Y después del libro de Sarah, el libro de Romney. Por si acaso alguno de ustedes todavía no lo sabe, el pasado mes de agosto, Mitt Romney firmó un contrato con la editorial Saint Martin’s Press para redactar un libro titulado No apology: The case for American Greatness (Sin excusas: A favor de la grandeza estadounidense) que se publicará en marzo del año que viene. Este libro será claramente un libro “político” en el sentido de que presentará la visión de Romney sobre la economía, la educación, cómo crear puestos de trabajo, la reforma de la sanidad y la conservación del medio ambiente. Por supuesto, el libro incluirá una gira de presentación por todo Estados Unidos, entrevistas en los medios de comunicación y demás saraos (¿saldrá él también en el programa de Oprah Winfrey?). O sea, que será de lo más interesante comparar los resultados de Mitt Romney con los de Sarah Palin, sobre todo en lo que se refiere a cifras de ventas. En mi caso, la única duda que tengo al respecto es simplemente si Sarah cuadriplicará, quintuplicará o sextuplicará las cifras de Romney. Fuera de eso, estoy seguro de que no va a haber gente haciendo cola a las puertas de las librerías para que el chulo de Romney les firme un ejemplar con su cara de palo. Y si lo hay, busquen bien en sus bolsillos; seguro que alguien le ha dado recientemente veinte dólares para que lo haga. Y no, yo no me voy a comprar su libraco. Para dormir cuando tengo insomnio, ya tengo una fotocopia pirata de The audacity of hope. Mano de santo, oigan.
Una foto de la anterior campaña electoral. Sarah y John juntos en alguno de los muchos actos que compartieron. Sí, ya sé que no le tengo mucha simpatía a McCain, pero pueden estar seguros de que no es nada personal. Todo lo contrario, me parece una gran persona, pero no era el candidato oportuno en 2008 y encima su incapacidad para dar un puñetazo encima de la mesa y poner orden entre sus asesores provocó su propia ruina. Sin embargo, sean cuales sean sus pecados, sobradamente compensados quedan con su elección de Sarah como compañera de ticket. No olvidemos nunca que es gracias a él que nosotros somos ahora palinistas. O sea, que a cada uno lo suyo. ¡Gracias, Mr. McCain!
CAPÍTULO CUARTO: GOING ROGUE (Yendo por libre) (segunda parte)
Uno de los recuerdos de la campaña electoral más agradecidos para Sarah es el primer town hall meeting que dio junto a John McCain en Grand Rapids (Michigan), un tipo de reunión pública que ella reconoce que le entusiasma por la cercanía a los votantes que permite, al tiempo que lamenta que la dirección de la campaña no le hubiera preparado más actos así y no tantos de los otros, de los “encorsetados”. Sin embargo, pronto dejó de preocuparse por eso ante la noticia de que alguien había logrado introducirse furtivamente en su cuenta de correo electrónico, hacerse con sus mensajes y ahora estaba publicándolos clandestinamente en Internet. En un perfecto ejemplo de en lo que se ha convertido actualmente la antaño honrosa profesión periodística, la mayoría de medios de comunicación estaban exhibiendo los mensajes robados en sus programas de noticias, revelando con ello direcciones privadas de correo electrónico y agravando el daño causado. ¿El ladrón? El hijo de un senador estatal demócrata por Tennessee quien, al ser detenido, no sólo no lo negó sino que además se mostró tan orgulloso de su “hazaña”, que causó un grave perjuicio a los Palin y a todos aquellos relacionados con ellos que tuvieron que cambiar no sólo sus direcciones de correo electrónico, sino también muchos otros datos (por ejemplo, bancarios) Y por si fuera poco, a raíz de esta cerdada, los hijos de Sarah empezaron a recibir amenazas y llamadas perturbadoras a sus teléfonos.
Y para compensar, una buena noticia al menos. En su rally en The Villages (Florida), una localidad habitada fundamentalmente por jubilados y donde el B-Team esperaba unos diez o doce mil asistentes, se encontraron con cerca de 50 ó 60.000. Un hecho que causó una profunda emoción en Sarah. Tras el rally, el único pensamiento de Sarah era encontrar la manera de entrar en contacto con ellos y devolverles siquiera una mínima parte de ese entusiasmo que día a día les regalaban. Un entusiasmo que no se apagaba cuando el rally terminaba sino que continuaba con esa misma gente ocupando millas y millas de la carretera para ver pasar su autocar y saludarla, agitando banderas de Estados Unidos y barras de labios.
Sin embargo, no todos pensaban igual. La dirección de la campaña, el famoso “cuartel general”, se quejó de que Sarah pasara tanto tiempo recorriendo las filas de gente y saludando a todas las personas que podía, algo que ella insistía en hacer y que demuestra lo estúpidos que eran los de la campaña, cometiendo el peor error que puede cometer un estratega en cualquier tipo de confrontación: no hacer uso de sus propias fortalezas. Y es que Sarah es imbatible en la distancia corta y siendo yo un ignorante como soy, si tuviera que dirigir una campaña electoral en su nombre, la soltaría en la calle Mayor de cualquier localidad que visitáramos y la dejaría que hablara con los vecinos, se metiera en todas las tiendas, aceptara un té con pastas en la cantina y terminara dando un pequeño discurso improvisado a la multitud en el parque municipal, respondiendo luego a todas las preguntas que le quisieran hacer. A eso se le llama “ganar corazones y mentes” y no “salir derrotados de antemano”, que es lo que hizo la dirección de la campaña.
Cómo será su carisma que hasta ella misma se asombró cuando tras una parada imprevista en un Walt-Mart para comprar pañales y papilla para Trig descubrieron que llevaban detrás de ellos a no menos de 150 coches particulares siguiéndoles desde hacía seis horas, convirtiéndose esa parada en un rally en toda la regla. Y es que a cualquier rally que fuera, la asistencia se medía siempre en decenas de miles de personas. El B-Team alucinaba porque sabían que tenían una oportunidad de ganar.
En cuanto a su opinión sobre su rival, Sarah lo dice todo cuando compara el lema de campaña de McCain: “Country first” (El país en primer lugar) con el que parecía ser el lema de sus rivales demócratas: “Blame America first” (Reprocha a Estados Unidos en primer lugar), recordando ese infausto momento en que la esposa del entonces candidato demócrata confesó sin el más mínimo asomo de vergüenza que nunca se había sentido orgullosa de su país, algo sencillamente incomprensible para Sarah.
Y cuando todos pensaban que la cuestión de Irak iba a ser el eje de la campaña, llegó la crisis económica: Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers, AIG… McCain suspendió unilateralmente su campaña para ir a Washington y el B-Team no sabía qué hacer porque nadie les había explicado cuáles eran las intenciones de McCain ni si tenía alguna en realidad. En cuanto al primer debate presidencial, tras unas dudas por parte de McCain que no le favorecieron, acabó celebrándose y aunque no fue mala la actuación de McCain, los medios de comunicación, que estaban casi todos a los pies del candidato demócrata, dijeron todo lo contrario y acabó resultando que lo había perdido porque a ellos les daba la gana. Y punto en boca. Además, a los tres días del debate, la Cámara de Representantes rechazó un plan de rescate presentado por la administración Bush con 2/3 de los representantes republicanos votando en contra, lo que causó mala impresión en el electorado quien, temeroso de acabar todos en la ruina, empezó a creer que toda la culpa era de los republicanos. Como resultado de todo ello, si el 24 de septiembre la candidatura McCain-Palin iba cuatro puntos por encima en las encuestas, cinco días después ya iba por debajo.
En cuanto a las entrevistas televisadas, Sarah tiene poco que decir sobre la primera, la de Charlie Gibson. El tarugo este era un tipo estirado, bastante pagado de sí mismo, disgustado porque mientras rodaban exteriores, la gente reconocía a Sarah, no le reconocían a él y como quiera que todos deseaban fotografiarse con ella, le daban sus cámaras de fotos al propio Gibson para que se las hiciera. Imagino que el muy desgraciado se las arregló para que salieran todas desenfocadas.
Del affaire Couric, Sarah reconoce que fue una mala entrevista. Es cierto que apenas la prepararon porque Nicole Wallace, la partera de todo el asunto, le había prometido que sería una entrevista ligera entre dos mamás trabajadoras. Pues nada de eso fue cierto. Grabada en partes, la primera de ellas ya fue mala, notándosele lo mucho que deseaba Sarah terminar de una vez. Aún así, Nicole le dijo que había sido muy buena (pero ¿en qué bando estaba ésta?) y que iban a rodar más justo antes de darse un abrazo fraternal con su gran amiga Couric, dejando estupefacta a Sarah quien sabía perfectamente que había sido un error que no debían haber cometido. Porque la CBS rodó horas y horas con ella, pero emitió lo que le dio la gana; exactamente sus peores momentos. Y los emitieron además editados de tal manera que incluso sus contestaciones eran fragmentarias, habiendo recortado las partes de éstas que revelaban a una Sarah que no les convenía. Sarah da varios ejemplos de esas manipulaciones y da vergüenza ajena leerlas. Y que encima a Couric le dieran un premio (antes prestigioso, a partir de entonces mera basura) por ello.
Sin embargo, no todo terminó ahí porque Couric siguió persiguiéndola. Dice Sarah que uno no se ahoga por caerse al agua, sino por permanecer en ella. Y eso es lo que le pasó. Ante la famosa pregunta acerca de qué leía, Sarah estaba ya tan irritada por su condescendencia y su partidismo descarado que cometió ese gran error que con tanto ahínco buscaban los de la CBS y que dio la vuelta al mundo. Pero todavía hubo más cuando en el autocar de la campaña, Couric le preguntó sobre los gays y cuando ella quiso contestar, le interrumpió hasta cinco veces, no dejándole finalmente dar su respuesta. Y cuando le preguntó sobre el aborto y Sarah simplemente manifestó su conocida postura pro-vida, Couric le hizo la misma pregunta doce veces porque no le gustaba su respuesta. Y aún tuvo la desfachatez de recortar partes de su respuesta como, por ejemplo, un fragmento en el que Sarah declaraba que los verdaderos extremistas son aquellos que, como el candidato demócrata, votan en contra de leyes que protejan a los bebés que puedan nacer con vida después de un aborto. Y es que Couric no se comportó de igual manera cuando entrevistó a Biden y éste metió la pata hasta el fondo diciendo que en 1929, cuando el crack bursátil, Franklin D. Roosevelt apareció en la televisión a explicar lo que había pasado (ni FDR era presidente en 1929 ni la televisión existía entonces). Pero claro, eso no era noticia. Aunque tal y como dice Sarah, qué se podía esperar de alguien que hizo posteriormente unas declaraciones lamentando la oleada de patriotismo que se desató en Estados Unidos tras el 11-S. Y es que la clase de periodista que es Katie Couric es algo que tendría que haberlo sabido de antemano la dirección de la campaña, pero como siempre ellos en Babia.
En Filadelfia, Sarah empezó la preparación del debate con Joe Biden, algo de lo que se hizo cargo Mark Wallace, otro que tal. La campaña iba mal y el cuartel general y Sarah tenían opiniones diferentes sobre cómo hacer frente a esa situación. Por supuesto, se impusieron los del cuartel general y la preparación consistió en montones de tarjetas con una pregunta escrita en una cara y un montón de “no-respuestas” (como las llamaba Sarah) en la otra. El meollo del asunto era que Sarah no debía responder nunca a lo que se le preguntaba, sino que tenía que divagar. Algo a lo que Sarah se resistía porque ella sí quería responder para lo que simplemente hubiera necesitado conocer la postura de McCain sobre todos esos asuntos para así poder apoyarla o dar su propia versión cuidadosamente matizada. Según avanzaba la preparación, Schmidt se enteró de que no iba precisamente bien y todo lo que se le ocurrió fue decirle a Sarah que le iba a enviar un nutricionista para que le enseñase a alimentarse. Algo que al final no se cumplió, pero que a Sarah le causó asombro y la dejó seguramente pensando en dónde se había metido ella.
Tuvieron un breve respiro cuando el senador Lieberman visitó a Sarah y a su amigo McCain. Éste, que de tonto no tiene ni un pelo, se dio cuenta inmediatamente de lo que pasaba y aconsejó a Sarah que no se dejase cambiar y que tampoco dejase que le dijeran lo que tenía que decir ni como tenía que pensar. Además, le recordó que Dios estaba viéndole pasar por todo esto, que debía poner su fe en Él y que Él se ocuparía de todo. Así lo hizo, efectivamente, porque de inmediato Cindy McCain, la esposa de John, sugirió trasladar la preparación del debate a su rancho de Arizona y allí se trasladaron todos. Y por si fuera poco, el preparador dejó de ser Mark Wallace para pasar a serlo Randy Scheunemann, quien había estudiado perfectamente a Biden y adiestró a Sarah sobre sus puntos débiles. Y Sarah estaba encantada de enfrentarse a él precisamente recordando que fue uno de los pocos senadores que allá por los años 70 se opusieron al proyecto de oleoducto de Alaska.
La preparación en Arizona se centró en cuestiones de asuntos exteriores y seguridad nacional. Un problema que se encontraron fue que en ocasiones Sarah llamaba a Biden “O’Biden” en una confusión entre Obama y Biden (algo que le pasó también a otras personas, como el comediante Jay Leno). Randy pensó que lo mejor sería que se limitara a llamarle Joe, pero a Sarah le parecía irrespetuoso y de nuevo Randy pensó que lo mejor sería que nada más presentarse, le pidiera permiso para hacerlo, algo a lo que él no podría negarse siendo como era un caballero. Randy y Sarah tuvieron dos debates de prueba con toda la parafernalia habitual en este tipo de actos, haciendo Randy de Biden, y los resultados fueron muy positivos. Todo un cambio con respecto a Filadelfia.
En Arizona, Sarah pudo incluso salir a correr un poco, eso sí con los del Servicio Secreto detrás. Estaba tan desacostumbrada que al subir una cuesta tropezó y se cayó, haciéndose daño en las palmas de las manos y las rodillas. Podría haber sido un notición si los de los medios de comunicación se hubiesen enterado (¡Ultimas noticias: Palin se la pega! Y esperen a ver el debate…), pero los del Servicio Secreto prometieron silencio y lo cumplieron. Y para acabar de animarla, Sarah recibió una llamada de su hijo Track desde Irak.
La siguiente parada era Saint Louis, la sede del debate. Sarah recuerda los momentos previos, el barullo reinante, los nervios de última hora, etc. Ella estaba con Kris, Meghan, su hija Piper… y el cretino de Schmidt dedicándose a tocarle las narices como no podía ser menos. Poco antes de salir a escena, Sarah decide rezar y le pide a su hija Piper que le acompañe y ruegue a Dios que le ayude a ganar el debate, algo que la niña no veía muy claro porque pensaba que eso sería hacer trampa.
Biden se retrasó mucho y llego justo a tiempo al debate que, en términos generales, fue un éxito para Sarah. Por su parte, no tuvo ninguna queja sobre la moderadora, Gwen Ifill, quien tenía más de una razón para haberse abstenido de participar, pero que no se pasó de la raya. Todos recordamos ese debate y el empujón que supuso para nosotros al ver que Sarah era capaz de remontar el desastre de la entrevista de Couric.
Pero poco dura la alegría en casa del pobre porque lo siguiente para Sarah fue enterarse por la prensa de que la campaña había decidido retirarse de Michigan. Eso era algo que no se lo había dicho nadie y, evidentemente, a ella no le parecía en absoluto acertado y así lo declaró públicamente. Como era evidente, los del cuartel general se enfadaron y se quejaron de que Sarah no seguía el guión e iba por libre (¡going rogue!). Pero es que como recuerda Sarah, para empezar, ellos jamás tuvieron una copia de ese guión al que supuestamente debían atenerse.
Una idea que corre por ahí es que todos los famosos apoyan a los demócratas, algo que no es cierto. Sarah tiene tiempo en su relato para recordar el apoyo que recibieron por parte de actores como Robert Duvall, Jon Voight o Janine Turner, así como de cantantes como Gretchen Wilson, Hank Williams Jr., John Rich, Naomi Judd o Lee Greenwood, además de muchas otras celebridades. Además, durante los rallies, la gente le hacía llegar notas de cualquier manera que pudiera y ella se las leía todas, no sólo por respeto hacia quienes las habían escrito sino también para así darse cuenta de lo que suponía realmente esa campaña para los estadounidenses.
Llega el momento de hablar sobre Joe el Fontanero, un estadounidense normal y corriente que cometió el terrible pecado de plantarle cara abiertamente al candidato demócrata, reprochándole que su discurso de “redistribuir la riqueza” a él le sonaba a socialismo. Y no fue el único que se sentía de la misma manera porque de pronto empezaron a aparecer en los rallies montones de letreros haciéndose eco de esa misma opinión. Como no podía ser menos, los medios de comunicación salieron en defensa de su niño bonito y tras Joe el Fontanero, apareció Tito el Constructor, un colombiano nacionalizado estadounidense, que reprochó a esos mismos medios de comunicación su partidismo al acosar como lo estaban haciendo a Joe el Fontanero por el simple hecho de no haber querido sentarse y callarse.
Sarah aprovecha esta historia para lamentarse de que el cuartel general no hubiera querido entrar a saco en las mil y unas relaciones lamentables que el candidato demócrata tenía en su pasado. Es cierto que le permitieron tocar la que le unía a William Ayers, un terrorista nada arrepentido, pero, por ejemplo, nunca le dejaron hablar sobre su pastor de tantos años, Jeremiah Wright, otro fanático antiestadounidense. Un nuevo error de la campaña. Y van…
En cuanto a Tina Fey, ya hacía años que Sarah sabía de su mutuo parecido, algo que le llevó a disfrazarse un año de ella para Halloween. La idea de salir McCain y ella en el Saturday Night Live llevaba tiempo siendo sopesada por el cuartel general, pero cuando finalmente dieron su permiso, la imitación de Sarah que hacía Tina Fey se había hecho tan popular que la gente hasta se la creía y todo. Era bastante arriesgado salir ahora, pero finalmente lo asumieron. Y el mismo día del show, resulta que el B-Team no tenía el guión todavía. No fue hasta avanzado el día cuando les llegó y la verdad es que la escena prevista con ella era bastante mala, limitándose a dejarla en mal lugar. El B-Team se negó a aceptarla y sugirieron una variante en la que quien quedaba mal era Alec Baldwin, su adversario en la escena. La primera contraoferta no gustó a los del programa. La segunda contraoferta tampoco. La tercera sí. No era muy buena, pero al menos no dejaba a Sarah como un trapo. En cuanto a su encuentro con Tina Fey, no hubo ningún problema. Las dos se cayeron bien inmediatamente y la verdad es que todo el mundo en el estudio fue muy amable con ellos. ¡Ah, por cierto! Sarah no tiene ningún empacho en decirnos que la única persona a la que se negó a dar la mano de todas las que pululaban por ahí fue Oliver Stone, el mejor amigo en Estados Unidos de Hugo Chávez (y de Fidel Castro también).
Por lo que se refiere a la ropa, Sarah todavía se sorprende de la que se armó cuando apareció en las noticias que el Partido Republicano había gastado 150.000 $ en ropa para ella y su familia. Para empezar, ella nunca pidió que le compraran nada; en segundo lugar, muchas de esas cosas no se usaron nunca, otras eran para otras personas y, por fin, todo se terminó devolviendo. De hecho, ella quería usar su propio vestuario, pero fue Nicole Wallace quien se negó tras repasar lo que tenía en su armario de su casa de Wasilla. En un rally lo explicó bien claro y los del cuartel general se enfadaron de nuevo. Otra vez Sarah yendo por libre. Por lo que parece, ése fue el primer aviso que tuvieron de que en la campaña había algunos que estaban preparando su paracaídas ante el desastre que se avecinaba ya que nadie tuvo la vergüenza siquiera de desmentir esa historia.
Y es que en el cuartel general había mucho malestar con ella, tal y como le explicó Randy a Sarah. Incluso Schmidt empezó a escampar el rumor de que Sarah padecía de depresión postparto. Pero eso era sólo la punta del iceberg. Empiezan a correr rumores de la existencia de un plan para desprestigiarla y culparla en exclusiva de la derrota. Además, las disputas internas entre los distintos asesores de McCain empiezan a airearse hasta tal punto que Randy y Schmidt se enfrentaron finalmente. La cuestión es que algunos en la campaña jamás admitieron la elección de Sarah por parte de McCain y la prensa encuentra un filón porque cada vez hay más filtraciones.
Ya al final de la campaña, el cuartel general permite a Sarah dar un discurso propio, algo que le habían prometido desde el principio. De hecho, le habían prometido que daría tres discursos propios: uno sobre energía, otro sobre mujeres y un tercero sobre los discapacitados. El primero que pudo dar fue sobre los discapacitados, pero la versión que le pasaron era tan vaga que tuvo que rehacerlo personalmente. Por fin, cuando lo dio, resultó ser bueno, así como los otros dos, pero la campaña no les hizo ninguna promoción pues la verdad es que ya habían arrojado la toalla.
Llega Halloween y ésa es una fecha muy especial para cualquier niño estadounidense, también para Piper. Tras mucho insistir, el cuartel general permite que Piper pueda salir a la calle a recoger caramelos como es tradición allí. Disfrazada de princesa de la nieve y acompañada por su madre, Sarah, que se había disfrazado de Tina Fey y de Trig, que iba de pequeño elefante, Piper empezó a recorrer el vecindario de Harrisburg (Pennsylvania) y todo fue de maravilla hasta que la gente empezó a darse cuenta de que había algo extraño en esa niña a la que seguía toda una corte de fotógrafos y periodistas. No tardaron en descubrir de quién se trataba y se formó una multitud tal que los del Servicio Secreto tuvieron que suspender la fiesta y devolver a los tres al avión ante la imposibilidad de garantizar su seguridad. Incluso le confiscaron los pocos caramelos que había recogido Piper para descartar los que no estuvieran envueltos por si acaso estaban envenenados. Lógicamente, el disgusto de Piper fue morrocotudo y el de su madre casi mayor. Por suerte, los de la prensa que viajaban habitualmente con ellos en el avión de campaña y que tanto la querían lo tenían todo previsto y le habían preparado una fiesta-sorpresa de Halloween, lo que la compensó de todos sus sinsabores por fin.
Más cosas. Pues que Sarah recibió una falsa llamada de Nicolás Sarkozy en lo que no era más que una broma por parte de un par de humoristas. A Sarah ya le escamaba que esa llamada fuera cierta porque su interlocutor no decía más que tonterías, pero los del cuartel general que le pasaron la llamada no se molestaron siquiera en comprobar su veracidad y al final la que hizo el tonto fue ella. Es cierto que el responsable se disculpó personalmente con ella, pero el daño ya estaba hecho.
Los últimos días fueron frenéticos, intentando llegar tanto ella como McCain a todos los estados que pudieran. Ya el día de las elecciones, la familia Palin viajó a Alaska a votar y ni siquiera ese día los de la campaña le dejaron hablar con los periodistas de su tierra. Una vez que hubieron votado, volaron a Phoenix (Arizona) con los ánimos bastante bajos. Todos sabían que necesitaban un milagro para ganar, así que Sarah rezó por ello, pero fue inútil porque perdieron.
Otro contratiempo. Sarah tenía previsto dar un pequeño discurso antes de que saliera McCain a reconocer la derrota. No es algo que estuviera previsto, pero sí una cosa que no era ningún secreto y que nadie hasta entonces le había dicho que no pudiera hacerlo. Por fin, fue el propio Schmidt a pocos minutos de subir ella al estrado con McCain quien le dijo que no podía pronunciar ningún discurso alegando equivocadamente que era algo que nunca se había hecho (John Edwards, demócrata, lo hizo en 2004). Y aún más porque ya en el estrado, los de la campaña impidieron que su familia la acompañase aunque finalmente Todd subió por su cuenta y nadie se atrevió a impedírselo.
Y como guinda del pastel, los Palin tienen noticias por parte de algunos periodistas de que a partir del día siguiente van a aparecer noticias feas sobre ella en la prensa, noticias que por lo que parece les han sido suministradas en los últimos días por parte de algunos asesores importantes de la campaña. Sobre quiénes pueden ser esos mentirosos, Sarah no lo dice con nombre y apellidos. Tan sólo nos deja con los Wallace, Nicole y Mark, despidiéndose de Todd al día siguiente y advirtiéndole de lo mismo, lo que no deja de ser curioso por el hecho de que supieran de antemano lo que iba a ser portada de los periódicos. ¿Cargo de conciencia tal vez?
Más de una vez ha reconocido Sarah lo muy orgullosa que está de su hija Piper (y de sus demás hijos también, ¿eh?). Sin embargo, Piper todavía es pequeña y depende mucho de su madre y como quiera que Sarah disfruta llevándosela a todas partes, lo cierto es que le hace mucha compañía. Miren, lo reconozco: siento adoración por los niños y por Piper en particular. Ya les he contado que el día que tenga una hija le voy a poner Piper de nombre (la disfrutaré poco porque su madre me matará a los cinco minutos de enterarse), pero es que si sobrevivo y tengo otra, le voy a poner Sarah. Y si es niño, Todd (ó Track, aún tengo la duda). Entonces sí que no lo cuento, ¡glups!