriblog como hay tantos por ahí fuera. Todo esto viene a cuento de la que se ha armado recientemente con la vuelta al redil de Levi Johnston, el padre de Tripp, el hijo de Bristol Palin, con quien parece finalmente que ésta se va a casar y formar una familia, ser felices y comer alce porque perdices dudo que haya en Alaska. ¿Qué quieren que les diga? A mí el tipo ese me parece un canalla y no creo en su rehabilitación más que en la promesa de un político, cualquier político, español, pero igual me equivoco y yo soy un malpensado que encima se equivoca, así que dejemos a Bristol que decida ella por su cuenta que, al fin y al cabo, es quien mejor conoce al padre de su hijo… ¡y recemos para que no sea un truco del bicho ese para recopilar información y montar una nueva gira de difamación en pleno 2012! ¡Glups!
Sarah Palin durante un discurso reciente. ¡Ah, qué duro es ser madre cuando los hijos empiezan a tener ya edad de hacer tonterías! O sea, cuando se hacen adolescentes. Bristol es el ejemplo palmario de ello: cometió una y muy grande. Confiemos en que no esté cometiendo otra. Yo no tengo hijos, así que mejor haría callándome, pero si yo fuera Todd Palin (no caerá esa breva), reconozco que a estas alturas estaría limpiando mi mejor rifle, por si acaso. Sólo por si acaso.
Que su familia es algo muy importante para Sarah Palin, no hay quien lo pueda negar. Basta con leer algunas páginas, cualesquiera, de su autobiografía Going Rogue, para darse cuenta de ello. Casada muy joven, a los veinticuatro años, con el único novio que ha tenido, Todd, y madre de su primer hijo, Track, al año siguiente, cuando ella tenía veinticinco, su historia es tan distinta a la que pretenden las mujeres feministas para todas las demás que causa sensación siquiera porque no estamos acostumbrados a ejemplos como el suyo: Sarah no tiene un extenso historial sentimental del que alardear (si es que se puede alardear de haber pasado por más o menos camas, que al fin y al cabo es de lo que se trata), se casó porque no concebía el convivir con Todd sin haber dado ese paso antes (o sea, que debía ser su marido y nada más que su marido y no uno de esos eufemismos tan en boga actualmente como “pareja”, “compañero sentimental” o “churri”) y si se casó, fue porque se amaban y para formar una familia, o sea, tener hijos (y no para reunir dos sueldos meramente).
Todo esto es tan sorprendente en los tiempos, malos tiempos, que corremos que uno pensaba que sólo podía darse en un sitio tan remoto como lo puede ser la propia Alaska si no fuera porque a raíz del conocimiento de la historia de Sarah Palin provocado por su irrupción en el panorama político estadounidense aquel día en que John McCain la anunció delante de todos como su compañera de ticket, hemos ido conociendo muchas más historias de mujeres como ella para quienes su familia es lo principal en sus vidas y que, sin renunciar a nada, saben que hay un tiempo para la sazón de cada cosa. Incluso en este mismo blog, una de sus lectoras más queridas por todos nosotros tiene una historia similar a la de Sarah y ha tenido la generosidad de compartirla con todos nosotros.
Ahora, después de veintidós años de matrimonio y habiendo sido padres de cinco hijos y abuelos ya de un nieto, los Palin, Sarah y Todd, se han convertido en un referente para todas aquellas mujeres que piensan que ya está bien de luchar por ser lo que no son, hombres, masculinizándose, y que mejor sería que en lugar de eso pelearan por su femineidad y por un mundo donde las trabas que puedan encontrarse todavía por el mero motivo de su sexo sean cada vez menores. Y es que la verdad oculta en el fondo, muy en el fondo, del pensamiento feminista consiste en que para el feminismo, las mujeres son más despreciadas incluso de lo que lo son por parte del pensamiento machista. Para las feministas, la mujer es un ser débil e indefenso que debe ser constantemente protegido por el estado, guiado por él y favorecido por él incluso discriminatoriamente ya que dan por supuesto que es incapaz de luchar en pie de igualdad con un hombre, estando siempre oprimidas por ellos aunque eso no sea cierto (pero queda tan bien lo de hacerse las víctimas… y es tan rentable también). El resultado de ello es que para una mujer que aspire a tener una carrera profesional, la única posibilidad que tiene de lograr su objetivo consiste en renunciar expresamente a ser mujer, a todo aquello que la hace mujer, en concreto, y asumir en su lugar un rol masculino con todo lo que eso tiene de ridículo y que vemos constantemente en nuestras políticas, mujeres que poco tienen realmente de mujeres y que uno piensa lo mucho que deben de rabiar diariamente por no poder afeitarse.
Como quiera que esas mujeres tan viriles ellas odian en su fuero interno todo lo que las hace mujeres, su condición femenina, y esa condición femenina viene señalada sobre todo por su capacidad de concebir y engendrar hijos, pues odian eso especialmente y lo odian con tanta pasión que uno no puede dejar de pensar si el entusiasta apoyo que muestran por el aborto, tan fanático como para no dignarse a conceder siquiera a las mujeres en situación problemática otra posibilidad más que ésa, no es más que un trastorno psicológico que el majadero de Freud bien pudiera haber estudiado, pero que, para abreviar, ya lo hizo recientemente Lori Ziganto, una comentarista política estadounidense, y su diagnóstico fue claro: feminifobia. Y mucho me temo que dio en el clavo: mero odio a las mujeres por parte de unas mujeres que lo que desean en su fuero interno, realmente, es ser hombres. Y como que las mujeres son fundamentalmente madres, entonces odio también a sus hijos nonatos que procurarán destruir de la manera que sea, todo con tal de terminar convirtiéndolas en seres privados de su femineidad y empeñados en negar sus propios sentimientos.
Por esto el ejemplo de Sarah Palin es tan importante y por esto las feministas la odian tanto. Porque ella es la prueba viviente de que todo lo que llevan tantos años predicando no es más que una sarta de mentiras. Sarah Palin es Houdini desenmascarando a una médium tramposa, Galileo insistiendo en que a pesar de todo la Luna se mueve y Schliemann excavando en Turquía para descubrir una Troya que todos insistían en que no existía. Sarah Palin es mujer, parece mujer, se comporta como una mujer, a muchos hombres nos atrae especialmente como mujer y, además de ser eso y esposa, madre y abuela, es también una reputada política que ha sido concejal, alcaldesa, gobernadora de Alaska, candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos y, muy posiblemente, candidata a la presidencia y futura presidenta de Estados Unidos. ¡Y todo ello con cinco hijos, uno de ellos con síndrome de Down! Pero, ¿no nos habían repetido machaconamente las feministas que para una mujer, si quería tener una carrera profesional y más si esa carrera es política, el único camino era renunciar a la familia y que un embarazo era absolutamente incompatible con el progreso por el escalafón corporativo? ¡Caramba! Si Sarah Palin llega a hacerles caso y se queda sin hijos, teniendo en cuenta todo lo que ha logrado ya con cinco, igual a estas alturas era ya emperatriz de la Alianza Galáctica en lugar de quedarse en mera presidenta de un pequeño país terrícola como lo es Estados Unidos.
Durante todo este tiempo que llevamos siguiendo a Sarah Palin, hemos tenido la oportunidad de conocerla a ella y a Todd, su marido, a quien yo considero como el verdadero ariete que ha logrado quebrar las columnas del moderno templo filisteo del feminismo, a la manera de un Sansón moderno y con perilla, pero también hemos conocido a sus hijos: a Track, el valiente y patriota joven que, en palabras de su propia madre, jamás ha sido un contestatario ni un rebelde ni nada de eso que tanto alegra a los progres cuando les sucede a los hijos de sus amigos porque ven en ello un motivo de pena para ellos y un progre jamás se alegrará de la felicidad ajena, sino de su desgracia; a Bristol, la joven madre que ha tenido la desgracia de cometer un error quedándose embarazada a su edad, pero que parece dispuesta a aprender de sus errores y a dar testimonio para que otras jóvenes como ella no caigan en el mismo error; a la adolescente Willow, discreta y callada, pero muy decidida y capaz perfectamente de desmontar un carburador y volverlo a montar sin que le sobre ni una pieza, ya que aprendió con su padre, en una demostración perfecta de que en lugar de clamar porque todos los mecánicos son hombres y se aprovechan de las mujeres que no saben reparar una avería, lo que hay que hacer es abrir el capó y empezar a hurgar ahí dentro y si te rompes una uña pues mala pata; a la pequeña Piper, una niña a la que sus padres están procurando que nadie le arrebate su niñez y que es la más fiel escudera de Sarah Palin, el miembro de la familia que más veces le acompaña y que a su corta edad ha vivido ya más experiencias únicas y conocido a más gente importante de lo que podemos aspirar a hacer ustedes y yo; y, por fin, el pequeño Trig, ejemplo de fortaleza y valor por parte de sus padres que supieron sobreponerse a sus temores y comprender que todos los niños del mundo tienen una vida que vivir y que todas ellas merecen la pena ser vividas. Tal vez algún día el pequeño Trig comprenda la suerte que ha tenido de nacer en una familia que entra dentro de ese pequeño 10% compuesto por las familias estadounidenses que se niegan a abortar a un hijo diagnosticado de síndrome de Down y seguramente piense en ese 90% de niños a los que se les ha arrebatado la vida y aún pretenden que lo han hecho por compasión y “porque era lo mejor para él” cuando en realidad no se trataba más que de egoísmo y de orgullo herido, el egoísmo de no querer comprender que cuando uno tiene un hijo, sus valores deben cambiar radicalmente y dejar de pensar en sí mismo para pensar por completo en el niño y el orgullo de negarse a aceptar a un hijo que consideran “defectuoso” cuando no simplemente “tonto”.
Cuando Sarah Palin se presentó al mundo en Minneapolis, durante la convención republicana de 2008, se definió a sí misma como una “hockey mom” y es cierto que lo era. Con los años, la definición ha cambiado ligeramente y ahora habla de las “grizzlie moms”. La diferencia estriba en que una hockey mom no va por ahí sacudiendo a la gente con el stick de hockey de su hijo, pero una grizzlie mom… bueno, cuidado con ella como alguien pretenda hacer daño a sus oseznos, ¿eh? Suerte tendrá si sólo se lleva un zarpazo. Y es que durante estos dos años, Sarah Palin ha tenido que sacar las uñas más de una vez en defensa de sus hijos cuando algunos desalmados al estilo del viejo crápula de David Letterman han pretendido sobrepasar los límites que tanto esfuerzo ponen en no sobrepasar cuando se trata de las hijas del presidente Obama, pero que tan poco ponen cuando se trata de su familia.
Y es que la familia sigue siendo el pilar fundamental de la sociedad occidental. Una familia en la que todos sus miembros son libres e iguales y se apoyan mutuamente en su búsqueda de la felicidad y en la que nadie debería ser privado de su derecho a nacer y a encontrar su destino dentro de ella. Sarah Palin es la primera que comprende eso y que se esfuerza a través de su ejemplo personal en recordárnoslo a aquellos de nosotros que podamos haberlo olvidado. La familia ha sido, es y será; la familia permanece y cuando todo está perdido, sólo la familia está ahí para acogerte y hacerte saber que no estás solo. Pero la familia, no una comuna hippie ni un koljós comunista ni el partido sea cual sea éste. Sólo la familia. Y la base de una familia es su madre. Y sólo una mujer puede ser madre. Malos tiempos serán para la Humanidad cuando éstas ya no lo quieran ser y prefieran ser otra cosa. Quiera Dios que nunca lleguen. Pero, por si acaso, tomemos ejemplo de mujeres como la propia Sarah Palin, Michelle Bachmann o Rachel Campos-Duffy y comprendamos de una vez por todas que ser mujer, ser madre y ser una profesional competente no está en absoluto reñido una cosa con otra. Y si alguien pretende que sí, entonces es un mentiroso. O una mentirosa, más bien.