Semanario Atlántico se convierte en Portal Atlántico

30/06/2010

 

Esta semana está resultando una semana nerviosa que diría Miguel Induráin. No es sólo que me haya liado la manta a la cabeza y haya decidido escribir America is ready!, ese libro sobre Sarah Palin que les he anunciado, sino que los amigos de Semanario Atlántico, donde suelo publicar, han cambiado totalmente de enfoque y ahora, en lugar de ser una revista donde los distintos colaboradores íbamos dejando nuestros artículos, pasa a convertirse en lo que se llama un “agregador de blogs”, relacionando los respectivos blogs de cada uno de nosotros con lo que eso supone de facilidad de acceso para todos ustedes y de mayor “visibilidad” (si es que se puede llamar así) para todos nosotros. La nueva página web se llama Portal Atlántico y, aunque todavía se trata de una versión beta (o sea, en fase de pruebas), promete y mucho.

Magnífica idea la de los amigos del viejo Semanario Atlántico, ahora ya Portal Atlántico. Los mejores autores (salvo yo, que todavía no sabe nadie muy bien cómo he podido colarme ahí) liberal-conservadores reunidos en una única página web permanentemente actualizada. ¡Ah, qué cosas tiene la técnica! Y eso que todavía no hace un año que nos embarcamos todos en esta apasionante aventura ideada por Alberto Acereda. ¡Lo que hemos corrido desde entonces! Y aún le faltan algunos retoques para quedar a punto de revista. Échenle un vistazo porque esta imagen que les ofrezco ya se ha quedado vieja.

Una de las consecuencias del nuevo enfoque de Portal Atlántico es que ya no tendré que preparar un artículo semanal expresamente para su publicación allí lo que, en cierta medida, ahora que empiezo a experimentar lo que puede llegar a suponer la preparación y posterior redacción de un libro, me viene como anillo al dedo. ¿Lo ven? Es una  señal. Dios quiere que escriba el libro y me facilita la faena. ¿Alguien tiene dudas todavía?

Sin embargo, el hombre (y yo especialmente) es un animal de costumbres y no puedo negar lo mucho que me divierto escribiendo estos artículos, así que continuaré haciéndolo. Incluso creo que son el tipo de artículo ideal para los domingos: breves, concisos pero sustanciosos y fáciles de leer. No lo sé todavía; la verdad es que el cambio de enfoque de Semanario Atlántico me ha cogido por sorpresa y aún tengo que acostumbrarme a él. ¡Ay, si ya les digo yo que soy de hábitos ordenados y en cuanto me cambian de sitio un papel de encima de la mesa y me pierdo! Cosas de la edad, imagino.

En cuanto a lo del libro, prometí tenerles informados y las promesas están para cumplirlas, ¿no? (si me leyera un político, ahora mismo estaría en el suelo, retorciéndose de risa). Acabo de empezar prácticamente y el plan es ir documentando adecuadamente cada uno de los capítulos antes de empezar a escribir, algo que pretendo hacer durante este mes de agosto que tendré vacaciones y estaré más tranquilo. He empezado con el Sarah PAC, que ya está listo, y acabó de terminar con el discurso de Sarah Palin en Nashville durante la convención nacional del Tea Party. Y sigo avanzando. La parte de generalidades sobre la política estadounidense es una cosa que ya tenía preparada hace mucho tiempo, de cuando empecé a interesarme por la política estadounidense y comprendí que tenía que saber de qué hablaba antes siquiera de abrir la boca. Y por lo que se refiere a la biografía de Sarah Palin, pues mis propias entradas me sirven muy bien para ello, combinado con el relato que hace la propia Sarah en su autobiografía Going Rogue. O sea, que vamos bien, acumulando datos y más datos y temiéndome alguna que otra vez si no me habré metido en un fregado superior a mis fuerzas, pero es sólo un momento de duda y pronto recupero la confianza. Mi amiga Marta me dice que yo sólo soy feliz en el mundo de Sarah y ciertamente tiene toda la razón. Ojalá pudiera quedarme en él para siempre y no tener que volver a la realidad de mi jefe gritón, un coche siempre averiado y la imposibilidad de que me salga bien una paella siquiera por casualidad.

Y para terminar, les dejo con el que iba a ser el artículo de esta semana en Semanario Atlántico y que no ha llegado a tiempo de ser publicado. Confío en que les guste. Ya les digo que me lo paso pipa escribiéndolos.

EL “NUEVO FEMINISMO” DE LOS PALIN

Uno recuerda hace muchos años, en 1992, la campaña electoral en Estados Unidos, la primera a la que le presté cierta atención. Por un lado, estaba el aburrido republicano George H. W. Bush, reciente vencedor de la Guerra del Golfo pero indigno de toda confianza después de aquello que dijera en su momento de “read my lips: no more taxes” (leedme los labios: no más impuestos), no siendo capaz luego de hacer honor a su palabra. Por el otro, estaba el simpático demócrata Bill Clinton, cuya mujer, Hilary, resultaba una personalidad tan o más atractiva que la suya y que dio lugar a ese divertido lema que decía: “Vota por el marido de Hilary”. Luego se vio que la tal Hilary tenía mucho cuento y que su marido valía dos pesetas, pero en aquel entonces eran la pareja más interesante de Estados Unidos y juntos parecían destinados a revivir los tiempos dorados de J.F.K.

Finalmente, Bush recibió el castigo que se merecía y los Clinton entraron en la Casa Blanca, la primera vez en toda la historia en que las elecciones parecía que las habían ganado un matrimonio y no sólo él, que era el candidato. Y es que el historial de Hilary, que hasta entonces había mantenido su apellido, Rodham, no adoptando el de su marido como es tradicional en Estados Unidos, así como su experiencia como abogada, prometían el inicio de una nueva era dentro del movimiento feminista caracterizada por el inicio de la cuenta atrás para la llegada por fin de una mujer a la Casa Blanca, pero no como consorte sino como titular del cargo de presidente: quedaban ocho años, justo los que tardaría Bill en ceder el paso a Hilary.

Así pues, Hilary se convirtió en el modelo de toda mujer estadounidense (demócrata por supuesto porque a las conservadoras maldita la gracia que les hacía). Luego, según fue pasando el tiempo, llegaron las decepciones para ella, empezando por la metedura de pata del Hilarycare hasta la humillación final que, para más inri, le infligió su propio marido cuando estalló el escándalo de Monica Lewinsky y Hilary tuvo que tragarse sus palabras anteriores de que ella no iba a ser nunca “una Tammy Wynette cualquiera” y que eso de “stand by your man” (quédate al lado de tu hombre) no iba con ella. Al final, no sólo se quedó a su lado sino que lo hizo de tal manera que causaba casi sonrojo verlo por lo muy claro que estaba que lo hacía exclusivamente por interés político. Pese a sus rijosidades, Bill era alguien demasiado importante dentro del Partido Demócrata como para perder su apoyo, sobre todo cuando una pretende ser senadora y tiene en mente una futura candidatura presidencial.

Transcurrieron los años y los Clinton salieron de la Casa Blanca con más pena que gloria y los estadounidenses escogieron a George W. Bush como su sucesor en lugar de a Hilary, quien visto que no era el mejor momento para saltar a la palestra, prefirió un cómodo escaño en el Senado para pasar su purgatorio a la espera de que llegara su oportunidad en 2008, algo en lo que coincidían con ella las feministas, convencidas de que iba a ser ella la primera mujer presidente de Estados Unidos, culminando así todas sus aspiraciones.

Llegó 2008 y Hilary se presentó pues como candidata a la nominación y parecía tenerlo todo a su favor, salvo dos cosas que nunca se hubiera imaginado que iban a sucederle a ella: la primera, que sería un hombre, Barack Obama, y demócrata además, quien empleara en su contra todas las tretas sucias que ya se imaginaba que iban a utilizar por el mero hecho de ser mujer; y segundo, que sería una mujer, Sarah Palin, y republicana además, quien despertaría la admiración de la mayoría de las mujeres de Estados Unidos.

Hilary no logró superar esos dos obstáculos: Obama se demostró demasiado hábil en el juego sucio y tenía además la ventaja añadida de estar dispuesto a jugar la carta racial contra la carta feminista y hacerla valer. En cuanto a Palin, ya hemos visto hasta dónde ha llegado. No sólo ha sobrevivido a una candidatura electoral fracasada, sino también a la más repulsiva campaña de acoso que se pueda uno imaginar. Y lo ha hecho siempre con una sonrisa en los labios.

En definitiva, las feministas quedaron bien chasqueadas. Y ahora están enfurecidas además porque resulta que es Palin quien está convirtiéndose en la gran esperanza de las mujeres de Estados Unidos, hasta el punto de que ya se habla de una nueva era dentro del movimiento feminista, una era que arrumbará con los postulados izquierdistas que habían definido hasta entonces ese movimiento para adoptar otros en los que la mujer deja de ser vista como un mero “objeto” con el que hacer política para ser un “sujeto” que hace política. Pues claro que la vieja guardia feminista está que se sube por las paredes. ¿Cómo iban a estar si no? Y es por eso que llevan meses descargando todo su veneno sobre Palin, a quien han acusado de ser “anti-feminista” y hasta de estar “en contra de las mujeres”, acusaciones a las que ésta ha replicado sencillamente no diciendo nada, sonriendo encantadoramente y cogiendo a su pequeño Trig en brazos para darle su papilla antes de salir al escenario a pronunciar un discurso en cualquier lugar de Estados Unidos.

¿Qué es lo que odian tanto las feministas de izquierdas de Palin que las iguala con unas fanáticas religiosas ansiosas por quemar en la hoguera a una hereje? ¿Es la historia de su vida? ¿Son sus logros profesionales? ¿Es su firme voluntad de ser ella y nadie más que ella quien tome sus propias decisiones? Indudablemente, Palin representa lo contrario que esas feministas llevan predicando durante tanto tiempo: que una mujer puede sentirse realizada teniendo un marido y una familia sin tener por ello que renunciar a una carrera profesional o, si ése es su deseo, tomando la elección de ser un ama de casa volcada completamente en su familia.

Palin es la demostración irrefutable de que las feministas están equivocadas… y ellas lo saben. Y por eso la odian con esa pasión. Después de tantos y tantos años pretendiendo que las mujeres se “masculinizasen”, ahora viene una de Alaska, el estado más machista de Estados Unidos, y resulta que no sólo es joven, atractiva e inteligente (aunque esto último se niegan en redondo a reconocerlo), sino que encima está casada con su novio del instituto (¡no se ha divorciado!), tiene cinco hijos (¡ni que fuera un conejo!), uno de los cuales padece síndrome de Down y ella lo sabía antes de dar a luz (¡y no quiso abortar!), tiene una gran familia llena de hermanos, tíos, sobrinos y primos que se apoyan infatigablemente unos a otros (¡no tiene a una inmigrante contratada como canguro!) y lo que es peor, todo eso no le ha impedido desarrollar una exitosa carrera política que ninguna de esas feministas podría llegar a soñar siquiera para ella misma. Y encima su marido es un hombre sin asomo de afeminamiento que no sólo ha apoyado siempre a su esposa en todas sus decisiones sino que lo ha hecho sin sentir la más mínima envidia, discretamente, sin pretender ocupar el centro del escenario (algo a lo que el Clinton es incapaz de resistirse y si no que se lo pregunten a la Clinton) y que no tiene el más mínimo reparo en quedarse en casa y ocuparse de sus hijos al igual que ella, quien en algunos momentos de su vida ha sido meramente un ama de casa y no se avergüenza en absoluto de ello.

Mucho se está hablando últimamente por ahí acerca de si Palin está redefiniendo el concepto de feminismo, pero en mi opinión hay una inexactitud en esa pretensión: es cierto que lo está redefiniendo, devolviéndole precisamente esa parte de humanidad que había perdido cuando el feminismo lo único que pretendía era ocupar puestos de poder en la vida pública a costa de lo que fuera, incluso de la vida privada de sus militantes, pero no es Sarah Palin quien lo está haciendo exclusivamente sino los Palin, ella y Todd. Que nadie dé de lado a quien tan importante es para Sarah  y sin cuyo firme apoyo es seguro que Sarah no hubiera llegado adonde lo ha hecho. Muchas mujeres admiran a Sarah por lo que es y lo que representa, pero al admirarla ninguna de ellas puede dejar de prestar atención a Todd, siempre tan callado, siempre tan silencioso, pero siempre tan efectivo, ya sea para ocuparse de los niños mientras ella redacta su próximo discurso como para levantar una valla para evitar el espionaje de un vecino.

En el matrimonio de los Palin más de una mujer estadounidense se ve reflejada: dos jóvenes que se enamoraron, se casaron, tuvieron hijos y los consideraron una bendición de Dios y no una carga, pasaron por momentos mejores y peores, prosperaron, levantaron una familia y ahora, ya asentados, cuando echan la mirada atrás y recuerdan, no pueden dejar de sentirse orgullosos de ser simplemente una buena familia americana más con motivos para contemplar el futuro con optimismo. Igual que Sarah y Todd. Igual que millones de matrimonios estadounidenses para quienes el único techo que les interesa es el de su propia casa, que no es de cristal y que no tienen la más mínima intención de romper. Y cuidado con quien pretenda hacerlo y dejarles a la intemperie. La Segunda Enmienda es una cosa que uno se toma muy en serio cuando tiene la responsabilidad de unos hijos. Avisados quedan. Si hasta el Tribunal Supremo lo ha tenido que reconocer finalmente.

Hasta la próxima, amigos. Volveré lo antes posible.