GOING ROGUE: UN RESUMEN (IV)


 

Entramos en la parte más interesante del libro: la campaña electoral. He leído algunas opiniones en el sentido de que uno de los objetivos de Sarah con este libro es el de ajustar cuentas con ciertas personas. Después de haberlo leído tres veces seguidas, mi opinión personal es que no hay tal ajuste de cuentas, pero sí la oportunidad por parte de Sarah de contar su parte de la historia. Y eso no lo considero yo un ajuste de cuentas sino mera justicia. Después de tanto tiempo en que todo el mundo se las ha dado de “experto” en todo lo referido a los Palin y ha podido decir (y maldecir sobre todo) lo que le ha venido en gana, era el momento de Sarah. Y ciertamente lo aprovecha, pero si alguien se espera encontrar resentimiento, amargura y hasta mal genio a la hora de replicar a los mil y un embustes que ha tenido que soportar desde finales de agosto del año pasado, eso no lo va a encontrar porque Sarah está muy por encima de eso. Para ella, esos “patéticos bloguistas izquierdistas” (Sarah dixit) y sus patrocinadores de los medios de comunicación no merecen tanta atención. Y es que como dice ella: “La vida es demasiado corta como para pasársela enfurruñada todo el rato”.

Una foto de Sarah durante un acto en la pasada campaña electoral. Espectacular la cantidad de gente que era capaz de reunir esta mujer. Y más espectacular aún el entusiasmo que era capaz de despertar. Y quien tuvo, retuvo. Porque ese entusiasmo no ha disminuido ni un ápice en todo este tiempo. Basta con ver los resultados de la gira de presentación de Going rogue para comprobarlo, mal les pese a los progres.

CAPÍTULO CUARTO: GOING ROGUE (primera parte)

El cuarto capítulo nos devuelve al momento en que empieza el libro: justo cuando Sarah, que está recorriendo la Feria del Estado de Alaska, recibe la llamada de John McCain para ofrecerle el asistir a una reunión en su rancho de Arizona con él y sus principales asesores con el fin de decidir entre todos si será ella su compañera de ticket o no. Sarah acepta el ofrecimiento y, acompañada de su fiel amiga Kris Perry, llegan a Arizona el 27 de agosto, siendo ambas conducidas a la residencia particular de uno de los mejores amigos de McCain, Bob Delgado, donde conocen a esos dos asesores que son quienes van a tomar la decisión definitiva: Steve Schmidt, el jefe de campaña, un veterano en el oficio quien contaba entre sus últimos trabajos la campaña electoral de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California, las relaciones con la prensa de Dick Cheney y la campaña de reelección de George W. Bush como presidente de Estados Unidos; y Mark Salter, el biógrafo de John McCain.

Evidentemente, Sarah estaba al tanto de los rumores que la situaban como una de las posibles candidatas al puesto, pero nunca se los había tomado demasiado en serio. Sarah recuerda que conoció a los McCain, John y Cindy, en una reunión de la Asociación Nacional de Gobernadores en febrero de 2008 y tanto ella como Todd quedaron muy gratamente impresionados por ellos. Sarah siempre ha admirado al senador McCain por su independencia de espíritu y su pasión por la seguridad de Estados Unidos y ahora lo iba admirar también por su buen ánimo que le hacía repetir siempre, por muy serio que fuera el evento de que se tratara: “Let’s just go have fun” (“Simplemente vayamos a pasarlo bien”).

Como no podía ser menos, tras la llamada de McCain, Sarah llamó a su vez inmediatamente a Todd, quien estaba trabajando en la Ladera Norte, para darle la noticia y luego a Kris Perry para que le ayudara a prepararlo todo de forma que pudiera salir de Alaska sin llamar la atención de la prensa, algo difícil, pero que acabaron logrando. Más peliaguda fue la advertencia de McCain en el sentido de que si era elegida, tendrían que quitarles temporalmente sus teléfonos móviles a sus hijos adolescentes, Track, Bristol y Willow, algo que era más fácil de decir que de hacer, sobre todo porque ni siquiera les podrían dar explicaciones.

Ya en el domicilio de Delgado, Schmidt y Salter empezaron la evaluación de Sarah. Las primeras preguntas fueron sobre la guerra de Irak, tema que Schmidt consideraba que iba a ser el eje de toda la campaña y en el que las posturas de los dos candidatos rivales eran opuestas; después, hablaron sobre asuntos energéticos, la economía de Alaska y la composición del gabinete y el equipo de Sarah allí, que destacaba por incluir tanto a republicanos como a demócratas e independientes. Sarah se sorprendió de ver hasta qué punto conocían su historial y mucho más se sorprendió al descubrir que sabían lo del embarazo de Bristol, algo que ella creía que todavía no lo sabía nadie más que la familia.

Tras esos temas generales, Schmidt y Salter pasaron a repasar el caso Monegan, la postura de Sarah ante el aborto (firmemente pro-vida), el matrimonio entre homosexuales (firmemente en contra), su opinión sobre la teoría de la Evolución (firmemente partidaria del Creacionismo o “diseño inteligente”), una postura que no le gustó nada a Schmidt y que no podía comprender muy bien dado que su padre había sido profesor de Ciencias, pero que Sarah le explicó que cree en los cambios evolutivos, pero no en que el ser humano haya evolucionado de un pez que sacó unas piernas y salió del agua, o de un organismo unicelular que evolucionó hasta convertirse en un mono y que acabó bajando del árbol donde vivía. La ciencia sólo prueba algunas partes de la teoría de la Evolución y ella cree que Dios creó al ser humano directamente y creó también un proceso evolutivo por el cual éste cambiaba y se adaptaba.

Finalmente, Sarah y Kris fueron conducidas, ésta vez sí, al rancho de McCain, donde éste las recibió personalmente. McCain le advirtió a Sarah de lo difícil que iba a ser para su familia, pero eso era algo que ella daba por supuesto ya que, siendo alcaldesa, la gente le llamaba por teléfono a cualquier hora o se le metía directamente en casa para quejarse y como gobernadora pasaba lo mismo, pero al menos entonces las quejas eran en su mayoría por escrito. Sus hijos habían crecido con ello. Por su parte, Todd la apoyaba incondicionalmente. Por fin, tras una reunión privada entre McCain, Schmidt y Salter, McCain le ofrece ya de una vez por todas el puesto y Sarah lo acepta.

La presentación de Sarah como candidata republicana a la vicepresidencia tuvo lugar en Dayton (Ohio) el 29 de agosto. En su relato del momento, Sarah nos describe sus sensaciones durante aquel rally a la par que reproduce lo que fue la presentación de ella que hizo McCain. Una presentación en la que tuvo que dar toda clase de referencias acerca de ella para que sus partidarios pudieran situarse un poco ya que, tal como reconoce la propia Sarah, eran muy pocos los que sabían entonces de dónde había salido.

De Ohio volaron rápidamente a Minnesota para asistir a la Convención Nacional Republicana. El primer día de Sarah allí transcurrió en el hotel donde alojaron a toda la familia, lugar donde empezaron a conocer a los que iban a ser a partir de entonces los miembros de su equipo, el B-Team, los asignados a la candidata a vicepresidente, ya que el A-Team era el de McCain. Así, Sarah nos habla de personas como Tucker Eskem, Tracey Schmitt, Chris Edwards, los Wallace (Mark y Nicolle), Randy Scheneuemann, Steve Biegun y, por fin, Andrew Smith, su jefe de campaña, quien curiosamente carecía de cualquier experiencia previa en esas lides. De todos ellos, Sarah tiene las mejores palabras para Randy Scheneuemann y Steve Biegun, los encargados de adiestrarla en cuestiones de política exterior, ya que ellos creyeron en ella desde el primer momento. De hecho, su experiencia con ellos fue tan positiva que ha terminado incorporándolos a su propio equipo hace pocos meses, siendo los encargados de la preparación de su intervención en Hong-Kong (¿recuerdan?), un éxito memorable al que ya le dedicamos varias entradas (ver aquí la primera de ellas). De los demás, Sarah sigue sabiamente aquel consejo que dice que cuando no tengas nada bueno que decir sobre una persona, no digas nada. Y es que la división en el equipo de campaña entre los que apoyaban a Sarah y los que no, ya empezaba a palparse.

Lo más divertido de su llegada al hotel fue encontrarse con cuatro armarios llenos de ropa en su habitación: dos para ella, uno para Todd y otro para los niños. Además, la campaña había contratado a varios estilistas (peluquera y maquilladora) para que la pusieran guapetona, algo a lo que Sarah no acaba de acostumbrarse ya que como cualquier madre trabajadora, no ha tenido nunca mucho tiempo para ponerse como un pincel. Sarah empieza a revisar la ropa que le han traído y lo se asombra de lo carísima que es, algo que acabará trayendo cola más adelante. Con la llegada de sus padres, ya está la familia completa. Por supuesto, ellos también tuvieron su armario lleno de ropa y eso le hace preguntarse a Sarah si tan mal aspecto llevaban todos siempre. Ciertamente no le gustó la situación, pero tuvo que transigir. Sobre todo, le incomodaba que la campaña estuviera tan pendiente de la mera apariencia, del envoltorio. No era a lo que estaba ella acostumbrada en Alaska.

No tardó en surgir el primer problema cuando los medios de comunicación lanzaron la noticia de que su hija mayor, Bristol, estaba embarazada. Algo que la campaña ya sabía pero cuya publicación les coge por sorpresa y que le hace recordar a Sarah aquella vez en que el candidato demócrata le dijo directamente a un periodista que dejara a su familia aparte, algo que confiaba que iba a ser igual para ella pero que evidentemente no lo fue. Una de las asistentes de campaña, María, le enseña rápidamente el texto de la respuesta que la campaña, o el “cuartel general” (como se llamaban ellos mismos), iba a enviar a los medios de comunicación en su nombre. Una respuesta que Sarah no había escrito y que consistía en un bobo mensaje de felicidad que no tenía nada que ver con sus sentimientos reales, ya que la situación no les alegraba en absoluto. Sarah redactó una nueva respuesta y se la dio a María para que la devolviera al cuartel general o donde fuera. Es entonces cuando le telefoneó una angustiadísima Bristol, espantada porque ahora todo el mundo lo sabía. La situación se hizo más tensa cuando los medios de comunicación emitieron el comunicado original: la corrección de Sarah había sido simplemente obviada. Sarah protestó ante Schmidt en el sentido de que si no le dejan hablar en una cuestión tan personal como lo es su propia familia, de qué le van a dejar hablar. Pero Schmidt pasa de ella y simplemente le recuerda que debe ceñirse al guión.

Espanta saber que la campaña no había preparado ningún dossier sobre Sarah Palin y su historial. Por lo que parece, nadie se había molestado en informar a los encargados de Comunicación quién iba a ser la compañera de ticket de McCain y estos se enteraron al mismo tiempo que el resto del país. Encima, la familia, los amigos y los asociados políticos de Sarah recibieron todos instrucciones de no hablar con nadie en absoluto. El resultado: sin datos fiables sobre ella, los medios de comunicación tuvieron que buscar donde fuera y sólo encontraron un puñado de blogs izquierdistas en Alaska, basuriblogs realmente, que ofrecían no información sino calumnia tras calumnia.

Los periodistas de los 48 de abajo invadieron Alaska en busca de información, así como los investigadores de la candidatura demócrata. Los resentidos con Sarah encontraron entonces una oportunidad de oro para vengarse de ella y comenzaron a escupir veneno, cogiéndoles a todos desprevenidos. Y encima, el GOP de Alaska, todavía dirigido por otro resentido con Sarah, decidió callarse y dejar a Sarah a los pies de los caballos.

Las calumnias que surgieron empezaron cebándose en Bristol y burlándose de las supuestas opiniones de Sarah referidas a la educación sexual en la escuela (que se limitaban a que prefiere una educación sexual basada en la abstinencia que una educación sexual explícita –el condón en el plátano-) y su supuesta oposición a los métodos anticonceptivos (lo que es falso). Además, empieza a correr la especie de que quiso censurar libros de la biblioteca de Wasilla, otra sobre si es una fanática religiosa, la de si es realmente la madre de Trig… Su familia se siente abrumada por semejante sarta de mentiras.

Sin embargo, Sarah tiró adelante y llegó la noche de su discurso en la Convención Republicana, un discurso redactado por Matthew Scully y en el que ella colaboró activamente añadiendo notas propias. Es divertido leer que lo estuvieron practicando con teleprompter, algo a lo que Sarah no estaba acostumbrada ya que nunca había necesitado un chisme de esos para pronunciar un discurso y que maldita la falta que le hizo una vez que se averió el que tenía en el estrado (yo sigo pensando que fue un sabotaje). Y lo peor de todo: que cuando ya estaba lista para salir hacia el centro de convenciones, Trig necesitaba que le cambiasen los pañales y no le quedaba ni uno. ¡Para volverse loca!

¿Qué podemos decir sobre el discurso de Sarah en Minnesota? Nada que no esté dicho ya. Repasarlo a la par que se leen los comentarios de Sarah sobre sus sensaciones mientras lo iba desarrollando es un aliciente añadido. Y muy interesante el saber que Sarah nunca ha visto una grabación de esa noche.

Pocos días después, surge de nuevo el caso Monegan, ahora llamado Troopergate. Un mero montaje ideado por los demócratas de Alaska para perjudicarla políticamente y que desde el principio estaba claro que no iba a dar más resultado que un montón de páginas de periódico y horas de televisión echadas a perder. Y así lo reconoció la investigación oficial cuando concluyó que no hubo el tan cacareado “abuso de poder” por ningún lado.

El B-Team se amplió con tres personas más: Jason Recher, Jeannie Etchart y Bexie Nobles. Además, comenzaron  los rallies. Sarah se asombró de la cantidad de gente que acudía a ellos y eso le hizo sentir una renovada confianza en el sistema de democracia estadounidense porque ve que la gente se involucra y quiera participar. Recuerda especialmente el primero que dio en Cedar Rapids (Iowa) porque entre el público había una madre con sus dos hijos adolescentes con síndrome de Down que le hicieron pensar en cómo sería Trig cuando tuviera su misma edad y que le hicieron comprender por fin que Todd tenía razón cuando le dijo que todo iba a salir bien.

Con respecto a la prensa, Sarah siempre había tenido buena relación con los periodistas de Alaska hasta el punto de que muchos de ellos tenían su número de teléfono particular y se llamaban mutuamente para conversar porque había confianza entre las dos partes. Precisamente, durante un viaje, Sarah llamó a uno de esos periodistas y le pasó inesperadamente a McCain para que pudiera hablar con él. Fue todo muy bien y una gran publicidad, pero al cuartel general le sentó como un tiro y prohibieron severamente a Sarah que volviera a hacer algo así.

Por su parte, Meghan Stapleton insistía una y otra vez para que permitieran a Sarah hablar al menos con los reporteros que conocía de toda la vida en Alaska, pero el cuartel general se negaba y hasta se la llevaba a la fuerza cuando pretendía saltarse el cerco. Los periodistas alasqueños, que no sabían lo que estaba pasando, se sintieron entonces despreciados y tal y como uno de ellos publicó: “La Sarah Palin que una vez conocimos, ya no existe”. Una actitud estúpida por parte de los gerifaltes de la campaña ya que la prensa de Alaska conocía perfectamente a Sarah, la apreciaba, no le era en absoluto hostil y sus crónicas hubieran servido para compensar con mucho toda la avalancha de noticias negativas que aparecían en el resto de la prensa.

Durante la tercera semana de septiembre apareció por ahí una especie de movimiento a favor de Sarah, el “Free Sarah”, que pretendía que la campaña la dejara libre para poder hablar con la prensa. Coincide en el tiempo con la duda acerca de cuál sería la primera entrevista que iba a conceder. Nicolle Wallace estaba como loca porque fuera con Katie Couric (CBS). El dichoso cuartel general pretendía que fuera con alguien que hubiera tratado bien a McCain y Sarah, que opinaba igual, pensaba que lo mejor sería optar por la Fox o el The Wall Street Journal. Aún así, Wallace siguió dale que te pego insistiendo en Couric, garantizándole que contaba con su simpatía y que se trataría de una entrevista ligera en la que serían dos madres trabajadoras y con hijas adolescentes charlando. Wallace había trabajado en la CBS justo antes de incorporarse al equipo de McCain y por lo que parece, Couric estaba siendo cuestionada por la empresa y necesitaba un empujón. Nada de eso convencía mucho a Sarah, pero Wallace le dijo que harían simplemente una prueba y que si no funcionaba, ya no harían más.

Por lo demás, el bloqueo informativo alrededor de Sarah continuaba como siempre. Por no poder, no podía ni hablar con los periodistas que les acompañaban durante toda la campaña y que viajaban en el mismo avión que ellos. Si intentaba siquiera acercarse a ellos, se lo impedían. Tuvo que ser la propia Piper quien rompiera mínimamente el bloqueo haciendo amistad con los periodistas, que la adoraban (¡por supuesto!), y charlando con ellos. Y es que Piper es tan especial que al poco tiempo tuvo su propia pegatina: “Vota por la mamá de Piper”.

Y para terminar, una foto de Meghan Stapleton. El caso es que tengo una muy buena opinión de esta mujer, opinión que ha confirmado mi lectura del libro. Creo que es más lista que los ratones colorados y repito que David Axelrod hará muy bien en tenerla en cuenta porque es posible que le dé más de una sorpresa (desagradable) entre 2011 y 2012.

1 Responses to GOING ROGUE: UN RESUMEN (IV)

  1. Santi dice:

    Creo, y me lo confirma lo expuesto por Sarah en su libro, que la campaña que hicieron los asesores fue un desastre. Fue un error garrafal no dejar más libertad a Sarah para expresarse y ser ella. Con ello lo que hicieron es cercenar todo lo bueno que ésta podía aportar, su carisma, su cercanía, su naturalidad, todo lo que hubiera hecho que el votante norteamericano se hubiera sentido identificado con Sarah. Era el contrapunto perfecto, si la hubieran dejado actuar más libremente, a un McCain más distante y muy mayor. La conclusión es que parece que la campaña republicana la hubiera hecho su propio enemigo. La decisión acertada de la elección de Sarah Palin y que se vió claramente en las encuestas, lo estropearon unos miopes dirigentes de campaña. Esperemos que la tan esperada próxima campaña, valga la redundancia, de Sarah para 2012 cuente con unos asesores eficientes elegidos por ella y por tanto que trabajen, ahora sí, en la misma dirección. Y estoy seguro de ello, Sarah es lista y aprendió mucho de esa campaña.

    Un comentario a las ideas creacionistas de Sarah. Lo mismo que en sus ideas económicas y políticas (con su defensa del individuo, de lo privado frente a lo público, de la inciciativa privada, de los bajos impuestos, del sentido común, de la libertad individual en suma; y también de los valores tradicionales de la sociedad, la familia, la patria, etc.) en este caso del creacionismo no coincido con ella. Aunque pueda entender que su religiosidad le lleve a esas ideas y lo respeto. Pero creo que está equivocada en este punto, la evolución es una teoría científica totalmente aceptada y demostrada, que hasta la iglesia católica aceptó hace bastantes años. Para los creyentes la intervención divina puede ser compatible con la evolución, el hombre sería la cúspide de esa evolución y que Dios la creó y la dirigió para conseguir su fin. Pero bueno, como ya he dicho respeto, aunque no comparto, esta creencia de Sarah. Y no creo que tenga mayor importancia en su futura actividad política.

    Me ha hecho gracia lo de «patéticos bloguistas izquierdistas», y es que Sarah es muy comedida en sus expresiones, ¡yo les hubiera llamado cosas mucho más fuertes!, ¿verdad que sí, Bob?

    Gracias Bob y a por la siguiente entrega.

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