Pues la verdad es que mucha gente. Lo que pasa es que esa gente no suelen ser dirigentes del partido, sino meros afiliados de base. Los dirigentes, salvando alguna honrosa excepción, sencillamente la detestan. Y no es de extrañar si recordamos el historial de enfrentamientos de Sarah Palin con los “intereses creados” desde tan pronto como fue elegida por primera vez concejal de su pueblo, Wasilla (Alaska). Al día siguiente de tomar posesión de su puesto, ya estaba enfrentada con quienes habían patrocinado su candidatura en la confianza de que sería una buena chica, de esas que “se sientan y se callan”. Grave error de juicio el que cometieron los aprendices de brujo esos. No podían haber dado con alguien menos dispuesto a ser un mero engranaje en la máquina. Al contrario, Sarah Palin tenía vocación de ser el grano de arena que lo descuajaringaba todo y a fe que lo hizo. Y si no, que se lo pregunten a los good ol’ boys de la política de Alaska, los del “Corrupt Bastards Club” (CBC), miembros del Partido Republicano como ella, que acabaron todos fuera de juego tan pronto como Sarah Palin ocupó su puesto como gobernadora de Alaska. Y eso todavía no se lo han perdonado. Ni lo harán nunca. Porque tienen mucho miedo de que pueda hacer lo mismo en Washington, DC. Que lo hará.
Una foto que agradezco especialmente que me la hayan enviado porque me viene como anillo al dedo para ilustrar la entrada de hoy. Quiera Dios que esté profetizando y que a partir de enero de 2013 podamos ver una imagen semejante a diario y durante los próximos ocho años (después Piper ya tendrá 19 años, pero me temo que aún será demasiado joven como para presentarse a las elecciones… Sí, no hay duda. Tendremos que esperar un poco más para ver a otra Palin en la Casa Blanca. Esperemos que no tengamos que sufrir mientras a Chelsea Clinton, ¡glups!).
Hace pocos días, el pasado 22 de julio, se hicieron públicos los resultados de una de tantas encuestas como suelen realizarse en Estados Unidos. Encargada por The Economist, entre otras cuestiones, una de las preguntas, tal vez la más interesante era la siguiente: “Si usted tuviera que escoger a uno, ¿cuál de las siguientes personas quisiera que fuera el nominado republicano para la presidencia en 2012?”. Las respuestas fueron las siguientes:
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Sarah Palin (antigua gobernadora de Alaska): 28%
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Mitt Romney (antiguo gobernador de Massachusetts): 18%
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Newt Gingrich (antiguo speaker de la Cámara de Representantes): 17%
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Mike Huckabee (antiguo gobernador de Arkansas): 13%
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Mitch Daniels (actual gobernador de Indiana): 4%
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Tim Pawlenty (actual gobernador de Minnesota): 1%
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Mike Pence (actual representante por Indiana): 1%
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Haley Barbour (actual gobernador de Mississippi): 1%
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John Thune (actual gobernador de South Dakota): 1%
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Sin preferencia por ninguno de ellos: 17%
Ciertamente no se trata más que de una encuesta como hay cientos a diario y no vale la pena hacer mucho caso de ninguna de ellas, ya que la única encuesta que importa es la del día de las elecciones, pero si la he traído a colación se debe a que en ella aparecen además (y por enésima vez) una serie de datos que, de tanto repetirse en cada encuesta que se realiza, ya pueden darse casi como verdades indiscutidas: primero, que los partidarios del movimiento Tea Party prefieren a Sarah Palin antes que a cualquier otro candidato (entre los que se declaran así en esta encuesta, un 26% la prefieren a ella, un 19% prefieren a Romney, un 16% a Gingrich y un 15% a Huckabee); segundo, que entre los votantes republicanos, su popularidad es abrumadora, lo que la convierte en su principal apuesta de cara a las primarias de 2012 (entre los que se declaran así en esta encuesta, un 77% tiene una visión favorable de Sarah Palin sobre un 17% que la tienen desfavorable).
En consecuencia, uno no debería estar muy lejos de la verdad si considerase a Sarah Palin como la personalidad más influyente dentro del Partido Republicano. Sin embargo, en este caso en concreto eso no es cierto. Sarah Palin no es una personalidad influyente dentro del Partido Republicano si a lo que nos referimos es a la maquinaria del partido, el establishment republicano, como lo llaman algunos para hablar solamente de los órganos directivos del Partido Republicano, o el Beltway GOP, como lo llaman otros por la autopista de circunvalación que rodea Washington, D.C. y con lo que se pretende englobar además a todos los cargos electos republicanos que prestan servicio allí, ya sea en el Senado o en la Cámara de Representantes. Dónde sí que es influyente Sarah Palin, y aquí sí que no hay ninguna duda de que es la más influyente de todos con diferencia, es fuera de la organización del Partido Republicano, entre la base social. Dentro de la organización, mi opinión es que Sarah Palin delega en Fred Malek, un peso pesado del partido (muy pesado realmente) que forma parte de su círculo íntimo y que pienso que es quien asume su defensa ante ellos e intermedia si es menester.
Sin embargo, no parece que esa mala opinión que puedan tener de ella dentro del partido le preocupe mucho a Sarah Palin, quien desde que terminó la pasada campaña electoral, buen cuidado ha puesto en mantener las distancias con esas dos instancias, el establishment y el Beltway GOP. Perfecta conocedora por experiencia de cómo se cocinan las cosas en los despachos de los altos cargos del Partido Republicano, casi siempre por haber sido el pollo que no la cocinera, ya mencioné una vez que Sarah Palin es casi una tercera vía que, sencillamente, no se ha molestado todavía en romper su carnet del partido públicamente. De hecho, estoy convencido de que le trae bastante al fresco lo que puedan pensar las altas esferas del Partido Republicano sobre ella, decidida como está a no volver a ser el muñeco de nadie y conservar su libertad, una libertad que perdió voluntariamente cuando accedió a integrarse en el ticket de John McCain y que para lo único que le sirvió es para que la abandonaran a su suerte durante toda la campaña electoral y que aún después de ésta pretendieran cargarle el muerto del fracaso electoral. Sarah Palin va por libre e incluso el propio título de su libro, Going Rogue, parece haber sido escogido ex profeso (yo creo que ésa es la idea) para mandarles un mensaje a los budas del Partido Republicano y decirles que la han perdido definitivamente, que vuelve a ser la Sarah Palin que el año 2006 en Alaska triunfó en las elecciones a gobernador aún con la oposición de ellos quienes (recordemos que el Partido Republicano de Alaska sólo contribuyó a su campaña electoral con 5.500 $) y que nunca más lo dejará de ser.
Así las cosas, el que hace poco, a raíz de la última metedura de pata de Michael Steele, el chairman del Partido Republicano, diciendo que la guerra de Afganistán es “una guerra elegida por Obama” y sugiriendo que no es posible ganarla, hayan surgido muchas voces criticando sus palabras (entre ellas, las de los senadores John McCain, de Arizona; Jim DeMint, de South Carolina; y Lindsey Graham, de South Carolina también), así como otras clamando por la destitución de Steele (entre ellas, las de Bill Kristol, editor de The Weekly Standard; Liz Cheney, cabeza visible de Keep America Safe; Tom Cole, representante por Oklahoma y antiguo dirigente del National Republican Congressional Committee; y Katon Dawson, antiguo dirigente del Partido Republicano de South Carolina y antiguo rival también de Steele por la dirección del Partido Republicano) e incluso abogando porque sea sustituido por Sarah Palin, no es de extrañar.
El primero en proponer tal solución fue tal vez Kevin Williamson en su blog en National Review, quien dijo:
Palin sería mucho mejor chairman del Republican National Committee que candidata presidencial o “hacedora-de- reyes” por su cuenta. Atraería toneladas de dinero y ayudaría a reclutar buenos candidatos. Por ejemplo, ella sobresaldría haciendo las cosas que Steele debería haber hecho en lugar de nombrarse a sí mismo gurú republicano en jefe.
Una chairman Palin ayudaría a dotar del tono correcto al Partido Republicano sin tener que embrollarse en las minucias del desarrollo político que no son su fuerte. Por seguro, ella es divisiva, pero también lo es Barack Obama y estos son tiempos de división. Y una cosa es tener a una chairman del partido divisiva y otra tener a una candidata divisiva.
En principio, la propuesta resulta de lo más interesante, pero a mí personalmente no me convence porque quien la propone sigue con la manía de que Sarah Palin no es una política capaz de articular un programa electoral serio y consistente, presentarlo ante la opinión pública y ganar unas elecciones basándose en él. En mi opinión, lo que subyace en la idea de Williamson es ofrecer a Sarah Palin un retiro dorado, permitiendo así a Mitt Romney presentar entonces su fracaso de candidatura sin temor alguno a que Sarah Palin pueda derrotarle. Vamos, un timo. Y ese timo no le va a salir bien a Williamson porque estoy convencido de que Sarah Palin tiene medidos todos y cada uno de sus pasos de aquí a 2012 y dudo mucho de que ser chairman del Partido Republicano y meterse en ese avispero lleno de vagos sinvergüenzas y crápulas, politicastros de la peor especie, que es el Republican National Committee, le atraiga en lo más mínimo. Buen intento, Williamson, pero Sarah Palin es demasiado lista para ti. Inténtalo con tu sobrino de diez años a ver si con él cuela.
Pero no fue solamente Williamson quien lanzó la idea; por otro lado, The Daily Constitution, un blog conservador, se mostró igualmente favorable a la idea de una Sarah Palin chairman:
No existe otro republicano hoy en día a quien los progres odien o teman más que a Palin. El GOP necesita desesperadamente su liderazgo, el poder de su estrellato y su capacidad de recaudar fondos para conseguir las victorias políticas en noviembre que el partido está esperanzado en obtener para ganar de nuevo la Cámara o el Senado. Después de la última metedura de pata por parte del líder del RNC Michael Steele, la hora de Palin puede estar cerca si es que ella está dispuesta.
De nuevo, opino que no está en absoluto dispuesta. Sarah Palin no va a meterse en ningún sitio donde ella no sea la única jefa. Y punto.
De cualquier manera, recordemos que el mandato de Steele es por dos años, que éste concluye en enero del año que viene y que su puesto depende de la voluntad de los miembros del Republican National Committee. Tras las recientes protestas por parte de algunos de los pesos pesados del partido, la cuestión de su conveniencia en el cargo ha saltado a la luz pública y estos miembros deben de estar ya considerando la cuestión que se reduce a si echar a Steele antes de las elecciones de noviembre puede ser beneficioso o no de cara a las perspectivas electorales del partido. Y si finalmente deciden que sí que lo es, ¿a quién poner en su lugar?
Ciertamente nombrar a Sarah Palin chairman del GOP (y que ésta lo aceptara) sería un movimiento de lo más inteligente para un Partido Republicano con la voluntad de volver al camino correcto, depurar el partido de los RINO que lo infestan actualmente (y que, con la eterna cantinela de que “hay que ganar el centro, o sea a los independientes” lo único que logran es enajenarse el apoyo de los conservadores) y convertirlo en un partido con verdaderas posibilidades de triunfo en 2012 ya que dondequiera que vaya Sarah Palin va con ella el apoyo de la base política más entusiasta que existe actualmente en Estados Unidos: los teapartiers republicanos (y muy seguramente muchos de los teapartiers independientes y hasta de los demócratas). Y es que, si nos ponemos a pensarlo, ¿qué otro nombre dentro del Partido Republicano puede a día de hoy concitar tanto apoyo por parte de los votantes? ¿Puede alguien imaginarse un nombre siquiera? ¿Romney? ¡No me hagan reír! ¡Él es precisamente el candidato del establishment! ¿Gingrich? Su tiempo ya ha pasado y aunque nadie niega su sabiduría política, no es un candidato creíble porque ya demostró en NY-23 que antepone antes los intereses del partido a los del movimiento conservador lo que le valió la repulsa del Tea Party. ¿Huckabee? No tiene ninguna posibilidad de ganar por lo que lo único que hará será animar las primeras primarias para dejar paso a una Sarah Palin que se le comerá todo su apoyo tradicional. ¿Daniels? ¿Pawlenty? ¿Pence? ¿Barbour? ¿Thune? ¿Quiénes son esos? ¿Jindal? ¿Jeb Bush? ¿En serio pretenden que le regalemos la reelección a Obama más de lo que le regalamos ya la primera elección en 2008? Aparte que otro Bush no sé si podríamos soportarlo. Dos y no más, Santo Tomás.
Es muy posible que este próximo mes de noviembre tengamos el placer de contemplar una avalancha republicana en el Senado y en la Cámara de Representantes que libere a Estados Unidos de los peores temores causados por unos demócratas medio socialistas, medio locos. Las cosas no marchan bien y los estadounidenses lo saben. Y Obama lo sabe también. O al menos lo debería saber porque seguro que Rahm Emanuel, su jefe de Gabinete, le informa de que a cada día que pasa sus índices de popularidad están un poco más bajos y que en los dos años que faltan todavía para que concluya su mandato hay tiempo de sobras para que lleguen al sótano de la Casa Blanca, rozando la red de alcantarillado público, una proeza que no logró Bush 43 siquiera. Si finalmente se produce esa avalancha, ¿quién se llevará el mérito de ello? ¿Una Sarah Palin que se ha partido la cara por una serie de candidatos por los que nadie daba ni un centavo hasta que ella los respaldó y los puso en boca de todos o un inane Partido Republicano que, si por él fuera, a estas alturas en lugar de avalancha estaríamos hablando de catástrofe bis, a imagen y semejanza de la que se produjo en 2006? El triunfo de una buena cantidad de candidatos “palinistas” en noviembre no repercutirá de ninguna manera en el GOP; antes al contrario, será el aviso por parte de sus votantes de que la brecha entre ellos y la dirección del partido es tan ancha y profunda ya que no hay puente que pueda salvarla. En diciembre, Sarah Palin puede encontrarse con que es la candidata indiscutida para obtener la nominación republicana en 2012 y Mitt Romney bien haría en preguntarse si vale la pena correr otra campaña electoral para ser de nuevo un elegante perdedor.
Todos sabemos que para el establishment republicano, a pesar de lo mucho que la detestan, Sarah Palin es perfecta para mantener “a los tipos del Tea Party dentro de la tienda”. Sin embargo, ni Sarah Palin piensa que ella esté para eso ni los del Tea Party tienen ninguna intención de seguir dentro de la tienda quietecitos porque la intención de ambos es realmente hacerse con la tienda y echar de allí a los que tan mal la montaron. Y ya lo dijo claramente en su discurso en Nashville cuando la convención del movimiento. Para Sarah Palin, los del Tea Party son el partido y son ellos los que están en la buena dirección y en tanto que ellos la acepten como su abanderada, su objetivo será que el Partido Republicano se vuelva como el Tea Party y no que el Tea Party se vuelva como el Partido Republicano. Y es que todas esas miles y miles de personas que lo componen no se van a contentar con pegar sobres y llamar por teléfono pidiendo el voto para el candidato republicano que sea sino que lo que pretenden es, en primer lugar, recuperar su partido, un partido descarriado desde hace muchos años, y luego, en segundo lugar, recuperar su país, el Estados Unidos del sueño americano. Y saben que sólo Sarah Palin puede garantizarles eso.
Y para terminar hoy, les dejo con otra aportación que me ha llegado recientemente. Un magnífico esquema explicativo sobre qué es la democracia entendida a la manera progre. Vale por media docena de sesudos manuales de ciencia política. Por cierto, yo no he pasado del primer “Racist!”. Qué le vamos a hacer.